Partida Rol por web

El gólem se soltó a Ida de un manotazo, y con la otra mano, tras espantar a Hack, volvió a golpear a Urik. Tanto Urik como Ida quedaron muy maltrechos, pero se mantuvieron en pie.

Malik, también acelerado por la magia de Ivalic, dió dos poderosos golpes al torso del constructo. Un último golpe. Un último golpe, y... Malik levantó la espada por encima de su cabeza, haciendo que trazara un círculo y ganara velocidad. Las hebras del pecho del gólem se separaron, mostrando un núcleo de negrura infinita que se tragó la espada de Herr Bauer.

¡Es el núcleo mordentino! ¡Es lo que le hace inmune a la magia! ¡Tenemos que destruírlo antes de que vuelva a cerrar sus hebras!

Helene dejó caer su ballesta al suelo y tomó su lanza. Jeff cogió también el astil, y madre e hijo cargaron con el arma desde la pared del fondo, hacia el gólem, con la punta plateada brillando con destellos veteados. Antes de llegar a su objetivo, las llamas terminaron por consumir al gólem de telaraña, y sus pesadas hebras se desplomaron sobre sí mismas extendiendo una densa nube de polvo desde el suelo.

En cuanto la nube se disipó, Ida corrió hacia su esposo y lo abrazó. El fuego quemó las telarañas que lo envolvían.

¡Niña! ¡Le estás haciendo daño! ¡Todavía estás ardiendo!

Ida dió un salto hacia atrás, para apartarse. El Doctor sacó una manta de la bolsa de contención y empezó a usarla para sofocar las llamas, solo por si acaso el conjuro de protección contra la energía de Merquo expiraba antes de lo previsto.

Merquo fue el siguiente en acercarse a Parriwimple, y le curó con su magia. El Burgomaestre dejó de brillar, y despertó, sin saber muy bien qué había pasado. Pero el gólem malo ya no estaba, y eso era bueno.

Urik no pudo con el peso de su propia armadura y se tuvo que arrodillar. El veneno empezaba a hacer efecto en él. Helene presionó justo antes de la vena, para que la ponzoña saliese del cuerpo de Urik, aunque no lo logró del todo: el Caballero del Cuervo necesitaría descansar. Hack revoloteó de nuevo hasta su hombro.

Gennifer y Laurie se pusieron una frente a otra sin decirse nada. Que tuvieran la raya del pelo a lados opuestos hacía que en esa posición fuese como ver un espejo. Gennifer levantó su blusa un poco y mostró un moratón en el abdómen, dónde el gólem golpeó a Laurie. Laurie tiró de su blusa hacia un lado, mostrando su hombro y unas marcas de dientes como los usados por el gólem para morder a Gennifer. No había ennegrecimiento ni señales de que el veneno les estuviese afectando como a Urik, lo cual era normal porque Urik había soportado más mordiscos que la gemela. Las dos hermanas se sonrieron, aliviadas.

Tasia también sonrió, pero a Ivalic. Estaba cansada, sudada, y un montón de telarañas cubrían su ropa a la espera de que un guapo pretendiente viniese a liberarla. Ese pretendiente no podría ser Malik. Se arrodilló en el suelo, en estado de shock, tras haber visto desaparecer la espada de plata que le habría permitido enfrentarse al vampiro Strahd.

Al terminar, registraron las celdas. Contenían viejos camastros de sábanas apolilladas en las que podrían tomarse un respiro. También varios cofres, con ropas desgastadas y tan apolilladas como las sábanas. Pero en uno de los cofres encontraron una llave de plata con la inscripción "Llave". El primer paso para salvar el alma del hijo de Parriwimple e Ida, y librarlo de la corrupción.

Me quedo sentado, tosiendo levemente de vez en cuando, la tez de un tono pálido algo verdoso.

- "Cof, cof. Me temo que nuestro primer asalto ha estado a punto de ser el último para mí. Os doy las gracias a todos, amigos míos, por haberme salvado.

Sin embargo, me temo que no estaré en condiciones de combatir en unas cuantas horas. Sugeriría retirarnos a la capilla y hacernos fuertes allí. Podría ser una excelente base en la que refugiarnos.

Además, tengo pendiente un ritual que sólo puedo realizar en ese lugar." -

Ivalic fue el primer impresionado por el alcance de su hechizo, hasta ese entonces nunca lo había lanzado y no se había imaginado que pudiera afectar a más de una persona a la vez. Con la celeridad alcanzada entre todos pudieron terminar rápidamente con el golem de tela de araña, aunque aquello no significaba que hubiera sido fácil. Casi habían perdido a varios compañeros e Ivalic se encontraba realmente agotado, incluso Herr Urik parecía necesitar descanso y no era para menos, todos había combatido hasta la extenuación y agotado muchos recursos.

-¡Guauuu! ¿Habéis visto?

Ivalic estaba seguro de no poder lanzar un hechizo así más veces, por eso se sentía tan cansado, pero realmente había merecido la pena, los resultados habían estado por encima de lo esperado. Miró a su alrededor, todos parecían, si no bien, al menos vivos y eso le alegraba. Corrió hacia Tasia, que a pesar del cansancio y los golpes recibidos sonreía triunfal, aún estaba atrapada entre las telas de araña del golem, pero a salvo como todos.

-¿Estás bien? Temí que el golem pudiera matarte, era una criatura muy fuerte, pero eres muy valiente. ¿Y esos tatuajes? ¿Son mágicos verdad? ¿Como funcionan? Te quedan muy bien...

A Ivalic le gustaba saber cosas de magia, sabía que nunca llegaría a ser un gran mago como Firan, pero si podría ser alguien lo bastante capaz para poder inclinar la balanza de la lucha en ocasiones, también le gustaba saber cosas de Tasia, así que aquella le parecía una conversación perfecta. Con ayuda de su daga comenzó a romper todas las telarañas que tenían atrapada a la muchacha mientras le sonreía, incluso sucia y cubierta de telarañas le seguía gustando. Tras hablar con Tasia se volvió al resto del grupo, primeramente fue hacia las gemelas, le venía bien que estuvieran juntas eso haría más fácil la operación.

-Gracias por salvarme del golpe, os debo una. -Como no sabía cual había sido lo dijo a ambas, que además parecían actuar casi como si fueran una única persona.- Habéis estado muy bien. ¡Todos hemos estado muy bien! ¡Menudo combate! ¿Verdad Herr Urik? Y tu Parriwimple ¡Menudos leñazos le has dado! Claro que el golem no se quedaba corto, también repartió lo suyo. ¿Donde está Vjelkus? ¡Vjelkus sal, ya no hay ninguna araña! -Le debía un abrazo en condiciones a su amigo, de no ser por él su combate habría sido muy corto, así que en cuanto llegó se fundió en un abrazo.- ¡Muchas gracias, me salvaste la vida amigo, espero poder devolverte el favor, o mejor, espero que no tenga que salvarte la vida nunca, eso significará que estás bien. ¿Verdad Señora Helene? Usted y sus hijos han estado magníficos, incluido tu Firan.

Estaba tan contento por la victoria que no le importaba repartir felicitaciones a diestro y siniestro. Hizo lo propio con cada miembro del grupo que le faltaba y después ayudó a registrar las habitaciones, la verdad solo había ropas viejas que no servían para nada, eso era un poco decepcionante, hasta que en uno de los cofres encontraron una llave.

-¡Parriwimple! ¡Ida! ¡Creo que esta llave es una de las cosas que necesitáis para liberar a vuestro hijo! ¡Tomad, es vuestra!

Al menos estaban más cerca de salvar el alma inocente del bebé de Ida y Parriwimple y eso siempre era bueno. Al final del todo aquel combate si que había servido para algo bueno, además de para demostrar que si trabajaban en equipo podrían enfrentarse a retos casi imposibles.

- "Yo estado fatal, mi buen Ivalic. El exceso de confianza ha estado a punto de ser mi fin. Esa criatura sin duda era la horma de mi zapato.

Enhorabuena a todos, han tenido una actuación magnífica.

Herr Bauer, vuestro comportamiento ha sido especialmente heroico, al sacrificáos de ese modo." -

Creo que ya puedo decir cómo mueren todos los aventureros que se adentran en este castillo: tras el primer combate, los sacerdotes se ven obligados a emplear su magia curativa hasta la extenuación. No es mala idea parapetarse y esperar, Herr Urik. Sin ir más lejos, aquí hay camas para descansar. Pero arriesgarse a hacer el camino de vuelta hasta la capilla... No sé. Es un lugar demasiado emblemático y expuesto. Aquí estamos en un rincón de un sótano. No diré que estamos a salvo, pero...

¿Bromeas, elfo? El señor Bauer ha gritado por el fuego. El Doctor Van Richten alzó la voz en cada instrucción que dió. El ruido de pelea ha debido alertar a todo el castillo... Supongo que son ruidos normales aquí, y que como una de estas criaturas basta para acabar con toda una expedición de aventureros, el resto no se preocupará por ver si todavía queda algo de nosotros, pero... El sirviente Cyrus se ha ido. Es cierto que antes de saber el resultado de la batalla, ¿y qué? Podría estar informando a Strahd en este preciso momento. Debemos ir a la capilla.

Tasia sonrió a Ivalic mientras la liberaba de las telarañas.

Gracias. Tengo más tatuajes. Mira: este halcón me da el valor de un paladín. Y el tatuaje del fénix de mi espalda me protege de la magia. No tanto como a un gólem, pero algo es algo. También tengo otro tatuaje más escondido...-se puso colorada-. Quizás te lo enseñe algún día... Mira lo que me obligas a decir. Anda, ve a ver si los demás están bien-auyentó con las manos, para alejar a Ivalic.

En cuanto a las gemelas, se limitaron a asentir a la vez a Ivalic, de modo que siguió sin saber cuál le había ayudado. En realidad fue un trabajo en equipo: una se puso en medio, y otra sintió el dolor del golpe.

Firan no estaba tan contento.

Cállate la boca, Ivalic. Me perdí todo el combate por culpa de la telaraña. Ya verás la próxima vez...

El primogénito de los Yanoff dejó la llave de plata en el cesto que formó Ida con sus muñones y su cuerpo. La exfrutilla le sonrió en agradecimiento, entre lágrimas, porque todavía le duraba el susto de ver a Parriwimple a punto de desvanecerse. Ida tendió la llave a Parriwimple para que la guardase él en uno de los bolsillos de las ropas de Guardián de la Pluma Negra.

Mientras Ivalic volvía al comedor de la guardia para agradecerle su ayuda a Vjelkus, Malik hablaba con el líder de su Orden.

Herr Urik, no sea amable, ni ponga paños calientes. He cometido un error imperdonable. Era una espada de plata. Una espada de plata en un castillo de vampiros. Ahora solo soy un estorbo...-se lamentó, recogiendo su escudo del suelo y embrazándoselo de nuevo.

En la habitación de al lado, en su abrazo, Ivalic sintió el cuerpo de Vjelkus temblar como un corderito. Un ternerito, más bien. Seguía asustado por las arañas, por más que todos le dijesen que ya no quedaba ni una.

Ivalic, ¿me permites un momento?

El Doctor separó a los dos niños suavemente con la mano. Sacó una moneda atada a un cordel de uno de los bolsillos de su chaleco. Mientras Van Richten sostenía el cordel entre los dedos pulgar e índice, fue hablando a Vjelkus a cada movimiento pendulante de la moneda.

No hay nada que temer... Vjelkus no tiene miedo a las arañas...

Vjelkus no tiene miedo a las arañas...-repitió.

Las arañas no pueden hacer daño a Vjelkus...

Las arañas no pueden hacer nada a Vjelkus...-repitió.

Y ya que estamos... Imagina un bocadillo. Te estás comiendo ese bocadillo. Cuando termines de comerte ese bocadillo, quedarás saciado. Ya no comerás con ansia. Ya no tendrás hambre a todas horas...

Repite conmigo... Vjelkus no tiene hambre... Vjelkus no tiene hambre...

Vjelkus quedó en silencio, como resistiéndose a pronunciar esas palabras. Eso sí, desde que su himnotizador mencionó la palabra bocadillo, salivaba por la comisura de los labios.

Bueno, supongo que eran demasiados hábitos que solucionar en una sola sesión. Poco a poco.

Cuando cuente tres, despertarás y no recordarás nada de lo que te he dicho, pero quedará fuertemente arraigada en ti la idea de que no tienes miedo a las arañas. Uno... dos... ¡y tres! ¡Despierta!

Vjelkus pestañeó y miró a uno y otro lado, quizás buscando un bocadillo imaginario. El Doctor Van Richten hizo un rápido juego de manos y volvió a ocultar la moneda con la que había inducido la sesión de hipnotismo.

Bien... Como dice el señor Urik: vayamos a la capilla. Señor Merquo... ¿Puede curar a los heridos? A mí, por ejemplo, es algo que me vendría bien... Dejemos que la señora Helene guarde sus hechizos por el momento. No es bueno gastar todos los cartuchos en disparos fútiles.

Merquo empezó a ir de un lado a otro. Había muchos pacientes que atender. Cuando terminó hizo una seña a los demás. Avanzaron en silencio, por los lugares ya conocidos, hasta volver al patio del castillo. El sol casi estaba en el mediodía, y los jardines seguían vacíos de los trinares de los pájaros. Volvieron a colarse en la capilla por la vidriera rota, como hace dos años. Pronto comprendieron los resquemores de Merquo a quedarse en este lugar...

Las puertas dobles del oeste eran fácilmente bloqueables con los bancos de la capilla. Sin embargo, había dos pasillos (K17 y K16) flanqueando las puertas, muy difícilmente defendibles, sin puertas, y con diez pies de ancho que permitían la llegada de cosas grandes. Bastante grandes. Además, unos nichos a izquierda y derecha del pasillo dejaban ver la silueta de unas estatuas nada confiables: guerreros de piedra flanqueando el paso.

Un largo balcón de ochenta pies de largo dejaba un nuevo flanco abierto justo a la altura de unos cincuenta pies. Se podía ver por encima de su balaustrada dos tronos.

El altar, sobre el estrado este de la iglesia, ofrecía algo de cobertura, pero estaba al lado de la vidriera rota, por la que se podría colar, por ejemplo, una plaga de murciélagos. Al norte había dos columnas asegurando la estructura, y al sur solo una, ya que la otra se había desmoronado con el paso del tiempo, dejando solo unos cascotes.

Le pido a Herr Malik Bauer que organice las guardias, tras ayudar a montar sendas barricadas con bancos de la capilla en ambos pasillos.

Después me dirijo al altar y comienzo el ritual del Símbolo Sagrado de Ravenkind que me permitirá vincularme a la reliquia y desbloquear sus capacidades ocultas.

-No diga eso Herr Urik, todos hicimos lo que pudimos, no es tiempo de desanimarse, eso es lo que busca Strahd, pero no lo conseguirá con nosotros ¿Verdad?

Dejó que Herr Urik, Merquo, Jeff y el Doctor discutieran sobre donde sería más idóneo descansar mientras él daba las gracias a las gemelas y sobre todo ayudaba a Tasia, a la que prestó como siempre mucha atención.

-Vaya... ¡Que chulos! Pero por lo que he visto van perdiendo poder a medida que los usas ¿Verdad? ¿Como los recargas? -Cuando Tasia le habló de un último tatuaje y le insinuó enseñárselo algún día Ivalic se puso colorado y muy nervioso. No era ya tan niño como para saber que no podía estar en algún lugar que no fuera bastante íntimo y la idea de verlo significaba... A pesar de la curiosidad de qué era y si hacía algo se quedó callado, por fortuna fue la propia Tasia la que le dio una salida mandándolo a ver a los demás.- Sí... Eso haré... Cuídate mucho, no tardaré. No te preocupes estaré bien, no creo que por aquí haya ningún tatuaje, que diga... monstruo. Ya me voy, ya me voy.

Las gemelas estaban bien, pero eran tan idénticas y parecían responder tan al unísono que no se paró a mirar cual era cual ni siguió insistiendo en la que le había salvado, para él casi era como si lo hubieran salvado ambas de lo compenetradas que estaban.
El siguiente en su lista de visitas había sido Firan, que estaba de peor humor que lo que solía mostrar, para él había sido muy frustrante no haber podido participar en el combate. Pero Ivalic también se había quedado atrapado en la telaraña y había estado a punto de morir quemado como él, sabía por lo que había pasado y no quiso hacer leña, al contrario, necesitarían a Firan y a su magia más adelante, aquello sería duro.

-Estoy seguro que la próxima vez serán determinante, necesitaremos tu magia si queremos vencer a los monstruos de Strahd.

Sintió mucha pena por Malik, el hombre parecía destrozado con la pérdida de su espada y muy compungido por su actuación, aquel combate había llevado al límite las capacidades de casi todo y en el caso de Malik le había arrebatado su espada de plata, un bien muy preciado pues ese metal era altamente eficaz contra monstruos.

-No se preocupe Herr Malik, lo hizo muy bien y es un gran combatiente, su golpe fue vital para acabar con el golem de telarañas, siento que haya perdido su espada. -Ivalic desenganchó la funda de su espada corta del cinturón y se la ofreció al guerrero.- Tome, puede usar la mía, es más pequeña, pero es de plata también. Yo no suelo combatir cuerpo a cuerpo y tengo mi daga y otra espada corta mágica, quizás quiera llevarla también, hay criaturas que no son sensibles a la plata y que les causará más daño, yo me puedo apañar con la daga y seguro que las espadas estarán mejor en sus manos. Si encontramos algunas armas por ahí que prefiera usar puede devolvérmelas.

Tras la oferta a Malik Ivalic salió de allí en busca de su salvador Vejelkus y mientras estaban fundidos en un abrazo llegó el Doctor y amablemente le pidió a Ivalic que se separase. El muchacho estuvo muy atento, enseguida comprendió lo que pretendía hacer el Doctor y presenciar aquello le parecía alucinante, aunque parecía que el efecto no había sido completo, no al menos con la comida.

-¡Guauuu! ¿Me enseñaría a hacer eso Doctor Rudolph? ¡Es alucinante! ¡Le aseguro que aprendo rápido! ¿Me enseñará? ¿Cree usted que funcionó? ¡Vamos a ver!

Se giró de repente, señaló un punto lejano a la espalda de Vjelkus y entonces gritó horrorizado.

-¡Una araña! ¡Una araña!

Se quedó expectante ante la reacción de Vjelkus y luego explicó al resto que solo se trataba de una falsa alarma, que no hacía falta que acudieran.
Finalmente, y tras ser curados por Merquo, regresaron a la capilla, un lugar enorme y ciertamente difícil de defender. Ivalic se dispuso a explorar mejor el terreno, quizás hubiera algo de valor o encontraran un sitio donde poder defenderse en caso de ataque.

-Tasia, ¿Te vienes a explorar la capilla? Esto es enorme y tiene muchas entradas, será difícil defenderla, pero quizás haya algún sitio donde podamos plantar cara a un solo frente.

El transepto norte de la capilla es el mejor lugar para parapetarse, dentro del hecho de que las ventanas podrían romperse desde fuera, y entrar algo volando. Pero por lo menos no son ventanas bajas como las del ábside, así que no puede entrar ningún enemigo terrestre. Y al contrario que el transepto sur, el norte tiene sus dos columnas intactas. Sí, el transepto norte es el lugar idóneo para descansar.

Llamó a Ivalic para hablar con él, y terminar de explicarle el funcionamiento de los tatuajes.

Psssst... Ivalic-Tasia se acunclilló para dejar ver a Ivalic el trozo de piel tras la oreja-. ¿Todavía no ha vuelto, verdad? Todos mis tatuajes me ofrecen protección permanente, pero el tatuaje del león, el que me permite dar puñetazos más fuertes, utiliza mi propia energía. Si me canso, el tatuaje desaparece, y no vuelve a dibujarse hasta pasadas unas horas.

Es mejor que duerma un rato...

Vjelkus, que no se había inmutado cuando Ivalic hizo su treta de la araña, se encogió de hombros, y también buscó resguardarse en el transepto norte. De su bolsa de contención sacó la caja de raciones perpétuas que Ludovico regaló al pueblo, y que durante dos años les ayudó a mitigar las muertes por hambrunas.

Es mediodía. Será mejor que comamos algo. ¿Queréis?

Fue repartiendo las raciones. Alimentos sencillos no cocinados. Pan, queso, embutido... Piezas de fruta y huevos cocidos. Membrillo y miel.

Empezaron a dormir, apretujados, con solo Urik, Hack, y los dos vigías de cada ronda en el centro de la capilla. En un instante dado, el Doctor Van Richten despertó a Ivalic, y le mostró de nuevo la moneda de la himnosis. Sus susurros se amplificaron por el eco de la capilla.

Ivalic... Es una moneda normal y corriente. El truco de hipnosis que empleé con tu amigo aracnofóbico se puede hacer con cualquier moneda. La magia está en las palabras, no en la moneda. Sin embargo, para mí, esta moneda es especial... Esta moneda me la dió mi maestro. Y a él se la dió el suyo. Como todo anciano, yo también ansío transmitir mi sabiduría a un discípulo. Laurie y Gennifer son dos muchachas excepcionales, y han aprendido mucho, pero no tienen madera de mentor. No sabrán inculcar lo que han aprendido. Por eso, yo aún busco a un discípulo...

Sin embargo, no todo el mundo vale para malgastar su tiempo en el aprendizaje. Hay ciertas distracciones lógicas para el espíritu humano. Creo que tú ya sabes con quién quieres pasar tu tiempo, ¿verdad?-hizo un gesto con el mentón hacia la dormida Tasia-Es lo mejor para ti. La mejor opción posible. El amor... el amor no se debe dejar escapar. Por eso no voy a enseñarte este truco, Ivalic. Vive. Ama. Pasa cada momento a su lado. Solo así evitarás llegar a viejo preguntándote si tu vida podía haber sido distinta...

Duerme... Aún falta para que llegue nuestro turno de guardia. Ya nos despertarán...

Malik, Ida y Urik escuchan la lección del anciano con atención. Malik volvió a centrarse en su entrenamiento en mitad de la capilla. La espada que le había dado Ivalic era muy pequeña y ligera, debía acostumbrarse a su peso. No habría un mundo en el que hallar el amor mientras Strahd pudiera arrebatártelo.

Su forma gaseosa se filtró por las grietas de la piedra. Se transformó en un ser horrendo, medio humanoide, medio murciélago que colgaba boca abajo en las sombras, bajo la balconada.

Durante un tiempo se limitó a observar. Urik estaba realizando el ritual de vinculación a la estatuílla del cuervo. Rezaba de rodillas ante el altar. El oro de las monedas que rodeaban al icono sagrado ya empezaba a volverse líquido. Pronto esas gotas reptarían hasta el Icono del Cuervo, y le devolverían su cubierta dorada de antaño. Aguardó un par de cambios de guardia, hasta que les tocara el turno a los débiles o tullidos. La combinación incluía una mujer y un niño... había llegado el momento.

Ya viene...-dijo Gennifer, despertándose y levantándose de cintura para arriba en cuanto Laurie le vió llegar.

Strahd extendió sus alas y cayó planeando hacia el Caballero del Cuervo, sorprendiéndoles a todos. Pero los vigilantes estuvieron rápidos. Firan lanzó un rayo de fuego que se estrelló contra su espalda: no dolía. Resistencia al fuego. Ventajas de la protección del santuario del pantano. La gemela le apuntó desde lo lejos con su florete... apretó un gatillo oculto bajo la guarda. Un disparo. Todos los que dormían despiertan. Olor a pólvora. La bala de plata pasó por encima y rompió las cristaleras del ábside.

Trató de morder a Herr Urik, y solo encontró el sabor del acero. Necesitaría dientes más grandes... Eso no suponía ningún problema. Strahd se transformó en un lobo gigantesco.

Los insignificantes vigías seguían intentándolo. El niño, tozudo, lanzó un segundo rayo de fuego. En esa ocasión, más potente. Mejor. Strahd saboreó el olor de su pelaje quemado por primera vez en varios siglos. La gemela no tiene más balas en su estoque parthiano, así que lanza un frasco de agua bendita que se rompe contra Strahd haciéndole gruñir.