Partida Rol por web

Con la excusa de que a lo mejor el Doctor Van Richten podía estar en el interior de la mansión, Elyzabeth mandó a los paladines y a Lobo al interior del edificio. Ella se quedaría fuera, para cavar la tumba.

Sin embargo, al volver al patio, se encontraron con que Elyzabeth había remendado las extremidades cercenadas de la zombi y Ulrika volvía a estar en plena forma. Extrañamente, el pecho derecho de Ulrika se deslizó hacia abajo tras la tela del mono negro. Elyzabeth empujó del pecho hacia arriba y lo sujetó con un imperdible para que no se volviera a caer.

Ya había anochecido. Encontraron a Reluë en la plaza mayor del pueblo, junto al pozo y en frente de la posada de Arik. El elfo daba pequeños saltos y se frotaba los brazos para entrar en calor.

Hola-saludó lacónicamente-. Arik me ofreció esperar dentro, pero no me parecía bien que por mi culpa tuviera que esperar para cerrar. Si nos damos prisa, podemos llegar antes de las once de la noche y entrar sin los gitanos. ¿O esperaremos a que lleguen para entrar juntos?

Don Urik cogió la belladonna y con un asentimiento de agradecimiento, se lo guardó para tenerlo a mano. Intentó desterrar de su mente la imagen que se le había formado de la ninfa sin el manto, y con más esfuerzo aún la de Beth y la ninfa... - Cof cof... - tosió, pasándose un dedo por la gorguera, como si tuviera calor. 

Llegaron a la mansión y allí le dejaron un rato a Beth para que se despidiera de.. Ulrika. Pero para su sorpresa, o quizá no tan sorpresa, Ulrika volvía a estar entera, más o menos. 

Cuando por fin se reunieron con Reluë, el paladín por fin habló. Se quitó la capa y se la tendió al resto. - Creo que me vendrá bien, pues mi capa no me afecta al tener esto. - dijo señalando la piedra Ioun dando vueltas alrededor de su coronilla. *

- Antes de entrar, ¿dónde está la segunda reliquia que llevábamos? - 

Poco había faltado para que Ely sucumbiese a la tentación de la ninfa. A diferencia de Don Urik, la clériga olvidó aquel momento en cuanto llegaron a la mansión. Ely apenas dedicó unos momentos a examinar las reparaciones del carromato.

-Los remiendos mágicos no usan clavos ni piezas de refuerzo- Explicó repasando la curvatura de la rueda con la mano.

La joven sacó su pala y espetó al caballero:

- ¿Qué miras? ¿Quieres unas hierbas para la tos? – El comentario logró sonrojar al paladín que dejó a la nigromante con sus quehaceres. Desde el interior de la casa los aventureros escucharon llorar a Ely como una chiquilla. – Lo siento, mi magia es miserable para lo que te mereces. He estudiado este maldito libro desde que lo encontré, pero no soy suficientemente poderosa…BUAAAH-

Cuando regresaron al patio la joven se había secado las lágrimas y había recuperado su actitud frívola. – Un pecho bizco no es tan malo con tal de seguir juntos- Dijo ajustando el imperdible y terminando de coser los desgarrones que habían causado los licántropos.

Elyzabeth siguió cosiendo:

-Voy a disfrazarme de Dallbert. Así levantaremos menos sospechas si alguien nos ve desde una ventana- La joven confeccionó un mandil oscuro que, de noche, podía pasar por el del herrero.

- Antes de entrar, ¿dónde está la segunda reliquia que llevábamos? – 

Ely puso a disposición del paladín los objetos que custodiaba y tras un último achuchón a Ulrika, se reunieron con Reluë en la plaza. La joven examinó a su compañero sin poder disimular su psicosis Strahdiana. -¿Eres tú o ese maldito hijo de las sombras?- Gruñó tocando su pecho con una estaca alquímica y plantándole un espejo en la cara. Finalmente le propinó un fuerte abrazo para escuchar el fluir de la sangre. Solo entonces recuperó su jovialidad

-¡Me alegro de que seas tú, Reluë!… casi nos comen los licántropos del pantano y Ash puede acabar convertida en uno, pero lo de la ninfa en pelotas compensó un poco- Resumió vagamente para turbar al tímido semielfo.

Si nos damos prisa, podemos llegar antes de las once de la noche y entrar sin los gitanos. ¿O esperaremos a que lleguen para entrar juntos?

La joven se encogió de hombros dejando a sus compañeros tomar la decisión. Si entraban con los vistani, tal vez sería más fácil, pero sólo obtendrían su lanza. –El que se fía de Rodolfo es Urik- Bromeó con mordacidad. –Gasté mi conjuro de moldear la piedra, pero tengo un ácido de alquimista que podría servir igualmente para desencajar la ventana y un conjuro de detección para localizar trampas y objetos mágicos. Personalmente prefiero seguir el consejo de Keeva y entrar antes de que algo se tuerza- Afirmó resuelta. Ely repasó mentalmente los conjuros que lanzaría si decidían entrar de inmediato y preguntó al mago de cuáles disponía.

Volver a ver a Ullrika de pie me provoca una sensación extraña, como si estuviera vendiendo mi alma al diablo solo por conseguir derrotar a otro diablo. Lanzo un suspiro profundo y sujeto con una mano la empuñadura de la espada solar, cómo buscando la fuerza que un objeto del bien me puede proporcionar. No comentó nada, pero mi gesto no es precisamente de alegría al ver a Ullrika otra vez caminando.

Nos reunimos con Reluë, y aunque existe el temor de que, al haber estado alejado de mí, Stradh lo haya matado y suplantado, parece que realmente es él. Yo preferiría no esperar, no me fío de los vistani y menos cuando hacen tratos con vampiros.

Reluë se desembarazó de los brazos de Ely, saliéndose de su efusivo abrazo.

Yo también me alegro de verte, pero la próxima vez, si quieres asegurarte de que no soy Strahd, prueba a lanzarme aliento de ajo, no a amenazarme de muerte con una estaca. ¿Y qué es eso de dónde está la segunda reliquia que dijo Urik? Ely llevaba la caja con polvo de hueso de Santa Ecaterina, y el diente de San Bogdán iba en las alforjas de Lucifer. ¿Habéis buscado bien?

"Has buscado bien" y "recuerdas dónde fue la última vez que lo viste" son las dos frases más estúpidas del idioma. Claro que habían buscado bien... pero por si acaso un último vistazo a la mochila de Ely y a las alforjas de Lucifer... Revisaron y revisaron, pero nada, las reliquias no estaban.

Disfrazada de Dallebert, Ely tiró el ácido en el marco. Hizo su trabajo, pero no fue suficiente, y tuvieron que romper los cristales con el pomo de la espada para poder desencajar el dintel. Al final hicieron un estropicio, pero mejor así para que se notara que se trataba de un ladrón y no de un grupo que venía a por información... y a robar.

La habitación estaba prácticamente a oscuras, pero Ely percibía un fulgor mágico de conjuración en el suelo, cuya luz se escapaba de una forma rectangular (seguramente una alfombra). Una segunda aura asomaba por el marco de una puerta abierta, a la derecha, a otra habitación tan oscura como en la que entraron. La energía que venía de esa otra habitación era una mezcla de conjuración y adivinación.

Don Urik se mesó la perilla mientras Beth le ofrecía las hierbas para la tos, y no dijo nada, sabedor de que si la dejaba hacer, aquella turbadora mujer le dejaría tranquilo, como así fue. 

Se alegró de reunirse de nuevo con Reluë y no dijo nada cuando decidieron entrar, aunque él hubiera esperado. Sin entretenerse, siguió al resto. - No entiendo cómo hemos perdido las reliquias. ¿No habrá sido un bicho de esos invisible, verdad? - 

si quieres asegurarte de que no soy Strahd, prueba a lanzarme aliento de ajo, no a amenazarme de muerte con una estaca.

-¿Ajo?¿Y oler como una pueblerina?...Prefiero que me muerda un vampiro- Gruñó al mago sabiendo muy bien de lo que hablaba. –La muerte por estaca es…como más personal. Sugiere interés como mínimo- Divagó ella sola.

Cuando se hizo patente que les habían robado una de las reliquias, Ely puso los ojos en blanco. –Solo es otra traición, ya deberías estar acostumbrada, no empieces otra vez- Trató de contener sus fobias personales. Beth contuvo sus ganas de trinchar a alguien, cerró los ojos y dijo en un tono apenas audible: –Si volvemos a jugar con los cuervos de Keeva, recordarme preguntarles si el querido Doctor Richten tuvo algo que ver-

Después murmuró un conjuro y sus ojos ambarinos se oscurecieron hasta alcanzar un intenso color índigo. –Veamos, dijo el ciego- Sonrió examinando a placer las estancias. La joven tuvo la cautela de emplear su daga para hurgar y apartar las cosas en previsión de cualquier trampa. Ulrika caminaba detrás de su ama, casi se diría que protegida por ella (al contrario de como hizo con Ida). Al adentrarse en lo más oscuro de la herrería donde sólo la magia permitía la visión, los aventureros incluso creyeron escuchar un beso. Beth sin embargo carraspeó y juró que no había oído nada.

Sonrío a Reluë, contenta de que al menos él esté a salvo. Estoy empezando a obsesionarme en que, cada vez que dejo solo a uno de nuestros amigos, este termina muriendo. Pero parece que en este caso esa maldición no ha seguido, y podemos ir hacia la herrería.

Trago saliva antes de entrar. La oscuridad no me gusta, es donde se refugian los monstruos a los que combato. Te echo mi tarea es llevar la luz en dónde hay oscuridad, aunque nunca debió ser tan literalmente como ahora pues no veo nada. Decidido que lo mejor será seguir a Ely... en su camino, que no en su religión.

¡Lux!

El conjuro de Reluë iluminó la parte trasera de la cola, evitando que Ashlyn y Urik se tropezasen con una silla y una mesa, respectivamente. La mano del semielfo rodeaba la moneda de luz para que los vecinos no vieran luces en las ventanas, lo que les dejaba con prácticamente el equivalente una vela en la oscuridad.

Los ojos especiales de Elyzabeth le permitían explorar en la vanguardia de la cola. La sala se prolongaba haciendo una L. Al fondo había una puerta que debería llevar a la herrería. En un extremo de la L había una cocina de hierro, utensilios de cocina, una caja de patatas y ristras de ajos y chorizos. A un lado, Elyzabeth retiró la alfombra que tapaba la trampilla del sótano; a través de sus tablones se filtraba una de las auras mágicas que había visto la sacerdotisa.

Al otro, la puerta daba a un dormitorio, con una cama, un baúl, un arenero de gato (aunque no habían visto aún a gato alguno) y un espejo de diez pies de alto. Era el espejo el otro foco que despedía magia en aquella casa. Elyzabeth solo veía la superficie plana vertical, fue la luz de Reluë la que permitió ver que el espejo estaba empañado a pesar de que la temperatura de la habitación era normal.

-Ahí tienes tus queridos ajos Reluë- Gruñó en voz baja. La joven reprimió su tic de volcarse medio bote de colonia y continuó hasta toparse con el arenero, desatando más paranoias.

Ely recordó el gato invisible que había persuadido a Ida para traicionarla. Su ego soportaba mejor culpar a un gato demoníaco, que su falta de poder para que la brujilla orbitara según sus designios.

-Abrir bien los ojos- susurró por instinto. Pero luego sacudió la cabeza: Si el gato era invisible, solo ella sería capaz de verlo. Murmuró un nuevo conjuro que afinase sus sentidos, pero consciente de sus limitaciones perceptivas, utilizó su persuasivo tono de voz: -¡Hola! puedes salir de ahí, no te haremos daño. Tengo una cosita para ti-  Dijo de forma tan convincente a la oscuridad, que sus compañeros giraron sobre sus talones para tratar de ver con quien hablaba.

 La joven examinó cada rincón con suma cautela antes de retirar la alfombra y dijo en voz baja: -Detecto un aura mágica bajo los tablones. ¿Reluë, ves alguna puerta secreta?-. La clériga dejó que el elfo examinase la zona antes de gastar uno de sus preciados pergaminos.

Examinó el Baúl. Antes de darle un topetazo con el escudo utilizó el colgante de la mano de roble para endurecer su piel y sobrevivir a una posible trampa. A continuación trató de abrirlo a distancia con ayuda de su daga. De nuevo Ulrika quedó detrás como una princesa.

Después examinó el espejo. Su superficie empañada aceleró el corazón de la joven. Instintivamente echó mano de la lanza pesada a su espalda, pero era precisamente eso lo que habían venido a recuperar. –Maldición- Siseó entrecerrando los ojos y levantando su escudo, como si aquello pudiera detener los horrores que podía encerrar un objeto así.

La joven volvió a instar al mago a usar su magia para identificar el objeto: -Este chisme da escalofríos. Tan pronto puede susurrarte lo guapo que eres como ser un portal de Strhad para llegar a Barovia-. Dijo tentada de machacarlo con su maza. Convencida de su teoría, señaló a Ulrika -¿Has visto? Así es como pudo llegar a la mansión y matar al pobre Walt- Dijo abrazándose al zombi.

Teniendo las habilidades necesarias, sería un error actuar a ciegas y alertar a posibles enemigos, de modo que persuadió al elfo para salir de dudas antes de intentar identificarlo ella misma.

Elyzabeth se dio cuenta a simple vista que el baúl era un mimeto, un monstruo con forma de mueble que se alimenta de los incautos que se acercan demasiado. También recordó que Lobo había matado al "gato invisible", y según sus palabras, se había transformado en un diablillo al morir. Ocurrió cuando Lobo fue tras Ida en el pantano, así que no llegaron a ver el cadáver del gato. Eso no descartaba que aquel arenero fuera usado por más de un gato, o que fueran gatos distintos el del pantano que el de aquella vivienda, pero si estuviera por aquí su invisibilidad habría emitido un aura que el detectar magia de Elyzabeth podría percibir.

He terminado con este espejo. Es un espejo de poder mental: si te concentras, te puede mostrar otros lugares. E incluso se puede usar como portal para llegar a los lugares que te muestra. También refleja los pensamientos de los que estamos aquí, pero solo los mostrará si Dallebert está presente. Tiene un cuarto poder, responde a una pregunta sobre algo mostrado por el espejo, pero solo puede usarse una vez a la semana. El herrero ya la ha utilizado.

¿Vamos al sótano por la trampilla o queréis probar el espejo antes?

Ese espejo nos podría venir genial para entrar en el castillo de Strahd, ¿no creéis? digo, asombrada ante la presencia de semejante objeto de poder en una herrería.

Incluso podríamos utilizarlo para rescatar a Irina, bastaría con conocer solo la disposición del castillo. ¿No es así? De todos modos si queréis vayamos a ver el sótano y luego nos ocupamos del espejo. Pero desde luego no pienso dejarlo ahí.

-¡Eres un fiera Reluë!- Felicitó al mago por identificar el poderoso artefacto. Las sospechas de Ely se quedaban cortas con los poderes del objeto. Ash propuso utilizarlo para localizar a Irina y llevárselo. La Clériga no podía estar más de acuerdo.

-Bajemos al sótano primero y usemos el espejo para llegar a Irina, pero no desde aquí. Lo llevaremos a un lugar seguro. Los Vistani llegarán en cualquier momento y podrían llevárselo, dejándonos atrapados al otro lado.- Elyzabeth no podía quitarse esa sensación de vértigo que le produjo contemplar el vaho en la superficie del espejo. Sacó el saco de dormir mágico y metió el espejo dentro. –Como poco lo protegerá para la “mudanza”- Explicó reticente a ser escrutada de alguna forma. A continuación se lo entregó a Ulrika y la dio instrucciones de cargar con el bulto y mantenerse detrás de ellos mientras registraban el sótano. –Qué bien te queda la franela- Sonrió al zombi.

Ese espejo tal vez lo necesitemos para huir del castillo si las cosas se nos tuercen. No os encariñéis mucho con él.

Abrieron la trampilla y bajaron por unos escalones de piedra, más propios de una mazmorra que del sótano de una casa. Llegaron a un sótano cuadrangular excavado en la tierra. Velas al pie de las paredes, todas siniestramente encendidas, iluminaba en penumbras la sala. Lo suficiente como para que pudieran ver las marcas de sangre en el suelo formando un gigantesco pentagrama diabólico, además de un túnel que llevaba a la derecha.

Esto no me gusta... Si la cera no ha sido consumida desde que Dallebert se marchó del pueblo, es que alguien nos está esperando. Lobo es un montaraz, podría adelantarse para explorar.

- Estoy de acuerdo con Reluë, quizá necesitemos el espejo para escapar, pero si nos muestra lo que conocemos, podríamos explorar el castillo, encontrar a Irina y salir con ella. - 

La cosa se ponía interesante. 

Al bajar al sótano, Don Urik se concentró e iluminó su escudo, espada en mano, preparado para combatir. - Esto no me gusta. - 

Desenfundo la espada solar y mi escudo y me preparo para lo que pueda venir. A mí tampoco me gusta. Alguien nos está esperando, a nosotros o a los vistani. Permaneced con los ojos abiertos y esperemos a que Lobo se adelante a ver si descubre quién o qué nos espera.

    -Uuuhuhu…por fin alguien que sabe crear ambiente- Bromeó la joven al ver el sangriento pentateuco. Coincidió con la apreciación del mago sobre las velas y esperó a que el montaraz hiciera su trabajo. Mientras tanto, recorrió la sala con su visión mágica, esperando desvelar algún aura o rastro reciente de conjuros que proporcionase alguna pista de a qué se enfrentaban.

La joven cerró los ojos, lista para lanzar una bendición* protectora a la menor señal de peligro.

Aquel momento de meditación le permitió ordenar algunos de sus pensamientos y susurró en tono relajado

-El gato diabólico le dijo a Ida que en el castillo había un altar donde purificar las reliquias corrompidas. Supongo que las encontraremos allí junto con quien nos las robó…Si llegamos a tiempo- Aclaró torciendo los labios. – A pesar de nuestra premura, yo preferiría ir después de mis rezos…Y habiendo encontrado mi maldita lanza- Añadió tratando de no perder los nervios.

   El sonido de un desgarrón de ropa sacó a Elyzabeth de su estado de meditación. El ajustado traje de cuero de Ulrika se había rasgado entorno a los hombros. La tenue luz del escudo de Urik no permitía ver muchos detalles, pero el paladín tuvo la sensación de que el cuerpo de “Su escudera” como la llamaba Beth para torturarlo, se estaba hinchando. Era de imaginar que, tras tantos días, los gases de la putrefacción acabasen por deformar la esbelta figura de la zombi encapuchada. Afortunadamente el olor de la colonia de Elyzabeth enmascaraba todo.

Ulrika extendió la mano hacia el paladín y al hacerlo, la silueta del pecho que le quedaba se deslizó por debajo de la tela hasta salirse por la cintura, cayendo al suelo con un sonoro –¡CHOF!-