Partida Rol por web

Llevas un tiempo viajando por el mundo, persiguiendo leyendas acerca de formas de devolver la vida a alguien. Por ahora sin ningún éxito, pero eso no será suficiente para detenerte.

Desde hace unos meses te acompaña Seth Ironclaw, un monje reptiliano errante de personalidad silenciosa pero que posee gran sabiduría que, tras un incidente, decidió acompañarte en tu travesía. Eso a pesar de que le parece muy mala idea tu propósito, siempre dice que "a los muertos hay que dejarlos descansar en paz". Pero aun así te presta apoyo y en este tiempo ha demostrado ser un compañero bastante confiable.

Ahora estás siguiente la pista de un posible artefacto que podría devolver la vida a los muertos, y ahora estáis enfrente de la entrada de una cripta donde, según algunos vecinos de un pueblo cercano, moran cosas siniestras.

Seth observa la entrada con expresión estoica.

 —Sabes que esto es una pésima idea, ¿verdad? Deberías notar que esto hiede a muerte— comenta con tono calmado.

Si una cosa se caracteriza Seth es que siempre mantiene la calma pese a la situación.

Mis pasos resuenan en el silencio mientras voy bajando las escaleras, con calma y elegancia. No respondo a Seth, que sabe que ya me ha dicho mil veces lo mismo y ya no pienso seguir discutiendo.

Justo antes de descender el último escalón, hago un gesto con la mano delante de mí, formando florituras en el aire y suspirando palabras en las que apenas entono la voz. Es la enésima vez que entro a un lugar de estos y ya sé muy bien qué esperarme, basta un conjurillo de detección tan básico como útil para ver si no hay algún peligro escondido.
—Ya que sabes oler tanto, ¿te encargo que busques trampas de carácter mecánico? —murmuro, ahora un poco más fuerte, para que me oiga.
De cualquier forma, sin esperar respuesta por parte de mi acompañante, hago un soplo del que salen fibujadas partituras luminosas que nos rodean, formando así algo parecido a un escudo. Se desvanecen para permanecer inconspicuas, dejando sólo una membrana tenue que indica que aún siguen allí.
Aún no confío del todo en este tipo. No tanto que me traicione, sino su eficacia. Siempre debo tener planes de contingencia por si me falla y por culpa suya paso a correr riesgos que podrían evitarse.

Seth no te responde y se limita a vigilar el lugar con la mirada. Al lanzar el conjuro descubres que no hay trampas pero sí criaturas enterradas en el suelo, listos para emerger en cuanto avancéis más.

Suspiro.
—Como sospechaba, hay criaturas de carácter sobrenatural por debajo del suelo —le explico a Seth, mientras observo con detenimiento para ubicar y contar los puntos donde hay mayor concentración de energía.
Tiendo entonces el brazo con la mano abierta y apuntando al piso.
—Sube a la escalera, por favor —digo con una sonrisa—. A ver si con esto nos evitamos sudar inutilmente.
Espero a que el lagarto haga caso y me pongo a musitar una melodía. El sonido es simplemente una vibración que percibimos por medio de nuestr oído. Usando el poder que está en mi mano para manipular esas vibraciones, puedo incrementar exponencialmente su fuerza y así causar severos destrozos. Doy un soplo y, con la mano que llevo extendida, hago como si lo moviera por el aire, mientras se sobrecarga de energía y lo que recién era un susurro ahora se vuelve más y más intenso, hasta convertirse en una poderosa onda de choque. Entonces lo traigo hasta el suelo, que lo traspasa, metiéndose dentro y haciéndolo temblar con vigor, logrando que las baldosas se resquebrajen al deformarse todo, crujiendo la tierra por debajo. Debo hacerlo con mucho cuidado para no derrumbar toda la sala.

—Atento por si sale algo incorpóreo, Seth. ¿Te importaría ponerte ahora delante de mí para cubrirme?

Seth te obedece en silencio y aguarda a que realices tu acción. Una onda de choque sacude el suelo aplastando y destrozando a la mayoría de zombies, sin embargos otros pocos salen despedidos enteros. Lo siguiente que ves es al monje reptiliano abalanzarse sobre ellos con sus manos en llamas, destrozándolos a una velocidad vertiginosa y con suma violencia, hasta no dejar ni uno solo de una pieza.

Te acercas una vez los zombies son historia, y entonces el reptiliano se gira hacia ti.

 —Ya no queda ninguno— dice con serenidad y tono servicial.

Te resulta envidiable que siempre esté tan tranquilo, no se altera ante nada y parece estar siempre en armonía con el ambiente.  No destacaría en absoluto si no fuese por su aspecto.

Seth aguarda en pie pacientemente, esperando a que continúes o le pidas otra cosa.

—Acabamos de hacer progreso y casi ni nos movimos —le digo a Seth, levantando las cejas y sonriendo de lado—. Deberías sentirte alegre y satisfecho. Vamos, que si no, acabaré confundiéndote con un zombi. No quiero tener un sirviente autómata, prefiero un compañero de viaje.

Doy un paso, bajando finalmente por completo las escaleras. El terremoto quizás haya destruido las trampas del suelo, pero sigo manteniendo el escudo por si quedan en las paredes o el techo.

—De verdad, no necesito eso, ya tengo una cohorte de mayordomos y criadas que hacen todo lo que quiero, además de una millonada de fans —continúo mientras camino elegantemente por la sala vacía, con cuidado de no tropezarme en el suelo que ahora ha quedado irregular—. Uno más no me haría sentir menos sola.
Es extraño, no entiendo por qué sigo preocupándome por mi imagen cuando lo único que hay aquí viendome es un montón de huesos y un lagarto que parece muerto por dentro. Será la costumbre.
—Así que anda, sé un poco más persona, ¿quieres?

Seth no se inmuta lo más mínimo cuando le dices todo eso.

 —Un autómata no te replicaría, y de todos modos planeabas venir aquí sola— responde —Será mejor que continuemos, cuanto antes acabemos con este asunto antes podrás regresar a casa a salvo.

No dice nada más. Rosalia sabe de sobra que la acompaña por agradecimiento y no quiere que ella muera buscando ese estúpido objetivo de resucitar a su prometido. Entiende que le duela perder a alguien amado, pero para sobreponerse a ello debe enfrentar el duelo en lugar de tratar de evadir la verdad a toda costa persiguiendo rumores que podrían llevarla a la muerte. Y le debe demasiado como para dejarla morir persiguiendo rumores.

—Estaba tratando de decirte que eres un aburrido, leñe.
Suelto un bufido y me adelanto, dándole la espalda.
—Al menos, sí, me replicas. Eso es bueno y te lo agradezco. Estoy podrida de que todo el mundo haga lo que digo sin chistar ni preguntar una palabra.

Evado la mención de que planeaba venir sola. No sé qué se cree este lagarto apestoso para decidir por mí qué he planeado y qué no, pero lo dejaré estar. Es incómodo que sea tan poco expresivo. ¿Sera porque los de su raza no tienen tantas facciones como nosotros? Que nunca he visto a un reptil variando la expresión de su cara, simplemente no pueden, debido a su anatomía.

—¿Tienes algún pasatiempo? ¿Juegas ajedrez? —le digo, tras unos minutos de silencio mientras seguimos andando por este lugar tan lúgubre—. No lo sé, cuenta un chiste o algo.

 —Me gusta meditar— dice escuetamente. Enarca una ceja (o lo que haría si tuviese una) cuando le pides un chiste —Hmmm... ¿cuál es el colmo de un sacerdote? Enfermarse y no tener cura.

Tras escuchar ese chiste te parece escuchar la voz de alguien pidiendo ayuda más adelante. Seth también parece haberse percatado.

 —O es una trampa o alguien está en apuros más adelante.

—Pfk. Claro, no tiene cura porque el apotecario estaba cerrado —le sigo el chiste—. ¿Y por qué estaba cerrado? Pues porque no había más remedio.
Sigo caminando delante suyo, dándole la espalda.
—Vamos, aún te faltan como mil años para hacerme reír. Y lo que dices confirma todavía más lo que digo, meditar es de aburridos. ¿Qué logras con estar horas inerte pensando en nada? Así te atrofias el cerebro.

—Ah, sí, también lo escucho. Guarda silencio, por favor.
Cierro los ojos y me concentro. Hago con la mano un gesto como si estuviera atrayendo algo hacia mí, provocando que los sonidos de esa voz se oigan más cercanos y anulando todos los demás, para así poder discernir de qué se trata. Hay muchas formas de descubrir engaños oyendo cómo se expresa una persona; el tono, el volumen, el ritmo. Podré fácilmente saber si de verdad es alguien en apuros o si nos están vendiendo humo.

 —Estar en paz conmigo mismo y con el mundo, eso consigo con la meditación. Deberías probarlo.

Seth guarda silencio para dejarte escuchar con ayuda de tu magia.

"Eeeh... ¡fuera, no me mordáis que no soy comestible! Eeeh... ¿ayuda? ¿Hay alguien ahí? Pero qué digo... ¿Cómo va a haber alguien por aquí, en este nido de zombis? Mierda, ¿en qué hora se me ocurrió colarme aquí para pillar tesoros? Ahora estoy colgado con una horda de zombis debajo de mí tratando de zamparme. Quiero volver a casa... ¡Oye, no tires de mi bota que me caigo! ¡Ayuda!"

La voz parece de un muchacho joven. Y parece asustado y muy apurado, pero no puedes estar segura al 100% debido a la distancia y los ruidos guturales de los zombis que hay con él.

—En otras palabras, consigues ser todavía más aburrido.

—Vamos, es un muchacho en problemas —digo, mientras echo a correr—. Es poco probable, pero si llega a ser una trampa, aún tengo mi escudo mágico y tú te encargarás de darle un buen tortazo.

Seth responde con silencio y se limita a seguirte. Al llegar al origen del ruido podéis ver a un chaval de cabello claro y ojos azules colgado de unas cuerdas, mientras una media docena de zombis se agolpan debajo de él tratando de engancharle.

 —¡Waaah! ¡Basta, os tengo dicho que no soy apetitoso! ¡Soy todo huesos!— exclama lloriqueando cuando os ve —¡Menos mal! ¡Ayuda por favor, estoy atrapado y no quiero que me coman los zombis!

—Vaya...

Cruzo los brazos mientras analizo la situación, tomándome mi tiempo e ignorando los gritos del mocoso. Aunque no hay mucho que hacer, si hubiera más enemigos cerca, el ruido los hubiera atraído; esto es hasta beneficioso, pues ha reunido a todos los monstruos en las cercanías.

Con una sonrisa me pongo a musitar una melodía.

—¡Prestissimo!

De mi boca sale un aire fresco que nos rodea a Seth y a mi, haciendo que nuestros cuerpos se sientan mucho más ligeros.

—Entretenlos, yo rescato al chico.

Y sin esperar la respuesta del lagarto, doy un salto hacia adelante, cayendo sobre la cabeza de un zombi, y con eso me impulso más, tratando de llegar a las cuerdas.

—Suéltate, que te atrapo —le digo, poniendo una sonrisa amable y gentil, mientras voy por el medio del aire con toda la elegancia del cosmos y los brazos extendidos hacia él. 

A la par que saltas hacia el chico, Seth incendia sus puños y carga con velocidad contra los zombis. Mientras el reptiliano se ocupa de los muertos vivientes, tú extiendes la mano hacia el chico mientras flotas con gracilidad. Éste, emocionado, te extiende las manos.

¿Pero cómo va a cortar las cuerdas si...? Entonces ves cómo sus dagas se mueven por sí solas, cortándolas y liberando al chico, quien se aferra fuertemente a ti cuando lo atrapas.

Cuando aterrizas en el suelo con elegancia Seth ya se ha ocupado de los zombis sin ningún problema. El chico sigue fuertemente aferrado a ti, con la cara completamente hundida en tu turgente pecho. Aún está nervioso y asustado.

 —Ya... ¿ya estamos a salvo?— pregunta aún temeroso.

Cómo tiembla este niño...
—Sí, sí, ya estás a salvo —le digo con gentileza. Como sigue ahí prendido tras ya haberlo dejado en el suelo, carraspeo sonoramente para indicarle que está haciendo algo inapropiado. No quiero pensar que se esté aprovechando, parece que de verdad está muerto de miedo.
—Esas armas se movieron solas. ¿Lo has hecho tú?
Niego con la cabeza. Da igual, no hace falta que responda, aunque debería atomizarlo a preguntas, sería prudente aprender todo lo que pueda de este lugar, pero...
—Ey. —Le pongo una mano en el hombro para sacudirlo suavemente, inclinándome un poquito para estar a la altura de su cara. Caray, es tan pequeño, ¿qué edad tiene? ¿Qué hace un chico tan joven acá? —Tranquilo, que ya pasó.

Cuando carraspeas se da cuenta de la situación y se aparta rápidamente, muy sonrojado.

 —¡AH! Lo... lo... ¡Lo siento mucho, señorita! ¡No era mi intención!— tartamudea mucho —Y... gracias por salvarme, pensaba que esos zombis me iban a comer...— alza la mirada cuando preguntas por las dagas —Vaya, otra vez lo hice... mi madre me decía que debía disimular bien mis poderes— mientras lo explica sus dagas van flotando lentamente hasta volver a meterse en sus vainas, sin que él las toque.

 —Las mueves con el poder de la concentración, ¿verdad?

 —Así es, tengo poderes psíquicos.

El chico se sonroja cuando te pones a su altura.

 —Me llamo Lloyd y soy un aventurero. Vine aquí para conseguir tesoros y una aventura de la que presumir ante otros aventureros. Los demás no me toman en serio, esperan que solo me dedique a desarmarles trampas, abrir cerraduras o robar cosas a la gente. ¡Eso último jamás! Puedo hacer más cosas aparte de ser una herramienta desechable.

 —Solo quieres ser valorado debidamente.

 —Exacto. Eso es todo lo que quiero. Y tener algo para comer, de paso...

—De nada —le respondo, sonriente. 
Me divierten sus reacciones, no pudiendo evitar dejar salir una risilla. De nuevo me acerco otro poquito a él, sólo para molestarlo.
—Y qué colorado estás. ¿Será por el calor de la adrenalina? —bromeo—. No, claro que no. Ya sé qué es lo que te sucede. Nunca has estado tan cerca de una mujer así de espectacular, ¿verdad?
Río de nuevo, llevándome el pelo hacia detrás de la oreja y sonriendo divertida.
—Mi nombre es Rosalia y el lagarto aburrido es Seth —me presento, llevando una mano al corazón. Luego me dirijo a mi compañero—: ¿Ves? El sí es alguien entretenido. También parece muy molestable.

Le acaricio la cabeza. Y qué pelo tan suavecito tiene, es demasiado adorable.

—Muy bien, Lloyd, ¿así que quieres lucirte? Lo cierto es que tus habilidades son muy indispensables para un equipo de exploración, a mí me parce que ya te estás luciendo a la hora de usarlas, ¿no? No vales para nada menos que los demás, lindo.
Miro por encima del hombro a Seth para pedirle que me alcance algun bocadillo de su mochila y dárselo al niño.

Cuando te acercas más Lloyd empieza a gesticular nerviosamente, resultando más divertido todavía.

 —Un placer, Rosalia, Seth.

El reptiliano le alarga un bocadillo que el chico empieza a comer con avidez. Cuando va por la mitad del bocata empieza a mirar con curiosidad a Seth.

 —Tengo una pregunta, señor Seth.

 —No es necesario que seas tan formal conmigo, muchacho.

 —Oh, vale. Esto... ¿es verdad que los reptilianos os dedicáis a devorar bebés?

Seth hace un gesto que jurarías que sería de enarcar una ceja, si es que tuviese de eso.

 —Eso normalmente se le atribuye a las lamias, y sigue sin ser cierto— dice con su habitual serenidad.

 —Ah. ¡Lo siento, no quería ofender!

La respuesta de Seth fue un gesto con la mano como quitándole importancia al asunto.

 —Por cierto, ¿qué hacen ustedes aquí? ¿También buscabais los tesoros que supuestamente tienen estas criptas? A mí no me importaría repartir el botín.