Partida Rol por web

Quizas sea una especie de transmisor, sabia que algunas trampas emitian una especie de señal a sus dueños uando saltaban, lo malo es que no tenia ni idea de a quien avisaba, así que era un todo o nada; tras reflexionar un poco, decidí meter toda la carne en el asador y me alejé hasta algún árbol cercano para observar sí venia alguien, no sin antes borrar el rastro que me habia llevado has allí.

-¿Un artesano? -pregunta sorprendida-. ¿Y no podía haberle dado algo más de gracia o estética?

Coge uno de tus brazos y lo mira con atención.

-¡Es muy tosco! Algo poco digno para una señorita. Debes hablar con ese artesano y dile que te haga algo mejor que esto. Así no llegarás muy lejos en la vida. Además, como lo pequeñita que eres... No, me temo que no tenías las mejores cartas al nacer... ¡No todos tienen la suerte de ser como yo!

Alza las manos entusiasmada.

-¡Pura porcelana!

Parece que la opción era esperar, así que intentas borrar tu rastro y te colocas detrás de un árbol a esperar...

Y esperas... Y esperas... 

Cuando escuchas algo a tu espalda.

Instintivamente te das la vuelta y tienes el tiempo justo para echarte a un lado, aunque no eres lo suficientemente rápido y ves como una flecha llega hasta tu hombro. Por suerte tu gabardina reforzada impide que te hieran.

Al mirar... ves que en los árboles han aparecido cinco bandidos, dos de ellos con arcos y tres con lanzas.

-Vaya, vaya, lo que hemos encontrado... Vaya ciervo más raro...

Los tres de las lanzas corren hacia ti mientras los otros dos se mantienen a distancia.

Parece que al final los habías encontrado.

Esa tipa comenzaba a sacarle de sus casillas, pero si había soportado al "consejo" de Trabia, podía soportar a quien fuera - ¿sabes que la belleza está en los ojos que miran? Puedes creerte todo lo perfecta que quieras, luego a mis ojos y a los de otras muchas personas no serás "demasiado", estos brazos son una obra de arte, y justo lo que pedí, no quería unos brazitos de niña buena de color rosa y detalles florales, además la porcelana se rompe fácilmente, prefiero ser un tosco trozo de acero.

Mientras caminaba volvió a mirarla ¿todos los de esthar eran así de ególatras? De algún modo agradecía en su interior que sus padres se hubieran ido de esthar, le habían enseñado que la modestia era un don hermoso, si en ese pedazo tecnológico apartado eran todos tan poco modestos, se sentía aliviada de no haber tenido que nacer allí.

No puedo evitar soltar una exclamación de sorpresa cuando veo el proyectil que se clava en mi hombro, por suerte para mi, la armadura absorve todo el impacto...¡pero han agujereado mi camisa favorita!

--- Sereis JHUI&%/&UGI(&* - digo mientras me arranco la flecha y saco mis armas- Os voy a enseñer que este ciervo tiene unas cuantas lecciones que daros, atajo de  cobardes y abusones- les digo haciendo una mueca  demente mientras corro hacia ellos  y me lanzo contra el primero, mi cuerpo se mueve con la agilidad de un bailarin haciendo que tanto mis ataques como mis defensas parezcan una coreografia mientras no dejo de reirme.

Mientras seguís caminando, la conversación continúa:

-¿La belleza está en los ojos del que mira? -pregunta con una sonrisa de oreja a oreja-. Claro, eso es lo que dicen los feos o los que no tienen gusto -comenta como si estuviera hablando del tiempo-. Y la resistencia no tiene que ver con la belleza.

Al decir eso observa mejor los guanteletes.

-¿Acero? -pregunta sorprendida-. ¿Qué eres? ¿Una salvaje? -prosigue riéndose-. Si quieres resistencia y buenos resultados es mejor usar orichalco o mitrilo. Desde luego es más complicado de trabajar, y no todos los artesanos saben trabajarlo bien. Pero si encuentras a uno que pueda, podrá mejorar esas barbaries que llevas por armas para obtener algo decente.

Tras decir aquello, veis como llegáis al jardín.

-Bueno, espero que tengas suerte -comenta con una sonrisa-. Y si encuentras esos materiales, me encantará ver el nuevo resultado de esos guantes. Por mi parte... -mira a su alrededor-, creo que me tengo que ir... ¡Por allí! -señala hacia uno de os pasillos del jardín-. ¡Que te vaya bien!

Después de decir aquello, se despide con la mano y ves como se aleja.

Sin problema y a gran velocidad, te lanzas al ataque contra ellos.

Entre que desenfundas las armas*, giras en el aire creando una espectacular pirueta y lanzas el ataque con unos movimientos fluidos y repletos de belleza.

Por desgracia los tres soldados no se dejan distraer por esto se colocan en posición y alzan las lanzas. 

Tu primer ataque se bloquea por dos lanzas, que giran entre las manos de los encapuchados, desequilibrandote y creando una apertura, la cual aprovecha el tercero para lanzar un ataque contra ti.

Y, tal vez demasiado pendiente de la acrobacia, no reaccionas a tiempo y ves como la lanza atraviesa la superficie de tu gabardina y llega a tu piel, causando una pequeña herida.

Lo de "acero" era una interpretación de si misma, de hecho desconocía los materiales de sus guantes, no le importaban. Esperaba no tener que ver mucho más a esa tipa, no le acababan de gustar esos personajes narcisistas que se creían con la verdad absoluta, la humildad le gustaba, y le parecía algo atractivo el aspecto duro en las personas. No estaba hecha para "pijerías".

Comenzó a caminar hacia la armería, cargando en su mochila las tres piedras hayadas. Paso tranquilo, como si el tiempo a su alrededor fuera ajeno a si misma. Simplemente sentía que el jardín se había teñido de gris, al ver en el un simple barracón de mercenarios, eso era ahora para ella.

Sin darle demasiada importancia a las palabras de aquella excéntrica mujer, sigues con tus cosas.

Tu prioridad ahora es llegar a la armería y llevar las rocas, así que hacia allí te diriges.

Como las veces anteriores, el lugar estaba lleno de vehículos, armarios con armas, armaduras, piezas y todo tipo de herramientas. Y, en uno de los mostradores, el que parecía el encargado.

-Hola -te saluda cuando te acercas.

Está revisando algo en el ordenador que tiene delante.

-¿Puedo ayudarte?

- hola - dice como respuesta - disculpe, soy Serenith Efy, y tomé la misión de traer unas rocas de las cercanías de estar...

Mientras lo decía, tomaba de su mochila las tres rocas encontradas, esperando que estuviera todo correcto.

- Y de paso, ya que estoy aquí, me gustaría saber si podría revisar mis brazos, interfieren de algún modo cuando intento curarme - aun buscaba alguna solución a ello, no le importaba si le costaba tiempo encontrar una solución, lo importante era buscarlo.

El hombre te presta atención y mira con atención tus brazos.

-Bueno... Podría echarles un vistazo a ver si están interfiriendo con tu flujo mágico. Pero...

Te mira con atención.

-Tendría que desmontarlos y desacoplarlos de tu cuerpo para poder analizarlos. Tardaría un par de horas en hacerlo, por lo que ese tiempo no podrías hacer nada. 

Se encoge de hombros.

-Aunque, como digo, eso sería para analizarlos. Si en verdad hay un fallo en los guantes, tu problemas se podría solucionar. Pero si no es por ellos...

Se vuelve a encoger de hombros.

Serenith se sentó en una silla cercana, no le gustaba que le retiraran sus brazos, pero sabía que no había otra solución para comprobar si el problema era de los brazos mecánicos o no.

- me parece lógico... ¿Le molestaría comprobarlo? - las pocas veces que se los había quitado, se había dado cuenta de que sus piernas eran tan fuertes como el peso que cargaban, pero aun y así, sin sus brazos se sentía desnuda...

El hombre te mira y alza un dedo:

-Bien... Dame un segundo entonces.

Ves como se aleja unos pasos y coge un teléfono.

-¿Klaus? -pregunta hablando por el interfono-. ¿Estás muy liado?... Sí, necesito que me eches una mano... Algo sencillo, no te preocupes... Vale. Ahora te veo.

Después de eso cuelga el teléfono y se vuelve a dirigir a ti.

-Para poder quitarte los guantes creo que será mejor que lo hagamos en la enfermería. No es que tu cuerpo vaya a sufrir daños, pero es mejor que estés... Dormida. Ve para ya, yo cogeré lo que necesito. 

Y, sin esperar respuesta, ves como se aleja y coge un maletín en el que va metiendo algunas herramientas.

¿Dormida? Sabía de lo que hablaba, sabía como se conectaban los brazos, en un par de ocasiones pidió aguantar el chaparrón y sus encías sufrieron el apretar de sus dientes, incluso se sintió exhausta un rato. Pero bueno, entendía que no querrían ver su cara de aguantar el dolor que ocasionaba el contacto nervioso que iban a causar.

Se incorporó asintió al hombre y se dispuso a seguirle a la enfermería. Sin duda odiaba perder el tiempo, pero eso no era desperdiciarlo, era algo que necesitaba hacer.

La última vez que te quitaron los brazos no fue... Lo más agradable del mundo. Los guantes, al fin y al cabo, están enlazados a tus nervios para poder moverlos, así que, desanclarlos, podía ser muy doloroso.

Así que la idea de la enfermería no te disgusta.

-Hola querida -dice el hombre cuando llegas a la enfermería-. Parece que Cid me ha pedido algo de ayuda para... -mira los brazos-, bueno, lo que sea que vaya a hacer. 

Se encoge de hombros mientras te señala una camilla.

-Tumbate por favor, te echarás una buena siesta durante un par de horas.

Tras decir esto va a un pequeño armario y empieza a sacar una aguja y diferentes botes de colores.

Se tumbó en la camilla, apoyando sus brazos en el suelo como otras veces le habían pedido, para que el peso de los mismos no golpeara accidentalmente a nadie si caían y para que al sujetarlos, estando posados en el suelo fueran más sencillos de sujetar.

La inyección llegó, y contó tan solo hasta 6 antes de quedar dormida, una siesta a penas, no es algo que soliera hacer, pero no era algo tan descabellado.

Cita:

El sueño llega antes de poder terminar la cuenta.

Y aquel sueño viene repleto de pesadillas y malos momentos. 

Dolor, miedo, pánico, rabia... Una docena de sentimientos y emociones cruzan tu mente en un instante repleto de imágenes de aquel incidente... El incidente que te ha llevado donde estás ahora.

Poco a poco escuchas un sonido rítmico... Como un pitido... Constante y estable.

-Buenos días pequeña -escuchas con cierto cariño.

Poco a poco abres los ojos y ves al encargado de la enfermería mirándote.

-Tal vez te dolerá un poco la cabeza, pero no hay nada de lo que preocuparse. 

Cuando miras a un lado, ves a Cid, con un pequeño ordenador.

-He podido analizar con calma tus brazos -comienza a decir-. Desde luego un trabajo muy bueno. Los artesanos de F.H. siempre tienen muy buena mano. Eso no quiere decir que sean un trabajo perfecto, se podrían mejorar. 

Prosigue mirando el ordenador.

-De echo tengo como diez tipos diferentes de combinaciones y mejoras... Ya sé que son pocas -prosigue-, pero solo he tenido cinco minutos para pensarlas. Con el material necesario se podrían hacer verdaderas obras de arte de combate. 

Te mira.

-La cuestión es que funcionan bien, no tienen ningún fallo y, por tanto, no intervienen en tu proceso biológico o en tu capacidad de curación. De manera que, desde el jardín, no podemos hacer nada más. La única opción que se me ocurre es que vayas al pueblo Shumi, al norte. Ellos tienen otro tipo de artes que tal vez puedan ayudarte.

Agradeció con un suave "gracias" el intento, en cuanto a mejorarlos, no le parecía mala idea, pero "ufff" el dolor de cabeza no era tan malo como el de los nervios, pero si era algo molesto. Procuró incorporarse un poco mirando a Cid...

- la verdad es que muchos recursos no tengo, pero sería un honor saber que necesitarías para mejorarlos, por si logro reunir lo necesario...

En cuanto a eso de "pueblo Shumi" le sonaba haber escuchado algo de los artesanos, pero no sabía nada de ese lugar en realidad,... Si había ocasión de ir, lo haría sin duda.

- En cuanto a ese pueblo, queda muy al norte? Sería peligroso ir? Tal vez en chocobo?

Tenía como idea ir al bosque chocobo, y montar en uno, quizás de ese modo quedaría a una distancia aceptable y no resultara peligroso. Si resultaba factible, pediría permiso a la dirección, puesto que no era una misión no sabía hasta que punto podía decidir ir.

-Si quieres mejorarlos, pasate por la armería y veremos lo que puedes hacer. Depende de lo que tengas, podremos hacer una cosa u otra*.

Dice mientras se pone en pie.

-Sobre el pueblo Shumi, creo recordar que está en el continente helado del norte. Y, por desgracia para ti, no puedes ir en chocobo.

Al decir esto se despide con la mano y se va de la enfermería.

Por tu parte, ya que no puedes ir en chocobo, se podrá ir de otra manera, ¿no?

En ese momento recuerdas que, al volver de la misión del barco -con aquellos monstruos raros-, el jardín os concedió acceso al muelle. Tal vez allí haya algún barco que te permita llegar.

Lo del pueblo Shumi parecía algo inviable por el momento, así que se volvió a dirigir a la armería, saludando y dando las gracias en la enfermería.

Mejorar su equipo era algo más asequible en ese momento, después de ello miraría de pedir permiso para ir al pueblo Shumi. No sabía si sus adquisiciones le serían útiles, pero por si acaso fue a recoger a su habitación esas posesiones que guardaba.

Al llegar a la armería le mostró lo que tenía, quizás podría mejorar su ropa para hacerla más resistente o dar un empujón a sus guantes...

Aguijón de monstruo pequeño (1)
Piel pequeña (4)
Garra pequeña (3)
Piel mediana (1)
Bigote de bengal (1)

1.910 guiles

A ser posible mejoraría su resistencia, no solo su ataque.