ACTO 1
Capítulo 2 - Escena 3: Palacio de Soshi Katsu

El camino hacia tierras Iuchi llevó a los investigadores a unas de las últimas fronteras con las tierras unicornio. Los rumores les llevaron hasta la aldea Shioden, poco más de cuatro granjas y un pequeño palacio noble, ahora medio calcinado.

A la llegada de la magistrada y sus hombres, emergen un par de criados. Reconocen de inmediato la autoridad de la magistrada esmeralda y se inclinan en profundo respeto. Por sus ropas y herida parece que pasaron mejores días de lujos y nobleza, ahora está destrozado sus jardines pisoteados y sus tesoros saqueados.

Un samurai con armadura mellada y restos de suciedad sale a vuestro encuentro, par luego dejar paso a su señor. Soshi Ichihito, el hijo de Katsu, gobierna lo poco que los Iuchi dejaron de sus tierras. Ichihito tiene catorce años, pero su mirada muestras una fiereza y un odio que trasciende su temprana edad.

El chico os mira con el rostro serio y unos ojos envenenados por el odio.

- Bienvenidos al que una vez fue el hogar de mi familia. En otras condiciones le recibirían una legión de criados, acicalarían a sus caballos y mi madre les invitarían a una cena ostentosa después de un baño reconfortante.

Pero actualmente y gracias a los Iuchi, me temo que debo decirles que no podemos recibirles ni alojarles en nuestro hogar.

La casa está destrozada, hay goteras y muros inseguros. Además tampoco tenemos comida ni criados suficientes para atenderles como se merece.

Tras un descenso que llevó de nuevo a los investigadores cerca de la fortaleza Escorpión, terminaron por llegar a la aldea Shioden. O más bien, a lo que quedaba de ella, pues el palacete estaba parcialmente quemado y el ambiente guardaba más similitud con un cementerio que con una bulliciosa aldea.

Sin embargo, lo que realmente hizo que Satoru se inquietara fue el chico que emergió de aquel palacio, obviamente el hijo del general cuyo funeral había sido interrumpido. Era apenas un adolescente, pero su mirada albergaba una rabia que podría haber hecho arder una ciudad. Un mal presagio, una semilla de futuros desastres. Esa semilla daría más frutos de sangre, si llegaba a crecer.

-Os agradecemos vuestro recibimiento, Soshi-san. -Respondió en tono tranquilizador. Después de ver el odio ardiendo en aquellos ojos, sabía que debían tener tacto si querían obtener algo de aquel chico. -Y como vos, lamentamos las desafortunadas circunstancias en las que ha debido producirse nuestro encuentro.

-Sin embargo, sabed que en nuestra tarea de investigadores para el Campeón Esmeralda, no tiene cabida el detenerse por las penurias. -Continuó con voz más firme, recordando de forma implícita su misión en aquella visita. -No necesitamos grandes cenas ni cuidados para nuestras monturas cuando esta tierra sufre y pena. Además, anochecerá pronto, y no tenemos tiempo de llegar a ninguna otra aldea.

-Las goteras no nos incomodan, y un muro inseguro es sin duda mejor refugio que una vaguada junto al camino. En cuanto a la comida y a los criados, disponemos de nuestros propios recursos. Es más, podemos compartir algunos de ellos, si en verdad vuestra situación es tan grave…

Hizo una pausa. Era muy poco probable que el chico accediera a aceptar su oferta, como también era una mentira casi segura que no pudiera alojarlos. Sin embargo, ahora que él mismo se había ofrecido a compartir sus recursos, ya no tenía tantas excusas para dispensarlo.

-Pero necesitamos conocer lo que aquí ha sucedido. -Concluyó su intervención. -Sabemos que el recuerdo es doloroso, pero nos gustaría escucharlo de vuestros labios, así como del resto de samuráis y siervos que lo presenciaran y sobrevivieron.

La samurai supo reconocer de inmediato aquel tipo de mirada, de odio e ira que viajaban como un torrente bajo la piel. Supo que no trataban con un niño, aunque en apariencia lo fuese. El muchacho había dejado bien atrás aquella época de una vida mejor, y una nueva y mucho más dolorosa daba comienzo. Como todo lo que habían visto aquel día, el palacio dejaba una sensación de desasosiego que le era difícil de sacudir. Un lugar hermoso en otro momento no tan lejano, y tan sólo una mera sombra de cenizas de lo que había sido.

Mirai descabalgó y acompañó a Satoru cuando este saludó al joven, secundando sus palabras tras una reverencia.

—Soshi-san, lamento que sean estas circunstancias las que hayan hecho que nuestros caminos se crucen. No seremos un estorbo para vos o vuestra gente —añadió. —¿Hay algún lugar donde prefiráis que nos sentemos a hablar? Nos acomodamos a lo que consideréis más oportuno.

El chico se mantuvo desafiante ante las palabras de Satoru.

- No preciso limosna ni alimento, magistrado - dijo el joven soberbio sin saber quien era realmente el magistrado esmeralda, dejando clara su falta de experiencia - soy el digno sucesor de Soshi Katsu, el mejor comandante y estratega de la familia Soshi. No necesito piedad.

Comenzaron a caer finas gotas de lluvia, y el samurai a su lado extendió un paraguas un poco sucio para proteger a su señor.

Su rostro se relajó levemente al escuchar a Kakita Mirai.

- Gracias... por su comprensión. Pero ya no queda lugar que pueda almacenar calor o dar resguardo.

Ya saben lo que pasó. Mi padre fue herido en una batalla, salvando a sus hombres. No murió en batalla con honor, murió agonizando perdiendo sangre y con una grave infección. Enviamos mensajes a los Shugenja del castillo Soshi, pero los mensajeros debieron ser abatidos por los exploradores unicornio. Nunca llegaron para sanar con magia sus heridas.

El joven aparta la mirada, como si el recuerdo fuese muy doloroso.

- Levantamos estandartes de luto, es bien sabido que un hombre del rango de mi padre merecía un funeral de honor de tres días. Era un hombre amado por sus hombres y respetado en todo el clan. Muchos soldados vinieron a presentar sus respetos, desarmados y en son de paz.

Esos gusanos... miserables. El honor dictamina que debían respetar estas tierras y esta casa durante el funeral. - se gira y extiende una mano para mostrar los restos de lo que una vez fue una hermosa residencia noble. - este es el resultado del respeto y honor de los unicornio. 

El joven era un escorpión, y como tal estaba entrenado en el arte de mentir desde antes de empezar a hablar. Pero Soshi Ichihito sin duda no era el mejor mentiroso de su clan.

Si, era un crío lleno de ira por la muerte de su padre, pero para Mirai estaba claro que no estaba contando toda la verdad. No podía saber qué era verdad y qué mentira, pero era seguro que ocultaba algo.

Kazuo escuchó las presentaciones desde su posición a la izquierda de la magistrada, todavía en el caballo. Desmontó lentamente, intentando no hacer ruido ni ningún movimiento brusco que distrajera al joven mientras relataba lo que había acontecido, y se acercó sutilmente hasta Kakita Mirai e Isawa Satoru. 

—Mi más sincero pésame por la muerte de vuestro padre, joven —dijo, al terminar este la narración—. Como ya ha dicho mi buen amigo Isawa Satoru,  lamentamos tener que ahondar en esta herida tan fresca... pero lo que nos habéis contado ya lo sabíamos. Detesto ser tan insensible, pero si queréis que se haga justicia, tendréis que ser mucho más concreto. ¿Sabéis quién comandaba las fuerzas que os atacaron? ¿De donde procedían, dónde acamparon? 

El joven era un escorpión, y como tal estaba entrenado en el arte de mentir desde antes de empezar a hablar. Pero Soshi Ichihito sin duda no era el mejor mentiroso de su clan.

Si, era un crío lleno de ira por la muerte de su padre, pero para Kazuo estaba claro que no estaba contando toda la verdad. No podía saber qué era verdad y qué mentira, pero era seguro que ocultaba algo.

Después de abandonar el templo, nos dirigimos al palacio de Soshi Katsu. Cuando llegamos lejos de ser recibidos con el decoro que el protocolo exigía, un joven salió de las dependencias con aires de elevado orgullo y una mirada de odio. No sólo eso, sus palabras cargadas de resentimiento no hacían aventurar nada bueno, pues ni nos procuraba acogida, ni parecía tener a bien nuestra presencia allí.

Descabalgué y fui haciendo tiempo antes de hablar, fijándome en sus formas y comprobando que sus palabras se ajustaban a la realidad de lo allí acontecido. Soshi Ichihito, era el hijo de Soshi Katsu, de ahí que se encontrara dolido por la muerte de su padre y, tanto por cómo se había producido ésta, a consecuencia de las heridas del combate como por la falta de decoro de los asaltantes en torno al funeral. Demasiado orgullo en sus palabras, mas aún así revelaban no sólo sentimientos sino también hechos, y es que al parecer habían solicitado ayuda a los shugenjas del castillo Soshi para que le curasen sus heridas y no habían obtenido respuestas. Según el chico porque los unicornio habían abatido a los mensajeros*

Mantuve mi silencio, mientras Kakita Mai trataba de conciliar con el joven, obteniendo mayor éxito que Satoru.

Poco quedaba de lo que había sido una una opulenta hacienda, la ruina y destrucción que los Iuchi habían dejado a su paso. 

Aunque el fuego y la destrucción que había consumido estas tierras ya se había extinguido, aún seguía ardiendo en el corazón del joven samurái, como sus ojos reflejaban, había perdido a su padre, y ahora su hogar, así era la guerra. 

Isshin siguió a sus compañeros y se limitó a escuchar el relato del joven samurái, permaneciendo callado e inexpresivo. El odio y rabia de ese joven eran genuinos y no dudaba que sus palabras también.

-Vuestro padre no murió en un campo de batalla, pero murió compliendo con su deber para con su señor y su clan, es una muerte honorable de la que podeis sentiros muy orgulloso- 

Respondió al final, aunque las palabras le sabían algo amargas, para cualquier León no había mayor honor que morir en batalla, pero raras veces uno puede elegir este tipo de cosas.

Acompaño sus palabras de ánimo con un intento de sonrisa cordial, era algo forzada pero el joven había pasado por mucho, en muy poco tiempo. 

Algo se revolvió en el interior de Satoru cuando el niño le contestó con soberbia. Lo cierto era que todo en el joven Soshi lo incomodaba. Lo incomodaba su actitud orgullosa, su hostilidad hacia ellos, y el odio que ardía en su mirada. Había lidiado con ese odio con el abad, pero ese chico era mucho peor, y sólo empeoraría.

Había algo en toda la escena que no encajaba, pero no terminaba de encontrar de qué se trataba. Tenía la constante sensación de que estaba viendo un decorado preparado para ellos, pero le resultaba difícil que ese odio pudiese ser fingido. De modo que, dado que Kazuo y Mirai parecían haber tomado directamente el papel de amistosos, decidió posicionarse al otro lado y presionar.

-Oh, disculpad mi atrevimiento, entonces. -Contestó con voz tranquila, convirtiendo su irritación en su mejor educación. -Cuando dijisteis que no podíais siquiera ofrecernos cena ni alojamiento, di por hecho que sí necesitabais ayuda. Os ofrezco mis disculpas por mi malentendido, Soshi-san.

-Es sin duda terrible lo que ha sucedido aquí. -Se lamentó el shugenja cuando el heredero narró lo sucedido. -Quién podría haber pensado que los Iuchi, después de atreverse a salar los campos, atacar a indefensos Soshuro y hasta destruir un templo neutral, se atreverían a atacar al funeral de un enemigo.

-Un funeral lleno de soldados desarmados... -Añadió, suspirando con pesar. -Terrible, sin duda. Inesperado y terrible.

-Pero como señalan mis compañeros, el cómo sucedieron los hechos es importante para encontrar al culpable. Conocer cuántos atacantes hubo, desde dónde llegaron y qué hizo que se retiraran.

-¿Dirigisteis vos la defensa cuando atacaron, Soshi-san? Necesitaríamos saber cuántos soldados estaban presentes ese día, y cuántos sobrevivieron. También nos sería de utilidad hablar con alguno de ellos, tal vez con los heridos.

-Tal vez pueda restañar sus heridas con el poder de los kami. -Ofreció, aunque su voz no era tan amable como lo había sido en el templo. -Si es que creéis necesitar esa ayuda.

El joven era un escorpión, y como tal estaba entrenado en el arte de mentir desde antes de empezar a hablar. Pero Soshi Ichihito sin duda no era el mejor mentiroso de su clan.

Si, era un crío lleno de ira por la muerte de su padre, pero para los avispados ojos de tu personaje, estaba claro que no estaba contando toda la verdad. Sin duda decía una verdad a medias. Su padre había muerto como había dicho, pero el resto omite algo de información. Lo percibes en sutiles gestos de su rostro, de su mirada.

Por lo que parecía, el chico era orgulloso, y no iba a reconocer fácilmente nada que le pudiese incriminar.

El joven era un escorpión, y como tal estaba entrenado en el arte de mentir desde antes de empezar a hablar. Pero Soshi Ichihito sin duda no era el mejor mentiroso de su clan.

Si, era un crío lleno de ira por la muerte de su padre, pero para los avispados ojos de la magistrada, estaba claro que no estaba contando toda la verdad. Sin duda decía una verdad a medias. Su padre había muerto como había dicho, pero el resto omite algo de información. Lo percibes en sutiles gestos de su rostro, de su mirada.

Por lo que parecía, el chico era orgulloso, y no iba a reconocer fácilmente nada que le pudiese incriminar.

  — Mi más sincero pésame por la muerte de vuestro padre, joven. Como ya ha dicho mi buen amigo Isawa Satoru,  lamentamos tener que ahondar en esta herida tan fresca... pero lo que nos habéis contado ya lo sabíamos. Detesto ser tan insensible, pero si queréis que se haga justicia, tendréis que ser mucho más concreto. ¿Sabéis quién comandaba las fuerzas que os atacaron? ¿De donde procedían, dónde acamparon? 

- Gracias, león. - Dijo el niño manteniendo su actitud soberbia

—  Detesto ser tan insensible, pero si queréis que se haga justicia, tendréis que ser mucho más concreto. ¿Sabéis quién comandaba las fuerzas que os atacaron? ¿De donde procedían, dónde acamparon? 

- Desconozco esa información, samurai. Esperaron a que estuviésemos desarmado por motivo del funeral para aparecer de la nada. Masacrando a todos los hombres que nos quedaban.

Vinieron de Shiro Iuchi, por supuesto. Se aprovecharon de nuestra situación para rematar nuestras tropas. 

 -Vuestro padre no murió en un campo de batalla, pero murió compliendo con su deber para con su señor y su clan, es una muerte honorable de la que podeis sentiros muy orgulloso-

- Gracias por vuestras palabras. Lástima que los Unicornio sean salvajes y no sepan valorar como usted la virtud del honor. 

-Un funeral lleno de soldados desarmados... -Añadió, suspirando con pesar. -Terrible, sin duda. Inesperado y terrible.

- Totalmente cierto. Nosotros ya no podemos recuperar lo perdido, pero espero que la ley del Emperador se capaz de devolver a esos criminales su merecido.

-Pero como señalan mis compañeros, el cómo sucedieron los hechos es importante para encontrar al culpable. Conocer cuántos atacantes hubo, desde dónde llegaron y qué hizo que se retiraran. ¿Dirigisteis vos la defensa cuando atacaron, Soshi-san? Necesitaríamos saber cuántos soldados estaban presentes ese día, y cuántos sobrevivieron. También nos sería de utilidad hablar con alguno de ellos, tal vez con los heridos.

El chico alza una ceja y se pone nervioso. Es evidente para el ojo experto que no se siente cómodo con las preguntas del Isawa.

- Fue una masacre. Estábamos desarmados y surgieron de todas partes con sus caballos. Yo... yo traté de organizar una defensa. Pero no tengo experiencia ncia... - dice bajando la mirada.

- Una tropa mermada de casi veinti cuatro soldados eran todo lo que quedaba de los antaño numerosos soldados bajo su mando. Casi todos pueden ser encontrados en aquella colina de allí, enterrados bajo aquel sauce. Quedaron solo cuatro supervivientes: Toujiro y tres soldados más.

Toujiro se quedó. Los otros tres decidieron volver a Shiro Soshi para servir de nuevo a nuestro Daimyo.

La situación se tornaba cada vez más extraña a ojos de Satoru. No sólo porque el chico Soshi continuaba apelando una y otra vez a la falta de honor de los Iuchi, sino también porque era evidente que no estaba contándoles todo lo que sabía, y que sus preguntas cada vez suscitaban más inquietud en el joven. Pero ya que aparentemente él había tomado el rol de interrogador, decidió continuarlo, lamentándose por no poder recurrir directamente a los kami. Tal vez se estuvieran acercando a algo.

-Sólo cuatro supervivientes. -Satoru frunció el ceño, intentando ser natural a pesar de que su reacción era algo forzada. -Qué extraño. ¿Cómo y por qué nos habíais dicho que se retiraron los atacantes, Soshi-san? Con una batalla ganada, casi parecía en bandeja el terminar el trabajo y no dejar testigos que pudieran incriminarlos.

-Vaya, qué inconveniente ese traslado. -El Isawa suspiró cuando Ichihito les dijo que los heridos se habían ido al palacio Soshi. -Nos hubiera venido muy bien habernos entrevistado con alguno de esos tres supervivientes en Shiro no Soshi. Supongo que se les olvidó notificarnos que había testigos en el castillo durante nuestra visita… Aunque me extraña que ellos decidieran irse en lugar de acatar vuestras órdenes…

Se detuvo un instante, pensativo. Sólo se había quedado el joven heredero y un único bushi. ¿Lo habían abandonado? ¿O todo era una puesta en escena? ¿Quién era en realidad ese Toujiro? Las preguntas bullían en Satoru, pero supuso que la mejor forma de desenmascarar a los mentirosos era precisamente separarlos, de modo que continuó.

-Entiendo vuestra inexperiencia y frustración. -Añadió, aparentemente conciliador. -Nadie esperaría que tuvieseis que liderar a tan temprana edad. Probablemente el ataque fue confuso, pero ninguna tropa puede salir de todas partes salvo que fuesen decenas de jinetes.

-Afortunadamente, aún tenemos a Toujiro como superviviente. -Hizo un gesto de respeto al bushi, y señaló a su propio compañero. -Nuestro compañero, Akodo Isshin, es un estratega laureado en muchas ocasiones. Estoy seguro de que él, con ayuda de las indicaciones de Toujiro, podrá reconstruir lo sucedido.

-Así no os entretendremos y podréis seguir la conversación con la magistrada y los demás. ¿Estáis de acuerdo, Soshi-san? ¿O habría algún problema?

Girándose, buscó los ojos de Kazuo y Mirai y les lanzó una significativa mirada. Esperaba que comprendieran su táctica lo suficiente como para adaptarse a ella.

El samurai al lado del niño parecía experimentado y curtido. Miraba a Satoru con fiereza, sin duda no le gustaba cómo estaba hablando a su señor.

-Qué extraño. ¿Cómo y por qué nos habíais dicho que se retiraron los atacantes, Soshi-san? Con una batalla ganada, casi parecía en bandeja el terminar el trabajo y no dejar testigos que pudieran incriminarlos.

- Sin duda un niño y un par de soldados heridos ya no eran una amenaza. Dejarnos vivos es un mensaje claro de que no nos tienen miedo. Al menos eso dijo uno de ellos. 

Solo querían mermar las tropas de escorpión.

-Nos hubiera venido muy bien habernos entrevistado con alguno de esos tres supervivientes en Shiro no Soshi. 

El chico sacude los hombros y mira con pereza. - Volvieron al castillo de su señor cuando todo pasó, para poder ser reubicados. Podrían estar en cualquier parte que el Daimyo haya decidido, incluso patrullando las fronteras del clan. Puede que no estuvieran en el castillo cuando llegaron ustedes.

Nadie esperaría que tuvieseis que liderar a tan temprana edad. 

- Nadie lo esperaba... pero así es la vida. Lamentablemente mi falta de experiencia fue la causante de nuestra derrota. Mi padre lo hubiera logrado.

 -Nuestro compañero, Akodo Isshin, es un estratega laureado en muchas ocasiones. Estoy seguro de que él, con ayuda de las indicaciones de Toujiro, podrá reconstruir lo sucedido.

-Así no os entretendremos y podréis seguir la conversación con la magistrada y los demás. ¿Estáis de acuerdo, Soshi-san? ¿O habría algún problema?

El hombre a su lado ladea la cabeza y niega con lentitud.

- Prometí a Soshi Katsu que protegería a su hijo hasta que superase su gemppuku con mi vida. Mi único deber es permanecer a su lado y nadie me apartará de mi misión.

El hombre se giró para mirar la explanada y los campos devastados.

- No hizo falta mucha estrategia. Utilizaban halcones para vigilar el funeral, colocaron arqueros en las inmediaciones del bosque. Cuando comenzó el funeral hacia el santuario familiar, llevamos el cuerpo del comandante, los hombres que le conocíamos acompañábamos el cuerpo de forma solemne, sin armas. Las banderas de luto estaban alzadas, nosotros siempre hemos respetado el duelo de nuestros enemigos.

Pero ellos sabían que estaríamos desarmados y atacaron. Jinetes aparecieron veloces después de la lluvia de flechas.

Fue una masacre. Con sus flechas mataron incluso criados y cortesanos. - sacude la cabeza e inspira. - Luego lanzaron antorchas y se marcharon vitoreando.