Partida Rol por web

El hombre que había hablado no se movía en absoluto, solo estudiaba al shugenja con paciencia. El emblema de la magistratura esmeralda relucía en la espalda de su kimono. Luego, sin decir nada, comenzó a caminar al interior de la residencia, dando por sentado que el samurai le seguía.

Cada uno de los magistrados que ha vivido aquí ha dejado una marca personal: los despachos son solemnes, al igual que el patio. El jardín tiene un toque de delicadeza coronado por un árbol que un unicornio regaló a una magistrada que residió en la ciudad. Es un árbol grande, con unas ramas delgadas que están enredadas y retorcidas  cuyas hojas caen con delicadeza, bailando con la brisa de la tarde anunciando el inicio del otoño.

Las habitaciones del interior de la casa, sin embargo, son opulentas, con biombos lacados, lámparas de ornamento y una gran cantidad de mobiliario de lujo. Mucho de todo esto está decorado con motivos del clan Grulla.

El funcionario llegó a  una habitación y un criado abrió una puerta de rodillas, inclinándose ante el samurai cuando entró.

La espaciosa habitación donde se encontraban los samurái era realmente apacible y acogedora, para ser el lugar donde se hacían los tribunales del Magistrado de la ciudad más corrupta del Imperio… Era una sala silenciosa con suelo de caoba , de un tamaño suficiente para albergar a unas treinta o cuarenta personas, pero en la que solo habían seis asientos para nobles, casi todos vacíos. En la habitación habían cuatro samurai: dos hombres con ropajes del clan León, dos samurai-ko y una cortesana menor de la grulla que estaba delante de un fuego preparando té.

La habitación tenía una pared completamente abierta al jardín exterior de la residencia del Magistrado Esmeralda. Desde la sala podía escucharse el apacible sonido de la lluvia fina y suave en el perfecto jardín. Comenzaba a hacer un poco de frío, se notaba que el verano estaba alejándose día tras día.

La casa es muy acogedora, bien iluminada y de temperatura agradable. Sólo un asceta estaría incómodo aquí.

Un ostentoso jardín sin duda indicaba la llegada inexorable del invierno. Tras un largo viaje Megumi agradeció descalzarse y estiraba los pies a cada paso sintiendo el agradable estiramiento en las plantas. Por fin hoy dormiría bajo un techo tras una cena caliente, ese simple hecho la reconfortaba, pero antes debía cumplir con sus obligaciones. Sonrió al percibir como el humor de Mirai cambiaba al traspasar los muros de aquella residencia. Sin embargo se tomó un instante antes de entrar a la sala para eliminar cualquier atisbo de emoción de su rostro.

Al entrar la magistrada devolvió la reverencia a los presentes. Mientras mantenía la inclinación no pudo evitar escudriñar con la mirada toda la habitación y a los presentes, examinó sus mones, analizar sus facciones, Ikoma Kazuo... e intentó buscar alguna recuerdo sobre ellos, pero sin éxito. Dedicó una mirada inquisitiva al otro león esperando una presentación que no llegaba y cansada de esperar se sentó para no poner en evidencia a la Kakita que ya había tomado asiento. 

Mi nombre es Mirumoto Megumi, dijo en un tono sosegado mientras apoyaba sus rodillas estirando con delicadeza su kimono. Os presento a la honorable Kakita Mirai, con la que tengo el placer de compartir camino. 

Hechas las presentaciones aceptó una taza de té de la grulla y esperó a los samurai león se sentaran para empezar a degustarla.

La puerta de la sala se abrió, y el funcionario oficial entró en la sala con el último invitado, un samurai con ropas del color de las llamas y el mon del Fénix portado con orgullo. 

El funcionario solicitó al último invitado que se sentase en la almohada restante cerca de los samurai león. Luego ocupó su lugar a la derecha del asiento vacío que debía pertenecer al magistrado esmeralda. 

El funcionario se acomodó y comenzó a releer los informes de cada uno de los viajeros, mientras los miraba con recelo y asentía de manera lenta y concisa.

La cortesana grulla sirvió el té para cada uno de los cinco invitados, mientras un criado les servía una bandeja delante de cada uno con un pequeño aperitivo.

Sentados en la sala, se les había ofrecido a cada uno un pequeño almuerzo a base de arroz dulce, setas rehogadas con soja y un poco de delicioso pulpo aromatizado. Cada uno tenía un cuenco de té para invitados, aunque los más conocedores como Ikoma Kazuo de la cultura de Ryoko Owari sabrían que es costumbre en la ciudad que cada uno se traiga su propia taza.

Cada viajero había sido invitado a entrar en la sala de reuniones y ni siquiera les habían dejado tiempo para darse un baño o cambiarse de ropa. Sin duda era algo anormal y tanto Kazuo como Megumi sabían que eso solo podía significar una cosa, que el tiempo parecía más apremiante que las formas o el protocolo diplomático.

El funcionario recogió los informes tras terminar el último y se aclaró la voz con una tos forzada, haciendo notar a los invitados que guardaran silencio educadamente. Miró a todos y comenzó a hablar:

- Bienvenidos todos, honorables samurai…

El Campeón Esmeralda quiere agradecerles profundamente que hayan venido todos desde tan lejos y con tanta premura para reunirse en persona con Domo Doji Satsume-sama.

Han sido escogidos de manera muy selectiva por sus cualidades únicas para un trabajo y servicio al Imperio. Deben sentirse orgullosos de recibir tal honor.

El Funcionario se aclaró la garganta y cogió los informes.

-En primer lugar muchos de ustedes reconocerán a la Honorable magistrado Esmeralda Mirumoto Megumi. - dijo señalando a la samurai-ko Dragón.

- Mirumoto-sama desciende de un reconocido linaje de magistrados y ha servido a la oficina del Campeón Esmeralda desde hace años. Atendió al “Dojo de la Palabra Perfecta”, la escuela de cortesanos de la familia Kitsuki y es heredera de la familia Miya.

El funcionario hace un gesto en dirección a la honorable samurái Dragón. - Su lista de servicios como Magistrada Esmeralda es notable, así como sus éxitos en la lucha contra el crimen y su afamado carácter intransigente con la injusticia. Por ello, ha sido seleccionada para ser la principal Magistrada en esta importante empresa.

El funcionario pasa el informe al siguiente invitado.

- A su lado podemos encontrar a la afamada kenshinzen Kakita Mirai. Kakita Mirai-sama es discípula de la famosa "Academia de duelos Kakita", entrenada por el mismísimo Kakita Takashi y ganadora del campeonato Topacio en su generación. Ha servido durante años como Yojimbo de la magistrada y se cuenta entre las mejores duelistas de su promoción.

El funcionario saluda con la cabeza a la Grulla y pasa al siguiente informe.

- Por otro lado tenemos la inestimable ayuda de Akodo Isshin, un samurai de la escuela de Guerra Akodo discípulo del afamado Sensei Akodo Kage. Akodo Isshin ha sido Doshin y asistente de la oficina del Campeón Esmeralda que ha trabajado en unas cuantas misiones para los Magistrados cuya ayuda ha sido notable y significativa, su asesoramiento y sus conocimientos tácticos en el campo de batalla les serán tan útiles como su habilidad para custodiar y mantener la integridad  del equipo del Magistrado.

El funcionario pasa el informe del siguiente invitado.

- El Honorable maestro de Aire Isawa Satoru ha prestado servicio al Emperador en otras ocasiones, y ha colaborado con el honorable Magistrado Asako Karubo y con el afamado Shinjo Tsume. - esboza un gesto de sorpresa al leerlo, como si conociese y respetase profundamente al último nombre - Doji Satsume-sama ha requerido su ayuda al Clan Fénix dado el gran dolor que la guerra ha perpetrado en los Valles Ojatara. Es un honor tener su ayuda y su sabiduría.

El funcionario cogió finalmente el último informe, y mira al extraño cortesano León… dudando cómo presentarlo…así que leyó literalmente lo que ponía

- …y bien, las fortunas también nos envían la inestimable ayuda del señor Ikoma Kazuo, un bardo. Famoso por su lucha frente al crimen organizado, su enorme experiencia, dedicación y su gran sentido del deber. Estamos seguros que sabrá ser un excelente... asesor para la Magistrada.

El funcionario levanta la vista del informe con una ceja alzada. Sin duda conocía la fama de Kazuo y no comprendía muy bien porque el Campeón Esmeralda había seleccionado a alguien como él.

-¿inestimable?…signifique lo que signifique, supongo que el señor Ikoma es el único que conoce bien estos terrenos. Servirá para guiar a la comisión… y tal vez registrar en libros o canciones sus… - busca la palabra adecuada mirando al techo - resultados.

Isshin se incorporó al escuchar como se deslizaba una de las pantallas, se levantó de inmediato, para su sorpresa el funcionario acompañaba, como hizo antes con ellos, a dos samurai-ko. Ninguna de ellas portaba el moon del crisantemo esmeralda. Invitadas del magistrado esmeralda como ellos, y muy posiblemente por la misma razón.

Cita:

Isshin se encontraba perdido en sus pensamientos, intentando haberiguar que querría un magistrado esmeralda de ellos, así habría seguido de no haber captado por el rabillo del ojo la reverencia de su compañero.

- Akodo Isshin -
Se presentó, haciendo una reverencia algo rígida, bastante común entre los soldados.

Para sorpresa de Isshin la grulla no era otra que Kakita Mirai, habían pasado años desde que había participado en el campeonato topacio, pero lo recordaba como si fuera ayer, hasta el último detalle, la noche junto Mei Lin, la conspiración de Sugai, y la habilidad sin parangón de Mirai.

Mientras se sentaba para compartir el té que con tanta maestría había servido la joven cortesana grulla, mientras se seguía preguntado cuál era el motivo por el cual habían sido llamados.

Isshin miró de reojo a la joven que se llamaba Mirumoto Megumi, la cual acababa de ser presentada por el funcionario, una magistrada esmeralda.
Bajo cuya autoridad estarían todos ellos, pero lo que más le llamó la atención es que fuera su primo quien les guiaría y no un Escorpión, en cuyas tierras encontraban.

Kazuo hizo el amago de regresar a su asiento, pero entonces el funcionario regresó con un último invitado que despertó la sombra de una sonrisa en la comisura de sus labios. El bardo no dijo nada, porque de repente parecía que el tiempo apremiaba, y únicamente se limitó a hacer una formal reverencia antes de volver a sentarse. Cuando la cortesana de la Grulla empezó a servir el té, él extrajo de los recovecos de su kimono una taza de arcilla de una elegante sencillez y la depositó justo a tiempo para que ella la llenara. Acto seguido se la llevó a la boca, y como si de un bálsamo se tratara, la infusión limpió de su rostro cualquier rastro que hubiera dejado allí la entrada de Isawa Satoru, cubriéndole con una máscara de paz y sosiego.

Mientras el funcionario repasaba en voz alta los informes que tenía de cada uno de ellos, el Ikoma escuchó con atención, lo cual resultó ser una tarea más ardua de lo que uno habría esperado. Los samuráis que le rodeaban podrían ser cuatro de los Siete Truenos, que en boca de aquel tipejo sus heroicas y estimulantes historias habrían dormido a un muerto. Y entonces… entonces llegó a la suya. En su fuero interno, Kazuo dio gracias a la cortesana que los acompañaba, pues de no ser por el exquisito té que había preparado no habría tenido con que ahogar la carcajada que la expresión del funcionario estuvo a punto de arrancarle.

—Es muy amable —dijo, después de beber, postrándose hasta que la frente casi le tocó el suelo—. Estoy seguro de que su señor, el magistrado Asahina Noritoki-sama, considera sus servicios tan inestimables como el Campeón Esmeralda los míos.  

Valles Ojatara, Isshin se relajó y respiro con calma, incluso tuvo que contenerse para no sonreír, jamás había oído hablar de ese lugar pero seguro que sería mejor que está cloaca.
La entrada del Campeón Esmeralda había supuesto toda una conmoción, a punto había estado de llevar su mano hacia la empuñadura de su arma. Gracias a las fortunas sus ojos y mente fueron más rápido que su mano al identificar los kanjis del samurái, identificandolo irremediablemente como el Campeón Esmeralda.

Mirai no se sobresaltó cuando el funcionario Imperial volvió a aparecer, esta vez acompañado a un último hombre envuelto en un kimono de colores anaranjados. Con discreción observó al invitado, se reverenció cortésmente, entornó los ojos cuando miró su mon familiar y, tal y como había ocurrido con Isshin, unos recuerdos aún más antiguos se instalaron en la mente de la rubia en forma de imágenes cuando fijo la mirada en su rostro. ¿Isawa Satoru? 

La muchacha, aun con la mirada fija en el funcionario imperial, en realidad no prestó atención a las primeras presentaciones porque su mente había sido invadida por un remolino de risas infantiles y un Satoru niño en tierras Grulla. Después, por otro algo más mayor, adolescente y de rasgos maduros, esta vez en las pacíficas tierras del pájaro de fuego. Había visto su rostro en un par de ocasiones, puede que algunas cuantas más, pero Mirai era solo una niña por aquel entonces y la excitación de conocer en persona al mismísimo Doji Satsume enturbiaba la memoria de la rubia.

Así pues, echó a un lado todos sus recuerdos esperando que volvieran en un momento y lugar más oportuno justo en el instante en el que esbirro del soberano mencionaba al agradable Ikoma y este le rebatía con un doble sentido implícito. Parecía que había errado al pensar que no era un lengua afilada. 

¿Qué relación tiene este hombre con Isshin? Cuatro colores distintos hemos sido llamados a tierras rojas por orden del celeste más poderoso. ¿Qué estamos haciendo nosotros aquí?

Ella intentaba desentrañar el rompecabezas al que todos estaban jugando y pensó en Megumi, pero entonces el mismísimo campeón se presentó ante ellos y sus disquisiciones enmudecieron como un fantasma.
Doji era imponente, apuesto y de mirada airosa y profunda. Sus hombros musculosos se intuían bajo una armadura perfectamente cincelada que se ajustaba a su piel como una seda. Se detuvo en su melena blanca, la más nívea que había visto en un hombre hasta entonces, y después en su cicatriz, un regalo que parecía exhibir con orgullo. Sin embargo, lo que realmente encandilaba la curiosidad de la chica no eran sus músculo ni su belleza, sino sus amplias y callosas manos: las manos que aspiraba algún día a tener ella misma, las manos probablemente más hábiles con la espada de todo Rokugan.

Asombrada y nerviosa por la presencia del Campeón, hizo acopio de voluntad para no parecerlo y escuchó con rigidez la última pregunta del Doji.

-Entre Shiro no Soshi y Shiro Iuchi se encuentran las tierras de disputa entre algunas familias de los clanes Unicornio y Escorpión, Doji Satsume-sama. - La samuraiko respondió con toda la educación de la que fue capaz, reverenciándose con elegancia y como bien era debido. Ella era una mujer concisa y directa, y aunque la historia de aquellos valles y sus disputas tenían gran cantidad de detalles que había comentado alguna vez con Megumi, decidió no hinchar el discurso con florituras innecesarias. - Han mantenido la paz durante décadas, pero desde hace un año se ha estado librando una sangrienta guerra. Tras la derrota de las tropas Soshi frente a las Iuchi, la llegada del ejército Dragón y la orden de cese de hostilidad, ahora ambos clanes buscan de nuevo un periodo de paz. No obstante, cada uno afirma que el otro bando ha violado las reglas de enfrentamiento imperiales. - Concluyó, esperando con educación a que alguien añadiera más información si así lo convenía.

El suave roce de la tela y unos pasos ligeros acompañaron al último de los invitados a aquella particular reunión, e Isawa Satoru atravesó el umbral de la sala de reuniones. Vestido aún con una sobria túnica de viaje de shugenja, del tradicional color anaranjado que había hecho suyo el clan de Shiba, se hacía evidente que había sido conducido directamente hasta allí. Sin embargo, ni la falta de preparación ni el cansancio del viaje parecían hacer mella en el aspecto del joven, que se mostraba tranquilo y confiado.

Satoru llevaba su pelo largo recogido en una coleta larga que mostraba sus facciones y caía por su espalda, resaltando su pelo negro por encima de la tela naranja de su túnica. Sus rasgos, que aún conservaban alguna reminiscencia juvenil, eran más armoniosos de lo habitual entre su gente, y le daban un aspecto agraciado. Pero lo más llamativo de su rostro eran sus ojos, que dejaban ver una mirada decidida y llena de curiosidad. Fue esa mirada la que acabó por recorrer la sala, sorprendiéndose ante lo que encontró.

-El Imperio Esmeralda siempre será más grande y más pequeño de lo que los mortales podamos pensar. -Dijo, rompiendo el silencio. Una discreta sonrisa, a medias sorprendida y sincera, se dibujó en los rasgos del Isawa al reconocer algunos de los rostros presentes en aquella sala. -Las Fortunas son caprichosas entrelazando los destinos de los hombres, pero en esta ocasión no puedo sino agradecérselo.

Agradeciendo el té que se le ofrecía, tomó asiento en el lugar designado para él, y observó de nuevo a sus compañeros, deteniéndose inicialmente en la Kakita.

-Parpadea una vez y verás pasar cien años. -Dijo, dirigiéndose a Mirai sin llegar a hacer desaparecer la sonrisa de sus facciones. -Isawa Kenzo es sin duda un hombre del que sentir envidia, si Kako se ha convertido en vuestro reflejo, Mirai-san.

-Kazuo-san… -Continuó, hablando en esta ocasión hacia el Ikoma con un tono ligeramente diferente en su voz, una mezcla de familiaridad mezclada con tristeza, como un reproche dirigido a un hermano. -La próxima vez, no dejéis que sean las Fortunas quienes tengan que hacer que nos crucemos de nuevo.

-Akodo-san, es todo un placer contar con un estratega de su valía. -Añadió entonces hacia el segundo León después de que sus ojos recorrieran rápidamente los mon que adornaban su pecho. No le resultó muy difícil llegar a la conclusión de quién tenía frente a él. -No nos habíamos encontrado aún, pero su reputación le precede. Sólo espero que los Unicornio no tengan demasiada memoria, o tal vez no guarden un recuerdo tan agradable de vuestro papel en conflictos pasados.

Y, finalmente, dedicó una reverencia más marcada hacia la Dragón que portaba el mon de la magistratura esmeralda.

-Mirumoto-sama, es un honor compartir el té con una magistrada esmeralda. -Dijo a modo de saludo. -Y un placer hacerlo con alguien de vuestro clan.

Fue entonces cuando el funcionario comenzó a presentar los motivos por los que habían sido convocados, y Satoru sintió por primera vez la familiar sensación del desafío que le acompañaba al enfrentarse a un nuevo reto, aunque en esta ocasión iba acompañado de cierta inquietud. Pero esa inquietud se evaporó cuando el funcionario se permitió una falta de decoro para con su compañero.

-Inestimable pretende decir que no hay estima que pueda valorar el alcance de su ayuda. -Intervino, después del sutil reproche del Ikoma. El tono del Isawa era tranquilo y sosegado, pero sus palabras eran más duras en cuanto a la forma en la que el funcionario se había referido a Kazuo. -No os puedo pedir que comprendáis las decisiones del Campeón Esmeralda, pero tal vez debierais aceptarlas tal y como son. Vuestras palabras casi parecían cuestionarlas, pero estoy seguro de que no era vuestra intención.

Tal vez el funcionario hubiera tenido que excusarse, presionado por el Isawa, pero entonces una voz diferente interrumpió las conversaciones, e hizo que todos en la sala se giraran para observar al samurái que había hablado. Un hombre envuelto en una armadura de plata, cuya mera presencia hizo que un silencio pesado cayera sobre el lugar cuando entró para unirse a ellos. Cuando se quitó el kabuto, una melena tan blanca como la nieve de las montañas cayó alrededor de su rostro, pero no era necesario, pues no cabía duda de su identidad.

Los ojos oscuros de Satoru se abrieron por la sorpresa al reconocer al recién llegado, y sin caer en apremios, el Isawa dejó que su cuerpo se doblara en una lenta y profunda reverencia en la que su frente llegó a tocar el suelo con la misma delicadeza con la que una hoja arrastrada por el viento se posaría en un estanque. Era la segunda vez que estaba en presencia del Campeón Esmeralda, pero probablemente fuese algo a lo que no terminara nunca de acostumbrarse.

Desde allí, escuchó la forma en la que la todopoderosa mano derecha del Emperador justificaba el saltarse el protocolo que su propio clan se esforzaba en imponer en las cortes en aras de un sentido práctico, y reprimió el atisbo de sonrisa que pugnaba por aletear entre sus labios. Rokugán seguía siendo tan irónico como siempre, pero no todos encontraban adecuado señalarlo.

-No hay palabras que puedan describir el honor que nos concede al contar con nosotros, Satsume-dono. -Contestó con voz reverencial, pero llena de firmeza, mientras se incorporaba y cruzaba su mirada con la de su anfitrión. Al parecer, el Fénix era capaz de controlar la ansiedad que la presencia del Campeón Esmeralda generaba con un aplomo encomiable. -Y como bien decís, el protocolo no debe ser un obstáculo si nuestro deber con el Hijo del Cielo apremia.

Fue entonces cuando Satsume lanzó una pregunta tan brusca como directa acerca de un lugar. Uno que, presumiblemente, estaría bien relacionado con el motivo de haber sido convocados… y Satoru no tardó más que unos segundos en imaginar el motivo. Los rumores de la guerra habían llegado lejos para quienes estaban atentos a ella. Y él, por unos u otros motivos, se había molestado en los últimos tiempos en esta bien informado sobre esos temas.

-Los valles Ojatara… -Murmuró en voz baja, y escuchó la respuesta que la Kakita dedicó a Satsume. Cuando ella hubo acabado, aguardó unos instantes, por si quisiera añadir algo más, y luego se decidió a tomar la palabra. La pregunta de Satsume bien podría ser una prueba, y Satoru no era alguien que se achicara ante ellas. -Como ha dicho Mirai-san, forman la frontera natural entre los Soshi y los Iuchi… Son valles muy recogidos, y fundamentalmente rurales. Probablemente la mayor parte de heimins se pasen toda su vida sin ver más que a un puñado de samuráis. Es cierto, poseen varias minas de cobre y jade, tierras de cultivo fértiles y algunas fábricas… pero nada demasiado importante en cuanto a valor económico.

-Aunque en cuanto a vuestra segunda apreciación, no estoy completamente de acuerdo. -Continuó, dedicando una media sonrisa hacia la duelista. -Ambos clanes dicen ahora buscar la paz en Otosan Uchi. Pero muy posiblemente, en sus corazones, ambos deseen continuar la guerra.

-Al fin y al cabo, lo más importante que poseen esos valles es rencor y ofensas. -Las palabras de Satoru eran lentas y constantes, acompañadas de sutiles cambios de tono para resaltar partes de su narración. -Se supone que formaban parte de las provincias del Ki-Rin, pero para cuando el Unicornio volvió del exilio, los Soshi llevaban ya unos cuantos siglos trabajándolas. Supongo que los señores del Escorpión no se sintieron muy cómodos teniendo que cederlas después de haberlas protegido tanto tiempo.

Hizo otra pequeña pausa, como si se detuviera a pensar en la forma en la que esa ofensa pudo perdurar en el linaje. O tal vez, simplemente Satoru se estuviera preguntando hasta qué punto podían los Escorpión ser rencorosos.

-Puede que esa incomodidad perdurara, y fuese lo que hizo que hace veinte años, los Soshi decidieran intentar recuperar esas tierras por la fuerza. O puede que fuese la hambruna que azotaba sus tierras. Pero entrar en guerra así, violando el mandato de paz del Emperador y la sabiduría del Tao, fue un error. Un error que les costó bastante caro. Los Iuchi contraatacaron con una fuerza que nadie esperaba, y llevaron la guerra hasta casi las puertas de Shiro no Soshi. -Un ligero encogimiento de hombros acompañó sus siguientes palabras. -Como podéis suponer, la paz que se firmó fue muy ventajosa para el Unicornio. Tal vez, otra ofensa.

-O tal vez no, pero el hecho es que, en efecto, el año pasado los Soshi volvieron a solicitar derechos de guerra para recuperar sus tierras. -Hizo un gesto afirmativo a Mirai, que ya había señalado ese estallido de violencia aprobado, pero decidió añadir alguna pincelada sobre el desarrollo de la misma que tal vez podría interesar al Akodo. -Por lo que he escuchado, les fue bien al principio, pero las cosas se torcieron bastante rápidamente para ellos. Los Iuchi se adaptaron de una forma sorprendentemente -el cambio en la entonación de esa palabra fue tan sutil que casi pasó desapercibido- rápida, volvieron a ganarles terreno, y el resto es historia. Los diplomáticos de ambos clanes claman en Otosan Uchi.

Satoru calló durante unos instantes, en los que su ceño se frunció ligeramente, dando a su rostro un aspecto más sombrío, y su mirada se enturbió por unos momentos, reflejando la naturaleza de los pensamientos que atravesaban el alma del joven shugenja.

-Se ha acumulado demasiada sangre en esos valles, y una tierra que ya estaba empapada de ofensas no podrá drenarla. Los ríos de esos valles ya corren rojos. Si se les hubiera dejado continuar, hubieran llenado de almas la morada de Emma-O. -Miró al Campeón Esmeralda con reconocimiento. -Así que decidisteis impedirlo y ordenasteis detener esa guerra.

-Afortunadamente, un ejército del clan de Togashi se ha personado allí con una sorprendente velocidad, teniendo en cuenta la distancia que les separa, y han cesado las hostilidades tan pronto como vos disteis la orden. -Contuvo las ganas de suspirar. Si habían sido llamados, entonces el problema probablemente distara mucho de estar resuelto. -O al menos, las hostilidades abiertas.

-Pero en cuanto a la presencia militar del Dragón… -Añadió con suavidad, y dejó que su mirada se posara sobre la silente figura de la desconocida magistrada esmeralda con curiosidad. -Doy por hecho que la magistrada podrá hablarnos más acerca del papel de sus hermanos de clan. -Con una sonrisa y una rápida inclinación de respeto, hizo ademán de ceder la palabra a la investigadora. -Mirumoto-sama, os escuchamos con atención.

Megumi entraba en calor al deleitarse con la deliciosa infusión, no pudo evitar dirigir la mirada al suelo cuando el funcionario realizó su presentación y la de Mirai. Akodo Isshin, Megumi no pudo evitar lanzar una mirada de reojo a la Kakita pues era conocedora de su pasado común. Isawa Satoru... Megumi repetía para si misma las palabras del funcionario, shugenja de aire, si, le recordaba a alguien muy cercano. Ikoma Kazuo, tal y como lo describió el oficial del magistrado hubiera parecido que enviaran a un escribiente, pero Megumi sabía que no podía ser, había algo mas. Observó en silencio las palabras cargadas de sarcasmo del maestro del aire, no pudiendo evitar pensar que quien critica los defectos de los demás lo hace para ocultar los suyos propios. 

Sin embargo las presentaciones fueron interrumpidas por el propio Daymio del clan Grulla. Megumi se apresuró a dejar su taza de té e inclinarse ante él de la manera apropiada. Su voz la arrastraba a su infancia, a dulces recuerdos familiares, a los inviernos en Kyuden Miya. Siempre serio y distante, todos los niños se escondían tras las columnas presa de la curiosidad y el pánico a partes iguales. Los años y el cargo sin duda hacían mella en su rostro y su cicatriz parecía levemente desdibujada desde la última vez que Megumi lo había visto.

La samuraiko dragón era una persona más bien reflexiva, prefería esperar y escuchar lo que el resto de los presentes tenía que decir. Estaba convencida de que el omoidasu estaría seguramente mejor informado que nadie sin embargo la mención directa del shugenja la obligó a pronunciarse. 

Se aclaró la voz. 

En realidad he de corregiros, y apuntar que el ejército que ha acudido a los valles Ojatara pertenece a la familia Mirumoto si bien han sido dirigidos allí por el daymio del clan, Togashi Yokuni. Sin embargo mis deberes sirviendo al campeón esmeralda me han mantenido alejada de tierras dragón por un largo tiempo y desconozco los motivos del Daymio de mi clan, más allá de servir al emperador. 

Una vez aclaró la duda del Isawa, Megumi se dirigió directamente a Doji Satsume. 

Por otro lado, no es cierto que las tierras del valle no posean valor. No es conocido por todos, pero son ricas en minas de diamantes y eso hace que sean mucho más preciadas, tanto como para sacrificar samurais por ello. En cualquier caso, es interés del imperio detener esta contienda, ya que mientras se encuentran en guerra las minas de jade no se trabajan. Y aunque a algunos la producción de jade en estas tierras no les parezca importante, el jade de Rokugan pertenece al emperador y su ausencia se traduce en pérdidas de vidas en la muralla. 

-Sacrificar las vida de samuráis y siervos por un puñado de diamantes… Poner el precio a la vida de un bushi en kokus. –Satoru torció el gesto, sin esconder su desagrado por la idea. –Es algo que va contra la esencia misma del Tao y de la Compasión. Aunque se olvide más frecuentemente de lo que se debería.

Tomando otro sorbo de té, miró a la magistrada con resignación en sus ojos.

-Pero incluso aunque desgraciadamente sea como vos decís, esto va más allá de las riquezas. –Dijo con triste certeza. -Tal vez empezara de ese modo. Pero una guerra que sólo se libra por dinero no genera un conflicto como este. No, sin duda hay más en juego que unas minas. Orgullo. Secretos. Odio.

Ikoma Kazuo recibió a Doji Satsume con la más profunda de las reverencias, al cobijo de la cual aprovechó para sopesar la magnitud de la reunión a la que había sido invitado. No era a menudo que uno tenía la oportunidad de sentarse cara a cara con el Campeón Esmeralda, ni frente al daimio de una de las más grandes familias del Imperio y, sin embargo, ese día tenía a los dos conjurados ante él en la persona de aquel célebre samurái. Cuando logró sobreponerse, lo único que Kazuo consiguió sacar en claro de la impresión que le había causado era que las historias no le hacían justicia. Delante de él tenía a un hombre con cuya vida sus primos y hermanos podrían llenar decenas y decenas de anaqueles en los archivos de Kyuden Ikoma.

La pregunta del Campeón fue recibida con sabios y comedidos comentarios por parte de los enviados de la Grulla, el Fénix y el Dragón, y él se limitó a prestar atención y a seguir disfrutando del té. La vehemencia con la que Satoru hablaba le sorprendió, y se preguntó si no habrían intercambiado papeles tras todo el tiempo que llevaban sin verse: el bardo callaba, mientras que el erudito hacía una florida descripción de la situación acerca de la cual se les inquiría. Aunque ni esa ironía ni las otras muchas que les acompañaban se le escapaban… tenía que reconocer que le había echado de menos. Cuando sus últimas y funestas palabras amenazaron con cernir sobre ellos un silencio incómodo, Kazuo decidió que había llegado el momento de estirar la lengua. 

—Temo no poder añadir nada a todo lo que ya se ha dicho… más que advertir que esta historia se ha escrito más veces de las que se puede contar, y nunca acaba bien. Mi querido tío decía que la memoria persigue al corazón, dando vueltas a un jardín. Ni a los descendientes de Soshi ni a los de Iuchi les importa ya por qué empezó esta guerra que no es tal. Lo único que quieren unos y otros es que el Imperio se ponga de su parte en el conflicto para castigar a su adversario… y hacerlo, da igual en qué sentido, sería un error. El Imperio ha de respaldar a los valores que representa, no a una familia en particular.

Dicho lo cual, Kazuo volvió a callar, meditando acerca de la mayor de las ironías que le aquejaba: la de que Doji Satsume, que había hecho legítimo el robo de Toshi Ranbo, quisiera mandarles ahora a mediar en un conflicto similar.