Partida Rol por web

Apenas despego los parpados, un soplo frío no es demasiada molestia. Vuelvo a cerrar los ojos tratando de asirme al descanso del que se me ha secuestrado. Sin embargo una presión me desvela. Mi mirada queda atrapada por los dos pozos azules de la hermosa Bathory. Una sonrisa, un beso y un perfume a flores. Mi cuerpo reacciona inmediatamente, el corazón bobeando, mi piel sensible ante su roce. Sus palabras terminan de prepararme expectante ante lo que la muchacha sugiere.

Sonrío mirándola a los ojos. Trato de incorporarme, acercarme a ella. Respirar su esencia. Percibir su cuerpo con mis manos. Deseo volver a besarla y poseerla durante toda la noche.

Ella te empuja de nuevo contra el lecho, esbozando una sonrisa juguetona-No seáis ansioso...dejad que esta noche me ocupe yo de todo y relajaos...os juro que no os arrepentiréis-sus manos se deslizan sobre tu torso de arriba a abajo, con una delicadeza que despierta todos tus sentidos. No son unas manos tan delicadas como las de otras mujeres, tienen asperezas como si hubiesen empuñado armas, pero ninguna mujer ha llegado a motivarte tanto solo con unas caricias.

Vuestros labios se unen de nuevo, esta vez en un contacto mas duradero y sensual. Vuestras lenguas se atraen mientras Bathory se quita el leve camisón que la cubría, dejando ver todo su juvenil y perfecto cuerpo. Sus senos se pegan a tu pecho y puedes notar sus pezones tiesos, ardientes de deseo, mientras ella deja escapar un gemido de placer.

Su actitud dominante no me sorprende. Le muestro los dientes en una sonrisa divertida, mientras permito que me empuje. La promesa de placer que sus palabras y sus experimentadas  manos hacen, llenan de excitación mi cuerpo. Vuelve a besarme, pero esta vez es algo mas que el mero roce; nuestras lenguas se cruzan y bailan en unión.

Se desnuda sobre mí, la observo gozoso y mi cuerpo reacciona de forma natural. Notar su peso y la presión de sus senos, terminan por llenar de sangre mi miembro. Jadeo, no puedo dejar de sonreír. Aspirar el aroma de la muchacha me embriaga tanto como el mejor vino. Mi garganta rota emite un pequeño gruñido de placer. Ella también parece disfrutar, al menos sus gemidos indican eso.

Aprovecho para morderle el cuello y la oreja de forma juguetona. Comienzo a recorrer su cuerpo con mis manos, tratando de excitarla de la misma manera que hace ella, sin embargo mis codiciosas manos se detienen en su trasero dando un par de fuertes apretones. Sigo subiendo envolviéndola en un abrazo, atrayéndola hacia mí. Cuando llego arriba desplazo mi diestra hasta sus pechos, pellizcando sus pezones y masajeándolos tratando de no excederme con la presión. Quiero oírla gemir de nuevo.

Deseo más. Es tan hermosa y apasionada. A pesar del deseo quiero bailar según sus normas, y ya ha dicho que quiere dirigir. Espero más que unas caricias y el calor de su cuerpo. Debo conformarme hasta que ella quiera dar el siguiente paso.

La nieve sigue cayendo. No distingo nada del mundo que me rodea. Una marea de blanco me rodea por todas partes. El frío me cala hasta los huesos y noto los impactos húmedos contra la gruesa tela de la capa, los copos de nieve arrastrados por la violenta tormenta de hielo y cellisca. Todo el mundo es un manto de blanco, con el ocasional destello de rojo cuando el viento me echa el tejido de la capucha sobre los ojos. El peso de la capa tira de mi hacia el suelo, pero sigo caminando. Mis pisadas no hacen ruido. Me doy cuenta de que, en realidad, nada hace ruido. El viento arrastra los copos de nieve, pero no se le oye aullar. El impacto de la nieve contra la capa que me protege es mudo. Ni siquiera mi respiración o el latido de mi corazón pueden oírse.

Un solo copo se cuela bajo la capucha y se queda alojado en mi cuello. Levanto la mano para quitármelo. Tengo que tirar con fuerza, pues se aferra a mi tenazmente. Finalmente, reposa sobre mi palma.

Es una mano. Una mano de un blanco radiante, inmaculado, como la mitad de grande de mi palma. Yace, inerte, sobre ella. Entonces lo veo. Como si esa revelación me hubiese abierto los ojos, distingo cada copo individual, cada una una fantasmal medusa de dedos blancos mecida por el viento, sin voluntad y sin vida. Caen a mi alrededor, se aferran a mi, tiran de mi. Recuerdo la oración del Rey Ignis tras la gran derrota de los paganos en el Libro de los Jueces.

En la oscuridad prosigue la luche inclemente

a traves de dias yertos y noches sangrantes

las almas susurran su sed acuciante.

Libradme, Señor, de esta alucinación de muerte.

Dad fuerza a mi mano y mostrad a mi mente la calma.

quien me robo mi paz, que no robe también mi alma.

La mano sobre la mia aprieta súbitamente, y emanando de ella, noto un frío intenso correr sobre mi piel...

Mis ojos se abren y mi cuerpo se sacude sobre la cama cuando vuelvo de golpe a la realidad. Hay una corriente en la habitación. Eso debe ser el frío que he notado al despertarme.

Pero...

He cerrado todas las puertas y ventanas. No había corriente cuando me fui a dormir. 

Casi al mismo tiempo que me doy cuenta, me lanzo a por el arco y mis ojos se habitúan a la oscuridad, permitiéndome distinguir a Ashren, y  empiezo a formar un grito de alerta.

Ninguno de los dos ocurre.

Mi cuerpo se niega a reaccionar. Miro frenéticamente alrededor mío, para ver si estoy atada o sujeta de alguna forma. Sea como sea, no me serviría de gran cosa saberlo. Mi cuerpo sigue rehusando moverse. Ni siquiera la daga que guardo bajo la almohada cuando duermo es una opción viable. Incluso ese movimiento es imposible. Cierro los ojos, relajo el cuerpo y empiezo a hablar, en dirección al mercenario.

Bien. Felicidades por tu destreza. Si quisieras matarme o dañarme de cualquier forma por lo que ocurrió, ya has tenido ocasión de sobra para hacerlo. A juzgar por las molestias que te has tomado, supongo que quieres enviar algún tipo de mensaje. Bien. Tienes mi atención. Si vas a hacer algo con ella, hazlo ahora. Si grito para dar la alarma, probablemente será mi final. Pero, conociendo a los Dracul, no creo que salieses indemne. Después de la escenita de anoche, serás cuanto menos sospechoso si me ocurre algo, y no creo que los dueños de la casa tengan problemas en torturar primero y preguntar después, así que acabemos con esto. 

La observo allí tendida, indefensa ante mi y sin embargo manteniendo todavía su carácter indomable. Su discurso es tan fiero como el que había dicho antes en la cena, pero esta vez no me voy a marchar sin dejarlo pasar. Todavía tengo curiosidad por sus palabras y es por eso que estoy dispuesto a cometer una locura. Veamos si realmente no te afecta lo que le pase a tu cuerpo.

Me quito la capa que me cubre, revelando mi cuerpo desnudo. Su mirada me indica que no es la primera vez que ve algo así. Avanzo hacia ella, subo a la cama y me quedo mirándola desde arriba. Tiene buenas curvas, unas tetas generosas y hasta sería guapa si borrase de su gesto ese ceño de amargura. Deslizo una mano por su cuello, acariciándolo con delicadeza, mientras mi otra mano la va desnudando* lentamente.

Tu actitud parece ser exactamente lo que Bathory espera, pues vuelve a gemir sin ningún pudor, como si estuviese segura de que nadie os oirá durante el fornicio. Su lengua se desliza por tu cuello, caliente y húmeda, trazando pequeños mordiscos que solo consiguen excitarte aún mas, hasta que se retira un poco y su mirada se fija en otro objetivo.

Solo puedes soltar un gemido de placer cuando tu miembro invade la boca de Bathory, su lengua trazando círculos sobre su sensible piel hace parecer los juegos de hace un momento como algo sin importancia. Poco a poco tu polla va siendo tragada por Bathory hasta que estas dentro de ella completamente. Al contrario que otras mujeres, ella parece estar disfrutando de este momento tanto o mas que tu. Arriba, abajo, arriba, abajo...pronto pierdes la cuenta, el placer es demasiado. Resulta imposible para ti pensar en un acto mas placentero.

Responde a mis juegos, con gemidos de excitación; el volumen no parece molestarla. Mejor así, siempre es más divertido cuando no hay que contenerse. Su réplica no se hace esperar mordisqueándome y paseando su lengua por mi cuello. Pero parece haber encontrado algo con lo que jugar.

Me es imposible contener el sonido que escapa de mi garganta. Su lengua recorriendo la punta, la succión, los lascivos ruidos que produce. El placer inunda mi cuerpo, querría corresponderle, acariciarle el pelo, tocarla… sin embargo el gozo me azota en oleadas; mantengo mis manos aferradas a las sabanas, mientras se traga mi miembro con deseo. Respiro con pesadez, tratando de prolongar el momento; aunque sé que es una batalla desesperada que estoy a punto de perder.

La escena que sigue a continuación no hace más que confirmar lo que ya sospechaba, de la peor forma posible. Aunque no puedo evitar notar, con cierto cargo de conciencia por mi parte, que el cuerpo de Ashren es una visión que me deje indiferente. No es la primera vez que veo uno, obviamente. Que sea vírgen no quiere decir que sea ingenua, o que no haya visto una buena cantidad de cadáveres en una u otra fase de desnudez. No todos tenían todos los miembros que se supone que deberían tener, pero con los años, tampoco cambiaron tanto las cosas.

Visto un cuerpo, vistos todos. Vista una violación, vistas todas. Incluída la tuya propia.

Me estremezco al notar el contacto de la mano, y parpadeo rápidamente. Cerraría los ojos, pero no quiero darle esa satisfacción. No es tanto el contacto en sí, como la mano. Este hombre emana algo. Una energía. No energía como el calor del fuego o las corrientes en el agua. Aún así, en su contacto, en la proximidad, hay algo tangible en el aire, algo que viene indudablemente de él.

Me intriga. No es algo que sienta a menudo. Por lo general, la gente no me produce ninguna reacción. Les juzgo y condeno en mi mente más rápido de lo que he tardado en decirlo, y pasan a ser menos que humanos. Animales. Sacos de carne. Cosas de las que sólo me interesa saber dónde está el hueco por el que colar una flecha. Criaturas sin emoción, valía ni misterio. Sin embargo, este hombre sí posee algo.

Que lástima que sus actos demuestren que, al final, no es distinto de todos los demás.

Si esto es lo que quieres hacer, adelante. Quizás dentro de tu mente, algo te dice que necesito una lección, o que tu sabrás darme algo que otros que no han podido. Conozco esa historia, la he visto una y otra vez. Puede que me des placer, no voy a negarlo. Sigo siendo una mujer. Pero si crees que después de eso te tendré más respeto o, los dioses saben, alguna forma de admiración o cariño. Que te veré de otra forma. Déjame decirte lo que pasará en realidad.

Lo que pasará es que cogeré la daga que guardo bajo la almohada y la enterraré al amanecer, en el patio del castillo. Y enterraré lo que me queda de mi corazón y mi alma con ella. Dejaré de ser vestal. A ojos de los dioses, no seré digna de difundir su palabra y vivir por ella, de vivir por algo más grande, más puro que este mundo lleno de lujuria, salvajismo y animales sin alma ni pureza. Me harás parte de él, y jamás podré vivir de nuevo conmigo misma. Entonces, te encontraré. Donde quiera que vayas. Y si no logras matarme antes, te mataré yo. A tí y a todo lo que ames. Exactamente igual que tú habrás hecho conmigo. 

Y eso es todo lo que hay, y todo lo que importa. Como solía hacer cuando estaba en oración, cierro mi mente y dejo el cuerpo inerrme. Lo que tenga que ocurrir, que ocurra.

Por una vez me alegro de no poder hablar, pues no hay nada que responder a sus sobrecogedoras palabras. ¿Cual es el pecado que arrastras? ¿Que te hicieron para crear tal amargura? Niego con la cabeza, es inútil hacerse ese tipo de preguntas. Y de todas maneras no he venido esta noche para eso.

Me dejo caer sobre ella, dejando que nuestros cuerpos se rocen. Aspiro su aroma. No hay rastro de perfumes, únicamente su propio olor, pero eso es suficiente. Mis dedos expertos se deslizan por los pliegues de su piel, recorriéndola toda con dulzura y delicadeza. Se que su cuerpo disfruta, puedo notarlo, pero ella no se deja llevar por esa sensación. Comienzo a besarla y siento la calidez de su piel que se extiende hasta mí.

Voy despacio. Al fin y al cabo, es una prueba, quiero estar pendiente de todos los detalles.

Casi sin darte cuenta, ella se retira de tu miembro y se coloca encima tuya, lanzándote una mirada picara que es el preludio de lo que sabes que pasará. Se queda quieta un instante, prolongando el momento unos segundos que solo sirven para aumentar tu excitación mas si aun cabe. Y entonces ella desciende lentamente sobre tu pene erecto.

Sus imple contacto casi te hace volverte loco de placer, es tan caliente y tan húmedo que casi habrías podido correrte en ese momento. Pero ella parece controlar la situación y con movimientos suaves empieza a follarte, estás tan sensible que siente cada centímetro de su interior como si fuera tuyo propio. Vuestros gemidos de placer se convierten en auténticos gritos que se entremezclan a medida que aumentáis la velocidad.

Justo antes de terminar, ella te rodea fuertemente con las piernas y te regala un ultimo y lascivo beso a medida que la llenas con tu abundante y caliente semilla.

Desde luego sabe lo que se hace. Jamás he conocido a nadie con su talento, mantiene un perfecto control. Casi estoy tentado de desafiar ese control pero disfruto demasiado con esto. Cuando la veo dirigirme esa mirada, mi sonrisa se acrecienta. Consigo levantar mis manos para ponerlas sobre su cintura, acariciando sus caderas y su vientre.

Mientras aumentamos el ritmo también lo hacen nuestras voces. Por un momento imagino la cara de molestia de la muchacha rubia; aunque este pensamiento me abandona rápidamente. Aprieto sus caderas cuando la sensación de clímax empieza a surgir. La veo descender y noto sus labios y su lengua, calientes, codiciosos; y yo quiero responder. Como si fuera el detonante, no puedo contenerme más, libero mis manos de su cintura y la abrazo atrayéndola hacia mí. Mi mente queda inundada por las sensaciones del orgasmo y del contacto de nuestras bocas. Cuando finalmente rompo el contacto y me relajo, tomo aire; aspirando el aroma de su pelo y regocijándome con su simple contacto. 

Aun manteniéndola en mi abrazo me giro para apoyarla sobre la cama, reposando de costado. La aparto el pelo de la cara, para mirarla a los ojos, le doy un beso suave en la frente.

Las sensaciones fluyen tras los ojos de Elke, corriendo por su mente como el aullido del viento a través de pasillos estrechos. Aunque quisiera- y pudiese- moverse, su cuerpo parece atado a la cama, aplastado en ella por el torbellino de sensaciones que brotan como fuego de cada poro que roza el cuerpo del mercenario. 

Por una parte, esta el calor. El torrente de su sangre retumba en cada rincón de su cuerpo, resonando como una riada contra sus tímpanos, y con cada segundo que pasa, con cada centímetro de piel que se tensa y aletea al contacto, parece que la sensación como de agua corriendo por su cuerpo se acentúa, volviéndose más y más ardiente con cada beso, con cada caricia, cayendo como una manta sobre ella.

Pero no es ese calor el que le roba el habla y la capacidad de pensar. Es uno más profundo, que responde a los avances de Ashren pero que no es el suyo. No es el calor de la sangre rugiendo en sus venas, o el fuego pálido se sus pensamientos aterrados corriendo dentro de su mente, ni el del cuerpo encima del suyo. Es suyo, íntimo y único, brotando desde su bajo vientre. El lugar donde reside todo el terror, la rabia y el asco, toda la negación de si misma que ha albergado y sentido, que ha llegado a identificar dentro de si como algo físico, como sus propios órganos. La fuente del pecado y el horror. La prueba tangible de que no está salvo, de que nunca está a salvo. De que es una herida abierta, esperando recibir toda la simiente maligna de un mundo enloquecido, como tantas otras chicas en las orillas oscuras de ese río que es tanto un lugar en la tierra como en su mente. Un abismo frío que la ha observado...

...y que ahora vive.

Pese a sus esfuerzos por negarse a si misma, el cuerpo de Elke responde. Algo se agita en las profundidades de su sexo, una lengua de fuego que gira dentro de ella como un segundo corazón, enviando un pulso que recorre todo su cuerpo como una ola. Donde roza la piel, el sudor brota. Cuando toca sus pezones, estos empiezan a entumecerse y estremecerse volviéndose más y más sensibles. Los músculos de sus muslos se contraen en espasmos, y las manos y pies agarran las sábanas. Y entonces llega a la cabeza. El asco, la ira y la rabia desaparecen en un vórtice negro.

Y el terror absoluto se alza de él.

Los gritos de sus amigas, de la gente con la que había compartido secretos, risas y sueños. La gente de su plácida vida, de la vida que había sido dura y feliz, antes de los días de venganza, asesinatos y sangre. Sus caras y sus voces. Y sus gritos. Sus gritos de dolor y miedo cuando cayeron sobre ellas, cuando se forzaron dentro de ese hueco que ahora la exhorta a ceder, a rendirse. Su sangre entre los muslos, en las caderas de sus asaltantes. El dolor en sus ojos y la desesperación en sus voces. Había escapado de ellas y había cerrado esa fuente de tormento bajo llave. Y ahora, el hombre estaba a punto de abrirla de nuevo. Su pasado había vuelto, y esta vez para llevársela sin remisión.

Presa del terror, Elke intenta por todos los medios moverse. 

Inmediatamente ceso las caricias. Sus ojos y sus débiles movimientos manifiestan tanto miedo que tendría que ser de piedra para que no me afectasen. No estaba preparado para esto. Con sus palabras y su fiero discurso esperaba ira o que cambiase de parecer y disfrutase. Pero este terror...no puedo soportarlo mucho más.

Salto de la cama y recojo mi capa, pero aún no me voy. Espero hasta que el Elke se calma, al menos un poco. Y entonces la beso. Un beso sin lujuria, un beso que solamente demuestra ternura y afecto, un beso que seguramente no haya tenido en su vida. Es todo lo que puedo hacer por ella. En estos momentos envidio a la gente que puede hablar. 

Antes de salir la miro. No se como se levantara mañana. Los efectos del relajante son imprevisibles. Puede ser que crea que ha sido un sueño o mejor dicho una pesadilla. Pero si lo recuerda...no dudare en hablar cara a cara con ella.

El momento no dura mucho, para tu desgracia. Aunque comparte tu lecho durante un buen rato, al final recoge sus vestiduras y tras un último beso sale de tu habitación. En ese momento te das cuenta de lo agotado que estás y no solo de lo que acabas de hacer, sino del cansancio acumulado durante todo el día. Pero todavía unas ultimas preguntas hacen eco en tu cabeza antes de caer en los brazos de Morfeo; ¿por que te ha elegido a ti? ¿donde aprendió a satisfacer a un hombre de esa manera? y............

El sol se ha elevado casi hasta su cenit cuando despertáis. No es usual que durmáis tanto, pero no habéis sentido la necesidad de despertaros hasta este momento. Mientras os desperezáis empezáis a recordar los sucesos de la noche anterior, pero parecen hallarse un poco brumosos. Los primeros instantes de la cena los recordáis con claridad, pero a partir de ese momento todo esta ligeramente alterado.

¿Realmente ha ocurrido todo? ¿O se trata solamente de sueños extremadamente vívidos? Al examinar vuestros cuerpos no halláis la menor marca de que algo ocurriera. Pero los sentimientos, las sensaciones corporales eran tan precisas y realistas...mientras tratáis de encajar las piezas os dais cuenta de que alguien ha debido entrar en vuestra habitación pues en la mesa hay un par de platos con comida; tocino, pan y fruta que tienen una pinta agradable. Un cosquilleo en vuestro estomago os decide a comer apartando un momento vuestros pensamientos.

El sol me despierta, remoloneo en la cama, hasta que me doy cuenta de que hay demasiada claridad. Es demasiado tarde, no suelo dormir tanto, ni tan bien. Recuerdos de un cuerpo desnudo y un placer desmedido. Más no consigo hilar correctamente mi memoria. ¿Fue fantasía? Pudo serlo. Qué más da. Fuese ensoñación o realidad he disfrutado de un grato momento. Con buen ánimo me levanto del lecho.

La visión de la comida abre mi apetito. Comienzo a comer algo de pan con tocino, poniendo este sobre una rebanada cortada. Si han dejado esto aquí significa que aún no se nos requiere. Pero es tarde y es bueno aprovechar el día. Doy cuenta de la comida disfrutando del sabor de la carne y la grasa. Me desperezo completamente y realizo algunos movimientos para estirar los músculos.

Una vez he terminado de comer y de ejercitarme, empiezo a ataviarme y a recoger mi equipaje. Compruebo que lo tengo todo y no queda nada. Recojo la fruta y voy en busca de mis socios en esta empresa. Salgo al pasillo, dando bocados a las piezas de fruta y me dirijo con paso tranquilo a la habitación ocupada más cercana. De haber sido real, deberían haberme escuchado. Veamos con qué cara me reciben.