Partida Rol por web

Ya empezaba a darle retortijones la respuesta a la pregunta antes de hacerla, pero tenía que hacerla. Una botella para el viaje, aunque solo fuera una... 

- ¿Cuánto por una botella? - preguntó tras el primer trago. Aquello pintaba mal: etiqueta, vaso terciado... caro, caro, caro. No entendía como podían servir un licor así en un lugar de mala muerte como Credence. 

¿Que carajos relacionaría a todos esos hombres? Aquella cinta era como un uniforme, algo compartían ya fuera banda, sangre o una simple creencia... y cuando los hombres comparten algo... 

Casi le resultaba extraño no haber encontrado una cara conocida, pero después de todo parecía que viajaba en la dirección correcta. Si ella no era capaz de reconocer a nadie, nadie sería capaz de reconocerla a ella: o eso le decía su lógica, que no siempre funcionaba como debía. 

Un saludo con el sombrero al chico sería suficiente para ver si prestaba atención, si mostraba algún interés le invitaría a acompañarla luego y quizá pudiera tener un desahogo rápido en un callejón. La otra opción era menos alentadora y había estado intentando evitarla los últimos días: tentar a uno de los matones de Millay, a fin de cuentas... de noche todos los gatos son pardos.

El viejo no abandona su expresión y sigue agitando la pieza de hojalata; pero tras pasar unos momentos, deja de hacerlo. Sin cambiar la actitud, se gira y se marcha hacia otro grupo que está en el lado contrario de la calle.

—Qué cojones... —dice Jules, mientras el viejo se aleja— Desde luego siempre hay alguien más jodido que uno.

El barman sirve a otro tipo a tu derecha, que termina dejando el vaso a medio terminar y durmiéndose sobre la barra con el buche lleno. Se te acerca y contesta: —La copa son ¢25. La botella $8 —sigue a lo suyo mientras decides— Antes de que se vaya, deme el dinero en mano, por favor. No fío.

Quizá haya caras que te recuerden a alguien, pero desde luego no hay nadie que conozcas. Pero a ese chaval de la esquina al que le picas el sombrero, sí que parece que quiera conocerte. Te hace el mismo gesto, se levanta mirando a un lado y se acerca con aparente seguridad. Sin embargo, sabrías reconocer a un niño de leche en cualquier parte, y este parece tener muy poca experiencia.

—Buenas... buenas noches, señora-señorita —se corrige rápidamente e intenta mantener el tipo— ¿Nueva en la ciudad?

Ellen dejó los 8$ 25¢ sobre la barra, la copa y la botella... entera, por supuesto, no iba a pagar por una empezada. Maldita sea, una verdadera fortuna... se tendría que servir un poco más de su botella nueva antes de irse, desconfiaba con motivo de todos los tipos engalanados... siempre creían que te podían estafar.

Oh maldita sea... este crío no vale ni para...  pensó cuando lo vio acercarse así, este tipo de desahogo tendría que esperar, esta no era su noche

- ¿Tu no, verdad? - eché mano al medio vaso del borracho y lo vertí en el mío, para volver a dejarlo en su sitio de nuevo - Hay que cuidar de la gente necesitada ¿sabes? - justificando su acto ante el chaval, por si se le ocurría juzgarla. La cosa es que a decir verdad estaba claro que no le convenía más alcohol esa noche - ¿cuanto llevas por aquí?

Quizá al menos aquel chaval sirviera para darle algo de conversación y quien sabe si sería tan caballero de invitarla a un trago

Doug asiente dando la razón a Rubbens mientras sigue al viejo con la mirada. 

           - Lamento mucho la situacion suya y de su pueblo señor, pero por las medidas de seguridad que se toma para vender y su actitud hosca, tal vez otros clientes violentos crean que esconde algo mas valioso, por lo que valga la pena arriesgarse y amenazarle!   Por favor cuide de abastecerse y trate de apoyarse con otros comerciantes para conseguir seguridad! -      Le dice Meave al comerciante que le apunta mas asustado que amenazante mientras que solo puede ofrecerle maiz y manzanas como si genuinamente estuvise mas preocupada por sus problemas aun  mas que por la seguridad del grupo, pero tras un momento de aparente empatia le propuso un interes para provocarcsu interes comercial:

         - Mire caballero me llamo Meave Millay y pondr si puede ofrefernos a mis chicas y hombres algo mas interesante ademas de mazorcas a punto de pasarse y algunas manzanas a buen precio ya que estrene un salon en el pueblo de y si me convences con tus productos y precios podrias ganar a una buena cliente que podria traerle prosperidad a tu negocio y tal vez a tu pueblo en el futuro! -     La mujer mulata se sonrie al anciano con la escopeta mientras que mantiene las manos levantadas .. tratando de persuadir al comerciante alimentando su interes por una futura relacion comercial conveniente para ambos

El barman coge el dinero al segundo que lo escucha chocar contra la madera y lo guarda dentro de un bote de cristal, a su vez dentro de un cajón de madera, junto a algunos billetes. Retira la botella y te deja otra exactamente igual, pero con el tapón precintado.

El chico pone una sonrisa estúpida ante tu comentario sobre los necesitados, y se arrima en la barra, hacia ti.

—Eh, no, no, soy de Illinois. Vine aquí con unos amigos —mira por la habitación— Pero me da, je, me da que me he quedado solo —finge reirse despreocupado— ¿Vas... eh... vas hacia el Oeste? ¿Estás tú sola?

—Oye, ¿qué vas a hacer cuándo llegues a Coldforge? —dice Jules, volviendo a relajar la postura— Te ves experimentado, pero no sé a qué te dedicabas antes. ¿Guardia, empleado de granja...?

Apuró el vaso después de escuchar al crío

Genial, encima no me vale para nada, hay que joderse... ni información me puede dar

- ¿Que clase de imbécil viajaría solo? - abrió la botella y le dio un trago sin molestarse en servirse al vaso, si era por lo que había pagado saldría del salón para buscar mejor suerte en las calles.

No te pongas pesado chico, o me harás ser desagradable...

—Disculpe, señorita, pero no la conozco a usted ni a su negocio como para rebajar un centavo de la compra —termina de rellenar las sacas— Y a mis aliados comerciales los tengo bien asegurados. No necesito más —le entrega los víveres a Sarah— ¿Algo más? Si no, serán $9 por todo.

Al tipo se le cambia el gesto tras escuchar el insulto.

—No... no iba solo, iba con mis amigos. Pero... —se queda introspectivo un rato, y parece que desatiende la conversación.

El mequetrefe de antes se levanta de su sitio y vuelve a encararte, tras haber estado hablando con los que compartía mesa; algunos tipos de los de las cintas rojas.

—Essss-estás... pufffffff... ¿Cuánto por u-u-u-una hora? —Los otros con los que estaba sentado se te quedan mirando, riéndose entre ellos.

—Antes me dedicaba a la construcción —responde Doug con nostalgia—. Espero poder dedicarme a lo mismo cuando llegue a Coldforge. De hecho hablé con tu patrona para construirle el Saloon. ¿Y tú? ¿Has sido siempre guardaespaldas? No logro localizar tu acento...

Una buena paliza si te daba yo, borracho de los cojones... y con placer

- ¿Una hora? No es elegante contar el tiempo vaquero... ¿pero no has bebido demasiado para eso? porque le he echado un ojo a un lugar ahí fuera que tiene buena pinta para desahogarse... - a Hardin le da la risa, no puede evitarlo - no te costará ni un centavo, una mujer como yo también lo necesita, pero ten cuidado con lo que pides... tenemos muchos testigos y no me gustan los hombres que se echan atrás

No iba a cobrarle a nadie por un buen espectáculo, ese tipo de revolcones daban un buen subidón de adrenalina. Aprovechó la esperable lentitud de reacción del borracho para zafarse de él y salir del salón, primero había que poner a salvo esa botella en las alforjas de Bonito porque como se rompiera en una pelea le metía un tiro a alguien... y esta noche no quería sacar a bailar sus Colt, solo sus puños.

[Música recomendada]

—Ya veo... se te nota en el carácter. Yo por mi parte, siempre he sido hombre de riesgos —se apoya el arma en el hombro— Desde los 13 fui ayudante del sheriff en mi ciudad natal, Jefferson, en el estado de Missouri. En aquellos tiempos se vivía de manera mucho más insegura: la ciudad siempre se llenaba de oportunistas y violentos, casi ni un solo día sin tener que intervenir en alguna trifulca —mira hacia el cielo mientras rememora— El sheriff Richard era un tipo bastante amargo y nervioso, pero valía la pena aguantar sus cabreos con tal de aprender. Decía de haber luchado en la Guerra de Independencia, así que imagínate a ese pedazo de vejestorio escualido corriendo sin parar por todas partes. No se adaptaba a la tranquilidad. Le encantaba vivir la acción constante... así que finalmente le pudieron los nervios. ¡Puf!, calló fulminado en medio de una discusión. Se veía venir, pero fue un shock igualmente —se da cuenta de que está divagando y pega un respingo, volviéndote a mirar— Pero bueno, nada interesante que contar. Dime, Anderson, ¿qué tal lo lleva la familia? ¿Y tú hijo? He visto a ese chico tuyo muy interesado en las armas cuando vamos por el camino. 

El pelirrojo se queda extrañado con tu contestación, intentando desentrañar el sentido de tus palabras mientras escucha una mezcla de ecos en su cabeza.

Sales y ves a Bonito justo donde lo dejaste. Cuando acabas, te fijas que en las puertas de la cantina hay uno de esos tipos del pañuelo rojo. No te hacen falta muchas señales para darte cuenta que esa gente te tiene en la mira, y no para nada bueno.

La prudencia rivaliza a menudo con las expectativas de gloria, dinero, fama, sexo... pero Hardin no sabía que era eso de prudencia. Guardó la botella en las alforjas. 

- ¿hay algún problema? - clavando el tacón de la bota de montar en el suelo y volviéndose hacia el hombre del pañuelo rojo - ¿o es que le quieres quitar el privilegio al borracho? - fanfarrona como solo ella sabía ser

Lista para sacar a bailar sus Colt, ahora si, le cabreaba sobremanera que le acechara una manada de hienas... y si no hubiera aprendido a plantar cara nunca se habría hecho un hueco como forajida. Que diera otro el primer paso... que no se dijera que la sanguinaria era ella.

- De acuerdo, pues si no quiere las mazorcas me las llevo todas - era una suerte que coincidiera que no las quisiera por miedo a a que se echaran a perder con que yo las quisiese, aquello podría resultar económico - y las manzanas también - podríamos hacer una buena compota durante la travesía - ¿tiene velas para iluminar? - era un incordio estar por las noches con los maderos quemándolos para tratar de iluminar un poco el carro, si así fuera, resultaría mucho más fácil, tampoco quería consumir el petróleo en las lámparas.

- Munición y trampas ¿vende también? - recordé a tiempo lo que había dicho Jenny a cerca del desvío que habíamos tomado para evitar a los indios, iríamos por la ruta larga y eso implicaría cazar animales para sobrevivir, de ahí que preguntara por las trampas.

Después de dejarle las sacas a Sarah, atiende su petición y empieza a rebuscar en el fondo de la sala a su izquierda. Trae consigo un par de candiles, un par de docenas de velas y una caja de cerillas.

—Tengo trampas para conejos, que es lo que más abunda aquí. Si quieren les doy las tres que tengo —revisa a ojo el cesto donde habéis dejado las armas por un momento— ¿Van a querer municiones solo para esas? —señala al cesto.

—Bah, qué carajo —Jenny se acerca al mostrador y saca un par de billetes de veinte y se los da al viejo— Yo invito al plomo. Denos seis cajas del .44, tres del .45, dos del .12 y otras tres del .56 —En cuanto lo va diciendo, el viejo lo va sacando de debajo del mostrador con cierta rapidez y poniéndolo sobre este, junto a otro saco.

—Las municiones serán $30. El resto $19 —coge el dinero de Jenny y le devuelve lo justo— ¿Quién paga los $19? Las velas no las cobro.

Jenny coge el saco de las municiones y se va dirigiendo a la salida.

[Música recomendada]

El tipo, obeso como él solo, te pega un empujón que te hace tambalearte, pero caes de pie escaleras abajo. Desde el interior sale el borracho pelirrojo de antes con el resto de tipos de las bandas rojas, haciendo un total de seis. En cuanto parece que la cosa empieza a tensarse, se hace el silencio en el interior de la cantina, y muchos se asoman desde dentro para ver el follón.

—¿Qué hacemos con esta, Little Peep? —dice el que te empujó.

—Sssssupongo-Ssss-Sssupongo que nos la vvvamoss a follar—intenta poner cara de ganador nato, pero le queda más bien algo difícil de discernir.

—Habrá que ablandarla un poco, jah —añade uno de los tipos con voz de ganso.

Si Ellen sigue en sus trece, cree que podría reventar a todos estos en un suspiro. Pero si un segundo pensamiento le asalta la mente, no cree que los demás anden muy lejos como para no escuchar un grito de ayuda. O unos tiros, llegado el momento.

Uh, un empujón, eso había estado muy feo... y Hardin nunca se había andado con chiquitas, ni iba a jugar en desventaja. ¿Seis contra uno? ¿Pedir ayuda a quien no sabía si la escucharía? Ni de broma iba a pedirle ayuda a Anderson... antes prefería otro puñal en la tripa... le vino a la mente aquella noche con el cadáver aún caliente de su hermano. La zanja. El puñal. La tierra húmeda. Aquellos forajidos... y la sensación de tenerlos delante de nuevo. 

El raciocinio la había abandonado por completo, había vuelto más de veinte años atrás... de algún retorcido modo. 

Disparó. Disparó tan rápido como sus Colt y sus reflejos lo permitían. Su intención: matarlos a todos. Todos los que se le pusieran delante... o donde fuera si es que los veía.