Partida Rol por web

Ellen sonrió a Susan, esa mujer si que sabía como tenían que ser las cosas: con un muchito de whisky mucho mejor. 

Tengo que meterme en problemas más a menudo, así da gusto...

Tardó en percatarse del negro, demasiado seducida por el olor de aquella mezcla que tenía delante por primera vez, no estaba nada mal quien lo iba a decir. Miró a Newberry de arriba a abajo, no había que ser adivino para darse cuenta de que Hardin era un tanto racista, pero acabó por conceder y asentir. Quizá aquel fuera un primer paso para desterrar sus prejuicios. 

- La vaquera ha hecho un buen trabajo... - mostrándose satisfecha con las atenciones de Sarah y casi como con un deje de amenaza sobre cualquier crítica futura al respecto. No iba a venir un negro a criticar el trabajo de una buena mujer, faltaría más. 

            Tras platicar un momento a Jules a solas y darle un par de indicaciones Meave terminas de prepararse para partir y sale de su carromato tras dar indicaciones al resto de su personal para asomarse a ver como Sarah ha atendido a Ellen y les sonríe antes de decir con voz baja y aparente mejor ánimo:

            - ¡Que bien que has podido terminar bien mi tarea polifacética vaquera!      Porque a pesar de sus poco amables modos creo que así como nuestra pistolera no nos dice palabras de agradecimiento que expresa con la mirada tras atenderla médicamente nosotras después de habernos expuesto como lo hizo, sinceramente los que fuimos a ese pueblo también debemos agradecerle que por su gran habilidad y sacrificio solo ella regreso herida de vuelta ... pero me parece que de aquí a nuestro destino deberemos colaborar mejor y no dividirnos como lo hizo el reverendo y sus seguidores antes! -    

Newberry sonríe ante el acuerdo por parte de Ellen, y mira con el mismo gesto a Sarah antes de acercarse a examinar la herida. Sube la ropa lo justo, intentando evitar roce alguno de su mano con la piel de Ellen. Retira la cobertura que Baxter usase para tapar la herida y observa muy de cerca el agujero. Pasan un par de minutos hasta que se atreve a hablar.

—Aunque estoy... algo oxidado en el tema, diría que ha sido un buen trabajo, sin duda —mira a Sarah con aprobación— Pero esto no se puede mantener solo con alcohol y trapos —baja la camisa a Ellen— Le propongo esto: le haré las curas gratis cada día, y aparte de ponerle unos ungüentos, prepararé revitalizantes que le vendrán muy bien para poder montar en ese caballo cuanto antes —señala a Bonito con la mano— Mi única petición será que me haga caso y se tome lo que le diga. Bueno, y que en general me deje ayudarla. Hace tiempo que quiero refrescar mis nociones y alejarme del puñetero conteo —mira de reojo en dirección a Jochane— ¿Qué le parece? ¿Trato?

¿Que yo le haga caso a un negro? No, eso no funciona así, es justo al revés...

- La cosa es que yo te dejo atenderme... te dejo dar tu opinión... y si me parece razonable... la tengo en cuenta... - dándole su propio enfoque al asunto - y si eres bueno ya te digo yo que no te hace falta más conteo en lo que te queda de vida... - apoya la mano en el cuchillo de su pernera - pero como me jodas con mierdas raras, te despellejo y me hago unas botas nuevas - porque si el negro quería echarse unas risas a su costa con alguna brujería... - ¿Te parece ese un buen trato? - porque si no tenía malas intenciones a Ellen le sonaba perfecto

Ni haber estado al borde de la muerte le iba a cambiar el carácter, estaba claro. 

No había tenido un gran misterio para mí extraerle la bala del cuerpo, aún me acordaba de cuando había ocurrido algo parecido y una vaca había recibido un disparo por error de su hermano Billy, sí de acuerdo que era una vaca y no una persona, pero las circunstancias eran parecidas: evitar que se desangrara, extraer el metal y esperar que se recuperara - si aplicáramos un poco de pólvora a la herida y luego fuego, estoy segura de que esa herida cicatrizaría antes.

Aunque había resultado bastante bien la extracción, así que, tampoco quería incidir mucho. Fue de gran ayuda la colaboración por parte de Newberry, el cambio de las mudas, control de las vendas... aunque yo creo que su acercamiento no había sido casual; aunque eso lo confirmará el tiempo.

- Es muy terca, tenga cuidado... podría morderle - río por el intento de trato que quiere conseguir de la pistolera.

A pesar de las formas de Ellen, Josiah parece conforme con hacer su labor de matasanos, incluso si no cumplen con todas sus expectativas. Está realmente interesado en ponerse de nuevo a practicar, y no iba a desaprovechar una oportunidad tan formidable. Meave se os acerca y os habla; mantenéis una breve conversación en lo que parece que todo el mundo termina de tener todo listo para salir, y Jenny se pone a la cabeza sin decir mucho, esperando unos minutos para que todo el mundo se coloque en su carro y comience de nuevo la marcha.

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Los siguientes dos días son tranquilos y todo se sucede como se esperaría que fuese. Newberry aprovecha por su parte las paradas para hacer su ciencia. Al día siguiente, a pesar de haber aplicado los ungüentos, lo cierto es que Ellen no siente demasiado alivio. Igualmente, los revitalizantes parece que van reparando sus fuerzas, permitiéndole incluso sentarse en el carro. Los críos mayores de Martha aprovechan el tiempo para incordiarla con sus juegos, mientras la madre permanece en silencio manejando el carro.

Los Allister por su lado, hablan de la posibilidad de montar su propio rancho una vez lleguen a Coldforge. "Hará falta algo de leche y carne en ese pueblo. Sobre todo estando tan lejos de la civilización", dice Susan. Gideon asiente y cavila por unos momentos, mirando a Sarah mientras esta se concentra en el camino, escuchando secretamente.

Meave arregla alguna que otra disputa en esos dos días entre sus empleadas y sus guardias. "Son buenos chicos", le discute jules a las chicas de Millay. "Un hombre... es un hombre. Pero igualmente cumplen con sus deberes, siempre. Y de mejor buena gana si cobran de manera sustanciosa".

Los Anderson van a la cola en esta ocasión. Comiendo polvo del resto, como se diría. Solo que en estos terrenos se levantan más piedrecillas que otra cosa. A lo lejos, Doug puede divisar una enorme cordillera montañosa. Atraviesa todo lo que parece el norte del estado y va más allá, mucho más allá. Neblinosas y con sus copas casi enterradas en nieve. El invierno está aquí, y no tardará mucho en hacerse presente a nivel de tierra. De igual manera, mientras baja la vista al suelo, divisa a una cierta lejanía un caballo, montado por dos figuras. Salen poco a poco de detrás de una colina. Una de las figuras está corcovada, como si llevase el peso de la muerte sobre ella. La otra, erguida y sosteniendo algo entre sus brazos. El corcel baja colina abajo hasta la caravana, como si conociese que ahí estará rodeado de amigos. Al principio el sombreado del paisaje, con el Sol cayendo delante de vosotros, es difícil de discernir. Pero una vez casi ha llegado, se ve claramente que se trata del pastor, una mujer y lo que parece un niño de no más de tres años. Ella, con sus ropas manchadas con colores oscuros, casi irreconocibles, llora en un estado shock sin llegar a cambiar del todo su gesto. El padre Russell, también con su hábito manchado y la cara emponzoñada de tierra, se abraza al caballo y no deja de mirar al suelo. Y el caballo por su parte, no parece dañado en forma alguna. Simplemente parece falto de alimento y bastante cansado. Lo característico es que el corcel lleva colgando a su alrededor, unido por una cuerda, como adornándolo: cubertería de hojalata, bagatelas, relojes, petacas, bandoleras y cinturones vacíos. Ellen, que se encuentra en la parte trasera del carro de Martha, puede ver la escena tan bien como Doug. Molly se queda mirando, casi llevándose las manos a la boca, y los niños, sin entender del todo la escena, guardan también silencio.

Aquellos chavales eran imposibles, no dejaban de dar guerra a todas horas pero la verdad es que le alegraban el día a Ellen casi tanto como un buen... bueno no, tanto no.

- ¿Otro forajido? Está bien... está bien... - concedió a los críos, sentada en la parte trasera del carro donde tanto los pequeños como los Anderson tendrían que viajar escuchando la historia - ¿Conocéis la del Salvaje Bill? ¿No? Bieeen... pues ese cabrón era tan adicto a la adrenalina como al poker, pero tenía muy mal perder... de lo peorcito que se haya visto. Nunca mató a una sola persona en los atracos, nunca - asegura como si lo pudiera hacer de primera mano - ni una, pero como sospechara que hacías trampas con las cartas... - señala hacia delante con dos dedos a modo de pistola - ¡PUM! y a tomar por culo. A veces era solo porque le ganaran, ni trampas ni nada, se ponía como loco cuando le dejaban sin blanca - ríe, el asunto le parecía de lo más gracioso - Estos últimos años se estaba dedicando a las diligencias, cuando quieres oro es mucho más fácil una diligencia que un tren ¿y sabéis cuál es el motivo? Pues muy sencillo, en un tren nunca sabes cuantos pistoleros pueden haber contratado... no lo se, quizá seis o quizá doce...necesitas una banda mucho más grande y parar el tren tampoco es fácil. ¿Explosivos? No cualquiera los maneja ¿entendéis? Es muy arriesgado - asegura - en cambio una diligencia solo lleva un custodio o dos como mucho así que con un par de compañeros lo tienes hecho. No suelen estar bien pagados así que tampoco se van a arriesgar mucho, tiran las armas en cuanto se lo pides, un trabajo que no se complica... Lo último que supe de él es que...

No podía creer lo que veía, no podía creer lo que tenía delante. Señaló distraída a los críos para que miraran y dio aviso a la caravana

- ¡PARAD LOS CARROS! ¡PARAD! - bramó a todo pulmón - soooo chicoooo... - dijo a los caballos del carro de Doug* mientras les hacía aspavientos con su sombrero - ¡EL REVERENDO! - añadió, para alertar a la caravana

Cuando su carro se detuvo bajó con cuidado de no hacerse daño y se aseguró de llevar sus armas encima, confiaba en que el reverendo no trajera compañía indeseable tras sus pasos pero nunca se sabía. Avanzó unos cuantos pasos para darle encuentro.

Igual no había curado bien la herida de bala de Ellen, recordé los pasos que había llevado a cabo, por si me había olvidado alguno o si había cometido algún error, pero no, cuando había extraído balas de las vacas había sido igual. Quizás igual con las pinzas habría cortado algo en su interior, quién sabe si la bala habría dañado algo ahí dentro - si hubiera sido algo grave, habría muerto de la hemorragia - pero aquella mujer seguía viva, lo único que no estaba recuperada del todo. Igual había que hurgar en la herida a mayor profundidad, quién sabe, aunque aquello suponía un riesgo - lo mejor sería que la atendiera un médico, uno de verdad y a poder ser no en un carro - porque ésa era otra, el reposo de un carro no era el mismo que estar tumbada en una cama sobre tierra firme.

Con todo, esperaba que no fuera grave, quizás había pasado poco tiempo. Habría que esperar más.

Empezó a haber jaleo, me giré para ver qué ocurría. Fue cuando vi al pastor -¡ay, madre! - en compañía o en ausencia de todos los demás, carros incluidos - ¡¡¡les han atacado, les han atacado... los indios!!! - aquello era grave, aunque previsible. Lo que no estaba del todo claro es que, si estaba allí... - ¿le habrán seguido? ¿cómo pudo escapar? ¿nos atacarán a nosotros también? - me puse bastante nerviosa, salté del carro de Martha, una vez se detuvo, y fui a contárselo a los Allister y de paso al resto - el Pastor Russell, el pastor Russell...

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Una vez Ellen termina de acercarse, un olor la azota con fuerza en la cara. Podrían ser días de camino sin lavarse, sangre, meados o hasta un cadáver, pero esa peste no es normal. El pastor tiene una mirada muy cansada, de lento pestañeo y fija en un punto. Por muchos gestos que se le hagan o por mucho que se le hable, no parece reaccionar, pero está bastante entero. La mujer parece igual de catatónica, y si la fuesen a bajar del caballo, no sería extraño que no pudiese dar un paso sin ayuda. El caballo, sin embargo, no aguarda demasiado tiempo quieto en el sitio salvo que le fuercen a quedarse. Va directo hacia los carros y se queda pegado a uno, relinchando con mínimas fuerzas, buscando algo de comer.
La caravana se alerta en el momento que se produce el griterío, y hasta Jenny y Drew se dan cuenta del follón, bajando a medio trote. Drew se percata de quienes son y avanza con mayor rapidez, como si con la velocidad pudiese arrancarles del sufrimiento padecido. El carro de la familia de creyentes bajan del suyo por igual, la mujer con su hija en brazos y el padre adelantándose al encuentro. Drew deja su caballo y se aproxima al pastor; intenta sacarlo del trance, pero es imposible. Se acerca a la mujer y le espeta:

—¡¿Qué ha pasado, señora Gray?! ¡¿Los indios, ha-ha-han sido los indios?! —La mujer tampoco reacciona más que mirando hacia Ellen, luego hacia Drew y por último hacia el fondo, hacia ninguna parte.

El niño que lleva en brazos está tapado con una sábana y parece ser el foco del terrible hedor.
Muchos se arremolinan en torno a la escena, guardando las distancias, incluida la familia de baptistas. La mujer llora desconsolada y el padre se quiere acercar más, pero no parece atreverse y guarda silencio. Jenny se acerca y deja su yegua tras la gente, apartando a todo el mundo para llegar hasta el centro de la escena.

—Drew —dice Jenny con voz seria— Ve con el resto de los... de estos, de esta gente, por favor —señala hacia la familia de baptistas— La señorita Hardin y yo nos ocupamos de ayudar a tu pastor y a esta chica.

—¡QUÉ COJONES PENNY! —Drew se gira violentamente hacia Jenny— ¡SON MI GENTE¡ ¡¡MI GENTE!! —se desgañita con el grito, mientras se da golpes en el pecho— ¡¿VAS A MANDARME A OTRO LADO PORQUE SOY EL IMBÉCIL?! ¡DÉJAME EN PAZ, MIERDA! —baja al padre con rabia del caballo, costándole tremendamente abrirle los brazos para que deje de abrazar al caballo. Lo carga sobre su hombro y lo lleva al carro de los baptistas, mientras la familia le sigue entre llantos y silencio.

Jenny se queda callada con un gesto de ira contenida mientras mira al suelo, casi llorosa.

—¡Hardin! Ayúdeme con esta pobre mujer —va hacia la mujer sin decir otra palabra más.

Tragó saliva cuando se percató de la procedencia del olor a podredumbre, ni ella iba a encontrar humor negro en aquello, al menos de momento. 

Joder, qué pena... 

Hardin se acercó para quitarle el cadáver del crío a su madre, era sin duda la tarea más desagrable que había por hacer y bajar a la mujer le tiraría más de los puntos. Cuando se hizo con él ayudo con la mano libre a bajar a la mujer pero dejando que fuera Jenny quien la sostuviera y cargara con el peso. 

- ¡Newberry! - llamó - Échale un ojo a esta mujer... 

A ver si es capaz de decirnos dónde está su Dios ahora... maldito reverendo. Y aún había quien quería hacerme "responsable" de mi decisión, pues me hago responsable de haberos mantenido vivos malditos desagradecidos... estúpidos quienes quisieron seguirle hasta el infierno, lo han encontrado

A saber en que andaría pensando Hardin mientras se alejaba de allí con aquel fardo envuelto en telas, aquel fardo falto de vida que no iba a llorar por mucho que lo alejaran del pecho de su madre. Eso no se lo podían llevar a ningún sitio en ese estado, solo traería enfermedades, había que enterrarlo ahora mismo.

- Una pala, que alguien me ayude... una pala... - dijo, mientras pasaba junto a los carros en dirección al final de la caravana, aquel olor a muerte y la idea de abrir una zanja en su conjunto le recordó a cuando la habían enterrado viva y le retorció algo más que las tripas - que alguien me ayude a hacer una zanja... ¡vamos! ¿Nadie tiene una puta pala?

La herida era la excusa perfecta, pero nunca tendría el valor de abrir una zanja para enterrar a nadie. Podía enfrentarse a media docena de pistoleros y mirar a la muerte a la cara pero no era capaz de hacer un triste agujero en el suelo. 

Estremecedor, habían vuelto con el cadáver de su pequeño en brazos - Dios sabe lo que han vivido - el hecho de que hubieran llegado sin el carro y sin los demás que les acompañaron hacía indicar que habían sufrido en sus carnes algo más que una pesadilla - los indios - quiénes sino les habrían provocado semejante desolación. Estaba claro que habían escogido el mal camino, se habían equivocado y di gracias al cielo de que los Allister no se sumaron a aquella iniciativa.

Fui cominicándolo a los demás miembros de la caravana, era bueno que todos supieran lo que ocurría cuando tomabas decisiones equivocadas.

El último grito de Ellen pidiendo una pala rebota casi literalmente en el pecho de Doug Anderson cuando ella se gira vociferante. El hombre está cerca de ella, trae el rostro ceniciento y una pala en la mano derecha. A su lado va su hijo Samuel, tapándose la nariz y aguantando las arcadas.

—Dame al niño —le pide en tono neutro mientras le pasa la pala a su hijo y extiende los brazos—. Nosotros nos encargamos. Tú deberías estar en el carro descansando.

Hardin se paró el seco, algo sobresaltada, dando medio paso atrás con la sensación de estar a punto de llevarse por delante a Anderson. Estaba claro que no esperaba tenerlo tan cerca, sus pensamientos la habían alejado de la realidad por unos instantes.

Antes de que Doug llegara a hacer la recomendación sobre su descanso ya le había entregado el fardo de podredumbre al hombre, la idea de no tener que acercarse a una zanja para enterrarlo le había parecido maravillosa. "Nosotros nos encargamos" había sido lo más bonito que le había dicho un hombre en mucho tiempo. 

- Eres un buen hombre... - murmuró mientras volvía hacia su carro. Si se refería a lo ocurrido en Credence o a ocuparse del cadáver era algo que no quedaba claro.

Quienes no estaban ya presentes ante la escena, desde luego se enterarían por Sarah de lo que ocurría. Gestos tristes, inmutables u horripilados se juntaban en el creciente grupo de colonos que observaban la trágica escena. Drew miraba con seriedad al padre, mientras este reposaba en el carro de la familia, y el trío que la conformaba cuidaba como podía del padre.

La chica recién llegada, no pudo siquiera darse cuenta de que se Ellen se llevaba al niño antes de estar pisando el suelo. Sus manos, casi ennegrecidas por sujetar a la criatura, se mantenían abiertas mientras ella las miraba. Jenny la ayudaba a caminar hasta llevarla al carro de Jochane, encontrándose Newberry con ambas mujeres a mitad de camino y ayudando a Jenny a llevar a la chica para su revisión.

Tanto Ellen como Doug pudieron ver y oler el resultado de días de desamparo que, gracias al frío de estas llanuras, no ha llegado a acelerarse con tanta rapidez como sí ocurre durante el verano. Aun así, la imagen es inolvidable.
A pesar de lo que pudiera pasar por su mente, Douglas atiende el rápido enterramiento del niño, apartándose cuanto puede del convoy. Una pequeña zanja de metro y medio sería más que suficiente para que los carroñeros no pudieran acercarse a los restos. Samuel quedaría cerca, viendo el trabajo de su padre. Su hermana y madre, algo más alejadas pero igual de presentes, observarían también en silencio.

Newberry hacía toda clase de pruebas elementales sobre la mujer, intentando medir el nivel de afectación física que el terrible trayecto, o que las experiencias anteriores habrían tenido sobre ella. Pero para quienes han vivido horrores parecidos, la realidad es la que es: una parte de ella murió hace unos días, y ese rostro de incredulidad que lleva desde que ha llegado, solo marca la desesperación pasada. Ahora el dolor se asienta en su interior como el vacío que, al menos de momento, no podrá volver a rellenar. Jenny se limita a cogerle las manos grasas y limpiárselas con un trapo y agua. La negrura se opone al agua y la termina tintando por completo.

Ellen regresa como puede al carro de la señora Welsh, y los niños la reciben desde lejos, haciéndole gestos como para que se acerque con rapidez.

Jules y sus chicos guardan silencio, aunque alguno tiene pinta de estar más molesto por el parón que por la situación. Las chicas de Millay se mantienen aparte, como el resto de los de su carro.

Pasará un buen rato hasta que se reanude la marcha, donde cada quién tendrá sus momentos, solitarios o acompañados, para tratar cualesquiera asuntos que ronden sus cabezas.

Alcanzas el carro con dificultad, mientras los dos críos te hacen gestos inocentes para que te acerques. Una vez en el carro, escuchas un llanto reprimido en el asiento delantero.

—Mamá lleva llorando un rato, señorita Hardin... —dice la chiquilla— ¿Qué pasa?

Entre las lonas que cubren el carro, puedes ver la figura de Martha, que solloza mientras mantiene agarrado a su bebé, con su cabecita pegada completamente a su pecho. El bebé hace ruidos sordos, débiles, con cada vez más espacios silenciosos entre ellos.

Cuando Doug termina de tapar la pequeña tumba se retira y se coloca el sombrero en el pecho.

—Sam, hijo, ¿recuerdas alguna oración?

Douglas nunca ha sido un hombre de iglesias ni sacerdotes. Cuando su hijo comienza a entonar una letanía, las lágrimas comienzan a resbalar por sus mejillas...

—Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.»*

Apretó el paso ese último tramo aunque le tiraran los puntos, no podía ser... no el mismo día, ni en broma. Solo se retrasó para girarse un momento hacia los chicos mayores y señalarles con el dedo autoritaria

- Quedaos ahí atrás ¿entendido? - el tono no daba lugar a réplica, ni pizca de la amabilidad de la mujer que hace unos momentos les contaba historias sobre villanos que no eran tan villanos... o quizá si, según la perspectiva

Tragó saliva antes de preguntar, en realidad no quería hacerlo

- Martha... - aproximándose con cierta cautela, como si la mujer fuera una bestia que pudiera revolverse y atacar... aunque no era eso lo que Ellen temía. No había una pregunta concreta que hacer, ya había quedado en el aire. Le puso una mano encima a la pierna de la mujer, todavía sin subir al carro, queriendo llamar su atención para que se explicara.

Dime que se te ha cortado la leche, dime que es polvo del camino... dime algo bonito joder

         - Disculpe por favor señor Newberry la actitud de la peligrosa y ligeramente racista señorita Hardín, quien así como a mi cuando le practique primeros auxilios, a usted tampoco le agradecerá de buena gana su ayuda!    Pero como he dicho antes lo importante es que gracias a su ayuda en Credence solamente ella fue herida, asi que no se lo tome mucho a pecho! -    Responde Meave al contador antes de que apareciera el reverendo, entonces la mujer de negocios al haber mandado a Harry  discretamente a espiar lo que sucedía en Credence con la orden de no llamar la atención, le pidió entonces a su otro pistolero que ayudara a cavar la zanja tras escuchar atenta a la distancia lo poco que la pareja podría haber reacionado ante todos los que se les arremolinaron, entonces cuando ella tuvo la oportunidad le susurró a la pareja de guías:

         - Tras enterrar el cadáver y presentar nuestros respetos creo que debemos continuar con el reverendo y la mujer para alejarnos de aquí ... en el camino averiguaremos exactamente lo que sucedió con ellos y el resto de los que les siguieron! -    Mientras que cavaban la zanja se acerca la mujer de negocios se acerca al reverendo y la mujer que le acompaña para recargar la mano en su hombro y sonreirle un momento en silencio para mostrarle su apoyo antes de susurrar:

         - Hola querido reverendo por favor permitame apoyarle y solo si desea usted hablar conmigo mas adelante de lo sucedido atrás con gusto le escuchare y trataré de reconfortar su alma! .... Amén señor Douglas Anderson! -      Tras susurrar primero al reverendo Meave complamenta las palabras del fragmento del Apocalipsis a Doug.

Fui carro tras carro comentando la situación para que no se impacientaran por el parón y para que supieran las últimas noticias, por supuesto que, alguno que otro se puso nervioso con aquella información, también por la situación pues no era bueno encontrarse con malas noticias en mitad del páramo.

Después volví a mi carro, digo al de los Allister, allí tanto Gideon como su esposa estaban un tanto consternados por la situación, pero tampoco habían perdido la cabeza. Susan me comentó que habría que sobreponerse, pues no había otra opción y que hoy enterraban a un niño pero que en el futuro podrían ser padres de otra criatura. Por contra, Gideon era más pragmático - al menos, ha sobrevivido alguien para contarlo - sí, bueno, algo era algo, aunque viendo las circunstancias de la supervivencia, dudaba que el pastor pudiera estar en condiciones de contar lo sucedido pronto.

- Lo mejor será que no nos bajemos del carro, pues creo que reanudaremos la marcha lo más pronto posible - había unos nubarrones a lo lejos que podían traer de todo, aunque lo peor creo que ya nos había alcanzado.

Luego me enteré de que había habido un mini-funeral privado para el niño. Tampoco había trascendido por las circunstancias en las que había aparecido.