Partida Rol por web

Mientras los demás se van al pueblo a buscar víveres y demás, me quedo organizando en la caravana los alimentos que tenemos, así como voy calmando a la gente para que se conciencie de que hay que racionar más los bienes que tenemos para llegar a Coldforge de una pieza. Pero las circunstancias no parecen soplar en la dirección que quisiera.

Sea como fuere, sigo la costumbre de dar leche a mis patrones como a los hijos de Martha, después vuelvo a atar las vacas al carromato y ayudo a recoger para tener el carro listo para seguir viaje. Por supuesto, para evitar riesgos, no me separo de la carabina, no fuera que hubiera "movimientos" indeseados por parte de algún miembro de la caravana.

A tenor de las circunstancias y teniendo el carro lo suficientemente protegido y vigilado por el matrimonio, así como con Dory, me aventuro a seguir los pasos de Meave y ayudar a los demás a ver qué encontramos de utilidad en aquel lugar (llevo la carabina, así como un saco, por si encuentro algo para llevarlo allí).

Gideon coge su propia escopeta, que lleva casi más para disuadir que para otra cosa. Vigilarán tanto él como Susan el carro con las posesiones de ambos carros. Dory se queda mirando como Sarah se aleja por su cuenta, hasta que queda demasiado lejos como para saber siquiera si viene o va.

La señorita Baxter se junta con el grupo y se ofrece para buscar con el resto.

—Coño, la vaquera —dice Jenny— Pues ya que está aquí todo el mundo, vamos a asegurarnos de que no nos dejamos nada. Vayan algunos de ustedes a las caballerizas, y otros que se queden a revisar bien los otros edificios —señala al azar para formar grupos— Si no le importa, Millay, aprovecharé que se ha traído a un hombre de más para que me ayude a vigilar aquí fuera. Venga, tú hacia allí y yo cubro aquí —le dice al chaval lampiño de Meave— No tarden demasiado, que nos pilla la noche.

Con eso, Doughan va por su lado y el otro va por el suyo. Cada grupo se pone en marcha a su destino sin demora, contando que unos irán a los establos y los demás se quedarán a revisar los otros edficios.

Ellen, Meave y Harry se dirigen a los establos, que quedan a las afueras del pueblo. Se trata de un edificio de madera resistente, bastante grande. No parece que el incendio se extendiese hasta aquí; tampoco hay evidencias de que se intentase quemar en un primer lugar. Los portones delanteros están con las hojas cerradas. Aun así, nada más llegar, escucháis un zumbido ahogado que resuena en el interior. Y si vuestro olfato no os engaña, ahí dentro no hay nada agradable. Pueden intentar abrir las puertas o no.

Doug y Sarah revisan por segunda vez la cantina y la oficina del sheriff, pero en el proceso no parecen encontrar demasiado. En la cantina, tras la barra, Sarah puede apreciar que bajo uno de los tablones se produce un destello, como el de un metal sobre el que se refleja la luz. Para cogerlo, debe hacer palanca con su rifle en un espacio del tablón, lo que no le cuesta demasiado por el estado de la madera semiquemada. La caja de metal todavía retiene algo de calor desde el incendio, pero es seguro cogerla. Eso sí, para abrirla, primero tendrá que reventar una pequeña cerradura. Habéis revisado bien el local y la oficina, y no os habéis topado con ninguna llave del tamaño de esa caja.

Que bien... 

- Tsk... - la mirada de Ellen no dejó duda de lo poco que le gustaba la compañía de aquel par, desde la discusión de ayer se había seguido mostrando abiertamente hostil con Meave y sus hombres. 

Hardin revisó en primer lugar los alrededores de las pilas de agua que solían haber en el exterior de los establos y también junto a las forrajeras. Si no había piedras de sal allí seguramente no las habría. 

- Hay que echar un ojo ahí dentro... - dejó caer, sin mirar a nadie, si querían colaborar que lo hicieran pero ella no se lo iba a pedir. 

        - Por favor Sarah, antes de marcharnos hay que recopilar nuestras adquisiciones y pedirle a alguien de confianza que nos las cuiden, de manera que podamos investigar con mas confianza de no perderlas de vuelta! -    Le termina por decir Meave a la vaquera antes de pedir a su gente que cuide las provisiones de cualquier robo y marcahar hacia el publo con los pocos investigadores de la caravana de colonos

       - Por favor den dos disparos al aire seguidos si requieren ayuda con urgencia! -    Propone Meave a los que van en el otro grupo antes de acompañar a Ellen y Harry en su pesquiza por las caballerizas

           - Si teme tanto lo que puede haber adentro tal vez yo misma pueda abrir la puerta con cuidado mientras que ustedes dos esperan apuntando detras de mi para que no seamos tomados por sorpresa! -    Propone Meave tras pensarlo por un momento antes de que Harry la corrija diciendo:

          - Pero como cree señora!      Mi trabajo es proteger la a usted y sus intereses!    Pusilánime gurdia yo me creeria si no fuese así! -  Responde con cierta autoridad Harry mientras que se interpone para revisar las puertas del granero mientras que mira molesto y crítico a la incómoda y poco útil pistolera, siquiera para su forma de pensar, pero antes de que toque la puerta le pone Meave la mano en el hombro para susurrarle:

         - Esto podría ser una trampa, solo deme un momento para encontrar alguna vara para abrir la puerta a ligera y prudente distancia mientras que ustedes dos me cubren! -   Mientras dice lo anterior Meave busca algún arado, coa, pala o escoba que le permita abrir la puerta sin tocarla directamente antes de que la pareje le cubran la espalda y si no la haya abre por si misma la puerta sin mirar de golpe lo que hay adentro

Miró a uno y a otro mientras discutían, le parecía un espectáculo

- Hay muertos, podredumbre... - explicó - humana o animal. Nada va a estar ahí esperando - aseguró - solo hay que ver si podemos conseguir algún saco de grano, piedras de sal para poder curar carne de caza o algo de forraje para nuestros propios caballos. El fuego no llegó hasta aquí, como mínimo podremos reponer el carro de hierba - la mujer no parecía querer tomaros el pelo

Señaló unos cintos de balas cruzados a su pecho, haciendo notar que eran nuevos

- Eso es todo lo que había en la garita del Sheriff, cadáveres - matizó - no hay nada que vaya a haceros daño, si pensara que hay algo que llenar de plomo estaría en primera linea - tampoco parecía bromear con eso - si os impresiona demasiado el olor a muerto ya lo hará otro

Sigo las indicaciones de Jenny y acompaño a Doug a la oficina del sherif y la cantina - ¿quiénes crees que han podido hacer ésto? - todo un pueblo, no era un simple ataque a un par de carros sino que había sido un ataque organizado, además que faltaban los cadáveres, no porque quisiera verlos, sino porque sólo había señas de que las construcciones habían ardido sin más.

Entramos en la cantina, no había quedado gran cosa en pie. Sí que me fijo que junto al mostrador, en el suelo hay algo que brilla - mira, aquí! - trato de levantar los tablones del suelo - hay algo, creo que es una caja - después de abrir más hueco consigo sacar una pequeña cajita - está cerrada y no he visto las llaves. - Pero no desisto, la introduzco en el saco - me la llevo, veré luego si los Allister me pueden ayudar a abrirla y ver qué contiene.

Luego fuimos a la oficina del sheriff y no encontramos nada.

Doug revisa la munición del cinto que le da Ellen. No cree que los cartuchos le sirvan a su viejo Colt Army ni a su escopeta pero, no obstante se lo queda para comprobarlo más adelante.

Cuando Sarah se une a la búsqueda deja que sean sus ojos más jóvenes los que se encarguen de revisar lo ya explorado y, tal y como era de esperar, ella encuentra algo que a él y a la casi nunca sobria Ellen*, se les había pasado completamente por alto.

—No sé quién ha podido ensañarse así con todo un pueblo —responde mientras recuerda sus propias palabras de amenaza en Credence—; pero no ha podido ser hace mucho tiempo.

Doug deja que Sarah transporte la caja hasta la caravana y se queda deambulando por las ruinas buscando algún indicio de quién ha podido perpetrar esta matanza. En su fuero interno desea que hayan sido los indios que descubrieron masacrados por la caballería; pero ya ha visto bastante horror del que el mismísimo hombre blanco cristiano es capaz de desatar en este mundo.

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Ellen se asegura de buscar fuera algo de utilidad, pero salvo alguna soga, cajones de madera vacíos para transporte y otros útiles de ranchero, no hay nada.

Meave encuentra un rastrillo colgado en un lateral del edificio con el que enganchar una hoja de la puerta y abrirla. Harry se pone en posición lo más lejos posible de las puertas, apuntando con su carabina. Millay abre la puerta con rapidez y empuja con el rastrillo la otra hoja, dejando al descubierto una escena particularmente desagradable: los cuerpos sin vida de varias cabezas de ganado, caballos, algún que otro perro y, sobre todo, los cadáveres de siete personas colgando de las vigas del techo. La mayoría de las personas tienen un gesto de horror en sus caras, con los ojos ya empezando a hundirse en las cuencas; los que no, tienen una evidente mancha de sangre en el cuello de sus camisas y vestidos, con una raja muy pronunciada de lado a lado en sus cuellos, nada que un simple cuchillo pudiese hacer. Todos parecen ser pueblerinos y pueblerinas, destacando un hombre con delantal, bigote y calvicie prominente, de quien se puede adivinar que fuera el barman de la cantina. La marabunta de moscas hace un ruido atronador y la peste es prácticamente insoportable. Registrar el interior sin estar acostumbrada al olor da todas las papeletas para vomitarse, o incluso para empezar a marearse. Una escena tan cruda le dejaría mal cuerpo a cualquiera, incluso a la más dura y experimentada. Harry deja de apuntar, y va a decir algo, pero se provoca con la salida del olor.
Ellen revisa desde fuera el interior y, a parte de los cuerpos, lo único que ve sin entrar son unas balas de heno rectangulares al fondo. Lo que no podría asegurar es si son sanas para los animales o no.

Doug revisa en algún momento las municiones del cinto que le entregó Ellen, y puede confirmar que son del .44, lo que conviene para su revólver. Sarah guarda la caja en la saca y el padre de familia dedica un momento a la reflexión.

Al abrir con éxito la caja metálica, se puede encontrar en su interior un fajo de 270 dólares, una ilustración a carboncillo y una nota de papel. En la imagen se pueden adivinar las formas de tres personas, de cintura para arriba, dibujadas con especial detalle y habilidad: un hombre de poco pelo, bigote incipiente y cejas muy peludas en una vestimenta de diario con un delantal por encima; a su derecha, una mujer mucho más baja que él de pelo rizado, corpulenta y que también va de diario, con una especie de chal por encima; entre ambos se encuentra una joven de no más de doce o quince años con pelo rizado largo echado a un lado, sujetando en una mano un papel más o menos del mismo tamaño que en el que está dibujada esta ilustración, y cogiendo un carboncillo con la otra. Todos miran hacia delante con una expresión alegre. 

¿Leeréis la nota?

Pero qué coño...

Ellen se aparta de la puerta hasta que los establos se ventilen un poco, aquel ambiente era enfermizo.

- Joder, ¿Te has fijado en eso? - dice a Harry mientras se pasa el índice por el cuello - esto es una mierda...

Cuando ha pasado un tiempo razonable pero tampoco excesivo entra para sacar todas las alpacas que encuentre (o las que puedan caber en el carro donde llevan el forraje de los animales). Por mucho que se haya estropeado la superficie deberían tener presión suficiente para mantener sano el centro.

-  Necesitamos forraje para los caballos o no iremos muy lejos - advierte a sus acompañantes

Una vez dentro aprovecha para echar un vistazo a ver si ve algo útil y se fija mejor en las heridas para intentar hacerse una idea de lo ocurrido.

Sacas las que hay, que no son muchas, pero que son indispensables. Jenny se fijará en la situación en caso de que le hagas una señal, y traerá algún animal de carga de la caravana para llevar el heno hasta allí.

En el interior, si había algo de utilidad, parece que se lo llevaron hace tiempo. Tampoco encuentras nada que puedas rapiñar o investigar más a fondo. Es una caballeriza al fin y al cabo. En cuanto a las heridas, no eres ninguna profesional, pero tampoco la experiencia de años hace mucho por decirte mucho más que el motivo de la muerte: los que cuelgan sin sangre manchando sus ropas, murieron por asfixia; los que sí y que presentan tajos largos, les rebanaron el pescuezo como al ganado. Pero tampoco se te ocurre de qué manera. Quizá con un cuchillo de caza o un hacha, no lo tienes muy claro.

Ellen da un silbido y hace un gesto a Jenny para llamar su atención sobre las alpacas, estando segura de que entenderá lo que es necesario para llevarlas a la caravana. 

Por su parte, salvo alguna novedad, regresará a la caravana con las alpacas y el resto de su "recolección". 

Retorno a la caravana con la cajita que encontré en la cantina. Cuando llego a la altura del carro de los Allister, saco la caja del saco y se la enseño tanto a Dory como al matrimonio - mirad lo que he encontrado - les hago saber que no tengo la llave - no la encontré - muevo los hombros como reflejo.

Pregunto a Gideon si será capaz de abrirla o si por el contrario debo de preguntar a los demás por si alguien tiene la suficiente destreza con las cerraduras para poder abrirla.

- ¿Qué creéis que puede contener? - misterio.

Doug camina de regreso con el diario del cantinero en la mano. Por más vueltas que le da no logra encontrar una explicación plausible a qué demonios ha sucedido en Maple. El único pensamiento que ronda su cabeza es de lo más funesto: cada vez tienen más enemigos a sus espaldas y tiene la sensación de que los auténticos problemas no han comenzado todavía.

No pudiendo hacer mucho más, regresáis a la caravana junto a vuestros descubrimientos. A la vuelta, las miradas que recibís no van tanto en la línea del asombro, la curiosidad o el alivio por lo que hayáis podido encontrar, sino que son más bien de indiferencia y desconfianza. Pero ya no solo hacia vosotras/os, sino también entre los otros colonos. Cada quién sube a su carro y se ocupa de sus cosas, volviendo a marchar al poco de haber llegado.

La noche llega con rapidez y pasáis la noche lo más lejos posible de las ruinas del pueblo. Pero incluso a bastante distancia, la sensación de vacío que había en aquel lugar os alcanza.

Durante la noche, Newberry hará su chequeo médico diario a Dory, Ellen y el carro de los Welsh, y un intento de ver al pastor. Aunque con este último seguirá sin tener suerte, y terminará por marcharse ante la oposición rabiosa de Drew y el padre de la familia que ha acogido a Russell. En cada visita, dejará en claro sus opiniones optimistas de cada uno de los casos. En pocos días, el dolor del balazo no será un impedimento para la fiera forajida; mientras que Dory sigue sin hablar, pero parece que al menos entiende y acepta que está entre gente honesta que la protegerá.

Gideon revisa la caja, candil en mano, buscando detalles.

—Pues tiene pinta de que no será muy difícil, pero llevo muchos, muchos años sin practicar con la ganzúa —Alguna vez durante el viaje habría contado a Sarah sus primeras andanzas en el innoble arte del latrocinio, cuando todavía el viejo Allister convervaba los dientes de leche— A ver... —coge una horquilla y la introduce en la cerradura, doblándola y moviéndola con una suavidad impresionante— Casi, creo... ¡Ajá! —Un leve "clack" indica la apertura. Tras abrirla y enorgullecerse por unos segundos de su éxito, le entrega de nuevo la caja a Sarah. Susan le da un beso en la mejilla que hace sonrojar al anciano, y ambos te dejan en compañía de tus pensamientos para que revises tu hallazgo en privado.

[Música recomendada]

Dentro de la caja metálica se pueden encontrar en su interior un fajo de 270 dólares, una ilustración a carboncillo y una nota de papel. En la imagen se pueden adivinar las formas de tres personas, de cintura para arriba, dibujadas con especial detalle y habilidad: un hombre de poco pelo, bigote incipiente y cejas muy peludas en una vestimenta de diario con un delantal por encima; a su derecha, una mujer mucho más baja que él con el pelo rizado, corpulenta y que también va de diario, con una especie de chal por encima; entre ambos se encuentra una joven de no más de doce o quince años también con su pelo largo y rizado echado a un lado, sujetando en una mano un papel más o menos del mismo tamaño que en el que está dibujada esta ilustración, y cogiendo un carboncillo con la otra. Todos miran hacia delante con una expresión alegre. Si Sarah fuese a leer la nota, pondría lo siguiente:

"Querida Jolene, espero que en el momento en el que leas esto te encuentres bien. En esta caja están los ahorros de toda una vida de duro trabajo. Conseguí desviar parte de nuestros ingresos para casos de necesidad, pero con esto creo haber cometido un grave error que nos hará mucho mal en estos días. Sabemos que eres lista y fuerte y que sabrás cuidarte bien. Ojalá nunca tengas que leer esto y pueda entregarte este dinero en mano. Intenta ser feliz.

Tu padre y tu madre que te quieren."

Los pausados minutos que Sarah ha aprovechado para atender el contenido de la caja habrán sido solo para ella. Si decide o no revelar esta información, correrá de su cuenta.

El campamento está mucho más silencioso que de costumbre, y eso hace que los murmullos se hagan todavía más eco que en noches pasadas. Aun así, quien quiere, sabe cómo hablar para que todo quede en secreto.