Partida Rol por web

Después de que pasaran aproximadamente 15 minutos desde que el primero de ellos hubiera llegado a la puerta, un par de hombres que medían más de dos metros, prácticamente idénticos y llenos de tatuajes llegaron al lugar. Para algunos de ellos, aquella pareja eran de sobra conocidos aunque llevaban varios días sin verlos.

Lo extraño de su llegada fue que vestían muy arreglados. Iban con chaqueta, camisa y corbata. Parecía que mas que al Circo del Sol, fuesen a una boda. Y lo más sorprendente es que su cara parecía confusa y extrañada, como si ellos dos no conociesen de nada a algunos de los presentes y sin duda, esta vez, no parecía que tuvieran esa aptitud amenazadora como antes.

Quién sabe, lo mismo aquellos dos gemelos también habían sido invitados al evento, o quizá no fuesen los mismos gigantes con los que se habían topado unos días antes.

Antonio Jesús había decidido permanecer en silencio, viendo cómo comenzaban a llegar más personas. No le pasó desapercibido que, al igual que la pelirroja, las dos últimas chicas en llegar mostraban una actitud muy diferente a las de los otros individuos que habían recibido las invitaciones.

Lo más extraño llegó cuando la muchacha de cabello negro y tez pálida indicó que aquella situación debía de ser una redada de la policía para capturar metahumanos. Semejante revelación hizo que AJ se sintiera horrorizado, entre otras cosas porque estaba seguro de que, después del atentado, el gobierno estaría dispuesto a capturar a todos los metas, independientemente de su peligrosidad. Sin embargo, sólo había una única persona que estuviera al tanto de su secreto y nunca le delataría a la policía. Nadie sabía lo que le había sucedido después del fatídico concierto de Obús, por lo que estaba convencido de que la chica del pelo negro había mentido con respecto a lo de la redada.

Lo que sí le quedó claro fue que el muchacho de cabello castaño que había recibido la invitación por Whatsapp era un metahumano. Sólo había que ver la rapidez con la que pretendía marcharse en esos instantes para convencerse de que le aterraba la idea de la redada.

-Espera -dijo el metalero, aproximándose a la chica de cabello negro que había mencionado la redada. La mano enguantada de AJ tocó el brazo de la muchacha para evitar que esta se marchase, aunque la apartó de inmediato, queriendo evitar en lo posible toda muestra de contacto-. ¿Cómo sabes que la poli está haciendo redadas para capturar a esos monstruos?

Entonces Antonio se fijó en los recién llegados: un chico de tez morena que parecía un auténtico latin lover, y una pareja de gemelos idénticos, de más de dos metros de altura, con algunos tatuajes y que se habían arreglado como fuesen a asistir a una boda. El grupo congregado en la puerta del pabellón comenzaba a ser lo suficientemente variopinto como para que el joven heavy no pensara en la posibilidad de que todos ellos eran metahumanos.

La dirección de la entrada era bastante clara, allí se encontraba el Palacio de los Deportes. No había que ser de Madrid para saber qué tipo de edificio era aquél.

Es un pabellón multiusos situado en el centro de Madrid. Posee una capacidad que varía en función de la actividad que albergue, pudiendo ampliar su aforo desde los 10.000 iniciales hasta los 12.500 en los encuentros de baloncesto, o un máximo 15.500 en conciertos. Entre sus actividades, además de las dos citadas, se encuentran las de acoger eventos de atletismo, o partidos de balonmano, siendo el recinto deportivo de Madrid que más posibilidades ofrece. Actualmente el escenario donde el Real Madrid de Baloncesto y el Club Baloncesto Estudiantes disputan sus encuentros como locales.

Pero parecía que aquel día, el Palacio de los Deportes albergaría una actividad poco habitual. El circo del Sol había llegado a Madrid y era un buen lugar para ver las maravillosas acrobacias que se desarrollarían allí.

Lo habitual es que un encuentro como aquel atrajese a cientos de interesados al lugar, normalmente la plaza donde se encontraba debería estar abarrotada de gente que estuviese esperando a sus familias, amigos o parejas. Lo normal es que en aquellas situaciones, la afluencia fuera tanta que hubiera que llegar unos minutos antes para entrar sin problema alguno.

Pero por extraño que pareciese, allí no había nadie hoy. Bueno, quizá hubiera algún anciano paseando y dando de comer a las palomas, unos cuantos jóvenes practicando skate en las decoraciones que ofrecía la plaza, o quizá estuviese la típica familia paseando a su bebé. ¡Incluso más allá había un par de adolescentes dándose el lote!

A los lados había montones de terrazas, todas ellas ocupadas, pues hacía un buen día. La gente estaba tomando un café, un aperitivo o simplemente un refresco. Lo normal es que un miércoles por la parte estuviera abarrotado, pero... en lo que se refería a la entrada del palacio, nada. Allí tan solo había una docena de personas esperando. A lo mejor la hora de la entrada estaba equivocada y habían llegado demasiado pronto pues no había nadie más por allí.

¡Fantástico! Cactus había llegado, ya teníamos a las tres Supernenas en pleno, y lo primero que comenta es lo de las redadas policiales para cazar a los metas, o como quieras llamarlos.

Eugenia sintió un escalofrío que recorrió toda su espalda, desde la base de la columna hasta el último cabello de su coronilla. Aún así le sonaba absurdo. Eugenia llevaba desde los 15 años manifestándose contra la aprobación de tal o cual ley que atentase contra las libertades de los ciudadanos, todavía recordaba la bola de esputo que se había formado en sus entrañas al comenzar a hablar de la Ley Mordaza, y ahora le costaba creer que los cuerpos del orden se pudiesen dedicar a algo así sin que se hubiese hablado públicamente del asunto. Hacían falta nuevas leyes y decretos para aquello, no puedes lanzar a los perros a la calle sin haber convencido a la población de que actúan en base al cumplimiento de unas leyes de las que, por lo menos conocerán el nombre.

Al mismo tiempo no tenía especiales ganas en mostrarse como lo que era delante de aquel variopinto grupo de desconocidos así que cerró su gran bocaza, dando gracias a que su palidez natural fuese un bonus para no ser delatada.

Cuando llegaron el par de gemelos gigantes estuvo a punto de hacer alguna coña sobre la aparición de los payasos del Cirque, comentando que los tomarían de la mano y los irían dejando en sus butacas correspondientes mientras se unían a sus compis en el escenario, pero la naturaleza aparentemente cambiante de aquellos tatuajes y la falta de dayglo en los colores de su vestuario le hizo pararse en seco.

N iba a salir corriendo, pero tampoco se podía quedar de brazos cruzados. Se encaminó a la puerta de entrada y comenzó golpear su superficie con los nudillos abstrayéndose de la gente circundante.  

Carla no esperaba que ninguno de los presentes se acercara a ellas, en eso días escuchar la palabra mutante, metahumano y otros sinónimos, era motivo suficiente para que la gente no quisiera saber nada del tema y se marcharan, fueran lo que fueran. Pero aquel tipo que vestía de una forma similar a la que vestía Carla muchas veces, se había acercado y les estaba preguntando. Por un segundo Carla no supo que decir, y finalmente pensó algo.

-No se de qué hablas.-Dijo Carla en voz baja. Luego miro en dirección a los gigantes, a los cuales no había visto nunca, pero no le daban buena espina, sin duda serían duros de abatir si tenía que hacerlo.

Carla, se pasó la mano por el pelo,justo por encima de la oreja, en un gesto para destapar la oreja en la que llevaba el pinganillo, para que el chico Heavy que estaba cerca, tuviera oportunidad de verlo si tenía buena vista, Luego lo miro.-nos tenemos que ir.- no estaba seguro de que aquel joven vestido de negro fuera mutante o no, pero si veía el pinganillo, tal vez decidiera que lo más sensato era no meterse en problemas y no hacer preguntas. Nadie lo sabía, y todo aquello era una tremenda improvisación para minimizar daños a terceros.

"Joder, piraros ya, que esto va a empezar en nada, y se va a liar gorda." -era el pensamiento que se repetía en su cabeza una y otra vez.

Rebeca se había pensado mucho si ir, demasiado y seguía sin saber si debería estar allí. Quizá la habían timado, no sería la primera vez, aunque tampoco le cuadraba. ¿Qué lógica tenía regalarle algo así si no tenía validez ni iba a recibir ya nada a cambio?

Había sucedido unos días atrás, un cliente de aspecto extraño que renqueaba se había pasado un par de horas sentado en un rincón con un café en la mano. Las compañeras de Rebeca comentaban lo raro que era mientras ella se encargaba de la freidora, pero ninguna se atrevía a echarlo. Solo cuando rotaron puesto y la chica se acercó a su turno de barra asqueada, el señor se levantó y se acercó para pedir un menú. La chica se ofreció a llevárselo a la mesa, al ver su cojera y el hombre, insistió en regalarle aquel pase como agradecimiento.

No sonaba a timo... ¿verdad?  

Nerea aun no tenía muy clara la idea de sacar a toda esa gente de allí. Seguía pensando que iban a necesitar ayuda para lo que iban a enfrentar pero, también era cierto que si había alguien normal en aquel lugar preferiría no involucrarlo. Su mirada se desvió levemente hacia una de las personas que hasta hacia poco se encontraba en el grupo y había empezado a alejarse. Realmente le parecía el más normal de todos los que había allí , había sentido cierto remordimiento al escucharle la despedida, pero prefería que alguien pensara que le habían tomado el pelo a que su vida corriera peligro. De eso estaba segura, motivo por el que, sin mucha intención de moverlas, siguió haciendo como que tiraba de sus compañeras.

Con sorpresa la joven se volteo al notar un contacto en su brazo. Su mirada se dirigió hacia la mano que se había depositado en ella con espanto hasta darse cuenta de que el hombre iba con guantes. Una cierta expresión de alivio se mostro en su rostro. Como si se sintiera agradecida de no haber sido tocada directamente por el joven.-Si...simplemente lo sé, ¡Si hasta ha salido por la tele!.- Explicó como si lo que los medios de televisión contaran fuera la pura realidad.

Su compañera respondió con evasivas al joven dando toda contestación posible pero, justo cuando Nerea iba a volver intentar alejarlas de la zona, su mirada se encontró con los dos gigantes. Sus ojos se abrieron levemente en una mezcla de incredulidad y terror.- Son... son ellos.- Comento hacia sus compañeras. No tuvo siquiera que actuar en aquella situación, realmente se encontraba sorprendida.- Los de el corte inglés de sol...- Cuando se dio cuenta de que empezaba a hablar de mas añadió unas pocas palabras más.- Salieron por la televisión...

Por un lado para alivio de Rebeca, la plaza estaba bastante vacía, pero por otro no debería ser buena señal. Se debatía si acercarse al grupito de gente que esperaba en la puerta y preguntarles, o simplemente esperar. Preguntarles no era la opción agradable para ella, así que se fue acercando poco a poco hacia la entrada y a una distancia prudencial paró a comprobar de nuevo la hora impresa en el papel, luego miró por enésima vez su reloj de pulsera. 

- Sí, debería ser aquí -pensó. No le quedaba más remedio que acercarse a preguntar, a no ser... 

Finalmente se acercó al grupo de la entrada disimuladamente, pero no para preguntar sino para poner la oreja a ver qué comentaban los allí reunidos. A veces era sorprendente lo efectiva que era esa triquiñuela.

Ya se había alejado varios metros cuando notó por su lado como un chico de color se acercaba. Ulises sintió la necesidad de darse la vuelta y ver si también empezaban a marcharse,cosa lógica para cualquiera si aquella chica había dicho que podía tratarse de una redada, pero se sorprendió de que allí seguían. No lo entendía. Hubo nuevas incorporaciones, como la de dos enormes gemelos elegantemente vestidos. Daban realmente miedo si fuesen amenazadores pero allí estaban como si fuesen dos víctimas más del engaño, observando la situación con confusión. Por último, una chica de cabellos ondulados.

El chico se empezó a sentir mal, si algo malo les podía ocurrir, ser el único que se salvara lo haría sentir muy culpable por no haber intentado convencer al resto a que se marchasen, así que, mirando a un lado y a otro de su alrededor, se acercó a la última chica que de momento no se había dirigido a los demás (Rebecca).

- Hola, perdona, creo que estás aquí por lo de la invitación, ¿No?. De ser así o no te aconsejo que te alejes. Dicen que va a haber una redada de la policía, que ya ha pasado antes, aunque no entiendo el motivo. - en eso último mintió. No era propio de él pero no quería dar por sentado lo que era tal como pudo haberlo hecho antes.

Javier estaba a lo suyo, pensando en todas las posibilidades que podrían ocurrir y que salieran mal para ellos cuando vio aparecer a los dos gigantes que conocía de sobra, su primera reacción fue fruncir el ceño e ir a encararse, pero un destello recordatorio de la paliza que le dieron, como le dejaron la cara y que estuvo a punto de morir a sus manos, hizo que el paso fuera más bien hacia atrás, alejándose de ellos para mantener la distancia que el creía segura, como unos quince metros estarían bien.

Nerea y Carla intentaban hacer todo lo posible para que los que estaban allí que no debían de estar se largaran. Joder, si a duras penas sabían si ellos iban a salir como para tener que preocuparse de unos cuantos que no sabían donde se metían.

Esto era una mierda de las gordas.

-Sí, creo que esto no tiene buena pinta -dijo Javier alejándose un poco más- creo que os dejaré a vuestro aire y espero que disfrutéis del calabozo o a donde os lleven cuando aparezca la poli -se llevó dos dedos a la frente en un burdo saludo militar- hasta otra pringaillos.

Sin más, Javier se alejó del grupo con la intención de ser el detonante que iniciara la marcha de todos los presentes.

Sintiendo el peso de la mano de Carla sobre el hombro se inclinó hacia ella con las manos en los bolsillos.

-Solo es caro si lo haces de forma masiva. Yo no me fiaría mucho de las pintas para medir el nivel económico- que se lo dijesen a los góticos zarrapastrosos que se dejaban cantidades absurdas de dinero en ropa rota, con imperdibles y parches mal cosidos, los pijos del underground y los punkis y los metaleros no iban tan atrás en cuanto a dejearse los cuartos. Joder, si hasta presumían de ello en la cafetería a voces para ver quién era el más comprometido con la tribu urbana, aunque como la individua arisca había comentado, había timos que no iban tras el dinero. Que se lo dijesen a ella, a veces simplemente el poder controlar a alguien era ganancia suficiente. Suspiró y se encogió de hombros como si no le importara lo más mínimo lo que ellos creyeran, después de todo la verdad era mucho más inverosímil que lo que les estaban diciendo para que se largasen de ahí y salvar sus culos.

Asintió coincidiendo con Nerea aunque las palabras que había dicho le habían puesto la piel de pollo y mientras que ella tiraba de Carla María le dio un toque a Javier en la espalda.

-Vosotros veréis-esbozó una nueva sonrisa y se volvió para largarse por donde había venido cuando vio acercarse a los gigantes que habían querido secuestrarla. Los gigantes que habían destrozado la cabeza de Javi contra el tejado de aquella terraza. Los gigantes...- Javi-dijo con la voz rota y el semblante desprovisto del escaso color con el que contaba. La mano se le crispó en la camiseta de él y retrocedió torpemente- vámonos. vámonos,joder. Que le den a todo esto.-conminó a todos, ya no le importaba si eso era una trampa, si iban a pagar el pato inocentes o si iba a aparecer la alcaldesa de Madrid vestida de chulapa vendiendo helados. Tiró de Javier e intentó agarrar a Nerea para alejarlos de allí. Carla no había tenido que enfrentarse a ellos pero para María con una vez en la vida tenía suficiente.
 

Rebeca se sobresaltó cuando le hablaron, aquella persona se había acercado a ella, quizá demasiado, se apartó un par de pasos disimuladamente mientras escuchaba lo que le estaba diciendo. <<¿Una redada?>> En otras circunstancias no le hubiese preocupado, normalmente no tenía nada que ocultar, pero después de todo lo que había estado sucediendo, aquella información la alteró, era mejor no tentar a la suerte. De todos modos, no sabía ni por qué había aceptado aquella invitación, mucho menos entendía por qué se había decidido a ir allí. Sí, quizá era mejor hacer caso a ese completo desconocido y alejarse, aunque por algún extraño motivo le picaba la curiosidad.

- G-gracias... -contestó con timidez. Echó un ultimo vistazo al variopinto grupo de gente y observó cómo algunos escampaban. Ella se giró, dándole la espalda al chico, para empezar a hacer lo mismo.

Nerea sintió un escalofrío cuando AJ le agarró del brazo a pesar de que llevaba guantes y sintió como recreaba una imagen reciente del pasado del muchacho, sintiendo y viendo como si fuera él mismo.

AJ frunció el ceño al ver que tenía una carta en el buzón, escrita a su nombre pero sin ningún tipo de remitente. Sin duda, eso era extraño. A esas alturas, poca gente se comunicaba mediante el carteo y menos aún la generación de Antonio, en la que primaba sobre todo el internet y el Whatsapp.

El metalero se sorprendió al leer el contenido, ya que se trataba de una entrada para asistir al Circo del Sol. No recordaba haber participado nunca en ningún sorteo de entradas a espectáculos de ese tipo, pero, por otra parte, era el Circo del Sol. Según tenía entendido, una entrada para acudir a esos espectáculos podía costarle un pastón. ¿Quién podía habérsela regalado? No conocía a nadie que pudiera tener intención de invitarle a un circo y Alejando Barragán, su mejor amigo, solía ser bastante tacaño cuando tocaba soltar dinero. Antonio estaba convencido de que Barragán no podía ser, pero entonces, ¿quién?

-¿Y si fuera...? -comenzó a fantasear el joven, en voz alta, pensando en la posibilidad de que alguien se hubiera enterado de sus capacidades para manipular la electricidad y estuvieran ofreciéndole la opción de que trabajase en el Circo del Sol. "No, no puede ser" se dijo a sí mismo, convencido. "Solo hay una persona que conoce tu secreto y él nunca se iría de la lengua. ¿O sí?".

El eléctrico veinteañero no quería dejar pasar la oportunidad de asistir a ese espectáculo y tenía curiosidad de saber quién podía estar interesado en invitarle, por lo que tomó una decisión: hablaría con su tío y le pediría la tarde libre para poder asistir al Wizink Center. Por ello, tomando el móvil, decidió enviar a su tío paterno un mensaje de voz por Whatsapp:

-¡Ey! ¡Hola, tío! Mira, sé que esto puede sonar un poco raro, pero ahora que se acerca el cumpleaños de mi madre, he pensado en ir esta tarde al centro para echar un vistazo a algún posible regalo. Y de paso también mirar alguna guitarra, creo que la mía se está rompiendo. Ya no suena como antes. Espero que no haya problema. ¡Hasta luego!

Parte del grupo que se había congregado frente a la puerta, más de una docena de personas, había entrado en una acalorada discusión sobre el error de haber ido hasta allí y sobre la posibilidad de que les hubieran engañado. Incluso alguno se alejó del lugar por temor a que llegase la policía e hiciese una redada. Pero en ese momento, uno de ellos se fijó en que había una cara llena de maquillaje detrás de las puertas de la entrada. Se podría decir que había aparecido"de la nada". Pues nadie lo había visto llegar. Y eso que el sol no estaba incidiendo sobre los cristales, por lo que el reflejo dejaba ver tranquilamente a través de él.

El recién aparecido detrás del cristal, sonrió ampliamente. El maquillaje de su cara hizo que su mueca fuera aún más grande. Por lo que le daba un aspecto gracioso y divertido.

Con gestos fluidos y elegantes, comenzó a dar pequeños brinquitos. Como si fuera un niño a punto de recibir un premio por su buen comportamiento. Daba saltitos mientras con su mano, enfundada en un guante de terciopelo blanco, les invitaba a pasar. Se puso a hacer gestos de que abrieran la puerta, y en cuanto uno de los presentes hizo el amago, el payaso se dio cuenta de que estaba cerrada. Volvió a reírse sin hacer ruido, daba la sensación de que fuera algún tipo de mimo del espectáculo. Y que con sus exagerados gestos estaba tratando de amenizarles la espera.

El hombre sacó unas gigantescas llaves de... ¿de dónde? No llevaba bolsillos y ninguno había visto que pudiera llevarlas consigo. El caso es que con esas grandes llaves de plástico, de colores muy vistosos, como las de los llaveros de niños pequeños, tocó la puerta y ésta se abrió como por arte de magia. El mimo volvió a reírse en silencio y se largó de allí dando volteretas laterales a gran velocidad.

A Eugenia, que había sido testigo de aquella escena en primera fila, aquello le había parecido muy triste.

- Si el tan cacareado Cirque du Soleil ha llegado a estos límites de imbecilidad y pobreza de medios, apaga y vámonos. Si alguien ha dejado a su pareja a la vuelta de la esquina por falta de entradas, estoy por regalarle la mía para ver si cuela. - Suspiró trarando de imaginar la caida en picado del colectivo, debieron de terminar la gira de hace tres años usando material cedido por Ikea. La siguiente la habían hecho von cosas del Tiger, y ahora ya estaban al nivel del chino de la esquina. - ¡Descorazonador! ¿No? Así normal que tengan que usar trucos como los de las entradas personalizadas, o picamos nosotros tres o no comen caliente esta noche.-

Realmente Eugenia tenía casi más curiosidad ahora. - Venga, va. A ver si improvisan cosas con cajas de cartón y podemos aprender alguna parida para jugar con los sobris.- Sólo le faltó escupir al suelo para demostrar al resto su joie de vivre mientras empujaba la puerta, apesadumbrada, disponiéndose a localizar a aquel triste saltimbanco.

A Antonio no le pasó por alto la expresión de alivio en el rostro de aquella chica de piel pálida y cabello negro como el ala de un cuervo cuando la había tocado con su mano enguantada. ¿Estaba asustada y pensaba que se trataba de otra persona? ¿Poseía alguna peculiaridad por la que no le agradaba que la tocaran directamente? ¿Quizá le habían hecho daño y no quería contacto humano? El muchacho no tenía ni idea, aunque no le pasó desapercibió tampoco cómo la otra muchacha, la rubia, le mostraba sutilmene un pinganillo.

"Aquí está pasando algo raro" se dijo el heavy, convencido. Las explicaciones de la morena no resultaban muy convicentes y se le notaba nerviosa, pero entre el empeño que estaba poniendo, la cara de terror con la que había mirado a los gigantes y luego del detalle de la chica rubia mostrándole el pinganillo, supuso que estaban intentando que todos se marcharan de allí. "Quieren que nos marchemos. Nos están intentando avisar de algo, y si se han inventado lo de la redada, debe de ser algo mucho peor. ¿Quizá un atentado?".

-Pues yo me abro, mamones -les dijo al grupito que aún continuaba sin hacer caso a las advertencias de marcharse de las tres tres chicas y el atractivo joven de ojos claros-. Si alguien se va a pirar, podemos ir fifty-fifty y vendemos nuestras entradas a alguien. En Vallecas seguro que me las compra alguno.

Se disponía a despedirse con un gesto de mano de la chica de pelo, del gordito, de los gemelos y del siniestro latin lover que no había dicho ni una palabra cuando, de pronto, divisó a aquel saltimbanqui con el rostro pintado y que, de alguna manera, acababa de abrirles la puerta desde el interior del edificio.

Volviendo a introducirse las enguantadas manos en los bolsillos, el muchacho comenzó a alejarse, aunque sin perder de vista al cuarteto de veinteañeros que estaba intentando hacer lo posible para que el resto de los presentes se marchara.

Rebeca escuchó un murmullo y se giró,  a tiempo de ver al payaso abrir la puerta. Se quedó plantada mirando hacia el lugar sin saber qué hacer. <<¿Y ahora qué?>>

Miró su pase, al desconocido y a la puerta alternativamente, sintiéndose profundamente inútil por su indecisión. Finalmente se dirigió resoplando hacia el edificio, dispuesta a entrar.

<<De perdidos al río...>>

Durante unos momentos la joven se quedó en duda y vio como el joven Rockero se empezaba a marchar de la zona. Su mirada se dirigió primero hacia los gigantes, quienes no parecían hacer expresión de conocer a los allí presentes y, después una vez más hacia el Rockero. Era absurdo, estaban enfrentando a algo que no sabían que era y en vez de tomar ayuda de la gente que había allí estaban espantándolos. La mano de la joven se cerró en un puño ante la indecisión justo antes de ver como el payaso aparecia detrás de los cristales.

-Joder.- Una única maldición salió de la boca de la joven al ver como una de las personas empezaba a entrar. Su vista se giro hacia Carla.- Te encargo esto un momento.- Dijó antes de empezar a caminar hacia el rockero. Cuando llego hasta él fue la propia Nerea la que le paro esta vez, por desgracia para los que había alrededor, ahora si parecía hablar en voz lo suficiente baja como para que no lo escucharan a esa distancia.

- Antonio Jesús Jiménez.-Pronuncio la joven mientras le paraba, siendo consciente de que el joven no se había presentado. Era técnicamente imposible que conociera su nombre.-¿De verdad buscabas un trabajo? Ahora mismo, ahí dentro se va a liar una buena por culpa de un meta-humano que ha citado a todas estas personas aquí.-La joven hablaba segura de sus palabras.- No sabemos que planea, pero seguro que nada bueno.

La joven dio un pequeño suspiro antes de seguir hablando.-Mi recomendación seria que te marches y vayas a mirar esa guitarra nueva que necesitas, pero si de verdad quieres hacer algo con tus poderes y, en este caso ayudar... A diferencia de mis compañeras sé muy bien que vamos a necesitar ayuda.- Nerea miro hacia la puerta, preguntándose cuantos más de los que había allí serian meta-humanos, si es que no lo eran todos. Independientemente de quienes lo fueran, ¿Quien iba a estar dispuesto a meterse en aquel follón a sabiendas de lo que era?

La joven se mordió ligeramente el labio inferior antes de mirar al rockero, aunque tuviera poderes, ¿Realmente quería involucrar a aquella gente en todo aquello? ¿Se podría perdonar a si misma si luego alguno moría o salía herido de gravedad? En los ojos de Nerea se podía ver claramente como había un conflicto interno de decisiones.

Durante un buen rato habían estado discutiendo sobre la finalidad de estar allí. Francisco, que no había visto nada en el interior había permanecido atento, con la barbilla alta y gesto pensativo a lo que los chavales comentaban. Todos habían sido invitados y bastantes habían comentado que habían recibido su entrada en misteriosas y extrañas condiciones, la suya propia había sido aparentemente fruto de la casualidad de no ser por las iniciales que tras la discusión podía certificar eran las suyas.

La aparición del payaso le hizo bajar la mirada para mirarle por encima del cristal de sus lentes. Esto no era un espectáculo, no podía ser casualidad que hubieran reunido a los chavales allí... pero ¿y él? Fuera cual fuera la coincidencia que les hubiera traído no creía que hubieran querido traer a un jubilado hasta aquí. No obstante algunos chavales tenían miedo, otros se sentían inseguros y en todos los casos ninguno quería entrar.

Sería bueno que llamarais a vuestros padres  - Cuando el payaso abrió la puerta Francisco hizo ademán de entrar, y el personaje pintado desapareció haciendo cabriolas. Miró otra vez a los chavales y en un momento a Eugenia, quien parecía la mayor del grupo- No creo que nos hayan traído a todos nosotros para hacer un número de cajas

Francisco se ajustó las lentes y la corbata, y entró, dirigiéndose por el pasillo que el payaso hubiera desaparecido.