Partida Rol por web

El viaje ha sido arduo y difícil, no sólo por el desierto que has tenido que atravesar al que, gracias a Alá, ya estás algo habituado, si no por el hecho de que nuevamente algunos inocentes han sucumbido al mal que te rodea y posee desde que usaste la daga.
Tuviste que matarles... eras tú o ellos, te hubieran asesinado de haber tenido la oportunidad a pesar de ser simple mercaderes. Y al instante siguiente... eran algo muy distinto, sombras malévolas de ellos mismos, con sed de sangre, de tu sangre. Probablemente un método de autoprotección de las Arenas del Tiempo, quieren asesinar al que las usó y desencadenó toda la maldición, pero aun no has perdido la esperanza. Aún.

Cuando atraviesas las enormes puertas de la muralla que rodea Jerusalén te sientes algo más aliviado, por el simple hecho de que los edificios que la pueblan, así cómo sus habitantes, parecen mostrarte que nada ha cambiado a pesar de todo. Pero sabes que puede volverse una pesadilla cuando llegue la noche.
Todavía es mediodía, te sientes algo sediento y hambriento pero debes empezar a buscar...

Paso a paso, camino tras camino, cabalgando sobre el camello o sobre el ardor del desierto en contacto directo bajo mis pies consigo llegar a Jerusalén. Mi salvación, mi última y única esperanza se alza majestuosa ante mis ojos.

Mi espada guardada bajo la capa y la cabeza tapada con la capucha. Debo esconderme de todo el mundo, quizás alguien me reconozca. Es difícil saber que tipo de recibimiento podría tener. La daga en el bolsillo parece que pesa. Quizás sean solo imaginaciones mías o es la sensación de carga la que transporto que no solo me oscurece el ánimo sino que me llena de pena.

Será mejor que encuentre un sitio donde pasar la noche sin que me molesten antes de que se haga de noche. No quisiera tener que matar a más inocentes. Camino por las calles buscando un sitio donde poder saciar mi sed y mi hambre y luego, quizás encontrar un sitio donde poder dormir a solas.

Caminas solo pro las calles, puesto que tu acompañante animal pereció hace apenas un par de días durante el duro trayecto por el desierto. Fue fuerte y fiel, si no hubiera sido por él probablemente no hubieras podido llegar hasta donde estás ahora...
No resulta demasiado difícil conseguir algo de agua y comida básica en cualquier puesto del mercado o incluso en alguna de las varias posadas y tabernas de la ciudad, todo dependerá de cómo quieras pasar desapercibido, al igual que para la noche.
En una posada tendrás tu propia habitación, pero muchas miradas indiscretas y cuchicheos a tu alrededor fáciles de averiguar. Si decides descansar de forma menos adecuada y cómoda quizá puedas pasar mas desapercibido. Colarte en un granero o establo se presenta cómo un buen método en estos momentos, y nadie saldría perjudicado con ello. Podrías apostar a que muchos campesinos de las granjas colindantes estarían dispuestos a ellos por un par de monedas.

Camino entre la gente sin levantar muchas miradas. Muchos caminantes llegan como yo a la ciudad. Mi barba no desvela mi origen más que lo haría la de un vagabundo. Paro en un par de puestos del mercado y compro algo de comer y un buen trago con el que saciar mi sed.

Una vez termino de saciar mi hambre camino fuera de la ciudad, necesito buscar un lugar donde pasar la noche apartado de miradas indiscretas. Camino con paso lento por los alrededores buscando una granja solitaria para acercarme a ella y hablar con el dueño. Quizás por unas pocas monedas me deje dormir en su granero. A falta de dinero muchos sintecho hacen esto para poder dormir calientes.

Aquella parece perfecta. Me dirijo hacia una pequeña, pero solitaria granja con un gran granero o pajar a sus espaldas. Espero que no haga muchas preguntas o tendré que buscarme otra. Toco a la puerta de la casa con mi nudillos.

Sacias tu hambre aunque tampoco abusas demasiado de la comida, guardando algo de las sobras para tener provisiones, así podrás alimentarte un par de veces más con lo que has comprado.
Después de eso te empiezas a alejar de la ciudad, lo cuál resulta más difícil de lo esperado debido a sus intrincadas calles y los edificios agolpados unos junto a otros impidiéndote distinguir cuando termina realmente la ciudad.

Abandonas la seguridad de las murallas y entonces empiezas a distinguir pequeñas casas y granjas dispersadas aquí y allá, dirigiéndote a una que te parezca lo suficientemente limpia y con establo pero sin que llegue a llamar la atención en demasía.
Te abre un tipo bastante corpulento que te saca casi una cabeza de diferencia en cuanto a la altura. Su rostro y su brazo izquierdo parecen algo demacrados por algún tipo de quemadura que harían retroceder a más de uno nada más verlo.
Sus ojos, hundidos y oscuros, sin apenas brillo, han quedado asimétricos debido al "accidente" y su cabeza sin pelo se mueve de arriba a abajo al observarte.
-¿Puedo ayudarle?- pregunta por simple educación, aunque su tono resulta desdeñoso.

Guardo en un saquito con mimo y cuidado las sobras de la comida. Vivir en el desierto te enseña que es mejor guardar por si quedas enterrado bajo una tormenta de arena. Quizás es una exageración, pero no sería la primera vez en mi viaje que tengo que sufrirla.

De la puerta sale un tipo grande y algo desfigurado, pero agacho la cabeza y mostrando mis manos como en un cuenco no le pido limosna sino un sitio donde dormir-Buenas tardes buen hombre. Soy un caminante que está muy cansado. He visto que tiene un granero grande y espacioso y me preguntaba si por algunas monedas me dejaría pasar allí la noche-mi voz suena como temblorosa-no puedo permitirme un sitio dentro de la ciudad, pero tengo algo de dinero que quizás le venga bien y yo pueda descansar un poco.-Espero que su reacción ahora sea algo más favorable.Meto la mano en el bolsillo y saco un par de monedas para mostrárselas sin levantar la cabeza.

El corpulento hombre te mira inquisitivamente, con expresión pensativa mientras se mesa la barba de pocos días y una sonrisa burlona y triunfal se dibuja en su rostro.
-No está mal roñoso, no está mal...- dice de forma peyorativa mientras mira tus relucientes monedas -Si sacas un par más de esa bolsa tuya podrás quedarte toda la noche. Dudo que alguien más te acepte en su casa- ríe sonoramente cómo si eso fuera gracioso, aunque en realidad el precio es abusivo teniendo el cuenta el sitio que te está ofreciendo.

Agacho aún más la cabeza ocultando mi rostro y subo aún más las manos para acercarle las dos monedas que tengo en ellas.-Lo siento señor, pero no puedo ofrecer más monedas-Alá me enseñó a respetar a las personas, pero a las personas de buen corazón. Ladrones y asesinos deben pagar su justo castigo. Es justo igualmente ofrecer una segunda oportunidad a las personas.-Acepte estas dos monedas por favor y permítame dormir en su cobertizo. Es de buenos cristianos ayudar al prójimo, ya me lo dijo mi madre.-Apelo a su religión con poca esperanza.

-Veta a mendigar a otro sitio roñoso, quizá alguien acepte una proposición tan absurda- te da un manotazo provocando que las dos monedas caigan al suelo con un pequeño tintineo y queden casi perdidas a causa de la oscuridad que empieza a inundar el cielo. El hombre ríe sonoramente, recreándose en tu desgracia mientras cierra la puerta con un sonoro portazo y sigues distinguiendo sus carcajadas desde el interior.
Ahora todo ha quedado más oscuro si cabe y un escalofrío te recorre de arriba a abajo al recordar a ese ser que te lleva siguiendo desde que todo empezó...

Te sobresaltas un poco cuando una voz interrumpe tus siniestros pensamientos a pesar de que lo hace en susurros.
-Señor, puede quedarse en el cobertizo si promete marcharse al alba...- por un momento te viene el recuerdo de tu querida hermana al contemplar a la mujer que te está hablando, pero sus ojos son mucho más claros.
Cubre su rostro con un pañuelo y su cuerpo con una túnica desgastada y echa jirones, lo cuál te lleva a pensar automáticamente que no se trata de la esposa de ese hombre.

Me agacho a recoger las monedas sin soltar un solo improperio contra el hombre que acaba de rechazar no sólo mis monedas sino la segunda oportunidad que le ofrecí, quizás merezca un escarmiento. Una cura de humildad. Recojo cada una de las dos monedas del suelo y vuelvo a levantar la cabeza cuando una voz me hace girarme sobre mi mismo para ver de donde procede.

La joven que está a mi lado no se de donde ha salido, pero por su forma de vestir no parece ser la mujer del propietario de la granja. Se parece bastante a mi hermana, sin embargo sus ojos no son los mismos-Disculpe, pero el señor que acaba de cerrar la puerta no me ha permitido quedarme, ¿quién es usted y por qué quiere echarme una mano contraviniendo sus deseos?-La miro a los ojos para ver algún tipo de emoción. No me importa que vea mis rasgos claramente árabes.

-Él es un poco...hosco- concluye después de unos segundos pensando un adjetivo para definirle que no resulte excesivamente "contundente".
-No creo que deba cobrarle cuando tan sólo ha pedido quedarse en el cobertizo, mientras se comporte debidamente...-gira su rostro en dirección a la pequeña y algo destartalada cabaña a la que estáis haciendo referencia sin dejar de sujetar su pañuelo. Cuánto más habla más notas su acento extranjero pero es muy leve, debe de hacer bastantes años que vive aquí. O por lo menos que emplea el hebreo cómo lengua común.

-Si no hace ruido mi señor no lo sabrá, sólo debe marcharse pronto, al alba- asiente un par de veces y entonces vuelve a mirarte, retrocediendo un paro al distinguir tus rasgos. Habría qué saber qué tipo de cosas le habrá dicho sobre los "árabes" ese hombre.

-¿Por qué se arriesga a que la vean conmigo sabiendo que él no me ha dado permiso?-Abro la mano y miro las dos monedas que iba a darle al dueño-tome, digo alargando la mano en su dirección. Quédeselas.-Veo como la chica retrocede al verme y la miro algo sorprendido.

-¿Se asusta de mí? No soy más que un pobre viajero que necesita un sitio donde dormir. Prometo marcharme al alba. Prométame que no vendrá al cobertizo antes de que amanezca. Necesito estar solo.-Sigo con la mano estirada esperando que vuelva a acercarse y tome las monedas.

-No me asusto... Su rostro me resulta familiar, quizá le vi antes en la ciudad- mira de reojo los alejados muros de Jerusalén, apenas perceptibles ya en la oscuridad nocturna que os rodea, pero aún así sus palabras parecen cargadas de dudas.
Se acerca a ti entonces, pero en lugar de coger tus monedas encoge tus dedos para que tu puño quede cerrado y aprecias las cicatrices y aspereza de su tacto a pesar del poco contacto que habéis tenido.

-Descanse tranquilo, si todo permanece en silencio no hay de que preocuparse- asiente convencida y finalmente suelta el pañuelo que le envolvía su cara, dejando a la vista unas facciones bastante atractivas y unos ojos grises carentes de brillo o esperanza.
-Entraré al alba por si se siente incapaz de despertarse por sí mismo- te observa de nuevo inquisitivamente, como si todavía intentara asociarte a "algo" pero parece que desiste y se dispone a marcharse.

-He llegado hoy y he dado una vuelta por la ciudad, si ha estado por allí esta mañana puede que hayamos coincidido.-Aunque lo dudo, porque he mantenido mi cara bien escondida todo el tiempo.-La miro a los ojos e intento adivinar la procedencia de la joven, pero trata de marcharse. Vuelvo a ofrecerle las monedas-no quisiera marcharme a dormir sin antes agradecer su gesto con estas cuatro monedas.-A las dos que tenía añado dos monedas más que saco de algún bolsillo interior de mis ropajes.

Será mejor que me marche cuanto antes, está oscureciendo demasiado y no quisiera que ocurriera nada malo con esta pobre muchacha. Acepta las monedas, son tuyas. Te las mereces, al igual que seguro te mereces estar en un lugar mejor.

-No puedo aceptarlas, además mi señor me reprendería si las encontrara y podría ser peor, ni siquiera podría gastarlas...- niega con la cabeza mirando las relucientes monedas sobre tu mano y después te sonríe levemente efectuando una pequeña inclinación.
-De todos modos le agradezco su gesto, debe de ser una importante suma para usted- vuelve a sujetar el pañuelo para cubrir su rostro y antes de darte tiempo a replicar o insistir se marcha al interior de la pequeña casa por una puerta lateral de madera bastante desgastada.

Así pues, el cobertizo parece un buen lugar para pasar desapercibido y no "causar problemas". Obviamente será incómodo pero después de haber dormido en pleno desierto pocos lugares pueden resultar peores para descansar.

Veo marchar a la joven de la cual aún no sé el nombre, pero no acepta mis monedas. Parece una criada y además la debe tener esclavizada. Sus rasgos y su acento no me acaban de dejar claro su origen, pero parece que no nació en esta ciudad.

Guardo las monedas en el bolsillo y me dirijo al cobertizo amparado por las sombras y la oscuridad creciente, con la esperanza de que no aparezca nadie durante la noche y pueda pasarla tranquilo. Quizás deba comprarle algo mañana si tengo tiempo, en compensación. Pero antes debo eliminar de raíz mi maldición.

La noche te ofrece un escondite cómo pocos, sin embargo sabes que la extraña criatura que te persigue también gozará de beneficios y eso te hace estar alerta pero aún así consigues dormirte...

Despiertas cuando en el exterior empieza a clarear, pero todavía no ha amanecido del todo y sigue notándose la fría brisa de la madrugada.
De todas formas tu instinto te altera y te hace estar atento a tu alrededor. Algo no acaba de marchar bien y te sería imposible volver a conciliar el sueño en estos momentos. Igualmente no falta demasiado para el alba y deberías marcharte de todos modos...
Te sientes vigilado, observado, perseguido. En realidad eso no es nuevo para ti, pero esta vez parece algo más cercano que las otras veces.

Duermo toda la noche en aquel granero, no es lo más cómodo pero suficientemente discreto. Antes de que amanezca algo me despierta. Me siento intranquilo y eso no es bueno. Esta sensación la he tenido muchas vece ante y es que mi instinto no me falla, algo ocurre y será mejor que esté preparado.

Me incorporo y me termino de vestir. Recojo todas mis cosas y me coloco la capa y la capucha antes de salir. Aun está oscuro, pero lo tenues rayos del sol ya empiezan a aparecer por el horizonte, hoy debo encontrar una cura para mi mal.

Sales de la choza sin problemas, ni siquiera la extraña muchacha ha precisado salir para despertarte, así le ahorras posibles problemas que precisamente es lo que no querías.
Te quedas en el exterior preguntándote a dónde deberías dirigirte ahora puesto que las puertas de la muralla que rodea la ciudad permanecen cerradas y entonces... Lo ves.
Todavía a cierta distancia de ti pero acercándose cómo una centella oscura y diabólica, el ser engendrado por culpa de la daga y de todo lo que su uso conllevó se dirige hacia ti con expresión triunfal y algo macabra en su rostro.
¿Qué tipo de poderes podrá poseer?, ¿podrá dominar el tiempo?, ¿podrías sobrevivir a su ataque...?