Partida Rol por web

—Ir a una taberna me parece un gran plan. Nunca he estado en ninguna. ¿Cómo es?

Los aventureros se giraron sorprendidos para encontrarse con... ¡Morte! La calavera flotante miraba a los aventureros cona una expresión de satisfacción. O eso se imaginaban. El no muerto era simplemente un cráneo sin carne ni músculos a excepción de los ojos. Así que realmente no era muy expresivo.

—¿Por qué ponéis esas caras? ¡Si estábais esperándome! ¿Por qué si no estaríais ahí todos quietos en una puerta sin salir? Por cierto, ¿qué hay al otro lado?

Echándose para atrás del susto, Yolen se quedó mirando a la calavera para finalmente soltar una profunda risitada, al más puri estilo enano.

-Ja, vaya, vaya, mira quién ha llegado. Sinceramente, no me explico como pusiste salir de ahí sin manos, amigo mío. En fin, tú insistencia es admirable, yo creo que se merece estar un tiempo con nosotros, ¿No os parece? Además, no tenemos ni idea de lo que hay al otro lado, igual su ayuda es útil, de la manera que venga.

 - Estoy calmado, Enviado de los Dioses -respondió a Yolen e hizo una pausa reflexiva- Bueno, igual no enviado por los Dioses, yo estaba equivocando -el ''primer regreso'' del enano había causado esa impresión en el genasi, pero tras varios regresos o todos eran Enviados de los Dioses o no lo era ninguno. 

 - Sí, deseo salir. En realidad no estoy calmado, este lugar me pon---- se cortó de sopetón al escuchar a Morte- Oh, ¿poedes salir de tu sala?

Miró de reojo hacia la salida y añadió:

 - Ya lo dijiste antes ''compihueso'', el mayorr enemigo es una puerta -Arkose se alegraba (a su manera) de ver que no todo intentaba matarlos. 

Jon se giró al escuchar la ¿familiar? voz de Morte. Si, ahí estaba, la calavera flotante con sus ojos brillantes, mirándolos como si fuera lo más normal del mundo.

-Morte.- comenzó Jon, sorprendido. -¿Cómo es que siempre apareces en el mejor momento posible?- preguntó, irónico.

Se llevó una mano al rostro, pasándosela por la cara con exasperación. Claro, justo cuando parecía que estaban a punto de salir de aquel maldito lugar, Morte reaparecía, como un recordatorio de que la normalidad era algo lejano para ellos.

-Una taberna, dices... Bueno, si nunca has estado en una, digamos que es un lugar lleno de gente ruidosa, bebemos hasta caer y, lo mejor de todo, nadie intenta matarte.- lanzó una mirada significativa a sus compañeros. -Bueno, eso espero.-

-En fin, ¿Vamos?- preguntó, mirando al grupo, calavera flotante incluida.

Naberus escuchaba las palabras del resto, los intercambios casi banales que llenaban el aire, con una mezcla de aburrimiento y desdén. Tanto parloteo sobre tabernas y salidas, y sin embargo, seguían allí, varados frente a una puerta cerrada. Era como si los demás no entendieran la gravedad de la situación, o peor aún, no estuvieran dispuestos a tomar la iniciativa que claramente él debía liderar.

Su mirada se desvió hacia Morte, la calavera flotante que había aparecido con su usual y casi irritante sentido de oportunidad. Aunque la conversación sobre tabernas y demás trivialidades le resultaba insoportable, la presencia de Morte le despertaba algo más. No tanto por la calavera en sí, sino por lo que podría significar. Una entidad no muerta que, de alguna manera, había escapado a las reglas naturales. Un objeto de poder, quizás. O al menos, algo útil para evitar riesgos innecesarios.

Naberus entrecerró los ojos, sopesando sus opciones. La puerta frente a ellos le causaba más curiosidad que preocupación, pero aún así, no tenía la intención de exponerse al azar. Si Morte era tan prescindible como aparentaba ser, mejor ponerlo a prueba.

Sin decir una palabra, se adelantó con esa altanería característica que había marcado cada uno de sus movimientos desde el principio. Con un gesto firme y rápido, agarró a Morte del aire, sintiendo el frío del hueso bajo su tacto.

—Ya que tienes tantas ganas de estar con nosotros —dijo, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—, ¿por qué no nos haces el honor de abrir la puerta?

Sin esperar respuesta, usó a Morte como si fuera una herramienta, empujándolo hacia la puerta. Desconfiaba de las advertencias implícitas de que la puerta pudiera ser mortal. Si había algún peligro, mejor que lo enfrentara primero la calavera flotante.

Fue entonces cuando Naberus sintió la mano suave de la siniestra elfa pálida en su hombro. Un gesto firme aunque carente de fuerza del que podría deshacerse sin la menor complicación.

- Para ser tan altanero bien te escondes tras el más débil, lo que te deja a ti en esa posición. – le asaeteó con las palabras tomando la delantera ella misma hacia la puerta dispuesta a abrirla.

- Grace – respondiendo aún con más desdén al enano que llevaba el símbolo de esa furcia que se hacía llamar diosa.

Ya tenía la mano en la puerta.

- No sé que encontraremos en una taberna, pero desde luego aquí no encontraremos más respuestas a este fallo del universo que hay que arreglar. La muerte debe volver a funcionar como debe. – sentenció terminando de empujar la puerta por la que se colaba la luz para salir al exterior sin ningún miedo. Si moría regresaría. No había nada que temer.

—¿Abrir la puerta? ¡Si no tengo manos! ¡Ak ak ak ak ak ak ak ak!—rió Morte al ser preguntado por Naberus. La calavera estaba de buen humor al ser bien recibida en el grupo. Al menos hasta que el githyanki lo agarró y este empezó a gritar—¡AAAAAAAAAAAAH! ¡AGRESIÓN! ¡AGRESIÓN!

La calavera tocó la puerta y no pasó nada. Ni trampas ni otras cosas. Aunque claro, también era lo normal. Para disparar ciertos mecanismos, lo habitual era que primero se abriera la puerta. Cansada de tanta tontería, Grace empujó la puerta con sus manos dando paso al exterior.

El grupo continua aquí.