Partida Rol por web

El capitán se encogió en su abrigo y se frotó los brazos mientras un escalofrío le recorría el cuerpo -tal vez por el frío, tal vez sobrecogido por el imponente edificio-.

-¿Está segurro de que aquí guardarán los planos de todas las propiedades del pueblo? -preguntó, arqueando una ceja-. Bueno, supongo que usted estarrá acostumbrado a tratar con policías, así que de momento me limitaré a seguirle.

Me encasqueto bien el sombrero y me abrigo en mi gabardina. - Sí, Herr Kapitän. De tener los planos y registros de propiedad en algún sitio, en un pueblo tan pequeño como éste estarán aquí. - Abro la puerta y me adentro en el siniestro edificio. Un escalofrío recorre mi espalda al dejar volar mi imaginación por culpa de las gárgolas de la planta superior. Cuanto antes deje el frío y la nieve mejor me encontraré.

Una vez dentro me dirijo al mostrador de recepción o al primer oficial o policía que vea por allí.

Una vez cruzáis el umbral de la puerta, el lugar no parece tan impresionante como habíais imaginado, pero el ambiente es similar y aún sigue trasmitiendo cierto sentimiento sobrio e imponente. Las paredes de piedra y madera  trasmiten algo de frío a la zona, lo que aumenta aún más este efecto.

Esta primera habitación tiene un tamaño considerable y no muestra ninguna ventana al exterior. Dos grandes lámparas dejan caer del techo una luz relativamente tenue que ilumina la sala, mostrando un largo recibidor completamente vacío que concuerda con la impoluta decoración de la sala. Tras el mostrador no hay ninguna secretaria o policía con la que poder hablar. 

En las esquinas, hay cuatro guardas de seguridad, y oís ruidos al fondo. Indudablemente alguien está trabajando dentro de ese edificio. Menos mal... Por un momento dudasteis que estuvieramos hablando de una comisería. 

Echáis otra ojeada a vuestro alrededor, y veis que detrás de vosotros hay algunas sillas que invitan a la gente a esperar. Los guardias apenas se inmutan con vuestra entrada, y no os dirigen si quiera un saludo. 

El capitán se quitó la gorra mientras miraba a su alrededor y después se desabrochó el abrigo.

Miró a Kellemport y se encogió de hombros, esperando a que él hiciera algo.

Me acerco al mostrador y examino a ver si hay algún timbre o algo para llamar la atención de los agentes. Cualquier cosa que pueda indicarles que hay un ciudadano esperando. Si lo hay lo hago sonar. Mientras reviso rápidamente los objetos y papeles que vea desperdigados por encima del escritorio. Echo un ojo a las notas de búsqueda colgadas en las paredes, así como a las fotos de presos huidos. En definitiva cualquier cosa que pudiera llamarme la atención. Si no hay timbre espero a que alguien venga a atendernos.

Según le echo un vistazo a las puertas, a ver si alguna tiene algún letrero que indique la función de la habitación, me dirijo hacia Herr Kapitän susurrando: - Tenemos que conseguir llegar hasta el archivo. No tengo ni idea de en qué habitación estará. Lo intentaremos por las buenas, si no lo conseguimos yo les entretendré todo lo que pueda, y usted intente colarse. Eche un vistazo rápido, no saque ningún documento con usted del edificio y vuelva aquí cuanto antes. ¿Entendido? - le miro a los ojos para asegurarme de que lo ha comprendido. - Lo máximo que puede pasar es que quieran meternos a uno de los dos un par de días en el calabozo, y con las leyes actuales estaríamos fuera en un par de horas, no se preocupe: yo pagaría la fianza. -

El capitán frunció el ceño, dubitativo. Miró a los guardias e inspeccionó la estancia parsimoniosamente. Se inclinó hacia el detective.

-Está bien, pero inténtelo por las buenas primerro -susurró.

No parecía muy ansioso por meterse en problemas con la Ley.

La espera se hizo eterna... Pasaron 5 minutos, luego 10, luego otros 10... Finalmente, un hombre apareció de una de las puertas tras el mostrador, convenientemente impoluto, sin carteles de se busca, ni papeles por firmar. 

Se trata de un hombre uniformado con el traje de policía, tiene unos ojos oscuros, pero una sonrisa alegre, y las arrugas y las canas de su pelo delatan su edad, que girará entorno a los 50 años.

Dirige una miranda momentánea hacia los guardas de seguridad, y observa la sala con seriedad y detenimiento. Para su mirada en vosotros, y entonces su enorme sonrisa inunda el lugar de nuevo.

Se encamina fuera del mostrador, con paso decidido, hasta estar junto a vosotros. Entonces extiende una mano con gran seguridad.

- Soy el sargento O'Relly. ¿En qué puedo ayudarles?

- ¡Hola sargento O´Relly! - le estrecho la mano con firmeza mientras dejo que mi sonrisa asome. Intento todo lo posible no intimidarle... la mayor parte de la gente se siente intimidada al verme. Me quito el sombrero y prosigo: - Mi nombre es Kellemport, ahora mismo no estoy trabajando, vengo de la comisaría de Boston Park, pero me gustaría pedirle un favor, a ver si me podía echar una mano con un asuntillo, si no le va a suponer ningún problema claro...-

El hombre torna su expresión un tanto seria, mientras os mira a ambos de arriba abajo. 

- Acompáñenme a mi despacho, es mejor hablar en privado.

Se encamina hacia la izquierda, en dirección a una pequeña puerta custodiada por uno de los guardias, y os hace un gesto cediéndoos el paso. 

- Claro sargento O'Relly. - Hago un gesto con la cabeza a Herr Kapitän y me dirijo el primero hacia el despacho. Inclino levemente la cabeza a modo de saludo al guardia y entro y tomo asiento mientras examino a mi alrededor.

Os encontrais en una sala, que aunque quizá a simple vista parezca un despacho, basta haber estado en uno para saber que ese no es uno de ellos.  Hay algunas estanterías, una mesa y tres sillas, una de un lado y otras dos en frente. Pero no hay ningún nombre en la mesa, ni una foto, nada... Apenas un periódico del Boston Globe. 

Probablemente no sea su despacho, solo un sitio que le han dejado para que atienda las denuncias o a las personas que vayan a la comisaría. 

Justo en frente de por donde habéis entrado hay otra puerta. 

El policía os mira medio segundo y se sienta en su silla con un gesto despreocupado. 

- Bueno... Contadme. ¿En qué os puedo ayudar?

- Bien sargento O'Relly. - miro hacia atrás disimuladamente y me echo un poco hacia adelante para susurrarle: - Un amigo mío tiene un problema con una herencia... y me preguntaba si le importaría dejarme echar un vistazo rápido a los registros de propiedad del pueblo... - miro de nuevo hacia los lados para asegurarme de que nadie nos escucha. - No es nada ilegal y no tengo intención de llevarme nada, sólo quiero ver un nombre y ya está. Si hay alguna forma en que pueda echarme una mano... Yo nunca he estado aquí, ni he hablado con usted. - le hago un leve gesto con la cabeza para ver si me entiende.

El hombre se pone serio y comienza a tamborilear con sus dedos sobre la mesa. Espera unos segundos, y finalmente sonríe y te observa un rato:

- ¿Es usted investigador privado?

- Actualmente sí, supongo que eso no supondrá un problema, ¿no? - le miro inquisitivamente. - Estoy seguro de que podremos llegar a un acuerdo. -

- Bueno, creo que como excepción, podría dejar que pasaran a los archivos. Pero, tendrán que pagarme la Tasa normal de Investigador. 

Dice mirando a ambos, expectante. 

- Mi amigo no es investigador, pero es mejor que me acompañe al archivo... le abonaremos las 2 tasas pertinentes. - echo un rápido vistazo al Kapitän para asegurarme de que no le supondrá un problema ético o moral. Al fin y al cabo este hombre perteneció a la marina. - Si me dice a cuánto asciende... - miro de nuevo al sargento mientras saco la cartera de mi gabardina.

El capitán parecía tranquilo y expectante. Incluso esbozó una pequeña sonrisa de satisfacción por lo fácil que estaba resultando el trámite. No sabía que existieran esa clase de tasas, pero parecía una forma justa y razonable de recaudar fondos para el municipio.

- Normalmente... 15$ cada uno, pero por ser vosotros, 20$ los dos. - Dice alzando una gran sonrisa.