Partida Rol por web

Fiske asintio sin decdir palabra mientras pegaba su cuerpo lo maximo posible a la fria pared. Era el momento de que los "soldados" hicieran su trabajo pero, por si acaso, el tambien se preparo, sobre todo mentalmente, por si algo salia mal y tenia que correr o disparar, poniendo su cuerpo nuevamente en tension y listo para cualquier inesperado imprevisto.

Solo esperaba que aquellos britanicos supiesen lo que hacian...

Thomas se aferró con fuerza a la barra de la pasarela y se alzó tirando de los brazos. Una vez arriba, desenvainó el cuchillo, teñido de negro para que no destacase en la oscuridad, y avanzó para alcanzar al pobre guardia por la espalda.

El cabo logra subir y acercarse al guardia justo después de que gire de vuelta hacia la garita. Sostenéis la respiración mientras se le acerca para darle el golpe de gracia con su cuchillo, permaneciendo atentos a las evoluciones de cualquier otra figura que pudiese aparecer...

Lo más rápido posible, el cabo le rodeó la boca con la mano para que no gritase he introdujo la hoja del cuchillo entre las costillas. Deslizó hacia dentro, apretando los dientes cuando notó que raspaba hueso.

El cuchillo se clava en el cuello del soldado y comienza a cortar, encontrándose en seguida con hueso. Gladstone siente en un principio que ha encontrado una vértebra y que la cosa está acabada. Pero el soldado ¡se revuelve! ¡Maldición, el hueso debe ser la clavícula! ¡Demasiado abajo! Sólo tiene un segundo para rematar la faena...

Frozando sus brazos, Thomas obliga al cuchillo a descender otra vez intentando atravesar la yugular del soldado. Lo siente por él, pero esto es una guerra, y en toda guerra hay muertos. Mejor él que cualquier judio al que estos cabrones de los boches hayan echado mano.

-Que Dios te acoja en su seno.

Y Dios o quien quiera que corresponda se lo lleva. El soldado expira en brazos del teniente. Sin duda habrá quien le eche de menos. Todos tenemos una madre, un padre, quizá un hijo, quizá cartas de amor que dejará sin respuesta, dirigidas a alguien que no entienda vuestros motivos y vaya a tener el resto de su vida para maldecir las guerras.

Cuando todos los corazones se han calmado y el cuerpo ha sido escondido tras de una esquina os volvéis a vuestro alrededor. Nadie os ha visto, pero ahora ya no tenéis todo el tiempo del mundo. En algún momento se descubrirá la ausencia del soldado; puede que en unos minutos o en una o dos horas, no más.

Cerca de donde estáis, el edificio del agua pesada ofrece dos entradas en su lado oeste, ambas con dirección a la zona de calderas. Otra opción sería rodearlo y encontrar otras entradas.

Liam soltó todo el aire que había contenido con la emoción del momento, y bajó el arma. Contento por la resolución del combate, pero más contento por no haber tenido que disparar. Un disparo habría sido como gritar en las puertas de aquel edificio que quería que lo mataran.

Todo salió a pedir de boca, al menos de momento. Echandose el arma al hombro nuevamente, tras asegurarla, corrió hacía donde el cabo se encontraba. 

Fiske respiro mas aliviado aunque no demasiado. El militar habia actuado como un profesional entrenado y eso era lo que era. Ahora debian darse prisa para que la falta del guardia no llamase la atencion al resto de nazis de la zona.

Con celeridad subio con el resto de compañeros y se coloco cerca de las entradas a la zona de calderas.

- Sera mejor que entremos ya... no queremos llamar demasiado la atencion, ¿verdad?

Fiske se apoyo en la pared y preparo su arma, dispuesto a entrar tras los soldados en el edificio y asi olvidarse del frio y de los guardias que aun merodeaban por la zona.

-Tienes razón, Fiske. Señores, entremos por aquí.

Cuchillo en una mano y la pistola en otra, el cabo Gladstone empujó con cuidado la puerta, intentando que no hiciese demasiado ruido en el caso de que estuviese abierta.

Por fin estaban dentro, lejos del alcance del foco. Sólo esperaba que no descubrieran el cadáver del guardia hasta que ya fuera demasiado tarde.

Rápidamente os acercáis a la puerta de las escaleras del lado este de la fábrica, oscuras y sólo ascendentes, en cuyo descansillo encontráis la segunda puerta esperada, la que da a la sala de calderas. No habiendo luz al otro lado que se aprecie bajo la jamba, Fiske se arriesga a abrir: allí no hay nadie. Sólo dos calderas de agua caliente rugiendo mientras introducen el líquido en las tuberías de calefacción.

Tres puertas salen de esta sala. Una, la que da a la terraza exterior, no ofrece signos de presencia humana. La orientada al oeste tampoco. Sin embargo, bajo la que se orienta al sur sí que asoma un rayo de luz, aunque ningún sonido que percibáis.

-Cubriré esta puerta.- dice Thrud dirigiéndose a la entrada oeste, posando una mano en el pomo para mantenerla cerrada o notar la vibración en caso de que alguien vaya a pretender abrirla.

Fiske mira a Thrud y asiente apoyando su cuerpo en la pared cercana a la puerta oeste; luego mira a los soldados para que ellos establezcan cual debe ser su siguiente movimiento...

Su respiracion es corta pero agitada y sus manos aferran con fuerza el arma que sostiene. Solo espera no tener sorpresas...

Con la pistola en ristre, el cabo se acercó a Liam.

-¿Dónde debes poner las bombas exactamente?

¿Perdone cabo? Dijo Liam susurrando, había estado siguiendo al grupo lo más en silencio que había podido y también vigilando la retaguardia, no fuera que algún alemán le diera por aparecerse como si del mismo Patricio se tratara.

¿No es Hunt quien tiene que colocar esto?

-Pregúnteselo a Hunt, diablos.

Liam enarcó una ceja mirando a su cabo, pero era un tipo ordenado y en su mente nunca se concebía una mala contestación a un superior.

¿Cabo Hunt, donde tiene que colocar los explosivos? Susurró lo suficientemente alto para que este pudiera escucharle.