Al ver los intentos de Meliador y de Jenna de salvar a Arnold, supo que la vergüenza lo acompañaría el resto de su vida. ¿Qué le estaba sucediendo aquél día, en el que de repente estaba dejando todo honor de lado? ¿Cómo podía permanecer allí sentado mientras el heredero terminaba de acercarse a aquél siniestro espejo, mientras Hékate se deshacía con insultante facilidad de quien intentara salvarlo de su destino? Supo de inmediato que, ante el poder de la bruja, él hubiera fracasado también, pero al menos, habría intentado hacer...
...algo.
Pero cuando del espejo salieron aquellos lazos y se llevaron no solo a Arnold, sino también a la mediana y al adivinador, aquello fue demasiado. Prímula decidió seguirlos, por su propia voluntad, casi como si hubiera estado esperando aquello. Locke había desaparecido. Y Brianna... Le devolvió la mirada un instante, pero no pudo reunir el ánimo de responderle. Se maldijo por haber dejado que consideraciones personales se inmiscuyeran en una situación tan peligrosa y de vital importancia, pero aunque tarde, se puso en pie también, dispuesto a corregir el error.
No sería de gran ayuda con una túnica y un cuchillo de postre como arma. Cuando regresó al salón, lo hizo vistiendo toda su panoplia de guerra. Bien sabía que le haría falta ahí dentro. Supuso que, quien se hubiera atrevido a cruzar el espejo ya lo habría hecho de modo que, plantándose frente a este, se giró para dedicar una última mirada desafiante al Duque, antes de cruzar la líquida y oscura superficie.
La cabecita de Cuchufreda emergió cual operativo especializado en misiones subacuáticas desde algún punto no determinable bajo la mesa del banquete. Sostenía un nabo por el tallo a modo de mangual rústico, un nabo que a buen seguro le había birlado a Baldrich. Propinó al desconcertado Ulceroso un mazazo nabal en el coxis y, hecha una furia caprina, dijo:
—¡Eeeeeeeeeeeeeeeeeso por liarla parduuuuuuzcaaaaa, cretiiiiiiiiiiinooo!
» ¡Aguaaaaaantaaaa, Melquíííííadeees! ¡Voooooy en tu ayuuuuudaaaa! ¡Se t’ha olvidaaaa’o la rebeeeeeeeeeeeecaaaaaaaaaaaa! ¡Desaaaaaaastre de hoooooooombreee!
Y allá que cargó la valiente cabra atravesando la lente azabache del espejo en busca de su amo perdido, toda una anomalía en la historia de las relaciones Hombre y Cabra.
Atrás quedó Talmberk y la enigmática mirada de Erling von Licht, una de esas miradas que no tienen interpretación —buena— posible.
* * *
Vale.
Ahora pasamos a nueva escena con alguna sorpresa. ^^