— No prometí que rescataría a su princesa... No podía hacer esa promesa sin saber qué había sido de Arnold...
Brianna respondió a las palabras de Meliador con un gesto indolente y sus labios se torcieron en una mueca. Seguía sin comprender qué le había ocurrido al consejero del Duque. Aquel viejecito olvidadizo y que checheaba no tenía nada que ver con el hombre que tenía delante.
Este Meliador era cruel y ladino. Se dio cuenta antes que la propia Brianna de algo que ni siquiera se había planteado hasta ese momento...
¿Por qué no había nombrado a Prímula?
Vaciló mientras masticaba las palabras del mago con los ojos ligeramente abiertos. Sus pestañas vibraron y un nudo empezó a formarse en su pecho.
Prímula había ido con ellos, les había estado acompañando todo el viaje por las tierras cenagosas, ¿por qué no la había nombrado...?
Porque no la soporto...
¿Sólo por eso...?
Tragó saliva, sentía la boca reseca y su corazón se había acelerado. Seguía sujetando el gran hacha con la mano diestra y apretó con fuerza la empuñadura, buscando en el arma un ancla que la ayudara a mantenerse de pie y a que todo dejara de dar vueltas.
Y entonces Meliador propuso que fuera Ser Daniel el que se quedara en el pantano en lugar de ella. De repente todo dejó de dar vueltas y la sangre subió a su cabeza cuando dirigió una mirada glacial hacia el mago.
— Ya habíamos llegado a un acuer...
No llegó a terminar la frase. Hécate aceptó la idea del viejo y Brianna apretó con fuerza los dientes. Ella se había ofrecido libremente, la bruja le había dicho que tendría que haber un sacrificio y, pensando en que todos pudieran salvarse, había dado un paso hacia delante, sabiendo que no habría vuelta atrás, pero...
En un momento su mundo pareció quebrarse en miles de esquirlas.
Y, mientras ellos estaban allí negociando sobre las vidas de sus compañeros, afuera Daniel podía estar muerto...
Ese pensamiento se abrió paso como un latigazo en su mente y su corazón dio un vuelco. ¿Cuántos minutos llevaba allí, plantada delante de Hécate y Meliador? ¿Qué habría sido de Daniel...? Bueno sí, ¿y de Prímula...?
La vocecilla de Chop heló la sangre de la Leona.
— ¡Noooo!
En cuanto fue consciente de lo que pretendían intentó detenerlos, pero era demasiado tarde... Horrorizada vio como la bruja extendía la mano y calcinaba a todos los ratones y el olor a carne y pelo chamuscado le trajo un recuerdo más doloroso que una piedra en el riñón.
Skalice ardió hasta los cimientos. Sus padres, su hermanito Liam, vecinos, amigos... Todos murieron. Quemaron sus casas, sus cuerpos y ese olor... Ese olor entraba por sus fosas nasales hasta sus entrañas y dolía, mierda, cuanto dolía...
Brianna había palidecido y contemplaba impotente a sus nuevos amigos agonizando bajo las llamas de la bruja y sintió una presión muy fuerte en el pecho.
Era su culpa. Habían muerto por su maldita culpa. Si no les hubiese dicho de hacer una alianza para encontrar a la bruja, ellos habrían ido como pretendían, su misión era la de hacer un reconocimiento, no meterse en la boca del lobo. Y si al entrar en la cabaña no les hubiese dicho que la acompañaran, ellos ahora estarían vivos...
Cegada por los recuerdos, el dolor y el miedo de perder a Ser Daniel, la leona soltó un rugido que nacía en lo más profundo de su alma y, con los cuerpos todavía en llamas de los pequeños roedores, saltó con el hacha en alto con la intención de rebanarles las cabezas a los dos amantes, confiando en pillarles desprevenidos...
— ¡TRAIDOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOR!
Se viene escaramuza de las buenas.
Ahora tocaría lanzar Iniciativa (D20 + el bono que tengas en el atributo DESTREZA).
Recuerda que estás a full de hechizos y que también tienes los dados adivinatorios (9 y 20, si yo no recuerdo mal).
Aguardo tu respuesta para rematar la faena. ^^
¿Por qué había pensado que la mera presencia de Hékate y él junto con la serpiente y lo que había debajo de la cama iba a ser suficiente para detener a un grupo de ratones suicidas?
Suspiró aburrido. Realmente no tenía ganas de perder el tiempo con todo aquello, la guerra de los ratónidos no tenía la menor importancia para él. Dejaría que su amada los eliminara, no eran reto para ella y, el olor a pelo chamuscado no tardó en inundar la habitación junto con los chillidos de los animales que se quemaban en fuego mágico. Se cruzó de brazos, esperando que el resto que aún no se habían lanzado al ataque sopesaran su decisión y bajaran sus inocentes y ridículas armas.
Pero los ratones no eran los únicos que parecían haber perdido la razón. El grito desbocado de Brianna hizo que centrara su atención en ella, entornando los ojos cuando vio que levantaba su hacha contra él. Su mirada pudo helar la sangre en las venas de la Leona de Skalice, había cometido un error. ¡Con lo fácil que hubiera sido quedarse quieta y claudicar con las condiciones de la rendición!
Meliador se desvaneció, desapareciendo de la vista de Brianna.
Centró su mente en la de ella, adentrándose en sus pensamientos e intenciones, leyendo su mente, adivinando su próximo movimiento, su próximo golpe.
No quería matarla, solo detener su estúpido ataque y desarmarla. Hékate había querido que ella se quedara allí y él había intuido que sería un golpe más duro para la Leona si era Ser Daniel quien lo hacía. Además, estaba casi seguro de que así, ella no tendría la fuerza y el poder suficiente como para poder intentar venir en su rescate en breve. Pero con ese ataque de la mujer, la perspectiva cambiaba. Ella iba a ser la esclavo de Hékate, ser Daniel el de los habitantes de la ciénaga, ambos vivirían allí como esclavos eternamente en pago a todo aquel despropósito contra Hékate y él mismo.
Motivo: Destreza
Tirada: 1d20
Resultado: 19(+3)=22 [19]
La idea es esa, Meliador se vuelve invisible, intenta leer los pensamientos de Brianna para ver sus intenciones de cómo y donde golpear y bloquear su ataque, desarmarla y hacerla esclava.
Utilizo inicialmente 2 conjuros: invisibilidad y leer pensamientos.
Dicen las leyendas de la infecta taberna conocida como la Corona de Cobre que alguien, quizás en otro tiempo, preguntó una vez al sabio Elminster en qué le gustaría reencarnarse en otra vida. El celebérrimo mago replicó:
—En las yemas de los dedos de El Susurrante.
¡Vaya usted a saber en qué diablos estaba pensando Elminster!
Como sea, a Brianna le habría venido bien charlar con el egregio mago para entender que el gran secreto de Meliador, ese vejestorio entrañable que ejercía de consejero del Duque en Talmberk y que estaba rodeado de cierta aureola de misterio en cuanto a su pasado, residía en que la noción del Tiempo no se le aplicaba de la misma forma que al resto de los seres vivos.
¿Un ejemplo?
Brianna era más joven, más rápida, más fuerte y, decididamente, estaba mucho, mucho más enfadada que el mago o la maléfica bruja, lo que la hacía más proclive a cometer un, digamos, crimen pasional con ensañamiento exacerbado.
«Lo maté porque retozó con la bruja y me quería esclavizar a mi Deiniel. No tengo pruebas, pero oh, tampoco tengo ninguna duda, infiernos.»
Así se visualizaban los tabloides del Balduran’s Herald la mañana siguiente en el horizonte de lo previsible...
Sin embargo, Meliador desapareció como por arte de mago.
Fue una desaparición tan súbita que Brianna incluso se cuestionó si alguna vez estuvo allí, delante de sus narices, con ese aspecto lozano y rejuvenecido, su cabello negro como una brea refulgente y sus cejas bien recortadas, encajadas en un rostro esculpido por una obra de Goethe.
Brianna se centró entonces en dar matarile a la bruja pelirroja de mirada ofidia, la cual parecía esperar su golpe con ilusión descarnada.
La Leona de Skalice tenía pocos miedos, pero quizás el único que la perseguía desde su adolescencia era el fuego… Un fuego que alcanzaba a vislumbrar en las ascuas esmeralda que Hékate tenía por ojos.
La valiente guerrera alzó su enorme hacha, quizás un arma poco digna de un caballero, pero diablos, un arma capaz de liquidarte por su propio peso.
Descargó un golpe que en su cabeza se visualizó terrible y mortal de necesidad, un golpe que llevaba las palabras «ESTO VA POR RATOLANDIA… ¡ESTO VA POR ARNOLD, BIIIIIIIIIIIIIIIITCH!» escritas en su estela cinética…
El Libro del Destino rezaba, llegados a este punto, así:
«Y así, Brianna de Skalice decapitó a la infame bruja en su guarida en el corazón de la Ciénaga Negra, salvó a su protegido y a sus amiguitos y, para colmo, conquistó el corazoncito de su amado Ser Daniel Fortesque, casándose ambos y jurándose amor eterno en un rito de urgencia oficiado por la hermana Prímula según el credo catártico, con todos los boggarts de testigos. Hubo música absurda (lógico, estaba Jenna por ahí bailoteando), bailes extravagantes (lógico, estaba Locke bailoteando con Cuchufreda), mucho Moonshine y, por supuesto, perdices… Perdices a gogó.»
Pero, si estuvisteis atentos, recordaréis a Elminster cuando dijo…
—En las yemas de los dedos de El Susurrante.
Y es que, si hay alguien capaz de retorcer los renglones del Libro del Destino, ese es…
Meliador, El Susurrante.
De profesión, adivino.
Te pongo aquí el resumen del combate hasta ahora.
En esencia, tu dado mágico ha evitado todo daño a Hékate y permitido que esta lance tremeeeeeendo ataque ígneo a Brianna que la ha mandado a la lona con, ojo... ¡24 PUNTAZOS DE DAÑO EN UN SOLO ATAQUE!
Con el corazón bombeando con fuerza la sangre por todo su cuerpo, Brianna se lanzó contra los dos magos. No se paró a pensar en las consecuencias de sus actos. La bruja acababa de matar a sangre fría a los pequeños roedores y Meliador era un maldito traidor... Se había aliado con ella y pretendía esclavizar a Ser Daniel...
Por encima de su cadáver...
Se lanzó, alzando la pesada hacha sobre su cabeza para descargarla sobre los dos amantes, pero en ese momento el mago desapareció ante sus ojos.
— No huirás...
Sentenció con un gruñido y el filo del hacha bajó veloz en dirección a la bruja.
Brianna intenta zurrarle a Hékate, pero su tirada de ataque (17) se ve intercambiada por un 9 gracias a tu rasgo Prodigio. ;-)
Ahora llega Hékate...
Brianna trata de golpear con un frenesí homicida a la bruja, pero esta se aparta del brutal golpe con un elegante paso lateral. ¡Pareciera que lo vio venir hace dos temporadas de distancia!
—Tsk… Predecible —dice Hékate con una risita de confabulador francés.
La pelirroja extiende dos dedos, apunta al pecho de la Leona de Skalice y recita las palabras de un poderoso sortilegio…
—Ignis… Diavoli… ¡Iactaaaaa!
Como si de tres latigazos infernales se tratasen, las yemas de sus dedos escupen letales rayos flamígeros que atraviesan a Brianna en el pecho y en la pierna, dejando a la rubicunda guerrera gravemente herida, apoyándose maltrecha en su enorme arma.
Sus ojos glaucos se encuentran con los ofidios orbes esmeralda de la bruja.
—La llama es más poderosa que la espada… Arded, leoncilla. Arded.
Los dedos de Hékate trazan un tercer glifo místico del que emerge un último haz de luz ígnea que abrasa a Brianna, calcinando su carne.
Hékate lanza Rayo Abrasador, causándole 24 puntos de daño a Brianna, que cae K.O.
¿Habéis ganado...?
Evil wins...?
Postea lo antes que puedas. ^^
Meliador se materializó lentamente en el dormitorio, su mirada fija en Brianna. Su cara era de leve disgusto ante lo que había pasado, pero no por las razones evidentes.
—Un poco... excesivo, ¿no crees?—preguntó husmeando el aire y viendo el despropósito calcinado que había en la habitación que la hacía de todo menos acogedora—Buen hechizo, por cierto.
Cogió su sombrero y se lo puso lentamente en su cabeza, pensativo.
—No pierdas más el tiempo con ella—comentó haciendo un gesto hacia Brianna—No merece la pena.
En los ojos de mago brillaba algo, algo peligroso, maléfico, increíblemente oscuro.
Recordó que cuando supo cuales eran los planes de Ulrich un temor nació en su interior. Uno que, ahora no sabía por qué, en aquel momento él temió profundamente y le sugirió que tenía que proteger a Arnold y a Talmberk de Hékate porque ella debía estar buscando algún provecho personal que él era incapaz de adivinar en aquel momento. Algo grande, caro, imposible de pagar por el Duque realmente, algo tan valioso que lo pusiera en jaque y que hiciera que todo se perdiera.
El había temido algo en concreto: había temido que ella quisiera destruir a Tamlberk. Sí, eso había sido su temor.
Pero Hékate no era esa clase de bruja. No iba a actuar de casamentera para Arnold, ni le iba a enseñar nada, ni tenía interés en el reino. Ella era, efectivamente, mucho más poderosa. Una verdadera hechicera. Una con la que compartir el resto de la vida. El éxito. El poder.
Ella había venido a por él, a recuperarlo y volver a estar juntos.
Al darse cuenta de ello, lo que en un momento fue su temor, ese que compartió con Ser Daniel advirtiéndole sobre Hékate, se convirtió en una oportunidad. Su oportunidad de ayudar realmente a Talmberk.
—Supongo que ahí abajo habrá un pequeño rifirrafe entre tu personal y el resto de la comitiva de Talmberk. Podemos bajar y devolver la tranquilidad a este sitio o...—ahora fue él la que la abrazó por la espalda, apretándola firmemente contra su cuerpo mientras le hablaba al oído—...podemos ir a ayudar a Talmberk. Talmberk necesita alguien que la gobierne con mano firme, que elimine a los parásitos que viven susurrando a los oídos del Duque y, del propio Duque, que ya no tiene capacidad de gobernar como el reino se merece. Arnold no es capaz de hacerlo y será feliz si lo dejamos libre de esa responsabilidad, no creo que le importe lo más mínimo. ¿Qué te parece?.
El brillo en los ojos de Meliador no dejaba margen de duda de cual era el camino que él quería seguir en ese momento. Reinar sobre Talmberk con su amada. ¿Cómo pudo alguna vez dudar de Hékate y sus propósitos?. Ellos sí sabrían gobernar con sabiduría.
Y nadie se atrevería a enfrentarse a ellos.
Una vez dentro de la cabaña, siguió los sonidos de lucha hacia el piso superior, desde donde escuchaba golpes y los gritos de Brianna. Apenas hizo caso al interior del edificio en sí, la mente totalmente puesta en acudir en ayuda de su compañera de armas, quien a saber a qué clase de apuros se estaba enfrentando allí, en el corazón de los dominios de la bruja.
Descartando toda cautela, ascendió las escaleras y atravesó el umbral de la puerta de la habitación tras la que sucedía todo, deteniéndose de golpe al ver que había llegado demasiado tarde.
La amazona estaba de rodillas, sangrando y con la piel quemada, derrotada ante la bruja, que se erguía tan victoriosa como desnuda, y que llevaba sobre su cabeza el sombrero de Meliador. ¿Había llegado demasiado tarde también para el entrañable mago?
La guerrera seguía con vida, aunque a duras penas, lo que ya daba testimonio de su natural dureza, pero seguía ante la completa merced de Hékate y sus artimañas brujeriles. Pese al cansancio, pese a las heridas, solo había una manera de rescatarla a tiempo.
—¡¡Briannaaaaa!! —gritó, lanzándose a la carga.
Por un breve instante Brianna pudo sentir como el filo de su hacha cortaba la nívea piel de la bruja, pero en el último momento y por azares del destino, el ataque que ella creía mortal, fue esquivado con relativa facilidad. Con un rápido giro de muñeca volvió a elevar el hacha, cortando nuevamente el vacío. Apretó los dientes, frustrada y aspiró el aire, intentando recuperar el aliento. Estaba exhausta y la muerte de los pequeños roedores pesaban sobre su conciencia. No podía sentir al traidor pero sabía que estaba allí mismo, en la habitación... ¿Dónde se había metido?
La pregunta resonó en su cabeza, pero antes de poder plantearse la opción de buscarlo, Hécate conjuró en sus narices y la Leona sintió el ardiente fuego lamiendo su piel...
El dolor fue demencial...
Un grito desgarró su garganta y cayó de rodillas delante de la bruja.
— ¿Por... qué...?
Preguntó con su último aliento antes de perder el conocimiento, con la mirada perdida en el vacío y su cuerpo, cubierto de espantosas quemaduras, cayó hacia delante. Justo antes de perder el conocimiento escuchó la voz de Daniel y un grito quebró su alma...
No... Daniel... Huye...
Prímula llegó unos segundos después de Daniel, arrastrando los pies sobre el barro reseco que aún le cubría la carne quemada. Penetró en la cabaña como un espectro, silenciosa, envuelta en su propio hedor a bilis y ácido, y en cuanto alzó la vista hacia la habitación superior sintió cómo algo dentro de ella —algo frágil y febril— se estremecía.
Brianna se desplomaba con la piel abierta en placas negras y rosadas.
Hékate, desnuda y triunfante, erguida como un cuadro de corrupción sagrada, la observaba arder.
Y Daniel… Daniel corría directo hacia la bruja con esa nobleza suicida que tanto la fascinaba y la enfurecía.
Prímula no se lo pensó. Toda su voluntad se enfocó en una sola palabra:
—Daniel. —El susurro mental le atravesó la mente como un hilo frío—. ¡Detente! No luches. Solo… sácala de aquí. Ahora.
Él se tensó, sorprendido, pero ella no le dejó espacio para replicas:
—Hazlo y vive. Pélela y moriréis los dos
Prímula avanzó entonces, doblando la rodilla sin caer, conteniendo un gemido mientras su carne corrupta tiraba de sí misma. Se colocó entre Daniel y la bruja, como una sombra rota. Su rostro estaba ennegrecido, sus labios agrietados, pero su mirada… Su mirada ardía como una herida abierta.
—Hékate… —su voz sonaba casi dulce, quebrada, pero sin temor— …basta. Si quisieras matarnos, ya lo habrías hecho. Si quisieras tormento, tendrías material de sobra.
La sacerdotisa respiró hondo, y en ese gesto había una obediencia fingida… y una plegaria interior a Catarsis para que la mentira tomara la forma justa.
—No negociamos desde la fuerza —continuó—, sino desde la necesidad. Y estoy segura de que tu tienes alguna.
Sus pasos lentos marcaron cada palabra.
—¿Qué intereses tienes en Talmberk?.
Daniel no comprendería el alcance de esa frase. Pero Hékate sí. Y Prímula lo sabía.
—Tu pacto con el mago no se ha roto —dijo, ladeando la cabeza—, solo ha cambiado de forma. Y tampoco deseo que el heredero pise de nuevo la corte. La ciénaga, al menos, es honesta en sus intenciones.
Un hilo de sangre le resbaló por la comisura del labio.
Entonces, con una calma antinatural, como si ya hubiera aceptado su propio precio, concluyó:
—Hablemos, Hékate. Ya hemos derramado suficiente más sangre hoy.
Ahí tienes las respuestas de tus tres compas.
No tienes que responder.
El Goblin se encarga. ;-)