Partida Rol por web

Hambre & Miedo 3

IV. Epílogo - Un hombre llamado Arnold von Licht

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19/11/2025, 18:23
Hékate

Hékate se quedó mirando el cadáver humeante de Brianna de Skalice con un donaire decepcionado.

—Tsk… Con el tiempo, querido, he aprendido que el exceso es la única medida para garantizar mi supervivencia —replicó al mago mientras siseaba en la lengua de las sierpes una orden a su robusta y albina compañera, la cual empezó a enroscarse alrededor de su pierna y a reptar recorriendo su abdomen hasta alcantar su cuello.

Era un espectáculo fascinante… y aterrador.

—El fuego provoca un miedo atávico en todas las criaturas del pantano, en todos los seres nacidos en la Noche de los Tiempos. He aprendido a dominarlo, a esculpirlo, a domesticarlo como a mi pequeña —La serpiente siseó en este punto mostrando su lengua púrpura—. La Leona de Skalice no deja de ser una hija de un hombre. Sangra, sufre y grita de dolor. Aquí tienes lo que mi fuego ha dejado de ella tras intentar matar al hombre al que amo.

Hékate se giró y miró con una extraña mezcla de dureza y ternura al Susurrante.

—No hay precio suficientemente alto, Mago. Tras lo que he conseguido esta noche, reduciría el mundo entero a cenizas si tratasen de arrebatármelo.

Le acarició la mejilla, sus dedos recorriendo los contornos de su juvenil rostro.

—Talmberk —dijo, pensativa. Al cabo, sonrió, misteriosa.

—A propósito de Talmberk…

Ser Daniel entró a la carrera como una escuadra de caballería de un solo hombre en el dormitorio, espada en alto, observando con horror lo que quedaba de su amada. Las lágrimas no le dejaron discernir la situación con claridad.

—Depón tu arma, caballero. Acabo de abrasar a una mujer mucho más temible que tú —advirtió la bruja con un deje peligroso aflorando en sus ojos verdes y una trémula y voraz llama en la punta de sus dedos.

¡Y ahora llegó Prímula, la sacerdotisa con el corazón palpitante y la fe descarrilante! ¿Estaba hecha un cromo? Cierto. ¿El amor que tamborileaba en su corazón la hacía cabalgar como alma que lleva a Catarsis para salvar al Apolíneo? ¡Sin duda!

La bruja la escuchó con la serenidad del que sabe que tiene en su mano decidir si habrá un mañana para un ducado.

—Sois perspicaz. Ella, en cambio… —Fue la última mirada que lanzó a Brianna de Skalice—. No he sido yo quien ha invadido vuestra casa a sangre y fuego. Por ende, estoy en mi justo derecho de cobrarme vuestras vidas. Eso debe quedar claro en este preciso instante. No estáis en posición de negociar, sacerdotisa. Estáis necesitada de arrodillaros… Y suplicar —Su dedo marcó un punto en el suelo, clamando humillación y rendición absoluta.

—Mis necesidades se han visto colmadas. Con creces. Se reclamaron mis servicios con un propósito. Un único propósito, según me hizo saber esa sabandija de Ulrich El Ulceroso. Hacer del segundo hijo varón del duque Erling von Licht un hombre. Una tarea en la que el duque y todo su séquito habían fracasado hasta ahora. Algo de crédito tenéis en esto, Ser Fortesque. Reconocedlo.

» ¿Sabes qué, sacerdotisa? Yo he cumplido mi palabra…

La bruja dio dos estudiados pasos hacia un imponente armario ropero y lo abrió de par en par, lo que reveló un acceso hacia un pasaje secreto, quizás una mazmorra, accesible a través de unas intrincadas escaleras de caracol que descendían hacia las entrañas de la ciénaga.

—¿Soportaréis La Terrible Verdad? —inquirió Hékate dirigiéndose a todos y a nadie en particular.

El siseo de su serpiente resonó desafiante.

Descendió al corazón de las tinieblas.

Notas de juego

Sí, podría hacer un epílogo en Solo Mode y tal, pero todos sabemos que Prímula va a querer intervenir porque ella es la sacerdotisa que Hambre & Miedo necesita, así que doy pausa para que los PJs reaccionen a la traisionasión de Meliador y acompañen «a regañadientes» a Hékate.

Os revelo qué ocurre mañana por la mañana como muy tarde.

Jenna, aguarda hasta el final. Tú intervienes con Locke en última instancia. ^^

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20/11/2025, 10:28
Narrador

Las escalinatas, esa serpiente de metal que se retorcía hasta lo profundo de la tierra, conducían a una cámara secreta, una habitación subterránea con suelos de mármol y paredes de piedra. Las únicas fuentes de luz provenían de una miríada de velas diseminadas por doquier soportadas por pequeños candelabros de pie hechos en ónice.

La cámara estaba repleta de estanterías regadas con libros de títulos impronunciables consagrados a las más diversas disciplinas. A uno le bastaba un prolongado vistazo para encontrar obras políticas que habían despertado interés en toda Bohemia como «Tiranía: Despierta al sátrapa que hay en ti,» o «El arte de hacer que otros mueran por ti,» de la que decían era la obra de cabecera de Sigismund El Rojo. Había tediosos libros filosóficos y hasta enormes volúmenes sobre biología, destacando un Manual de Monstruosidades documentado por Volo. Los más belicistas podían encontrar el celebérrimo «Un sencillo giro de muñeca,» considerado una oda a la esgrima moderna. Todos estos libros y muchos más estaban desperdigados, todos ellos abiertos, algunos marcados en algunas páginas. Todos ellos estudiados con devoción y ahínco por alguien que había dejado hace mucho de ser un simple muchacho.

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20/11/2025, 10:37
Hermana Prímula

Prímula avanzó despacio.

Cada paso era una punzada que le recordaba las quemaduras, el ácido y el peso de la decisión que había tomado momentos antes al elegir a Daniel en vez de Haas.

Pero siguió adelante.

Cuando Hékate marcó con el dedo el punto del suelo donde pretendía verla arrodillada, Prímula la miró… y desvió la vista.

Caminó hacia Brianna.

Y allí —entre la sangre, la carne chamuscada y el humo que aún ascendía de la piel de la guerrera— Prímula se dejó caer de rodillas.

No en sumisión. En desafío silencioso. En acto de fe.

Sus manos, ennegrecidas y temblorosas, se posaron sobre el rostro abrasado de la leona.

El aire alrededor se tensó cuando la sacerdotisa susurró:

—No morirás sin permiso de mi dios. Y hoy… Catarsis no te reclama.

El poder se deslizó por sus dedos como un frío que quemaba, como una bendición que parecía una herida. Su piedad con los moribundos no era compasión:

Era suspensión, era negación, era una mano fantasma clavándose en el hilo de la vida para impedir que se rompiera.

Y entonces Prímula se volvió hacia Hékate, con la piel aún humeante, y la mirada oscura como un pozo.

—Muéstrame tu “verdad”. Estoy de rodillas. Y escucho.

Sus palabras no tenían temblor. Había perdido demasiado para temer o dudar. Y sin embargo, en su postura había algo claro:

No era una sierva. No era una súbdita. Era una sacerdotisa que había decidido qué vida preservar… y cuál sacrificar. Una mujer cuyo corazón había hecho una elección que su dios aún no había juzgado. Una mujer que ahora caminaba conscientemente hacia la oscuridad, sabiendo que esa verdad —fuese cual fuese— podía moldear el destino de Talmberk… o romperlo.

Y Prímula estaba dispuesta a ambas cosas.

Notas de juego

Truco: Piedad con los Moribundos sobre Brianna para estabilizarla.


SDLG, te me has adelantado mientras escribía ;).

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20/11/2025, 10:46
Lord Arnold

En el centro de la cámara, cuando uno había descendido las escalinatas serpentinas y se había adentrado varios pasos en la estancia, destacaba la presencia de un varón de rasgos rubicundos, de cabello corto y rasgos afilados. Su mentón estaba trufado por una barba hirsuta, bien afeitada, al estilo militar bohemio. Sus ojos aunaban la impiedad del hielo con la determinación del acero.

Cualquiera de los allí presentes tuvo que tomarse un largo tiempo para constatar, superada la estupefacción, que aquel hombre no era otro que Arnold von Licht.

—Sire, tenéis visita —saludó cortés Hékate con una bien ejecutada reverencia.

Los ojos de Arnold se entrecerraron estudiando a la comitiva, tomándose su tiempo reconociendo a todos y cada uno de los presentes.

Su mano acarició el pomo de una espada recta sin guardamanos en la empuñadura, un arma más propia de uno de los generales de la antigua Roma que de un guerrero bohemio.

Notas de juego

Aclaraciones narrativas:

Tal y como hemos convenido en el Off, Deiniel estabiliza a Brianna con su último Spell Slot y suponemos que con su fuerza divina puede cargar a Brianna hasta esta secuencia. No vamos a dejar a la Ishita al margen, hombre, por Catarsis. XD

Tenéis todos un turno de palabra.

Jenna y Locke son los últimos en hablar. Ellos aparecen tras toda la comitiva hechos unos zorros (pun intended). Vosotros no lo sabéis, pero Locke casi la palma en el último momento y la pequeña mediana ha tenido que hacer algo muy loco para salvarle.

Las intervenciones vuestras pueden ser todo lo extensas que queráis, ya que en cierto sentido son el cierre a vuestro PJ en este arco argumental. Podéis recapitular eventos que os han resultado relevantes en el desarrollo de la partida e incluso cuestionar decisiones de otros PJs para darle algo de picantón. A vuestro gusto.

Como esta ha sido la única partida en la que no he dejado la mesa abierta, ocurre, no sin cierto humor, que hay PJs que creen haber jugado una partida y otros, en plan segunda cara del disco, otra totalmente diferente. Esto genera muchas sorpresas en este punto final y sé que hay gente a la que le gusta muchísimo, pero a mí me deja una espina clavada porque, francamente, es que no puede ser más diferente leer a Prímula interactuar con, por ejemplo, Brianna o Ser Daniel que leer los desvaríos de Jenna con Locke. Ha sido como jugar una partida multigénero. Algo rarísimo y desafiante, y a la par muy estimulante. Y la verdad es que me gustaría que lo hubieseis podido leer todos según se daban las escenas. Soy goblin de mesa abierta, it is known.

Dicho esto, una pequeña aclaración off rol para que todos sepáis un poco de qué va la peli.

El Equipo A (Meli, Jenna y Locke) accedió a la Ciénaga a través de un punto del espejo que nada tenía que ver con el punto por el que accedió el Equipo B. Esto era bastante obvio. Tuvieron la mala suerte de ser apresados por los boggarts, en parte porque su signo identitario era liarla pardísima. La bruja, Hékate, tenía planes diferentes para ellos, así que a Jenna y a Locke los encerraron en un sótano mal ventilado lleno de horrores taxidérmicos y los torturó (?) un boggart con un sospechoso título en medicina. La escena pretendía ser terrorífica, pero claro, resultó cómica ad nauseam, como no podía ser de otro modo. He descubierto que mi goblinesca esposa y el pelícano son el equivalente a Cruz y Raya en Bohemia. Esto es así y no es negociable.

Por su parte, Meliador roleó una escena con Hékate en la que sin extenderme en sus motivaciones el mago cambió de bando. Algo habrá hecho la bruja para convencerle, ¿no? XD Este ha sido uno de los puntazos de la partida. Milady ha venido a jugar, sí señor.

Por otro lado, el Equipo B tuvo algo más de fortuna con los boggarts y trenzó una alianza conocida como el Tratado de Talmberk y Ratolandia para conseguir refuerzos y asaltar la guarida de la bruja en el momento crítico. El problema que han sufrido es que el grupo estaba al 50% de su capacidad y se han pegado, ojo, con los boggarts de la bruja, con un jodido trol de pantano y hasta con Lukasz Haas, que apareció por allí con aviesas intenciones. Brianna ya llevó la machada al paroxismo y trató de zurrarle a la mismísima bruja en la cara con el célebre hechizo AXE TO DA FACE... Lo hizo ella sola. No salió bien, pero por muy poco...

Creo que este es un resumen bastante ajustado.

Lo dicho. Vuestro turno. Haced que valga la pena. ;-)

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20/11/2025, 11:32
Hermana Prímula

La sacerdotisa descendió tras el paladín, envuelta en el silencio de quienes han sufrido demasiado en demasiado poco tiempo.

Su hábito chamuscado dejaba ver la piel marcada por la bilis del trol y el fuego del pantano. Cada paso era una punzada de dolor. Pero seguía caminando.

Para Prímula, el dolor nunca había sido un obstáculo. Era la prueba. Era la verdad.

El descenso era largo, húmedo y estancado, pero sus ojos no se desviaron ni una sola vez: iba mirando al frente, siguiendo el rastro del destino, aunque este le susurrara con voz de condena. Cuando llegó al pie de la escalera y divisó al hombre rubicundo en el centro de la cámara, se detuvo.

No era el Arnold que recordaba. No era el muchacho frágil al que Edna le había pedido que vigilara. Aquello que estaba ante ellos… era otra cosa.

Un vacío le nació en el estómago. Y sobre él, como siempre, la voz de Catarsis recorrió su columna como un escalpelo helado.

 

Mira. Y comprende.

La carne cambia. El destino también.

Lo que se rompe… tal vez no deba ser reparado.

 

Prímula inclinó la cabeza. Lo justo para que nadie, excepto quien la mirara de cerca, advirtiera su reverencia privada hacia su dios. Luego habló. Su voz sonó raspada, quebrada por las cenizas inhaladas y por lo que había hecho minutos antes… pero más firme que nunca.

—Mi señor Arnold…

Se adelantó un paso. Sus ojos, profundamente ennegrecidos por el humo, parecían pozos sin fondo.

—Vuestra familia nos envió a buscaros. Y vuestra gente aguarda vuestro regreso.

Una pausa. Un silencio espeso. La tensión en la cámara se podía cortar con una daga.

—Pero antes de volver a Talmberk… si no es indiscreción, nos gustaría saber qué habéis encontrado aquí.

Sus dedos rozaron la tapa del Códice de los Mutilados. Era un tic nervioso, o quizá el acto previo a una oración.

—Y qué habéis dejado atrás.

Un doble sentido que solo Daniel quizá percibiría. O quizá no. Ese era, en esencia, el drama de Prímula.

La sacerdotisa mantuvo la mirada fija en Arnold. Estudiándole. Midiendo cada músculo, cada sombra, cada resquicio de humanidad o ausencia de ella. Porque Prímula sabía —con la misma certeza con la que sabía que Catarsis jamás perdonaba— que el hombre que saliera vivo de esta ciénaga no era necesariamente el mismo que había entrado.

Ni Arnold. Ni Daniel. Ni ella.

Por eso añadió, muy despacio, con un matiz de advertencia que podía pasar por sumisión si se interpretaba con amabilidad:

—Quiero comprender… para poder servir.

Unas palabras perfectas. Ambiguas. Plegables. Capaces de significar todo… o de no significar nada. Y finalmente, el broche. Un cierre seco, como el chasquido de un hueso roto:

—Decidnos, mi señor… ¿a quién hemos venido realmente a rescatar?

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20/11/2025, 16:45
Brianna de Skalice

Brianna agonizaba. Perdida en lo más profundo de su consciencia, sentía como su cuerpo gritaba en silencio. A pesar de haber perdido la conciencia, el dolor había conseguido traspasar el velo que separaba el sueño de la vigía y continuaba torturándola, en silencio, hasta que dejara aquella miserable vida y la parca viniera a buscarla. 

Iba a morir.

Había cerrado los ojos sabiendo aquella realidad, pero luchaba con todas sus fuerzas, intentando abrirse paso a través de todo ese dolor... Tenía que avisar a Ser Daniel... Le había escuchado justo antes de perder el conocimiento, sabía que estaba allí, sólo, a manos de aquella miserable bruja...

Su respiración apenas era un débil estertor, los últimos compases de la Leona de Skalice...

De repente escuchó una voz que la llamaba y buceó en su dirección. Estaba a punto de rendirse cuando esa voz la agarró y tiró de ella con fuerza. 

Brianna abrió los ojos y se encontró con la mirada oscura de Prímula. Las manos de la sacerdotisa eran como témpanos de hielo sobre su rostro. Intentó hablar, pero su garganta estaba desollada y sus labios agrietados. Tan sólo consiguió emitir un quedo gemido, que pareció quedarse enquistado en la laringe y se repitió como una débil letanía.

Intentó levantarse, pero su cuerpo calcinado no le respondía y se quedó en el suelo, indefensa como un bebé recién nacido. 

No comprendía qué ocurría. Sus ojos glaucos se movieron, intentando encontrar a Daniel y a la bruja. Parecía que estaban allí, pero de repente todo parecía haberse calmado... 

¿Qué había pasado?

¿Cuánto tiempo había permanecido inconsciente?

Daniel se acercó a ella y la cogió en brazos. Brianna le miró a los ojos y despegó un poco los labios, pero tan sólo salía de ellos un débil quejido, apenas audible...

Empezaron a bajar por unas angostas escaleras y Brianna apoyó su rostro, desfigurado por las llamas, en la coraza del paladín. Deseaba llorar, pero el fuego había abrasado sus lagrimales y ni siquiera podía hacer eso... 

Mientras bajaban las escaleras, la mente agonizante de la guerrera luchaba por no perder completamente la cordura. Pensó en todo lo que había vivido aquel día que se había vuelto eterno. Había empezado con un simple entrenamiento, como cada mañana. ¿Quién le iba a decir aquella misma mañana que aquel iba a ser el día más feliz y el más perturbador de su vida?

Daniel se detuvo y la voz de Hécate hizo que la leona se estremeciera. Tras ella escuchó la voz de Prímula y alzó levemente la mirada, encontrándose con los ojos de Daniel. 

No entendía. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero sabía que el traidor del mago y la bruja le querían, tenía que salir de allí...

— D....D.....D-daniel...

Consiguió pronunciar su nombre, con la voz completamente desgarrada y cerró los ojos, exhausta. No tenía fuerzas para hablar....

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22/11/2025, 00:16
Ser Daniel Fortesque

La voz de Prímula lo detuvo en seco antes de que diera dos pasos al interior de la estancia, la espada en alto descendiendo a medida que observaba con creciente incredulidad como la sacerdotisa intentaba negociar con Hékate, postrándose ante la bruja. Su primer impulso fue rabiar y gritar.... pero la realidad de la situación lo contuvo. Habían sido derrotados por completo. Ni podían derrotar a la bruja, ni tenían nada que ella pudiera querer de ellos. La aparición de Meliador y la revelación de su cambio de bando acabaron por sumirlo en el mayor de los desánimos. Ni siquiera tenía palabras con las que responder a Hékate.

Habían pagado tanto, y para nada.

Seguía con la mirada perdida en la guerrera, contemplando su abrasado cuerpo, todavía sin asumir la realidad. Él la había enviado a por fuego... y el fuego la había encontrado a ella. De no ser por ello, seguiría allí, en pie, desafiante como siempre. Y quizás, todavía como un equipo, hubieran podido obtener un resultado mejor. Pero aquello no era más que soñar despierto. Brianna ya no estaba.

Y entonces, su boca se abrió y soltó una exhalación, dolorida. ¡Estaba viva!

Prímula había hecho algo, no sabía el qué, y Brianna seguía estando viva. Aquella era la especialidad de la religiosa, después de todo. Rápidamente corrió a su lado, poniendo las manos sobre su piel quemada. Si Prímula la había traído de vuelta, él se aseguraría de aliviar su dolor, transmitiéndole a su cuerpo lo que quedaba de poder en su interior. Solo entonces, cuando no le quedó nada más que dar, cuando estuvo seguro de que no volvería a irse, solo entonces se fijó en la nueva negrura que Hékate les conminaba a atravesar.

Arnold... ¿Que habrían hecho con él? Era hora de averiguarlo.

Cogió en brazos a Brianna con todo el cuidado de que fue capaz, y descendió el primero por la escalinata tras la que se hallaba el motivo de todo aquello. Y allí encontraron a su señor, rodeado de todo tipo de tratados y legajos que habían formado a gobernantes durante siglos y siglos. Libros que ya se había tratado de inculcar al joven... y que, desde luego, no habían, ni mucho menos, dado un resultado como el que tenían ante sus ojos.

—¿Cómo... cómo es posible? —musitó al ver el fornido hombre en que se había convertido el heredero de Talmberk. Aquello no podía ser natural, pero aun así, de no haber estado sujetando a Brianna, se hubiera lanzado de rodillas ante su señor y protegido.

La sacerdotisa fue más cauta, menos dispuesta a la obediencia inculcada, e hizo las preguntas que realmente anidaban en el corazón del paladín. Aun con los cambios que saltaban de forma evidente a la vista, ¿Seguiría siendo aquél el Arnold que conocían todos?

- Tiradas (1)

Notas de juego

Si Prímula estabiliza a Brianna, gasto el conjuro que me queda en Curar Heridas, para 13 PG

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22/11/2025, 01:19
Meliador, El Susurrante

Meliador se volvió para encarar la puerta y ver aparecer a Ser Daniel con su espada amenazante. Con un solo giro, cual paso de baile, se colocó junto a Hékate, dispuesto a pasar a la acción si era necesario, más aún cuando Prímula apareció también siguiendo los pasos del caballero.

No había que ser adivino para saber que habían vencido ahí abajo, aunque, si uno se paraba a observar las condiciones en las que llegaban allí, no tardaría en dilucidar que había sido por muy poco margen. Y, a pesar de todo, llegaban con ganas de luchar.

Pero Hékate era íntegra y podían confiar en su palabra. Si no se la atacaba, ella no atacaría, pero sí que marcó su terreno y dijo las cosas claras. Ninguno podría dudar de lo que haría si alguno de los dos decidía tomar la misma decisión que Brianna. Y así, todos escucharon su anuncio, su confirmación.

Ha cumplido su palabra. ¿Arnold?. ¿Está hablando de Arnold?

Meliador volvió su cabeza para poder observarla mejor y solo vio un mar en calma en su mirada. Sus ojos la siguieron cuando se aproximó al armario y descubrió el pasadizo secreto por el que desapareció escaleras abajo. Él esperó a que los tres presentes la siguieran y cerró la marcha hasta las profundidades siguiendo a Ser Daniel, quien portaba a Brianna en sus brazos con delicadeza.

Sus ojos se abrieron con una ligera sorpresa cuando llegó a la sala subterránea, cuando vio al que, para él, hasta hacía poco, había sido el inocente Arnold. Lo observó, apreciando los cambios en su físico, en su mirada cuando se volvió hacia ellos y el entendimiento que iluminó su expresión al reconocerlos. Caminó lentamente hacia Hékate, leyendo los títulos de los libros que dejaba atrás al aproximarse a la hechicera y reconociendo la mayoría de ellos, deteniéndose a su lado y rozando levemente su espalda con su mano haciéndole saber que estaba junto a ella, haciéndole saber que la seguiría a donde ella se hubiera propuesto ir. Que allí sería su escudo si era necesario enfrentarse a los presentes, que los dos eran uno y que sus fuerzas, conjugadas, eran inconmensurables.

¿Qué había sucedido con Arnold? ¿Qué había conjurado su Hékate sobre él?

Meliador tenía una idea en mente y la mirada de Arnold le decía muchas cosas, más que a nadie en aquella sala. Sintió sus propias fuerzas renovadas, la energía que vibraba en su interior, sus expectativas de futuro como hacia siglos que no las sentía. Y allí delante, impasible, Arnold los observaba con aquella mirada oscura. Veía los cambios en el muchacho como él sentía los propios.

Una sonrisa se perfiló en sus labios.

Hékate había jugado impecablemente su partida de ajedrez.

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24/11/2025, 17:37
Jenna Leagallow

Jenna culminó su actuación con una pirueta y cayó a los pies de la Dama del Lago. Su respiración agitada le provocaba un lagrimeo incesante y un dolor lacerante en los pulmones. Con un suspiro tomó la que por un momento pensó que sería la última bocanada de aire rancio de su corta vida y esperó. Sin embargo, nada ocurrió. Cuando alzó la mirada la Dama había desaparecido y Teddy el Taxidermista yacía muerto a sus pies. 

—Lo...conseguí... ¡Lo he conseguido! ¡Púdrete, Teddy! 

Mientras una risa nerviosa incontrolable se apoderaba de su persona, aferró el vial salvador y se dirigió entre lágrimas a su buen amigo el Zorro, que yacía entre estertores de la muerte. Le dio de beber el antídoto mientras las lágrimas caían por sus mejillas y mojaban considerablemente al elfo. — Lo hemos conseguido. Teddy "El Puerco Inmortal" ha palmado. Vamos, vamos, amigo mío. Tenemos que salir de aquí...

Con unas fuerzas que comenzaban a fallarle, Jenna ayudó Locke a incorporarse y juntos subieron renqueantes por la escalera. Mientras sentía el cansancio caer sobre su cuerpo, se sintió agradecida por haber podido salvar a alguien. Cuchufreda había desaparecido. Arnold y Meliador llevaban demasiado tiempo en manos de aquella bruja infernal. Quería creer que no sería demasiado tarde para salvarlos a todos, pero un mal presentimiento comenzaba a formarse en el fondo de su estómago. Los recuerdos parecían acudir en cascada: la risa de Arnorld en sus aventuras juntos, la encantadora bondad de Meliador siempre con una palabra amable y un consejo sabio que dar, la lealtad inquebrantable y el valor de Brianna siempre dispuesta a hacer lo correcto, la rectitud y el carisma de Sir Daniel que le otorgaban aquel halo intocable, la voz de soprano de Cuchufreda. ¿Qué habría sido de todos ellos? 

Entonces los escuchó. Unas voces y unos pasos cercanos se perdían en la oscuridad de una puerta. Arrastrando los pies, la mediana avanzó hacia las sombras movida por la creencia de que al final todo saldría bien. Sin embargo, sus esperanzas parecieron hacerse añicos en cuanto pudo observar la escena que se desarrollaba ante ella. —No... ¡Brianna!

La joven Jenna se desprendió del brazo de Locke y corrió junto a la guerrera, arrodillándose junto a ella. Con cuidado aferró su mano y la besó. —¡Fuiste tú, tú enviaste a las ratas, tú nos salvaste! Por favor, por favor, no te mueras... ¿Prímula, Sir Daniel? ¿Qué...? 

Su frase murió antes de salir de sus labios. Con los ojos como platos, observó a la bruja y al joven que se encontraba a su lado. Esa ropa, esa mirada, le resultaban familiares. Parecía...pero no podía ser. Allí estaba Arnold. Su cuerpo se enderezó como un resorte, una sonrisa comenzó a aflorar a sus labios y murió tan rápido como había aparecido. Con el corazón encogido escuchó a la religiosa y algo pareció encajar en su cabeza. Meliador volvía a ser joven. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas a pesar de sus esfuerzos por retenerlas mientras negaba con la cabeza, como si pudiera volver el tiempo atrás. La voz apenas le salía del cuerpo cuando susurró — Ese no es nuestro señor. No sé quién es, pero desde luego no es Arnold. Y tú. ¡Nos has vendido por un lifting! Gusano traidor... Has condenado tu alma, Meliador. Disfruta mientras puedas porque el Infierno te espera y me cobraré mi venganza... en esta vida o en la otra. 

 

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24/11/2025, 18:56
Lord Arnold

Cuando Arnold habló —algo que hizo tras lo que pareció una eterna pausa dramática— la voz aniñada que todo su séquito evocaba se había desvanecido en las nieblas del recuerdo. Ya no era el jovencito apocado, ese muchacho frágil y algo inútil al que todos veían sufrir al borde del llanto las reprimendas bañadas en hierro del Duque. Ahora su mirada era hielo y sus facciones se habían endurecido hasta parecer hierro forjado. Aún conservaba la cicatriz, esa inolvidable mácula que su padre le había hecho aquel ahora lejano día, en el foso de entrenamiento; pero ahora ya no era un infante, y nunca más lo sería; puesto que cuando se irguió de su asiento lo hizo como un hombre adulto, hermoso y bienparecido, no como una delicada flor silvestre, sino como un joven e imponente león, su rugido inminente y ensordecedor.

—¿Creéis que necesito ser rescatado, sacerdotisa? —dijo despacio, tomando la espada, fingiendo evaluar la brillante hoja que, ahora, era una prolongación de su brazo.

No… Eso no es del todo exacto.

Era su brazo mismo.

—El buen servidor sirve, sin más. El conocimiento es un veneno. Una adicción. Solo se desea saber más. Si deseáis servir, lo único que habréis de hacer en adelante es recordar esto.

Arnold se aproximó con un inconfundible aura de majestad hasta los que una vez fueron su séquito. El aura casi podía destilar una fragancia embriagadora, pero también despertaba un instinto primitivo, diríase un temor atávico. Cada paso, su apostura en general, emanaba peligro. Un peligro que se intuía en el propio Erling von Licht, pero que en los ojos de Arnold latía sincero y genuino.

—Soy el Duque de Talmberk… pero moriré siendo Emperador de Bohemia. Sigismund el Rojo y sus ejércitos claudicarán ante mí. Ese es mi Destino. Ese es mi Credo.

» Viniendo aquí mostrasteis vuestra lealtad, pero eso no es suficiente… Ya no. Ahora, exijo devoción. Inquebrantable.

Arnold extendió la mano.

Hékate fue la primera en arrodillarse y besársela.

—Mi Destino está unido al de vos. No os fallaré en vuestro momento de mayor gloria, Excelencia.

Arnold permaneció impávido.

No esperaba menos.

Luego ofreció el dorso de la mano a Ser Daniel, a Brianna.

—Los reyes son elegidos de Dios… Yo seré un Dios entre los hombres. Una vez fuiste mi protector, mi espada juramentada. ¿Serás de nuevo el hermano mayor que nunca tuve? —dijo dirigiéndose a Ser Daniel—. Y tú, brava Leona de Skalice… ¿Amarás solo a tu Emperador? —En sus ojos, un misterioso fulgor.

El nuevo Duque extendió su mirada a Prímula, a Meliador, al maltrecho Locke… Y a Jenna.

—Sacerdotisa, renunciarás a tu absurdo dios, pues tu fe solo puede ser ciega a mí. Renunciarás bajo suplicio, si es necesario. Y si aún así niegas tu fe a tu futuro Emperador, serás paradigma de un nuevo código —Y al decir esto su acero descendió firme, trazando un arco que advirtió que la esgrima, ahora, era algo natural, diríase innato para él. También la pena capital con ejecución sumarísima—. Y este será de acero. ¿Sabéis ahora a quién servís? Pronunciaos.

—Mago, vuestra búsqueda os ha fortalecido lo suficiente para vivir a mi lado durante todo mi mandato. Fuisteis un valioso consejero de mi padre. Decidme: ¿Aceptaréis poner a mi servicio vuestra sapiencia y vuestra astucia?

Hékate sonrió, taimada y servil al tiempo. Miró a Meliador con ojos divertidos.

—Zorro, nuestra tierra advierte en el horizonte el hedor inevitable de la guerra —prosiguió Arnold—. ¿Me servirás con tu vida cuando llevemos la muerte a las huestes de Sigismund?

Las últimas palabras, las más duras, las reservó para la mediana, a la que no ofreció la mano.

—Bufona, no te necesito. No hay espacio para ti en el futuro que voy a dibujar con sangre y acero. Tú me hiciste débil. Tus canciones, tus chanzas, tus estúpidos bailes… Puede que un Rey necesite a un bufón, pero un Emperador no.

» Márchate ahora que aún recuerdo el significado de la palabra… «piedad

Notas de juego

Podéis cerrar con un pequeño (pero crítico) mensaje en el que elegís:

Cara - Lealtad a Arnold.

Cruz - Rebelión.

Yo que vosotros no valoraría mucho los riesgos. Simplemente... dejaos ir. ;-D

Cuando tenga las respuestas, dejaré un último mensaje a modo de visión de Meliador sobre el futuro próximo de Talmberk... ;-)

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24/11/2025, 23:21
Brianna de Skalice

Brianna sintió como sus heridas más letales sanaban ante el contacto de Daniel y posó una mano en su hombro, indicándole que podía soltarla.

— Gracias...

Musitó cuando sus pies volvieron a tocar el suelo y volvió la mirada, dirigiéndola hacia la mediana, que acababa de entrar junto al Zorro. 

— Me alegro que pudieran ayudaros...

Empezó a decirle, pero sus palabras murieron en sus labios en cuanto Arnold empezó a hablar. Fue entonces cuando su mirada se dirigió hacia el muchacho y lo vio por primera vez.

En él pudo reconocer a Arnold von Licht, pero... ¿Cómo era posible que hubiera cambiado tanto? Reconoció en él la fuerza y la determinación que había visto en Erling von Licht. Sintió en su alma el peligro que había intuido en el Duque y por el que le había jurado lealtad. Pero el Duque nunca había cumplido su palabra. 

La Leona de Skalice ansiaba vengarse de Sigismund el Rojo por lo que le había hecho a su aldea. Los mataron a todos, a sus padres, a su hermano Liam... Sus tropas quemaron su pueblo y su infancia y el fuego de la venganza todavía ardía en su interior. 

Y las palabras de lord Arnold von Licht avivaron ese fuego.

Los ojos glaucos de Brianna se enredaron con la mirada acerada del autoproclamado Duque de Talmberk. Las palabras que él le dedicó encogieron su corazón y un leve vahído la hicieron vacilar durante un pequeño instante. Vio el brillo oculto en sus ojos y comprendió que si daba ese paso, su corazón le pertenecería. Tenía que dejar atrás los sentimientos que Ser Daniel había despertado en ella...

Daniel...

Podía sentirle ahí, parado a su lado, sólo tenía que alargar la mano para poder tocarle, pero...

La imagen del comandante alemán levantando su enorme espada y cortando por la mitad a su hermano la azotó desde lo más profundo de sus recuerdos. Y la voz de aquel hombre mientras la agarraba y le susurraba aquellas palabras que la habían estado torturando durante toda su vida...

Canta, pajarito, canta...

En ese momento, Brianna de Skalice ahogó el dolor que sintió al cerrar su corazón y se arrodilló delante de Arnold para tomar la mano que él le tendía y besarla.

— Mi señor, permitidme ayudaros a vencer a Sigismund y sus ejércitos y mi corazón será vuestro.

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25/11/2025, 09:03
Hermana Prímula

Prímula dio un paso adelante.

El movimiento fue lento, pesado, casi ritual.
La bilis del trol aún marcaba su piel con llagas abiertas. Su hábito seguía ennegrecido por el fuego de los boggart. Su respiración era un silbido irregular. Pero su mirada… Su mirada ardía con una claridad oscura, casi insoportable.

No se arrodilló. Tampoco retrocedió.

Clavó los ojos en Arnold —ese nuevo Arnold, ese que ya no era un muchacho sino una amenaza con forma humana— y habló con la voz grave de alguien que ya ha contemplado el abismo demasiadas veces como para sorprenderse por otro más.

—Excelencia… Mi fe no es un adorno que pueda quitarme para ofreceroslo como un tributo. No es un velo. Es mi columna. Mi carne. Mi respiración.

Hubo un silencio breve.

—Si renunciara a Catarsis… sería tan inútil para vos como una espada sin filo. O como un ejecutor sin brazos.
Un leve temblor recorrió su rostro. ¿Dolor? ¿Convicción? ¿Devoción?
Era imposible distinguirlos.

—Mi dios es el sufrimiento. La mutilación que abre camino a la revelación. La purga que convierte a los débiles en herramientas. Intuyo que sabéis de lo que hablo...

Sus dedos, ensangrentados, se apoyaron sobre el Códice de los Mutilados.

—Y sé que le he fallado últimamente.

Su voz era susurro apenas audible.
Una confesión.
Un lamento.
Una promesa.

—Por eso sé que esto, es una prueba que me ha sido impuesta. Para saber si soy digna o si debo ser quebrada.
Su voz se tornó fría. Inamovible.

—No pretendo vuestra misericordia. Si creéis que debo soportar suplicio… lo soportaré. Y si creéis que debo sangrar por vuestro nuevo código, sangraré.

Dio un paso más. Apenas la mitad del anterior, pero suficiente para que la tensión en la cámara cambiara de forma.

—Pero creedme cuando os digo que una sacerdotisa sin fe es un cadáver que todavía respira. Y vos no necesitáis cadáveres. Necesitáis instrumentos. Necesitáis dolor… fiel.

Sus ojos se oscurecieron aún más, como si una sombra líquida pasara por sus pupilas.

—Dejadme mi fe… y os entregaré sufrimiento.
»Dejadme mi fe… y la sangre de las huestes de Sigismund bañará vuestras botas.
»Dejadme mi fe… y vuestro ascenso llenará de gritos los campos de batalla.

Su voz se quebró por un instante, pero no de miedo, sino de fervor.

—Renunciaría a mi vida por vos si lo ordenáis.
»Pero no renunciaré a Catarsis. Porque si lo hiciera, no quedaría nada que mereciera vuestra devoción. Ni vuestra guerra. Ni vuestro Imperio.

Y bajó la cabeza. No en sumisión. No en miedo. Sino en aceptación de lo inevitable.

—Si eso os parece debilidad, Excelencia… Haced lo que tengáis que hacer.

Levantó la mirada. Desnuda. Desafiante. Pura.

—Decid, pues. ¿Queréis un vasallo más? ¿O queréis un arma hecha de carne, sangre y fe?

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25/11/2025, 19:59
Ser Daniel Fortesque

Aquella no era la voz de Arnold, ni aquél fornido caballero digno de plasmar en los mejores tapices y cuadros era Arnold. Si podía tener alguna duda al verlo, quedó disipada en cuanto le escuchó hablar con aquella seguridad, con aquél dominio que era la antítesis de todo cuanto el heredero había sido antaño. 

Bien sabía que las palabras amables no servían para gobernar Talmberk y que se avecinaban tiempos duros, pero no reconocía ni una sola pizca del que había considerado como un hermano pequeño en aquél que ahora le arrebataba su sobrenombre de Apolíoneo. Lo que decía, cómo lo expresaba... allí había mucho más que un deseo de estar a la altura de lo que se esperaba de él. Y Daniel supo que de semejante arrogancia no podía salir nada bueno.

Devoción... Emperador de Bohemia... ¡¿Dios?!

—¿Qué habéis obrado en él para tan grande cambio en una sola noche? —le espetó a Hékate, arrodillada ahora frente a Arnold, con ira apenas contenida.

Pero con más incredulidad vio aún como Brianna, ya valiéndose por su propio pie, imitaba a la bruja y con insultante facilidad le ofrecía mucho más que su hacha. No debería sorprenderle que Prímula mostrase más principios, llevando su fe hasta las últimas consecuencias como era su mantra, pero, si Arnold aceptaba aquello, ¿Se entregaría ella también? ¿Y Locke? ¿Suplicaría Jenna por un hueco en la mesa del nuevo señor, por un cuenco en el suelo al que arrojar las sobras?

Aquél día tan largo le había demostrado muchas cosas. Le había demostrado que no era el caballero que pensaba, que lo honorable no era siempre lo correcto, que había poderes más allá de sus posibilidades de vencer.

Le había demostrado que aquellos años, engatusado por las alabanzas y miradas que recibía, protegido por el favor del Duque y la cercanía a Arnold, solo había hecho que fracasar, más pendiente de la Corte y de la música que de lo que realmente era importante, siendo indulgente con el heredero, mirando más por su bienestar que por su deber, y pensando que habría tiempo de sobra. Había permitido volverse blando.

Y aquellas eran las consecuencias.

Nunca más.

—No —dijo finalmente, serio y mirando a Arnold a los ojos, su valor encontrado—. No veo en vos nada del que pude considerar un hermano para mí. Sea lo que sea que haya sucedido aquí, no ha sido nada bueno. Las cosas que decís... Veo... veo que he fracasado como vuestro tutor. Os pido vuestro perdón por ello, de todo corazón —decir aquello en voz alta dolía, dolía más que toda la sangre que había derramado en aquél pantano—. Pero no puedo formar parte de vuestros planes. Debo rechazaros. Y por ende, pediros vuestra licencia para marchar en libertad.

Sostuvo la mirada del hercúleo joven. Sabía muy bien que podía estar firmando su final allí mismo.

—Y si eso es motivo suficiente como para que queráis acabar conmigo... sea pues —no hizo mención a desenvainar su arma, ni a defenderse de forma alguna. Estaba herido y cansado, pero lo que estaba realmente agotado era su espíritu. Y de todas formas, en su interior sabía que incluso en plena forma no tendría posibilidad alguna contra el nuevo Arnold.

Notas de juego

Pa mi la cruz, como siempre 

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27/11/2025, 16:48
Jenna Leagallow

Algo pareció romperse en su interior cuando escuchó la voz fría y autoritaria de aquel ser que decía ser Arnold hablar sobre sus ansias de poder y sus delirios de grandeza. En el fondo de su corazón Jenna comprendió que una semilla maligna había anidado en el interior de aquel joven que otrora fuera bondadoso y puro. Fuera lo que fuera lo que había hecho la pérfida de Hékate no quedaba nada en aquel cascarón que ella pudiera reconocer. Su señor y amigo había muerto y no iba a volver.

Un sentimiento de frustración e impotencia se apoderó de ella al observar los rostros de los valedores de Arthur. Meliador ahora joven y gallardo los había traicionado a todos. ¿Por qué? ¿Por amor? Que los dioses se apiadaran de su alma si pretendía encontrar algo de afecto en aquella lagartona. ¿Por la  inmortalidad? Si el karma y ella tenían algo que decir al respecto solo viviría lo suficiente para que el regalo que había logrado a cambio de la vida de aquel al que juró lealtad se convirtiera en hiel en su boca. Si su lealtad hubiera sido la mitad de fuerte que la de sor Prímula por su dios, nada de aquello habría sucedido. La religiosa aceptaba su destino con digna entereza. De hecho, Jenna habría jurado que con algo de anhelo por el tormento que en su mente quebrada y torturada consideraba el justo precio por sus fallos.

Sin embargo, no fue capaz de soportar la respuesta de Brianna. Con los ojos cargados de tristeza observó a la guerrera entregarse de aquella manera tan trágica. ¿Cómo era posible que la Leona de Skalice, la heroína de sus canciones, valiente guerrera y leal compañera, se rindiera a semejante vileza? Con una sonrisa hacia Sir Daniel y un asentimiento de cabeza como muestra de reconocimiento y agradecimiento, se aproximó a la fiera guerrera para sostener su mano. 

— Brianna, no te dejes seducir por la oscuridad, no dejes que la maldad triunfe. Si persistes, te convertirás en la herramienta de alguien tan despiadado como aquel a quien pretendes derrotar. Mi corazón siempre estará de tu parte, pase lo que pase. Te estaré esperando...

Con delicadeza, Jenna besó la mejilla de la guerrera mientras sus lágrimas cálidas caían con suavidad sobre su piel maltratada por el fuego. Acto seguido, se irguió y observó al que hacía solo unas horas había sido su mejor amigo. Una tristeza indescriptible emanaba de cada poro de su piel, la mirada que clavó en su antiguo señor traslucía melancolía sin límites. 

—Sé que no me necesitáis y, aunque así fuera, allá a donde vais no podría seguiros sin conservar mi alma intacta. Os he fallado. Todos lo hemos hecho. 

Su voz se quebró mientras aferraba la mano de Sir Daniel con fuerza, dispuesta a llevarle consigo. No permitiría que aquel hombre valiente muriera en aquella mazmorra inmunda. Estaba convencida de que aquella muestra de "piedad" era el último gesto de amor de su querido Arnold, el último rescoldo de la bondad del que habría sido el gobernante más justo y compasivo de Talmberk. Con la otra mano aferró la de su amigo el Zorro y la apretó, observándolo con el leve brillo de la esperanza ardiendo a través de sus ojos. Porque algún día Brianna recapacitaría, porque Sir Daniel lucharía, porque muchos otros les seguirían, porque el amor rompería las cadenas que aquella derrota había forjado, porque ella con sus canciones enarbolaría el estandarte de un nuevo amanecer y porque teniendo al Zorro de su parte juntos serían el origen de la chispa de la futura rebelión contra la barbarie que arrasaría Bohemia bajo el yugo de aquel tirano. 

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28/11/2025, 08:21
Locke, El Zorro

Jenna agarró la mano de Locke y alzó la mirada hacia su compañero de fatigas. Los ojos de la mediana brillaban acuosos de tristeza. El gato de Shreck habría caído rendido a sus pies cascabelados de bufona.

Lo que encontró al contemplar el rostro del semielfo le hizo tirar por Cordura 1d10/1d100. The Great Old One's way.

La cara del Zorro era una máscara grotesca. Una orgía poco ordenada de emociones había tomado al asalto los rasgos del consejero. Furia ardiente, amarga decepción, pesar insondable, rugiente indignación, ¡demencia suicida! Jenna presenciaba el semblante de un dios iracundo. Una mueca que habría ahuyentado a la selección nacional al completo de rubgy neozelandés. ¿Kratos de God of War? Un patético aficionado...

Locke, Aquel Cuyo Rostro No Debe Ser Contemplado, el Caos De Faz Abotargada, el Desfigurado Susurrador de Cabras, la Pesadilla Picasiana..., dio un paso al frente... y...

ESCUPIÓ A LOS PIES DE ARNOLD VON LICHT

No contento con tal afrenta, siguió escupiendo a cada uno de todos esos traicioneros bastardos que habían agachado la cabeza sumisos ante el nuevo y corrompido Arnold. Salivazo en la falda de Hékate. Pollo en las barbas de Meliador. Esputo en la melena de Brianna. Gargajo en el hábito de Prímula.

 GIF escupe - GIF animado en GIFER - de Snowstaff

Su capa, que al entrar en la estancia parecía mustia y apática como un sauce llorón en plena sequía1, se alzó a sus espaldas estallando en un frenético y avasallador maremoto de Drama en estado puro. 

Con los ojos inyectados en sangre y abiertos hasta el punto en que amenazaban con salirse de sus cuencas, Locke dio un paso al frente. Amenazador. Tal vez no más amenazador que un cachorro de bulldog francés particularmente rebelde, pero amenazador, al fin y al cabo. La capa tironeó del semielfo, arrastrándole hacia atrás, mientras Locke gruñía y repartía flemas como un aspersor homicida. ¿Estamos ante un claro "No te reviento porque me agarran"? ¡Damn, yesss!

Sin embargo, a pesar de los aspavientos del semielfo, la capa le remolcaba inexorablemente hacia la salida de la estancia y, con él, a la mediana que seguía cogida de su mano. Locke se resistía con uñas y dientes, henchido de rabia vengativa. Incluso llegó a anclarse al espaldar de la armadura de ser Deiniel en un intento de frenar la abducción capil. Pero, oh amigo, nunca subestimes el poder de la lealtad de la mítica Cloak of Billowing. Los extremos de la capa se agarraron al marco de la puerta y jalaron. Ni un equipo de euskaldunes de caserío profesionales de la Sokatira habrían resistido tal empuje.

Poco a poco y sin dejar de escupir, Locke fue impelido a ascender de espaldas por las retorcidas escaleras de caracol, llevándose consigo a Jenna y a ser Deiniel.

 


 

Muchos serán los que mascullen enojados frases como "El personaje de Locke se habría pasado al otro bando" o "Este giro de trama no es consistente con el perfil psicológico del personaje" o "Cuánto daño ha hecho Disney y los putos woke... Ahora todos los finales tienen que ser lacrimógenos". Mimimimimimi...

Callad vuestras sucias bocas que nadie os ha pedido vuestra opinión.

No obstante, ni que sea por no escucharos más, revelaré aquí... la Verdad Verdadera.

Locke sufre un agudo choque anafiláctico fruto de la administración no consentida de un anestésico boggart en un más que dudoso estado de conservación. La musculatura de su cara está entumecida en algunas partes, inflamada en otras, y directamente inerte en algunas más. La motilidad de su rostro no tiene ya sentido alguno. Cualquier intento de expresión, sea cual sea, acaba asemejándole a un maorí en pie de guerra. Su lengua es una morsa varada en medio de la arenosa playa de su boca. Cuando intenta hablar, la única letra que es capaz de pronunciar es la zeta... Acompañada, como todos habéis podido ver, de andanadas terribles de salivazos.

Lo que Locke ha estado diciendo —¡gritando desesperadamente!— es más o menos lo siguiente:

«¿¡Que si le serviré!? ¡Seré su esclavo, su más fiel perro de presa! ¿Con mi vida, dice? ¡Con las vidas de todos aquellos que usted señale, mi señor! Ups, perdón por el gapo. Y por este otro. Lo siento... Vaya, otra vez... A lo que íbamos. ¿Quiere que le llame Duque? ¿Rey? ¿Emperador? ¿¡DIOS!? Delo por hecho. Le llamaré Loreta, si eso es lo que me ordena. ¡Vamos a ser el Team Arnold! Hékate: siempre confié. Vaya, disculpa el pollo... Eso con frotar un poco se va. ¡Meliador, viejo zorro! ¡You and me! (bro fist) ¡Brianna! (señalando con ambos índices como pistolas) Hoy estás que ardes, ¿eh? Ups, disculpa... bueno, así te refrescas. Y mi querida Prímula. Ya sabes que te ailoviu.

¡No! ¡Eh! ¡Suéltame, capa del demonio! ¡NO! ¡QUIERO FORMAR PARTE DE ESTO! ¡SUÉLTAMEEEEERGH!»

Y el resto.... es historia.

Notas de juego

1Minutos atrás había protagonizado una secuela no oficial de Twister, con una epiquérrima interpretación que habría alzado a Helen Hunt y Bill Paxton de sus butacas para aplaudir arrobados por el éxtasis.

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28/11/2025, 11:01
Brianna de Skalice

Al escuchar la negativa de Daniel, Brianna sintió que se quebraba por dentro. La leona no era consciente de lo que estaba jurando al arrodillarse ante Arnold. Tenía la fe ciega de que el joven al que todos habían "malcriado" de alguna manera, seguía dentro del hombre que tenía delante. Había escuchado sus palabras frías y había visto el fuego de su mirada, un fuego ante el que se sentía completamente desnuda, pero era Arnold, maldita sea, ¿por qué no lo veían? 

Sí, había cambiado, ya no era un alfeñique que lloraba si se rompía una uña. Ahora era un hombre, como lo era su padre y al que habían jurado lealtad. Pero en su interior podía sentir la fuerza que irradiaba. Un poder que les llevaría a acabar con las tropas de Sigismund...

Cegada por el odio y el dolor, Brianna era incapaz de ver lo que habían visto tanto Ser Daniel como Jenna y no comprendió por qué el paladín rehusó servir al que había jurado proteger. 

Le dolió saber que ya no volvería a verle y bajó la mirada, ocultando la tristeza que empañaba su corazón. Sus caminos se separaban en aquel momento... 

Pero había tomado una decisión y no podía echarse atrás. Por fin había encontrado a aquel que le permitiría vengarse por la muerte de Skalice... Por fin sus padres y su hermano descansarían en paz... 

Sintió la voz de Jenna junto a su oído y el beso que la pequeña le dio en la mejilla y su corazón zozobró. 

¡Estaba equivocada!

No, Arnold no podía haber desaparecido como decían... Tenía que estar allí dentro... Él la ayudaría a vengar la muerte de sus padres y después gobernaría, tal y como estaba predestinado. Sería un emperador justo...

Brianna no quería ver la oscuridad dentro de Arnold. Había visto su fuerza, había sentido el peligro que irradiaba, pero se aferraba a la idea de que su joven señor seguía ahí... En algún rincón de su interior y no iba a abandonarle...

Podía entender que Jenna se sintiera destrozada. Arnold había sido demasiado cruel con ella. Había rechazado la amistad que habían tenido y la pateaba de su lado... Era normal que se sintiera así, pero... 

Quizás Arnold estaba actuando de aquella manera para complacer a la bruja. No debía olvidar que todavía estaban bajo su influencia... 

«Yo le protegeré»

Convencida de que todo era culpa de Hécate y de que su joven señor estaba siendo tan cruel para protegerles, Brianna de Skalice se reafirmó en su decisión y alzó nuevamente la mirada hacia Arnold von Licht.

El Zorro empezó a escupir en todas las direcciones. Brianna abrió mucho los ojos al sentir uno de los escupitajos en su pelo y sus labios se contrajeron en una mueca de asco. Volvió la mirada, encontrándose con la imagen de Ser Daniel y Jenna alejándose y sintió un pequeño vahído. Deseaba correr junto a ellos. No quería perderles, pero...

Ellos ya habían tomado una decisión.

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29/11/2025, 17:53
Meliador, El Susurrante

Volvió su mirada hacia la entrada para ver aparecer a dos conocidos. El Zorro y una pequeña Jenna que corría al lado de Brianna con lágrimas en los ojos. Sus miradas se cruzaron un instante y vio el reconocimiento en sus inquietos ojos al verle, unos ojos llenos de odio con los que acompañó su amenaza personal hacia él.

La mirada fría de Meliador se oscureció un instante, decidiendo qué hechizo conjurar para eliminar aquella pequeña molestia de voz chillona. Pero algo en su amenaza lo detuvo antes siquiera de formular las primeras palabras. ¿Por qué lo acusaba de venderlos? No es que le importara lo que la pequeña pensara de él, era la incómoda sensación de que había olvidado algo importante. Y eso le extrañaba porque, a la vez, recordaba cosas que creía olvidadas hacia siglos escondidas en lo más recóndito de su mente. 

Esa pequeña duda fue la que salvó a Jenna ese día, porque hizo que, en el impasse, Arnold comenzara a hablar dirigiéndose a todos ellos y Meliador centrase su atención en él, porque él era el testimonio viviente de lo que era capaz de hacer su amada. Hékate había realmente cumplido su palabra, había hecho justo lo que se le había pedido, lo que el padre de Arnold había pedido y Ulceroso Ulrich había pactado con ella. Allí estaba Arnold, deseoso de llevar a cabo justo lo que él le había insinuado a Hékate. 

Lo podía sentir, palpar casi, respirar. 

La fuerza del deseo dentro del corazón de Arnold. Su ambición de una tierra unida y en paz. Y no solo Talmberk.

Emperador de Bohemia...

Una sonrisa enigmática se instaló en su rostro al escuchar la seguridad con la que Arnold expresaba sus ambiciones. Levantó el mentón, orgulloso del muchacho que tenía delante y de Hékate, quien se arrodillaba ante él en aquel momento jurando lealtad infinita. Aquella misma mañana no había podido ni tan siquiera imaginar lo que sucedería aquel día.

Arnold buscó entonces la mirada de todos y les preguntó sin rodeos si estaban con él o contra él, sin medias tintas, sin dudas. Sin dar más importancia a aquello que la que merecía y sin perder un segundo más de tiempo en saber quien estaba de su lado del necesario.

Meliador intuyó sin esfuerzo cual sería la respuesta de cada uno, no había que ser adivino para eso, los conocía a todos del tiempo suficiente.

Brianna accedió al precio pedido por su lealtad por poder ser partícipe de eliminar a Segismund. La Leona de Skalice hizo valer su nombre. Sería un brazo fuerte para proteger a Arnold.

De acuerdo a lo que pensaba de ella, Prímula intentó conservar lo único que tenía con su palabrería, la creencia de que aquel dios al que veneraba era la solución a todo cuando, la realidad, era que solo era humo en la noche más oscura que ella misma se imponía. Siempre había pensado que, si se permitía vivir, sería feliz, pero ella era obstinada hasta la saciedad y, allí estaba, plantándole cara a Arnold. Ella sería su primera gran decisión.

Y fue Ser Daniel el que tomó entonces la palabra. Meliador ya intuía su contestación antes de que esta fuera pronunciada, por lo que no le extrañó en absoluto. Solo quedaba esperar lo que Arnold decidía hacer con quién no decidía tomar la mano que le había sido tendida con el cariño de un hermano. Pocos esperarían poder gozar de un reconocimiento tan explícito por parte de su señor. Una gran pérdida, siempre le había caído bien Ser Daniel.

Y fue su turno.

—Mi búsqueda me ha llevado a que esté preparado para afrontar este nuevo reto a vuestro lado—se inclinó ante Arnold, besándole igualmente la mano—Que todo lo que atesoré en la vida junto a su padre, sirva para ayudarle a conseguir lo que se proponga de aquí en adelante—juró lealtad solemnemente y se retiró de nuevo para dejar paso a los siguientes.

Su mirada se cruzó entonces con la de Hékate y le devolvió una sonrisa llena de complicidad y entendimiento. 

La voz de Jenna negó a Arnold a continuación. No le quedaba otra salida al saberse fuera del círculo que Arnold estaba tejiendo con sus incondicionales y aquellos que sabía que lo ayudarían a obtener su objetivo.

Y la sorpresa llegó entonces de mano de Locke. Fue el único que rompió las previsiones del mago y que hizo que los pelos de sus pobladas cejas se movieran arrastrados por la sorpresa. Su gesto contra Arnold y Hékate hizo que de las manos de Meliador comenzara a surgir una luz blanquecina que estaba destinada a encontrar el cuerpo del Zorro y detenerlo para siempre, hasta que su capa cobró vida, hasta que ella misma desveló que no era una capa normal y corriente sino una mágica que, desesperada, intentaba sacar a su dueño de allí y, junto con él, a Jenna y a Ser Daniel a quien este tenía agarrados de las manos. El trio que se quedaba así fuera del círculo que Arnold estaba trazando para acompañarlo en su futuro.

Meliador bajó sus manos, pero no rompió el hechizo. Los tres habían tomado su decisión. Ahora era el momento de que Arnold tomara las suyas, a él le correspondía hablar.

—Excelencia, si su deseo es que no abandonen la sala sin su permiso, no tiene más que decirlo y los traeremos de vuelta...—sus ojos buscaron, brillantes y llenos de vida, los de Hékate.

Agachó su cabeza ante Arnold esperando su decisión y fue entonces cuando lo sintió. Aquel pequeño cosquilleo en la nuca, un leve titilar de alas de mariposa...

Cerró los ojos y dejó que su don actuara, tenía curiosidad por ver qué podía enseñarle, qué hilos del destino se estaban tejiendo allí y ahora y a donde les llevarían en breve. Sonrió mientras se sumergía en las corrientes de la adivinación, se sentía pleno de energía y emocionalmente satisfecho. Auguró, antes de ver nada, que el destino solo les podía ser favorable.

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01/12/2025, 17:41
Hékate

Hékate tenía lo que quería y el mero despliegue de autoridad de Arnold von Licht le pareció suficientemente satisfactorio para dar por concluida la primera gran fase de su plan. Hacer de Arnold todo un hombre había resultado muy fácil en un plano como el feérico, un lugar en el que el tiempo, ya de por sí una noción relativa, se convierte, además, en una fuente de cambio impredecible.

Al joven heredero le había dotado de algo mucho más profundo que simple hombría, como así le había requerido El Ulceroso. Le había regado de identidad. Ahora no era un hombre… Ahora era alguien. Había dejado de ser un mero secundario en la historia de Bohemia para convertirse en un actor protagonista del apasionante Libro del Destino.

Poco o nada importó a la bruja que parte del séquito del futuro Imperator le diese de lado, más aún cuando la Leona de Skalice le mostraba su auténtica y fanática devoción y la enigmática sacerdotisa parecía incluso dispuesta a servirle a cambio de preservar su triste fe. La victoria, por tanto, era abrumadora y excitante.

Dicho lo cual, Hékate no era partidaria de perdonar al enemigo confeso. Y así, al ver a los elementos subversivos declinar el ofrecimiento de un nuevo dios, dijo:

—Escuchad al Susurrante, milord. Sabed que aquellos que no os juren lealtad eterna son vuestros adversarios. La piedad puede ser digna de un líder clemente, pero no de uno longevo.

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01/12/2025, 17:42
Lord Arnold

Arnold no pareció inmutarse en un primer momento —a pesar de la andanada del Capitán Salivazo—, pero al cabo exhibió una sonrisa sardónica, misteriosa.

—Dejadles marchar —dijo conciso y vehemente. No había ni un ápice de duda en su voz. Su orden, pues, era incuestionable.

Con todo, el expresivo rostro de Hékate no pareció entender la razón que presidía el juicio de su nuevo señor, de modo que Arnold, apostura regia, incluso, imperial, añadió:

—Un día quizás encuentre en ellos un rival a mi altura —Sonrió, sombrío, clavando sus ojos glaciares en Ser Daniel, invitándole en silencio en un futuro a intercambiar acero como solo los guerreros pueden hacer…

A muerte.

Arnold se detuvo un instante frente a Brianna y le retiró el cabello de la frente, despejándola para admirar sus brillantes ojos azules.

—Bañaré tu piel en la sangre de mis enemigos, Brianna… Y cuando la guerra termine, cuando Sigismund yazca mutilado y sus ejércitos se batan en retirada, te llamarán la Leona Roja de Bohemia. Así lo escribiré en las estrellas.

Acercó su cabeza contra su pecho… Y la abrazó con delicadeza infinita.

Luego se aproximó a Prímula, despacio, con un aura de majestad.

—Conserva tu fe, sacerdotisa. Consérvala y permanece a mi lado. Pronto descubrirás que Catarsis… soy yo.

Arnold extendió los brazos, despacio, como si un dragón áureo desplegase sus alas para cobijar a una refugiada de la guerra eterna. Su calidez atrapó a Prímula en un abrazo que sumió a la clériga en el desconcierto.

Luego, susurró a su oído:

¿Creéis que Edna podrá expiar sus pecados?

El Susurrante, reflexivo, visualizó en el tablero cósmico una nueva figura regia emerger en el tejido de los acontecimientos, un muchacho otrora débil e inexperto, ahora reconvertido en un poderoso adalid de la guerra. Escudriñó el futuro teñido de sangre para entrever el despertar de un enorme leviatán cuyo serpentino lomo estaba sembrado de lanzas y picas. La bestia, su mirada inclemente, asolaba la tierra haciendo temblar los cimientos de naciones enteras bajo una falange de estandartes y se advertían en el horizonte largos, muy largos años de hambre… y miedo.

Y en el final de la curva que percibía el ojo al divisar la fusión del cielo con los dientes serrados de las cordilleras montañosas de Bohemia, había una tímida pero brillante luz, que bien podía ser catalogada como la chispa de la rebelión...

O de la esperanza.

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01/12/2025, 17:46
Cuchufreda

En algún lugar del Bayou...

Cuchufreda era una cabra con recursos. Y no me refiero al vasto surtido de puerros que cargaba consigo en el morral.

Si había escapado del matadero de los boggarts in extremis fue gracias a su don natural para manipular los sentimientos de todos aquellos que la rodeaban con la expectativa de acariciarle la orejota. Por eso y porque cantando canciones delirantes no tenía rival en el redil. Así que cuando narró las desternillantes aventuras de Luke y La Jenni (Todo parecido con algún personaje ficticio de esta aventura es pura casualidad (?) bajo el título comercial de Nabos & Puerros: Colega, ¿Dónde está mi bandurria? los boggarts decidieron que el estofado de cabra podía esperar unas horas. Esto se mostró como una decisión crítica, permitiendo a Cuchufreda escapar aprovechando una debilidad estructural de los tablones del matadero.

Lo siguiente que hizo Cuchufreda fue efectuar un descanso táctico aguardando a que su amo fuese a rescatarla, porque, como toda cabra tiene grabado en el sentío, las convenciones literarias, ganaderas e incluso heteropatriarcales sugieren que es el pastor, y no la pastora (¡OJO!), el que tiene que aventurarse en la Noche de los Tiempos a salvar a su noble cabriola de las inclemencias climatológicas o, peor aún, de... El Lobo.

Como nadie fue a rescatarla (¡REPRESALIAAAAAA!), la rencorosa Cuchufreda aprovechó para mascar un puerrito mientras concebía una cruel forma de venganza. Y así siguió hasta elucubrar diversas formas de tortura caprina que habrían dejado en vergüenza al Taxidermista, además de algún inusual escondite con el que sorprender a su legítimo propietario al regresar a casa buscando el sándwich de mortadela...

¡Toma chooooooopped, tunaaaaaaaaante!

A punto estuvo de irse a pastar por la Ciénaga Negra ajena a la bandera roja indicativa de proximidad de trols por los alrededores, momento en el que apareció entre la espesura...

Sus ojos de un verde iridiscente inyectados en sangre tras haber eludido en el último suspiro a La Muerte, su lengua estropajosa e inflamada, su cabello desaliñado de un rojo brillante, sus inconfundibles y picudas orejitas y esa ropa ostentosa hecha unos auténticos «zorrupios» por su persistencia a llevar pajes consigo. Admiró su complexión enjuta y esbelta, sus andares orgullosos (?), su preocupante esguince de tobillo y sus magulladuras y moratones. Todo ello exigía cierta predisposición a la ceguera selectiva, porque lo cierto es que uno habría cambiado de ciénaga al paso de semejante elemento, más digno de un hábitat como, por ejemplo, la Corona de Cobre (Tom Poe is watching!). 

Cuchufreda se sorprendió sonriendo como una bobalicona, sus orejas agitándose e invitándola a levitar. ¿Era aquello amor?

Y entonces, sin venir a cuento, la cabra se puso a cantar:

Notas de juego

FIN

(?)