Prímula permaneció inmóvil mientras el cuerpo de Haas caía al barro con un sonido húmedo, espeso, casi orgánico.
Durante un instante no hubo aire, ni ruido, ni tiempo. Solo el retumbar de un corazón —el suyo— y el eco distante de un rezo que no recordaba haber pronunciado.
Cuando al fin levantó la mirada, se encontró con la de Ser Daniel. Sus ojos, ennegrecidos y febriles, no buscaban consuelo, solo comprensión: Una palabra, una absolución, algo que justificara lo que había hecho.
Pero no llegó.
Solo el silencio del pantano, denso como el pecado.
—Ha terminado —susurró con voz áspera y rota, como si se hubiera desgarrado por dentro.
No se movió hacia él. No podía. Aún sentía el tacto de la carne ajena fundiéndose bajo su palma, el pulso ajeno extinguiéndose entre sus dedos.
Bajó la vista y vio el reflejo de su propio rostro en el agua turbia: el de una sacerdotisa sin redención, una mártir sin causa.
Entonces dio un paso adelante, lo bastante cerca como para que solo él pudiera oírla. Su tono era bajo, urgente, casi una súplica:
—Nadie debe saberlo, Ser Daniel —dijo, clavando los ojos en los suyos—. Lo que ha ocurrido aquí… muere con nosotros. Con ambos.
Por un momento, el silencio volvió a reinar, interrumpido solo por el zumbido lejano de los insectos y el murmullo de la ciénaga tragándose el cuerpo de Haas.
Y con eso, cerró el puño —aún tembloroso— y dio un paso atrás, mientras la penumbra se cerraba sobre ellos como un secreto sellado en sangre.
Haas avanzó, y Daniel sintió como el poder divino empezaba a canalizarse en su brazo derecho, dispuesto a liberarlo a la más mínima oportunidad que le diera el asesino. Claro que aquello era más fácil de decir que de hacer, pues Lukasz manejaba aquella daga como un verdadero artista.
Y si algo había que reconocerle a aquél cabrón, era su dedicación.
Pero apenas empezó a danzar, apenas él había tensado los músculos en preparación para la embestida, que Haas pareció trastabillar, desconcertado, como si de repente se el hubieran aflojado las tripas sin control. Se detuvo allí donde estaba, con la respiración entrecortada, y se lo quedó mirando tras lanzar un escupitajo sanguinolento al suelo.
Y si alguna vez había visto a un hombre muerto...
El cuerpo siguió a la daga, entregados ambos a aquél pantano para siempre, una inmaculada, y el otro lleno de sangre, al contrario que la intención del propio Haas.
—¿Qué...? —fue cuanto pudo decir, repitiendo las últimas palabras de su rival, igual de sorprendido que él.
Miró a Prímula, siendo la única que quedaba allí con él, en busca de comprensión. Lukasz la había mirado a ella, pero, ¿Cómo? La religiosa bajó la cabeza, acercándose a él despacio. Ni siquiera bajo cada herida sufrida aquél día había parecido tan quebrada como en aquél momento.
—¿Qué...? —dijo de nuevo—. ¿Qué decís? ¿Qué habéis hecho?
Entonces, escuchó el grito de Brianna. Si no había vuelto allí todavía, era que había encontrado sus propios problemas. Miró a la sacerdotisa, demasiado herida, demasiado agotada ahora mismo para seguir. Fiel a sus votos, había sufrido más que nadie en aquella ciénaga.
—Aguardad aquí —intentó sonar decidido—. No hemos acabado todavía.
Recuperó su espada del suelo, y echó a correr hacia el interior de la cabaña.
Prímula lo vio darse la vuelta, espada en mano, dispuesto a correr hacia el grito de la Leona. Pero antes de que pudiera dar el primer paso, su mano —aún ennegrecida— se cerró en torno a su brazo. El sonido del acero vibró en el aire cuando él se detuvo.
—Esperad —dijo, casi sin aliento. Su voz era un hilo quebrado, pero en sus ojos había una firmeza antinatural, febril.
Lo obligó a girarse hacia ella, clavando sus dedos en la placa de su armadura como si temiera que pudiera desvanecerse.
—No habéis entendido, Ser Daniel —susurró, acercándose lo suficiente como para que él sintiera el temblor en sus manos—.
Nadie puede saber lo que ha ocurrido aquí. Nadie. No diremos que Haas estaba con nosotros. No que cayó en esta ciénaga.
Su mirada se hundió en la de él, buscando no devoción, sino obediencia.
—Cuando regresemos a Talmberk, diremos que luchamos contra el trol y que sobrevivimos por pura voluntad divina. Nada más.
—Si queréis que Arnold viva… si queréis que el duque vea otro amanecer… debéis confiar en mí.
El tono cambió apenas un matiz, de orden a súplica.
—Hay cosas que se mueven en las sombras, piezas de un tablero que vos no veis. Y si pronunciáis su nombre, si mencionáis a Haas, esas piezas se volverán contra todos nosotros.
Aflojó su agarre, pero no apartó la mirada.
—Confíad en mí, Ser Daniel —repitió, casi en un murmullo—. No por Catarsis, ni por mi fe, sino por un deber superior.
Solo entonces lo soltó, su mano cayó al costado, y dio un paso atrás, permitiéndole marchar.
El silencio entre ambos pesaba como una promesa y una condena.
—No dejéis que mi pecado os salve en vano…
Motivo: Brianna - INI
Tirada: 1d20
Resultado: 20 [20]
Motivo: Hékate - INI
Tirada: 1d20
Resultado: 13(+3)=16 [13]
Aclaraciones previas a la entrada del Oh, Vírico Goblin:
Esto es rápido y dramático.
En el primer turno actúan únicamente Brianna y Meliador.
En el segundo, se une Ser Deiniel.
Siguiendo las instrucciones que me han facilitado ambos Jugadores, la escena está clarísima.
Ojo, lanzo dado por la INI de Ishita y obtengo en su nombre (y honor) un 20 natural al que no sumo nada porque no tiene bono de DES.
Meliador, por su parte, obtiene un 22 en total.
Hékate obtiene un 16 en total.
Y ahora viene el suspense...
¿Qué ocurrirá? O_O
Dicen las leyendas de la infecta taberna conocida como la Corona de Cobre que alguien, quizás en otro tiempo, preguntó una vez al sabio Elminster en qué le gustaría reencarnarse en otra vida. El celebérrimo mago replicó:
—En las yemas de los dedos de El Susurrante.
¡Vaya usted a saber en qué diablos estaba pensando Elminster!
Como sea, a Brianna le habría venido bien charlar con el egregio mago para entender que el gran secreto de Meliador, ese vejestorio entrañable que ejercía de consejero del Duque en Talmberk y que estaba rodeado de cierta aureola de misterio en cuanto a su pasado, residía en que la noción del Tiempo no se le aplicaba de la misma forma que al resto de los seres vivos.
¿Un ejemplo?
Brianna era más joven, más rápida, más fuerte y, decididamente, estaba mucho, mucho más enfadada que el mago o la maléfica bruja, lo que la hacía más proclive a cometer un, digamos, crimen pasional con ensañamiento exacerbado.
«Lo maté porque retozó con la bruja y me quería esclavizar a mi Deiniel. No tengo pruebas, pero oh, tampoco tengo ninguna duda, infiernos.»
Así se visualizaban los tabloides del Balduran’s Herald la mañana siguiente en el horizonte de lo previsible...
Sin embargo, Meliador desapareció como por arte de mago.
Fue una desaparición tan súbita que Brianna incluso se cuestionó si alguna vez estuvo allí, delante de sus narices, con ese aspecto lozano y rejuvenecido, su cabello negro como una brea refulgente y sus cejas bien recortadas, encajadas en un rostro esculpido por una obra de Goethe.
Brianna se centró entonces en dar matarile a la bruja pelirroja de mirada ofidia, la cual parecía esperar su golpe con ilusión descarnada.
La Leona de Skalice tenía pocos miedos, pero quizás el único que la perseguía desde su adolescencia era el fuego… Un fuego que alcanzaba a vislumbrar en las ascuas esmeralda que Hékate tenía por ojos.
La valiente guerrera alzó su enorme hacha, quizás un arma poco digna de un caballero, pero diablos, un arma capaz de liquidarte por su propio peso.
Descargó un golpe que en su cabeza se visualizó terrible y mortal de necesidad, un golpe que llevaba las palabras «ESTO VA POR RATOLANDIA… ¡ESTO VA POR ARNOLD, BIIIIIIIIIIIIIIIITCH!» escritas en su estela cinética…
El Libro del Destino rezaba, llegados a este punto, así:
«Y así, Brianna de Skalice decapitó a la infame bruja en su guarida en el corazón de la Ciénaga Negra, salvó a su protegido y a sus amiguitos y, para colmo, conquistó el corazoncito de su amado Ser Daniel Fortesque, casándose ambos y jurándose amor eterno en un rito de urgencia oficiado por la hermana Prímula según el credo catártico, con todos los boggarts de testigos. Hubo música absurda (lógico, estaba Jenna por ahí bailoteando), bailes extravagantes (lógico, estaba Locke baioloteando con Cuchufreda), mucho Moonshine y, por supuesto, perdices… Perdices a gogó.»
Pero, si estuvísteis atentos, recordaréis a Elminster cuando dijo…
—En las yemas de los dedos de El Susurrante.
Y es que, si hay alguien capaz de retorcer los renglones del Libro del Destino, ese es…
Meliador, El Susurrante.
De profesión, adivino.
Motivo: Brianna - Hachazo
Tirada: 1d20
Dificultad: 17+
Resultado: 12(+5)=17 (Exito) [12]
Motivo: Hékate - Represalia infernal
Tirada: 3d10
Resultado: 15 [5, 4, 6]
Meliador actúa primero y se hace INVISIBLE mientras se escabulle por la habitación.
Curiosidades de la vida... Brianna es especialista en luchar a ciegas. Si supera una tirada de Percepción contra el Sigilo del mago, puede detectarle.
BRUTAL.
Lo cierto es que tu idea era golpear con Hendedura a ambos conjuradores, pero a alguno tendrás que atizarle primero y he supuesto que lo más lógico es que Brianna ataque a Hékate. Esto, no obstante, puede editarse con un esfuerzo mínimo. Tú me dices. ;-)
Suponiendo que así sea, Bri logra golpearla... ¿O no? ¡Depende de una argucia de Meli!
Narra cómo tu golpe se dirige hacia la bruja y lanza Daño. Si conectas (insisto, depende de Meli), la bruja responderá con Represalia infernal y arderás en el fueeeeego impíííííío si no superas una TS de DES contra una DC de 14.
Si fallas, 15 puntos de daño que casi te dejan tiesa antes del turno de Hékate. CAUTION.
Si la pasas, sufres 8.
Puedes narrar hasta el ataque a Hékate y el resultado de la Represalia Infernal.
Tú esto nárralo como si efectivamente ocurriese. ;-)
Con el corazón bombeando con fuerza la sangre por todo su cuerpo, Brianna se lanzó contra los dos magos. No se paró a pensar en las consecuencias de sus actos. La bruja acababa de matar a sangre fría a los pequeños roedores y Meliador era un maldito traidor... Se había aliado con ella y pretendía esclavizar a Ser Daniel...
Por encima de su cadáver...
Se lanzó, alzando la pesada hacha sobre su cabeza para descargarla sobre los dos amantes, pero en ese momento el mago desapareció ante sus ojos.
— No huirás...
Sentenció con un gruñido y el filo del hacha bajó veloz en dirección a la bruja.
Motivo: TS Destreza
Tirada: 1d20
Dificultad: 14+
Resultado: 18 (Exito) [18]
Tirada oculta
Motivo: Percepción
Tirada: 1d20
Resultado: 15(+2)=17 [15]
Motivo: Daño
Tirada: 1d12
Resultado: 8(+5)=13 [8]
Motivo: Daño (Repito
Tirada: 1d12
Resultado: 12(+5)=17 [12]
Motivo: Daño derribo
Tirada: 1d8
Resultado: 1 [1]
Motivo: Ataque Oleada de acción
Tirada: 1d20
Dificultad: 17+
Resultado: 11(+5)=16 (Fracaso) [11]
Motivo: Segundo aire
Tirada: 1d10
Resultado: 2(+3)=5 [2]
Bien, vamos por partes xD
Gasto 1 dado de superioridad para hacer ataque de derribo y añadir 1d8 al daño.
1 vez por turno puedo tirar dos veces una tirada de daño por la dote atacante salvaje, así que lo hago
Gasto Oleada de acción para hacer un segundo ataque.
Y gasto mi último "Segundo Aire" para curarme un poquito.
Ya me dirás si puedo usar la hendedura contra Meliador
Dije que iba con todo... No es que sea mucho, pero se intenta ^^
Por cierto, si Hécate no quiere acabar derribada deberá hacer TS de Fuerza CD 11
Buh... Segundo ataque fallo, porque si estuviera en el suelo no tendrías mases contra ella, ¿verdad? xDDD
Si no me equivoco, tras pasar la CD y recuperar un poco el aliento, me quedarían 15 pg ^^
He dejado hechas las tiradas, pero no narro más por si Meliador hace algo e interrumpe mis acciones ^^
Aclaraciones tácticas:
La jugada de Meliador es digna de un villano escapado de la mente del Señor de los Goblins, todo sea dicho.
Lo que va a hacer Milady es emplear su rasgo Prodigio y cambiar el dado del primer ataque de Brianna por un 9.
Esto tiene dos consecuencias directas:
1) Brianna no logra conectar ningún ataque contra la bruja, y, por ende
2) Hékate no puede hacer daño alguno a Brianna con Represalia infernal.
El dado de superioridad, por tanto, no lo pierdes, ya que tú sabrías esto justo antes de lanzarlo si estuviésemos en mesa. ;-)
Esto supone que estás a 23 PG y recibes a continuación el ataque de Hékate...
¿Estás lista?
Justo después de mi intervención, entraría un nuevo turno. Es esta nueva ronda jugaría Ser Daniel entrando a la casa de la bruja y escuchando el sonido de la lucha en la planta superior.
Brianna trata de golpear con un frenesí homicida a la bruja, pero esta se aparta del brutal golpe con un elegante paso lateral. ¡Pareciera que lo vio venir hace dos temporadas de distancia!
—Tsk… Predecible —dice Hékate con una risita de confabulador francés.
La pelirroja extiende dos dedos, apunta al pecho de la Leona de Skalice y recita las palabras de un poderoso sortilegio…
—Ignis… Diavoli… ¡Iactaaaaa!
Como si de tres latigazos infernales se tratasen, las yemas de sus dedos escupen letales rayos flamígeros que atraviesan a Brianna en el pecho y en la pierna, dejando a la rubicunda guerrera gravemente herida, apoyándose maltrecha en su enorme arma.
Sus ojos glaucos se encuentran con los ofidios orbes esmeralda de la bruja.
—La llama es más poderosa que la espada… Arded, leoncilla. Arded.
Los dedos de Hékate trazan un tercer glifo místico del que emerge un último haz de luz ígnea que abrasa a Brianna, calcinando su carne.
Motivo: Rayo abrasador
Tirada: 3d20
Dificultad: 16+
Resultado: 12(+5)=17, 9(+5)=14, 20(+5)=25 (Suma: 56)
Exitos: 2
Motivo: Daño
Tirada: 6d6
Resultado: 24 [6, 4, 6, 4, 3, 1]
¡24 puntos de daño!
¡Justos para tumbar a la insigne leona!
Ser Daniel, vuestra rubita favorita está en serios apuros. Lo tenéis chungo. ¿Qué vais a hacer? O_O
Una vez dentro de la cabaña, siguió los sonidos de lucha hacia el piso superior, desde donde escuchaba golpes y los gritos de Brianna. Apenas hizo caso al interior del edificio en sí, la mente totalmente puesta en acudir en ayuda de su compañera de armas, quien a saber a qué clase de apuros se estaba enfrentando allí, en el corazón de los dominios de la bruja.
Descartando toda cautela, ascendió las escaleras y atravesó el umbral de la puerta de la habitación tras la que sucedía todo, deteniéndose de golpe al ver que había llegado demasiado tarde.
La amazona estaba de rodillas, sangrando y con la piel quemada, derrotada ante la bruja, que se erguía tan victoriosa como desnuda, y que llevaba sobre su cabeza el sombrero de Meliador. ¿Había llegado demasiado tarde también para el entrañable mago?
La guerrera seguía con vida, aunque a duras penas, lo que ya daba testimonio de su natural dureza, pero seguía ante la completa merced de Hékate y sus artimañas brujeriles. Pese al cansancio, pese a las heridas, solo había una manera de rescatarla a tiempo.
—¡¡Briannaaaaa!! —gritó, lanzándose a la carga.
Motivo: Ataque
Tirada: 1d20
Resultado: 4(+7)=11 [4]
Motivo: Daño por si acaso (jaja no)
Tirada: 1d8
Resultado: 2(+3)=5 [2]
Motivo: Castigo
Tirada: 2d8
Resultado: 7 [2, 5]
Acciones: Al ataqueeerrrrrgh........ no he dicho nada xD
Iniciativa: 6
AC: 18
PG: 21/25
Conjuros: 1/3 de nivel 1
Por un breve instante Brianna pudo sentir como el filo de su hacha cortaba la nívea piel de la bruja, pero en el último momento y por azares del destino, el ataque que ella creía mortal, fue esquivado con relativa facilidad. Con un rápido giro de muñeca volvió a elevar el hacha, cortando nuevamente el vacío. Apretó los dientes, frustrada y aspiró el aire, intentando recuperar el aliento. Estaba exhausta y la muerte de los pequeños roedores pesaban sobre su conciencia. No podía sentir al traidor pero sabía que estaba allí mismo, en la habitación... ¿Dónde se había metido?
La pregunta resonó en su cabeza, pero antes de poder plantearse la opción de buscarlo, Hécate conjuró en sus narices y la Leona sintió el ardiente fuego lamiendo su piel...
El dolor fue demencial...
Un grito desgarró su garganta y cayó de rodillas delante de la bruja.
— ¿Por... qué...?
Preguntó con su último aliento antes de perder el conocimiento, con la mirada perdida en el vacío y su cuerpo, cubierto de espantosas quemaduras, cayó hacia delante. Justo antes de perder el conocimiento escuchó la voz de Daniel y un grito quebró su alma...
No... Daniel... Huye...
Prímula llegó unos segundos después de Daniel, arrastrando los pies sobre el barro reseco que aún le cubría la carne quemada. Penetró en la cabaña como un espectro, silenciosa, envuelta en su propio hedor a bilis y ácido, y en cuanto alzó la vista hacia la habitación superior sintió cómo algo dentro de ella —algo frágil y febril— se estremecía.
Brianna se desplomaba con la piel abierta en placas negras y rosadas.
Hékate, desnuda y triunfante, erguida como un cuadro de corrupción sagrada, la observaba arder.
Y Daniel… Daniel corría directo hacia la bruja con esa nobleza suicida que tanto la fascinaba y la enfurecía.
Prímula no se lo pensó. Toda su voluntad se enfocó en una sola palabra:
—Daniel. —El susurro mental le atravesó la mente como un hilo frío—. ¡Detente! No luches. Solo… sácala de aquí. Ahora.
Él se tensó, sorprendido, pero ella no le dejó espacio para replicas:
—Hazlo y vive. Pélela y moriréis los dos
Prímula avanzó entonces, doblando la rodilla sin caer, conteniendo un gemido mientras su carne corrupta tiraba de sí misma. Se colocó entre Daniel y la bruja, como una sombra rota. Su rostro estaba ennegrecido, sus labios agrietados, pero su mirada… Su mirada ardía como una herida abierta.
—Hékate… —su voz sonaba casi dulce, quebrada, pero sin temor— …basta. Si quisieras matarnos, ya lo habrías hecho. Si quisieras tormento, tendrías material de sobra.
La sacerdotisa respiró hondo, y en ese gesto había una obediencia fingida… y una plegaria interior a Catarsis para que la mentira tomara la forma justa.
—No negociamos desde la fuerza —continuó—, sino desde la necesidad. Y estoy segura de que tu tienes alguna.
Sus pasos lentos marcaron cada palabra.
—¿Qué intereses tienes en Talmberk?.
Daniel no comprendería el alcance de esa frase. Pero Hékate sí. Y Prímula lo sabía.
—Tu pacto con el mago no se ha roto —dijo, ladeando la cabeza—, solo ha cambiado de forma. Y tampoco deseo que el heredero pise de nuevo la corte. La ciénaga, al menos, es honesta en sus intenciones.
Un hilo de sangre le resbaló por la comisura del labio.
Entonces, con una calma antinatural, como si ya hubiera aceptado su propio precio, concluyó:
—Hablemos, Hékate. Ya hemos derramado suficiente más sangre hoy.
Meliador se materializó lentamente en el dormitorio, su mirada fija en Brianna. Su cara era de leve disgusto ante lo que había pasado, pero no por las razones evidentes.
—Un poco... excesivo, ¿no crees?—preguntó husmeando el aire y viendo el despropósito calcinado que había en la habitación que la hacía de todo menos acogedora—Buen hechizo, por cierto.
Cogió su sombrero y se lo puso lentamente en su cabeza, pensativo.
—No pierdas más el tiempo con ella—comentó haciendo un gesto hacia Brianna—No merece la pena.
En los ojos de mago brillaba algo, algo peligroso, maléfico, increíblemente oscuro.
Recordó que cuando supo cuales eran los planes de Ulrich un temor nació en su interior. Uno que, ahora no sabía por qué, en aquel momento él temió profundamente y le sugirió que tenía que proteger a Arnold y a Talmberk de Hékate porque ella debía estar buscando algún provecho personal que él era incapaz de adivinar en aquel momento. Algo grande, caro, imposible de pagar por el Duque realmente, algo tan valioso que lo pusiera en jaque y que hiciera que todo se perdiera.
El había temido algo en concreto: había temido que ella quisiera destruir a Tamlberk. Sí, eso había sido su temor.
Pero Hékate no era esa clase de bruja. No iba a actuar de casamentera para Arnold, ni le iba a enseñar nada, ni tenía interés en el reino. Ella era, efectivamente, mucho más poderosa. Una verdadera hechicera. Una con la que compartir el resto de la vida. El éxito. El poder.
Ella había venido a por él, a recuperarlo y volver a estar juntos.
Al darse cuenta de ello, lo que en un momento fue su temor, ese que compartió con Ser Daniel advirtiéndole sobre Hékate, se convirtió en una oportunidad. Su oportunidad de ayudar realmente a Talmberk.
—Supongo que ahí abajo habrá un pequeño rifirrafe entre tu personal y el resto de la comitiva de Talmberk. Podemos bajar y devolver la tranquilidad a este sitio o...—ahora fue él la que la abrazó por la espalda, apretándola firmemente contra su cuerpo mientras le hablaba al oído—...podemos ir a ayudar a Talmberk. Talmberk necesita alguien que la gobierne con mano firme, que elimine a los parásitos que viven susurrando a los oídos del Duque y, del propio Duque, que ya no tiene capacidad de gobernar como el reino se merece. Arnold no es capaz de hacerlo y será feliz si lo dejamos libre de esa responsabilidad, no creo que le importe lo más mínimo. ¿Qué te parece?.
El brillo en los ojos de Meliador no dejaba margen de duda de cual era el camino que él quería seguir en ese momento. Reinar sobre Talmberk con su amada. ¿Cómo pudo alguna vez dudar de Hékate y sus propósitos?. Ellos sí sabrían gobernar con sabiduría.
Y nadie se atrevería a enfrentarse a ellos.
Os dejo aquí el mensaje íntegro de Meliador, más que nada para que sepáis por dónde puede discurrir lo que sigue.
Abro un epílogo. Todos tenéis turno de palabra en él.
Esta escena queda cerrada.
^^