Partida Rol por web

El gorila en respuesta a las palabras de Brandon, le propinó un fuerte empujón. Antes de que éste se plantease volver a la carga, dos tipos más tan voluminosos como el primero aparecieron. El que se situó a la izquierda del "cabeza hueca" era de pelo corto, casi en punta y más bien orondo pero no por ello menos imponente; el diámetro de sus brazos equivalía al de una cabeza de tamaño medio y una caricia con aquellos brazos parecía ser capaz de producir idénticos resultados al empujón que acababa de recibir el Catalizador.

El tipo que se situó a la derecha sin embargo era musculoso y calvo, vestía con una prenda que parecía estar suplicando ser retirada de aquel cuerpo que la ponía en tensión hasta que cada músculo y cada fibra de su ser se marcasen tanto como los pezones. Este tercer gorila tenía un implante ocular que parecía sustituir un ojo perdido en una reyerta tal y como evidenciaba la fea cicatriz que cruzaba su cara a la altura de su ojo.

—Ahora viene el jefe. —Anunció el portero más gordo de los tres.

—¿Le habéis avisado? —Preguntó sorprendido quién había llevado hasta aquel momento la diplomacia con el señor Lee.

—Si nos llamas diciendo que hay alguien preguntando por el jefe. O eres un idiota que no sabe manejar el asunto... O es algo importante. —Contestó el mismo tipo antes de dirigirse a Brandon quién parecía estar más sucio que magullado por aquel golpe:

—Por favor, espera al señor Ngô. Nunca viene al Smack Dub.

Aquel tono que empleó parecía ser de una amabilidad fría, de éstas que parecen una invitación que no acepta respuesta negativa. Con aquellas palabras se instaló un clima de frialdad y nerviosismo entre los cuatro tipos, los que parecían estar más cómodos en aquel ambiente eran los dos recién llegados quienes intercambiaron algunas palabras insustanciales mientras de cuando en cuando algún guiri pasaba para acceder a aquel lugar de turistas aficionados al postureo del tipo quiero y no puedo.

—¿Un cigarrillo? —Ofreció el gordo a sus compañeros quienes lo rechazaron. En respuesta de aquel ofrecimiento pareció el más musculado acordarse de algo y rebuscando entre sus bolsillos sacó algún tipo de objeto.

—¿Hace un Bloom? —preguntó, sin embargo sus dos compañeros también lo rechazaron, uno de ellos señalando al cigarrillo mientras que el otro simplemente negó la cabeza. El que había hablado miró por un segundo a Brandon pero acabó por rechazar aquella posibilidad, aún no sabía si era de la casa. Entonces se la tragó de golpe y al cabo de unos cinco segundos empezó a abrir y cerrar los ojos con fuerza hasta que le embargó un estado de euforia. 

En ese momento un coche apareció en el callejón. Era un vehículo con aire retro, un diseño que recordaba a los clásicos Sedán y que por ello contaban con más tamaño de lo que acostumbraba a ser el promedio. Entonces el primer portero se dirigió rápidamente a abrir la puerta del asiento trasero, como si con ello pudiese ganar algunos puntos por lo que iba a suceder.

—Quién pregunta por mí—. Preguntó el recién llegado.

Era más joven de lo esperado, parecía rondar la cuarentena y apenas tenía arrugas en su rostro. Brandon Lee no pudo calibrar su edad por las patas de gallo debido a que los ojos del recién llegado estaban ocultos por gafas de sol de alguna edición coleccionista de principios de siglo. El resto en él parecía normal: sin implantes perceptibles a simple vista un corte de pelo acorde a los estándares vietnamitas y un traje con el que parecía querer tener un aspecto formal.

De repente su cara sufrió un rictus, el mafioso tocó una parte de su oído y con ello uno de los laterales de su rostro se iluminó.

—Ahora no es un buen momento, te llamo en cinco minutos. —Contestó en aquel momento a alguien que no estaba entre las cinco personas que se habían reunido en aquel callejón, y tras aquella contestación volvió a tocar en la misma parte para devolver el aspecto normal a su rostro.

Aquel hombre parecía estar equipados con los implantes más discretos de SIGMA TECH^INC los reservados a unos pocos elegidos que se lo podían permitirlo, y que permitían a su usuario tener un aspecto discreto como si no los llevase.

—Quién pregunta por mí. —Volvió a insistir.

Brandon valoró la situación mirando a todos los tipos que tenía alrededor, esperando que alguno de ellos tomara la iniciativa, pero no fue así. Se mantuvo todavía unos segundos más en silencio pero al final decidió armarse de valor.

—Yo —dijo en un tono impetuoso que quizá sonó demasiado rudo.

Hubo otro instante de silencio tras las palabras del catabolista.

—Necesito ir a Hanoi, señor Ngô, y tengo entendido que usted tiene la capacidad para conseguirme un pasaje. A cambio... —dudó un instante—, puedo serle útil. He oído que necesita información sobre un tal Toad... estoy seguro de que puedo conseguirla. Solo por un pasaje a Hanoi.

—¿Sobre Toad? —Preguntó sorprendido el recién llegado. Aquel tono de sorpresa no presagiaba nada bueno en efecto.

—¿Y qué me vas a contar? ¿Acaso ha venido a darme por culo porque no sabe quedarse quieto a seis metros bajo tierra, allí donde lo dejé en Sapa? —Contestó en un tono burlón que provocó la risa de dos de sus tipos, al poco se le unió el tercero al considerar que su vida no estaba en peligro.

—Necesitas ir a Hanoi dices... Y por eso he venido hasta aquí. Creo que podré sacar un buen uso de ti. Tendrás que hacer un trabajo por mí, algo que pague el pasaje. Tengo varios asuntos ahora mismo en Hanoi que no me gustaría que me salpicasen así que puedo usarte... Dime, ¿cómo te llamas y dónde vives? —Preguntó el diablo escrutando el rostro de Brandon Lee.

De alguna manera parecía que estaba a punto de firmar un pacto con el diablo...

Brandon arrugó la frente cuando el señor Ngô resolvió lo de Toad. Estaba todavía maldiciendo su mala suerte cuando aquel tipo habló del trabajo en Hanoi. Giró la cabeza y centró su atención en el señor Ngô.

—Seguro que yo puedo ayudarle —dijo decidido, sin siquiera valorar las consecuencias—. Me las apaño muy bien, ¿sabe? ¿Ve este brazo? Yo mismo lo he construido y me lo he implantado.

Brandon exageraba presumiendo de su nuevo brazo, pero tenía que ganarse la confianza del señor Ngô.

—Ah sí, mi nombre. Me llamo Brandon Lee, señor, y vivo en la barriada de apartamentos del ensanche. Pero dígame —resolvió curioso—, ¿qué es eso que tengo que hacer por usted en Hanoi?

—¿La Barriada? —Preguntó uno de los tipos. Sin embargo Ngô de improviso le mandó callar.

—No me interesa tu habilidad para crear cosas. Si no, tu habilidad que puedas tener para destruir... O más bien para quitar vidas. —Agregó una vez cortó a su subordinado, entonces se retiró sus gafas mostrando unos ojos rasgados pero de un color celeste que no era en absoluto natural.

—Te preguntaba de dónde eras porque tengo varios negocios entre manos y justo me acabas de venir como caído del cielo. Hay una mosca cojonera que ha jodido a unos socios míos a base de bien. No nos gustaría que nos relacionasen con el asunto así que un externo nos vendría muy bien. Si le matas, me congracio con ellos y tú... Tienes tu pasaje a Hanoi para hacer lo que sea que se te haya perdido por allí.

Tras un par de segundos en los que se dedicó a escrutar el rostro del predicador de la Máquina le hizo la pregunta:

—Casualmente es del mismo complejo de apartamentos en el que vives... ¿Te interesa?

Dio un respingo cuando el señor Ngô habló de matar a alguien. Brandon nunca había matado a nadie y le asustaba la propuesta que ese hombre le estaba haciendo. Se le notaba el rostro desencajado ante la propuesta y como forzaba una mueca para mostrarse entero.

—Y... ¿de quién se trata? —preguntó notoriamente atropellado—. ¿Es necesario matarlo? ¡Podría darle una lección que nunca olvide!

Las últimas sílabas de su frase quedaron prácticamente apagadas. Se había dejado llevar y el tipo de gente como el señor Ngô no necesitaba que alguien como él le revelase opciones para sus asuntos.

—Si quisiera explorar opciones no acudiría a ti, así que la próxima vez que quieras sugerir algo... Recuerda que eres tú quien viene a mí y quién me está pidiendo algo. 

Una vez dejó claro su desprecio ante su interlocutor, acrecentado por el tipo de respuesta que le habían dado se alejó un par de pasos para mirar desde una posición de poder al señor Lee.

—Se trata de un cretino que acaba de volver de Hanoi. Ha hablado de más y digamos que soy un asociado de la compañía para la que trabaja —dijo una vez se volvió a colocar las gafas de sol—. Se llama Akiyama y tiene mujer e hija... A ellas las puedes dejar vivas pero te recomiendo que no te vean.

En ese instante un pensamiento fugaz acudió a Brandon, Akiyama Yui se llamaba su amiga...

Brandon palideció y comenzó a tener sudores fríos. Miró al señor Ngô y su posición de poder se hizo más grande ante lo diminuto que se estaba haciendo Brandon por momentos.

—Supongo que no puedo negarme, ¿verdad?

Se recostó sobre la pared cercana para evitar desmayarse y miraba aterrado al señor Ngô y a sus matones. Había oído cosas muy siniestras del señor Ngô y ahora estaba confirmando que todas ellas eran ciertas. 

—¡Está bien! —dijo retomando la compostura—. No he venido aquí para echarme atrás. ¿Cuándo tiene que hacerse?

Ngô sonrió, era bueno juzgando a la gente y sabía que si alguien le buscaba a la desesperada jugándoselo todo... Era alguien dispuesto a hacer de todo. Realmente desconocía si había algún tipo de relación entre aquellos vecinos pero celebraba haber encontrado alguien ajeno a su pequeña empresa para hacer aquel trabajo.

Debía hacerse bien y parecer un accidente, sólo en ese entonces no indagarían en la dirección que estaban ellos. Tras esos segundos de silencio contestó finalmente:

—Cuando quieras ir a Hanoi... Sin embargo si tardas demasiado es posible que otro tome el encargo.

Volvió a su coche, estaban a punto de abrirle la puerta pero alzó la mano deteniendo a su matón, reducido a poco más que un mayordomo. Le hizo una señal antes de devolver su atención a su nuevo empleado:

—Van a darte un contacto, llama al teléfono cuando esté hecho y nos encargaremos de que puedas ir a Hanoi. La verdad es que esta es la mejor época del año para visitarla.

Entonces entró y finalmente cerró la puerta. El vehículo se alejó lentamente hasta que enfiló hacia la calle principal y se perdió a toda velocidad integrándose en la marabunta de coches que circulaban por las calles. Atrás quedó un destrozado Brandon y un puñado de matones que habían sido testigos de aquel trato que nada había tenido de negociación.

Volvió a su casa caminando, por el camino más largo. Durante todo el camino no hacía más que darle vueltas a la cabeza sobre la encerrona y como había tenido que aceptar ese terrible encargo. Tenía que hacerlo bien, Yui no podía enterarse de que él había hecho eso.

Llegó a casa casi al amanecer y se cruzó con Yui en la escalera. La muchacha salía a correr. Era una de las pocas que todavía confiaba en el condicionamiento físico para mantenerse el forma, en lugar de la sustitución mecánica. ¡Pobre ilusa!

—¿Qué tal, Yui? —dijo claramente alicaído—. Oye... ¿está tu padre en casa? He conseguido un contacto para ir a Hanoi y... bueno, me gustaría hablar con él. Quizá me podía hablar de Hanoi.

La muchacha respondió con un discreto sí y rápidamente se marchó a su carrera matutina. Brandon dudó un instante y no supo deducir si Yui estaba avergonzada o enfadada. Quizá aquel beso del día anterior la había molestado.

Continuó subiendo la escalera hasta la tercera planta, donde estaba la casa del señor Akiyama, todavía mascullando sobre la mierda de excusa que le había puesto a Yui para ver a su padre. ¡Ella también había estado en Hanoi!

Llamó al timbre y el señor Akiyama contestó y poco después abrió la puerta. Vestía con una toalla atada a la cintura y al otro lado de la casa se escuchaba el agua correr.

—Buenos días, señor Akiyama. Verá, quería hablarle sobre lo de Hanoi —Brandon observaba la casa, no había nadie. La madre de Yui trabajaba fuera y solo venía a casa los fines de semana. La mirada de Brandon se dirigía al suelo evitando cruzarla en todo momento con la del padre de Yui. —¡Joder! Lo siento mucho señor.

Brandon se abanlanzó sobre ese hombre y le tapó la boca con su nuevo brazo mecánico impidiendo su respiración. Cerró la puerta con el pie y arrastró al señor Akiyama hacia el sofá.

—¡Vamos! —masculló—. No me lo pongas más difícil.

No dio margen al señor Akiyama a reaccionar, se abalanzó y ambos empezaron a rodar por el suelo forcejeando. Aquello pilló de sorpresa a su víctima pero enseguida dejó de sujetarse la toalla y agarró un objeto al azar para golpear a su contendiente. Brandon sin embargo no cejó en su empeño y se propulsó nuevamente para acabar teniéndole asido por el cuello y una vez se aseguró que le tenía totalmente contra el pavimento vinílico empezó a hacer presión con su cuerpo.

—Aggghhh, ahh... —De repente el sonido de las vocales moría en los labios mientras aquel hombre pugnaba por llevarse un hálito de vida a sus pulmones.

El señor Akiyama era fuerte y se resistía a expirar con la única presión de la laringe. Brandon miró a otro lado apretando los ojos como negándose a ver el acto que estaba cometiendo.

Pero Akiyama se resistía a morir. Brandon echó su mano izquierda al cinturón y sacó un pequeño escalpelo láser. Colocó el dedo sobre la parte frontal del mango y un pequeño haz láser se proyectó desde la punta. Brandon miró a su víctima y colocó el objeto en el cuello del serño Akiyama.

De repente aquel hombre se quedó quieto pero Brandon no soltó su nuevo brazo derecho durante muchos segundos. Miraba el ahora inexpresivo rostro de Akiyama. ¿Estaba hecho? ¿Había muerto? Se mantuvo un instante observando al cadáver y rápidamente lo llevó a la bañera para dejarlo ahí y se dispuso a salir rápidamente del apartamento, guardando nuevamente su escalpelo en el bolsillo de su cintura.

Sí, estaba hecho. El corazón de Brandon latía a toda velocidad pensando en su siguiente movimiento y la vez, viendo más cerca su viaje a Hanoi. Era una sensación extraña; por un lado la culpabilidad de sus acciones y por otro el beneficio de su trabajo.

Se lavó las manos en el lavabo y salió rápidamente del apartamiento, cerrando la puerta tras de si. Cuando comenzó a bajar la escalera se detuvo. Aceleró el paso y bajó a su apartamento en busca de un papel para escribir una nota.

"Sr. Akiyama, soy Brandon su vecino de abajo (su hija Yui me conoce). He venido a verle pero no le he encontrado en casa. Me gustaría hablar con usted sobre Hanoi. Gracias."

Una vez escrita la nota subió de nuevo al apartamento de Yui y colocó la nota en la puerta, colgando a la altura de la vista.

Brandon volvió a bajar a su apartamento, dejando la puerta sin pestillo como habitualmente. Fue a la nevera a coger una cerveza pero recordó que se habían acabado. Cogió un agua con gas y se sentó en el sofa junto a la escandalosa máquina de aire acondicionado. Cerró los ojos para tratar de borrar las huellas de lo ocurrido y relajarse mientras bebía de la botella.

El líquido azucarado se deslizaba por la boca del asesino al tiempo que sus miles de burbujas se rompían al hacer contacto con cualquiera de las mucosidades que componían su aparato digestivo. Su sofá, no era el mejor del mundo pero en combinación de aquel aparato que protestaba cada vez que movía las palas del ventilador para impulsar un aire glacial convertían aquel rincón en un pequeño lugar privilegiado.

¿Por qué Brandon Lee se quedó allí como si aguardase su destino en lugar de intentar localizar a su empleador? ¿Tal vez un arranque de consciencia? ¿Quería asegurarse de que Yui no desconfiase de él? ¿Reforzar su coartada? ¿O simplemente... Ahora que lo tenía tan cerca, no quería contrariar al señor Ngô? Fuese por la razón que fuese, en ese lugar los segundos se convirtieron en minutos y los minutos en una hora, ¿o tal vez fueron un par?

De repente alguien golpeó la puerta, y antes de esperar cualquier respuesta ésta se abrió con un estruendo.

—¡Lee, estás ahí! —Preguntó la familiar voz de Yui, su cara era un mar de lágrimas y parte del maquillaje se la había corrido. Sin esperar confirmación ante aquel saludo retórico se dirigió rauda en dirección al asesino de su padre mientras una pareja de aspecto recio con un uniforme que no presagiaba nada bueno aparecieron por el mismo hueco ahora abierto.

Eran perros del gobierno.

—Han matado a mi padre... Me lo han matado... —Contestó con lágrimas mientras aporreaba el pecho de su amigo con sus puños manchados de sangre.

Ajenos a aquella situación de confianza los dos tipos del gobierno entraron una vez confirmaron que no había nada raro en la sala y empezaron a mirar en derredor estudiando el lugar, labrándose una opinión sobre el tipo de persona que podría estar viviendo en aquel antro.

—¿Es usted Brandon? ¿El autor de este mensaje?— Preguntaron sin ningún tipo de preámbulo ni identificación, el uniforme era todo lo que necesitaban. La maldita autoridad en todo el ensanche, una autoridad que únicamente disputaban las mafias que discretamente o no tan sutilmente pugnaban por quedarse con las diferentes áreas de aquel ensanche abandonado.

—Los llamé... En cuanto... vi lo vi... a mi padre...—. Reconoció la joven en un tono más suave mientras intercalaba hipidos—. Ellos lo vieron... vieron tu nota...

Brandon levantó las manos como acto reflejo. Parecía rendirse ante la intervención de los perros del gobierno pero en realidad solo permitía que Yui se desahogara contra su pecho, agrandando su espacio.

—¿Qué dices? ¿Muerto? —preguntó atropelladamente—. Pero... ¿cómo?

Aquel hombre que le enseñaba la nota interrumpió las preguntas del catabolista y casi fue un alivio para él.

—Sí, yo soy Brandon Lee —asintió—. Le escribí esa nota al señor Akiyama esta mañana cuando intenté ir a verlo. Pero... dígame: ¿es cierto que ha muerto?

Brandon se quedó quieto dejando a Yui hacer y respondiendo a las preguntas de los guardias. Era la primera vez que tenía que hacer algo así y no sabía si su idea iba a funcionar... pero no tenía otra.

Nunca le habían importado lo más mínimo las personas pero ver a Yui en eso estado, golpeando su pecho, le hizo titubear unos instantes. Quizá no todo tuviera que ser a toda costa...