Partida Rol por web

El sonido de los tambores resuena en tu cabeza.

¡BUM, BUM, BUM!

El estruendo se siente cada vez más fuerte a medida que tus pasos se acercan a la fuente.

¡BUM, BUM, BUM!

¿Es, acaso, una simple caja de madera la causante de tal estremecimiento en tus entrañas?

¡BUM, BUM, BUM!

El ruido te llama y reclama, te invita e incita a tocar sus paredes. Sabes que no debes pero en cuanto tus yemas entran en contacto con el frío roble. El silencio acaricia tus oídos.

Eres consciente de que ya no hay vuelta atrás, tu destino es presa de los antojos de Jumanji. 

Había ocurrido, habían escuchado los tambores del juego de Jumanji y no habían podido evitar acercarse a él. Junto a la orilla del lago, un extraño juego de mesa cubierto de algas emitía un extraño sonido.

Ahora que lo habían tocado, era como si una extraña sensación, un extraño magnetismo les invitase a jugar y a no poder dejarlo nunca. Era como si su mente se hubiese sido atrapada por él. O como si la Maldición Imperius les hubiese poseído y no pudieran evitar jugar. El problema era, que no eran conscientes de ello. Tenían que jugar, tenían que hacerlo ya y no podrían parar hasta que llegasen al final... ¡Aunque aquello les costase la vida!

El tablero era bastante extraño, estaba mojado y carcomido por la humedad del lago. Parecía de madera y piedra y en el centro había una esfera de cristal que cuando el primero de ellos lo tocó, empezó a brillar con intensidad.

Lo primero que apareció fueron unas palabras:

Bienvenidx a Jumanji

Decían las palabras del juego. Luego el holograma, o el conjuro que estuviese generando todo aquello siguió poniendo palabras.

Jumanji es el juego de la selva, en el que solo tendrás dos posibilidades. O acabas el juego, o mueres en el intento.  

Decía de forma cruel y horrible.

Un montón de pensamientos pasaron por su cabeza:

Todo esto es muy extraño, aunque desde que llegué al colegio de Hogwarts de Magia y Hechicería cosas más raras he visto. Soy un mago bastante experto (o eso creo) a pesar de que aún no he finalizado mis estudios.

Además, no debe de ser muy difícil terminar este dichoso juego. Total, ¿qué era lo peor que podía pasar? ¿La muerte? Eso era algo sumamente exagerado y mínimamente probable. De todas formas, no había más opción:

¡Tengo que probarlo! 

Antes de empezar, si no lo estoy ya, sácame al aire libre, seguro que luego me lo agradecerás.

Era la primera norma del juego. No entendía a qué se refería con eso de jugar al aire libre, pero ¿por qué no obedecer? 

Cualquiera que haya tocado el juego tendrá que jugar. No hay vuelta atrás.

Solo hay dos posibilidades: acabar o morir.

El juego parecía querer insistir en eso. 

Cualquiera será el primero en lanzar los dados, quizá el más valiente, quizá el menos consciente, pero cualquiera puede empezar tirando dos dados de seis.  

De pronto dos dados de seis caras de color blanco hueso con muescas negras se materializaron sobre el tablero.  

Quien saque dobles, repite.

Continuó. 

Cuando llegues al final grita ¡Jumanji! y todo habrá terminado.

Y entonces la bola de cristal dejó de mostrar las palabras y pareció perder intensidad en el color. Era como si el juego hubiese terminado, pero no había hecho más que empezar. Los tambores habían dejado de sonar en sus cabezas. Y efectivamente, no podía, pero tampoco quería escapar.

Sus destinos estaban ligados al del juego y su futuro dependía de lo que allí sucediese.

Finalmente, cuatro figuras se colocaron en los extremos del tablero. 

Un rinoceronte, un mono, un tigre y un elefante. 

El tablero tenía 34 casillas.

Había llegado el momento de elegir ficha y lanzar los dados. 

—¿Estás seguro que lo encontraste aquí?—preguntó a Zack—. Estos fueron las culebras, seguro quieren montar alguna trastada. Igual podemos ver, total... 

Distraído como nadie Timothy se encontraba junto a su hermano, tenía una sntich dorada en la mano y una sonrisa que reflejó cierto halo travieso. Su gemelo lo había llamado para que vea con sus propios ojos lo que encontró y para su sorpresa se trataba de un juego mágico con un sonido peculiar de tambores que te retumbaba en la cabeza. ¡Que locura! 

Divertido por el descubrimiento, no dudó cuando algunos más se reunieron allí para ver cómo abrían la caja y se revelaba un tablero muy extraño con esa luz en medio. De repente miró a su hermano, ese intercambio visual de gestos lo decía todo, aunque estaba curiosamente silencioso. 

—Que guay, lástima el detalle de que ganas o mueres. ¡Debe ser para asustar a los que juegan!—dijo sin creer demasiado en ello—. Venga, tiro los dados. Este es el juego de los tejones. No tenemos nada que envidiar al sonido que hacemos para ingresar a la Sala Común. Así que nada, a ver qué pasa. 

Y con los dados en las manos, batió con fuerza esos dados y al lanzarlo contó los números que le habían salido. Un 7, número impar, no estaba mal. 

—¡Veamos! 

Zack había encontrado el tablero de juego justo a la orilla del lago, como si la corriente lo hubiera arrastrado o el calamar gigante lo hubiera lanzado lo más lejos posible de su lago, casi como si no quisiera tenerlo en su territorio. Y el sonido de los tambores retumbando, desde luego era demasiado atrayente como para dejar aquel juego allí abandonado.

-Los culebras no tienen capacidad para esto -le aseguró a su hermano Timothy, con una risotada-. Más bien, diría que esto es algún juego de mesa que hayan creado en Sortilegios Weasley o -sonrió maliciosamente, adoptando un tono de narrador de una historia de terror- ¡un objeto maldito del que un incauto estudiante se libró hace mucho antes de que la maldición le alcanzara!

Sprouse no creía lo más mínimo sobre la advertencia de que si no se ganaba en ese juego de mesa, los participantes morían. Supuso que solo era una frase terrorífica para asustar a los críos, por lo que dejó que su gemelo fuera el primero en arrojar los dados, iniciando así el juego.

-¡Eh, un siete! No está nada mal. Todo el mundo sabe que es el número más poderoso en la magia.

"Vale, se me ha ido la olla y he tenido que entrar en una especie de enajenación mental", pensó Sigma una vez se encontró frente a aquel extraño juego, junto a otros chicos que reconocía como Hufflepuffs, o Cutrepuffs como ella a menudo solía llamarles. No es que tuviera nada en contra de ninguna de las casas de la escuela, pese a ser ella de Slytherin pero a menudo los Huffies solían tener una energía y un halo demasiado felizoide para su gusto.

Cuando se quiso dar cuenta, estaba atrapada por la llamada en forma de tambores de aquel juego, Jumanji, y tenía muy mala espina al respecto... No supo identificar qué o por qué exactamente, pero un escalofrío recorrió su espalda al leer las normas del juego, y se prolongó mientras el gemelo malteñido tiró los dados. Eso es raro, muy raro, en Sigma ya que no suele ponerse nerviosa casi nunca; sus contados amigos la llaman "Coldheart" por ese motivo. Bueno, entre otros.

Soltó un bufido cuando escuchó al otro gemelo decir que "los culebras no tienen capacidad para esto", como si algún Huffie destacara por algo que no fuera estar atontados: "la casa de los restos", que llamaba la llamaba ella porque creía que los descartados por las otras casas de la escuela iban a parar a Hufflepuff. No obstante, decidió no decir nada al respecto hasta estar segura de qué iba todo aquello, si estaba soñando o si definitivamente había perdido la cabeza. Si no era nada de esto, ¿sería algún evento especial creado por los profesores? Igual era un castigo, pensó, por ser tan borde con la gente en general y sobre todo con los Huffies y ahora querían que colaborara con ellos para superar ese juego sádico que habla de llegar al final o morir. Muy poético todo.

Se vió arrastrado por el sonido de los tambores hasta un lugar donde ya se encontraban varios alumnos más. Reconoció de inmediato a los hermanos Sprouse, eran dos alumnos característicos de la casa Hufflepuff. Además de ellos, había otra chica, parecía que de la misma edad que los hermanos. Pero no fue hasta que vió su cara cuando la reconoció. Sabía su nombre. Sigma. De la casa de Slytherin. No había tratado con ella y no sabía exactamente que hacía allí, junto con, ahora, tres miembros de la casa de los tejones.

Adam comenzó a leer las indicaciones que salían en la esfera del juego. Acabar o morir. Al igual que opinaban los demás, pensaba que era un truco para echar hacía atrás a los curiosos. Pero Adam había curioseado en sitios peores y más peligrosos que lo que indicaba un simple juego.

Estaba decidido a probar el juego. Timothy se adelantó a coger los dados y Adam se quedó mirando expectante al tablero a ver que ocurría.

 Timothy fue el primero en encontrar el juego y tirar los dados. El juego tardó un rato en reaccionar, como si no hubiese pasado nada, aún así los tambores seguían sonando por todas partes. Nadie sabía si de verdad se escuchaban o si simplemente era fruto de su imaginación.

Cuando el cuarto de los jugadores llegó junto al lago, en la esfera de cristal que había en el centro se materializaron unas palabras:

De noche vuelan.

Es mejor huir.

Estos seres con alas no hacen reír.

Y entonces el día se tornó en noche y la oscuridad cubrió por completo el lago y los jardines. A lo lejos se podía ver el Castillo iluminado por las luces de las velas que estaban prendidas en su interior. Bajo las ramas de los árboles, cerca del puente y en general por todos lados aparecieron pares de ojos dorados. De pronto múltiples chillidos empezaron a sonar por todas partes. 

Las criaturas de pronto empezaron a volar y atacaron a los cuatro niños que había por ahí. Sin más, se lanzaron sobre ellos para morderles y chuparles la sangre.

- ¡Hostiaputa! - exclamó Sigma al ver como aquellos pequeños "diablos con alas" les rodearon y empezaron a atacarles. No hubiera sido para tanto si esos cabrones no mordieran como condenados, y quitárselos de encima iba a resultar una ardua tarea. El juego recomendaba huir, ¿huir? Y una mierda, seguro que les perseguirían hasta el infierno. 

Como pudo, entre mordiscos, la chica sacó su varita y apuntó a la maraña de murciélagos.

- ¡Petrificus Totalus! - exclamó, tratando de concentrarse mucho en el hechizo a pesar de que la sangre empezaba a brotar de sus heridas.

Adam vió como el día se empezó a oscurecer y de la nada surgieron incontables murciélagos que se lanzaban hacía ellos. Empezó a correr en círculos intentando escapar de sus pequeños, pero muy molestos, mordiscos. Lo único que conseguía de esa manera era parecer un espantapájaros bastante cómico.

-¡Maldita sea! No paran de seguirme. Decidió que plantarles cara sería la mejor idea.

Dejó de correr, se dió media vuelta, estiró el brazo y apuntó con su varita hacía la marabunta voladora. -¡Immobilus! Le salió un chorro de voz potente y claro.

—¡Woaaaa! Esto es más realista de lo que pensé, Bro—dijo Timothy a su hermano—. ¡Avis!

Y sin dudar siquiera su varita se deslizó suavemente por la manga de su camisa entre manotazos por la cercanía de los animales, siempre la llevaba allí para cualquier eventualidad. Por ello con tan solo un pequeño movimiento más que coordinado mientras evitó que los murciélagos sigan mordiendo, conjuró aquel avis para crear una bandada de pájaros. 

Está claro que iba a ser una buena distracción, incluso buscó que se dirijan a estos bichos horribles alados para que se líe entre ellos mientras todos pensaban en algún otro plan. Aunque claro, el gemelo estaba muy contento con esto. ¡Amaba los desafíos! Y más aún cuando a través de un simple tirar de dados, apareció algo semejante. 

—Venga, tiren los dados. Que unos bichos no los acojone, a ver que tiene esto. ¡Mola mil!

Aquello era diversión pura y seguro pensó que su hermano lo estaría gozando de la misma manera que él. Eran los reyes de las trastadas y tener un juego así entre sus manos, sin dudas era el mejor objeto mágico que jamás hubieran encontrado por sí solos. Había que sacarle el jugo, había que comprobar cuanto más tenía para ofrecer y para ello, se necesitaba a los demás. 

Zack dejó escapar una maldición cuando vio cómo repentinamente la oscuridad se extendía por completo por todo Hogwarts y aquellas "ratas voladoras" hacían su acto de aparición en una gran bandada, lanzándose sobre el cuarteto de estudiantes para comenzar a morderles.

El más guapo de entre los dos gemelos sintió cómo el batir de las alas de los murciélagos contra su cuerpo, así como el tacto de sus pequeños dientes sobre su cara y brazos, por lo que tomó rápidamente su varita para poder enfrentar a las pequeñas pero letales criaturas antes de que pudieran suponerles un peligro. Tendrían que espantarlos antes de seguir centrándose en el tablero de juego.

-¡Incendio! -exclamó, apuntando hacia la bandada de murciélagos que volaba sobre ellos, convencido de que el fuego les pondría en fuga.

Sigma ejecutó el conjuro con éxito, pero de poco sirvió pues tan solo logró petrificar a uno de la colonia. Por su parte, Adam logró inmovilizar a gran cantidad de ellos, haciendo que cayeran al suelo. Pero aún quedaban bastantes que seguían atacando al resto de jugadores. Y además, cuando el encantamiento finalizase, los murciélagos volverían a recuperar la movilidad. Solo había ganado algo de tiempo.

Finalmente, fueron los gemelos los que pusieron el punto final a aquel encuentro creando una gran cantidad de pájaros que empezaron a atacar a las pequeñas ratas voladoras haciéndolas que huyeran del jardín que había junto al lago. Y los pocos que quedaron se asustaron por el pequeño incendio que Zack creó.

Habían superado la primera prueba, pero Sigma y Adam estaban ligeramente heridos. En cualquier otro momento se habían ido a la enfermería a curarse, pero tenían la imperiosa necesidad de seguir tirando.

Gracias a los hechizos de los cuatro, algunos más efectivos que otros, consiguieron reducir la maraña de murciélagos. La situación se había tranquilizado, pero según les advirtió el juego, esto no había hecho más que empezar.

Adam estaba bien, a pesar de tener pequeñas heridas producidas por los mordiscos de aquellos roedores voladores. No eran demasiado graves, pero si que le molestaban un poco .

Decidido, fue hacia el tablero del juego. - Ahora me toca a mí. Cogió los dados y los lanzó. No quería quedarse para el final, no sabía que les podía deparar el juego y quizá tirando de los primeros tendría más ventaja. Todo era una incógnita.

Tras haber realizado la tirada, miraba para todos los lados, con la varita en ristre. Esta vez lo que apareciera no le iba a pillar por sorpresa.

—¡Si! —dijo Timothy entre risas—. Hi five hermano, Hi five. 

Instó a su hermano para chocar las palabras y festejar sobre su pequeña victoria ya que en sí fueron los únicos que terminaron con la pesadilla de los murciélagos. Ambas ideas estuvieron ingeniosas y es normal considerando que ambos eran los gemelos macana. Siempre algún as debajo de la manga tenían escondido por ahí, más allá de la picardía y la astucia innata en estos desafíos que al gemelo lo pierden en demasía. 

Luego miró a sus compañeros, dos de ellos tenían alguna que otra herida por las mordidas de esta rata con alas. Así que no dudó en preguntar para saber si estaban bien, ahorrándose la burla a la Slytherin cuando no ha estado muy inteligente con el conjuro. Tal vez prefirió mantener la armonía y las puyas en buen rollo para otra ocasión, Timothy pese a todo era un buen chico. 

—¿Están bien? Miren que debemos seguir, así que cuanto más unidos mejor. 

Ya tras la pregunta, chocó su puño sobre el hombro de su hermano a través de un gesto muy cómplice que habla de lo bien que se llevan y lo orgulloso que está de compartir este tipo de juegos juntos. Lo bueno es que el juego siguió su cauce y ahora tocó una nueva intervención, es Adam quien moverá su ficha y a ver lo que nos toca. 

—Hay que prepararse, ya sabemos de que va esto. ¿No?—comentó en general y miró a su hermano—. A divertirse Zack.

-¡Así se hace, hermano! -felicitó a Timothy, chocando las palmas con él, al ver que habían podido neutralizar la amenaza que suponían los murciélagos-. ¡Nada puede parar a los gemelos Sprouse! -declaró, con orgullo.

Zack observó que, pese a que ellos se encontraban intactos, tanto Adam como Sigma mostraban ligeras heridas en sus cuerpos. Si hubiera sido una chica de Griffyndor, Ravenclaw o una Hufflepuff, probablemente Zack se hubiera mostrado más caballeroso y le hubiera preguntado a Sigma si estaba bien o incluso se ofrecería a acompañarla a la enfermería. No obstante, era una Slytherin, la casa de los odiosos y abusones por excelencia, por lo que no mostró la menor importancia por las leves heridas de Sigma.

-Lo siento, Adam. Os han mordido. Ahora os convertiréis en vampiros -le dijo a su compañero Hufflepuff, adoptando un claro tono serio, aunque comenzó a reírse apenas hubo pronunciado esas palabras-. Tranquilos, no llevaremos ajos para repeleros.

Sigma estaba cabreada, y no porque esas ratas con alas la hayan mordisqueado a gusto, sino porque había confundido el hechizo con el Immobilus. Las heridas no eran para tanto y aunque una parte de ella, la que aún no entendía que coño hacía allí, quería largarse, había otra parte que tenía más fuerza que la obligaba a seguir jugando a aquel estúpido juego.
La verdad, tenía más herido el orgullo por su error y porque fueran los Huffies los que solucionaran el problema. Y eso sólo hacía que sumar al sentimiento de tener que quedarse: quería demostrar que era más que la confusión en un hechizo.

Fue entonces cuando el gemelo "malteñido" habló, y para no parecer muy descortés, aún sin ser Sigma el colmo de la educación, asintió a su pregunta.

- Todo bien - masculló, seria a pesar de las bromas del otro gemelo, mientras observaba como Adam tiraba ahora los dados. Esta vez no pensaba fallar. Debía mantener alto el orgullo de su casa y el suyo propio.

Una vez solucionado el encuentro con los murciélagos, Adam fue el segundo tentado en tomar los dados y lanzarlos para ver qué era lo que el juego le deparaba.

Los dados de hueso rebotaron por el tablero mostrando un 3 y un 6. La ficha de Adam se deslizó mágicamente por el tablero hasta que todos pudieron ver como en la diminuta casilla empezaba a crecer un montón de vegetación. Entonces, en la esfera central se materializaron unas nuevas palabras:

En la jungla vas a esperar,

hasta un 5 o un 8 sacar.

Las letras se desvanecieron al instante y un terrible vórtice se abrió en el centro del tablero. Ninguno fue capaz de reaccionar y cuando quisieron darse cuenta, Adam habías ido engullido por el tablero. 

Los dados de hueso rodaron en el tablero cuando Adam los lanzó, de alguna manera Timothy estaba muy atento a ello y al entorno en sí. Claramente cualquier cosa podía pasar en tan sólo cinco segundos y por ello su varita siempre apuntaba a cada lado por si las dudas. Hasta se sorprendió por la actitud de Sigma, imaginó que tendría el orgullo herido por ser dos tejones los que solucionaron el problema. 

Más allá de aquello los minutos pasaron sin más y el tablero reaccionó cuando en la casilla la ficha se movió. De repente un montón de vegetación comenzó a salir del centro y el gemelo se mantuvo muy cerca de su hermano pero preparado para lo que sea que vaya a surgir delante de sus ojos. Incluso desde ese centro salió una esfera que tenía un mensaje y un vórtice hizo acto de presente. 

—¡Cuidado! —gritó fascinado pese a todo—. Vaya, quedó atrapado hasta que saque esos números. 

No pudo evitar decir mientras se rascó la cabeza confundido. 

—Venga, hermano o Sigma. ¡Tiren los dados! Hay que seguir. 

Al menos el juego continúa y Adam en teoría no estaba en peligro, solo debía sacar esos números en el dado cuando sea su turno. 

Adam había desaparecido, tragado por el juego, lo que dejó a Zachary totalmente alucinado. ¿Verdaderamente el juego se lo había tragado? Los murciélagos habían sido lo suficientemente reales como para pensar que así era el caso.

-Ahora me toca a mí -dijo Zack, apresurándose a tomar los dados cuando escuchó la voz de su hermano indicando que él o la Slytherin arrojaran los dados. Los agitó con fuerza entre sus manos e incluso les sopló antes de arrojarlos-: ¡Un cinco o un ocho, un cinco o un ocho! ¡Veamos si así vuelve Adam!

Y sin más, el gemelo Sprouse arrojó los dados, mostrándose gratamente sorprendido ante el resultado que se mostraba en esos instantes en los dados.

Sigma abrió mucho la boca cuando el tablero se tragó a Adam, y se le escapó una risa porque vale, es una putada, pero eso había sido la leche. Y es difícil que algo te impacte cuando básicamente eres una bruja y con la magia todo, o casi todo, era posible. 

- ¿En la jungla? - comentó más bien para sí misma, y después sacudió la cabeza. Vale que los Huffies generalmente no le caían bien pero tampoco les odiaba hasta el punto de querer que a ninguno le tragase un juego algo retorcido. Fue a coger los dados pero el otro gemelo se adelantó: está bien, pues ella será la última. ¿Podría haberse largado? Sí, claro, pero ni de coña... Sentía que tenía que quedarse ahí y llegar hasta el final.

El Sprouse rubio tiró, con la buena suerte de que sacó un 8. Bueno, la excursión de Rhodes a la jungla había resultado corta si habían entendido bien lo que ponía en el centro del tablero.

- Ahora debería volver, ¿no? - miró alrededor antes de mirar a los hermanos y de nuevo al centro del juego.