Partida Rol por web

- Lis, dime una cosa. Dije mientras volvía a la apariencia de la niña, el momento en el que me conoció la clériga del pueblo. ¿Usted no nos habló del Señor del Castillo que atraía a las bestias y a los animales salvajes? ¿Alguna vez lo ha visto? No sabía que se trataba de un esqueleto, ¿o acaso es algún tipo de embrujo?

Etelimas llegó corriendo hasta la plaza. Parecía confuso y mostraba una expresión que podría definirse como compungida. Tenía abundante sangre en la pierna y parecía haber recibido alguna herida, pero por su forma de moverse no debía ser tan grave como parecía.

Miró hacia todas partes hasta que encontró a Kalehid. Cuando lo hizo corrió hacia él y se arrodilló.

-¡Lamento no haber estado a vuestro lado mi señor Kalehid! ¿Os encontráis bien?

Kalehid se había quedado pensativo al ver desaparecer al Señor del Castillo.

-Tranquilo, ya lo he tenido que solucionar yo todo... -dijo a Etelimas con aires de superioridad. -Ahora tenemos que ocuparnos de estos esqueletos, hay que purificar sus cuerpos y sus almas para que puedan descansar en paz. -añadió mientras le tendía la mano a Etelimas para que se levantase y para que le diese la bolsa de contención que tenía en el cinto.

Cuando se la dio se agachó al lado de los esqueletos para examinarlos y hecho eso, los metió en la bolsa. Justo despues dijo a los presentes -Voy a mi habitación a purificarlos, no hay tiempo que perder. Aunque parecen muertos no lo están, tengo que liberarlos...

Al acabar de decir eso, Kalehid se incorporó y con paso ligero marcho de la plaza en dirección a la posada...

Etelimas pareció quedarse desangelado. Luego siguió a su señor para ayudarle a seguir los ritos romualdanos.

Sarita continuó en su puesto de vigía, estaba segura que el peligro ya había acabado pero más valía prevenir. Desde allí pudo escuchar las afirmaciones de Kalehid apuntándose el tanto de la derrota del señor del castillo.

Seguramente no vio las dos flechas clavadas en su cuerpo o, lo más normal, el ego masculino hizo que negara que una mujer hubiera contribuido a la derrota del enemigo.....hombres.- pensó

Aunque eso siempre le ha venido bien, así que no se quejó, siempre le venía bien pasar desapercibida. Era algo que le había ayudado a seguir con vida hasta ahora

Aunque hubiese querido, Kalalo no pudo mofarse de haber derrotado al tal mozo de establo. Se quedo realmente confuso ante las acciones de los locos estos del Kalehid y etelminoseque, gente realmente extraña, pensó.

-"¿Alguien ha visto de donde salieron estos esqueletos?"- Preguntó Kalalo a las personas que encontró cerca. Estaba decidido a encontrar una huella y seguirla.

Estaba montando guarda como de costumbre, cuando oí ruido de una de las calles. Escuché y pregunté quién estaba allí y, al no obtener respuesta, fue cuando di la alarma.

Bajé a la plaza y me encontré con ese ser extraño. Dijo ser el Señor del Castillo

Cuando me iba a enfrentar a él, dos flechas se le clavaron en la pierna y él consiguió apresarme con algún tipo de conjuro.

Entonces, el clérigo Kalehid llegó y, con un puñetazo, le venció. Desapareció entre el humo y los esqueletos se deshicieron

Ya... dijo Lis pensativa. Al escuchar lo de las dos flechas, se dio cuenta de que el hermano del clérigo había aparecido con la pierna sangrando

Perdona, Etelimas, ¿cómo te has hecho esas heridas? preguntó Lis dudosa.

Después, se giró hacia Enya y la dijo

Nadie le ha visto nunca, sólo hemos sentido su aura de poder. Y siempre ha atacado con animales, en ningún momento con esqueletos...

Volvió a dirigirse hacia los dos hermanos y les gritó

¿Podéis venir aquí y contarme lo que ha ocurrido exáctamente?

Sólo ves unas pisadas en el suelo. Todas provienen del camino por el que habéis venido, en la que están también las pisadas de los esqueletos. Las sigues unos pasos y esas pisadas desaparecen, como si los esqueletos hubieran llegado allí por magia

Ante las veladas acusaciones de Lis a los dos hermanos, Sarita preparó una nueva flecha y la encajó en su arco.

Más que nada por precaución, siguió en su sitio privilegiado atenta a cualquier movimiento sospechoso por parte de aquellos dos.

Etelimas se detuvo, dudando sobre si debía hacer hincapié sobre lo increíblemente ofensiva que estaba siendo Liz. Se encogió de hombros y se limitó a contestar.

-Señorita Liz, me encontraba en las calles tratando de encontrar a Niro, mi gato. No estaba en la taberna ni en la habitación. -hizo un mohín- Y de hecho, sigo sin saber dónde está. -se estaba yendo por las ramas, volvió a mirar a Liz a los ojos y continuó su explicación- El caso es que escuché el cuerno de emergencia. En ese instante me había perdido por las calles. -hizo una media sonrisa- Pero aún así traté de llegar hasta la taberna lo antes posible. -señaló a Kalehid- Mi deber es defenderle. -dijo, como aclarando todo- Pero al girar una calle un esqueleto surgió de la nada armado con una horca... o un tridente... no llegué a verlo bien, casi choqué con él... y en ese momento el no-muerto aprovechó para hacerme ésta bonita marca. -señaló su pierna- Por suerte en Romualda estamos acostumbrados a tratar incidentes de ése tipo. -agregó con una sonrisa- Despaché rápidamente a la criatura, tomé un apoción curativa y seguí corriendo hasta... -se detuvo y se giró hacia Kalehid- ¡Lo lamento! ¡Casi olvidé que quedaba otro esqueleto por recoger! Si lo desea voy ahora mismo.

- El señor del castillo nunca ha atacado con esqueletos. Vosotros siempre andais rodeados de ellos. ¿ Esperas que no dudemos de tus palabras?

Morgana no decia nada, se limitaba a observar en silencio la situación... realmente es cierto que ese par eran sospechosos dadas las circuntancias, sobretodo por intervención "juesto a tiempo" de Kalehid.

Kalehid se paró de golpe al oír la acusación hacia él y su hermano, esa tal Lis se la tenía bien jurada. Se giró por completo para ver la escena.

-Lamento, con todo mi corazón, que dudéis de mi y de nuestro país. Yo, como príncipe de Romualda, entiendo perfectamente lo que significa proteger a tu propio pueblo y nunca permitiría que nadie le hiciera daño ni al mio, ni a cualquier otro. -Kalehid izo una pequeña pausa y prosiguió con su discurso. -No puedo llegar a entender la razón de vuestras acusaciones, ademas mis subordinados no-muertos están en la entrada del pueblo que vigilaba Meca.

Kalehid no puedo evitar sonreír un poco. "Ahí va la guindilla del pastel..." Finalmente añadió -Si Meca ha dado la voz de alarma al ver al Señor del castillo como, en el hipotético caso de que vuestras acusaciones sean verdad, puede haber dejado pasar a mis soldados al interior del pueblo?

Kalehid expectante, cruzo los brazos encima del pecho esperando una respuesta de esos aventureros...

Enya se sentó en el suelo y empezó a jugar con su osito de peluche. Miraba a uno y a otro, no creía nada de lo que estaban hablando. Estaba claro que el señor del castillo atacaba siempre con animales, quizá bestias mágicas serían si es que era capaz de comandarlas. Pero desde luego que era mucha casualidad lo que estaba sucediendo en aquel momento.

Enya no pudo evitar ignorar a los adultos y ponerse a darle de comer plantitas a su estupendo osito. No había nada ahí que le interesase. 

Aunque por si acaso, no quitaba el oído de lo que estaban hablando.

Kalalo guardo su arco y tomo desprevenidamente su espada. Acusaciones iban y venian y la mente aún adormilada del guerrero luchaba por entender bien la situacion.

Solo sabia que algo no olia bien, y esta vez no eran sus botas...

Etelimas se giró hacia Valanthien.

-¿Cómo os atrevéis a acusarnos de ése modo? Cualquier mago con un mínimo de conocimientos es capaz de alzar unos cuantos esqueletos... -se giró hacia Kalehid y se puso a hablar en enano, con un tono claramente enfadado.

Lo que dice Etelimas a su hermano en enano

-Mi señor, os avisé que no debíamos venir en misión diplomática a éstas tierras de bárbaros. No solo no respetan nuestra cultura sino que siempre quieren cargarnos todos sus problemas. Deberiamos volver a nuestras tierras y declararles la guerra, por insolentes.

Chicos, chicos, ¿Que os parece si acabamos con el señor del castillo antes de matarnos entre nosotros? - dijo Adélaïde con voz tranquilizadora. Quien sabe, quizas ha atacado con esqueletos porque se le han acabado los animales...

Enya escuchó a Adélaïde y no pudo evitar lanzar una risita. No podía creerse que la amazona todavía se creyera semejante sarta de bobadas.