Partida Rol por web

Escuchaba atentamente las palabras del padre y me quede sobre todo con lo de cruzar el rio. Podría estar todo esto relacionado con las muertes en el Ebro. Seguiría palabra por palabra cada una de las que dijera en busca de cualquier posible ayuda. De repente se dirige hacia a mi y me realiza una pregunta, me quede sorprendido y no sabia que decir, pero respondí para no levantar sospechas.Yo creo que el hombre somos cada uno de nosotros en ayuda con y seguimiento con Cristo

Claudio seguía escuchando con atención a sus compañeras. Mientras no pudieran actuar, lo más productivo para la investigación era poner en común aquellas reflexiones. Tal vez pudieran sacar entre todos algo en claro que por separado no habían sido capaces de ver hasta ahora.

-Respecto a los niños, opino que tendría más sentido los casos de huérfanos que de bebés robados. Los segundos me parece que precisamente si eran muy echados en falta por sus padres, otra cosa es que una vez sacados clandestinamente del hospital correspondiente fuera prácticamente imposible seguirles la pista. Sin embargo el salto de los niños a gente bien adulta como el joven Cidacos me descoloca un poco.-Se quedó unos segundos pensativo, cuando de repente algo hizo click en su cabeza. Tal vez no fuera nada, pero...-Un momento, ¿y si los sacrificios fuera en busca de ejecutar a alguien concreto? Los niños de apenas meses de los setenta tendrían treintaimuchos, cuarenta en la actualidad. ¿Tal vez no consiguió su cometido en aquella época, y ha retomado su misión en estos últimos años?

Esperaba que su nueva conclusión tuviera algo de sentido a ojos de sus compañeras.

-Podría ser, Claudio -asentí a las palabras del guardia civil, aunque no muy convencida-. En este momento, no podemos descartar ninguna posibilidad, aunque personalmente no creo que este culto, esta... hermandad, esté buscando a alguien concreto. Estos jóvenes -señalé en dirección a la iglesia- son en su mayoría personas perdidas en su vida, que acuden a la iglesia en busca de apoyo. Algunos de ellos son drogadictos o tienen problemas familiares. En definitiva, víctimas fáciles a las que pueden captar sin problemas. Y en la mayoría de los casos, nadie les echará en falta o lo achacarán a que esa persona ha querido marcharse de su casa. Además de que las fechas no coinciden. Si alguien estuviera cazando a quienes eran niños en los años setenta, buscaría a personas de unos cuarenta años, no a jóvenes de la edad de Daniel y su amigo.

-Creo que no podemos olvidarnos de que investigamos a un culto religioso que se dedicaba a purgar a los herejes hace siglos. Si la Iglesia sigue implicada y relacionada con estos sucesos, los motivos por los que sigue actuando este culto deben ser, en parte, religiosos. Por otro lado, me choca lo que le sucedió a Manuel. Cuando encontramos su zapatilla, tuve la sensación de que alguien o algo debió arrastrarlo al interior del río. Llevaba a su perro. ¿Quizá fue escogido por esta hermandad o sólo fue una pura casualidad que le sucediera a él?

El sacerdote enarcó una ceja, sorprendido sin duda ante la respuesta del joven Daniel. Puso la copa de vino en sus manos, indicándole que bebiera. Bebe, entonces, la sangre del señor, pues solo él puede darte fuerzas para sobrellevar la carga que portas.

Me acerque la copa hacia mi boca, mire al Padre para ver si me observaba. Moje mis labios e hice que bebía, pero no bebí, ya que no me fiaba mucho y temia hubieran echado algo en la copa.
Gracias padre, me enorgullece tomar la sangre de Cristo nuestro Señor. Y se la ofrezco invitándole a que el beba también.

El cura asintió, complacido ante el gesto sumiso de Daniel. Volvió a tomar la copa que éste le ofrecia pero no bebió de ella, sino que la dejó apoyada en un poyete de granito. Su voz volvió a inundar la sala. 

- Aquel que porta a Jesús, a nuestro señor Jesucristo, no es otro que el mismísimo Cristobal. Nuestro guía a través del río, el guardián que nos protege de las oscuras tentaciones que esconde el agua. 

Un chirriante ruido de goznes sobresaltó a Daniel, que giró la cabeza instintivamente para ver como el hombre de espesa barba acababa de echar el cierre a la puerta principal. Ahora era un hecho, Daniel estaba atrapado. 

- Y ahora, muchacho, dejemos la teología a un lado y hablemos de asuntos más terrenales. ¿Dónde está el guardia civil? ¿Y las reporteras? ¿Saben que estás aquí? - El tono del sacerdote había cambiado completamente, así como su gesto, que ahora se mostraba amenazante y triunfal.

Pongo cara de sorpresa e intento engañarlos,pero creo que sabe más de lo que yo pensaba.
¿Guardia Civil? ¿Reporteras? No sé a qué se refiere. Yo vine en busca de ayuda porque me comentaron que aquí ayudaban a los jóvenes. Yo me encuentro solo en la vida, y oi que aquí podría encontrar ayuda. Por eso vine a usted.
Espero que me creyeran. Me mostraba serio en mis palabras, aunque por dentro tenía algo de miedo.

El obeso cura apretó los dientes con rabia contenida. 

-Creéis que somos unos monstruos, ¿no es así? -volvió a mirar a la copa, la tensión de su rostro desfiguraba un poco sus facciones. De un manotazo la tiró del poyete y el vino, como sangre derramada, se vertió por el suelo. ¡Los altares llorarán sangre! ¡El agua lo envolverá todo! ¿Es que quieres eso? ¡¡El sacrificio de unos pocos es un precio nimio comparado con la furia del señor del Río!! 

El sacerdote hizo un gesto a la monja, que aguardaba sentada a un lado del altar. Ésta se levantó rápidamente, cerrando la salida por el lado izquierdo. En su mano derecha llevaba una porra metálica. El cura continuó. 

-Sois vosotros, los jóvenes, los incautos, los maleantes, quienes con vuestras acciones impías atraéis al mismo diablo. Y ahora ha regresado. ¡Aquello ha vuelto!

Alguien se movió detrás de Daniel. Suponía que era el otro, el hombre de barba negra. Solo tuvo un instante para percibir un movimiento brusco a su espalda e intentar esquivar el golpe. 

Daniel lanzó la cabeza hacia un lado para evitar el golpe de la porra metálica, que se estrelló contra su hombro. Un dolor agudo le recorrió todo el brazo, bajando desde la clavícula hasta el codo. Soltó un grito de dolor. 

El barbudo volvió a levantar su porra, listo para lanzar un segundo golpe. El chico consiguió para de nuevo la embestida con su antebrazo. Durante un instante pudo mirar los ojos claros de aquel hombre, que parecía decidido a acabar con él. Intentó agarrar la porra metálica de su agresor. También recordó escuchar las palabras coléricas del sacerdote, gritando algo sobre Jesucristo y la locura en el río Ebro. No pudo encontrar sentido a nada de aquello. Después, un dolor agudo en la nuca. Fundido al negro.

El reloj dio las doce y veinte minutos. Daniel llevaba cerca de media hora ahí dentro. Pero todo parecía tranquilo. Tranquilo, hasta que un grito rompió la calma de la cálida noche. Era un grito de dolor, o de miedo. También se escuchó una voz profunda proveniente del monasterio. No conseguisteis entender qué era lo que decía. Un instante después, el silencio.

Aquel grito me hizo dar un leve respingo. No sabía a qué podía deberse, pero de inmediato pensé en Daniel. Puede que no fuera él, pero aquello no había sonado en absoluto esperanzador.

-Olivia, Claudio, creo que tenemos que entrar -le indiqué a mis dos compañeros, con nerviosismo-. Puede que quieran hacerle algo a Daniel...

Olivia también lo había escuchado. Alto y claro. El vello de sus brazos se erizó como lo hacía el de sus gatos cuando percibían alguna extraña amenaza. ¿Podría ser aquel el grito de Daniel? Olivia no quería ni planteárselo, ya que había sido su idea la de que fuera solo. ¿Y si se habían arriesgado demasiado? Azorada, miró a Claudio, esperando que el ex-guardia civil supiera qué hacer. 

-¿Entrar? ¿Cómo? ¿Llamamos a la puerta, sin más? O a la policía... Claudio, ¿qué hacemos?

El grito que rompió la quietud de aquella noche puso todos los sentidos de Claudio alerta. También impulsó a su cabeza a trabajar todo lo rápido que podía. ¿Qué diablos había sido aquel grito? ¿Lo habría proferido su amigo Daniel?

-Tal vez os sorprenda que diga esto, pero la situación es la que es. Puede que para cuando alertemos a la policía y lleguen aquí sea demasiado tarde para evitar algo irreparable. ¡Estoy con Laura, tenemos que entrar en esa iglesia ya!

Tras decir aquellas palabras se puso en marcha lo más rápido que pudo en dirección a las puertas de la iglesia. Ya habría tiempo más tarde de alertas a la policia si fuera necesario.

Claudio se acercó con presura y sigilo a la antigua ermita de piedra. Apenas iluminada, el templo tenía un aspecto tétrico y sobrecogedor, a pesar de la poco imponente altura de sus muros románicos. El portón principal parecía cerrado por dentro cuando el guardia civil intentó abrirlo. De todos modos, pudo percibir una puerta de tamaño mediano a uno de los lados de la iglesia. A juzgar por su aspecto desgastado y las telarañas que cubrían los quicios, aquella entrada no había sido utilizada en años. 

Dentro, una voz seguía dando órdenes, pero ninguno de los tres fue capaz de distinguir lo que decía. Las palabras se mezclaban con el eco de los muros. De pronto, la luz que iluminaba el rosetón principal se apagó, quedando una iluminación mucho más tenue que podía percibirse a través de las rendijas del portón.

No sabía qué podía haberle sucedido a nuestro compañero, pero el hecho de que la luz del rosetón principal se hubiese apagado me parecía un mal augurio. "Ya vamos a ayudarte, Daniel, aguanta", pensé para mis adentros, mientras sentía que mi corazón latía acelerado a causa de la tensión del momento.

Claudio había intentado abrir el portón principal, pero este se encontraba cerrado, lo que no nos dejaba otra opción que dirigirnos a la puerta que se encontraba en uno de los laterales de la iglesia. Parecía una puerta vieja a la que se le había dado un escaso uso en muchos años, ya que estaba llena de telarañas. Me acerqué a ella y traté de empujarla para abrirla. Con suerte, podríamos entrar sin que los organizadores de la misa se percataran de ello.