Partida Rol por web

¡Hay un primigenio en mi sopa!

I. Aguijón en la retina

Cargando editor
09/06/2021, 17:13
Director

Notas de juego

PRÓLOGO

CAUCHO ARDIENDO

Cargando editor
09/06/2021, 17:14
Narrador

 

Verano de 2016.

Una densa y negrísima humareda irritaba las jóvenes retinas de Alex, que mantenía contra todo pronóstico la mirada fija, embelesada en la danza de las llamas y en los silentes cadáveres que regaban el suelo a su alrededor. En sus ojos marrones se reflejaban las montañas de caucho ardiendo en aquel cementerio de neumáticos, ahora erigido en un sangriento e improvisado campo de batalla.

Hacía varios días que recorrían carreteras secundarias en dirección Oeste desde Arkham. Su única guía era el instinto de Alex y sus oportunas indicaciones. Pronto, todo el trayecto se redujo a una súbita, trepidante y eterna huida, tratando de dar esquinazo a unos infatigables perseguidores. Al final, estos les dieron alcance en un tramo solitario entre Dale y Oklahoma.

Desde su posición, arrodillada en el suelo y abrazando su mochila, Alex intercambió una larga mirada con uno de sus hostigadores, que la observaba muy, muy quieto tumbado en el suelo bocabajo. La mirada fue tan larga que Alex dedujo que estaba muy, muy muerto.

El cadáver tenía una malla blanca -ahora también roja- cubriéndole todo el rostro con un siniestro agujero a la altura de la ceja izquierda. La malla se había rasgado a la altura de uno de sus bonitos ojos azules, revelando una cara atrapada para siempre en una juventud carente de futuro.

Alex no podía dejar de mirar al muerto.

No podía dejar de mirar su agujero.

Notó una mano agarrarle el antebrazo y se sobresaltó.

Su madre, su rostro bañado en lágrimas de dolor, le sonreía. Una sonrisa rematada por un reguero de sangre que manaba desde la comisura de sus labios.

—Alex, cariño... ¿Estás bien?

Alex no respondió. No solía hacerlo.

No tardó ni unos segundos en darse cuenta de que su madre también tenía un agujero, pero este tenía dos diferencias con el otro agujero. La primera era que este estaba a la altura del hígado. Y la segunda residía en que se trataba de un agujero tan perfecto, tan excepcional, que podría verse la luz que emanaba del cerco de fuego mirando a través del mismo. Y eso fascinó a Alex, que centró toda su atención en este segundo, sublime agujero mientras el rojo se extendía por el abdomen de su madre.

Su madre empezó a ponerse muy pálida. Sacó el móvil de sus tejanos con la zurda —tenía el antebrazo grabado con un feo corte— y tecleó nerviosa, buscando algo en la agenda.

—Cariño... Voy... Voy a llamar a alguien... para que venga a buscarnos, ¿sí?—explicó mientras fruncía el ceño atravesada por un dolor lacerante—Haz caso a todo lo que te diga mientras me atienden en el hospital... ¿De acuerdo?

Alex no respondió.

Nada era más importante que el excepcional agujero del que manaba el rojo.

Cargando editor
09/06/2021, 17:58
Director
- Tiradas (1)

Notas de juego

¿A quién llamó nuestra misteriosa y malherida madre en apuros?

La respuesta es... Victoria Liebermann

Cargando editor
10/06/2021, 13:52
Narrador

Unos minutos antes…

 

El sonido lastimero de una solitaria trompeta flota en la Plaza Culver del Barrio Francés de la ciudad de Arkham. Proviene de un joven músico que está sentado sobre un par de cajas apiladas en la calle, tocando por amor al arte. Es frecuente ver a artistas solitarios o a bandas improvisadas reunirse en los alrededores de la Plaza Culver para tocar por puro deleite. Cuesta escuchar a alguno que no sea muy bueno.

Este joven y desconocido trompetista capta las miradas de los clientes que están sentados en la terraza del Tête a Tête, uno de los locales de moda en la ciudad. Lo cierto es que el Barrio Francés en su conjunto está de moda en Arkham. Bohemia, jazz, mezcolanza cultural y rumores de magia y misterio rodean esta parte de la ciudad, un lugar en el que más del 68% de la población es afroamericana.

Marion, la dueña del bar-cafetería, ha encendido las lámparas ante el advenimiento de la noche y empieza a servir copas a quien así lo solicita.

Es una tarde agradable y sopla una plácida brisa que invita a restarle horas al sueño y alargar la vida nocturna, esa que Willie Nelson decía que no era buena, pero que era la suya.

Resuena el *Clic* que efectúa la cámara de Victoria Liebermann al captar la tensión del rostro del trompetista mientras emite un característico quejido a través de la sordina que ha acoplado a su instrumento.

Cargando editor
10/06/2021, 13:55
Étienne

Étienne, uno de los dos acompañantes de Victoria esta noche, asiente despacio con aire aprobador.

―Es bastante bueno―concede tras un largo instante sumido en silencio, escuchando con calma y atención.

 ―Hace honor al lugar―concluye con voz profunda mientras alcanza su bebida, un té helado, y da un sorbo.

Cargando editor
10/06/2021, 13:55
Farah

Farah, compañera de fatigas ―y fechorías― de Victoria, sonríe con picardía.

―¿Le das tu aprobación, Étienne? Estoy impresionada… Con lo duro que se te ve y resulta que tienes tu corazoncito… ¿Qué os pasa a vosotros exactamente con esta plaza? Parecéis venerarla o algo así―comenta la joven con tono jocoso, sus ojos almendrados estudiando la reacción de su interlocutor.

Cargando editor
10/06/2021, 13:56
Étienne

Étienne esboza una sonrisa cautelosa, como todo en él.

Es un hombre que mide los tiempos, las palabras, las sonrisas e, incluso, las miradas.

Nada parece ocurrir cerca de él que esté fuera de su control.

―Esta plaza es historia viva de Arkham City. Aquí comenzó a tocar hace casi un siglo un joven trompetista llamado Jimmy Culver, al que debe, por cierto, su nombre. El barrio era muy pobre, un gueto en realidad. Nada que ver con lo que se ha convertido hoy día. La Policía no quería saber nada de la gente que vivía aquí, a la que llegó a aislar con la aquiescencia del Alcalde. La situación era muy mala, con un elevado índice de criminalidad… Hasta que llegó Jimmy.

Cargando editor
10/06/2021, 13:56
Farah

Farah alza un poco sus expresivas cejas, intrigada más por la expresiva voz de Étienne que por la historia del trompetista epónimo en sí.

―¡Vaya! Así que esta plaza tenía su propio justiciero enmascarado… Un trompetista. Lo encuentro muy apropiado, ¿sabes?―ironiza.

Cargando editor
10/06/2021, 13:57
Étienne

De nuevo, Étienne, cauteloso como un gato de azabache, desliza sus ojos rasgados del trompetista solitario a Farah, mirándola fijamente.

―Algo parecido―dice bajando la voz―Jimmy dio esperanza a los infelices y marginados en tiempos de necesidad. Les enseñó que el espíritu…―sacude uno de sus dedos con un deje macilento, casi místico―No puede ser doblegado.

Cargando editor
10/06/2021, 13:58
Farah

Farah se inclina hacia delante, entrecierra su penetrante mirada de halcón y apoya un dedo en el mentón.

―Qué profundo te pones cuando hablas del tal Jimbo. ¿No serías por casualidad pariente suyo, no? Sabes que Vicky y yo podemos hacer un estudio de tu árbol genealógico y rastrear a tus tatarabuelos por un módico precio, ¿verdad?

Cargando editor
10/06/2021, 13:58
Étienne

Étienne ríe abiertamente luciendo su blanca dentadura.

Raro en él.

No queda claro si Farah le hace reír con su descaro o, en realidad, existe un secreto vínculo entre Jimmy Culver y el regente de la tienda de vudú “Creole Moon” al otro lado de la esquina.

―Podría decirse así. Todos los que viven o han vivido aquí, en el Barrio Francés, son mis hermanos. Es una cuestión de tradición. Es nuestro vínculo―Étienne cierra los puños y los junta en un particular gesto que bien podría ser parte de un código callejero. Lo hace de una forma tan natural y a la vez tan solemne que casi parece un saludo tribal.

―Permanecer unidos. Esa es la clave. La música no solo amansa a las fieras, señorita Amari.

Cargando editor
10/06/2021, 13:59
Farah

Farah frunce el ceño en lo que es una icónica seña de identidad que advierte su curiosidad e intercambia una rápida mirada con Victoria, ausente en ese instante mientras dispara otra vez su cámara.

―¿He de sacar mi propia interpretación de este enigmático desenlace narrativo, señor Mbappé? ―inquiere con una media y encantadora sonrisa.

Cargando editor
10/06/2021, 14:00
Étienne

Étienne no asiente. Tampoco niega. Simplemente, da otro sorbo a su té helado y vuelve a mirar al músico que atrae el ojo de la cámara de Victoria mientras evoca en su memoria la leyenda –verídica- de Jimmy Culver, el hombre que alzaba a los muertos con la melodía de su trompeta de oro.

Death Jazz Hero.

―Victoria―dice de repente―Deberías coger tu teléfono.

Y acto seguido, como si hubiese pronunciado las palabras que componen un sortilegio, el teléfono de Victoria emite su atronadora melodía de llamada, empañando las últimas notas del blues del trompetista desconocido.

Cargando editor
10/06/2021, 14:01
Narrador

El corazón te da un vuelco.

Se para y vuelve a tamborilear en tu pecho.

Una sombra del pasado llama desde un lugar desconocido a tu puerta.

DING DONG, Vicky.

El botón verde abre la puerta a “Descolgar”.

El botón rojo cierra la puerta con “Colgar”.

Dudas.

Un torrente de dudas se arremolinan indómitas a toda velocidad en tu mente.

¿Acaso puedes mantener esa puerta cerrada?

Descuelgas. Por acto reflejo, descuelgas.

* * * * *

 

La voz al otro lado del teléfono suena rota, dolorida, agonizante.

Es ella.

No puedes creerlo, pero...

Joder.

Es ella.

Cargando editor
10/06/2021, 14:02
Aileen

Vi… ¿Vicky? Vicky… Necesito tu ayuda… Tienes… Tienes que ayudarm**********

Estática. Ruido blanco.

Se trata de Alex***********

Más estática. Más ruido blanco.

Dios. Parece una ventisca electrizada.

Su vida depende de ello*********

Notas una angustia reptar por tu garganta.

¿Quién es Alex?

Cargando editor
10/06/2021, 14:04
Narrador

En ese mismo instante, en otra parte…

 

Un padre y una hija comparten mesa en un restaurante ubicado en una sinuosa calle empedrada del casco antiguo de Arkham City.

Tras un intercambio de palabras intrascendentes, el padre y la hija comen en silencio sumidos en un incómodo juego mental.

El padre desea hablar, pero no sabe de qué.

La hija sabe de qué hablar, pero no desea romper el hielo. No todavía. Sus cicatrices aún están vivas. El tiempo, lo ha aprendido, no lo cura todo. Solo te hace olvidar para sobrevivir. Y con todo, algunos -como ella- tienen buena memoria.

Sin embargo, siempre hay espacio para el perdón. Así debe ser, ya que cuando un hijo se convierte en adulto, se erige en juez de sus padres. Y con suerte, les perdona sus pecados.

La tensión perdura el tiempo que el vino alimenta sus copas de cristal. Y cuando el sanguíneo fruto de la vid se agota, padre e hija se apresuran a rellenar sus copas, alargando así un suspense llamado de modo irremediable a extinguirse, como la mecha que la bebida está alimentando al dar alas a la osadía y a la insolencia.

¿Quién hablará primero?

Cargando editor
10/06/2021, 14:07
Azadé

―He roto con Tony.

Solo falta una explosión de fondo tras sus palabras. Alguna detonación, algo que prevenga al padre de que ha recibido un balazo en el pecho.

No hay explosión. No hay pirotecnia. No hay sangre.

No lo ve venir.

Azadé lo suelta como si nada. Un nimio, intranscendente detalle de la rutina diaria.

―He roto con Tony. Y no me importa una mierda.

No es exactamente lo que ha dicho… Pero es exactamente lo que ha querido decir.

Quizás haya roto hace meses. No sería de extrañar.

Quizás haya heredado cierto desapego emocional de su padre.

Quizás ha aunado ambas cosas, las ha sublimado como una maestra del humor Deadpan y las ha condensado en cuatro palabras en un espacio temporal suficientemente corto para ser catalogado como “frase lapidaria”.

Descansa en paz, Tony.

A todo esto… ¿Quién es Tony?

―No le recuerdas, ¿verdad?

Pregunta incómoda.

Pregunta retórica.

El cazador hostiga a su presa.

Introduce su mortífera zarpa en la llaga.

Se regocija en la fragancia de la sangre fresca manando libre.

Armín Bahramí no tiene ni la menor idea de quién es Tony, pero su mente trabaja a toda velocidad y le lanza un salvavidas.

Tony debe ser su ex”.

Sí. Es probable.

Brillante deducción.

El problema es que no le conoce, lo que le impide preguntar con naturalidad y rapidez algo como, por ejemplo: “¿Por qué? ¿Qué ha pasado?”.

¿Cuántos habrá tenido en los últimos años desde…?

No pienses en eso, Armín.

No ahora.

El silencio se ha prorrogado demasiado. Ahora, al posar sus ojos en ella, Armín lo sabe.

Tiene esa mirada.

Los pumas deben tener una muy parecida antes de desgarrarle la yugular a su presa.

Azadé tiene la rara cortesía de clavar sus ojos pardos en él antes del golpe de gracia. Todo un detalle.

Un puma no lo haría.

―Bueno, no importa. Hablemos del único tema que te interesa: ¿Cómo estás tú?

Más vale tarde que nunca. ¿Queríais una detonación? Ahí está la detonación. Y parece doble, como vomitada por una escopeta recortada de doble cañón a quemarropa.

Suena ¡BLAM! estallan los cristales del local y se revela la verdad.

Azadé Bahramí fue el Hombre que mató a Liberty Valance.

Bravo, Armín.

La velada se pone interesante y tú no has dicho ni una palabra.

¿Qué ocurrirá si abres la boca?

Bueno… Solo hay una forma de averiguarlo.

Cargando editor
10/06/2021, 18:49
Armín Bahramí

El Jambalaya está prácticamente lleno a estas horas. Sin embargo, el ambiente acogedor y tranquilo del lugar parece meticulosamente calculado para invitar a la gente a moderar el volumen de sus conversaciones. Los colores cálidos aunque poco saturados de las paredes; las vigas de carga y el techo, revestidos de madera oscura y caña; los centenares de diminutas bombillas y los faroles tipo jaula que penden sobre las cabezas de los comensales, cuya luz de medida intensidad disipa la oscuridad para convertirla en una amable penumbra. Incluso la música ambiental, agradable si bien totalmente olvidable, favorece esa atmósfera plácida y poco invasiva, un pacto de intimidad que nadie parece querer romper. No es exactamente mi tipo de sitio. En realidad, ninguno lo es. Pero me parecía apropiado para tener la primera conversación con mi hija en tanto tiempo que no sé si me da más vergüenza tratar de recordarlo o saberme incapaz.

Cuando poso la copa sobre el mantel burdeos de la mesa, mi mirada navega la distancia que me separa de Azadé esperando encontrar un puerto donde atracar, pero todo lo que veo son las rocas afiladas de su desdén. Se suponía que esto iba a ser fácil. Solo tenía que ponerme delante de mi hija, agachar la cabeza y aguantar todo lo que decidiese arrojarme, pidiendo perdón cuando procediese y procurando parecer compungido. Esa era la teoría. Las cosas son mucho más difíciles y extrañas cuando lo sientes de verdad.

He roto con Tony, es lo primero que dice, y solo entonces me doy cuenta del rato que llevábamos callados. Sus palabras producen el surgimiento de algo en mi interior, como una especie de caída en el estómago que sustituye el hormigueo que sentía hasta hace unos instantes. Quizá sea alivio. Mi hija ha roto con Tony. Me la quedo mirando en completo silencio. Probablemente debería darle el pésame o la enhorabuena; no es que el tono de voz de Azadé me ponga muy fácil decidirme. Me pasan alrededor de veintiuna respuestas posibles por la mente, pero la que más espacio ocupa en mi cabeza y que probablemente sea mejor no pronunciar en voz alta es: «¿Quién cojones es Tony?».

No lo recuerdas, ¿verdad?, pregunta cuando la respuesta se hace evidente en mi muda confusión. Frunzo el entrecejo en un gesto que debe de ser un reflejo del suyo. ¿Y qué esperaba? Todo el mundo se llama Tony en este país, especialmente los italianos y los irlandeses. Además, ni siquiera a ella parece importarle. ¿Cómo iba a importarme a mí? No, quizá tampoco sea buena idea decirle eso. Céntrate, Armín. Es tu hija. La única que te queda. Claro que debería importarte.

Son sus últimas palabras las que me hacen reaccionar. ¿Azadé cree realmente que lo único que me importa soy yo mismo? No puedo culparla. Al fin y al cabo, llevo toda mi vida actuando como si así fuese. Pero ahora… Ahora las cosas han cambiado. Ahora es diferente, ¿no es así? Aparto la mirada, negando lentamente con la cabeza mientras dejo escapar por la nariz un leve resoplido que se parece demasiado al amago de una risa sarcástica.

—Te echaba de menos —esquivo su velada acusación. Y hay tanta verdad en la confesión que resulta embarazoso, pero hago un esfuerzo por continuar hablando—. No te mentiré: no me acuerdo de Tony. Pero si es lo que quieres, me alegro por ti. Cuando algo no funciona, es mejor cortar por lo sano que guardar esperanzas y que el rencor se enquiste.

Apenas las palabras han abandonado mi boca, me doy cuenta de lo mucho que podrían aplicarse a la relación que mi hija tiene conmigo. Inspiro profundamente por la nariz.

—Gracias por venir, Azadé. —La mirada de mis ojos se suaviza—. No te pido nada. La elección es tuya. Disfrutemos de la cena y hablemos, ¿sí? —Las comisuras de mi boca se estiran en una expresión que quiere ser una sonrisa; me obligo a mí mismo a hacer una pregunta cuya respuesta no tengo ganas de escuchar—: ¿Cómo está tu madre?

Cargando editor
11/06/2021, 15:21
Miss Kukoo

La noche era un tapiz negro sobre el cual se había volcado un cuenco de migas de pan, parecía un desastre el cielo pero en realidad tenía la poesía de lo que es aparentemente inmutable y esas estrellas que brillaban en lo alto, frías desde ese suelo pero en plena combustión allí a millones de años luz, parecían por un instante producto del más surreal de los caprichos de la mente de un dios velado.

La música continuaba elevándose en las alas de su propia estela energética, magníficamente inasequible, y al mismo tiempo, era una mano que tocaba con sus dedos el espíritu quisieran los presentes o no, como esa cascada de calor que atraviesa el corazón cuando se contempla lo más puro de la humanidad, esos pocos seres que no han sido corrompidos.

Cómo sería que tocaba el alma, que hasta Étienne se había puesto… menos exigente, hasta sus elogios parecían sinceros. Quizás lo eran, el hombre le parecía un enigma porque al medir tanto sus actos le resultaba dificultoso saber cuándo era sincero y eso la volvía loca, la sacaba de las casillas y la ponía... No era la versión más sana de sí misma.

Dejó por un instante de reducir su mundo por el visor y miró de reojo a Étienne y a Farah sin mover la cabeza para que estos no notaran que les prestaba atención, luego movió el objetivo hacia donde quería con la displicencia de alguien que conoce su oficio y volvió a accionar el disparador: obtuvo una gran foto con encuadre holandés en la que el trompetista en primer plano soplaba a cachetes llenos mientras movía la sordina, el primero había quedado nítidamente enfocado y la segunda, roja en su color, denotaba el borrón del movimiento.

Ah, sí. Otra portada de revista.

Suspiró largamente y miró otra vez de reojo al pujante empresario, esta vez sin la mirada de Farah sobre ellos. La chica había estado toda la noche tirándole de la lengua a su amigo, claramente para ver si le tiraba él otra cosa, o mejor dicho para ver si se la tiraba. Roló los ojos y luego se sonrió de lado, sus ojos azules lo dijeron todo: “Ya, fóllatela así se calla”.

Resopló. Iba a hacer un comentario ácido pero el teléfono la sacó de contexto. El teléfono sonaba. La pantalla mostraba su número.

De pronto, todo el ambiente relajado se fue a la mierda. El vino se le subió desde el estómago, que se contrajo, en una reacción defensiva al ácido que le provocaban los recuerdos. Todavía. No había perdido su toque la desgraciada, era todo un talento dar acidez con la sola posibilidad de una charla. Un talento forjado en el infierno, sin duda.

Mientras escuchaba la voz sedosa de su hombre vudú diciéndole que atendiera su mente iba a mil kilómetros por hora. Una voz muy fuerte le decía: NO ATIENDAS. QUE SE JODA.

La otra, no podía parar de recordarle cuánto la amó. Cómo en otro momento hubiera dejado que se llevara su sangre y sus huesos… ¿y no había hecho eso, en cierta forma? Desde que la había dejado no había tenido ganas de enamorarse nunca más y eso había pasado.

POR ESO MISMO, NO ATIENDAS.

El corazón le latía tan rápido que le daba vértigo, pero no era eso, era su respiración que se había acelerado sin que se diera cuenta mientras sostenía entre sus manos el móvil como si fuera un objeto embrujado y estuviera decidiendo cómo romper la maldición.

Por fin, una voz más o menos razonable entre el instinto de supervivencia y la superación le dice: “Si te está llamando debe estar realmente desesperada, la hija de puta tiene su orgullo”.

Fue casi mecánico, antes de decidirse ya estaba escuchando esa voz… y estaba ¿aterrada?

-Aileen -el torbellino de frases entrecortadas desde el otro lado le revolvió las tripas. ¿Qué demonios estaba pasando ahí? -Aileen, ¿¿Dónde estás?? ¿Quién es Alex?

Mientras hablaba casi en un tono de voz cortante pero lleno de preocupación tomó su bolso, su cámara comenzó a moverse hacia la salida, no le importaba si la seguían sus amigos o no.

Cargando editor
12/06/2021, 18:37
Farah

Farah frunce el ceño, sorprendida y al mismo tiempo preocupada por la súbita reacción de Victoria.

—Creo… que tenemos un “Código Rojo”—comenta al tiempo que echa mano a su bolso buscando su cartera esbozando una sonrisa que tiene mucho de circunstancias.

—Discúlpanos, Étienne.