Partida Rol por web

Serpiente no miró si estabais todos, sino que directamente, hizo una señal para indicar su salida, y empujó la palanca hacia delante. El avión se deslizó a trompicones por la improvisada y corta pista, que terminaba a no demasiada distancia en una pequeña caída hacia el mar.

-Espero que tengamos suficiente pista pero por si acaso, ¿alguien ha traído equipo de buceo? -preguntó Serpiente, mientras llevaba el avión hacia delante, cogiendo velocidad.

- Supongo que será una broma... - Sonrió, aunque no las tenía todas consigo. 

Había visto demasiados aviones derribados hundirse en el fondo del mar o estrellarse contra el suelo, que le había cogido miedo a subirse en uno. No obstante, era hombre valiente y afrontaba sus miedos con coraje. 

Se agarró con fuerza a su asiento y tragó saliva. Esperaba que aquella máquina de elevara y luego podría respirar. Lo peor era siempre el momento del despegue y el aterrizaje. Entre medias podía estar razonablemente tranquilo.

Cualquiera que mirara por las ventanillas, tuvo la sensación que el avión no iba a conseguir despegar. El final de la pista se acercaba rápidamente, más de lo que hubieran querido, y no parecía estar dispuesto a elevarse.

La mayoría ahogó un grito y lanzó un sonoro aullido de alivio, mezclado con aplausos y sonrisas cuando no fue así y finalmente, logró ascender e iniciar el vuelo, dando ocasión a ver, por vez primera, la isla desde el cielo.

Desde arriba, no parecía ser tan temible, ni tampoco contener tanta sangre, pero por un segundo tuvisteis la certeza de que aquel pequeño lugar en mitad del océano, sería vuestra tumba.

Pero todavía no.

Aún quedaban muchas cosas por hacer.

Tras la pequeña juerga de las últimas horas, volvisteis al avión casi con los ojos caídos y más alcohol en sangre del que debíais llevar, por no decir que el mismísimo avión habría podido despegar solo con lo que llevaba Oddball en la suya.

Vuestro acompañante solo soltaba risas tontas sobre lo que había hecho, aunque en algún tiempo, no tardaría en circular una fotografía extraña cuya autenticidad fue apenas puesta en duda, en la cual aparecía Oddball en posición sumisa delante de una mujer que tenía más de hombre, o al menos eso era lo que parecía.

Pero el regreso a la isla suponía que el dulce sueño había terminado y que dentro de poco, volveríais a la cruel y aburrida rutina, o al menos, eso era lo que esperabais.

Ni tan siquiera habíais respondido a las preguntas de vuestros compañeros cuando alguien os llamó por orden del comandante. Quería veros en su oficina.

Eso tampoco era muy de extrañar. Erais los que estabais más descansados, lo que significaba que algo os estaría esperando y que más os valía haber disfrutado de las horas que habíais estado alejados de aquella isla.

- Vaya... - Resopló. Había sido llegar y automáticamente ser reclamados por el comandante. Eso no podía indicar nada bueno. - Entendido. Ahora mismo iremos. - Confirmó.  

Thomas tomó aire y se puso en pie. Miró a sus hombres, algunos todavía estaban borrachos. 

- Adecentáos un poco. - Dijo. - Tenemos trabajo... - Y el mismo se retocó el uniforme  y se dispuso a salir en dirección al despacho del comandante.

-Ya habéis escucahdo al Capitán. ¡Esos botones abrochados! y por el amor de Dios, quitáos esa cara de resaca.

Sin mas que añadir se dispuso a seguir a su superior

A MacReady le sorprendió volver a Oddball. Conociendo al teniente y sabiendo de la cobardía que había mostrado en los días anteriores, no le hubiera sorprendido enterarse de que había desertado. Aunque lo que sí le sorprendió fue ver que Oddball tenía una foto en posición sumisa frente a una ¿mujer? que hizo que el joven soldado sintiera escalofríos.

-Uff, vaya tela, teniente... -comentó MacReady, poniendo cara de circunstancias ante los gustos que tenía Oddball.

Tras escuchar al capitán, MacReady se dispuso a abrocharse los botones y se quitó algo de pelusa que le había caído en el brazo, sobre el uniforme. Después, se dispuso a seguir a sus dos superiores hacia el despacho del comandante.

Oddball ni siquiera se inmutó. Miró la foto y después, se encogió de hombros.

-Para mí fue toda una mujer, soldado, pero si lo duda, puedo presentársela solo con una llamada de teléfono. Ya sabe, en le próximo permiso podría pedirle que trajese a una de sus amigas.

La sonrisa de Oddball no terminaba de estar muy clara. No era fácil distinguir si estaba hablando en serio, en broma, si no le importaba en absoluto lo que pensaran los demás o si por el contrario, estaba decidido a que nadie opinase algo inapropiado.

A saber.

De todas maneras, apenas dispuso de tiempo para hablar más sobre el tema, porque la llegada de aquel "recadero" dejó claro que ya habían llegado al infierno.

-Oh, está bien, vamos, vamos. Seguramente el Coronel se sentirá solo y necesitará algo de calor humano, como por ejemplo, alguien que le recuerde que hay más cosas aparte de esta maldita guerra -comentó en voz alta, volviéndose a atar la bota para salir a ver a su oficial al mando.

Cuando entrasteis en en la cabaña de mando, visteis al coronel paseando nervioso por delante de un mapa de la isla. Todo parecía indicar que la cosa era seria, porque su rostro no estaba precisamente para muchas risas. La verdad es que nunca lo estaba, pero en aquellos momentos, al verlo, os dio la sensación de que era incluso más serio que de costumbre.

-Está bien, los culos en las sillas y la boca cerrada -os dijo nada más entrar -. Y borrad esas estúpidas sonrisas de "acabo de estar de permiso y la vida es maravillosa" si no queréis que las haga desaparecer de un disparo.

La autoritaria voz del Coronel no dejaba lugar a dudas.

Estaba de mala leche.

MacReady entró en la cabaña de mando, siguiendo a sus superiores y sabiendo que debía mantenerse en silencio al tratarse únicamente de un soldado raso. Al divisar coronel Doherty, supo que la situación debía ser bastante seria, ya que no parecía estar de muy buen humor. Para colmo, al entrar en la cabaña y ver a Doherty, el joven soldado tuvo unas irrefrenables ganas de tomar café. Puede que fuera cosa de la resaca.

Al oír las palabras de Doherty, MacReady procedió a sentarse en una de las sillas para escuchar lo que el coronel tuviera que decirles.

Lo que hiciera Oddball o dejara de hacer en su tiempo libre, mientras no fuera algo que atentara contra la libertad de terceros, a él le traía sin cuidado. Si eso era lo que le gustaba, pues perfecto. Lo que si que le preocupaba era el hecho de que nada más llegar a la isla, ya habían sido requeridos en el despacho del coronel. 

Una vez allí Doherty parecía preocupado, lo cual era malo, pues eso evidenciaba problemas y problemas era lo último que deseaba tener en ese momento Penwater. Si ya había tratado de disimular su sonrisa de permiso, las palabras del coronel se las acabaron de quitar del todo. 

Se sentó frente al coronel. Al ser su rango el superior debía ser él quien asumiera ser el blanco de todas las iras. Le miró fijamente y tragó saliva antes de abrir la boca. 

- Estamos preparados para lo que sea. - Le dijo. - Vaya al grano coronel. ¿Qué sucede? ¿Para qué nos requiere?

La potente voz del Coronel Doherty resonaba por todas partes. Demonios, seguro que hasta se oiría en Tokio. Pero lo único que importaba ahora era que los restos de la compañía Bravo habían sido requeridos, por fin, para una misión. Las pequeñas escaramuzas en las que os habíais metido no eran nada divertidas, porque muchos de los vuestros habían muerto sin ni tan siquiera ver quien les estaba disparando.

Pero ahora, quizás cambiasen las cosas.

-El ejército de los EEUU, nuestro ejército, va a mandar una flota a través de estos estrechos, pero sabemos que ni el más experimentado de los almirantes podría pasar por ellos teniendo a las patrullas aéreas japonesas sobre nuestras cabezas. Si estas islas fuesen las piernas de una virgen, les aseguro que nadie conseguiría llegar siquiera a la primera jodida base. 

Todos conocíais la peculiar forma que tenía el coronel de expresarse, que arrancaba risas contenidas a la vez que indignación para algunos, y que sobre todo, constituía el ejemplo de oficial menos diplomático que existía, además de Patton, claro.

-Los jodidos amarillos han minado todo a nuestro alrededor y nos han dejado prácticamente encerrados. Solo tenemos un sitio por el que entrar en esa jungla, y eso es lo que vamos a hacer, porque este jueves por la mañana, es decir, dentro de dos malditos días, la flota intentará atravesar esas dulces piernas y llegar hasta el final.  Y para eso tendrán que cruzar la isla, llegar hasta su base en donde tienen esa jodida estación de radar y volarla. Lo único bueno que tenemos es que no esperan un ataque por tierra, sobre todo de un pequeño grupo como el suyo, y que toda su atención estará puesta en el mar, así que aprovecharemos eso.

El coronel se detuvo delante del mapa de la isla, dejó de hablar y miró con semblante serio a todo el grupo.

-Sé que les estoy pidiendo algo difícil. ¡Joder, sé que puede que les esté enviando a la muerte! ¡Pero o acabamos con esa jodida estación, o morirán miles de marineros americanos que van a intentar llegar hasta Hiroito y meterle una bomba por el culo. Por supuesto, el regreso será todo un infierno. Les perseguirán y seguramente, cada metro que avancen será un suplicio, pero ese es nuestro trabajo. Durante dos días, será el suyo, y nosotros les ayudaremos en lo que podamos. Les tendremos entretenidos y haremos que sus soldados miren hacia aquí en lugar de a ustedes, pero el resto, quedará en sus manos. ¿Alguna pregunta?

MacReady escuchó en silencio el speech del coronel Doherty mientras les ponía al día de la misión que tendrían que llevar a cabo. Doherty no era especialmente diplomático, aunque había que reconocer que sabía cómo motivar a la tropa con sus encendidos discursos.

Se trataba de una misión casi suicida, en la que si llegaban hasta la estación de radar y conseguían volarla, ya podían considerarlo una victoria, dado que regresar a través de la isla con los japoneses persiguiéndoles y disparándoles iba a ser todo un infierno.

-¿Qué armamento se nos proporcionará? -quiso saber MacReady, intrigado, acerca de los recursos que iban a proporcionarles, más allá de explosivos para volar la estación-. Puedo ser más útil en las distancias largas con una mira de francotirador.

El coronel miró a MacReady con gesto iracundo. Pareció durante unos momentos que fuese a gruñir y patalear encima del soldado, pero no fue así.

-Armamento mínimo. Explosivos y armas ligeras. Si cree que le será útil un rifle de francotirador, adelante, pero recuerde que la velocidad es lo primordial. Cuanto más lleven, más despacio marcharán y si llegan tarde o fracasan, más les vale no regresar porque lo que yo les haré será mucho peor que lo que puedan hacerle esos jodidos amarillos con cara de fideo.

Era el momento de ponernos serios de nuevo. Si bien mis compañeros me podian reprochar muchas cosas, cuando habia que trabajar, habia que trabajar, para eso estabamos alli. 

Aunque aun no se me podia borrrar la sonrisa en mi cara de todo lo que habia pasado, y eso que solo recordaba la mitad, lo cual ayudaba a mantener la sonrisa. 

Las preguntas eran para el Capitan, yo no lo era y tampoco estaba a cargo, ni queria estarlo. 

- Estamos listos jefe. Asenti tanto para el Coronel como para el Capitan. 

Esto de ser teniente y tener experiencia no era para nada agradable despues de todo. Aun me costaba olvidar las muertes en mi memoria, pero con los recuerdos de estos dias tenia para compensar. 

Saque un pedazo de tabaco y lo puse en mi boca. 

Amarillos... todos son de mierda.

- Entendido coronel. A sus órdenes. - Respondió Penwater. 

Cuando el coronel ordenaba algo, no había mucho que objetar. No era el típico que mandaba una misión por mandar. Si había llegado a la conclusión de que esa era la mejor manera de utilizar las piezas de las que disponía, así de haría. 

- Coronel, ¿iremos los cuatro o vendrá también el resto de mi pelotón? - Le preguntó, era un punto importante. - Durante el desembarco en Tengoku cayó nuestro sanitario. Aún no ha sido reemplazado, mi coronel. 

Doherty miró al capitán sin disimulo.

-Todos tenemos problemas "Tommy-boy". Tendrá que joderse con lo que tiene. En cuanto al pelotón, ustedes cuatro y seis hombres más. No quiero a un ejército de turismo por esa jungla de mierda y perder más hombres, que yo también los necesito.

Doherty se aproximó a Penwater hasta estar cara a cara.

-Hay una jodida guerra en esta isla y no tengo la culpa de que los de arriba se dediquen a jugar a los barquitos. ¡Aquí estamos marcando la diferencia! Así que seis hombres más y tendrá que arreglarse con lo que lleve.

El coronel consiguió relajarse un poco antes de proseguir.

-Iniciaremos un bombardeo de distracción a las cero-cien horas. Tienen cuatro horas para prepararse. Cruzarán ese jodido campo de amapolas a toda velocidad y a partir de ahí, estarán solos. Dudo que podamos entretenerles mucho, así que más les vale entrenar esas jodidas piernas para algo más que para abrir las de sus novias, porque las van a necesitar. Y si no tienen más preguntas, lárguense de aquí. Tengo mucho trabajo.

- Sin sanitario entonces. - Se encogió de hombros. - Lo haremos igual. 

Se puso en pie, se cuadró y realizó un saludo militar al coronel. Las órdenes estaban dadas y las cumplirían lo mejor posible, como siempre. Miró a sus hombres. Esperaba no perder a ninguno de ellos. Ya eran casi como hermanos para él. 

- ¿Ha oído Oddball? - Le preguntó con una sonrisa. - Nada de matasanos, así que procure que las balas enemigas no le muerdan ésta vez. - Le dio una palmada en la espalda. - ¿Nos vamos? Tenemos que prepararnos y el tiempo es oro.

Tras retirarse realizando el saludo militar, MacReady se dirigió al capitán Penwater. El hecho de llevar un rifle de francotirador era más una corazonada suya de que sería útil aprovechar al máximo sus habilidades, pero quería tener el beneplácito de su superior para hacerlo.

-Capitán, solicito su permiso para aprovisionarme con uno de los rifles de larga distancia -dijo el soldado, en tono serio-. Creo desempeñarme con bastante soltura con un francotirador y, dado el caso, podría sernos de utilidad. Soy bastante ligero, por lo que creo poder llevarlo conmigo sin que nos retrase.

- Si usted cree que será más útil con un rifle, por mi bien. - Comentó el capitán. - Pero no es ésta una misión para esperar agazapados y a cubierto. No obstante... - De mantuvo unos segundos pensativo. - Podría servir para cubrir la retirada una vez hayamos volado el objetivo.