Partida Rol por web

Al ver la aparente falta de sintonía entre Gwendolyn y Laurel, estuvo a punto de sugerir a la piloto salir a tomar un poco de aire fuera. Apenas tenía un día de permiso antes de volver al infierno y parecía haber muchachas para todos, por lo que si pretendían aprovechar el tiempo, lo más sensato era poner espacio entre aquellas mujeres entre las que parecían saltar chispas.

Pero nada podía resultar sencillo en el puto culo del mundo.

Aquel grupo de piesmojados retrasados parecían haber decidido aguarles la fiesta. Y aquello solo iba a empeorar, puesto que en cuanto su capitán decidió iniciar hostilidades, las cartas estaban sobre la mesa.

Abrahams era un hombre de acción. Lo había demostrado en el desembarco en la isla Sentoku y estaba a punto de volver a demostrarlo puesto que, sin mediar palabra apretó los labios y descargó un puñetazo hacia el marinero del puro.

Las compañeras de Gwendolyne también estaban francamente bien, y el joven MacReady no pudo menos que echarles el ojo, ya que eran mujeres bastante atractivas. Sin embargo, la aparición de los marineros llevó consigo algunos problemas, ya que los marineros pretendían llevarse a las chicas.

Al ver que el sargento Abrahams se lanzaba ya a descargar un puñetazo a uno de los marineros, MacReady supo que la pelea entre soldados y marineros no tardaría en iniciarse. Pero no hizo nada por evitarlo, más bien lo contrario. Tomó un botellín vacío y trató de descargarlo contra la cabeza del marinero que llevaba un cigarrillo.

-Oh, Señor, tú guías mi mano... -murmuró, en tono bajo.

La pelea estaba servida. Abrahams fue el primero en elevar su brazo para revelarse y no permitir que aquellos recién aparecidos vasos de leche, les quitaran a sus chicas, pero su golpeo apenas se acercó al blanco.

Así, mientras el sargento fallaba el puñetazo, Gwenn se interponía entre todos, agarraba a Roberta y....

A penas me di cuenta que todo se iba al demasdre no pude mas que pensar que siempre Laurel tenia la culpa, de alguna forma todo se iba al garete con ella. 

Siempre. 

Salte entre el grupo de soldados y marinos para tratar de evitar la pelea y si eso no hace resultado habia que pasar al plan B.

- No hace falta pelear.... detenganse....

El plan B es simple, si habia algo que podia frenar aquel cumulo de testosterona era un cumulo de estrogeno, asi que tome de la mano a Roberto sabiendo que era la mas disinibida de nosotras y la bese apasionada mientras mis manos recorrian su cuerpo lo que no falto que ella respondiera con rapidez. 

Solo esperaba que eso detuviera a aquellos oranguntanes o tendriamos que salir corriendo antes de que la MP llegara a arrestarnos y yo no podia perder mi semana de paga por culpa de sus hormonas.

El marinero tenía ya a Penwater en su punto de mira cuando sus ojos se desviaron hacia las dos mujeres, que empezaron a besarse apasionadamente, subiendo la temperatura del local y haciendo que la pelea se quedase, al menos en lo que a él se refería, detenida momentáneamente.

Seguramente por eso, el resto de muchachos fallaron también sus golpes, y el capitán tampoco dio el suyo, al no recibir ninguno.

Fue como si el mundo entero se hubiera detenido, al menos durante el tiempo que ambas mujeres marcaron.

-Si eso no nos calienta, es que estamos muertos.

-Yo estoy vivo.

Sam tragó saliva con dificultad. Parecía como si todo su cuerpo, casi todo en realidad, se hubiese quedado paralizado.

-Y yo, sobre todo, cierta parte de él.

Y entonces fue cuando Penwater aprovechó para tratar de noquear al capitán pescanova que respondía a nombre de Sam. ¿Tenían opciones de ganar aquella pelea? Ciertamente no muchas, eran inferiores en número y no estaban tan musculados como aquellos matones que se pasaban largas temporadas levantando pesas en medio del océano. 

¿Entonces, por qué pelear? Si algo había aprendido Thomas Penwater era que lo importante de una pelea de bar no era el resultado, no... Para nada. Lo importante de una pena de bar era la forma de contarlo luego a un tercero y exhibir bien los moratones. 

- ¡Toma canalla! - Le gritó antes de tratar de golpearle.

Abrahams se detuvo en seco, contemplando aquel espectáculo digno de un sueño húmedo de cualquier adolescente americano. Por un instante se sintió como el naufrago de labios resecos que da con una cantimplora y está a punto de llevársela a la boca. Y como tal, se humedeció los labios instintivamente.

Pero la impresión inicial se pasó rápida. Él ya no era un muchacho de 20 años que iba a dejarse llevar por sus instintos de forma tan fácil. Él era el sargento del pelotón Baker.

Su mirada, por mucho que le pesase se desvinculó de las dos ninfas que se estaban enredando mutuamente con pasión, para buscar directamente la de su Capitán. Según él reaccionase así haría Abrahams.

Roberta no se esperaba aquello, pero cuando a Gwen le daba por algo, no había quien la contradijese. Sus labios, carnosos, húmedos y seguros, se aplastaron contra los suyos a la vez que su cuerpo. Bajo sus ropas, sus senos despertaron, sintiendo al tacto los de su compañera, y a medida que se dejaba llevar, el calor abrasador parecía ir abriéndose paso.

Nunca había puesto fronteras en cuanto a con quien deseaba estar, aunque no era tan libre como Gwen, que no solo no las ponía, sino que además buscaba siempre una manera de traspasar las que había.

Pero aquel acto, que la había cogido desprevenida, no hizo sino confirmar que su cuerpo parecía tener muy claro lo que necesitaba.

-Joder, Gwen -logró decir cuando se separaron -, ¿haces esto nada más para evitar una pelea? Porque si es así, qué no harás cuando sea porque lo deseas.

La pelea, que se había quedado en un curioso "stand by", estaba siendo contemplada de lejos por un divertido Oddball, que parecía ajeno a todo, salvo a disfrutar de su cerveza. Eso de recibir golpes no iba con él, que iba más por el camino de hacer el amor y no la guerra, así que cuando vio a las chicas, sintió que había hecho estupendamente aguardando aparte.

Oddball, viejo zorro, hoy va a ser un gran día, se dijo a sí mismo, levantando su cerveza y tomando otro sorbo.

Al parecer habia logrado el efecto deseado, mientras besaba a mi compañera escuche, o mejor dicho no escuche ninguna pelea asi que supuse que se habian detenido a vernos. 

Aunque sentir los labios de Roberta de esa manera tampoco era algo que yo esperaba y realmente lo disfrute quedando algo acelerada cuando nos separamos y sonrei por su comentario.

- Bueno, tal vez si nos besamos en Berlin podremos evitar mas guerra.....

Wow....

Me enderece un poco y sacudi mi cabello antes de mirar a los demas.

- Bien, me alegro que sepan comportarse chicos, como veran no es necesario pelear y terminar en una celda, asi que el que pueda beber la cerveza mas rapido me ire con el a ver las estrellas en la playa.

Ahora solo esperaba ver si estos soldados eran mejores que bebedores que los orangutanes de la marina. Dios mio, esperaba que lo fueran.