Partida Rol por web

- Nikkha, buena idea.- Saber qué estaba pasando se había convertido en algo personal.- Yo subiré a ver de qué se trata.

Desde que llegaron la primera vez, Norwind había pensado que eran espíritus amigos. Quizá guardianes o pequeños seres invisibles que cuidaban la zona. Era el momento de saber si estaba en lo cierto.

El guerrero subió la escalera que llevaba al piso de arriba y observó la zona. Extendió algo de paja por el suelo para ver si algo provocaba huellas o las movía y se dedicó a observar en silencio.

Vundav asintió con una sonrisa a Nikkha.

- Cierto, a mi también me pone nervioso no saber qué pasa aquí. Además, si hemos de dejarlos aquí una temporada hasta que todo esto se enfríe me gustaría estar tranquilo de que están seguros.

El problema es que el muchacho no sabía ni por donde empezar.

- Si no es magia, debe ser algún mecanismo, pero no veo nada especial...

Con las puertas colocadas para tapar algo la entrada, el guerrero volvió a echar un vistazo general al establo abandonado. Hizo memoria, intentando recordar qué les había quedado por explorar en aquel lugar. Había un túnel subterráneo, ¿no? Bueno, más que túnel era una especie de minialmacén bajo tierra en el que se habían metido para investigar y sólo habían encontrado un hueco cerrado con un cofre en su interior. Luego estaba el pequeño hueco superior, que estaban examinando sus compañeros, que no parecía tener gran cosa.

 -Evram, ¿crees que podrías examinar un lugar más para ver si hay magia en él?

La primera vez que llegaron habían estado persiguiendo a alguien. O algo, dadas las huellas similares a las de una rata que el guerrero encontró por el lugar. Y ese... algo se había fugado por el túnel subterráneo cerrado. Así que algo tenía que haber allí, ya fuera magia o mecanismos. A no ser que se escapara por otro lado, lo que implicaría otra salida de aquel establo que también podía venirles bien.

Sospechando con razón que algo sucedía en el viejo establo, los rebeldes se pusieron manos a la obra. El cuchillo en sí mismo no tenía nada de especial, era un utensilio que tenía muchos años que había caído y quedado finalmente en posición horizontal.

Los desconocidos preferían mantenerse al margen, no entendiendo del todo lo que sucedía de manera que preferían esperar. De hecho el hombre trataba de conversar amistosamente con la mujer la cual le miraba sin confiar en él y sin seguir la charla, por otra parte dificultosa por sus problemas con el lenguaje.

Evram era incapaz de notar nada con su magia, era una opción que no estaba conduciendo a ninguna parte. Norwind hizo su propio intento, tomando una escalera con la que intentar mirar en el espacio superior, solo que la madera estaba en pésimo estado, al pisar el segundo escalón éste se partió. El guerrero cayó sin ninguna repercusión, salvo que en cuanto se separó un instante de la escalera esta sufrió algún tipo de empuje y cayó hacia atrás, dando contra el suelo.

Se escuchó algo parecido a una rata desplazándose hasta que al final algo novedoso, un extraño silbido proviniente de arriba. De alguna manera se había arrojado un dardo cuya punta había alcanzado el cuello de la elfa, momento en el que se sintió mareada. Algo se había removido a la vez que se producía el sonido pero no llegaron a ver qué era.

Mishima no estaba seguro de que fuese buena idea subir al altillo del establo, sobretodo cuando la escalera para acceder se desmoronó cuando lo intentó Norwind. No obstante el ataque a Arden era otra cosa.
El monje reaccionó en segundos, cogió carrerilla y apotandose en su bastón a modo de pertiga se impulsó para dando una voltereta cogerse al suelo del altillo y de ahí alzarse.

Sabía que si había un enemigo le podría estar esperando, pero si no subía alguien les tendría a su merced quienquiera que fuese el atacante.

Mishima se impulsó gracias a su bastón y sus excelentes capacidades atléticas, ya arriba la madera crujió amenazando con romperse, algo que podría suceder en cualquier momento.

Acostaba en el altillo había una pequeña figura que el monje pudo ver desde la nueva posición.

En lo alto y acostada, una figura femenina del tamaño de una rata, piel roja con alas negras, tenía un cuerno en lugar de dos y llevaba consigo un instrumento musical que debía servir también a modo de cerbatana.

La criatura se vio descubierta y pensó acerca de su próxima acción.

Vundav tuvo que contenerse al ver saltar a su compañero y pudo parar el conjuro de área que iba a lanzar. Era un conjuro nuevo que había estudiado y no controlaba si podía restringir el daño solo a los enemigos.

- Grita si tienes problemas. - Aunque el brujo se cuestionaba si los problemas aparecerían si lanzaba el hechizo con Mishima de por medio.

- ¿Te duele? - Vundav se acercó a Arden y con un gesto curó la herida, pero si tenía veneno el brujo no podía hacer más.

Nada más escuchar el crujido del suelo, Mishima equilibró el cuerpo para posarse lo menos posible. No era una posición cómoda, pero las había mantenido peores durante su entrenamiento.
Sin embargo al ver a la criatura se soprendió, de su aspecto más que nada.

Caramba. ¿Y tú quién eres? Nunca había visto a ningún ser cómo tú. ¿Vives en este lugar? Si es así supongo que te habremos asustado.

Su voz sonaba bastante tranquila. No estaba para nada asustado.

Caramba. ¿Y tú quién eres? Nunca había visto a ningún ser cómo tú. ¿Vives en este lugar? Si es así supongo que te habremos asustado.

Su voz sonaba bastante tranquila. No estaba para nada asustado.

Estaba claro que el monje había visto algo, hablaba con alguien ahí arriba, donde él no había podido llegar al romperse la escalera.

- Mishima, ¿quién está ahí? Por tus palabras parece alguien amigable.

Quizá su primer pensamiento no fuera erróneo, espíritus aliados de los cuervos que cuidaban el lugar. Ya hacía unos días los habían llevado hasta aquel cofre que contenía ciertas pistas.

Nikkha vio la asombrosa pirueta del monje y se quedó con la boca abierta. De aquel curioso humano iba a poder escribir más de una canción seguro, sin embrago aquel no era el momento de perder el tiempo. Con su estoque desenfundado se preparó para interceptar a lo que fuera que había encontrado Mishima en el altillo. Si ese ser intentase huir, se daría de bruces con una semielfa con el arma en ristre y preparada para el combate. 

-¿Que hay ahí arriba?- Preguntó tranquilizada por el tono sosegado del monje

La extraña conversación de Mishina infería que estaba hablando con alguna criatura extraña, pero no clarificaba si era o no hostil en ese momento. Hasta ahora, al menos desde la perspectiva de Vundav, sí debería considerarse así.

- Si no puedes comunicarte con ella, indícale por señas que se asome y en cuanto la vea podré comunicarme mentalmente con ella.

O freírla diréctamente si hace cualquier cosa sospechosa.

Desde luego lo que el brujo no se planteaba era intentar subir allí, no era ni de lejos tan ágil como su compañero.

La figura se removió inquieta, se mantenía arriba y acostada en el suelo, tan pequeña era que podría tener la altura de una mano, aunque sólo el monje la estaba viendo ahora resultando además que Mishima no llegaba a dilucidar qué clase de ser tenía delante.

- Sshhh.

Siseó indignada, no había creído posible que los humanos la descubrieran pero el hombre había trepado demasiado rápido. Un instante después desapareció de la vista ante sus ojos: se había vuelto invisible mas prefirió hablar con ellos o temía que no llegaría a ninguna parte, su voz sonó muy aguda.

- Este es mi hogar, he vivido aquí por años. Me ataron aquí de hecho, firmé un contrato con uno de los antiguos dueños, hacía de vigía. Os llevé hasta los documentos que habían guardado y los observé conforme los revisábais pero no pude verlo entre ellos.

En un momento explicó los detalles de su historia que tenían que ver con su estancia en aquél lugar.

Junto a los héroes, la elfa Arden se había llevado la mano al cuello donde tenía el pequeño dardo clavado, la joven quedó en esa posición y aunque quisiera, no era capaz de moverse.

- No os diré mi nombre, los nombres tienen poder. Solo os digo que no podréis quedaros aquí, me molesta vuestra presencia, la presencia de cualquiera.

Había una criatura, y les había ayudado anteriormente pero ahora no parecía estar dispuesta a hacerlo. No obstante los nuevos refugiados necesitaban un lugar donde esperar a que todo se calmase.

- Necesitamos ocultarnos un tiempo, nadie vendrá a este lugar y nos sería de gran ayuda disponer de él. No te molestaremos, puedes seguir viviendo aquí si quieres e incluso te defenderemos si alguien intenta atacarte. Debes dejarnos quedarnos unos días aquí y te ayudaremos a liberarte si ese es tu deseo... encontraremos ese contrato.

- ¿Qué dices?

Casi le parecía graciosa la situación, aunque quizá estaba subestimando a su nuevo amigo y se trataba de una criatura más peligrosa de lo que aparentaba.

Mishima se sorpredió cuando la pequeña criatura se volvió invisible, aunque tenía sentido ya que no la habían visto la vez anterior por mucho que la buscaron. Aún así se quedó allí arriba quieto por si acaso volvía a aparecer.
La historia que contó no es que fuera alegre, un guardian atado a un lugar al que nadie volvería. Era triste, y le habría parecido así si no fuese porque había atacado a Arden y la elfa había quedado paralizada.

Entiendo tú posición, pero como dice mi compañero podemos tratar de ayudarte. Eso sí, tienes que ayudarnos tú primero. Cura a nuestra compañera a la que has atacado. Elimina la ponzoña que le atenaza y podremos sentarnos a hablar de esto tranquilamente. Tú supervivencia también depende de que nosotros podamos escondernos aquí. Si nos encuentran será cuestión de tiempo que te encuentren a tí.

-Este lugar se ha malogrado con el tiempo y la falta de atención, si para ti es tan importante nos comprometeremos a cuidarlo y restaurarlo.- La melodiosa voz de Nikkha se sumó a la de sus compañeros con un toque de suplica pues aquel lugar era uno de los pocos lugares que poseían como refugio hasta que comenzaran a buscar otros lugares en los que guarecerse- Como dicen mis compañeros, este lugar nos es muy necesario y nos ayudaría mucho no solo a nosotros, si no a toda la ciudad- añadió dando una perspectiva más amplia.

La bardo desconocía las motivaciones de aquella criatura pero ya los había ayudado en una ocasión por lo que apeló a ese lado bondadoso. Si eso fallaba, aún podía tirar del sentido del deber de aquella criatura puesto que si los nombres tenían poder, los contratos no eran menos, quizás incluso pudieran encontrar el nombre de aquel ser entre los papeles rescatados de los cuervos plateados. En el peor de los casos, firmar un contrato con ella o sobornarla podía ser una opción: No pocas puertas había abierto el caballero Don Dinero. No obstante, no le parecía que su interlocutor se guiara por ese principio como máxima

La figura permanecía arriba amparada por la invisibilidad, sólo el monje la había visto y en cuanto la describiera el resto sabría cuál era su naturaleza, si no la habían intuído ya. Estaba disgustada por todo aquello, además se empeñaban en decirle que se quedarían.

- Ese veneno se acabará pasando, tan sólo hazte uno con el cosmos y espera.

Decía la voz femenina tratando de burlarse del monje.

- No os vais a quedar aquí a menos que sucedan dos cosas, una que jures que nunca contarás a nadie que me has visto y cómo soy, ni nada que arroje pistas sobre mi. La otra es que tendréis que decirme todos cómo vais a hacer para encontrar el contrato que me ata y jurarme a su vez que me lo daréis una vez encontrado. El contrato lo debe tener un mago, en algún sitio, un mago de ese subrepticio grupo de los Cuervos Plateados.

La vocecilla se iba desplazando despacio, tomando algo de distancia respecto a Mishima.

- Jurad o largaos de este lugar para siempre.

Reforzó sus palabras confiando en que no iban a poder vencerla gracias a su magistral sigilo.

La visión se me nublaba y, con la mano aún en el cuello, a penas podía moverme lo suficiente para mantener la respiración. Si el veneno se extendía lo suficiente para impedir también eso, no tardaría mucho en morir. Peor aún, conocía venenos que directamente paralizaban el corazón de sus víctimas. Claro que, al menos, eso sería más rápido que una muerte por asfixia.

Las voces se sucedían a mi alrededor y a penas podía entenderlas. Pero una voz femenina que no reconocí retumbó en mi cabeza. "Hazte una con el cosmos". Pero... ¿qué demonios? Como salga de esta lo que voy a hacer uno es mi cuchillo con el hígado de quien me haya envenenado.

La ira hizo que tanto mi respiración como mis latidos se acelerasen. Extrañamente, eso me calmó, pues parece que el veneno no estaba afectando a mis funciones vitales. Intenté calmarme y, poco a poco, intentar mover lentamente la mano. Eso sería un principio.

El guerrero se había quedado completamente en silencio mientras todo aquello sucedía ante él. Una criatura, una que no había podido ver nadie salvo Mishima, estaba hablando acerca del derruído establo. Al parecer era su hogar, pero no por que lo quisiera, sino porque la habían obligado. Y sólo les dejaría quedarse por allí si le prometían no revelar su presencia y ayudarla a encontrar el contrato que la mantenía allí atada.

 -Yo juro. Tienes mi palabra de que no revelaré nada acerca de tu presencia a terceras personas. Y si encuentro el contrato que te mantiene atada a este lugar, ten por seguro que te lo entregaré para que hagas lo que quieras con él.

Erik miró a sus compañeros, esperando que los demás tomaran su decisión. No podían ponerse demasiado exquisitos a la hora de negociar. O aceptaban las condiciones de la criatura o se buscaban otro refugio. Y al menos a él le parecía mucho peor la segunda opción que la primera.

 -Aunque una advertencia te voy a hacer yo a ti: más te vale que el veneno realmente deje de afectar a nuestra compañera. O créeme que desearás no habernos conocido en tu vida.

Porque entre las palabras de la criatura y el hecho de que Arden llevaba demasiado quieta un rato le mosqueaban mucho. Aunque no parecía petrificada del todo, sólo algo rígida. Lo dicho, más le valía a aquella cosa que su compañera se recuperara pronto. O la aplastaría sin piedad.