Partida Rol por web

En ese momento reaparece Amnyin saliendo de la oscuridad y clava su espada corta en una grieta de la armadura. Por fuerte que sea su coraza, cuando la espada vuelve a retroceder está empapada de sangre. Con su enemigo apresado y cegado, el tiflin ha apuntado a donde más duele.

Los sonidos de la batalla quedan amortiguados por los latidos que el gnomo escucha en sus oídos. Debería estar apoyando a sus compañeros en la lucha final, pero algo le dice al monje que está en el sitio adecuado. Ciertamente, no se ha parado a pensar qué ocurriría si un grupo de serpientes le atacara en este hueco... Quita esos pensamientos funestos de su cabeza - ¿Dolerá mucho que te piquen unas serpientes? Hummm, sería una experiencia interesa... - y agarra con fuerza la palanca. No debe ser una trampa, pero quizás abra una puerta para que entren media docena de dragones en la habitación. Habrá que comprobarlo.

CLICK

Kandalian tira de la palanca...

El Clérigo atrapado por el conjuro del nigromante parece cansarse de la situación y levanta un puño hacia el cielo.

...

Al siguiente instante toda la habitación parece haber cambiado. Un enorme muro mágico de cuchillas giratorias divide la habitación diagonalmente en dos. Un enorme demonio con forma de araña deforme y con un aguijón de aspecto peligroso al final de su cola ha aparecido en el lado en el que Kandalian trastea con una trampilla mientras el otro demonio, el de seis brazos, trata de cazarle. También Kurgan estaba en ese extremo, y al ver al monstruo prepara su cadena para golpear. La bestia escupe una telaraña que pega al semielfo al suelo, que ya lo estaba pasando mal con los tentáculos mágicos. Hecho eso, el arácnido gigantesco se acerca poco a poco a su presa vulnerable.

En el lado opuesto al muro de filos arcanos están los demás héroes, y también dos infernales que han aparecido de la nada. Una masa de músculos negra con cara de sapo y brazos hiperdesarrollados enseña sus dientes afilados a Naldar y levanta las dos garras para atacar. El elfo no llega a evitar del todo el golpe, que le sacude y le hace retroceder unos pasos, con una seria contusión en el hombro. Una segunda criatura infernal delata su presencia justo a tiempo para dirigir un garrazo hacia la espalda de Arkaeron. El nigromante reacciona a tiempo y la zarpa rebota en su armadura de hueso. El paladín muerto viviente se apresura a defender a su amo.

La voz grave y poco humana del Elegido suena en el fondo de la habitación. Ha aparecido en el extremo más alejado, en el mismo lado del muro mágico que Kandalian y Kurgan. Ya no tiene flechas clavadas en su armadura y parece casi en tan buena forma como al iniciar el combate.

Casi al margen de todo esto, el gnomo continuaba con su trabajo dentro del agujero y entonces...

CLICK

Una marea formada por diminutos bichos, probablemente arañas, sale del agujero en la pared. Desde el interior se escucha toser al gnomo, que escupe arácnidos y se los sacude de las ropas. El monje ha salido rodando del agujero, pero para su alivio parece que la enorme criatura draconiana con seis brazos no está en condiciones de hacerle nada. Aunque parezca una locura, el demonio parece ¿asustado? Moviendo torpemente sus cuatro dagas en el aire, el monstruo no hace nada más que balbucear algo en su oscuro idioma y mirar hacia la marea de bichos que va llenando la habitación.

Kandalian no entiende demasiado lo que ha ocurrido. No esperaba que una horda de arácnidos saliera en tropel. Afortunadamente, el monje no teme a estos seres, a pesar de que la picadura masiva de estos bichos supondría un riesgo para su vida.

Al salir del agujero, entre fascinado y ansioso, lo único que ve es una especie de demonio que centra su lucha en las arañas.

Sin pensarlo demasiado, el gnomo se ensaña con el nuevo enemigo, descargando una ráfaga de tres puñetazos seguidos.

Orphen no sabia si le habia afectado el conjuro, sus conocimientos le decian que ese conjuro no habia solucion posible para evitarlo, pero eso no era un combate normal. Empezaba a haber demasiados enemigos, asi que sin moverse echo mano de su concentracion y rayos azules empezaron a rodearlo.

En un momento dos rayos azules salen disparados hacia el demonio con brazos enormes.

Naldar suelta un grito de dolor. Intenta levantar el brazo para lanzarle una de sus flechas al sapo gigante, pero el dolor es tan fuerte que le hace encogerse y cambiar de opinión. Piensa unos instantes y, mientras mira fijamente a su nuevo enemigo, se acerca y mientras desenfunda su espada. Lo siento, tu no me vuelves a tocar...

Cuando ya está suficientemente cerca, clava la espada en un costado del enorme engendro, retorciéndola dentro. 

Arkaerón dio un paso atrás para alejarse de aquella cosa que había intentado golpearle, y desde esa posición pareció desaparecer... Él también sabía congelar el tiempo.

Una vez congelado por un momento... comenzó a actuar:

Primero desintegró una parte del muro de cuchillas que había puesto el Elegido, por la zona central del conjuro. Después caminó hasta allí, donde lanzó un conjuro de convertir roca en barro, apuntando al techo de piedra que estaba sobre el elegido. Una vez convertida la roca del techo, hizo lo mismo con el suelo y se acercó a taparle por completo el rostro con una máscara de barro, después se alejó, y esperó un instante a que el tiempo volviese a su ritmo natural para ejecutar la última parte de su plan.

Al elegido le esperaba una sorpresa.

Cuando el tiempo se reanudó, lanzó una llamada a sus compañeros:

- Cruzad a este lado del muro de cuchillas en cuanto podáis.

Arkaeron desaparece... luego reaparece cerca del muro de cuchillas, se escucha un "chof" y de repente el Elegido se ha esfumado. En el fondo de la habitación el suelo parece haber ascendido un par de pies. Justo en el lugar en el que estaba el sacerdote ha aparecido una estalacmita pétrea nueva, ancha y alta, con rasgos humanos muy vagos.

El demonio draconiano contra el que luchaba Kandalian ha desaparecido. Parece haberle caído encima parte del techo. Sea por eso, por las arañas que ya se están dispersando por la sala o por los puñetazos del monje, el infernal de seis brazos ha optado por volver a su plano.

En mitad del muro de furiosas cuchillas giratorias hay un pasillo despejado. El paso hacia el otro lado de la habitación está asegurado.

El Paladín Caído solo necesita dar un paso para poner a bailar sus katanas contra el demonio humanoide que atacó a Arkaeron. Los golpes son tan certeros como rápidos; en unos segundos el pequeño asesino infernal de largas garras está hecho trizas.

Amnyin cruza al otro lado del muro de cuchillas, haciendo caso al consejo del nigromante. Los dos relámpagos de Orphen parecen poner de mal humor al demonio superviviente, y la espada de Naldar le hace sangrar.

Vanth está algo aturdido: a su alrededor no deja de aparecer y desaparecer gente. Cuando está furioso, la magia le da dolor de cabeza.

Con un rugido, el bárbaro se centra en el demonio enorme que tiene delante. Olvidándose de que tiene su espada en las manos, carga directamente contra el monstruo y lo embiste con todo su cuerpo.

La embestida de Vanth hace retroceder por la fuerza al demonio-sapo. Aunque Vanth sea mucho más fuerte, el tamaño del bicho lo hace difícil, y al bárbaro le sería imposible hacerle retroceder más de 10 pies. Desgraciadamente para el demonio, el muro de cuchillas está a poco más de 5 pies a su espalda. Al contacto con la poderosa magia, el infernal se convierte en carne picada. Tras presenciar la escena todos deciden que definitivamente deben evitar la barrera mágica.

La batalla parece controlada, pero al lado opuesto del muro de hojas afiladas la situación es distinta. Se oye un gemido: Kurgan, inmovilizado por una telaraña, ha sido aguijoneado por el enorme demonio que parece un cruce entre araña y escorpión. El semielfo deja de agitarse, debilitado (o algo peor) por el veneno. Kandalian es el único que está cerca y se dispone a actuar cuando unas tinieblas llenan ese extremo de la sala. El monje no puede ver nada, ni nadie le ve. Kurgan, el demonio-araña y el Elegido han quedado cubiertos por la oscuridad, más densa aun que la que Amnyin ha conjurado tantas veces. El propio sacerdote ha debido conjurar desde su prisión de piedra. La otra opción que pasa por la mente de los compañeros es todavía más terrible: si es Erythnull en persona el que está actuando quiere decir que Daern y los otros Héroes Antiguos, junto con los caballeros de Berfôska, han fracasado. Si es así, no hay ninguna esperanza de vencer este combate.

Kandalian ya se ha visto otras veces rodeado por este tipo de conjuros. El desconcierto inicial dura unas décimas de segundo. Los gnomos rara vez pasan miedo, y menos cuando están ante una experiencia de la que ya tienen reistro mental. ¿Amnyin? Kandalian se cree en medio del conjuro lanzado por su amigo...

Arkaeron decidió que ya había llegado el momento de atacar al elegido directamente... y de paso intentar algo contra sus amiguitos.

Midiendo las distancias con precisión, un conjuro se hizo presente en el fondo de la sala, afectando al elegido y a varios de sus aliados, pero dejando fuera del área de conjuro a los compañeros de Arkaeron. Por suerte para ellos, ese conjuro era poderoso, muy poderoso... 

Todos los presentes se llevan instintivamente las manos a los oídos cuando suena un chillido tan terrible que amenaza con arrancar la cordura. Aunque el nigromante dirigiera bien su hechizo, el Lamento de la Banshee es un sonido poco agradable para cualquiera. El paladín muerto viviente parece el único al que el sonido no le afecta en lo más mínimo.

Tal vez el grito dejara algo ensordecidos a todos, pero lo cierto es que cuando termina el silencio parece sepulcral. Ya no se escuchan los pasos del enorme demonio-araña, las quejas de Kurgan apresado en la telaraña ni los forcejeos del Elegido.

Nadie se atreve a adentrarse en la oscuridad sin más. La indecisión dura pocos segundos, pero parece eterna, y termina bruscamente cuando las tinieblas se disipan.

Al fondo de la habitación está el Elegido, y ahora parece casi tan alto y corpulento como un gigante. Los únicos rastros del conjuro pétreo son unos cascotes sobre su armadura. A sus pies hay restos de roca hecha añicos que deben de haberse fragmentado desde dentro por el mismo efecto que hizo crecer cuatro pies de altura al clérigo.

Antes de poder reaccionar, dos enormes columnas de fuego se precipitan desde el techo hacia Arkaeron y Vanth.

Arkaeron reaccionó con una impresionante rapidez, a pesar de lo cual sufrió una fuerte quemadura. Con un gesto de rabia, intentó devolver el golpe y varias esferas de poder salieron directamente hacia el elegido creando un pequeño infierno de fuego.

- Estoy agotando mis conjuros, más vale que hagáis algo los demás y cuanto antes, no puedo competir con él en habilidades mágicas.

Después se giró hacia su fiel guardaespaldas.

- Atácale tú también.

Era el momento antes de que la cosa avanzara a mas. Manteniendose con el perfil de lado Orphen empezo a recitar unas palabras nigromanticas, un rayo rojizo oscuro salio del dedo indice del hechicero hacia el elegido.

Varias explosiones de fuego simultáneas iluminan la habitación al conjurar Arakeron una tromba de meteoritos. El Clérigo no parece afectado por el hechizo. El conjuro de Orphen tiene más suerte, e incluso bajo el yelmo completo y la gran armadura, el lenguaje gestual del favorito de Erythnull revela un gran dolor. Cuando parece que la agonía remite, Bashnar da dos pasos hacia delante, con la clara intención de devolver el favor a Orphen. Sin embargo el tiempo que el Clérigo ha perdido sirvió para que los guerreros se ubicaran. Vanth se lanza a la carga y el paladín caído llega hasta el poderoso enemigo colando su espada curva entre una de las junturas de la armadura.

El sonido de la miríada de arañas por el suelo es siseante. Los gritos de dolor y las palabras mágicas son los únicos sonidos emitidos por los ocupantes de la habitación.