Partida Rol por web

¿Existen cosas sobrenaturales?

Era una noche como cualquiera. Te encontrabas meditando en el jardín del orfanato. Estabas acostado sobre el cesped, contemplando el vasto cielo estrellado que se presentaba ante tus ojos. Había una brisa agradable.

¿Qué hay detrás de la existencia de la humanidad?

El bullicio de Tokio sin duda era agotador. La noche era el único momento que tenías para meditar. Era verano. Los días en Tokio eran muy calientes, las noches agradables. 

¿Qué eres exactamente? 

¡Una estrella fugaz! ¿Deberías pedir un deseo? Sí, claro. Como si se fuese a cumplir... qué estúpido. ¡No hay nada más allá de lo que se puede ver o palpar! La magia, los fantasmas... Dios. Todas esas cosas no existen. El humano es débil, debe apoyar su fe en algo para sobrevivir. 

Desde que llegaste al orfanato se te ha inculcado el cristianismo. Sin embargo, desde muy pequeño has sido capaz de tener tu propio criterio. La religión no es más que una estupidez, pero sería grosero renegar de quienes te han tendido la mano, ¿no es así? A pesar de que todo está tan claro...

¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal?

Fuiste sacado de tus pensamientos.

Puedes escuchar un constante taconear a tus espaldas. ¡Viene del pasillo! Esa forma de caminar... debe ser...

—¡Mukanami-kun! —gritó la mujer. 

En cuanto volteaste, te topaste con ella. Sí, la conocías bastante bien. Era la Madre "Mary Clarence". Siempre te reprendía por alguna cosa indebida que hacías, como la que estabas haciendo justo ahora. Era pasada la media noche y estabas fuera de tu habitación. Sabías que estaba fuera de las normas, pero muchas veces te salías de tu cuarto a altas horas de la noche a hacer lo mismo que estás haciendo justo ahora. Por ello, has sido reprendido numerosas veces por la Madre Mary.

—¿¡Cuántas veces debo decirte que no puedes estar acá a altas horas de la noche!? —añadió mientras se acercaba.

Era extraño, si te ponías a pensar. La Madre Mary casi nunca dormía. En cambio, se quedaba siempre a hacer la guardia nocturna, aunque no era para nada necesario. Algo insignificante, quizá, pero curioso sin duda.

Volvemos a lo mismo de siempre. Así no hay quien estudie el cielo nocturno. Me levanté y me sacudí la hierva mientras la Madre comenzó a soltar su retahíla de costumbre. Como si no fuera suficiente con el ruido que había durante el día por todo el lugar, no me dejaban relajar durante la noche tampoco.

-Lo siento Madre Mary Clarence, se me fue el santo al cielo viendo esta maravillosa obra de dios-dije como cada noche que me atrapaba en el jardín, con el mismo tono seco que hacía que cualquier frase pareciera sarcástica-. No volverá a suceder. Ya me voy a mi cuarto, rezare dos Ave Marias en silencio como penitencia y me iré a dormir seguido.

Tomé camino a mi habitación, esperando ahorrarme el sermón sobre obedecer las reglas, que el supremo nos vigila siempre y que no tendría que respetarlo mas. Otra vez.

—¡Oh! ¡Por supuesto que no! ¡Esta noche no te escaparás!

Antes de que pudieras escabullirte, ya te había alcanzado. Sin darte cuenta, empezó a jalarte una oreja.

¡Es rápida! ¡Muy rápida para ser solo una hermana! 

Dejó escapar un suspiro, parecía como si se hubiese quitado un gran peso de encima. Te soltó la oreja y te hizo sentarte en un banco de piedra que se encontraba en el pasillo. Por unos instantes te miró con ojos compasivos.

—¿Cuántas veces debo decirte que está prohibido salir a estas horas de la noche? ¡Amas romper las reglas! ¿Me equivoco? —se inclinó hacia ti y por un momento pudiste ver claramente... bueno, su par de atributos. Sin hacer mucho caso hacia dónde estabas poniendo la vista, siguió el sermón—. Ya no seré compasiva, es una falta de respeto que no sigas las —bla, bla, bla. Siguió hablando. Mientras levantaba el indice y se expresaba con ambas manos, sus atributos rebotaban de un lado a otro. ¡Era casi algo hipnótico! Ella se percató y preguntó cortante—. Hormonado, ¿hacia dónde estás mirando?

Cuando la Madre comenzó a soltar su sermon habitual, empecé a pensar en como podía desconectar de ello y evitar morirme por aburrimiento. Así que hice lo que siempre hacía en estas situaciones: hacer calculos mentales. En este caso, teniendo en cuenta la oscilación de aquellos trozos de carne calcule su peso. No era la primera vez que lo hacía. La verdad, era un ejercicio interesante, aujnque esta vez los resultados había variado. Cuando la Madre Mary Clarence cortó su sermon, la miré con cara seria.

-Madre, no quiero alterarla, pero es posible que su pecho izquierdo pese 3 gramos mas que el derecho. Puede haber sido un error inducido por una corriente o por no haber tenido en cuenta el efecto de la sotana en el ir y venir de sus feminidades, pero por si acaso yo que usted iría al medico por si es un cancer de mama-hablé con todo muy serio. Una enfermedad así no era tema de broma.

La madre te miró con una media sonrisa mientras una vena se le marcaba en la frente.

—¿Eh? ¿Me estás tomando el pelo? Mocoso. ¿Crees que estoy jugando? Justo ahora no necesito un examen de mamas, o un médico. Justo ahora lo que necesito... ¡Es que me escuches! —y retomó una vez más el sermón— Cuando será que entenderás lo de tener que cumplir las reglas. Eres muy inteligente, pero eso todavía no te termina entrar en esa cabeza tuya. ¡Oh, Dios! ¡Haz algo con este cabeza hueca! ¡Ilumínalo! 

La vena poco a poco se desinchó y dejo escapar un largo suspiro. 

—¿Prometes dejar de hacer estas cosas? ¡Me quitarías un gran peso de encima! —te miró con una complicada expresión— También deberías tratar de actuar más como un chico de tu edad. En vez de calcular con los senos, deberías hacer reaccionar tus instintos masculinos.

En cierto modo tenía razón... Espera, ¿en verdad es una monja?

Recoloqué mis gafas con un gesto cansado. Había oido tantas veces todo aquello de la Madre, de mis profesores, de otros adultos, que ya me resultaba aburrido. ¿Comportarme como un chico de mi edad? Menuda petición mas estupida que me había hecho.

-Lo siento Madre, pero en el estudio de la vida y el universo no hay hueco para el desenfreno hormonal que es la vida de un adolescente. Prefiero mantener mi mente fria y alerta a la verdad o a un peligro que perder el tiempo persiguiendo mujeres como un animal en celo. Ademas, ¿no es vuestra amada biblia la que en la carta a los Corintios10:13 reza así?

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.

Era capaz de recitar de memoria aquella parte. El anterior jefe del orfanato había echo recitar a todos los chicos 100 veces sin descanso cuando pillaron a unos muchachos con unas revistas de dudosa reputación. Esperaba que con esto la Madre Mary Clarence dejara de molestarlo y le dejara, finalmente, ir a la cama.

La madre agita la cabeza de un lado a otro. Tenía una expresión de derrota. Entrecerró los ojos y suspiró. ¡Estaba completamente derrotada! Se tapó el rostro con una mano y volvió a suspirar. ¿Qué son esas reacciones? ¿Ha llegado a su tope? Te miró de reojo y chasqueó la lengua.

—Eres un idiota. No puedo debatir contra ello. ¡P-pero aún así! No... no tiene caso el que siga. ¡Eres un crío idiota! ¡Anda a dormir de una buena vez! ¡Si te vuelvo a ver otra vez fuera a altas horas de la noche te haré limpiar todos los baños del orfanato! —te dio la espalda y empezó a adentrarse en el pasillo— ¡Es un idiota! ¿Y cómo es eso de que un pecho me pesa más que el otro? —se adentraba cada vez más mientras seguía refunfuñando— _{¿E-es eso realmente malo? ¡Oh! ¡Dios! ¿Acaso moriré? M-mañana tendré que ir al médico} —Y se alejó en el pasillo hasta que no pudiste escuchar más su voz.

Bueno, habías logrado vencer a la hermana. Ahora el camino estaba despejado. 

Bien podrías irte a dormir o hacer cualquier cosa ahora.

¿Qué harás?

Miré como se alejaba con tan mal humor. Aun no entendía por que algunas personas no podían aceptar un consejo, sobretodo cuando se trataba de salud. Pero bueno, los creyentes siempre han tenido fama de ser de mente cerrada. Miré al reloj. Ya me había perdido gran parte del movimiento de las estrellas, por lo que mi sesión de estudio del firmamento se vería arruinado. Tampoco era plan de ir ahora al ordenador a ver operaciones, por lo que solo quedaba una solucion lógica: ir a dormir. Una mente sana empieza en un cuerpo descansado.

Tome el camino a la habitación a oscuras, moviendome como si pudiera ver perfectamente. Había recorrido esos pasillos desde que tenía memoria, y eso fue hacía ya muchos años. Conocía todos y cada uno de los objetos de aquellos lugares y sería capaz de moverme incluso con los ojos cerrados.

Al final te fuiste a dormir sin más obstaculos, aunque claro, con la satisfacción de haberle ganado la discusión a la Madre Mary.

―○●○― 

Maldición, ¡que frío hace esta mañana! ¿Será que...? Te asomas por la ventana para cerciorarte de tus sospechas y... Sí, todo está cubierto de una densa capa blanca; nieve. ¡Maldición! ¡Esta noche no podrás seguir con tu estudio de astronomía! Malditos cambios de clima, son un fastidio.*

Lo sabías, hoy tocaría ir bien abrigado.

Haces lo que usualmente haces antes de salir del orfanato y te diriges a la escuela, hoy miércoles. Ya que era miércoles, te tocaría trabajar en la biblioteca, también. Sería un día algo ocupado.

Joder, no está nevando, pero hace mucho frío. ¿A cuantos grados bajo cero estará Tokio? Así cualquiera podría morir de hipotermia. ¡Hermosa y fastidiosa ciudad de Tokio! Con su bullicio y su... ¡gente! Hoy no parecía ser un día diferente a cualquier otro. Los ejecutivos andaban apurados, los estudiantes reían... algunos, los coches transitaban con normalidad con cadenas en sus ruedas. ¡Todo el mundo se había acostumbrado a este clima espantoso! ¿Es que acaso a nadie le molestaba?

Al cabo de un rato, ya habías llegado a la escuela.

La preparatoria era privada, pero no muy costosa. Tomando en cuenta en que posición te encontrabas y tu alto rendimiento, el directivo de "Sakura Highschool", te descontó la tarifa mensual por menos de la mitad. Así que te venía bastante bien para el bolsillo. En fin, era una buena preparatoria.

Era bastante temprano el día de hoy, quizá habías llegado unos diez minutos antes. ¿Quizá el frío te hizo caminar más rápido? Bueno, no era algo a que dar demasiada importancia. 

Escalofrío.

Pudiste sentir un escalofrío recorriendo tu espalda. ¡Alguna presencia maligna se acercaba! ¡Cada vez más! Ahí viene, está cada vez más cerca...

Apoyó su cabeza por encima de tu hombro y te ofreció una gran sonrisa.

—¡Buenos días, Itomi-kun! ¡O-oye! No te atrevas a ignorarme. ¡Te tengo una propuesta! No entremos a clases y vamos a jugar en las máquinas recreativas. Eso suena bien...  —al ver tu falta de interés puso una sonrisa pícara y te interceptó. Se estaba retorciendo, mientras se ruborizaba. Los demás estudiantes que estaban caminando alrededor de ustedes la miraron con curiosidad. Mitsuki te miró con una vergüenza actuada y habló—. O... ¿acaso quieres que hagamos cosas de adultos? —las chicas se ruborizaron ante el comentario de Mitsuki, y los chicos te veían con un instinto asesino muy grande. 

Sin ninguna sorpresa, aquel escalofrío solo podía ser generado por mi espantamatones personal, Mitsuki. No es que fuera una mala persona ni nada, pero odiaba su actitud tan despreocupada y su manía de tentarme a perder el tiempo con ella. Ya llevaba varios años haciendolo, y aun no había entendido que la respuesta era siempre no.

Iba a responderle con una respuesta normal cuando lanzó la bomba. Lejos de tomarmelo con humor o en serio, lo que sentí fueron un monton de miradas asesinas clavandose en mi. Con un rápido movimiento impropio de alguien de mi contitución fisica saqué el libro de biología  de la mochila y le dí un golpe seco en la frente con el canto, poniendo cara de muy malas pulgas. No le haría el mas minimo daño, eso estaba claro, pero era mejor que me odiaran por golpearla a que pensaran que había algo entre nosotros. Por muy idiota y bestia que fuera esa mujer, tenía demasiados admiradores.

-Si tienes tiempo que perder pensando como hacer que la gente me quiera matar, aprobechalo para estudiar, cabezahueca-con la misma velocidad con la que saqué el libro lo volví a guardar y me dirigí a clase-. Y no me hagas perder tiempo.

Mitsuki infló los cachetes luego de sobarse donde la habías golpeado. Al parecer los chicos te miraban con instinto asesino, pero esta vez no con envidia, solo con instinto asesino. 

Empezaste a caminar y la dejaste atrás.

—¡Eres un idiota, Itomi-kun! ¡No sabes comprender el corazón de una doncella! Oye, ¡espera! —y empezó a caminar a tu lado.

Así comenzaba una mañana cualquiera... al parecer, no iba a ser muy diferente a las otras.

―○●○―

La campana que indicaba el inicio de las clases de la mañana, sonó.

Mitsuki se despidió de ti después de tratar de convencerte una vez más sobre ir con ella a perder el tiempo por ahí, y, resignada, se fue cabizbaja a su clase junto al ritmo de los dong de la campana escolar.

Te dirigiste a tu aula de clases y a quien te topaste en el camino... Ufufufu, era: Ryu Yagami.

Le pasaste por un lado y te miró con desdén, pero no con el desdén que te miraba siempre, con menos desdén. ¿Quizá el clima le enfrío las neuronas sobrecalentadas? No tenía muchos ánimos como para molestarte, así que solo te miro hasta que le perdiste de vista.

Era un idiota orgulloso, pero más que todo: Idiota. Es uno de los criminales de la escuela. Muchos —casi todos— le temen. Nunca suele ensañarse mucho con una persona, pero contigo ha sido todo lo contrario. Ya que no le das el placer de sentirse superior a base de sus insultos o golpizas, no ha dejado de molestarte todo este tiempo. Es un imbécil orgulloso, y tu has herido su estúpido orgullo.

Subiste las escaleras hacia el segundo piso, doblaste a la derecha y...

GOLPE.

Alguien se tropezó contra ti. Pudiste sentir dos cosas suaves que rebotaron en tu pecho. Alguien yacía en el suelo, era una chica, al parecer, estaba un poco aturdida por el golpe. Una linda chica, de tu edad pudiste notar. Nunca la habías visto en la escuela, aunque bueno, no es que conocieses tampoco a todos los alumnos de ella, pero ciertamente, no se te hacía conocida. 

Tenía un sedoso cabello castaño, hasta los hombros. Unos profundos ojos verdes, un verde claro. Un cuerpo desarrollado, pero no demasiado. Tenía una figura equilibrada y bastante linda. Fácilmente podría ser modelo. De hecho, puede que sea una modelo. Su belleza es muy envolvente, incluso, podrías decir que no es una belleza de este mundo... hay algo en ella —además de lo exterior— un cierto aire extraño que la hace... distinta.

Te miró con una tímida expresión y se puso nerviosa. 

Con una voz apenas perceptible, y temblorosa, dejó escapar unas pocas palabras.

—P-perdona. ¡No era mi intención chocar contigo! ¡Disculpa! —mientras te miraba con nerviosismo, pedía disculpas aún estando sentada en el suelo—. E-... Estaba buscando el aula de clases y... ¡me perdí! ¡Discúlpame, por favor! ¿Te hiciste daño? —aunque parecía ella la que se había hecho daño, preguntaba con preocupación. No parecía ser una mala persona, y tampoco parece haber chocado contigo intencionalmente. Quizá solo andaba distraída.

Vaya, mas perdidas de tiempo. Por si no fuera suficiente con haber aguantado las constantes insistencias de "una dama" ahora tenía que sucederme el mas que tópico choque con una mujer hermosa y perdida que sucedía en todas las novelas romanticas de segunda. ¿Acaso se suponía que tenía que enamorarme a primera vista, ayudarla, empezar a salir, que alguno de los dos le saliera un rival de amor, el otro dudara y al final corriera a buscarlo en el ultimo segundo al aeropuerto/estación de tren/puerto? Lancé un suspiro.

-Me encuentro bien. ¿Y tu?-dije con tono monotono y bastante seco mientras le tendía la mano para ayudarla-Si tienes que ir a la enfermería esta en el primer piso, sino, dime que clase es la tuya y te diré donde ir. Pero rápido, no quiero llegar mas tarde.

—Uh, sí, disculpa —tomó tu mano con recelo y se levantó—. S-sí, me encuentro bien. Oh, clase... Sí... sí... sí... —parecía bastante nerviosa mientras buscaba algo en su mochila. Luego de unos segundos sacó un papel. Parecía ser una planilla de inscripción. Ahí estaban escritos algunos horarios así como el aula de clase y pocas cosas más.

—M-mí clase... ¡E-es la 1-C! ¿S-sabes dónde está esa aula?

Por supuesto que lo sabías, era tu clase.

Y ahí tenemos el jackpot. Pensé inmediatamente después de oir la respuesta de la muchacha. Cada día que pasa mi vida se parece mas a una novela ligera. Lancé otro suspiro de cansancio y me giré hacia mi clase, pasando por al lado de la muchacha casi como si no existiera.

-Entonces sigueme. Parece que estamos en la misma clase-le dije sin alterar apenas el tono.

Seguí caminando sin hacerle caso a la chica. Ya estaba llegando lo suficientemente tarde a clase como para tener que andar parandome por una persona que no fue capaz de preguntar donde estaba su clase antes de que el timbre sonara.

—¿E-eh? —parecía estar procesando la información recibida— ¡O-oh, sí! ¡Misma clase! E-entiendo —trató de igualar tu ritmo y empezó a caminar por detrás de ti. A simple vista parecía ser bastante tímida.

―○●○―

Para cuando te habías dado cuenta, las clases de la mañana habían culminado. 

En el transcurso de ellas el profesor la presentó a la clase. Parece ser que era una chica de Osaka, pero tuvo que mudarse a Tokio por el trabajo de su padre. Su nombre era: Yuno Hashimoto. 

Todos en la clase quedaron cautivados con su belleza. Después de que las clases terminaran, un gran grupo se aglomeró alrededor de ella, bombardéandola con preguntas triviales. Parecía bastante abrumada ante la situación. 

Un rayo de esperanza pasó por sus ojos cuando te vio. Se disculpó con todos, tomó su bolso y se dirigió hacia ti. 

—O-oye, disculpa... —jugaba con sus dedos para calmar el nerviosismo— quería darte las gracias por ayudarme a encontrar el salón. L-llegué tarde y no tuve oportunidad de preguntarle a nadie —volteó brevemente al grupo que había dejado detrás. Sonrío forzadamente. Está más que claro que se siente incomoda. Por otra parte, ese mismo grupo te miraba con ojos desagradables—. O-oye, ya que es hora de almorzar... Déjame invitarte algo como agradecimiento... —su voz se hizo cada vez más pequeña hasta casi hacerse inaudible— No me siento muy cómoda... con ellos. Tú pareces ser el único en tratarme normal...

Las miradas graves de los otros estudiantes dejaban escapar algo. Oh, sí. A eso podría llamársele claramente: Te asesinaremos por quedarte con la chica nueva.