Partida Rol por web

Sigmund hizo caso omiso de todos los insultos que profirió el sargento Hakon. Eran solamente bravatas que pretendían amedrentarlos y quebrarles el ánimo. El único momento en que tuvo que refrenarse fue cuando le partió la boca a Grimm, que si bien es cierto que debería haberse quedado callado, no merecía el trato dispensado. Se,quedó quieto mirando al sargento con una promesa de dolor y quebrantos en la mirada. Pero Sigmund sabía que aún era pronto, que aquel enorme guerrero acabaría con él sin siquiera pestañear... Decidió que ese sería el objetivo que le llevaría a soportar las humillaciones y a esforzarse en el entrenamiento...

Caminó en la hilera que se formó detrás de Hakon mirando a todas partes. No se le escaparon las miradas de desprecio de los que se cruzaban en su camino, lo que seguramente se le escapaba a ellos por su escaso intelecto era que estaban mirando lo que ellos fueron en el pasado, se despreciaban por haber sido unos novatos inútiles y les avergonzaba recordarlo. Él lo recordaría todo, en toda fase de la vida hay un comienzo, y si sobrevivía hasta el próximo reclutamiento ni se le ocurriría mirar así a los recién llegados... Miró al más malcarado de aquellos jóvenes y de repente le sacó la lengua, fue un movimiento fugaz, fuera y dentro...

Cuando llegaron a la explanada esperó pacientemente a que le nombraran, momento en el que se adelantó hacia el sargento Hakon y recogió de sus manos la lanza y la daga que le tendió sin apartar ni un segundo la,mirada del rostro del sargento. Cogió las armas y volvió a su sitio.

Al formarse los grupos descubrió que estaba junto a sus paisanos puños de trueno. Con ellos ya se había enfrentado a la muerte y no conocía a nadie mejor para enfrentarse a los nuevos retos que se pondrían por delante. Cuando llegaron a la cabaña que sería su hogar esperó a que estuvieran solos...

Grande es el honor de volver a enfrentarme a las vicisitudes de la vida junto a vosotros, mis hermanos de sangre. Debemos esforzarnos para ser los mejores, para demostrarle a ese engreído sargento que no está tratando con unos cualquieras...debemos convertirnos en la garra más feroz que se haya conocido.... Para ello tendremos que soportar estoicamente los insultos y malas maneras de toda esa gentuza de ahí fuera, pero les demostraremos que los puños de trueno tienen más honor y más coraje de lo que se creen... Hermanos!! Fuerza y honor!!!

Tras las palabras de Sigmund, Björn vio parte de la verdad en los actos y palabras del sargento. Una parte de los reclutas reaccionaban a las palabras del sacerdote, mientras que otro grupo reaccionaba a la forma de actuar de Hakon. Así se aseguraban que la una mayoría de reclutas estuviesen dispuestos a darlo todo.

Listos de cojones. Pensó. No dijo nada a sus compañeros... a su garra. Era mejor que la ira guiase sus actos y así tal vez aumentasen sus fuerzas.

Fuerza y honor!!!

Se sentó y comenzó a examina las armas que les habían dado. Eran de una manufactura exquisita... mejor que las que habían en su pueblo. La ropa era muy rara, eso si... Tardaría en acostumbrarse...

Pero ya no había marcha atrás.Para ninguno de ellos. Para bien o para ya formaban parte de los lobos. Si, la casta más baja. Pero ya escalarían posiciones...De eso no tenía duda. Serían los guerreros más poderosos y defenderían a Russ.

Marnus escuchó la flemática y orgullosa arenga de Sigmund. El Puño de Trueno tenía razón, aquel lugar no era para amilanarse, allí debían sacar toda la casta que corría por sus venas. Eran guerreros y cazadores de carácter, de espíritu, de aquellos que no se arrugan ante el eminente olor de la muerte, y eso tarde o temprano saldría a la luz.

El engreído de Hakon había espetado una gran multitud de mierda por su boca. Seguramente él también fuera un asqueroso recluta en sus inicios, pero ahora debía interpretar su papel... o más bien cumplir su obligación.

El joven de pelo como la miel, examinó las armas. Eran perfectas, magnánimas, increíbles. En su mente sólo podía concebir el momento en el cual las podría usar. Estaba deseando degollar a sus enemigos con el afilado puñal de empuñadura de lobo.

Hakon estaba equivocado. La garra que conformaban, promocionaría en la organización de los lobos, y tarde o temprano, se ganarían el derecho de portar una de esas armaduras de "hierro divinas"

- Fuerza y honor, Sigmund... Fuerza y honor. - Coreó sin levantar la cabeza de su ensimismamiento.

Gunnar examinaba las armas que le había dado anteriormente el sargento Hakon y las volvió a guardar. No tenía duda que las utilizaría en breve, ...., y en breve también probaría en sus carnes el sutil filo de estas, ya que temía que tuviesen que enfrentarse entre las diferentes garras, ..., y siendo ellos más, no dudaba que el sargento Hakon les deparara una prueba más difícil que al resto.

Se levantó en el preciso momento en que Sigmund, empelido por los sentimientos reprimidos del día, afloró unas palabras de ánimo dignas del mejor mejor jefe de tribu. El resto comenzaron a vitorear lo que quizá se convirtiese en su lema: "Fuerza y Honor."

Gunnar, aunque había escuchado perfectamente todo, se acercó a una de las ventanas de la cabaña en la que se encontraban para contemplar la noche entrada, e inspiró hondo, dejando que el suave, y a la vez embriagador, perfume del pinsapo llenase sus pulmones. Cuando exhaló la profunda inspiración unas palabras se formaron:

- Los de allá fuera tienen un problema en el que todavía no han reparado .... - Gunnar dejó las palabras en el aire mientras se giraba lentamente hacia el resto del grupo - Nosotros! - Dijo esto con una sonrisa en los labios convencido de que iban a dar la mayor guerra de la que fueran capaces - Fuerza y Honor hermanos!

Cansados era una palabra que no reflejaba con justicia el estado de los aspirantes allí reunidos. Durante toda la semana no habían hecho otra cosa que realizar duros ejercicios fisicos. Habían corrido hasta la cima de todas las colinas que se veían desde el campamento con tanta frecuencia que sentían que ahora podrían hacerlo incluso dormidos. Habían cortado leña y corrido colina arriba cargados con los haces de la que habían cortado. Los que no lo habían hecho con suficiente rapidez para el gusto de Hakon, tuvieron que hacerlo de nuevo hasta que se desmayaron por el cansancio. Habían hecho innumerables ejercicios de contorsión de sus cuerpos que habían apurado su resistencia física hasta el límite, y los habían dejado tendidos en el frío suelo tratando de llenar de aire sus pulmones mientras sus músculos eran presa de espasmos y convulsiones. Se habían atravesado con lanzas y puñales y habían aprendido a luchar con las hachas que usaban para cortar leña, sin contar las innumerables lanzadas que habían tenido que dar a los hombres de paja. Los momentos dedicados a la lucha o a la práctica de ésta habían sido casi una gozada, pensaron los jovenes Puños de Trueno, ya que ellos había sobresalido en estos. Siempre habían sido elegidos como el mejor de los grupos de Garras.

Aquel dia estaban todos reunidos, tras una sesión matinal de subida y bajada a una colina cercana, y se encontraban agrupados en desorden, en posicion de rompan filas, para recuperarse un poco. Hakon restalló su voz cruel para ordenarles formación de firmes. Los novatos respondieron en el acto, con precisa eficacia. El mal talante del sargento era cargante y opresivo para los jovenes, pero era efectivo para el aprendizaje. Muy efectivo.

- ¿Quiénes de vosotros sabéis cazar? - preguntó el sargento con desdén. Media docena de voces desmayadas respondieron afirmativamente.

Marnus dio un paso hacia delante tras la pregunta del sargento Hakon. Su mirada se encontraba perdida en el horizonte, sin mirar a los ojos del mando pues podía ser tomado como un acto desafiante. El joven de pelo como la miel, esperó las palabras del malcarado sargento. Seguramente podría lanzar chanzas de su estatura recortada o su cuerpo estilizado, pero Marnus estaba templado como las mejores espadas, y su cuerpo era fuerte y resistente como el mejor arco. 

Para él, no había secretos para la caza. Era cazador desde que tenía consciencia. Su padre lo fue, y el padre de su padre. Se había visto obligado a cazar animales cuando era un simple mocoso, y para él era una tarea tan mecanizada como andar o nadar...

- ¡¡Señor!! ¡¡Yo sé cazar!!- Espetó con voz enérgica mientras miraba al horizonte. Esperaba la embestida del "gigantón de hierro".

El entrenamiento de aquella semana estaba siendo duro de verdad. Poniendo a prueba los límites de sus cuerpos. Pero no se rendirían, no le darían esa satisfacción a su "bienamado" sargento. En todos los momentos que habían combatido, la Garra de los Puños de Trueno había salido victoriosa, ..., pero Gunnar intuía que este hecho tarde o temprano les traería problemas, ..., demasiada atención se traduciría en la carga de las iras del sargento Hakon sobre ellos, o que el resto de Garras les profesasen un gran odio, ..., pero no podían escoger otro camino, tenían que ser los mejores, pese a todas las enemistades que se ganasen.

Y entonces llegó una nueva pregunta de su sargento, formulada con su ya característico desprecio al que ya se empezaban a acostumbrar:

- Yo señor! - Afirmó Gunnar a la pregunta, mientras intentaba controlar los calambres y espasmos en sus músculos, preparándose para ver qué les tenía preparado esta vez su "bienamado" sargento.

El enorme y peludo exskald (seguramente era un título que jamás recuperaría) estaba reventado físicamente, pero desde el principio estaba interesado en ser un Lobo y no se iba a rendir fácilmente. Ante la pregunta de quien sabía cazar a Grimm solo se le ocurrió pensar en que si iba dirigida a ellos hubiese sido más adecuado preguntar quien no sabía cazar, puesto que su antiguo clan era un pueblo entregado en estas labores y cualquiera de ellos podría darle lecciones al "simpático" sargento en esta materia.

Yo se cazar, Sargento.

Como sus hermanos de garra ya habían hecho, Grimm se ofreció sin dudar en sus habilidades, aunque su instinto le decía que la pregunta tenía trampa. Nada era sencillo ni agradable en este adiestramiento y el sargento se lo demostraba cada hora que pasaban bajo sus ordenes.

El sargento miró con despreciom rozando el asco al grupo de novatos. Se paseaba arriba y abajo, como un lobo acechando, esperando que algún insensato hablase de más, o tratase de escurrir el bulto.

- Seguro que nadie más sabe cazar? - preguntó Hakon, con un deje de veneno en la voz. Nadie dijo ni mu. Sabían de sobras que si alguien se decidía a hablar ahora, se tomaría como que, o bien se lo había callado por miedo a algo, o bien que se lo estaba inventando. Y cualquiera de las dos opciones tendría su recompensa. Una brutal paliza, un "paseo" en solitario por las colinas cargado hasta reventar de leña, o alguna nueva diablura que Hakon inventase, pues a la hora de improvisar castigos, el sargento instructor se daba especial maña.

- Me lo habré de creer, pues - dijo a desgana, frustrado por no poder dar rienda suelta a su inventiva. No nos quedará más remedio que enseñaros, patanes. Porque eso de comer por la cara bonita, se acabó. De ahora en adelante solo tragareis aquello que seais capaces de cazar. Más vale que espabileis, de lo contrario, os pasareis el resto del tiempo aquí royendo pan duro... con lo que morireis, y a mi me dareis un gustazo. Y como seguro que nadie quiere ser generoso conmigo, desagradecidos de mierda, seguro que aprendeis a base de bien.

Fue así como al cabo de una hora o así, la Garra de los Puños de Trueno fue enviada a las colinas cercanas en busca de presas. La orden era no volver a Russvik a no ser que trajeran al menos un par de piezas, o alguno de los integrantes de la Garra muriese. El hecho de ir ahora ellos solos, sin la molesta vigilancia de Hakon, era harto gratificante. El viento gelido de las alturas se antojaba una bendición, y el simple sonido de la naturaleza salvaje, en contraste con la ofensiva voz del sargento, un regalo para los sentidos.

A pesar de que todos se sabían mover con más o menos soltura por las tierras agrestes, a regañadientes tuvieron que admitir que lo que Hakon les enseñaba era provechoso. Aquellas carreras cargados de leña les dieron la resistencia necesaria para trepar sin apenas cansarse. También les enseño a refugiarse de la cellisca en mitad del monte, pues ellos venía de tierras poco altas, y sin aquel saber hubiesen perecido pronto. Sabian ahora como hacer refugios con ramas y poco más, orientarse por el extraño cielo de Assaheim y otras cosas muy utiles. Así pues, allí se encontraban los siete, en busca del alimento que tenían que llevar al pueblo.

Como casi todos los puños de trueno, Björn sabía cazar mas o menos. Cuando el sargento preguntó no dijo nada, porque nunca había prestado demasiada atención al tema. Una vez fuera y gracias al arduo entrenamiento, se había dado cuenta que sus aptitudes habían mejorado sensiblemente. Y lo cierto es que entre los siete se sentía como un autentico cazador.

Veían señales de paso de astados fenrrisianos. Madrigueras de conejos se hacían faciles de encontrar. Y compartieron huevos de paloma de invierno. Juntos lo podían todo...

Sigmund tomó la táctica de obviar profundamente las pullas del sargento Hakon, pensaba que aquella actitud era un teatrillo que utilizaba como acicate para los novatos. Pero Sigmund no necesitaba mayor estímulo que ver saltar los dientes de aquel cabrón algún día....algún día...

La verdad es que no tenía fuerzas ni ganas de replicar, estaba tan cansado con el duro entrenamiento que no le quedaban fuerzas para ponerse gallito...

Cuando Hakon preguntó si alguien sabía cazar prefirió guardarse para sí la respuesta ingeniosa que se le había ocurrido. La última vez le costaron los dientes a Grimm. Ahora eran una garra, un grupo cohesionado de fieros guerreros, no haría nada que pudiera perjudicar a sus compañeros. Se quedó callado.

En cuanto estuvieron al aire libre, Sigmund recordó la época de su vida en la que dependía de lo que pudiera proveerse, lo que había agudizado sus sentidos para detectar posibles rastros de animales que le llenaran el estómago... Pero aquella ocasión era diferente, estaba en compañía de sus hermanos puños de trueno. Seguramente algunos de ellos tendrían una habilidad mayor en aquellos menesteres, por lo que se colocó junto a Bjorn para poner sus ojos a su servicio..

Tras la "balsámicas" palabras del Sargento Hakon, rápidamente tomaron el camino que les devolvía a las elevadas y solitarias colinas. Marnus se adelantó junto a Sigmund en busca de rastros que poder seguir, pero aquel terreno de piedra y hielo... Resultaba difícil encontrar alguna señal que detectara el paso de algún animal.

- Yo no encuentro nada Sigmund.- avisó a su compañero. La cosa empezaba mal, pero marnus sabía que la mejor cualidad de un cazador era la obstinación, con lo que no podían darse por perdidos.

Siguió buscando a un lado y a otro. Por suerte, el duro entrenamiento daba resultados, y el joven de pelo como la miel se movía con mayor ligereza y bravura que en su anterior vida. Debían proseguir, pues tal vez unas varas más alto, encontrarían algún refugio o nido de águila.

El grupo empezó con gran empeño a buscar rastros de posibles presas. Justo antes habían comentado que los mejores en aquellos menesteres del rastreo parecían ser Grimm y Björn. Marnus y Sigmund comenzaron a acompañar a Björn en la zona que estaban rastreando, ampliando el arco de rastreo para intentar ayudar en lo máximo posible. Gunnar al ver que se había formado un grupo rastreando una zona, prefirió aproximarse a Grimm que comenzaba a rastrear a cierta distancia de este primer grupo.

Empezó a fijarse en el suelo, pero no vió nada relevante. Continuó por dirigir su mirada a la altura de la vegetación existente, intentando vislumbrar alguna rama rota indicadora del paso de algún animal por la zona, pero tampoco observó nada relevante.

Cuando hubo pasado un cierto tiempo comenzó a impacientarse. No era posible que no viese nada. Comenzó a pensar que el cansancio le estaba haciendo una mala pasada a la hora de la observación, y dirigió unas palabras a Grimm:

- Cómo lo llevas? Has podido ver algo?

"Cuanto echaba de menos la tranquilidad de la montaña.............."

Una vez en la montaña, Ulf se unió , por así decirlo, al grupo de rastreo de Grimm. Después de lo sucedido con el sargento, el pelirrojo le había comenzado a caer en gracia, y se lo pasaba bien junto a el. 

Gunnar se esforzaba en encontrar algún rastro, y Ulf, que había hecho sus pinitos en la caza, pero que no se había atrevido a mencionárselo al sargento, comenzó a ayudar a Grimm a encontrar una presa. Pero esta tierra era diferente. Por más que lo intentaba, el rastro de las presas se le escapaban. Mientras había nieve, las seguía, pero en las partes donde la roca era sólida y desaparecía la nieve, perdía el rastro y era incapaz de volver a localizarlo.

-Lo siento Grimm. Lo intento, de veras, pero esto es superior a mis conocimientos. Ese Hijo de Puta de Sargento se saldrá con la suya. Pienso estar en esta jodida montaña hasta que encontremos ni que sea "ulv dritt" para ponérsela al sargento en la sopa. JAJAJAJAJAJAJAJAJA!!!!!!!!!!!!!

Los tres compañeros intentaban con todas sus fuerzas encontrar pistas de animales en la zona. Ya fuese por que estaban algo desentrenados o por lq ausencia real de animales tan cerca del poblado de Russvik, no hallaron nada mas que pequeñas señales de aún más pequeñas criaturas... 

Tras un rato, Björn levantó la vista del suelo y miro a su derecha. Algo más lejos, Grimm intentaba lo mismo que él con la ayuda del resto del grupo. Esperaba que tuviese más suerte que ellos... 

Grimm veía como sus hermanos de garra desesperaban al no encontrar nada, el territorio era demasiado diferente a lo que estaban acostumbrados. Así pues, el muchacho que siempre intentaba ser calculador y buscador de soluciones, pensó en que podía estar fallando, que diferencias podrían darse entre la fauna de su antiguo hogar y la de este. Se rascó la cabeza y mientras afinaba la vista como síntoma de concentración se rizó ligeramente el bigote.

Creo que ya se lo que hacemos mal. creo que estamos acostumbrados a vivir donde las presas buscan comida. Debemos pensar que aquí es diferente, mientras más alto subamos más pelada está la montaña. Sin duda los animales buscan refugio allí arriba, pero seguro que han de bajar para encontrar hierba o a otros animales que lo hagan para cazarlos. Haremos una batida de bajada para encontrar un rastro que nos lleve a una guarida o para encontrar directamente una presa.

Tras esto Grimm organizó la pequeña batida y... bingo, a no tardar él mismo encontró un pequeño montón de excrementos de un herbívoro y lo mejor, unas huellas recientes. 

Bueno, aquí tenemos el premio, ahora hay que darle caza.

El subgrupo de caza de Grimm, tras mucho husmear, indagar, sopesar experiencias y persistir hallaron al fin un rastro decente. Por la consistencia de las heces y el tipo de huellas unguladas parecía a todas luces el rastro de un pequeño grupo de venados. Por las huellas no parecía un grupo muy numeroso, ni animales de gran tamaño, pero a buen seguro sería suficiente para los objetivos. Seguro que Hakon pondría alguna pega, y se regalaría con alguna ocurrencia ofensiva, pero la faena parecía ir por buen camino. Una vez se reunieron todos, comenzaron a seguir el rastro. A tramos parecía que este desaparecía, pero siete pares de ojos concentrados trabajando juntos dieron sus frutos.

El rastro conducía al grupo através de una senda de bestias, que cruzaba algunos bosquecillos de pinos soldado, de agujas afiadas tan grandes como la mano de un hombre. El terreno se elevaba cada vez más, y llegó un momento en que la Garra acabó por concluir que aquella noche la tendrían que pasar al raso, pues Russvik ya quedaba muy lejos para volver con las piezas. Mientras pensaban la manera de buscar refugio, Grimm, que iba algo más adelantado, avisó de que se veia un bulto allá entre unas peñas, en el nacimiento de una estrecha garganta que descendía a pico. Cuando llegaron a la zona indicada, vieron que el bulto era un venado pequeño, destrozado por algún tipo de bestia. No parecía desgarrado, sino más bien machacado a golpes. Unos golpes tremendos, a la vista de las heridas.

El Ojo de Russ moría tras la montañas distantes, y aunque partiendo de la zona donde yacía el machacado venado se veia bien claro un rastro de algo grande y pesado, la oscuridad inmediata haría practicamente imposible el seguirlo. Como bien habían aprendido, deambular por aquellas alturas agrestes de noche era buscar la muerte. El riesgo de despeñarse montaña abajo era muy grande, amén de toparse con alguna suerte de criatura depredadora, que en aquella parte de Assaheim, según Hakon, eran harto peligrosas. Así pues no quedaba sino buscar abrigo y montar refugio. Ya la luz del dia traería respuestas y alternativas.

Gracias a Grimm encontraron el rastro de un grupo pequeño de cérvidos que comenzaron a seguir con presteza. Debían darse prisa si no querían verse sorprendidos por la noche en aquellos agrestes lares. Fueron siguiendo las huellas hasta que les llevaron muy lejos a través de caminos de cabras....

Finalmente la noche se les echó encima y buscaron un lugar donde refugiarse de la inclemente intemperie... Sigmund comenzó a buscar materiales para construir algún intento de refugio.... Pero no fue capaz de encontrar ni una triste rama que le pudiera servir en su cometido....

La obsesión de seguir los rastros hallados por parte de Grimm acabaron por conducir a la Garra a un lugar demasiado lejano para poder retornar al campamento y de características totalmente inapropiadas para refugiarse, menuda cagada de expedición, no podía acabar bien. 

Para cuando Grimm quiso darse cuenta el grupo ya se había metido en la boca del lobo y ni él, previsor y astuto, sabía como hacer para que esa roca pudiese refugiarles de la noche terrible que se les presentaba. Tan solo pudo confiar en que alguien de entre los presentes tuviese la iluminación que les hacía falta y que él no alcanzaba a ver.