Partida Rol por web

Aquel zumbido demencial le estaba volviendo loco. No quería seguir ni un solo momento más allí, no obstante... ¿A dónde podía marcharse? La respuesta era obvia. Sin la ayuda de aquella gente para volver a escalar desfiladero, ni saldría nunca de aquel complejo de túneles.

Lo cierto fue que no le pareció demasiado convincente la explicación de Reed. Sabía que ocultaba algo. Si estaban allí no era casual. Y eso de que era por sus "habilidades", no se lo tragaba. Si fuera tan fácil coger los brazaletes y salir corriendo para venderlos en el mercado negro, ya lo había hecho Reed sola. Si les había ido a buscar era precisamente porque algo necesitaba de ellos más allá de lo que había dicho.

- Seis argollas. Nosotros somos seis. - Dijo mirando con temor a aquella mujer. - Curioso. - Dijo tembloroso mientras se alejaba de los cuerpos sin vida. Y entonces Harris actuó de manera muy impulsiva. - ¡Qué hace, idiota! - Le dijo, pero ya era tarde. 

El padre se alejó hasta la entrada de la caverna. No se fiaba de nadie, ni de nada y sabía que en cualquier momento algo podía suceder. Algo malo y terrible de lo que no quería ser participe. Estaba listo para salir huyendo. No quería morir y menos en ese momento en que su fe en Cristo se resquebrajaba. 

Un zumbido persistente y lacerante trataba de hacer añicos la compostura imperturbable del doctor J.

No fue suficiente.

Manteniendo la concentración a pesar del incesante y molesto sonido, el doctor asintió a las palabras del páter Graham.

-No creo en las casualidades... Dios no juega a los dados-, deslizó mientras sus ojos rasgados se clavaban con dureza en Brenda. -Para ser totalmente sincero, desconozco sus motivos, señorita Reed, pero tengo clara una cosa: No estamos solos aquí abajo-. Dejó caer aquellas palabras con gravedad, mirando a su alrededor. El doctor no era el más bromista de la reunión. Ni por asomo. Si decía aquello era, sencillamente, porque se había percatado de algo que nadie había visto.

-En cuanto a usted...-. Jamal dirigió su mirada a Samantha, justo cuando Harris tiró de una de las argollas. En sus consultas previas, Harris había manifestado sin abrigar duda racional alguna que estaba, de algún modo, asistido por una voz que le susurraba qué hacer y cuándo hacerlo. No le hablaba siempre, pero se comunicaba con él con fluidez y precisión la mayoría de las veces, aunque sin reparar en explicar los motivos de sus demandas. Harris era extraordinariamente sumiso a la Voz, y Jamal supo en cuanto le vio que estaba actuando impulsado por ella.

-Harris... Harris, escúcheme. ¿Acaba de escucharla? ¿Ha oído sus palabras?-. El doctor Jamal se acercó despacio a Matthias, echando un vistazo a la argolla que sostenía en su mano. -¿Qué le ha dicho?-.

Cuando deslizó la argolla por su brazo, esta parecía que estaba hecha para él, encajando perfectamente en su cuerpo. Tenía un tacto algo frio pero no tanto como habría esperado y una calma le invadió de golpe. Lo primero que notó es que el zumbido se había detenido de golpe, lo que fue un alivio. Luego notó el silencio, un silencio total y absoluto que le rodeaba.

Esto, lejos de tranquilizarle, hizo que empezara a ponerse nervioso. Silencio. Demasiado silencio. A pesar de su mutismo, nunca había dejado de sentir ha aquella voz en su interior, cálida, tranquilizadora. Ahora, un enorme vacío le invadía. No sentía su presencia, no oía su voz. Estaba solo.

Mientras hablaba, Jamal se fijó en los cadáveres que había en la sala. Su aspecto denotaba que llevaban cientos de años allí abajo. No era ningún experto, pero tampoco era necesario para comprender este hecho. Un pensamiento gracioso cruzó su mente al fijarse en todos los que había.

Seis, como ellos.

Esto volvía al tema de que dios no jugaba a los dados con el mundo y esto parecía confirmarlo. Su vista se centró en la momia que tenía más cercana. La parte superior del cuerpo estaba enterrada bajo los escombros, dejando solo parte del abdomen y el brazo con la argolla en él. Le chocó al fijarse los ropajes que llevaba. Era una túnica muy rara. Casi se atrevería a decir que parecía una chaqueta.

Sonrió divertido al imaginarse a aquel hombre, mil años atrás y vestido de traje. Suponía que sería alguna clase de kimono tal vez y estaba a punto de alejarse cuando algo en aquella ropa le llamó la atención. Un nombre grabado en aquel traje.

EMIDIO TUCCI

Como su chaqueta. Se incorporó de golpe para ver como Mathias se ponía una de las argollas.

A pesar de haber llegado hasta su objetivo, el Padre Graham no se había tranquilizado. Seguía sin entender que hacía allí y su interés en aquellas argollas no había crecido al llegar. Su mente seguía fija en las sombras que les rodeaban. Desde que habían entrado, había tenido la sensación de que no estaban solos, estaba seguro.

Algo captó su vista, una sombra que se había movido ¿O no? Se fijó que se estaba dejando llevar por el pánico. Otra sombra… pero no, había sido un efecto óptico. Cerró los ojos para aislarse de tanto estímulo y se concentró en sus pulsaciones, intentando calmarse. Cuando sintió que recuperaba la compostura cuando escuchó un gorgoteo que pareció reverberar del pasillo por el que habían venido. Las sombras que habían visto era una cosa, pero estaba seguro de haber escuchado eso. Aunque ¿Qué podría hacer aquel extraño sonido?

Leah se concentra en una de las argollas que tiene cerca suya, la toma entre sus manos y la observa dándole vueltas. Lo primero que le llama la atención es que, en efecto, la forma de dichas argollas parece una serpiente que se devora sí misma. Tiene varios símbolos pero así vistos, sin analizarlos bien, era imposible saber que mensaje ocultaban. La argolla pesaba poco y casi podía jurar que podría encajarla en el brazo.

Samantha comenzó a trabajar sobre la joya en busca de cualquier cosa que pudiera indicarla algo sobre qué eran. Lo primero que notó es que pesaba poco y que aunque estaba fría, no lo estaba tanto como cabría esperar después de tanto tiempo bajo tierra.

Lo primero que le llamó la atención fue su forma, que parecía simular una serpiente que se devoraba a si misma. Tenía varios símbolos egipcios grabados y otros que estaba por apostar que eran incluso más antiguos. Una palabra llamó su atención, una que parecía repetirse varias veces en los grabados.

Nyarlathotep

El zumbido era muy fuerte y parecía clavarse en su mente. Tanto era así que aunque intentó centrarse en lo que les rodeaba pues tenía la impresión de que alguien les pisaba los talones, el aturdimiento de su cabeza no le permitía centrarse en nada en concreto.

De pronto, escuchó un gorgoteo que pareció reverberar del pasillo por el que habían venido.

Todos quedaron en silencio cuando Mathias se puso la argolla, esperando que algo ocurriera, pero no fue así. Nada se activó, nada ocurrió. Y sin embargo, el conductor parecía muy nervioso.

Pegada a la pared, Brenda parecía aterrada mientras sujetaba lo que parecía un totem entre los dedos y murmuraba algún rezo absurdo.

- ¿Habéis oído eso? - Preguntó el padre.

Entonces vio como Reed comenzaba a blasfemar. Sabía desde el principio que no podía fiarse de ella. Lo llevaba advirtiendo desde que la conoció y todavía no había respondido a la pregunta que tanto había repetido. ¿Que cojones hacía él allí?

- ¿Podemos irnos ya? - Dijo aquello con evidente nerviosismo y miedo.

Graham quería salir de aquella cueva maldita y regresar por dónde había venido. No obstante, sabía que sin la ayuda de sus compañeros, no lograría escalar de nuevo el acantilado. Por suerte, todavía no había perdido la cabeza. Todavía...

-¿Podéis darme algo de luz?- Preguntó en alto.- Nyar, que palabrejo más extraño.- se quejó al intentarlo pronunciar a la primera, y lo tuvo que musitar primero para poderlo leer.- Nyarlatotep.- Pronunció con dificultad. - Sinceramente esperaba que siendo una serpiente que se muerde la cola fuera Uroboros, pero supongo que son nombres diferentes para los mismos dioses. 

Brenda estaba asustada, asustada de verdad y el cura también. Sin embargo, parecía que el procedimiento obvio era ponérselo. Por otro lado, la indicación había venido de parte de Mathias, y a más le conocía menos inclinada se sentía Samantha a considerarlo un guía estable. 

Suspiró. 

- Parece que si queremos saber que hacen, tendremos que seguir al señor Harris. No parecen que vayan a reaccionar con un sólo usuario. El miedo no nos llevará a ninguna parte, pero ciertamente, podemos experimentar con los artefactos fuera de la cueva.

Esto no estaba bien... era como meterse en un sótano y renegar de la luz y de los ruidos. Vale, veía, sabía que había gente alrededor suya, pero por otra parte, se sentía como en una habitación, un armario, un sótano oscuro. Solo, en definitiva.

Extraño, extraña sensación, y aterradora para alquien que, como él, había convertido en normal lo que a otros les parecería una situación insoportable. Una parte de él estaría dispuesta a explorar esa sensación; esa sería su parte racional, pero... el miedo que empezaba a sentir, de forma progresiva, ante la idea de ... digamos... "quedarse sordo", hacía que desease quitársela cuanto antes...

... no sin antes preguntar, aunque sospechaba que la voz ya no estaba allí para oirle...

-¿Por qué me has ordenado ponerme esto? ¿Acaso no te sirvo ya? Me abandonas....

-¿Por qué me has ordenado ponerme esto? ¿Acaso no te sirvo ya? Me abandonas....

... dice Harris en voz alta, como hablando con otra persona que no es ninguno de los del grupo allí reunido.

Se lleva la mano al brazalete para quitárselo; la sensación no le ha resultado grata; prefería el zumbido...

Y entonces, al intentar quitárselo, Mathias comprobó con terror que no podía. Era como si le hubiera pegado ¿Acaso había encogido? Tiró con más fuerza, pero un intenso dolor le recorrió el brazo entero hasta el hombro. Pasara lo que pasase había una cosa clara. No podía quitarse la argolla.

Y el silencio seguía siendo absoluto.

-JODER!!  ¿Que pasa aquí??? No puedo quitarme esto, y además, no oigo una mierda!!

Sus ojos miraban alrededor, como perdidos buscando a algo, o a alguien, que debería tener la clave para auxiliarle; se sentía como un perro con una pata atada a un árbol... desesperado por momentos...

... y lo peor...

-No... no lo entiendo...

Aquella sensación era como un dolor de muela, entraba en sucabeza como agujas

- ¿Es que nadie mas lo oye? - Dijo llevándose las manos a la sien. Era eviednte que los demás eran ajenos a aquello. - Algo viene por el pasillo, hay algo en el pasillo. - Musitó impedido por aquel dolor.

Busco una pared con su mano para apoyarse y poder dar la vuelta sin riesgo a caer y así observar que era aquel gorgojeo que no dejaba de oir.

- A mi no me coge... - No acabó la frase. 

Los lamentos de Harris y las paranoias de Rowan acabaron con su templanza. Debía salir de allí. No quería que aquello que habitaba la cueva le cogiera. No al menos vivo. Tratar de trepar el acantilado y morir despeñado, era en esos momentos para Graham, un futuro bastante más esperanzador que el de quedarse allí a esperar ser devorado por los afiliados dientes que tenía aquella caverna.

Sin decir nada más, comenzó a moverse lentamente hacia la salida de la cueva de los grilletes y esperaba recordar por donde había accedido a la cueva, porque lo próximo que haría sería huir de ahí sin mirar atrás. Ya había tenido suficiente.

Rowan avanzó despacio hacia a oscuridad, tenía una extraña sensación de falta de control y eso era algo que no le gustaba. Delante suya, la garganta de la cueva le escupía sombras danzantes y amenazadoras. Avanzó un poco más, nervioso pues no había vuelto a escuchar nada. ¿acaso se estaba dejando llevar por la atmósfera opresiva del lugar.

Estaba pensándose dar la vuelta cuando escuchó algo que se arrastraba un poco más adelante. Estaba seguro. Apuntó la luz de la linterna hacia el origen del sonido. Casi dio un respingo cuando su haz de luz iluminó un pie escuálido que se apartó en cuanto le alumbraron. Había alguien, una persona. No sabía por qué, pero eso le tranquilizaba. Ahora solo quedaba ver quien era por lo que levantó la linterna para apuntar directamente al visitante.

Y se le heló la sangre.

En algo no se había equivocado, era humano, pero lo que tenía delante se alejaba mucho de una persona. Tal vez en alguno momento lo fue, los ropajes de boyscout que llevaba así lo atestiguaba, pero la piel estaba cuarteada, cortada y reseca. Los ojos cubiertos por un velo blanquecino que no parecían enfocar pero que rezumaban odio. No tenía labios y unos dientes amarillentos y rotos asomaban a través de la boca. Apenas tenía pelo y el que le quedaba estaba sucio y seco. La criatura se sacudió, sus extraños ojos le miraron y vieron a través de él, hacia los compañeros que estaban cogiendo las argollas.

Y como impulsado por un resorte se agachó como un depredador a punto de atacar y lanzó un grito gutural que inundó toda la sala.

Brenda algo más tranquila, se acercó a Samantha y a ayudó a recoger las argollas que quedaban.

- Déjame que te ayude. Una vez fuera podréis revisarlas con cuidado.-

Y comenzó a guardarlas en la mochila que llevaba.

Mientras tanto, Jamal se había quedado paralizado, con la vista fija en una de las momias mientras Rowan volvía por el camino que habían venido en busca del motivo del sonido que creía haber oído. Mathias estaba entrando en pánico y el Padre Graham se estaba dejando contagiar y parecía querer buscar una salida. Al ver a Rowan volver, comenzó a avanzar hacia el mismo lugar. Leah por su lado seguía inspeccionando una de las argollas.

Pero de pronto todos se quedaron helados cuando un terrible grito gutural llegó desde el túnel por el que había ido Rowan y reverberó por toda la sala. Podían ver al joven paralizado con la linterna en la mano y el silencio se hizo de golpe en el lugar. Entonces un segundo grito llegó, este desde un túnel estrecho que había en el techo, le siguió otro más de una grieta en la pared. Y entonces el silencio se rompió y escucharon cosas arrastrarse por todas partes.

Fue la linterna de Leah la primera que alumbró el rostro de lo que alguna vez fue un humano, pero la piel estaba reseca, podrida, mostrándose los dientes a través de unos labios inexistentes. Aquella cosa estaba agarrada a la pared de piedra mientras se arrastraba de manera imposible a través del estrecho hueco. El cuerpo crujía, enseñó los dientes, amenazante. Entonces empezaron a ver varios más que salían de huecos imposibles en la piedra. Aquellos seres vestían ropas raídas y sucias de Boyscouts.

Entonces una de esas criaturas, que estaba frente a Rowan, le saltó encima directo al cuerpo. El resto de criaturas tomaron esto como la orden de ataque. Y todas se lanzaron a la carrera contra los cultistas. La voz de Brenda retumbó en la sala.

- ¡CORRED!