Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 0: Resonancia (Milka)

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25/11/2015, 00:56
Dra. Geller

En el momento en que expones que tu cerebro siempre ha sido distinto puedes ver cómo la doctora frunce el ceño, dedicándote una mirada de esas con que uno reprime a un crío que pone excusas por tener demasiado miedo a lo que está por venir. Finalmente, cuando al concluir su explicación das tu respuesta de una forma tan clara ella te observa durante un instante antes de hablar.

—Por supuesto que va a hacerlo —te dice—. Por su propia salud y por no dejar huérfanos a esos niños tan monos —añade después con un tono que casi parece carente de emoción, implacable—. Tiene reserva en el quirófano para el viernes —expone antes de dirigir sus ojos hacia la mano que viaja para quitar la vía—. Yo de usted no haría eso. Sin la formación adecuada se hará daño y lo llenará todo de sangre —asegura mientras se dirige hacia la puerta.

—Sus hijos pueden venir a verla cuando quieran —comenta llevando una mano al picaporte. Desde allí hace un gesto de despedida hacia ambos, y acto seguido abandona la habitación.

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25/11/2015, 01:15
Aharon Cohen

Mientras la doctora daba su discurso los ojos de Aharon se habían perdido. A veces estaban en el suelo, a veces en la pantalla y a veces en ella, pero siempre como si fueran náufragos en un mar de angustia contenida. Y no es hasta que das esa respuesta que parecen centrarse en ti con esa mirada clara. Te estás precipitando, parecen decir. Pero su garganta calla. Su boca amable no dice nada de lo que piensa, aunque una vez más sus pupilas le delatan.

Acto seguido, cuando la doctora te da aquella respuesta tan falta de tacto, él le dedica una mirada que probablemente pretende ser furibunda, pero que se queda en derrotada. Acto seguido la observa salir, y cuando os quedáis a solas en esta ocasión no se interpone entre tú y tu vía.

—Milka —enuncia, pronunciando cada letra de tu nombre con la fuerza de quien quiere atención inmediata—. Tenemos que hablar de esto. No puedes cerrarte en banda —asegura, y no tarda en emitir un suspiro—. Tenemos que pensar qué es lo mejor, y hacerlo con calma.

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25/11/2015, 19:59
Milka Bendij

Encaro las cejas sin ser capaz de asumir la actitud de esa mujer, sin entender quién creía que era o en posesión de qué poder se creía estar para decidir por encima de mi palabra o mencionar el destino de mis hijos.

Poco me había gustado que me hicieran pruebas aprovechando mi inconsciencia, a saber qué de derechos me habrían vulnerado; pero que omita mi voluntad estando consciente me confirma lo inútil que es. Mis nervios se crispan y mantengo el silencio con la que la he tratado incluso cuando aparto la mano de la vía por inercia cuando veo su mirada posarse en ella, con el respingo de quien ha sido cazado en una chiquillada e inmediatamente después niego con el pensamiento a mi misma, a esa actitud que acaba de regalarle una falsa autoridad a esa mujer.

Por suerte para mis nervios y desgracia para mi información la doctora decide llevarse su podrida persona a otra parte, y mientras se aleja sigo clavando mis ojos en su cogote como si fueran dos cuchillos de hielo que le sentencian a una vida más corta de la que quiere darme. - Eso ya lo sé. - le aseguro respecto la visita de mis hijos estirando mi espalda para adoptar una posición más digna que su salida.

En cuanto la serpiente del diablo sale de la habitación miro de nuevo aquella aguja que me aprisiona y obsesiona hasta escocerme y cierro el puño contrario reprimiendo las ansias de arrancarla. - ¿Y por qué no me la ha quitado ella? - vierto sobre la doctora un poco más de bilis antes de decidir que ya llamaré alguna enfermera.

Cambio mi posición para sentarme encarándome a Aharon y en ese preciso momento oigo salir mi nombre de toda su alma e imagino lo que seguirá a continuación.

No me cierro en banda. - le miento a los ojos sabiendo que sabe que ni yo me creo esas palabras - Pero hablemos en casa. Necesito ver a los niños y no quiero que vengan aquí.

Me retiro al silencio detrás de una sonrisa que pretende ser reconfortante y estiro mi mano no engrilletada para apretarle sobre la rodilla con cariño - Te prometo que lo pensaré. - finjo ceder esta vez procurando ser creíble - Aun tenemos tres días hasta que esa mujer me deje vegetal. - me encojo entonces de hombros hundiendo en su corazón aquella pulla y aparto un segundo la mirada para volver a la dichosa vía a la que señalo con toda la mano indignada y agotada con un gesto de "¿lo encuentras normal?"

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27/11/2015, 13:01
Aharon Cohen

Puedes ver con absoluta claridad en la mirada triste de tu marido, enredándose entre la tristeza y la preocupación, que no se cree ni una palabra de lo que dices. Hace una pequeña mueca dolida con tu última pulla y dirige su mirada tras la tuya, hacia la vía de tu muñeca. 

—Milka... —repite, pronunciando con cuidado infinito cada letra— Sé que esa mujer es horrible, te aseguro que a mí tampoco me cae bien —dice, llevando sus ojos a la puerta por la que ha salido la doctora—. Pero he estado preguntando por ella mientras...—expone, y deja durante un par de segundos la frase en el aire, como si le costase encontrar la palabra adecuada—descansabas y al parecer es una de las mejores neurocirujanas de todo el país 

Gira de nuevo su rostro para mirarte a ti, y estira la mano para acariciarte la mejilla con una ternura triste. —No podemos ir a casa, cielo. —Y por un momento ves en su expresión ese pequeño tic que hace temblar la comisura de sus labios, un gesto que conoces y que puedes ver en tu memoria repetido cada vez que tu marido no estaba seguro de si debería contarte algo. Aunque siempre terminaba haciéndolo si esperabas un par de segundos y esta vez no es una excepción.

—Dallas me lo ha contado. —Suspira y te mira con ojos suplicantes. —Estaba muy preocupada y cuando la doctora ha dicho lo de las alucinaciones... Me lo ha contado antes de marcharse. —Lleva una mano a su frente y se la frota con cansancio. —Ya ha comenzado, ¿verdad? Lo que dijo la doctora. Ya tienes las alucinaciones, joder. —La palabrota sale con dificultad y contundencia de sus labios poco acostumbrados a expresar su disgusto con palabras malsonantes. —Dicen que puedes perder el control, no saber qué es real y qué no. Lo entiendes, ¿verdad? Podrías hacer daño a alguien sin darte cuenta. Dicen que tienes que quedarte para el pre-operatorio, que te van a hacer pruebas y monitorizarte, para que todo salga lo mejor posible. —Hace una pequeña pausa antes de continuar. —Y que te mantendrán a salvo de ti misma, por si acaso.

Su mano tiembla ligeramente y baja la mirada con cierta culpabilidad, como si aún hubiera algo más que sumar a todo lo que ya había dicho. Algo que debe sentir, por su forma de hablar, que era en cierta manera responsabilidad suya y que no iba a gustarte ni un pelo. —Cariño, he tenido que firmar unos papeles para que pudieran hacerte las pruebas. Por los que hasta que estés bien soy yo el que queda a cargo y el responsable de nuestras decisiones —dice. Y aunque parece estar intentando venderlo como que esas decisiones son de los dos, sus palabras sobre esos papeles te dejan claro que en estos momentos tú no eres la dueña de tu propia vida. 

Aharon te mira entonces, escrutando tu rostro, como deseando anticipar tu reacción a sus palabras para poder hacerte la situación lo más suave y llevadera posible.

- Tiradas (2)
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28/11/2015, 01:42
Enfermera Asklepios Klinik Barmbek

Pero antes de que te dé tiempo a responder a cualquiera de las palabras de tu marido, alguien llama a la puerta con dos toques firmes para después abrirla sin llegar a esperar ningún tipo de permiso por vuestra parte.

Se trata de una enfermera, rubia y con el pelo corto, de complexión huesuda y vestida con la ropa azul que identifica su función en el hospital. Te dedica una breve mirada desde la puerta, sin entrar en la habitación, y se dirige directamente a Aharon.

—Señor Bendij —dice, al parecer considerando que si tú estás registrada con ese apellido debe ser también el de él—. Necesito que me acompañe un momento, por favor.

Y sin esperar respuesta a su pregunta, vuelve a sacar la cabeza de tu habitación, cerrando la puerta en el proceso.

Aharon tan sólo aparta su mirada de ti un breve instante, cuando se abre la puerta. De inmediato lleva sus ojos de nuevo a los tuyos, antes incluso de que la mujer vuelva a cerrarla con su cabeza fuera. Parece haber escuchado las palabras de la enfermera, pero no parece dispuesto a seguirla, ni a hacer ninguna otra cosa hasta saber qué está pasando por tu cabeza. 

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01/12/2015, 14:39
Milka Bendij

Mis pulsaciones siguen elevadas, golpeando mis arterias con el nervio temeroso con el que diecisiete años antes había contemplado a mi padre los ocho minutos que tardó en leer todo el informe sobre mi enfermedad. Pero a diferencia de esa ocasión, no temo ninguna represalia por salir defectuosa, sino que en su lugar puedo saborear la caricia del desagrado compartido hacia una tercera persona, y siento bajo mis pies el primer peldaño de un plan compartido. Sonrío con sarcasmo al oír el resultado de las investigaciones de Aharon - Siempre todos son el mejor en lo suyo. -  aseguro para mí misma y, con la tranquilidad de ese apoyo constante que es Aharon, dejo de clavar mis ojos en esa tira de esparadrapo que oculta el punto dónde mis pulsaciones se acumulan con más fuerza, rompiendo contra la vía como violentas olas para volver a mirarle a él.

Sonrío de nuevo, calmando toda mi alma, cuando intuyo la simetría de nuestros movimientos, segura de que nuestras mentes están en el mismo punto y cuando estira su mano, presiono mi mejilla contra ella cerrando ese acuerdo al que hemos llegado de salir del infierno.

Y entonces, su voz detiene mi corazón rasgándolo con un primer arañazo que inmediatamente desconfigura mi rostro precipitando las comisuras de mis labios a la incomprensión. Busco una respuesta en sus ojos, con la esperanza de que esas palabras nos lleven a otro sitio por más que no sea a casa.  Y antes de poder recomponerme llega el segundo corte, más profundo, más cruel, más emponzoñado.  - ¿Dallas? ¿Qué te ha contado? No la metas en eso. ¿Qué alucinaciones? Está claro que no has escuchado. ¿Por qué te crees a la doctora Geller? Dios bendito tómame en tu manto. No, no son alucinaciones, ¡es mi memoria! ¿Cómo puedes ser tan cazurro? No, ella no te ha dicho nada. No. ¿Ah sí? ¿Cómo esto? Esto no puede ser real. ¡¿Qué daño voy a hacer, listos?! ¿A quién? - mi mente colapsa sirviéndome una miscelánea que se atraganta en mi garganta y un sin fin de llantos ahogados en las paredes de mi habitación por todas las veces que el tsunami de recuerdos había terminado con mi voz cuando a mi padre no le apetecía tener paciencia conmigo.

Muevo los labios intentando articular alguna palabra, pero a pesar de mis intentos permanezco muda, acompañada de ese constante golpeteó de mi sangre en la vía, del dolor ardiente que aplasta mi corazón y de una visión emborronada por unas lágrimas todavía por formar. Y entonces, mi marido, toma el puñal que Dallas a hundido en mi y ,sin que la culpabilidad que muestra sea más que una amenaza susurrada al oído antes del golpe final, lo gira para retirarlo como si me hiciera un favor.

- ¡¿Qué?! - me levanto de la cama con la fuerza de cualquier portazo de Ariel, y miro a mi marido con las pupilas dilatadas, completamente desorbitada, sin terminar de enfocar en ningún punto concreto de su rostro y sorda a esos dos toques que suenan en la puerta al tiempo de mi estallido.

Mis manos tiemblan a lado y lado del cuerpo casi tanto como mis labios, reflejando la misma furia y desesperación que mis ojos. Estoy segura de que mi espalda se ha empapada en sudor frío pero ignoro por completo la existencia de mis piernas.

Giro mi cabeza hacia la enfermera cuando oigo mi apellido, y a toda mi conmoción se suma el temor de encontrarme a mi padre pidiéndome explicaciones y un poco de normalidad.  Me relajo un poco al entender la confusión de la enfermera, aunque dentro de mi crispación ese poco es prácticamente intangible. - Vete. - ruego con voz agotada y raspada y luego me dejo caer en la cama de nuevo y apoyó mi frente entre el pulgar y el índice de mi mano sin grillete médico. - Encáuzanos padre para vivir en paz, e impúlsanos de nuevo para disfrutar la vida. Esparce sobre nosotros tu Paz, guíanos con tu buen consejo y sálvanos por el bien de tu nombre. sé un escudo sobre nosotros, aleja a cualquier enemigo, enfermedad, violencia, hambre y dolor. Refúgianos a la sombre de tus alas, porque tu eres un dios que nos guarda y protege, nuestro guía de misericordia y compasión. Bendito eres tú, Señor que derramas el abrigo de Paz sobre tu pueblo y sobre todo el mundo.

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02/12/2015, 02:11
Aharon Cohen

Aharon se encoge con tu grito y sus labios se curvan en una mueca desolada. Cuando le pides que se marche, empieza a levantarse despacio, titubeante. —Yo... —empieza, mirándote con el ceño fruncido y los ojos tristes—. Enseguida vuelvo y lo hablamos con calma.

Su voz es casi un susurro y se pierde cuando camina hacia la puerta, la abre y sale, dejándote allí sola con tus oraciones. Escuchas entonces cómo algo se mueve en el mecanismo de la puerta, como si la estuvieran cerrando con llave por fuera.

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02/12/2015, 04:22
Desconocido

Es entonces, cuando estás a solas y probablemente encerrada en esa habitación de hospital cuando una voz interrumpe tus rezos, proveniente de algún punto cerca de la ventana. 

—Milka —llama, y su tono es apremiante—. Milka. 

Cuando tus ojos se dirigen al lugar en el que nace esa voz, lo ves. Es ese hombre de nuevo, el que viste desde el coche justo antes de desmayarte. Hace un instante no estaba, pero ahora está, ahí parado de pie junto a la ventana, como si fuese lo más normal del mundo. Viste unos pantalones marrones de aspecto desgastado y un jersey de color verde oscuro, fino, pero inapropiado para la temperatura que hace. Su rostro parece cansado, con oscuras ojeras y una profunda melancolía que se desprende en cada uno de sus movimientos. Puedes percibir también la premura en su voz y en sus gestos, en su mirada. 

Ahora que lo tienes cerca puedes observar al hombre con más detenimiento. Al ver cómo le miras su sonrisa se ensancha un poco, como si le hiciera gracia de alguna manera la expresión de tu rostro. Y aunque parece totalmente afable es ahora, de cerca, cuando confirmas que debe estar arrastrando algo muy pesado en su pecho. Sus ojeras marcadas parecen más que el fruto de varias noches de mal sueño: casi parece como si llevase dos noches enteras sin dormir prácticamente nada. Y aún así él te mira con amabilidad. 

—Milka, tienes que salir de aquí —asegura, con la mirada centrada y la voz firme—. Cuanto antes.

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02/12/2015, 10:57
Milka Bendij

Al oír el cilindro girar, presuponerme encerrada, y sentirme abrigada por la paz de la soledad dejo que mis emociones se desparramen en lágrimas de distintos sabores y aprieto los dientes para no alterar el silencio.

No obstante, mi cabeza, o tal vez, Dios, tiene otros planes y antes de que termine mi oración mi nombre vuelve a escucharse en esa sala vacía.

Lo ignoro la primera vez, terminando mi puente al Señor. Pero la segunda vez que esa voz me llama, atrae mi atención y mi cuerpo hacia ella.

Le veo, le reconozco y mi agitación iracunda queda relegada a un segundo plano, envolviendo todavía mi corazón pero retirándose de mi cabeza tras la necesidad de racionalizar. - No te recuerdo.- confieso mi desconcierto y sin dejar de mirar a ese punto de la ventana que no debería estar ocupado, estiro la mano de la vía para palpar en el aire la barra de metal que sostiene la mierda con la que me alimentan. - Estabas en la calle. Solo eso..- arrugo la frente y apoyó todo mi peso en la barra metálica advertida por el recuerdo del desmayo - ¿Tu me metiste en esto?

Me acerco con pasos dubitativos, y cada uno de ellos hace más fácil la decisión de seguir haciéndolo. - ¿Por qué no te recuerdo? Sabes mi nombre. ¿Qué mi hicieron? ¿Qué fue tan grave que mi mente tuvo que bloquearlo? ¿De cuando eres? - me empeño en buscar una laguna en mi vida, de un día, de unas horas, cualquier cosa.

Siento mis tripas removerse al pararme tantas veces en los momentos de hospital, y de todos ellos, atesoro el nacimiento de mis hijos, incluso con el azul de la noche.

Los últimos pasos los hago con una mano extendida, dispuesta a atravesar su pecho para saber si es real o la mera imagen de un recuerdo.

- ¿Ya he tenido que salir de aquí? - ¿Cómo? - le pregunto para mí misma, creyendo que alguna parte de mi conoce la respuesta - ¿Quién eres?- aprieto mi índice tembloroso contra su mejilla.

Notas de juego

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04/12/2015, 16:18
Desconocido

El momento en que te levantas aún a riesgo de que las piernas o la cabeza te fallen pasa sin que reconozcas en ti ninguna de esas sensaciones de vahído que podrían anticipar el peligro. A pesar de la situación, de la vía y de la parafernalia hospitalaria pareces tan fuerte como siempre.

Mientras te acercas con esos pasos dubitativos el hombre te observa, sin hacer el más mínimo gesto de alarma porque te levantes de la cama. Parece, de hecho, satisfecho con ello. Tu mente viaja hacia atrás buscando cualquier agujero negro en el pasado, y dentro de tu cabeza comienzas a rememorar hasta los detalles más insignificantes primero de tu día, luego de la última semana, y luego de este mes. Y si no llegas hasta más atrás es únicamente por una cuestión de tiempo. Y en ese lapso no encuentras que te falte nada. Es imposible saber con certeza cómo son los recuerdos para los demás, pero deben asemejarse al mar: podrían retirarles un vaso o un camión cisterna y ni siquiera notarlo. Y por ese mar que guardan deben tener un océano entero perdido en algún punto entre su cerebro y memoria. En tu caso, en cambio, cada recuerdo es como una hoja de papel, y tu cabeza probablemente la biblioteca más grande del mundo.

Mientras caminas en su dirección el hombre te observa, como si con esa mirada respondiese a tus preguntas. Sin embargo cuando terminas de acercarte a él con la mano extendida él da un paso antes de que llegues a tocarle, llevando sus manos a la tuya para tomarla con ellas. Su tacto es cálido y duro, como el de alguien que ha pasado toda su vida trabajando.

—Me llamo Budi—te dice antes de exhalar todo el aire de su pecho a través de la nariz—. Y siento que no nos hayamos conocido en mejores circunstancias. No esperaba esto cuando fui a buscarte—confiesa. Sus ojos poseen ahora una mezcla de profunda tristeza y decisión.

—Yo no te he metido en esto, no—asegura antes de llevar un instante su mirada hacia la puerta—. Son ellos. Quieren lo que eres, resulte como resulte eso para ti. Y por eso debes salir de aquí pronto.

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07/12/2015, 12:08
Milka Bendij

Me cuesta comprender el tacto de ese hombre, como si mi cerebro se dividiera entre aquella parte que se aferra a la negación de un Dios que acorta la vida de una madre y esa parte que flaquea ante la ciencia y empieza a creer las palabras de la serpiente con piel de doctora.

Suspendo mi respiración en cuanto sus manos terminan de rodear la mía, y centro mi mirada en ese punto, sin que nada en esa habitación o en el cielo que se muestra tras la ventana puedan apartar mi concentración de esa calidez.

- Es real.- me digo en un parpadeo inconsciente que parece querer comprobar que la imagen no se disolverá en la nada.

Inspiro reactivando el resto de mi cuerpo y antes de que pueda verter sobre él más preguntas recibo su nombre. No me suena. No lo conozco. Ni si quiera he conocido a otra persona con ese nombre. Jamás.

- ¿Cuando me buscaste, Budi? - sonrío con su nombre, reduciendo a eso la presentación que siento fuera de lugar extender por la prisa que rodea su visita y se desprende directamente de él. - ¿Quieren mi cerebro?- pregunto sin poder evitar teñir mis palabras de incredulidad y desaconsejo. Me costaba entender aquellos que deseaban enfermedades como si fueran una bendición - ¿Cómo has entrado?- le pido ayuda, sin hacerlo, para salir de allí y retiro mi mano para acercarme a la puerta y probar el pomo - ¿Qué quieres tu de mi?

Notas de juego

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12/12/2015, 00:56
Budi Hort

Tu primera pregunta parece cubrir el rostro del hombre con un velo de tristeza. No lo conoces, y sin embargo es evidente que está pasando por un momento difícil. Y tampoco parece hacer un esfuerzo por ocultarlo. Tu cabeza aún aletargada recibe su nueva mirada y la almacena con las demás: la que te dedicó al llamarte, la que te dirigió mientras iban en el coche de Dallas, antes de caer inconsciente...

—Annabelle me habló de ti —dice con un cariño inmenso, infinito, aunque no parece dirigido a ti. Y no te cuesta reconocer en él el mismo dolor que tú habías sentido durante semanas al pronunciar el nombre de Adam, en esa época en que la ausencia sólo era algo etéreo y no un vacío en el corazón—. Le prometí que te cuidaría. Que os cuidaría a todos. Y yo estaba en Fredesdorf, así que fuiste la primera —asegura como si eso lo explicase todo.

—Y en realidad... —comienza de nuevo, antes de que su vista vuelva a dirigirse de nuevo a la puerta. Separa entonces sus dedos de tu mano y se apoya en la pared, claramente cansado —Quieren más que tu cerebro. Quieren todo lo que eres, y llegar a través de ti a los tuyos. Pero no podemos dejar que lo consigan —afirma, y acto seguido se acerca a la ventana y busca el suelo con los ojos. Por un momento parece decepcionado, y no te cuesta darte cuenta de por qué: debes estar, al menos, en la planta decimoquinta.

Cuando llegas a la puerta y pones la mano sobre el picaporte puedes ver que no se mueve. La puerta está cerrada con llave. 

- Tiradas (1)
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15/12/2015, 01:09
Milka Bendij

Al escuchar el nombre de esa mujer, sé que ella está con Dios o, con suerte, en otro cuerpo. Entiendo la pena de ese hombre y mi corazón se aflige con él. Agacho la mirada teñida con el fantasma de Adam y le entrego el pésame con una sonrisa rota, resignada a lo inevitable que no es más que una curvatura vacía en mis labios, una sonrisa tan vacía de sentimiento parejo como las que había vestido años atrás, como las que seguía llevando al cementerio la segunda semana de cada Noviembre; pero que, sin embargo, busca expresar la mejor disposición a escuchar cuanto necesite hablar.

Mi prisa desaparece ante su dolor, uno que también es mío, y mis preguntas sobre su entrada o mi salida se aparcan a un lado para dar paso a los misterios que acompañan las palabras de esa alma rota- ¿La primera? ¿La primera de cuantos?- me planteo incapaz de descubrir peligro en ese hombre que no parece responder a mis preguntas sin hacer que me formule nuevas, sin terminar de comprenderle. - No, no podemos. - coincido en qué no voy a ser sujeto de ningún experimento o cirugía. - ¿Quiénes son los míos? ¿Es por religión? ¿Quién era ella? ¿De qué me conocía? - callo mis dudas respetando la dificultad por mencionar o abrir tu mente a la persona que te completa y ha sido arrancada de tu lado para siempre.

- Budi. - le llamo abandonando el pomo con un gesto frustrado y vergonzosamente violento - Esta noche saldré de aquí. Necesito que me ayudes y que luego me lo cuentes todo sobre ella, Annabelle, - menciono su nombre con respeto y cautela - todo lo que tu corazón te permita.- le doy tregua e irónicamente el mío quiebra en ese momento y vuelvo a sentir la vía arderme dentro de la piel - ¿Vendrás a buscarme? Fuera ¿me traerás algo de ropa? - pienso en Dallas, y la extraño como compañera de fugas, pero sé que esta vez estoy sola, que esta vez ella no recogerá mis lágrimas y ello hace que me sienta más sola de lo que jamás he estado y toda mi tristeza y desesperación sigue canalizándose en esa vía y mis dedos empiezan a rascar su alrededor agobiados.

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15/12/2015, 21:24
Budi Hort

—Ya me gustaría, pequeña —responde el hombre, frunciendo los labios en una mueca triste ante tus preguntas—. Pero ahora mismo estoy en Nueva York... Y me han capturado también a mí. 

Entonces detiene sus palabras para mirar por encima de su hombro, hacia un lugar donde tú sólo ves la pared. Su expresión se crispa y cuando vuelve a mirarte y habla de nuevo lo hace con prisa. —Ahora tengo que dejarte, Milka. Ya vienen otra vez. Pero he tratado de avisar a alguien para que te ayude. Se llama Morgan Laurent. La reconocerás cuando la veas. —Sus ojos vuelven a dirigirse a su espalda y él estira la mano para tomar la tuya y mirarte fijamente a los ojos, como si quisiera transmitir en esa simple mirada llena de urgencia todas las palabras que no tiene tiempo de poner en voz alta. 

—Recuerda su nombre: Morgan Laurent. Tú ya no eres sólo tú. Trataré de volver si puedo. O de enviarte más ayuda. —Una nueva mirada nerviosa hacia atrás. —No mires a nadie directamente a los ojos, Milka. No confíes en nadie. Trata de ganar tiempo para que puedan venir a buscarte, pero si ves la oportunidad, huye. Huye y corre lo más lejos que puedas.

Su mano aprieta la tuya un instante mientras sus ojos vuelven a bucear en los tuyos con intensidad. —Volveré en cuanto pueda. —promete.

Ni siquiera estás segura de cómo sucede o en qué momento exacto su mano ha dejado de sostener la tuya. Pestañeas y en ese breve instante en que tus ojos están cerrados, cuando de nuevo los abres, él ya no está. Tan rápido como apareció ha desaparecido, dejando tras él una sensación de angustia que crece en tu estómago.

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18/12/2015, 01:14
Milka Bendij

- ¿Nueva York?- arrugo la frente confundida y temo estar frente a un loco tan desorientado en el mundo como en la distribución de las habitaciones de ese hospital.

Recogo los dedos de mis manos, y me guardo en la sensación de distancia que ese simple gesto me propina. Mis ojos buscan ese punto al que mira más allá de su espalda, curiosa, intrigada por los secretos tan amenazantes que guarda esa pared. Su prisa se disipa en mi, y de con ella mi fantasía de escapar de ese sitio que todavía se rige por el régimen nazi.

Mi cerebro empieza a resignarse a confiar en Aharon, en ese amor que profesaba por mi, en sacar ventaja de esa devoción que ni siquiera mis recuerdos saben explicar. Valoro la posibilidad de convencerle una vez supere el susto inicial, de regalarle un billete fuera del infierno en el que ha reservado plaza al encerrarme en mi pesadilla. Y, entonces, ese hombre que inspira familiaridad en el alma y ondea una enorme bandera roja en mi cabeza me ofrece una alternativa manchada con la misma controversia.

-¿Morgan Laurent? ¿Qué clase de nombre es ese?- me planteo sin prestar demasiada atención al consejo de recordar, y en su lugar, agacho la mirada a su mano sobre la mía y parte de mis dudas sobre su cordura mueren en ese apretón. No puedo evitar creerle, quizás es mi desesperación buscando refugio en otra víctima del hospital, o quizás la familiaridad de su tacto, la empatía del sentimiento de sus ojos y la confianza de sus palabras, pero sea por lo que sea, sus advertencias encogen mi estómago y aceleran mi corazón.

Mis dedos libres, pinzan un mechón de mi cabello, con un gesto certero, acostumbrados a conocer el espacio próximo a mi cuello donde encontrar mi pelo. E inconscientemente me lo llevo a la boca y me muerdo las puntas tras un pestañeo que vuelve a dejarme sola.

- No, nononono. - mi angustia coge carrerilla y me apresuro al baño en busca de un espejo, con la prisa de un yoki buscando su último escondite. - Centrate.- me ordeno agarrándome con ambas manos al margen del lavamanos y clavando mis ojos en el reflejo - No estás loca. No estoy loca.- Tiene una explicación.- levanto una mano para apartarme el pelo de la cara y acto seguido abro el grifo y dejo perderse el agua - Recuerdos, el tacto era un recuerdo. Y él...- hago cuenco con las manos y recojo agua con la que refrescarme el rostro. - Oojjj no te soporto. - recrimino a la vía en medio de mi ansiedad y, de pronto, mis gestos acelerados se detienen y me quedo absorta con la contemplación de ese tuvo que se adentra en mi piel.

Mi respiración se pausa, con pequeños hipos puntuales y cuando toda yo vuelvo a estar más tranquila me repito con decisión - No van a tocarme. - Bien, Morgan Laurent,- me dispongo a volver a la zona de dormitorio - más te vale existir.

Notas de juego

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19/12/2015, 22:25
Narrador

Si ese hombre ha llegado a entender a través de tu mirada una parte de tus pensamientos, de tu comprensión o de tu empatía es algo que no llegas a saber. Una vez ha desaparecido todo lo que queda de él es su impronta en tu cerebro, y tus rápidas palabras te acompañan en tu camino al baño.

Desde el otro lado del espejo una versión pálida de ti te devuelve la mirada, una que repite tus mismas palabras, intentando convencer a tus oídos y a los suyos de que son ciertas. De que tu cordura es aún tuya.

En los segundos que permaneces observando la vía puedes ver el suero entrando a través de tu piel. Cerca de ti, la bolsa aún cuelga de ese soporte que te acompaña a todas partes. Y es entonces, justo antes de volver a la habitación, cuando oyes la puerta del cuarto abrirse una vez más.

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19/12/2015, 22:32
Aharon Cohen

Es el rostro familiar y ligeramente asustado de Aharon el que entra en el cuarto. Sus pasos son cautelosos mientras cierra tras de sí y te busca con la mirada en la cama, frunciendo el ceño con preocupación al no encontrarte en ella.

Cuando sus ojos te localizan buscan los tuyos con una pizca de alivio, aunque toda su expresión habla de lo cansado, triste y preocupado que está con la situación.

—Sólo querían que rellenase algunos formularios —aclara con voz suave, tratando de aparentar normalidad—. He intentado conseguir algún tipo de pase para Dallas, pero no lo he conseguido. Por ahora —matiza—. Las reglas del hospital son muy estrictas y sólo permiten en las habitaciones familiares en primer grado. Encontraré la manera de que la dejen pasar.

Te estudia despacio, como si estuviera tratando de averiguar cómo de enfadada estás con él y camina lentamente hacia ti, extendiendo una mano para tocarte. —¿Tú cómo te encuentras? Me han dicho que dentro de un rato tendrán que hacerte algunas pruebas más.

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22/12/2015, 01:39
Milka Bendij

De vuelta a la habitación, detuve mis pasos en ese espacio que instantes antes había ocupado otra versión de una parte de mí. Y como él había hecho, miré hacia el suelo que la ventana mostraba a unos quince pisos bajo mis pies.

Cuando escucho la puerta, giro mis ojos empañados en la misma esperanza de un preso esperando oír que han pagado su fianza y al ver a mi marido entrar por ella, mi mirada vuelve a rodar hacia el exterior.

- Ajá.- asiento a sus primeras palabras distraídamente, sin apartarme de la ventana ni estallar esa burbuja de indiferencia con la que pretendo dar reposo a mi corazón roto.

Me esfuerzo por no rebelar lo mucho que me falta Dallas, por no exigirle que mueva cielo, tierra y tire de la red judía para conseguir que la americana pueda cruzar esa molesta puerta que me enjaula. Y más me esfuerzo todavía por convencerme a mi misma que ni necesito ni quiero verla.

Levanto la mirada del suelo, para llevarla a los edificios de en frente mientras sigo sumergida en el silencio de Vivian, más frío y más justo. En mi cabeza, una linea de fondo, repite una y otra vez, la conversación que ese hombre ha tenido conmigo y cada vez que recuerdan sus ojos, mi corazón se encoge, como se encogió cuando recibí La llamada y como lo hizo hace menos de 48 horas al ver la flor de sangre sobre el papel monótono de hotel.

Toda mi piel se eriza y mis pupilas se dilatan asustadas cuando el disparo cruza mi cabeza, otra vez. Y en el respingo siento la mano de Aharon sobre mi brazo.

- Estoy bien. - le respondo con los ojos humedecidos por un miedo que no me es propio. Y, entonces, me giro hacia él, con la mirada gacha, recordando en esa repetición constante la advertencia de Budi, que no tardo en empezar a desafiar llevando los ojos a su barbilla y a esa sonrisa cansada - ¿Y tu, cómo estás? ¿Dormirás bien esta noche?- lanzo un dardo envenenado bajo un tono preocupado y mucho más dulce que mi actitud.

Levanto finalmente la mirada para sumergirme en la suya, y sonrío genuinamente al pensar que ni siquiera se imagina la confianza que he depositado en él con ese gesto. - ¿Estarás conmigo? Durante las pruebas.- desvío la mirada a la puerta con disimulo - ¿Qué pruebas son? ¿Para qué son?

Notas de juego

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23/12/2015, 00:50
Aharon Cohen

Puedes escuchar cómo a tu espalda los pasos de Aharon se acercan a ti despacio, hasta que llega a tu altura mientras tú contemplas las copas más altas de los árboles. Los edificios más cercanos se ven lejanos y no son ni de lejos tan altos como aquel en el que te encuentras, lo que te hace pensar que no estás precisamente en el centro de la ciudad.

La incertidumbre de tu marido es casi palpable ya desde antes de que empieces a girar tu cuerpo para encararlo. Su ceño se frunce con preocupación y las comisuras de sus labios se curvan hacia abajo en una expresión cargada de tristeza. Él extiende una mano para acariciar tu brazo y te da la impresión de que siente ganas de abrazarte, pero no está seguro de cómo lo recibirías tú.

Ante tu primera pregunta, sus ojos se desvían de un modo inconsciente hacia la butaca que hay junto a tu camilla. —No creo que vaya a dormir mucho, Milka —dice, volviendo la cabeza para buscar tus ojos—. No voy a dejarte sola. Los niños se pueden quedar con mi madre, o con Dallas. 

Se encoge de hombros respecto a quién será la que cuide de tus hijos, pero puedes percibir con claridad el brillo determinado en sus ojos sobre dónde va a pasar él la noche.

Llega entonces tu sonrisa y Aharon te la devuelve sin pensar, de forma automática. La tensión en sus hombros se relaja con tu pequeño gesto y exhala despacio el aire de sus pulmones mientras desliza su mano hasta la tuya, con intención de sostenerla con suavidad.

—Voy a estar contigo cada minuto hasta que esta locura termine —asegura con decisión—. Mañana por la mañana llamaré al trabajo para que me den unos días libres. Tendré menos vacaciones en invierno, pero ya nos apañaremos: esto es más importante. 

Parece calmarse también a sí mismo al garantizarte en voz alta que no vas a estar sola y entonces sigue hablando. —Quieren monitorizar tu cerebro en tiempo real mientras realizas actividades, o algo así. Para medir y comprobar dónde están tus límites de estrés y poder garantizar que estarás a salvo en la operación. También quieren hacerte algunos tests, como psicotécnicos, creo. 

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27/12/2015, 17:09
Milka Bendij

Hace tiempo que me he acostumbrado a entender a Aharon más por sus gestos que por sus palabras, y quizás sea por ello que me cuesta tanto no culparle de mi situación. Le oigo prometer y abogar por la calma, y sin embargo, no veo más que duda en sus caricias y culpabilidad en lo que él cree tristeza.

Sé que no se apartará de mi lado, no solo me creo su papel de marido del año sino que lo temo. Necesito estar sola esta noche, necesito largarme, necesito un tequila y quinientos euros en fichas de póquer. Necesito no necesitar a Dallas, necesito ver a mis hijos y necesito ese abrazo que sé que Aharon retiene.

Él toma mi mano e intuyo en su tacto y en suspiro que se ha disipado parte de su incomodidad por guardar en su bolsillo un billete al noveno circulo del infierno. Imagino que se cree perdonado, pero tengo poco interés en sacarle de su error; esa pequeña paz en la que todo enfado queda suspendido hasta que Dios nos absuelva es todo lo que nos queda. Aharon ha hecho muchas concesiones, que puedo ignorar pero no olvidar, y por una vez, el error no es mío y siento que debo ceder.

Acaricio su mano con mi pulgar, y escucho en silencio sus nuevas promesas y mis nuevos problemas. Y cuando termina arrugo el rostro en un gesto resignado y cansado pero lejos de aceptar que me peguen más tubos al cuerpo.

- Verás como sí duermes. - le prometo relajando mis hombros, y estiro mi mano entubada para apoyarla en su mejilla. Le hablo con una voz que hacía mucho tiempo que no me oía, con un amor en la curva melódica que no es para él sino que aparece por la costumbre que ya lo ha hecho inherente a esa frase, tanto como la sensación de sueño que recorre mis venas con ella y mi corazón encuentra una vez más el son de su primo. - Dios quiera que te encuentre en otra vida.- rezo por Adam con el corazón ardiendo.

- Azucarillo,- desempolvo, con tontería, el apelativo cursi que inventamos para cortar con los interrogatorios de mi suegra Judy, a veces incluso antes de que empezaran, en ese momento en que cruzaba sus dedos bajo su barbilla y abría los labios amenazantes de querer saber qué pasaba con mi vientre como para que jamás le anunciaramos un cuarto nieto, uno legitimo de su cepa. Retio mi mano de su tez - ¿y mis cosas? ¿mi bolso? - me planteo de pronto rompiendo con aquel momento que sé que me pesará en un futuro - Déjame tu teléfono, por favor. Llamaré a Dallas para que lleve los niños a casa de tu madre y a ver si puedo hablar con ellos.- suspiro y aparto lo ojos a la ventana añorando ya a mis pequeños - No han pisado el hospital, ¿verdad?- quiero que se reafirme en ello, dándole más gravedad de la que puede entender.

Notas de juego