Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 0: Resonancia (Milka)

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11/03/2016, 14:04
Wamai Saád ú

Manifiesto expresión de curiosidad ante sus movimientos, se toca la cabeza, aunque no tardo en leer preocupación en sus gestos, y pronto comienza a explicarme su plan de fuga. Presto atención. Espero algo enrevesado.

Y pienso que así es, pero no quiere decir que así sea... pues según me dice, todo queda en cuestiones de paciencia y velocidad — Ohm...  — Bueno, no suena mal... no es culmen de los planes, pero no suena mal —  Lo sencillo es menos complicado... ¿no? — me doy la razón — El hombre de la habitación vacía – y repito con ella, Budi. Sigo lo que me cuenta. Aunque vuelve a decirme habitación vacía ¿porque vacía? — ¿Vacía? — ¿No hay una silla? ¿una maceta? ¿nada de nada? A esa habitación le hace falta alguna figura. Pero no me entretengo con minucias, pues me dice que tiene una hermana con metodos... extraños, y... ¡3 hijos! 

Me sorprendo, dio a luz a 3 bebés, pero mi sorpresa se dobla cuando añade que vinieron a la vez. Son bien nacidos. No voy a decirle que aquí es muy dificil sacar dos, y que muchas madres no consiguen vivir para ver uno. Pero Milka debe significar `numen de la fertilidad´. 1 alegría, 2 suerte y abundancia, pero con 3 ya tiene que estar una mecida y bendecida por la mismísima madre tierra — Dorian, Vivian, Ariel — repito, pues veo que no pierde ese halo de inquietud, pero parece que le brillan los ojos cuando pronuncia sus nombres. 3 motivos — Tres — señalo su vientre. Pequeños grandes machos, y ya le dan por los hombros. 

Y le quiero preguntar mas cosas. Quiero preguntarle donde está el padre, por sus mayores, sobre su hogar. Pero cuando me pregunta que pasa si desaparece en el aire... no puedo evitar perderme en respuestas fáciles, como "Saldrás en Jambúr"“Si Milka desaparece, que repita el gesto”. Pero observo como se me escapa hacia la puerta casi de manera hipnótica, y me vuelvo a perder simplemente en ella... ¿Mi dirección?.

 — Esto es... Avenue Mbagazi —  agarro su blanca mano antes de que se cierre — El cafetal. A poco mas de un día y una noche del charco envenenado. Magadi — añado, dicho desde mi propio prisma no tiene perdida. No deseo que Milka se vaya de mi lado, seguro, pero los pequeños hombrecillos blancos la esperan, y no deben cortar su cabeza ni por todas las gallinas del mundo. 

Y... es ridículo, pero yo también me quedo pasmado ante la puerta, llevo entrando y saliendo por ella toda la vida, acaba de salir Nyah, pero justo en este momento... me parece lo mas misterioso del mundo. Muestro una sonrisa con mil sensaciones — Vamos Milka, haz magias ocultas — le animo con la mirada, aprieto su mano.

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15/03/2016, 11:14
Milka Bendij

Asiento a su amabilidad ante mi plan y, de inmediato, decido que voy a necesitar uno nuevo, o dos o tres, que voy a necesitar tantos repuestos como me sea posible aunque alguno implique volar.

- Vacía, sí, solo estaba yo, hasta que también estuvo él -y es que no entiendo el vacío de otro modo que por la ausencia de personas, otro concepto es imposible de imaginar, imposible de realizar; y por ello su pregunta no encuentra respuesta, porqué mi madre me había enseñado las retóricas.

Luego repite los nombres de mis hijos, reordenándolos a su antojo y una punzada fina y metálica cruza mi cerebro y estoy segura que en la cafetería de Alemania Ariel acaba de dar un golpe en la mesa al levantarse e intentado un portazo al marcharse a zancadas hasta el coche de Dal. Y sé que Astrid pagará esa ala de mariposa rota como siento el sabor del "no" asomarse por mi garganta y mi cuerpo preparándose para escucharla pidiéndome que la compense con un perro.

Pero fuera, lejos de Alemania y junto a Wamai, no existe todavía ningún tornado, y bien me recuerda su mejilla -y la mía después- que pueden existir también en estas tierras.

Mis pies me han llevado a esa puerta, mi mente ha entregado el monosílabo destinado a Ariel a Wamai, mi mano ha optado por quedarse y mis palabras han buscado cómo volver.

Escucho su dirección, con gran atención, y en cuanto termina aprieto su mano como diciendo "recibido", como apuntando que ya no me da miedo esa puerta mágica pero esperando que su mano y su calma se queden un poco más conmigo.

Alargo mis dedos a la manecilla y me tomo mi tiempo para ajustarlos en el punto exacto en que deben estar, y mi corazón no sabe si correr o pararse así que intenta ambos. Mis ojos se escapan de la puerta por mis dedos pegados al pomo en cuanto siento el apretón de Wamai y ellos corren a buscarlo- Dios quiera que nuestras almas vuelvan a reunirse. Dios te tenga en su gracia y te proteja.

Tiro de/empuje* la manecilla imitando el gesto que había hecho Nyah y mientras una mano busca la salida directa al infierno, la otra se aferra a través de Wamai a ese hilo que nos une como familia.

Notas de juego

*¿cual es correcta?

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16/03/2016, 23:21
Narrador

El tacto de la mano de aquel hombre te aporta una sensación cálida. No es una cuestión de temperatura, ni mucho menos, sino como si por primera vez alguien fuera capaz de tocar tu alma con sus dedos. Tus pasos te dirigen hacia la puerta de aquella casa, y puedes sentir la expectación creciendo desde tu estómago.

Pones la mano en el pomo de madera, tiras de él hacia ti, empiezas a dar un paso hacia fuera... pero ni siquiera llegas a apoyar el pie cuando sientes todo aquel mundo alejarse, como si verdaderamente hubiera sido un sueño, y algo estirase del hilo invisible que te une a ese hombre hasta desprenderlo por la tensión, dejándote una curiosa sensación de soledad.

Milka —un susurro lejano y familiar te atrae, arrebatándote de entre los dedos la piel de ese hombre. De Wamai—. Milka. —repite esa voz, como si con pronunciar aquellas dos sílabas tuviera el poder de invocarte a su lado.

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17/03/2016, 00:39
Aharon Cohen

—¡Está volviendo en sí! —exclama entonces esa misma voz, apartándose de tu lado para dirigirse hacia alguna otra persona. 

No llegas a ver nada cuando abres los ojos, una luz te ciega en ese primer instante de tu regreso y tardas un par de segundos en ubicar que proviene de un puntero, una de esas linternas médicas con las que se comprueba la dilatación refleja de las pupilas. 

Lo siguiente que ves es a la doctora Geller, inclinada sobre ti con los labios apretados en una fina línea. Estás de nuevo tendida en la camilla y hay más gente a tu alrededor. Al menos un par de enfermeros, o celadores, del tamaño de un armario. Y Aharon. Cerca de ti, está Aharon, como siempre ha estado. Al menos siempre que se lo has permitido.

Tu marido tiene el ceño fruncido y una sonrisa en los labios, con una expresión a medio camino entre la preocupación y el alivio. Cuela entonces tu mano entre los brazos de la doctora para rozar tu mejilla con la punta de los dedos.

Milka, cielo. Qué susto me has dado —musita—. Te vas a poner bien, ya verás.

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17/03/2016, 10:16
Milka Bendij

Dar ese paso entre la calidez y el deber, de una familia a otra es, literalmente, el paso más difícil que jamás he dado. No el más valiente, ni el más doloroso, ni el más obligado pero sí el que más dudas acompaña.

Incluso cierro los ojos para retrasar la decepción de que no vaya a funcionar, y mi mano se niega a dejar a Wamai, pero por voluntad que requiera ese paso ni siquiera lo termino.

Solo un paso incompleto basta para que ese mundo me sea arrebatado, lo siento huir de mi, correr en la dirección contraria a mi alma, siento como ese agujero negro se lleva a Wamai y mi mano queda fría sin él. Me siento incompleta y me invade esa incómoda sensación de olvidar algo y no lograr saber qué y entonces oigo mi nombre, y no solo reconozco la voz, sino también el modo de pronunciarlo.

Recuerdo al pianista, recuerdo la luz, lo recuerdo como un sueño y me niego a que Wamai también lo sea. Me niego a estar enferma.

Temo abrir los ojos de un modo muy parecido al temor que sentí la primera vez que volví a casa después de desaparecer con el corazón de Aharon en mi puño. Temo haber roto mis promesas pero solo puedo abrir los ojos y encarar lo que haya pasado.

Me recibe una luz y mi corazón se detiene esperando aquello que mi cabeza ya sabe que no es. Pues no brilla como la bombilla del techo de Wamai, no tiene su calidez en absoluto.

Mis ojos huyen del puntero en cuanto este se perfila, por instinto, por la arraigada cruzada contra los paladines del infierno, los palos en las ruedas del carro de Dios. Y casi hubiese preferido que esa luz siguiera cegándome cuando Wamai es cambiado por Geller. Mi pulso se acelera al verla, al ver sus labios apretados, maquinando como poner las garras en Wamai, en Budi, en Ruth, en el novio de Carla y tal vez en el pianista. Evito sus ojos a toda costa con la visita de Budi reproduciéndose en mi cabeza y trago saliva al ver a sus acompañantes.

Resulta agobiante, atosigante, terrorífico, me siento pequeña, indefensa, sin voz. Creo haber perdido las cuerdas vocales junto a la edad y en mi vientre viven miles de insectos golpeando contra mi piel y arañandome al andar por ella vuelan desesperados para huir de las estalagmitas de frío metal que punzan hacia arriba. Ni mi yo de quince años ni ese yo presente del que ahora no tengo clara la edad queremos perdernos en las drogas de hospital, no queremos dejar de sentir, no queremos volver a ser un títere sin voluntad, sin ruido, no quiero volver a ser la hija que mi padre tolera.

Siento mis labios arrugarse y una lágrima desesperada correr por mi mejilla, valiente, liderando otras detrás de ella que llevan diecisiete años buscando el camino fuera de mí. Son pocas, suficientes y demasiadas.

Veo a Aharon, a mi lado, confiando en la doctora Geller como un Judas y reflota el sentimiento de traición que Wamai había expulsado de mi sangre sin conocerlo pero en ese momento estoy tan asustada que me basta con que sea una cara amiga, me basta con sea el padre de mis hijos.

- Aharon -lo llamo estirando mis brazos para buscarle, intentando abrazarme a él como Vivian se abrazaba a mi pierna en el túnel del terror de la feria de invierno y con exactamente el mismo mensaje- Por favor, sácame de aquí.

Y si esos gorilas del caído no me lo impedían, me ocultaría en él, ocultaría mis secretos de Geller, mi voz y mis ojos - ¿qué ha pasado? - hablaría a su pecho, solo dentro de ese espacio seguro entre mi cabeza y su cuerpo-.

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19/03/2016, 02:55
Aharon Cohen

Tu marido reacciona a tu llamada acercándose más, sin preocuparse por apartar a la doctora con el mismo brazo con el que después te rodea. Te aprieta contra su pecho y una de sus manos se dirige a tu cabeza mientras que la otra se queda en tu espalda, protegiéndote con ese gesto que puedes ver en tu mente miles de veces, con tus cachorros como destinatarios. 

Notas cómo la doctora se aparta un poco, pero no se marcha. Se queda junto a la cama y, por lo que puedes llegar a atisbar, sólo parece estar esperando a que terminéis el momento para seguir examinándote. 

—Se te cayó el teléfono de la mano, cielo —empieza a relatar Aharon, respondiendo así a tu pregunta. Su voz es un susurro cálido y cercano. Familiar. Te mece con suavidad en un vaivén que conoces bien, es el mismo que tú le entregabas a tus pequeños cuando venían a buscarte con los brazos en alto y las rodillas ensangrentadas—. Estabas como en un trance, te había dado un ataque o algo así. Te movías, pero no reaccionabas, tus ojos estaban abiertos y ni siquiera se te movían las pupilas con la luz. No me respondías, no parecías poder oírme. Pensé... —Y en este momento su voz se quiebra y sus dedos te aprietan contra él, como si temiera perderte si te suelta. —Pensé que te había pasado algo muy malo. Pero ya está, ya pasó. Estás aquí conmigo y te vas a poner bien —termina, sin que quede muy claro si trata de convencerte a ti, o a sí mismo. 

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19/03/2016, 03:15
Dra. Geller

—Podéis iros, ahora ya no os necesitaremos, pero quedaos cerca por si acaso —escuchas a la doctora por detrás de Aharon, probablemente hablando hacia los dos celadores, o enfermeros. 

Lo siguiente que oyes es la puerta, abriéndose y cerrándose de nuevo. Y después la doctora carraspea, interrumpiendo sin mucho tacto el momento entre Aharon y tú.

—Hemos aplazado las pruebas que le quedaban para mañana por la mañana debido a su crisis —dice, hablando hacia Aharon, como si pudiera leer en tus ojos la edad a la que te has visto reducida—. Tal vez lo mejor sería sondarla y atarla a la camilla —añadió entonces, con frialdad, para terminar con una coletilla que ya habías escuchado antes y con la que parecían capaces de justificar cualquier barbaridad en ese lugar—. Por su propia seguridad. 

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19/03/2016, 03:20
Aharon Cohen

Pero Aharon niega con la cabeza. No te ha soltado ni por un instante, pero sientes su movimiento cerca de ti. Niega de nuevo y roza tu frente con sus labios dejando un beso cálido en ella.

—No vamos a atar a nadie. Yo me quedaré con ella toda la noche y me encargaré de que no le pase nada —asegura, con una firmeza y una molestia que demuestran que lo que menciona la doctora es un límite que no está dispuesto a cruzar.

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21/03/2016, 23:56
Milka Bendij

Escondida en Aharon aprieto mis dedos en su camisa hasta llenar mi mano con la tela y expulsar por las frías puntas de mis dedos aquellos escalofríos que se corresponden a mis sollozos caídos en el campo de batalla invisible que se extendía de mi escondite hasta el expuesto y altivo reino de Geller.

La mano de Aharon en mi cabeza me tranquiliza más de lo que cualquier otra mano pálida en ella podría lograr en ese momento. Cierro los ojos y escuchó su voz, al menos al principio, luego encuentro más interesantes sus palabras que creo solo por ser suyas y encuentro en ellas respuestas asemejadas a las de Wamai. - Estuve allí, y estuve aquí -me da pavor la simple idea pero me refugio en su primera afirmación, en la creencia de que tan pronto como dejé caer a Dorian él le recogió, le habló y espantó todos sus miedos.

Cuando aprieta sus dedos en mi, alzo mis ojos para mirar en los suyos pero no encuentro más que su garganta y me conformo con ello- Lo siento muchísimo -despierta mi empatía y empiezo a entender sus acciones y a separar su figura de la de Padre-.

Y entonces ese maldito carraspeo suena como un repique de cadenas desde el mismo infierno y ese grillete que se adentra en mi piel vuelve a molestarme, a agobiarme y a escocerme. Pero no quiero separar mis manos de Aharon siquiera para atender a aquella libélula, así que finjo no haberla oído.

- Trata de ganar tiempo -me veo de pie frente a Budi y junto a la ventana como respuesta a las primeras palabras de la doctora-.

Sin embargo, para las siguientes palabras no estaba ni de lejos preparada y aunque no me sorprenden mi corazón se detiene y mi mano derecha abandona la ropa de mi marido para buscar en el aire la mano que perdí al cruzar la puerta de madera. Pero es él quién vuelve a llenar esa mano con su negativa y el posterior beso en mi frente. - Es un buen hombre, siempre lo ha sido -declaro en mi cabeza con el tono acostumbrado de un mantra y ahora sí me separo un poco, lo mínimo posible para encontrar los ojos y reafirmarme en mi confianza en él frente a Budi.

- Será agradable tener con quién hablar -sonrío a su oferta e ignoro por completo la presencia de la doctora-. Siento haberte asustado, ¿crees que puedes quedarte un poco más? Solos.

Notas de juego

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23/03/2016, 02:38
Aharon Cohen

—Me voy a quedar a tu lado hasta que toda esta locura termine —asegura Aharon, perdiéndose por un momento en tus ojos mientras las arrugas que quedaban en su ceño terminan de alisarse a medida que vas demostrando que estás mejor, hablas y tus pupilas funcionan. 

No llega a soltarte, pero sus ojos se apartan de ti con cierta lentitud dolorosa, como si le costase un esfuerzo hacer ese movimiento hasta llevarlos a la doctora y entonces se dirige a ella.

—Milka ya parece estar mejor. Le agradezco mucho su preocupación y su velocidad, pero si no le van a hacer más pruebas ahora, creo que a ella le vendría bien descansar un poco.

Su tono es solícito y educado al echar a la doctora de tu habitación, pero al mismo tiempo también es firme al no dejar mucho margen para que esa mujer desagradable se oponga. 

Ella te mira, escrutando tu rostro a un par de pasos de distancia, todavía enarbolando esa linterna incómoda en la mano. Parece pensárselo durante unos segundos, pero finalmente asiente con la cabeza y se marcha tras una breve y seca despedida.

En cuanto la puerta se cierra tras ella, Aharon vuelve a dedicarte toda su atención. Sus brazos siguen rodeándote y busca tus ojos con un pequeño respingo, como si hubiera recordado algo de repente.

—Dallas envió un mensaje raro mientras estabas inconsciente —dice, echando un vistazo a la mesilla donde está su teléfono—. Algo de una tal Morgan de Nueva York que quiere venir a verte. No lo leí con mucha atención porque estaba preocupado, pero cuando te sientas mejor te lo enseño. A lo mejor es algo importante.

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01/04/2016, 08:42
Milka Bendij

Con las palabras de Aharon elevo una pequeña suplica y rezo al cielo para que permita que sean ciertas. Me miento a mí misma diciéndome que no sé cuantas veces le he apartado de mí, y agradezco que su cabeza no sea como la mía, en ese momento sus brazos son un alivio y realmente deseo quedarme en ellos hasta que el tumor desaparezca.

Mi corazón sigue teñido con el amargo de la traición pero es más la culpabilidad que siento por mantenerle en esa situación.

Aparta su mirada para echar a la doctora Geller y entiendo su dolor por mis recuerdos. Es un dolor que me asusta y que despierta un escalofrío que recorre toda mi espalda. Veo en ese gesto el fantasma de un miedo, veo a mi madre tras mi tercer cumpleaños y mis manos se cierran en busca de mis muñecas barbie.

No encuentro palabras que quieran quedarse en mis labios lo suficiente como para ser pronunciadas, así que tras la despedida de Geller tan solo muevo los labios asegurándome que todavía sé usarlos. Ellos sé mueven y dejan patente que mi falta de voz es culpa de algo más interno y menos físico. Siento nervios en mi estómago enredarse hasta formar un nudo y, a la vez, cierran mi cuello. Hasta que Aharon encuentra una llave.

Oír el nombre de Dallas me hace sonreír y el recuerdo de Wamai vuelve a mí tirado por hilo de familiaridad. Sigo los ojos de Aharon por inercia, como si ellos fueran los mensajeros y perderlos me impidiera seguir escuchándole. Y, en cierto modo, es así, siempre lo ha sido.

Parpadeo ante el nombre de Morgan y ante su origen - De nueva york, como Dallas- me extraño rompiendo la idea de que Dallas era la única americana del mundo-. Se conocen. ¿Se conocían? ¿Y si me habló de ella? ¿y si Budi es un recuerdo desubicado? ¿y si realmente mi cerebro está roto? - Necesito verla -anuncio y aprovecho mi voz para apartarme un poco de él, lo justo para salir de esa protección que adoro y me hace odiarme- Aharon, - busco su mano con las mías- tengo que contarte algo, y necesito que me creas. Pero déjame ver ese mensaje antes, y no te vayas-insisto por más que me haya asegurado hasta cinco veces que se queda.

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02/04/2016, 04:23
Aharon Cohen

Aharon parece aceptar tu parpadeo como una confirmación de que sabes de quien se trata y sin soltarte estira la mano para alcanzar el teléfono. 

Te lo tiende y cuando lo coges entre tus manos puedes ver que tiene una pequeña grieta en una esquina que no está en tus recuerdos. Tu mente la registra y archiva para visualizarla de nuevo en cualquier momento futuro y compruebas que a pesar de eso el aparato parece funcionar con normalidad. La pantalla se enciende y no tardas en llegar al buzón de entrada donde puedes leer un mensaje de Dallas que resulta más frío de lo que sabes que sería si fuese tu teléfono el que tuvieras entre las manos.

Aharon, acabo de dejar a los niños en casa de tu madre. Ahora estoy yendo a vuestra casa a por unas cosas que me pidió Milka. Oye, me ha hablado una chica por Facebook, Morgan Laurent, de Nueva York. Dice que conoce a Milka de hace años y que estaba pensando en ir a visitaros. Dijo que Budi y Annabelle habían ido a visitarla y Budi le dio la idea de ir a veros o algo así. Quiere que la llame cuanto antes, su teléfono es: 645-995-534.

Mientras lees Aharon acaricia tus cabellos con una mano, mientras que la otra continúa rodeándote y sosteniendo tu espalda. 

No me voy a ir —repite una vez más con su paciencia infinita—. Haré todo lo posible porque dejen entrar a Dallas, Milka. 

Entonces baja la mirada al teléfono y luego te mira a ti con una ligera curiosidad.

—¿Conoces a esa gente entonces? 

Notas que hay más preguntas que esa, pero su mirada es como un libro abierto para ti y te das cuenta de que no quiere indagar más por si esas personas tienen algo que ver con tu pasado. Con Adam.

Notas de juego

Bichi, Dallas no es de Nueva York, es de Nevada.

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05/04/2016, 14:37
Milka Bendij

Cuando Aharon me da el teléfono, y mis manos cambian el calor de las suyas por el frío del aparato, mis dedos buscan aquella posición en la que habían llegado a Avenue Mbagazi, El cafetal; a poco mas de un día y una noche del charco envenenado, Magadi, Kenya, como si al encontrarla pudiera volver a Dorian o a Wamai. Pero no llego a imitar la posición por miedo o cautela y, en su lugar, retiro los dedos para dejar sitio a la otra mano y sostengo el teléfono entonces con ambas, mientras mis ojos recorren la pantalla hasta llegar a la grieta del extremo y en una asociación de pensamientos conduzco la mirada de esa grieta a la vía que me retiene en el hospital del Diablo y me planteo y figuro si realmente va a ser doloroso o peligroso arrancármela. Toda conclusión es que el precio de la libertad jamás es tan bajo como la mera penitencia de un dolor en el brazo.

- Lo siento -miro a Aharon y estiro uno de mis dedos para palpar la grieta-. Te lo arreglaré -prometo regresando inmediatamente a la pantalla para acceder al mensaje de Dallas-.

Leo el mensaje con cada partícula de mi ser puesta en él y no me resulta difícil encontrar escenas de la abuela Judith recogiendo a sus nietos y desaprobándome con los ojos como madre y paridera; mis labios se abren y mis pulmones empiezan a tomar aire preparándome para un suspiro que me ayude a sobrellevar esa mirada que quizás Dallas reciba por mi, convertida en mi representante y en su mensajera.

El aire tomado se escapa con la siguiente frase del mensaje, lenta y sutilmente y mis labios sonríen brevemente a la constancia de Dallas en mi vida. Sé que si un día muero, una parte de mi alma viajará del cielo a ella, para crear otra vida que siga recorriendo su camino, como sé que Helma está en mis hijos.

Y así como Dallas me había robado un suspiro, los siguientes nombres contienen mi aliento y aceleran mi pulso.

Mis pupilas se dilatan ante esas letras que jamás, ni siquiera leídas en ese orden, han significado tanto para mí; siento de nuevo la sorpresa y familiaridad que sentí al ver a Budi junto a la ventana y, en ese momento, mis ojos reflejan la tristeza reconocida en los suyos mezclada con la alegría de tener la razón completa y por encima de Geller. Mi cerebro es extraño, siempre lo ha sido, pero es mío.

Empiezo a marcar el número de Morgan 6-4 y entonces miro a Aharon mientras mis dedos siguen moviéndose sobre el teclado -5-.

Le sonrío y asiento a su pregunta -9-9-5-.
- ¿Puedo llamarla? Intentaré que no se me caiga el teléfono -prometo en serio-. Es...es de lo que quería hablarte - -5-3- siento los latidos del corazón en el cuello y mis manos temblar como las de un músico antes de alzarse el telón -,Morgan Laurent es la respuesta a mis plegarias - marco el último número -4 y me humedezco los labios -. Es una promesa que debo cumplir - desplazo el pulgar hacia la tecla de llamada sin presionarla-. ¿Confías en mí? - le miro a los ojos con súplica llevando aquella pregunta más allá a la confianza que puede o no entregarme, sino exponiendo mi necesidad de su bendición a mi próxima huida que rezo para que Dios la convierta en unas apresuradas vacaciones familiares.

Notas de juego

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06/04/2016, 01:20
Aharon Cohen

Aharon se encoge de hombros con tu mención a la grieta del teléfono. No necesita ponerlo en voz alta para que percibas en toda su postura y en la mirada con la que sus ojos te acarician que esa es la menor de sus preocupaciones ahora mismo. Te contempla mientras lees, estudiando tus expresiones como un ángel guardián que velase para protegerte del mundo exterior y por un instante esas palabras que parecen un mantra de aquel hospital te pasan por la mente. «Por tu propia seguridad».

Cuando recibe tu mirada y tu sonrisa, te la devuelve automáticamente mientras asiente con la cabeza.

—Por supuesto. Puedes llamar a quien quieras. Pero quédate tumbada, ¿vale? —pide, desviando sus ojos durante un momento hacia la ventana junto a la que te encontrabas cuando visitaste a Wamai—. Por si acaso. Y si van a venir de visita tus amigos, diles que se queden en casa. Si quieres. 

Con tu pregunta busca de nuevo tu mirada y sus ojos parecen tener un brillo más tranquilo, como si la vitalidad de tu nerviosismo le inyectase a él el alivio que necesita. Asiente y te aprieta contra su cuerpo, acercando los labios a tu frente otra vez. 

—Claro que confío en ti, cielo —su susurro se enreda en tus cabellos de camino a tu oído, rodeándote de una sensación cálida y familiar que dura hasta que empieza a separarse de ti. 

Se levanta y es él quien se acerca a la ventana, tal vez para darte esa sensación de falsa intimidad en tu llamada, o quizás para aliviar el temor a que sea el teléfono el que se llevase antes tu consciencia. 

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06/04/2016, 01:47
Teléfono

El teléfono da señal cuando lo llevas a tu oreja y después guarda ese silencio que debería ir seguido por un tono y luego otro más. Sin embargo, es la voz metálica e inerte de un mensaje grabado la que te responde con frialdad.

—Lamentamos comunicarle que el número al que usted llama no existe. —Pasan dos segundos de silencio y el mensaje se repite. —Lamentamos comunicarle que el número al que usted llama no existe. —Y de nuevo el silencio antes de que tres pitidos te indiquen que la llamada se ha cortado.

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06/04/2016, 19:33
Milka Bendij

Mis dedos recorren el teclado con más libertad cuando sé que Aharon está conforme con mi llamada, siento abusar de su teléfono, como sé que ese teléfono en mis sentimientos no es más que el tótem de su dueño, ahora más preciso que nunca. Y, al mismo tiempo, temo hacer la llamada incorrecta por más que mi corazón la exija y mi esperanza la requiera. Una punzada de dolor atraviesa mi pecho hasta clavarse en mi corazón al no reconocer en la pantalla un teléfono cercano a mis hijos, pero sé que pronto podré traerles yo misma mis palabras.

No respondo a la petición de Aharon, mis ojos están dentro de mis recuerdos, siguen con Budi, sigo escuchando de su voz esos dos nombres que también aparecen en la pantalla y me pregunto si Morgan Laurent ha querido abreviar, crear un significado con esos nombres para mi, o si realmente Annabelle me ha visitado sin tocarme el alma aunque sí lo hizo cariño infinito de Budi por ese nombre que regresa a mi recuerdo cada vez que lo leo.

Sonrío a su oferta para con mis supuestos amigos y mi mano engrilletada me cruza para buscar la suya y apretarla en un gesto que habla por mí, que agradece más que acepta.

Con el numero marcado encuentro los ojos de mi marido en calma justo cuando más la necesito, así que me tomo un par de segundos en ellos hasta que sus labios en mi frente me obligan a cerrar los ojos y sentir sucesivamente al menos cuatro labios distintos presionar mi frente. Una inmensa añoranza se apodera de mi, y mi corazón reescribe sus latidos para mi madre; con ella por guía todo parece haber sido recorrido antes, desempolva mi valor y reduce la molestia del metal en mi vena.

—Significa mucho para mí —respondo a su susurro elevando el teléfono a mi oreja y es entonces cuando vuelve a romper su promesa y se aleja de mi lado—. No —dejo la palabra suspendida en el aire igual que mi mano izquierda que sigue buscando la suya en ese punto en que segundos antes la había encontrado. Rompo la protesta por su marcha pues imagino que también aprecia su propia intimidad—.

Presto atención al silencio y escucho los tonos que le siguen en mi cabeza, como si se tratase de un fantasma de la ausencia presente y cuando los reales son sustituidos por un mensaje que solo podía provenir del mismo infierno en el que forjaron los tochos de este hospital, mis ojos se abren con sorpresa, mi mano vuelve a hacer descender el teléfono y mi mente se empeña en sobreponer la imagen del mensaje con la de la pantalla actual. No ha habido error en los números*, ni mi enfermedad ni mis dedos me han traicionado, y, en cambio, Morgan Laurent no parece más que una amarga decepción que empieza en mi garganta y tiñe mis pulmones. Pierdo a mi madre una vez más cuando el corazón se detiene para esconderse dentro de sí mismo como si buscara arrugarse como una pasa, dejo de encararme al teléfono y lo abandono a un lado para hacer frente con ambas manos a la fuerte ansiedad que me estrangula desde dentro, palpo el bajo de mi cuello presionando mis yemas con fuerza en busca de una entrada que me permita arrancarme de dentro ese sentimiento con el que jamás he sabido lidiar y mis ojos empiezan a humedecerse desesperados por la mentira que puede ocultar ese mensaje sin alma.

Empiezo a asustarme, empiezo a creer que he prometido en balde y vuelvo a huir aunque esta vez no me mueva del sitio. Busco a Aharon con la decepción pintada en mi rostro y el miedo en la rojez de mis ojos Lamentamos comunicarle que el número al que usted llama no existe —repito las palabras de alguna mujer informatizada para él, a modo informativo y muestra de lo que está pasando por mi cabeza—. Vámonos a casa, por favor —suplico y rezo por el último resquicio dónde puedo encontrarme con mi cordura—.

Dallas la ha visto, tiene que ser real. Conoce a Budi, y él sabía que vendría. No puedo imaginarme el futuro. Tiene que ser real. Tiene que ser real — centro mi respiración . Aharon, lo que me pasa no se arregla con cirugía —le busco—. Ha sido Dios.

Notas de juego

* creo

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09/04/2016, 01:40
Aharon Cohen

Mientras ese frío mensaje metálico se clava en tu memoria, los ojos de Aharon se enfocan hacia el exterior a través de la ventana. Y sin embargo, puedes sentir su mirada sobre ti, protegiéndote en el reflejo del cristal. No hay ningún error en los números que has marcado, cada uno de ellos coincide a la perfección con la imagen del mensaje en tu mente, pero también lo hacen si vuelves a comparar el mensaje directamente ante tus ojos. 

Tu marido empieza a girarse un instante antes de que hables, como si hubiera detectado el cambio en tu postura o quizá la decepción en tu rostro. Te mira serio y empieza a caminar hacia ti, deshaciendo el camino que antes recorrió. Una, dos, tres zancadas. Y ya está de nuevo a tu lado, estirando una mano para pedirte el teléfono con ese gesto.

—¿Me dejas ver? —pide, como si necesitase comprobar que has sido capaz de marcar el número de forma correcta en tu estado.

Aunque no llega a contemplar la pantalla más de dos segundos, pues con tus siguientes palabras su mirada se levanta de ella y sus ojos se clavan en los tuyos al mismo tiempo que se van tiñendo de una tristeza profunda. Su otra mano busca la tuya para apretarla con suavidad.

—No podemos irnos, cielo —dice, con una determinación cargada de culpabilidad y dolor—. Me da igual si ha sido Dios —agrega, con un leve tono de desafío hacia sus propias creencias que hace temblar su voz—. No vamos a rendirnos. Si existe una posibilidad, vamos a aferrarnos a ella y lucharemos, Milka. 

Tal vez es precisamente esa culpabilidad la que hace que al pronunciar tu nombre este se le ahogue un poco en la garganta, al mismo tiempo que su mirada baja una vez más y contempla el teléfono en su mano. Frunce el ceño entonces y su dedo pulgar se mueve por la pantalla, cambiando a la aplicación de mensajería para después volver a la llamadas. Conoces su expresión, puedes rememorar con facilidad la forma en que brillan sus ojos cuando recibe una iluminación que soluciona un problema.

—No has puesto el prefijo —te dice entonces, volviendo a mirarte a ti—. Es otro país, hay que poner algo delante... Déjame que busque en google cuál corresponde a Nueva York. 

Tarda algunos segundos en encontrarlo y cuando lo hace es él mismo el que marca el número completo, con un largo prefijo que se guarda en tu memoria en cuanto lo ves: «00+1+212», antes de ofrecerte el teléfono, que ahora sí da tono como debería haber hecho desde el principio.

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12/04/2016, 19:25
Milka Bendij

Al sentir a Aharon a mi lado, le dejo tomar el teléfono y se lo entrego en el mismo gesto. Quizás él pueda arreglar lo que sea que va mal con el destino, no sería la primera vez.

Mis manos se quedan suspendidas en el punto de entrega, conservando la posición para sostener un teléfono tan fantasma como la esperanza que traía, pero mi mirada no pierde detalle de lo que Aharon hace y cuando sus ojos vienen a mí con esa tristeza merecida y sus palabras salen cargadas de culpabilidad de mercadillo suspiro enfadada y dejo que lea el exacto momento en que se quiebra mi alma cuando reniega de Dios.

Mis pupilas se dilata con sus palabras - Él no quería decir eso. -me apresuro a retractarle para el cielo mientras mis ojos se clavan en los suyos suplicándole que haga lo mismo y riñéndole por su atrevimiento, más después de lo de Adam.

Agacho la mirada con él, pero no la sigo a ella, sino a su rostro, busco cualquier indicio que se asemeje a una discusión ya perdida por él pero me pierdo en el brillo de su iluminación y en la seguridad que se apareja en mi mente a sus soluciones. - No he puesto el prefijo...- repito sin vida porqué realmente no le estoy escuchando activamente, o cuanto menos no con los oídos.

Me mira y respiro aliviada de que el cielo no se haya oscurecido con nubes de tormenta. Mientras busca en google mi pulso se acelera, humedezco mis labios y respiro a conciencia de que estoy reteniendo unas palabras que me queman dentro y aun así me muevo de excusa a excusa para no pronunciarlas.

Marca el teléfono y a medida que los últimos números se acercan mis manos buscan el extremo de mis cabellos y empiezo a trenzar y destrenzar los dos últimos dedos de ellos.

Dejo la búsqueda de trenza más lamentable de la historia para tomar el teléfono en cuanto me lo ofrece con la mano izquierda por más que ello vaya a hacer evidente la vía en mis gestos y con la otra mano intento pescarle para que se quede, para que oiga a Morgan Laurent, para asegurarme que no sueño.

Si no le perdido en la ventana, entrelazo mis dedos con los suyos, le creo mi ancla, la única isla de ese infierno y la realidad vieja y conocida.
Los nervios y la necesidad de haber cometido un error hacen que mis mejillas se sonrojen a la espera de una respuesta al otro lado de la línea.

Notas de juego

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13/04/2016, 01:38
Narrador

Aharon parece dispuesto a levantarse de nuevo y dejarte intimidad, pero cuando tu mano se extiende hacia él detiene de inmediato ese movimiento que no había llegado a comenzar para posar su peso con más firmeza en la silla. Desde ahí te mira y asiente, confirmando con ese gesto que ha entendido tu petición muda y que se va a quedar ahí. 

Su mano toma la tuya y la coloca sobre la palma, para taparla después con la otra, como si quisiera arroparte con ese gesto. Y mientras esperas un tono y dos y tres, él empieza a acariciar tus dedos con los suyos con un cariño infinito. 

Cuando el cuarto tono se interrumpe tu aliento lo hace al unísono y durante ese tiempo eterno de silencio que no dura más que una exhalación cientos de momentos similares pasan por tu mente, uno tras otro. 

—¿Diga? —dice finalmente una voz femenina y grave, de fumadora, cuyo timbre no está registrado en tu memoria, en inglés. 

Es apenas un pestañeo lo que tardas en notar el cambio. Estás en el hospital, sentada en la camilla y vestida con el camisón blanco y fino que tanto te avergüenza, sintiendo cómo tu marido te sostiene la mano, pero de repente estás también en lo que parece la cocina de un apartamento, pulcra y recogida. 

No necesitas escucharla de nuevo para saber que ha sido la voz de esa mujer que tienes delante la que ha tirado de ese hilo de tu pecho para unirlo al suyo. Y ella está y no está contigo en esos dos lugares al mismo tiempo.

 

 

Es una chica de unos treinta años y puedes percibir en su mirada la misma sorpresa que tú sientes, el mismo desdoblamiento. Está sentada en la encimera de la cocina y puedes intuir de una forma que no sabrías explicar que esa no es su casa, aunque se siente cómoda en ella. Los sonidos más allá de la puerta parecen indicar, además, que no está sola. 

Su pelo es castaño y oscuro, y está cortado sólo un poco por debajo de los hombros. Lo lleva suelto y va vestida con ropa informal. En su brazo, cerca del hombro, una venda rodea su piel, y puedes sentir una punzada de dolor viniendo del mismo lugar en tu propio cuerpo. Sus ojos claros tienen un visible contorno de maquillaje, pero el resto de su rostro parece bastante natural. Además sus pupilas parecen cargadas de preguntas sin respuesta, de incertidumbre y de preocupación. De emociones contenidas y contradictorias, que acarician las tuyas a contrapelo.

Y en el momento en que vuestras pupilas se encuentran de nuevo sientes esa emoción familiar, como si acabaseis de conectar y siempre os hubierais conocido. Nunca la has visto, pero tu confianza en ella es tan grande que sabes que podrías confiarle cualquier cosa. Ese hilo invisible parece atarse una vez más, uniéndoos de una forma que tu mente no puede explicar, pero que sientes de una forma tan cierta como que lo tienes delante. 

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13/04/2016, 15:03
Milka Bendij

Escucho los tonos de llamada tan idénticos y equidistantes que todos ellos parecen fusionarse en uno, un primer y único tono que repetido hasta la saciedad en mi cabeza.

Mi pulso discrepa consigo mismo entre la tranquilidad del cosquilleo que empieza en las caricias de Aharon y escala mi brazo con calidez y la agitación del nerviosismo que inyecta en mi ese tono de llamada hecho eco. Y como resultado mi corazón bombea en arritmia, olvidadizo de las melodías aprendidas hasta que el recuerdo del presente se corta y sé que no hay vuelta atrás.

Mi espalda abandona la almohada en la que me habían enclavado para incorporarme por completo, como si mi espalda recta fuera capaz de prestar mayor atención y de comprender más allá de lo que la comodidad permite. Con esa primera palabra mis ojos se abren en pánico escénico y buscan a mi apuntador con la prisa del qué digo.

- Soy Milka Bendij -anuncio en inglés y sonrío a Aharon con más calma- ¿Hablo con Morgan Laurent? - pregunto abandonando la visión de mi marido para pasear los ojos por una cocina ajena hasta llegar a ella-. Hi -respiro-.

Muevo mi mano derecha para enlazarme a Aharon, no puedo irme ahora, no en consciencia, no puedo volver a dejar caer el teléfono. Siento el dolor en el brazo, o en el hombro, o en toda la zona, una punzada a la que me empeño a ganar y, en consecuencia, aprieto el aparato contra mi oído por más que estoy segura que no lo necesito, la tengo delante, y estoy a su lado, sentadas en cama y cocina, tan oportuno como irónico que con esa misma visión invertida empezara todo y que con esa misma visión quiera creer que va a sacarme de esta.

Es extraño como esa mujer me hace bailar de mi mundo al suyo, perder y recuperar la mano de Aharon a la vez que pierdo y recupero el frío y la rigidez de su encimera bajo mi palma. Esa misma encimera que no es suya y ni siquiera sé porqué lo sé pero que siento tan cómoda como si fuera la de mi propia casa.

Veo la confusión en sus ojos, la entiendo y la comparto, sonrío desde su lado en la calidez de su cocina y busco sus ojos a los pies de mi cama con complicidad. Algo la inquieta e inquieta mi pecho, y ese dolor punzante cerca del hombro se vuelve mi inquietud.

- Chocolate y malvaviscos -pienso alargando mis ojos a los armarios de esa cocina - y un toque de canela- aprieto la mano de Aharon pero siento la de Adam y solo ese gesto me vale para archivar mi asombro y volver a hablar - Dios bendito...Gracias por existir -desplazo mis ojos a su vendaje a un lado y al frente de mi- ¿Estás bien? -pregunto por toda su historia.

Notas de juego

Editado, creo que ahora está mejor, si es una putada, nada.