Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 0: Resonancia (Ruth)

Cargando editor
04/12/2015, 10:20
Ruth Williams

Inclino la cabeza, imbuida en aquella burbuja que me calmaba y me hacía sentir bien. Más que bien, puesto que el enfado había desaparecido... Al igual que la preocupación. La supuesta enfermedad que me embargaba era secundaria en este momento, de hecho mi leve ataque hipocondríaco no llega a más por este encuentro. 

¿Encuentro? Es como una comunión... ¿Le conozco? No, pero sí...
Otra cosa que no puedo explicar con palabras y esta vez porque realmente no es explicable.

Miro su sonrisa perlada que corresponde a la mía. Me alegraba, no comprendía por qué. Mi mente no me dejaba tampoco pensar como para razonar aquello. Pero de haberlo hecho la primera palabra que hubiera pasado por mi cabeza sería amor, uno que nunca había conocido, pero en realidad querría decir comprensión, otra cosa que tampoco llegaba a alcanzar con nadie. No, la comprensión era algo fuera de mi alcance con los que me rodeaban, ni Dan que lo intentaba me comprendía, aunque me aceptaba.

¿Soy yo? Siempre lo he sido.

-Soy yo...- confirmo, de forma estúpida. -Y tú...- no me salen las palabras y trago saliva, es nerviosismo lo que siento. ¿Qué debía preguntarle a alguien conocido y desconocido al mismo tiempo? Estaba completamente bloqueada, cosas de no ser precisamente muy ducha en palabras.

Cargando editor
06/12/2015, 18:23
Wamai Saád ú

Wamai Saád ú - me llevo una mano abierta al centro del pecho. Ella es ella. Yo soy yo. Pudiéramos parecer uno. Siento que la desconocida pero brillante mujer blanca está en su lugar. La veo, tal vez... igual de sorprendida de este extraño trance.Recojo mis manos, veo sus ropas, la relaciono con mis 2 últimos soles, mis visiones. Es inquietante, pero la sensación de cercanía con ella no me deja perder una pequeña sonrisa. Todo está bien.

Por un momento, me giro levemente y lanzo un despistado vistazo atrás. Busco el imposible camino por el que acabo de llegar hasta aquí. Jambo hili haliwezekani. Niego sonriendo con la mirada perdida en todo lo que me rodea, y vuelvo mi gesto hacia ella... ¿quien eres? ...me pregunto – ¿pero... como? - le pregunto - ¿Qué es este lugar? - La ilusión me recorre como si tuviese 3 colonias de hormigas rojas en lugar de sangre. El mar es grande, incruzable para ñus, y todo me parece raramente ideal. Sobrepasa lo que uno puede saber de cosas ocultas. Lo llamaría magia roja, si no pareciese una evocación infra-espiritual en medio de uno de esos anuncios de vacaciones que solo pueden verse por pantallas.

Pero ahora mismo, mi atención real, se intenta centrar en ella. Cual... - ¿Cual es tu nombre? - busco su mirada nuevamente - ¿Haces tu... esto? - ¿me trajo ella hasta aquí? No puedo evitar preguntarme si Wawa... camina durmiendo.

Quizá... ¿lo hago yo?

Cargando editor
11/12/2015, 22:34
Ruth Williams

¿Wamai? ¿Su nombre? 

Quizás me iba a costar recordar un nombre tan singular, o puede que por ello y por el acontecimiento nunca lo olvidara. Mira alrededor, tratando de ubicarse, pero ni yo conseguía hacerlo en "esto" porque para mí no tenía más palabras lo que estaba viviendo ahora mismo.

¿Cómo? No sé...

-Mi casa... No... Otra cosa- no estaba frente al portal de mi casa, no del todo y al mismo tiempo sí. -Soy Ruth- mi mano señala mi pecho, como él hizo al pronunciar su nombre. Parpadeo un par de veces antes de comprender que es cierto, le conozco pero al mismo tiempo es un desconocido. Es la primera vez que lo veo, aunque no es la primera vez que tengo alucinaciones como esta. Las otras dos veces la sensación fue tan angustiosa que tuve que huir... O guardarme lo que sentía, como un grito de angustia ahogado en mi interior. Pero esta vez es diferente. Siento alegría y paz al mismo tiempo, sintonía.

Miro extrañada a Wamai por su pregunta. -¿Hacer qué? ¿Por qué estás aquí...?- digo tratando de satisfacer mi curiosidad, saber el porqué quizás me ayudaría a entender también las otras visiones. Entender que no es una enfermedad lo que tengo, que puede que... Un momento... -¿Estás muerto? ¿Es eso? ¿Eres un fantasma que busca mi ayuda?

Cargando editor
12/12/2015, 01:25
Narrador

La voz de aquel hombre suena de alguna forma dentro de tu cabeza, reverberando por dentro y llenándote de una manera que no habías conocido antes. Su pronunciación es más clara que la de la mayoría de la gente que conoces, y a pesar de su aparente origen extranjero parece hablar un inglés tan de la zona como si fuera un nativo.

En la distancia las olas del mar siguen deshaciéndose contra la arena, y el aroma del salitre está presente en tus fosas nasales con más fuerza que de costumbre. Mientras tanto, a vuestro alrededor, la gente parece continuar con su vida. Aún así no se te escapan las curiosas miradas ocasionales de algunas de las personas que pasan por allí. Sus pupilas se dirigen hacia ti entre interrogativas e insidiosas, pero nadie llega a romper aquel momento acercándose para hablaros directamente.

Cargando editor
13/12/2015, 11:22
Wamai Saád ú

Escucho a la brillante mujer. Su casa, me dice. Veo sus gestos, me sigue. Ella es Ruth, y está es su mundo... ¿que significa Ruth? No lo sé, pero tampoco la interrumpo. No se si debo agarrarle las manos y sonreir largamente durante unos segundos cuando escucho su nombre. Me hace sentir bien, pero aun así... sus respuestas son un poco confusas para mi mente, así como sus preguntas, no se responder - No, yo... no... no lo sé – me rasco la nuca - Al verte, pensé que tu hacías... esto – doy vueltas al indice, refiriendome a todo, la arena, la playa, las personas, el cielo, el mar - Mis visiones... -.

Yo he venido, pero... – no! o si...tampoco lo sé ahora, y no llego a terminar mi frase incial, aunque la completo de otro modo – También pensé que me habías traído tú - Tengo dificiles pensares sobre esta extraña magia que vivo, pero la palabra muerto me deja un cuerpo extraño – Y no, no – niego varias veces con inquietud, dejando mi boca en un pequeño circulo casi cerrado – Wamai no terminó su ciclo, aun no – Creo, o eso espero, no lo tanteo... se me escapa una pequeña risa nerviosa mirando al rededor, y señalo con el pulgar a mi espalda casi en acto reflejo. Sé que vine de ahí atrás, sabiendo que mi lugar no está ahí atrás, ahora. Y miro hacia atrás, entonces... ¿Jimiyu?

Cierro los parpados con fuerza durante un segundo, los abro, pero sigo aquí. La gente viene y va, la observan a ella.

Vuelvo mis ojos a Ruth. El aire que respiro me dice que esto es real, lo huelo, lo escucho, y lo siento, pero es que no lo entiendo aun - ¿Donde estamos? ¿Como se llama este sitio? - entrecierro los parpados mirando el mar nuevamente, y me acerco agachándome hasta la arena, observo lo diferente. Si no fuera por su alta presencia, y su azul mirada... estaría asustado. Por algún motivo no llego a estarlo, pero aun así... ¿Wamai esta muerto?

Cargando editor
14/12/2015, 09:36
Ruth Williams

Siento como su voz calienta mi cuerpo, lo calma y lo llena de gracia. Todo es demasiado místico y espiritual, hasta para mí, no lo comprendo y no quiero que cese. Habla un inglés perfecto, pero en el fondo sé que no es así… Y con todo, yo le comprendo. Le entiendo a unos niveles que son inexplicables.

Inspiro el aroma del mar, que siempre me ha calmado y que él parece haber traído expresamente para que lo haga de nuevo. No sabía si era un fantasma o una visión, pero era una agradable.  Frunzo el ceño cuando dice que hago “esto”, no sé qué significa “esto”. ¿Las visiones? ¿Habrá visto las mismas cosas que yo?

-¿Visiones? No… ¿Qué has visto? -¿cuánto tiempo se quedaría conmigo? ¿Podríamos hablar largo y tendido? ¿O se iba a esfumar como si nada? Mi corazón se acongoja de pensar en ello, no quería que se fuera, quería que se quedara conmigo todo el tiempo que hiciera falta. ¿Para siempre? Era probable.

Asiento cuando dice que no terminó su ciclo, comprendiendo que no está muerto… Pero eso no hace sino cuestionarme más cosas. Si está vivo, tiene visiones y habla conmigo… -¿Y yo estoy muerta?- o comunicándome con otra dimensión, planeta o puta galaxia. Wamai podía hasta venir del futuro a estas alturas.

-Es mi casa… Tamarama- soy consciente de que mucha gente nos rodea, pero al mismo tiempo me considera ajena a lo que hagan. Pueden pararse, mirar y hablarme, que mi interés no está en ellos. Mis ojos solo captan la bronceada piel de Wamai, su sonrisa y su tacto tras haber rozado su mano.

Cargando editor
15/12/2015, 12:56
Wamai Saád ú

Agarro un puñado de arena con una mano, la aprieto dejando que se deslice por la misma y sacudo mi palma cuando Ruth pregunta. ¿Que he visto? Me pongo derecho. Mas bien, que estoy viendo: mar - Esto – insisto con mi "esto", y elevo las palmas hasta poco mas que por encima de mi cintura. Todo es increíble.

Yo... – arqueo una ceja -...vi otra mujer blanca, ayer, casi como tú... fue rápido – Uno no entiende porqué mujeres blancas... pero, si no rareza, la dicha me despertó curiosidad – No estaba en su lugar, si no... en el mio – me vuelvo a llevar una mano al pecho y ojeo mi actual entorno... - Como yo, ahora, pero... diferente difícil de explicar, entrecierro un ojo mientras pienso. Acto seguido, abro mis manos en gesto de explosión, boom. Repito el gesto un par de veces, me llevo un indice al oído, y señalo el mismísimo cielo después - ¿Ruth también ve cosas? ¿escucha cosas? - pregunto, mientras ojeo de reojo como la gente pasa.

Y no sé que responder ante su extraña cuestión, al principio... ¿Muerta? ...pero cuando noto que roza mi mano, se me escapan las palabras - A mi, me parece que vives - y aprieto una sonrisa ante la hembra de mar. Como todo y nada, uno no sabe donde, ni como... quizá dentro de mi cabeza, hasta mi alma, pero aquí, con Ruth, no se respira muerte... si no algo mas que vida. Esto se llama Tamarama, y no lo había escuchado jamas.

Cargando editor
16/12/2015, 07:38
Ruth Williams

Parpadeo perpleja cuando dice que ha visto esto, es como si él fuera una visión divina, no como si yo le hubiera hecho venir. Y en verdad era una visión divina, al menos a mí me hacía sentir como debían sentirse los creyentes ante una aparición mariana. O al menos los creyentes que iban más allá de he visto a Jesús en mi tostada untada de mantequilla esta mañana.

Asiento cuando dice que vio a otra mujer blanca, recordando el agónico recuerdo de la mujer que vi morir en mi taller y al mismo tiempo en otro lugar. ¿Habría visto él eso? ¿Sería esa mujer blanca de la que hablaba? Luego el resto que dice es comprendido de alguna forma por mi corazón, aunque mi cerebro no procesaba el lío de palabras.

-Estaba en tu lugar... En tu casa... ¿Tú dónde estás?- ¿podría haber visto a la mujer morir?. -Y la mujer blanca... ¿murió ella?- era horrible tratar de explicarle algo que no conseguía explicar, tanto los rasgos de aquella mujer, como la dicha que sentí al principio y que luego se tornó en una angustia que me oprimía el pecho.

Asiento su cuestión sobre si veo cosas. -A ti te veo... Y esta mañana vi... Y ayer también... Veo cosas- confirmo al mismo tiempo que un escalofrío recorre mi espalda. Me sentía como esa morena tonta que salía en la serie "entre fantasmas", pero yo al parecer no veía fantasmas... ¿o sí? Bueno, al menos mis pechos eran naturales y yo sabía actuar con lógica.

-Si ambos estamos vivos... Entonces no comprendo nada- resoplo frustrada, en un alarde de sinceridad. Si no veía cosas porque me había convertido en una especie de medium, no sabía bien qué estaba pasando aquí. ¿Y cuánto se quedaría Wamai conmigo? ¿Podría quedarse en mi casa? ¿Entrar? ¿Conocer a mis padres y a Dan?

Cargando editor
17/12/2015, 05:09
Wamai Saád ú

En el campo, fue en el campo... – mi lugar, me sobo la nuca llevando mi mirada al suelo, y la elevo de nuevo hasta sus ojos - ...en Nairobi. Mi casa. – Mi sabana Africana, madre tierra. No pierdo mi propio halo de equilibrio, ni el que me ata a este extraño mundo que me acerca a ella, a Ruth, me gusta su voz. Pero el tema de la mujer blanca sin nombre... me tiene en vilo de respuestas. Mi experiencia fue un corto parpadeo de sensaciones que no podría explicar del todo bien, con lo cual... escucho las olas, y sigo sin saber que responder – Tampoco lo sé...- digo negando, esta hembra va a terminar pensando que uno no sabe ni de que color lleva los calcetines. Entrecierro los ojos por un segundo... recordando algún flash - Su mirada quería hablarme... – le comento en tono suave, no fue una visión desagradable, en principio, pero... - Oí un disparó, salpicó el rojo... y terminó – Fue agridulce. Quizá la respuesta debiera ser... SI, la mujer blanca muere en mi visión. Pero... ¿como saberlo, realmente?... - ¿realmente? -

Ruth no provoca esto, puedo entender su expresión confusa, está igual que yo, uno ante el otro, pero mejor situada. ¿Que es “esto”, pues? ¿Que está pasando con Wamai? ¿Por qué Ruth? ¿Tamarama?

Wamai tampoco comprende – Le sigo, sé algunas cosas de trances, historias de oídas... pero mi estado lleva duda, algún principio de miedo, por curiosidad, aunque la suficiente confianza en ella como para no guardarme preguntas -¿Deberíamos estarlo? -  ¿muertos?, le pregunto tras verla resoplar. ¿Uno de los 2? ¿Yo? 

Espera...

Cargando editor
17/12/2015, 17:51
Ruth Williams

Dice que se le apareció en el campo y…

¡¿Nairobi?!- exclamo con los ojos abiertos. No podía creerme que él que estaba en África pudiera estar aquí al mismo tiempo, ¿qué coño estaba pasando? Todo era muy raro, demasiado raro. Si no fuera porque su presencia me agradaba y atraía a unos extremos que no podía explicar, huiría corriendo ahora mismo. Pero no podía, Wamai era especial para mí, cada célula de mi organismo lo decidía así. –Yo… No entiendo nada…- frunzo el ceño ya confusa.

Cuando dice que vio lo mismo, doy un paso hacia él. Él era la prueba de que no estaba loca, o que lo estaba y de remate. Alguien que se me acababa de aparecer había visto la misma aparición que yo. Menudo lío, por todas partes, más para tratar de explicarle a alguien. –Yo la vi- asiento a sus palabras, confirmando que vi la muerte de la mujer. Mi cara refleja de nuevo consternación, el recuerdo de su muerte y mi pasividad ante ella me perturbaba.

Asiento aún con la punzada de tristeza que he sentido, él no entendía que pasaba tampoco. Me abrazo a mí misma, sintiendo de nuevo desazón y desconsuelo –No sé si deberías de estarlo… ¿Te quedarás conmigo? ¿Puedes… entrar en casa?

Cargando editor
18/12/2015, 13:25
Wamai Saád ú

Dejo caer la cabeza hacia un lado para observar el cielo. Cuando Ruth exclama, reacciono. ¿Conoce Nairobi?. Por un momento pienso que a lo mejor estamos cerca... lo único que no me cuadra de terreno keniata, es que aquí abundan la gente blanca - ¿Sabes llegar? - pregunto a pesar de su no-entender, casi dando por hecho que si – ¿A Nairobi? - muevo 2 dedos en gesto de caminar, acompañado de algún aspaviento hacia una dirección cualquiera. Estoy mas descolocado que Padre celebrando el Eid al-Azha. Día del sacrificio, para musulmanes, en Kenia.

Ella también vio a la mujer blanca... hmm. Y ¿Me quedaré? ¿con ella? Me quedaría, todo parece agradable.... aunque no puedo negar que me veo en una confrontación entre mi propia moral, lo que sé, y unos desconocidos instintos, y lo que no. Se lo afirmo, con mas corazón que cabeza. 

¿Estoy ante un nuevo... ciclo? ¿Muerte? ¿otra vida? ¿Quizá debería estarlo...? alzo timidamente las palmas hacia el cielo.Amani. Agito mi cabeza liberándome de piezas que no puedo juntar. Suelto un respingo por la nariz, y pienso en Jimiyu, pero no me cuesta nada combinar la figura de Ruth con el sonido del mar, y perderme un poco mas en este vivo trance -¿En tu hogar?... si - le respondo, con cercanía - quizá... - quizá... muchas cosas. Mis pupilas vuelven a bailar lentamente por todo mi entorno - Quizá Wamai se quede contigo - y asiento. Estoy confundido, como una avestruz desubicada en la gran ciudad, pero de igual forma... no me quiero ir, si no estar a su lado.

Cargando editor
28/12/2015, 13:52
Ruth Williams

¿De verdad cree que sé llegar a Nairobi?

-No… Llegar no… Sé que estás en otro puto continente- digo atónita y me callo pues había soltado un taco innecesario. Sentía que decir algo era como romper la magia de haberme encontrado con él. Dentro de mí sentía que Wamai era algo puro y bueno, que mis palabras estaban corrompiendo con mi sucia lengua. Veo el gesto que hace, indicando que si puedo caminar donde está y no puedo sino sonreír, negando con la cabeza. –No, Wamai… No puedo llegar caminando a Nairobi. Hay…

… como un puto océano o dos de por medio…

… está lejos- sentencio sin describir más. Era una puñetera ignorante de la geografía, llegaba a saber que Nairobi estaba en África, pero nada más allá. No sabía exactamente qué separaba Australia de África, y siempre era mejor callar sin saber que abrir la boca y demostrar cuán ignorante era una.

Él ha visto a la misma mujer que yo, lo que me hace pensar muchas cosas. Estoy confusa, pero él en cierto modo me calma. ¿Sería casualidad que haya aparecido ante mí rodeado de aquello que calma mi interior? Parpadeo un par de veces cuando confirma que se quedará. No sé si saltar de alegría o gritar por la misma razón.

O irme a ver a Heather porque estoy viendo cosas y hablando con ellas… Que le den a Heather.

Trato de tomar su mano y guiarle al interior de mi casa. De la casa familiar donde vivo con mis padres, donde en su bajo hemos construido una de las tiendas más famosas de tablas de surf del país, que debería estar abierta con mi padre tras el mostrador o cerrada si era día de cuentas. –Ven… Mi madre duerme, pero pueden caer bombas alrededor que no se despertaría- sigo hablando entre susurros, mientras meto la llave en la cerradura y la hago girar. El tacto de la mano de Wamai es como tocar una madera noble recién pulida antes de dar forma a una tabla, era maravilloso, tranquilizante y me llenaba de una alegría indescriptible.

Cargando editor
03/01/2016, 18:28
Wamai Saád ú

Otro continente... oh! Alzo una ceja con algo parecido a una expresión graciosa... noto fuerza en sus palabras, o mas bien en su propia expresión! sonrío a su par ¿Cuanto... de lejos? me pregunto después, pero me quedo con la esencia del no, no estamos cerca de mi hogar, aun a pesar de que llegué caminando hasta pasmarme con los ojos de una brillante mujer blanca.

No tengo tiempo de pensar profundamente si me resulta del todo gracioso estar en otro... continente, ¿América? ¿Europa? Son blancos... sea como sea, Ruth no parece estar bromeando, y cuando me agarra la mano vuelvo a ese colapso de sensaciones positivas. Percibo un entusiasmo mutuo mientras sigo sus pasos hacia... hacia... donde me lleva - Yo no... - le digo - ...no había salido de Nairobi... - y por poco, casi no salgo de los al rededores de mi comunidad. Entre tanto, empiezo a pensar que quizá la mujer blanca que ambos vimos fue la artifice de toda esta magia... pero ¿porqué?. 

Ruth me guia hasta lo que puede ser su casa, observo cuanto puedo - Voy - le digo, expectante ante lo que veo, ¿un comercio?, su madre duerme, proceso lo que escucho mientras gira esa llave - Vale... te sigo, te sigo - repito, pero esta vez susurrando mientras realizo el propio gesto de silencio "shhh". Como mis incursiones con mi hermano. Semi- agacho la cabeza y aprieto la mano de mi nueva compañera. Confusiones soñadoras a un lado, desconozco las costumbres de este lugar, Tamarama, de su casa o de ella misma.

¿...Mi hermano habrá viajado también? ¿me estará buscando? ¿...?

Cargando editor
08/01/2016, 23:42
Narrador

El tacto de la mano de aquel hombre te aporta una sensación cálida. No es una cuestión de temperatura, ni mucho menos, sino como si por primera vez alguien fuera capaz de tocar tu alma con sus dedos. Vuestros pasos os dirigen hacia tu casa, y a pesar de la forma extraña en que os mira la gente cercana puedes sentir la expectación creciendo desde tu estómago. Metes la llave en la cerradura, abres la puerta, entras... pero no necesitas darte la vuelta para darte cuenta de que vuelves a estar a solas.

Es como si el hilo invisible que te unía con él se hubiera estirado hasta desprenderse por la tensión, dejando en tu pecho una extraña sensación de soledad. Tu mano se encuentra donde lo hacía un instante antes, pero ahora está vacía, como si algo te hubiera arrebatado de entre los dedos el tacto de ese hombre. De Wamai.

Puedes ver en el reloj del recibidor que son casi las ocho de la tarde cuando entras en la casa. De fondo puedes oír a tu madre hablando por teléfono con alguien. Por el tono de voz que usa probablemente se trate de tu hermana. Por lo demás todo está tranquilo. A tu alrededor las cosas parecen haber vuelto a la normalidad, de no ser por esa sensación remanente en tu pecho diciéndote —gritándote, incluso— que aquello es diez veces más grande que lo que viviste el día anterior. Y que, probablemente, sea sólo el principio de algo mucho mayor.

Cargando editor
10/01/2016, 12:14
Ruth Williams

Sonrío al sentir su mano, era algo agradable y que no podía explicar exactamente, pero me gustaba. Era como tener a un alma gemela frente a mí, poder tocarla y sentirla al mismo tiempo. La comprensión era tan grande, que lo sentía como una parte de mí que me faltaba. Además había venido para quedarse, para estar conmigo. No comprendía las razones de todo aquello, pero fueran las que fueran, en ese momento me daban igual.

Abro la puerta de casa, tras haber invitado a Wamai, pero en cuanto entro dejo de notar su tacto. Algo en mi interior comienza a no ir bien de inmediato. Mi sonrisa se borra. Me siento desolada, al haber perdido el tacto del africano que significaba tanto para mí. La presión en mi pecho desencadena en angustia, no pudiendo evitar que las lágrimas vuelvan a mis ojos. Me sentía mal, muy mal. Mi felicidad nunca había dependido tanto de los agentes externos, yo siempre me había conformado con poco: tallar tablas y montar las olas.

¿Dónde está? ¿Por qué no ha podido seguirme? ¿Se habrá marchado él?
¿No le gusté...?

 

Mi hilo de acontecimiento se ha visto truncado y me siento confusa y decaída. No quería sentirme así. Me miro de nuevo y veo que sigo con las ropas del taller. Me seco las mejillas con la manga, en un gesto algo infantil. Solo faltaba que mi madre me viera llorar, tras haber huido como loca al hospital, con la ropa de trabajar. Se lo contaría todo a Heather, como si lo viera. Ambas comenzarían a hablar, que si necesitaba un marido, que debería ir a terapia, que lo suyo no era normal...

Lo que acabo de sentir es tan intenso que necesito ir a buscar a Dan ahora mismo. Subo corriendo a mi habitación, tratando de esquivar la mirada de mi madre, mientras está entretenida con el teléfono. Me quito la ropa rápido de camino a la ducha, pero no dejo nada por ahí tirado, sino que la doblo y la recoloco así en la cesta de la ropa sucia. Odiaba ver salir las mangas por la boca de la cesta, como si dentro se escondiera un caos inexplicable que saldría por la noche y me devoraría mientras duermo en mi cama.

La ducha es rápida, pero a fondo. Al salir me coloco una camiseta de tirantes, unos shorts vaqueros que no dejan nada a la imaginación y, tras coger mi diminuta cartera, salgo en dirección casa de Dan. Supongo que ya ha acabado, porque de no ser así me tocará ir al gimnasio. Ver gente sudar de aquella forma tampoco me resultaba del todo agradable, aunque en Dan no me disgustaba tanto como en el resto. Los veía sucios y focos de gérmenes, esperando frotarse conmigo con aquel sudor cálido y sobrehormonado.

Cargando editor
13/01/2016, 02:54
Daniel Thomas

La ducha limpia tu piel y arrastra el sudor con el agua, pero no consigue quitarte de la epidermis esa sensación de pérdida que ha dejado la desaparición de aquel hombre. Te parece que difícilmente olvidarás el momento en que su mano sencillamente se desvaneció en la tuya, dejándote más sola de lo que te has sentido nunca. Es, en cierta forma, como si hasta aquel momento nunca hubieras estado tan completa y de repente te hubieran arrancado una parte de ti misma que ni siquiera sabías que te faltaba. 

Cuando sales de casa en dirección a la de Dan, puedes escuchar a tu madre, todavía al teléfono y con un tono de voz que identificas sin necesidad de comprender las palabras: está criticando a alguien. Con suerte será a alguna de esas vecinas cotillas que abundan en la zona y no a ti. 

La puerta de la casa de tu amigo está abierta. Nunca cierran con llave, ni siquiera cuando no están en casa. Su madre siempre dice que si no puedes confiar en tus vecinos te mereces que te roben. No es la única familia de la zona que sigue esa costumbre que debe provenir de los indígenas con los que la sangre occidental se mezcló hace tiempo, pero ciertamente cada vez son menos los que piensan como ella y más los que se aseguran de que sus posesiones estén a salvo.

Sabes que se espera de ti que entres con familiaridad. Su casa es tu casa desde hace tanto tiempo que ni siquiera recuerdas algún momento en tu vida en que no fuese así. En cuanto pasas te encuentras a Dan saliendo de la cocina aún con la ropa del gimnasio, lleva un plátano en la boca, sujeto entre los dientes, y una toalla sobre los hombros. 

Al verte te sonríe de forma automática y se apresura a coger la fruta con la mano para poder masticar y tragar, mientras hace un gesto con la cabeza en tu dirección. 

—Eh, rubia —dice, señalando con la mirada hacia la escalera que da al piso de arriba, donde está su cuarto—. Iba a subir a darme una ducha y luego iba a pasar a verte. ¿Ya has terminado de tallar?

Cargando editor
13/01/2016, 09:25
Ruth Williams

Siento un agujero en el pecho, que no sé cómo rellenar. Es algo que si antes estuvo ahí nunca noté, como si me hubieran arrancado una parte de mí. Todo el camino a casa de Dan, el cual no es muy largo, no paro de dar vueltas a los hechos acontecidos. Aquel encuentro, al contrario que los otros dos, se había grabado a fuego en mi memoria, en mi piel y en mi alma. Ahora tenía el corazón destrozado, sin llegar a entender del todo la razón, solo sabía que quería estar con él, tomando su mano y admirando su sonrisa.

Abro la puerta de casa de Dan y miro alrededor, forzando ya de primeras una sonrisa por si estuvieran sus padres. Ellos me conocían y sabían que a veces simplemente no estaba de humor, pero me esforzaba. Al igual que me esforzaba a veces con la prensa, para conseguir más patrocinadores que me permitieran seguir viviendo de las olas. Suspiro medio aliviada cuando veo que no están, pero me topo con Dan que acaba de llegar del gimnasio.

Me sonríe y come, diciéndome que iba a la ducha, pero mi cara refleja que algo no anda bien. Yo no estoy bien y no se me daba muy bien esconder mis reacciones, aún menos a él que me conocía como si fuéramos hermanos. Hermanos de los de verdad, no como Heather y sus intentos fallidos de fraternidad egocéntrica. Es por ello que cuando veo su sonrisa las lágrimas vuelven a mí, él podía entenderme, aunque no sabría si ya creería todas mis alocadas historias. Niego a su pregunta de acabar de tallar y voy directamente a abrazarle fuerte y enterrar mi cara en su pecho, no importándome si aún no se duchó. Me siento tan desolada que necesito que me devuelva el abrazo y con ello me sostenga de algún modo anclada a la realidad. Sollozo pegada a él, buscando un consuelo que espero que él me dé.

Cargando editor
16/01/2016, 01:38
Daniel Thomas

Las palabras de tu amigo aún no han terminado de convertirse en silencio cuando su expresión cambia al darse cuenta de tu estado. Ni siquiera has empezado a caminar hacia él y sus brazos ya se están abriendo, preparándose para recibirte como el refugio y abrigo incondicional que Dan supone. Su tacto es cálido, y es totalmente capaz de envolverte con su abrazo. En su olor se nota que acaba de llegar del gimnasio y que se toma las clases en serio, pero ese es un aroma que ya conoces.

Durante varios segundos él se dedica únicamente a permanecer ahí para ti. Una mano está en tu cuello, sosteniéndote contra su pecho. La otra, por su parte, empezó apretándote con fuerza, pero ahora se encuentra acariciando tu espalda. De la boca de tu amigo sale un leve siseo sosegado que intenta ser tranquilizador intercalado con algunas palabras de consuelo pronunciadas en voz baja. Nunca habéis estado en una situación parecida, pero tienes la certeza de que Dan permanecerá contigo el tiempo que haga falta.

Y así lo hace. Sin romper aquel momento cuida de ti, y sólo cuando tu respiración empieza a calmarse busca con sus dedos tu barbilla para alzarla y ayudarte a encontrar sus ojos.

— Está bien —te dice con un tono grave, y te es imposible recordar si alguna vez le has visto más preocupado que ahora—. Sea lo que sea, está bien —repite tomando tu mano, y sostiene tu mirada un instante antes de atreverse a preguntar.

—¿Qué ha pasado? —Es evidente que aquella pregunta le ha rondado la mente desde el mismo momento en que se dio cuenta de que las cosas estaban peor que la última vez que os visteis, como también lo es que no se tomaría a mal que te negases a hablar de ello.

Cargando editor
16/01/2016, 10:13
Ruth Williams

Me lanzo a los brazos de Dan, que no busca explicaciones aún y yo no tengo fuerza para dárselas. Siento un vacío enorme en mi pecho y casi tiemblo, como si estuviera helada pese a la temperatura cálida que hay en el ambiente. No me sentía bien, yo no era una persona sentimental, nunca lo había sido, pero por alguna razón me sentía devastada. No comprendía estos sentimientos tan intensos y a la vez no quería tenerlos, quería volver a gozar de la gracia que Wamai me transmitió. 

Aunque me siento desconsolada, los brazos cálidos de Dan rodeándome y sus formas consiguen apaciguarme. Poco a poco mi llanto se vuelve un ligero sollozo que se convierte en un hipo que no puedo quitarme, del disgusto. Me limpio las lágrimas de las mejillas cuando me hace elevar la cara para mirarle, tomándome con delicadeza de la barbilla. Asiento a sus palabras de calma, cuando me asegura que todo está bien, le creo. Porque él es la roca a la que me he podido agarrar a esta tormenta de sentimientos que estoy experimentando y sé que es una sólida. 

Todo va a estar bien, Dan está aquí... Él lo entenderá, o al menos me dirá que no estoy tan loca, ¿no?
Joder, no sé cómo explicarle... Lo que siento... No es que sepa describirlo y es tan amargo...

 

Toma mi mano y la aprieto, respirando profundamente para encontrar la fuerza que necesito. -Cuando te fuiste... Subí a ducharme y a despejarme... Al mirar en el espejo, no vi mi reflejo, había otra chica extraña que- frunzo el ceño, confusa y sin saber explicarlo. Es por ello que acabo negando, para agitar mi cabeza para reordenar mis ideas. -Pensé que me estaba volviendo loca, o peor, que estoy enferma. No hemos pensado que quizás tenga un... tumor- la última palabra sale de mi boca como una exhalación, una de mal augurio en la que no habíamos pensado antes.

Pero esos médicos incompetentes no han sacado nada, claro que no, no sabrían ni encontrársela cuando van a mear.

El enfado que traía cuando volvía a casa renace, algo que Wamai había disipado con su presencia y que ahora se mezcla con esta sensación de vacío. Me doy cuenta que llevo un rato sin decir nada y parpadeo, centrándome de nuevo en la cara preocupada de Dan. -Fue al médico, quería que me hicieran un análisis o algo, por si había algo mal en mi cabeza. Pero allí no conseguí nada- gruño levemente, aún recordaba el disgusto de todo el asunto. -Y cuando volvía a casa... Lo vi- mis ojos se abren y mis pupilas se dilatan al recordar el primer momento de cruzarme con Wamai. -Estaba delante de mi casa, era real... Le toqué... Él era...

¿El hombre más guapo? No, eso no... Era como... 

-... Majestuoso. Estaba ahí y me habló, me vio. Hablamos e incluso le toqué, me entendía- eso era, una comprensión mística e inexplicable. -Decía que él estaba en Etiopía y que veía cosas como yo, que vio a la mujer. Pero cuando intenté que entrara en casa, que formara parte de este mundo... Se desvaneció- noto mis ojos humedecerse de nuevo por el recuerdo. Abrazo fuerte de nuevo a Dan, me gustaba sentirme segura entre sus brazos, era lo más parecido a la comprensión que había experimentado hacía unas horas. -¿Puedo quedarme contigo...?- susurro, sin soltarle, quizás si para la próxima aparición no estaba sola podía comprobar que no estaba loca. Y Dan me daba seguridad, no me juzgaba y no quería volver a casa así.

Cargando editor
20/01/2016, 02:48
Daniel Thomas

En el momento en que empiezas a hablar el rostro de Dan se relaja un poco, aclarándose, como si todos sus músculos se preparasen para escucharte. Tus primeras palabras, esas en las que hablas sobre el espejo, le hacen fruncir un poco el ceño, pero no llega a decir nada hasta que no dices en voz alta la palabra tumor. En ese momento pone una mano en tu hombro y lo aprieta con suavidad y ternura.

—Eh —te dice con seriedad, como si aquello fuera inconcebible, antes de negar con la cabeza—, ni de broma —asegura, aunque al parecer recapacitar sobre los últimos sucesos le hace volver a valorar esa posibilidad—. Y si así fuera, lo pasaremos juntos.

Acto seguido, cuando hablas de lo sucedido en el médico, puedes ver cómo una sombra de enfado crece bajo su piel, aunque él no llega a decir nada que lo deje claro. Y posteriormente, al empezar a hablar de Wamai, Dan escucha cada palabra. Es evidente que, si bien había asimilado tu visión del día anterior y había aceptado la del espejo, aquella rozaba ya unos límites no definidos. Una sonrisa nerviosa bailotea en sus labios, sin definirse del todo, pero cuando dices aquellas últimas palabras vuelve a agarrarte con fuerza.

—Claro que puedes quedarte, rubia, eso ni se pregunta —te dice con un cariño infinito—. Todo el tiempo que quieras y todo el que necesites —añade después. Ese nuevo abrazo es tan firme como el anterior, aunque puedes sentir en el ambiente cómo ahora que le has explicado lo que pasa su cabeza está trabajando.

—Esto es lo que vamos a hacer —propone—. Mañana vamos a la mierda esa, a ver si alguien puede decirte algo —enuncia poco esperanzado, y por un momento parece evidente que se agarra a aquella idea para no valorar la otra: el tumor—. Y si no encontramos respuestas allí yo mismo te acompaño al médico, y no nos vamos de allí hasta estar seguros de qué te pasa. Y si nos ponen problemas, tendrán que vérselas conmigo —amenaza.

—Todo va a estar bien, ya verás. Ahora da miedo porque no sabemos lo que pasa, pero en cuanto esté todo claro verás como es mejor —asegura, aunque es difícil no pensar en que parece intentar convencerse a sí mismo.