Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 1: Tú ya no eres sólo tú (Hyun)

Cargando editor
26/10/2016, 18:52
Park Hyun-jin

Suspiro. Era la primera llamada. Sin soltar el teléfono, marco el número de la filarmónica para informar que no iría por motivos de salud. Perderse una práctica era importante, pero en este momento dudo poder concentrarme lo suficiente como para no cometer uno o varios desastrosos errores. Necesito algo de música, necesito dejarme llevar. Espero a que contesten y tan sólo informo al asistente que faltaría esta tarde por un asunto médico. Rodeo cualquier pregunta que requiera más detalles y cuelgo con agilidad nerviosa.

Respiro profundo. Camino hacia el piano que descansa en medio del salón. "Sólo unos minutos" me digo a mi mismo, sabiendo que lo necesito. Abro el teclado y rozo sus teclas mientras me embeleso en el aroma que sólo mi instrumento tiene. Practico casi todas las tardes sin falta. Esta vez necesitaba una o dos piezas en la mañana, para olvidar las angustias que mi problema me trae. Tan sólo necesito concentrarme...

Angustia, nervios, ansiedad, desconsuelo. Me siento y antes de que me de cuenta, mis dedos comienzan a moverse con frenética ira y pasión, transmitiendo la incertidumbre de mi alma. Sólo hay una pieza que podría surgir y salía a medida que las convulsiones de mis falanges iban pasando por cada tecla, con rapidez, con miedo, como si fuesen perseguidas por aquel misterioso acosador aquí y ahora. Las notas se entrelazaban y mis piernas temblaban mientras mis ojos dejaban de ver. Sentía como mis huesos vibraban, como las cuerdas emitían furiosos acordes, como pidiendo ayuda, como ahogándose en una carrera que terminaba en la misma tecla una y otra y otra y otra vez...

Cargando editor
01/11/2016, 22:14
Jhon Park

Es Natasha quen te coge el teléfono cuando marcas el número de la oficina de producción de la filarmónica. Lleva trabajando allí unos dos años y por lo que se dice de ella no sólo es eficiente sino que está haciendo interesantes avances atrayendo patrocinadores. La mujer se interesa por tu salud y te recuerda que tendrás que llevar un justificante médico tanto de esta ausencia como de la de dos días atrás. Antes de colgar te desea de manera cordial una pronta mejoría.

Y ya con el auricular en su lugar tus dedos cosquillean con la necesidad de buscar el suyo sobre las teclas del piano. La música parece nacer de tus propias venas, atravesando tu piel por cada uno de sus poros llenando el salón con tus propias emociones.

Demasiado enmarañado en la melodía tardas un poco en darte cuenta de que no estás solo, pero cuando los ecos de la última nota todavía resuenan, percibes un movimiento por el rabillo del ojo. Apoyado en el marco de la puerta está Ji-Hoon, mirándote con una mezcla entre preocupación y confusión, como si le costase entender qué es lo que sucede contigo para que lo mandes al baño y te pongas a tocar.

Tu hermano carraspea antes de que tú llegues a decirle nada y endereza su postura, acercándose un par de pasos al piano.

—Hyun, creo que me voy a casa —anuncia, con un leve encogimiento de hombros—. Pero si me necesitas o si quieres que te acompañe al médico o a algún sitio o si simplemente quieres que venga a hacerte compañía para no quedarte solo... Bueno, avísame y vendré lo más rápido que pueda. —Cambia el peso de una pierna a la otra. —No te cortes, ¿vale? Cuenta conmigo para lo que necesites.

Cargando editor
04/11/2016, 16:36
Park Hyun-jin

Observo a mi hermano. Me toma unos segundos salir de aquel trance, de aquel sueño que llamo música y que aún reverbera a través de los corredores de mi mente, dejando en el aire notas y acordes que existen sólo en mi cabeza, en medio del silencio entre el comentario de Ji-Hoon y mi respuesta. -Entiendo- respondo con serenidad, saboreando los resquicios de calma que encuentro antes de recordar por qué estoy aquí, por qué está él ahí.

-Sí...- respondo, mientras se agolpan as imágenes y los nervios regresan a mí. Reclaman su lugar. -Si no es demasiado molestia Jhon... podrías acompañarme también esta noche.- digo y trato de sostener la mirada. ¿Con qué derecho reclamo a mi hermano menor su tiempo? ¿Su compañía?. -Iré al... médico sólo. Si sucede algo te avisaré. Quizás me dejen tranquilo después de haber ido con la policía- menciono, pero el escepticismo de mi voz es evidente. Deseo que las cosas vuelvan a como eran antes. Estaba mucho mejor hace unos días, mucho antes de la visión... las visiones.

Me levanto para estar junto a mi hermano. -¿Necesitas que te pida un Uber?- declaro con tranquilidad. Aún faltaban algunas horas para tener que ir al médico, tendré el resto de la mañana para tocar algo más, y luego yo mismo me prepararé. Miro a mi hermano, y con un arrebato de culpa en el pecho añado -Jhon... no sabes lo mucho que agradezco que me hayas acompañado. Es... es mejor que estar solo- confieso mirando hacia otro lado. Mi hermano y yo somos de mundos diferentes, pero entre nosotros existe esa conexión resultado de nuestra familia, nuestra educación y nuestra cultura. 

Notas de juego

Mi plan es ayudar a Jhon en lo que necesite para regresar a casa. Luego tocar el piano un par de horas hasta las 11:00 aprox. Luego pedir un Uber para ir hacia el consultorio de la doctora Flanagan.

Cargando editor
05/11/2016, 03:25
Jhon Park

En el momento en que das tu asentimiento tu hermano se acerca un paso más a tu posición. Poco a poco parece un poco menos incómodo, como si por tu actitud empezase a entender que, fuera el que fuera el motivo por el que le has mandado al servicio, no era un problema con él realmente. No tarda en asentir en cuanto le pides que te acompañe esa noche y al momento hace un gesto, como si apartarse una de tus ideas.

—Por supuesto que no será una molestia —asegura mientras te levantas. Luego, con tu oferta, niega con la cabeza—. No te preocupes —pide con naturalidad con respecto a su transporte para luego tornar su expresión un poco más seria y poner una mano en tu hombro.

—Hyun, no tienes nada que agradecer —asegura antes de explicarse—. Somos hermanos. Estoy seguro de que tú harías lo mismo, o incluso más —afirma, y sin darte tiempo a llevarle la contraria añade algo más—. Me marcho, pero si necesitas cualquier cosa en cualquier momento llámame. Y sobre esta noche... Si quieres yo puedo traer la cena —se ofrece.

Notas de juego

Lo dejamos así para que seas tú quién decida en qué quieres quedar con él. Siéntete libre de despedirle en tu post o dar por hecho que se ha marchado de buenas maneras.

Cargando editor
05/11/2016, 03:47
Narrador

Ya a solas no tardas en volver a estar de nuevo ante tu piano. Tus dedos se desplazan por las teclas y lo hacen con técnica, naturalidad y fluidez, haciendo que toda la sala vibre con tus emociones. En muchas ocasiones es más sencillo hablar el lenguaje de la música que el de las palabras, y probablemente sea una pena que tanta gente —como tu propio hermano— no sepan interpretarlo.

El tiempo pasa rápido mientras tocas, como si todo lo demás se detuviera para escucharte. Por supuesto sabes de sobra que no es así, pero cuando algo en tu interior te dice que ya llevas prácticamente dos horas tocando sabes que es cierto. Aún puedes dejarte llevar por tus propios dedos durante unos minutos más, y en las últimas notas parece que tus yemas y las teclas se estén separando como lo harían una pareja de amigos. Salir al mundo en muchas ocasiones es inevitable.

Apenas tardas un minuto en encontrar a una conductora de Uber que merece tu confianza. Sus apellidos son puramente anglosajones y tiene un montón de opiniones positivas. La única negativa, de hecho, es la de alguien que no llevó bien que no aceptase una cita y los de Uber no la han borrado aun.

Todavía falta un poco más de media hora cuando llegas a la consulta de la doctora. Es un lugar, sobre todo, espacioso y limpio. Más allá del recibidor que hace también de sala de espera puedes ver un pasillo que ya conoces con una puerta al fondo y una más a cada lado. La última es aquella en la que la doctora Flannagan tiene su consulta y despacho y otra guarda el aseo. La sala restante no has llegado a visitarla nunca.

El chico que te recibe cuando llegas no tarda en constatar tu nombre y apellidos y pedirte amablemente que aguardes allí mismo. Entre las propias sillas del lugar, que son cuatro, hay una mesa baja con algo de lectura ligera: revistas de cotilleo, de sociedad y el periódico de ese mismo día.

Cargando editor
11/11/2016, 16:49
Park Hyun-jin

-De acuerdo- respondo esbozando una sonrisa tímida. Le acompaño a la salida y nos despedimos con una mirada. Suspiro mientras trato de darle sentido a la creciente presión, al sentimiento de culpa y a la paranoia que empieza a dominarme de nuevo. "Necesito tocar" pienso para mí mismo y me dirijo hacia el piano, tratando de vaciar mi cabeza, ignorando el temblor de mi mano derecha o el miedo de quedarme solo. Ese miedo que no había notado pero que re-aparece con la partida de mi hermano.

Por fortuna la espera parece evaporarse tras pasar horas sumergido en las piezas y obras que saltan de mi memoria a las teclas. El tiempo pierde su dimensión y para cuando despierto de mi trance musical, es hora de ir a hablar con mi psicóloga. 

Las escenas se suceden una detrás de otra. Asiento mecánicamente y me siento, no sin sentirme menos nervioso, a esperar. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve aquí. El olor que impregna el sitio, los colores, incluso la espera que parece taladrar lentamente mis temores en mi cabeza. Estos últimos días me han lanzado de regreso aquí, buscando enterrar una vez más los fantasmas que nunca pedí lidiar, los temores que no debí adquirir, el miedo que no estaba buscando. Y ahora... ahora estoy aquí para evitar perder lo único que me permite escapar.

Me quedo sentado, como una estatua. Mis ojos observan el lugar, pero trato de concentrarme en mi respiración. En unos instantes dejaré de estar solo y tendré que explicarle a la doctora Flanagan más de seis meses de ausencia. Suspiro intranquilo y espero...

Cargando editor
12/11/2016, 00:12
Rebecca Flanagan

Mientras esperas una pareja llega a la sala de espera y, tras un breve saludo, toma asiento cerca de ti. Son una mujer y un hombre de mediana edad y, a juzgar por la calidad de su ropa, de clase alta. No hablan apenas entre ellos, él no tarda en coger una revista de interiorismo mientras que ella saca su teléfono móvil y empieza a teclear a toda velocidad. Ninguno de los dos te presta demasiada atención.

Cuando quedan cinco minutos para la hora de tu cita escuchas la puerta del fondo abrirse y la voz de la doctora despidiéndose de alguien. Un chico joven pasa por delante de la puerta de la sala de espera en su camino hacia la salida de la consulta y se detiene a hablar con el secretario unos minutos y, si aguzas el oído, podrías escucharlos concertando una nueva cita.

Poco después te hace pasar a ti.

El despacho de la doctora Flanagan es amplio y alargado, decorado en tonos tierra, beige y marrón oscuro. Nada más entrar lo primero que se ve es una amplia mesa de caoba, totalmente despejada salvo un bote de caramelos y un paquete de kleenex. A un lado de la mesa un sillón de ruedas con tapicería de cuero y al otro dos butacas de aspecto confortable.

En la pared que queda tras la silla giratoria hay una vitrina cerrada con llave cuya parte superior parece dedicada a libros de psicología mientras que en la inferior la puerta en lugar de cristal es de madera y no deja ver su interior. Tú sabes que allí es donde la doctora guarda el equipo de grabación con el que registra todas las sesiones para su posterior estudio.

En el muro enfrente del que sostiene la puerta hay un ventanal que llega de lado a lado del despacho pero que se encuentra tapado con una persiana de láminas y bajo el que hay varios armarios y estanterías de poca altura.

Si miras hacia la derecha verás una zona más íntima, donde por lo general se desarrollan las sesiones. Allí hay un diván y un sillón reclinable junto a una mesa que la doctora suele usar para tomar notas. En esa parte más recogida siempre hay flores frescas que dejan un aroma dulzón y agradable y el suelo está cubierto por una alfombra suave y mullida de pelo, que invita a descalzarse.

Rebecca Flanagan es una mujer seria y eficiente que se pone en pie en cuanto entras en el despacho. Se quita las gafas con una mano y te ofrece la otra para estrechártela a modo de saludo.

—Señor Park —dice después, haciéndote un gesto con el brazo para invitarte a pasar y tomar asiento—. Creí que ya no volvería a verle —añade, sin ironía ni acritud en su tono—. Siéntese y cuénteme qué ha pasado.

Cargando editor
14/11/2016, 16:27
Park Hyun-jin

Mis movimientos son mecánicos, precisos, medidos. Evado la mirada de mi psicóloga, sintiendo la vergüenza que un niño pequeño experimentaría al ser descubierto con las manos en la masa haciendo una travesura. Mi corazón late con duda y sin embargo mi mente trata de frenar el vértigo que me produce la idea de que no he ido muy lejos desde que dejase este consultorio. Tomo aire. Estoy consciente de mi respiración, como si necesitase supervisar cada acto de inspiración y espiración para no ahogarme aquí y ahora. Mi cabeza quiere dar vueltas, pero me encuentro con la calma, con el silencio quirúrgico del consultorio de la doctora Flanagan, mientras los diferentes aromas me distancian de la idea de una precisa sala de operaciones. Finalmente alargo mi mano y estrecho la suya a manera de saludo. -Doctora- es mi única respuesta.

Tomo asiento y respiro de nuevo. -Alucinaciones- es la palabra que se escapa en primer lugar. Suena extraña, alienigena, incapaz de transmitir lo que he estado experimentando. -He estado sufriendo alucinaciones durante los últimos dos días- añado ahora, cerrando los ojos, tratando de no deslizarme en medio de recuerdos demasiado vívidos para mi gusto. Y sin embargo, nunca he estado incómodo durante mis visiones, sólo cuando tengo el tiempo de racionalizarlas... como ahora.

-Personas, lugares extraños, olores... - comienzo tratando de explicar. "Es normal, no eres el único que ha sufrido algo así" trato de decirme. -... traumas- añado y mis pensamientos quedan en silencio. Entonces levanto levemente la mirada, y trato justificarme, de explicarme, de no sentirme culpable. -Verdaderamente pensé que estaba mejorando...- digo, pero soy incapaz de terminar la frase.

Cargando editor
17/11/2016, 21:53
Rebecca Flanagan

La doctora toma asiento frente a ti, al otro lado de la mesa, y entrecruza los dedos de ambas manos sobre su superficie. Sus ojos, de un azul oscuro frío e inquebrantable, se detienen sobre ti y te escrutan con neutralidad mientras hablas. Apenas una leve inclinación de su cabeza, casi imperceptible, cuando pronuncias tus primeras palabras, como animándote a seguir o quizá confirmando algo que ella ya pensaba.

—Es normal —afirma, tomando el relevo cuando tu frase queda en el aire durante dos segundos. No parece que haya en ella ningún juicio hacia lo que dices, ni tampoco más implicación emocional que la que podría tener con un desconocido—. Las recaídas son normales durante los primeros años tras el trauma. Pero no se preocupe, señor Park. Ha hecho lo correcto viniendo y trabajaremos en ello.

Hace una pausa en la que descruza sus manos y recoge las gafas de la mesa para colocarlas sobre el puente de su nariz. Es un gesto preciso, como si lo hubiera medido sin necesidad de ensayarlo.

—Es importante que no se sienta usted culpable por estar aquí de nuevo —enuncia con un tono profesional. A pesar de ello no lo hace con desinterés, sino simplemente haciéndote saber algo que debe considerar frecuente, y posible en ti—. Esto no es un fracaso, sino simplemente un pequeño tropiezo en su camino hacia delante. —Hace girar la silla sobre sus ruedas para inclinarse y abrir la parte inferior de la vitrina que tiene tras ella. —Si le parece, comenzaré a grabar desde aquí —informa como siempre lo ha hecho en cada una de tus visitas, pero sin esperar realmente ninguna confirmación por tu parte antes de accionar el aparato y volver a cerrar la puerta.

Se gira de nuevo hacia ti y de uno de los cajones de la mesa saca una libreta y un bolígrafo.

—Antes de que entremos en profundidad —dice, llevando su mirada por un breve instante al rincón donde se encuentran el diván y el sillón, dando a entender con ese gesto que pasaréis hacia allí después—. Dígame, ¿sigue tomando algún tipo de medicación? Tal vez tengamos que reajustarla si es así.

Cargando editor
19/11/2016, 17:31
Park Hyun-jin

"Es normal". Las palabras vibraron en mi cabeza. Por un momento siento algo de desesperación. "¿Cómo puede ser normal lo que he visto estos últimos días?". Pero guardo silencio tratando de alinearme con su opinión profesional. Después de todo, ella era la doctora y yo el paciente. Me tranquiliza saber que no se encontraba alarmada por mi revelación, al tiempo que me exaspera no poder transmitir la urgencia de mi recaída. Mi mente es una maraña de confusión, pero al menos ya estoy aquí, ya estoy tratando de solucionar mis problemas. El primer paso suele ser el más difícil.

"¿Culpable?" pensé mirándola fijamente. Me tensiono un poco. No es culpa lo que siento por sufrir de este trastorno... pero si me avergüenza haber decidido dejar de venir a las terapias. Todo esto es resultado de lo que andaba mal con el mundo, de mi acosador, quizás incluso de mi propio estrés. Es mi culpa y al mismo tiempo, está demasiado lejos de mi control. -Está bien- acceso cuando se dispone a comenzar a grabar la sesión. En mi cabeza, el poco progreso que creía haber hecho se evapora, y mi memoria hace un puente entre las sesiones de hace un año y la sesión actual, como si no hubiese pasado un sólo día.

-Ehh...- comienzo respondiendo. Bajo la mirada de nuevo. -El último medicamento que me recetó fue Citalopram- digo mientras trago saliva y mi tono de voz va reduciéndose en volumen. -... Pero... pero no lo he tomado desde... mi última sesión- confieso rápidamente, tratando de liberarme rápidamente de esa carga. -...siento que... interfiere con mi habilidad para tocar el piano en la filarmónica- digo y guardo silencio. Levanto la mirada dispuesto a protestar de ser necesario. Aún hay cosas que no estoy dispuesto a ceder, y mi música es una de ellas.

Cargando editor
25/11/2016, 14:34
Rebecca Flanagan

La punta del bolígrafo se desliza con rapidez sobre el papel, dejando en él constancia de esas palabras que parecen avergonzarte. La doctora Flanagan tan sólo levanta la mirada por un momento cuando mencionas el tiempo que ha pasado desde que te medicaste por última vez, pero no dice nada, tan sólo te mira a los ojos por un instante cuando alzas la mirada y después vuelve a fijarse en lo que está escribiendo.

—Bien —dice cuando terminas, con tono decidido y poniendo un punto al final de las pocas frases que ha escrito en su libreta—. Ahora le evaluaré, pero probablemente tendrá que volver a tomar su medicación.

Sin esperar respuesta por tu parte, se pone en pie y empieza a rodear su mesa al mismo tiempo que su brazo te invita a pasar al fondo de la sala. Con la otra mano sostiene la libreta y el bolígrafo, dispuesta a llevarlos consigo.

—Pongámonos cómodos, ¿le parece, señor Park? —pregunta, sin que realmente parezca estar pidiendo tu opinión sino más bien informándote—. Así podrá contarme más detenidamente cómo le ha ido en este tiempo y qué ha sucedido ahora.

Espera junto a su escritorio a que seas tú el primero en moverte y parece esperar que te acomodes en el diván, en una rutina que hacía mucho tiempo que no experimentabas, pero que te resulta tan familiar como si nunca hubieras dejado de seguir.

Y es en ese momento, con la mirada seria y neutra de la doctora sobre ti, esperando a que te levantes, cuando sientes un sabor extraño en la boca. Alcohol fuerte, con un ligero toque de malta y madera, pero también dulce. No tardas en identificarlo como whisky de calidad, bourbon tal vez.

Cargando editor
26/11/2016, 23:27
Park Hyun-jin

"Tomar su medicación". Las palabras resonaron con gran fuerza en el interior de mi mente. Dada la situación, me negaré si la doctora Flanagan insiste. Siento el deseo de oponerme, pero prefiero resignarme a asentir durante la consulta. Por ahora no tengo yo el control, no tengo el poder, no está la situación bajo mi observación y obviamente, me aterra. Tomo aire, modulo mi respiración, intentando aferrarme al rítmico vaivén de mis pulmones recibiendo el aire y expulsándolo una y otra vez. Me tranquilizo tras unos segundos.

Finalmente es el momento del diván. Me levanto mecánicamente y asiento ya de pie, para comenzar a caminar. A partir de ahora, se trataba de narrar, de hilar los diversos acontecimientos de las dos últimas noches en una narrativa sólida, entendible, directa. Y quizás, esta vez, el concepto de la doctora Flanagan no fuese más que un desajuste o solo un aumento de mi estrés cotidiano. Tengo que detener mis pensamientos, antes de llegar al diagnóstico, sin siquiera tener la oportunidad de expresar los síntomas.

Chasqueo la boca, mientras hago una mueca de disgusto. Este sabor me es familiar, es... amargo y no muy agradable del todo. ¿Por qué tengo el gusto del whisky?. Observo a la doctora durante unos instantes, intento contenerme, pero creo que mis ojos delatan que no estoy precisamente tranquilo. Trago saliva y mientras espero que ella se levante también para escoltarme, aprovecho para preguntar. -Doctora...- comienzo diciendo, formulando en voz baja y de manera apenas audible una pregunta. -¿Pueden todos los sentidos ser afectados por... alucinaciones?- recito casi avergonzado, mientras abro y cierro la boca, salivando para intentar diluir el sabor a licor de mi boca cuanto antes. 

Cargando editor
27/11/2016, 01:42
Rebecca Flanagan

La mujer te escolta hasta el fondo del despacho y mientras deja que te instales en el diván, ella enciende la lámpara que da luz a la mesa junto a su sillón. Después deja la libreta y el bolígrafo sobre la mesa y se acomoda ella misma. Cuando hablas te mira por un instante para asentir levemente con la cabeza.

Los sentidos que se ven afectados con más frecuencia tras un trauma son la vista y el oído, pero las alucinaciones pueden ocurrir en cualquier modalidad sensorial —responde a tu pregunta con tono neutro, casi como si estuviera recitando de un libro—: visual, auditiva, olfativa, gustativa, táctil, proprioceptiva, equilibrioceptiva, nociceptiva, termoceptiva o varias mezcladas. ¿Por qué? —pregunta entonces, convirtiendo tu duda en el pie para comenzar la sesión—. ¿Ha tenido percepciones sensoriales extrañas? Cuénteme, señor Park, ¿cómo le ha ido desde su última sesión y qué ha pasado últimamente?

Colocada en su lugar, con el bolígrafo en la mano preparada para anotar cualquier detalle relevante de lo que puedas decir, te contempla, seria y tranquila como la recuerdas de todas las visitas anteriores. Hay, sin embargo, un leve brillo de curiosidad en sus ojos al esperar que empieces a hablar.

Cargando editor
03/12/2016, 19:08
Park Hyun-jin

Me dejo caer en el diván, como si todas mis preocupaciones hubiesen horadado fácilmente mi sentido de equilibrio y mi fortaleza para tenerme en pie. Mal que bien, el consultorio de la doctora Flanagan era un lugar que consideraba familiar, casi seguro y aunque no esté de acuerdo con algunos de sus consejos, al menos conozco este lugar. Y eso era lo más importante, lo que me habría traído de vuelta en estos instantes de tensión.

-He tenido alucinaciones visuales y auditivas, como usted lo ha mencionado...- comienzo tratando de explicarme. Personas, he visto y conversado con personas. Eso era lo más difícil de expresar sin parecer que estoy sumido en un completo desequilibrio. -He visto personas, lugares y conversaciones con ellos. Como si soñara. Con la diferencia de que me ha estado ocurriendo mientras estoy despierto.- observo a mi psiquiatra, tratando de hilar las cosas para hacerlas sonar normales en medio de lo que sigo considerando, es un episodio particularmente agudo de estrés post-traumatico. -Y a veces también olores y sabores. Cosas reconocibles o estimulantes como café y alcohol, aunque no haya bebido nada parecido. Es... incómodo- confieso, minimizando incluso su verdadero impacto sobre mi tranquilidad.

Luego, el recuento. Cierro los ojos e intento hacer un resumen fidedigno de lo que ha sido mi vida en los últimos meses. Incluso para mí, suena sospechosamente tranquila. Las prácticas en la filarmónica, los conciertos en Londres, las esporádicas visitas a la casa de mis padres, los encuentros con Jhon, y el final de mi relación con Marcus. Todo parece prístino. Omito mis fijaciones con las rutinas y las revisiones, dejo de lado los desencuentros con Marcus o mis propios temores hacia quienes tienen aspecto árabe. Me es difícil no ver mi historia como algo ajeno y externo, algo que no corresponde con mi propia realidad.

-Y luego... luego hace dos días comenzaron las alucinaciones que le he comentado. La primera sucedió cuando salía hacia una de mis prácticas hace dos días. En frente de mi casa, allí en la calle. Una escena horrible...- comienzo, mientras mi respiración se agita, mi corazón se acelera, y mis músculos se tensan. No quiero recordar, pero debo hacerlo. -... era un hotel. Una habitación pequeña y una mujer estaba sobre una cama. Estaba en camisón, estaba asustada... podía verlo, podía sentirlo.- "esto no está bien, esto no está bien" repito en mi mente mientras describir la escena me perturba profundamente y hace que mi mano derecha comience a temblar de manera casi imperceptible, pero incontrolable. - Tenía unos ojos grandes y enormes. No recuerdo su color, pero sé que estaban tan abiertos, tan... asustados... y luego escuché un disparo. Fue como un trueno, puedo jurarle que dejó mis oídos adoloridos. Y ella cayó hacia atrás... muerta- digo mientras las palabras se me agolpan, siento que estoy a punto de llorar. -Vi la sangre en la pared, sentí el grito de dolor, de miedo, el olor a la pólvora... y ya no estaba, cuando volteé a ver, sólo estaba yo en la calle...- y puedo sentir la humedad de una lágrima que se me escapa. Estoy llorando, estoy llorando por una alucinación y no atino a entender por qué. Lanzo una mirada a la doctora, tratando de encontrar alguna explicación para aquella marea de sentimientos que me embarga.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tiro dos dados a dif 6 por el esfuerzo de Hyun de tratar de contar la historia omitiendo varios detalles importantes. :)

Cargando editor
10/12/2016, 02:12
Rebecca Flanagan

La doctora guarda silencio mientras empiezas a hablar, emitiendo tan sólo algún que otro sonido con la garganta que te confirma que sigue allí y sigue escuchándote aún cuando no la mires. Aparte de eso y tu propia voz, tan sólo escuchas el bolígrafo sobre el papel cuando toma nota de algunos detalles de lo que relatas.

Si llegaras a voltearte para mirarla en algún momento de tu narración, podrías percibir en su mirada una leve suspicacia hacia tu historia, como si tuviera la certeza de que no lo estás contando todo y, sin embargo, estuviera decidida a no presionar en ese sentido por el momento.

Cuando terminas y te mueves para contemplarla la ves escribiendo algunas cosas en su libreta, con el ceño ligeramente fruncido. En cuanto el silencio se alarga más de lo que lo haría una pausa en tu relato, ella levanta los ojos para contemplarte.

Cargando editor
10/12/2016, 02:12
Narrador

Es entonces cuando te das cuenta de que no estás a solas con la doctora Flanagan. Y ni siquiera necesitas llegar a mirarla para saber que está ahí, de pie junto al diván que ocupas tú. Y una vez más sientes esa ineludible certeza de que ese es su lugar: a tu lado. 

Es una mujer de unos treinta años, de rasgos marcadamente orientales. Va vestida con un traje negro y elegante, tiene el pelo negro, largo y reluciente y sus ojos son castaños. Tiene ojeras y parece sencillamente agotada. Pero a pesar de su evidente cansancio puedes percibir un brillo de determinación en sus ojos rasgados. Una lágrima, que en este momento parece gemela de la tuya, se desliza solitaria por su mejilla.

En el momento en que vuestras pupilas se encuentran algo en tu cerebro y en tu pecho parece conectar con ella, como si la conocieses de siempre, a pesar de no haberla visto nunca, como si pudieras confiar en ella tu vida, incluso tu propia alma. Como ya te pasó con la mujer vestida con la bata de hospital. Con Ruth. Con Devendra.

Uno de esos hilos invisibles parece atarse entonces, uniéndoos de una forma que tu mente no puede racionalizar ni explicar, pero que sientes una vez más de una forma tan innegable como inexorable.

Cargando editor
10/12/2016, 02:16
Narrador
Cargando pj

Cuando abres los ojos de nuevo te das cuenta de que estás en una especie de despacho amplio y alargado, decorado en tonos tierra, beige y marrón oscuro. Al fondo, cerca de la puerta, ves una amplia mesa de caoba, totalmente despejada salvo un bote de caramelos y un paquete de kleenex. A un lado de la mesa un sillón de ruedas con tapicería de cuero y al otro dos butacas de aspecto confortable.

En la pared que queda tras la silla giratoria hay una vitrina cerrada con llave cuya parte superior parece dedicada a libros de psicología mientras que en la inferior la puerta en lugar de cristal es de madera y no deja ver su interior. En el muro enfrente del que sostiene la puerta hay un ventanal que llega de lado a lado del despacho pero que se encuentra tapado con una persiana de láminas y bajo el que hay varios armarios y estanterías de poca altura.

Tu estás de pie en una zona que parece más íntima. Allí hay un diván y un sillón reclinable junto a una mesa donde una mujer rubia y con gafas se encuentra sentada, taomando notas en una libreta. Cerca de ti hay un jarrón con flores frescas que dejan un aroma dulzón y agradable y el suelo está cubierto por una alfombra suave y mullida de pelo, que invita a descalzarse.

 

 

No necesitas llegar a mirar para saber que él está tendido en el diván. Y como sucedió cuando viste a Milka o a Devendra, sientes una extraña familiaridad también con él. La certera sensación de que este es su lugar. A tu lado.

Rondará los treinta años, sus cabellos son finos y oscuros y sus rasgos orientales. Va vestido con un traje elegante y sus ojos rasgados poseen un bonito color avellana. Puedes percibir sus dedos finos. Delicados y firmes al mismo tiempo, pero temblorosos ahora que algo lo afecta tan profundamente como para que una lágrima se deslice solitaria por su mejilla.

Sientes de nuevo cómo una mirada atraviesa la tuya, entrando en tu interior al mismo tiempo que la tuya entra en el suyo. Tu cerebro y tu pecho conectan con él a través de la conexión de vuestras pupilas y te sientes como si lo conocieses desde siempre, a pesar de no haberlo visto nunca.

Te invade una certeza, la de que puedes confiar en él tu vida, incluso tu propia alma. Ese hilo invisible que ya conoces parece atarse también a él, uniéndoos de una forma tan difícil de explicar como de negar. 

 

 

 

Cargando editor
10/12/2016, 02:47
Rebecca Flanagan

La mujer cruza una pierna sobre la otra y carraspea suavemente antes de empezar a hablar, como si considerase necesario ese pequeño aviso de su intervención.

—Y esa mujer que vio, ¿la había visto antes alguna vez? —pregunta con voz serena—. ¿O le recordó a alguien que haya conocido durante su vida?

No parece molesta o excesivamente preocupada porque su paciente esté llorando, al contrario, extiende una mano para acercar un paquete de kleenex hacia Hyun con la naturalidad de quien está acostumbrada a asistir a la gente en ese tipo de momentos.

Cargando editor
10/12/2016, 17:44
Park Hyun-jin

No fue muy difícil comprender quien era ella. El sentimiento, tan familiar como me era ya, me permitió identificarla de inmediato. Y aunque en cualquier momento, incluso hace unos instantes, la habría calificado de "alucinación", justo ahora me parece real, sólida, una parte de mí mismo presente en aquella sesión. Una parte que llenaba de preocupación los rincones de mi mente dedicados a la preservación de mi salud mental. Y de no ser por aquellos susurros, seguro habría aceptado de mejor gana su visita. Dudo unos instantes, mientras la observo, la detallo, mientras me veo reflejado en ella, como un extraño espejo. Tiene un aire similar a mí, su tristeza se parece a la mía. Me pregunto por qué llora ella pero me contengo de preguntarle inmediatamente.

La doctora realiza una pregunta y trato de dividir mi atención. "¿Alguien que he conocido durante mi vida?" me pregunto. Reflexiono unos instantes, mientras las dudas me asaltan. ¿Debería decirle de mi nueva... acompañante? ¿Debería explicarle que estoy sufriendo uno de esos episodios y que llegan así, sin paranoia o miedo, sino con tranquilidad y comodidad? Me toma otros instantes darme cuenta que no estoy tratando de responder la pregunta, sino que mi mente se ha deslizado por otras cuestiones, mientras intento definir si debo o no hablar de todo esto. -N.. no. No recuerdo haberla visto nunca antes- musito, y mi mirada no observa a la psiquiatra. Mi mirada está fija en el rostro de la agotada mujer.

Respiro profundamente. No hay peligro ni temor en mi pecho. No hay el inmenso desconsuelo o la desesperación de sentirme perseguido. Pero su presencia aquí es una anomalía que no puedo explicar. Ahora mismo el que ella esté aquí no me afecta, pero cuando se vaya, sé cómo me sentiré, sé lo que significará. Me odio un poco por tener que luchar contra esta sensación de... estar conectado con alguien. De sentir que ella era parte de mí, de mi vida. Pero si es un producto de mi mente, si es un producto de un cerebro cansado, de un cerebro estresado o empujado al límite, todo aquello también sería cierto. -Lo siento muchísimo- le digo, y me enfoco en la doctora Flanagan.

-Doctora, tengo... tengo que confesarle algo...- comienzo. Mi estómago se remueve un poco. Siento como si estuviese traicionándola. -... estoy... sufriendo uno de esos episodios que le comenté ahora mismo...- me esfuerzo en cada palabra. Mi corazón se acelera, pero no debido al temor, sino a la dificultad de la tarea. -Veo a una mujer llorando de pie frente al diván... yo...- digo negando suavemente con la cabeza. -No me siento mal. Quisiera saber por qué llora... No... sé que no es normal, pero no me siento intranquilo con ella. Entiende... ¿entiende lo que le digo?- finalizo, y evado la mirada de la recién llegada, avergonzado por lo que digo. 

Cargando editor
12/12/2016, 15:38
Rena Hiyane

Tardo un segundo en acomodarme al nuevo entorno. Todavía no me acostumbro a esto de los viajes, hace un momento estaba en medio de la calle y ahora... ¿en una consulta? El diván me produce escalofríos por la espalda. Y ahí está él. El hombre que es mi enlace con este lugar. Lo contemplo por un instante y me quedo mirando esa lágrima solitaria en su mejilla. Pero en cuanto habla me pongo en alerta.

—Yo no estoy llorando —protesto de inmediato con cierta hosquedad, secándome la cara con el dorso de la mano para eliminar todo rastro de ese pequeño momento de debilidad.

¿El muy idiota le está hablando a una psiquiatra de mí? Todavía tengo la cabeza en Ino, pero esto está mal. Está muy mal. Así que me obligo a ubicarme a marchas forzadas con la situación.

¿Tú eres gilipollas? ¿Qué te crees que estás haciendo? —le espeto entonces con frialdad, todavía sin dar crédito a la tontería que está haciendo. ¿Es que no sabe que nos está poniendo en peligro a todos?—. Esa podría ser una puta de la BPO. ¿Qué más le has contado? ¡Nos pueden atrapar a todos por tu culpa, joder!