Partida Rol por web

Historia de un Asesino

Capítulo 6. Infierno

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28/08/2019, 11:32
Narrador

Habían dejado atrás el Imperio Sundallí. Ni el Emperador ni sus guardias podían seguirles hacia donde ellos iban. La misión de Asteirm estaba cada vez más cerca de verse cumplida, pero necesitaban una nueva pista que posiblemente encontrartían en Mariendul. Pero primero debían atravesar las montañas del Norte, algo curioso para uno viajeros que las cruzaban desde el norte hacia el sur, pero el caso es que así se llamaban, el nombre se lo pusieron los sureños.

Durante el primer día de ascenso el clima había acompañado. No hacía demasiado calor, se podía respirar bien, y tras tantos días en el desierto era de agradecer. Ya no sólo les rodeaban dunas, arena, y escorpiones. Allí había vegetación, arrollos, animales y aves. Las noches allí serían más agradables y podrían descansar mejor. Eso si, cuanto más ascendiesen más fríos se volverían los días, y llegaría un punto en el que todo estaría nevado y el frío sería muy intenso.

Aswand le había comentado a Asteirm que no tardarían demasiado en atravesar esas montañas por el paso que había elegido, como mucho tres días, hasta Nevada y otros dos para llegar a Mariendul. Mariendul era su destino, así que no lo dudaron y avanzaron con gran velocidad durante el primer día y el segundo. El tercero se hizo más pesado puesto que el frío ya comenzaba a adueñarse de ellos.

Al atardecer de ese tercer día, llegaron a un desfiladero con una caída más que considerable de unos quinientos metros. Los caballos pasaban a duras pensas por ahí, puesto que ese no era el camino comercial, sino el atajo de viajeros apresurados e inconscientes. Aquel despeñadero se adentraba en las montañas más de cuatro kilómetros, pero justo al otro lado de este se encontraba Nevada. Un bonito pueblo que servía de enlace para viajeros que cruzaban el paso.

Asteirm avanzaba en segunda posición justo detrás de Aswand conocedor del terreno. El último era Isidore que avanzaba léntamente temeroso de un resbalón. Los caballos tropezaban constantemente y resbalaban en más de una ocasión, pero aquel era el camino más oportuno, puesto que desviarse demasiado les retrasaría lo menos cuatro días.

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28/08/2019, 18:32
Chester

De pronto comenzaron a escuchar una voz en la lejanía. Al principio se asustaron y se detuvieron esperando que no se tratase de ningún tipo de bandido sin escrúpulos. No es que le tuvieran miedo pero pelear en aquel risco era una locura para cualquiera. La voz poco a poco se fue trasformando en una cancioncita en un idioma no conocido por ninguno de los tres. Aquel quien estuviera cantando avanzaba hacia ellos rápidamente; el camino por el que se acercaba giraba hacia la derecha y una roca ocultaba a quien se acercase.

Los tres se agacharon y desenfundaron sus armas preparados para asumir cualquier contratiempo. Parecía que sólo era una persona la que se acercaba hacia ellos pero no podían fiarse de nadie. Cuando estaba a punto de girar y sobrepasar la roca, aquel tipo se paró y la cancioncilla cesó. Segundos más tarde la cancioncilla se reanudó y un hombre anciano, de pelo y barba canos, vestido con una larga túnica gris portando una maleta a la espalda, un bastón en la diestra y una flor en la zurda, acabada de recoger se quedó petrificado ante aquellos tres extraños que le miraban con desconfianza.

- Hola, mi nombre es Chester, no me hagan daño. - Dijo escuetamente aquel tipo.

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28/08/2019, 18:33
Asteirm

Aswand frunció el ceño molesto por la aparición de aquel extraño personaje. Isidore bajó la guardia y miró al anciano entre curioso y divertido. Asteirm no bajó la guardia, ni lo miró molesto, curioso o divertido. Entrecerró los ojos, mirándolo con suma cautela. En su mano apareció una daga, que con un impresionante juego de manos, logró ocultar a la vista de todos, mientras se acercaba al hombre.

- Chester... - repitió. - ¿Hay algo que se te haya perdido por aquí? - preguntó.

El anciano miró a Asteirm de arriba a abajo y se acercó a él. Al menos todo lo que Asteirm le permitió que se acercara, pues una mirada bastó para que se detuviera a la distancia mínima con la que podría haberle atacado con una daga. Sin embargo, el tipo parecía un lanzador de conjuros, así que esa distancia no importó mucho; Asteirm reaccionaría antes de atacarle. A menos que pudiera conjurar en silencio, lo cual lo ponía en clara desventaja. Atento, el asesino se dejó estudiar por el anciano, que revoloteó a su alrededor.

- ¿Perdido? No, de momento. ¿Y a tí? - sin dejar de dar vueltas, el anciano alargó la mano hacia su espalda, quizás para comprobar su fuerte musculatura. Pero la mano no llegó a la espalda, algo la detuvo a mitad de camino.

Estamos de paso anciano. Supongo que tu también - habló Asteirm. Su tono de voz había obligado al viejo a no ponerle la mano encima. Isidore y Aswando miraban de hito en hito a los dos.

¿De paso? Oh, sí, claro - exclamó palmeandose la frente. - Es cierto, es cierto... es cierto... es cierto - siguió murmurando mientras terminaba su estudio al asesino. Luego se detuvo enfrente de él. - Os acompaño - dijo. Fue más una orden que una petición. Asteirm no cambió el gesto, pero siguió vigilando al viejo. - Mi nombre es Chester - repitió.

Esta bien - aceptó con un suspiro. - Síguenos hasta el siguiente poblado.

El anciano se puso a dar palmaditas y saltitos de alegría mientras Asteirm se acercaba a su montura y hacía desaparecer la daga con una sacudida de la mano. Aswand lo miró extrañado.

- ¿Por qué le dejas venir con nosotros? - preguntó el negro. - Podría ser peligroso.

Prefiero tenerlo vigilado a que nos persigua. Eso sí que sería peligroso.

Se pusieron en camino, con Chester caminando con un trotecillo alegre una melodía desquiciante. Isidore tenía el rostro crispado de nervios y sus dedos sujetaban la daga de su cinturón con la deliciosa idea de callar al viejo de una vez. Aswand intentaba hacer oídos sordos por el mismo motivo. El imperturbable Asteirm ni siquiera daba muestras de estar molesto. Al contrario, se estaba divirtiendo de lo lindo.

Siguieron avanzando por los riscos con cautela. Isidore se giró para hacer callar a Chester y su pie se escurrió con un montón de nieve, siendo arrastrado en la caída por la ladera hasta quedar colgado de una rama con los pies apuntando al vacío, a una caída de más de cien metros. Gritó auxilio y Chester se lo quedó mirando, igual que Aswand. Eran demasiado torpes para ir a ayudarlo. Asteirm, sin embargo, se paró en el borde de la ladera y miró a Isidore.

- ¿Cuanto aguantarás?

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28/08/2019, 18:34
Isidore

- ¡¿Qué?! ¡No lo sé! ¡Socorro! - gritó desesperado. Asteirm estudió el terreno y luego fue hasta su montura y comenzó a sacar de su mochila algunos utensilios.

- ¡Aguanta muchacho! - gritó Aswand.

- ¡Déjate caer! - sugirió Chester divertido. Asteirm sonrió ante la sinceridad del anciano.

Unos minutos más tarde, el asesino se descolgaba por la pared del risco hasta llegar a Isidore. El muchacho se le agarró temblando de miedo y eso hizo que se balancearan peligrosamente.

- Sino estás quieto, te dejo caer

Isidore se calmó y rodeó el cuerpo de Asteirm con brazos y piernas, mientras este subía a pulso por la cuerda. Una vez arriba, el joven se tumbó tratando de calmarse. Había estado a punto de morir. Asteirm recogió las cuerdas y los garfios y los volvió a guardar.

- ¡Qué lástima! ¡Hubiera sido divertido veros caer! - comentó Chester.

- Por favor, lleguemos cuanto antes - rezongó Aswand. Asteirm volvió a sonreir.

Tras un duro camino de día y medio, los tejados de Nevada por fin se les revelaron en la lejanía. Chester dio un saltito y pese a su aparente edad, salió corriendo hacia el poblado. Asteirm lo siguió, mientras que el negro y el niño caminaron arrastrando los pies sintiendo estar fuera de lugar.

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28/08/2019, 18:39
Narrador

Nevada era una aldea acogedora, prácticamente todas las casas eran de piedra gris, y los tejados de madera oscura aunque era difícil saber que tipo de madera ya que todos los tejados estaban blancos por la nieve. La mayoría de las casas de aquel lugar eran de dos pisos incluso de tres, y las calles eran bastante estrechas aunque bien iluminadas por los candiles. Las callejuelas de aquel lugar parecían discurrir sin ningún orden aparente, todas habían ido naciendo a medida que la ciudad incrementaba su número de habitantes, sin embargo todas las calles, largas o cortas, anchas o estrechas parecían llevar hacia un mismo punto, el centro del pueblo.

La plaza de Nevada era redonda y muy ancha, en el centro de esta presidía una estatua de algún valeroso guerrero de antaño sobre un corcel encabritado. Allí estaba el edificio más ostentoso de todo el lugar. Se trataba del más alto de toda la aldea, cuatro pisos eran los que tenía. Estaba construido con mármol blanco trabajado como sólo los enanos y los mejores escultores humanos saben. La entrada estaba erigida bajo un porche aguantado por cuatro columnas circulares. Aquello debía de ser como mínimo la casa del gobernador.

Pero ellos no buscaban al líder de aquella aldea así que se conformaron con alojarse en una de las tabernas locales. Justo enfrente de aquella mansión había una taberna que respondía al nombre de "Ojo de Buey". Unos mozos se hicieron cargo de sus monturas y los llevaron a los establos de la posada por unas pocas piezas de cobre. Asteirm fue el primero en entrar seguido de Chester Aswand y Isidore por último.

El interior de aquel lugar era muy acogedor. Estaba limpio, olía a buena comida y no había demasiados borrachos tirados sobre la barra. Las mesas parecían prácticamente nuevas, y solo dos de las diez que había estaban ocupadas. El grupo se sentó en una de ellas, alejada del resto y junto a una chimenea que caldeaba el ambiente, algo que agradecieron al instante, ya que venían helados del viaje.

Enseguida se acercó un posadero vestido con un delantal. Era un hombre delgado y con una gran barba gris, sus ojos eran azules como el cielo y su voz sonaba armoniosa, como la de un antiguo bardo. El hombre les hizo la comanda y se fue de nuevo hacia la barra para preparar la comida y la bebida que habían encargado.

- Asteirm, ¿Crees que quien buscas seguirá con vida? Si vino desde donde tú, también tubo que haber atravesado el desierto, y no todo el mundo puede hacerlo tan fácilmente como nos a resultado a nosotros. - Dijo Aswand.

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28/08/2019, 18:42
Chester

La comida de este lugar es buena. El posadero fue un bardo hace tiempo, un gran bardo, sabe muchas historias, es un gran bardo. Lástima que dejara de viajar y de aprender nuevas historias, pero ya sabe muchas. ¿A dónde os dirigís? Yo ire al sur... ¿Os he dicho que la comida es buena aquí? Yo viajo al este, podéis venir conmigo si queréis. - Interrumpió la conversación el chalado que habían encontrado en el camino.

Entonces llegó el posadero y depositó las bebidas que acababan de pedir sobre la mesa. Chester agarró su jarra de aguamiel y empezó a bebérsela de un solo trago, no respiró ni una sola vez y para cuando el posadero hubo dejado todas las jarras sobre la mesa la de Chester ya estaba vacía.

- Póngame otra, gracias. - Dijo. - Nevada es un sitio muy bonito, os puedo enseñar la ciudad. ¿Venía a comprar algo aquí? Conzco a todo el mundo de este sitio. Alomejor os puedo ayudar en algo. A ver cuando traen la comida, es muy buena en este sitio. - Habló aquel tipo acabando con un ataque de hipo.

Isidore se llevó las manos a la cabeza y se estiró de los pelos, estaba claro que no podía soportar a ese tipo, pero... ¿alguien le aguantaba?

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28/08/2019, 18:43
Asteirm

Asteirm volvió a sonreir ante la desquiciante actitud de Chester. Por el momento se divertía viendo como sus dos compañeros afilaban los dientes incapaces de aguantar la comicidad del anciano. Por otro lado, al mismo tiempo que reía, el asesino vigilaba al viejo. Puede que su forma alocada desviara la atención de cualquier posible asalto o una intención hostil. Pero no era la primera vez que Asteirm trataba con suspuestos majaderos. Si el anciano era un fanático al que le faltaba alguna tuerca, sin duda era un viejo peligroso.

Claro que está viva. Y si no, solo tendré que encontrar su cadáver para presentarla ante mis superiores. Ya sabes, no aceptan un no por respuesta - fue toda la contestación.

- Pues tenemos que encontrar más pistas. - Aswand bajó la voz cuando escuchó llegar al posadero. Este dejó la comida sobre la mesa y los tres se lanzaron a por los platos. Asteirm, como era habitual en él, se limitó a comer con toda tranquiliddad.

Entre bocado y bocado, Chester hablaba. Isidore tenía un tic en el ojo y aferraba el cuchillo de la carne con fuerza, deseando callar al viejo. Asteirm sonreía.

Yo me encargaré de las pistas. Haced lo que queráis, nos vemos esta noche.

El asesino había comido tres de las cuartas partes de su plato y salió de la posada sin preocuparse por lo que hicieran los demás. Dejó el frío y el sol le dieran en la cara y respiró un poco de aire limpio. Aquel sitio era frío, pero el aire de montaña era fresco y puro. Nada en comparación con el continuo aire arenoso del desierto. Aunque estaba acostumbrado al calor, las noches heladas de desierto le habían ayudado a soportar aquellas bajas temperaturas.

Asteirm echó a caminar por la plaza, y mientras paseaba, estudiaba a todos los lugareños. Se colocó la capucha sobre la cabeza, por que el sol era demasiado fuerte y se reflejaba con la nieve, haciendo incómodo mirar por los brillos que desprendía. Recorrió toda Nevada buscando algún personaje que estuviera fuera de lugar, alguien que destacara sobre el resto, bien por no hacer nada o bien por destacar a gritos. Si lo encontraba, tal vez podría hallar una pista sobre el paradero de su objetivo.

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28/08/2019, 18:46
Narrador

Asteirm buscó durante varias horas por las calles de Nevada a algún tipo sospechoso con el que tener una charla acerca de la persona que llevaba buscando desde hacía tanto tiempo. Las calles a esas horas estaban desiertas y parecían ser todas iguales, las casas de aquel lugar parecían haber sido construidas todas con el mismo molde y las retorcidas calles de Nevada conducián todas hacia el centro del pueblo. Asteirm pasó por el mismo sitio en más de una ocasión.

Había encontrado varias posadas, tabernas y burdeles locales. El asesino se había parado en todos ellos y había entrevistado lo menos a diez personas, pero ninguna de ellas le pudo decir nada significativo acerca de la joven mediana a la que le seguía el rastro. Pese a la templanza habitual en el caracter del extrangero, al conversar con una prostituta local casi llegó a las manos, le había sacado de los nervios con respuestas esquivas y sin sentido.

Finalmente decidió regresar junto a sus compañeros de viaje. Lo que estaba claro es que aquella no era su noche, y que en Nevada la información costaba cara. El asesino avanzó por las calles de Nevada con las manos en los bolsillos y la mirada en sus botas. Hacía muchísimo frío y su aliento se condensaba en el aire. Las calles de aquel lugar seguían estando desiertas, y en total silencio sólo roto por el rugir de la ventisca en lo alto de la montaña.

Asteirm no se había fijado en el camino de vuelta a la posada de donde venía pero sabía por experiencia que todos los caminos de aquel maldito lugar llevaban al centro de aldea donde estaba la plaza de la estatua y la posada que buscaba. Golpeó una piedra con la punta de su bota y esta se elevó hasta medio metro y golpeó contra la pared de un edificio cercano.

El asesino vio a través de la ventana semiabierta de aquel edificio una luz resplandeciente en el interior de la morada. Se acercó para mirar por la rendija de la persina y se fijó en el interior. Lo que vio al otro lado de la ventana no era otra cosa que el comedor de verdadero hogar. En éste había una pareja con varios niños alrededor de una humilde mesa y con una chimenea de fondo que calentaba el ambiente.

De pronto Asteirm observó algo que se reflejaba en el cristal y que se iba acercando poco a poco hacia él. Se trataba de una figura de un hombre encapuchado. Cuando ya estaba casi encima de él, levantó el brazo por encima de su cabeza, portaba una daga, cuando iba a hundirla en la espalda de Asterim este saltó a un lado esquivando el ataque y su asaltante tropezó golpeándose contra la pared.

El asesino sacó dos dagas y las agarró con sus manos. Tres figuras de sendos hombres encapuchados y con capas negras sobre las espaldas le habían rodeado y acorralado contra la pared. Todos ellos portaban dagas en sus manos, eran sin duda asesinos, aunque para Asteirm no fueran más que meros aficionados.

- Caín Blackstone, o Asteirm, como prefieras, hemos venido a buscarte. Es inútil que opongas resistencia, eso solo te ocasionará más dolor. - Dijo el tipo que se encontraba entre los otros dos. Entonces comenzarona avanzar hacia él, tratando de acorralarlo contra la pared.

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28/08/2019, 18:48
Asteirm

Aquellos hombres conocían su nombre. Lo que no era una buena señal. Aferró las dagas en su mano, no le daba tiempo suficiente a desenvainar la espada, así que deslizó las armas hasta la punta de sus dedos.

- Señores... ¿a qué vienen esos modales? Conocéis mi nombre, pero yo no conozco el vuestro - al finalizar de hablar, un estruendo sonó a la espalda de los tres hombres. A esa señal Asteirm lanzó las dos dagas de su mano al hombre que tenía enfrente mientras se acercaba a él con rapidez y en sus manos aparecían dos nuevas dagas.

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28/08/2019, 18:49
Narrador

Cuando Asteirm habló los tres encapuchados se despojaron de sus capas. El hombre que se había acercado por su espalda no era un hombre sino una bella y joven mujer de ojos azules y cabellos rubios. Los otros dos si eran hombres, uno de ellos le resultaba bastante familiar al asesino, era un hombre alto y fornido de ojos oscuros y cabello castaño, lucía una coraza y desenfundó una espada dejando caer su daga y agarró un escudo. El tercero era un hombre mayor, de cabellos grises y un ojo azul y el otro oscuro. Soltó su daga y agarró una guadaña que poraba hasta entonces oculta en su espalda, estaba enbutido en una armadura completa.

Cuando la joven iba a abrir la boca de nuevo una explosión sonó a su esplada y se dio media vuelta. Sus dos acompañantes no parecieron percatarse de eso y siguieron mirando atentamente como el asesino lanzaba dos dagas contra la muchacha y estas penetraban en su piel hacíendole retorceder varios pasos.

La joven corrió hacia atrás cerca del hombre de la guadaña a la vez que disparaba un virote con una ballesta de mano con la zurda. Al llegar junto al más anciano de los tres este la tocó con un haz de luz de su mano y las heridas producidas por la daga comenzaron a sanar al instante.

Asteirm no se durmió y agarró dos nuevas dagas. Estas volaron una hacia el anciano y la otra de nuevo hacia la joven. Las dos dagas hicieron blanco y se clavaron en aquellos dos infelices debilitándoles bastante. El tercero de los asesinos agarró con firmez su espada y comenzó una carrera hacia su víctima.

Asteirm agarró dos nuevas dagas y las lanzó sobre su atacante, las dos se hundieron en este pero no detuvieron su carga. Asteirm agarró una tercera daga y la lanzó de nuevo, esta vez pasó rozandole a aquel tipo pero no le dio. Asteirm tenía encima a su atacante y trató de esquivarle, pero finalmente sintió el frío acero de su espada clavarse en su hombro.

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28/08/2019, 18:51
Asteirm

Odiaba conocer los rasgos de aquel hombre y no saber de qué. Sus facciones eran muy similares a las suyas. ¿Acaso era un miembro de su cofradía? Y en tal caso, ¿qué había hecho él para merecer la muerte? Furioso, el asesino apretó los dientes al sentir el acero penetrando en el hueco de su armadura, hasta tocar el hombro. La única ventaja, que el tipo estuviese bien cerca de él. La desventaja, su escudo. Pensó a toda prisa, su única via de escape, acertar al hombre entre las defensas del escudo y su coraza. Así que no tenía tiempo que perder.

Con la zurda sujetó la espada mientras que la diestra invocaba una nueva daga. Con presteza, el asesino acuchilló al hombre en el costado. Antes de realizar un último golpe, una densa niebla surgió de la capa de Asteirm y rodeó a todos los combatientes.

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28/08/2019, 18:52
Narrador

El anciano agarró su guadaña con firmeza y cargó contra Asterim a a vez que gritaba con rabia. Su golpe falló por los pelos pero sirvió a la chica para vengarse del asesino. La había perdido un solo momento de vista y para entonces ya se había colocado a su espalda y había clavado su arma entre las costillas del extrangero causandole una profunda herida sangrante. Sin embargo Asterim no se dejaría matar, todavía tenía enfrente al hombre que le había atacado en primer lugar y se libraría de él lo antes posible.

Desenfundando su espada a gran velocidad lanzó dos estocazos contra su agresor. Los dos fueron directos al brazo de su arma y le causaron dos heridas sangrantes. Con una nueva daga en su mano se abalanzó contra el que intentaba matarle y clavó la daga a través de la armadura de su rival clavándola en su corazón. Aquel tipo se tambaleó hacia atrás y cayó muerto.

Asteirm agarró su capa y pasandola por encima creo una densa niebla que oscureció todo el lugar. e trataba de una oscuridad mágica en la que nadie podía ver nada. Asteirm escuchó entonces unos pasos alejándose del lugar y para cuando la poca luz de la noche volvió a iluminar el lugar se dio cuenta de que estaba solo. A sus pies estaba el cuerpo sin vida del que había intentado asesinarle.

El asesino registró a su víctima. Este portaba, una espada larga, una ballesta pesada con un estuche de diez virotes, una coraza, un escudo pesado, y una mochila con comida y agua para tres días. Además portaba una oblsa de cuero con unas cien monedas de oro en su interior. Un pañuelo lila con un extraño bodardo en su reborde estaba atado en el brazo derecho del fallecido.

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28/08/2019, 18:54
Asteirm

El asesino recogió la bolsa del dinero y el pañuelo violeta atado al brazo de su víctima. Lo estudió un momento, intentando adivinar dónde lo había visto antes. Por que de algo así se acordaría. Aquellos tipos sabían su nombre. Su nombre real. Un nombre que desde hacía mucho tiempo no había utilizado y todo el que lo conocía sabía que ese apelativo no podía ser usado en su presencia. Hacía mucho tiempo que había dejado de ser Caín. Ahora era Asteirm. Y todo el que no usaba ese nombre, debía morir.

Todos menos ella. Ella si podía usar ese nombre. Era la única que podía recuperar aquel nombre si alguna vez volvía a verla.

Se levantó y estudió el terreno. Habían intentado matarlo, pero él había conseguido hacer caer a uno de ellos a pesar de las dos heridas que le habían dejado. Debía sanarse y luego buscar más sobre el origen de ese pañuelo. En estas tierras estaba perdido, así que el único que podía saber algo era Aswand. Reprimiendo el dolor de la herida en el hombro, el asesino se echó el capote por encima y luego la capucha. Guardó el pañuelo y ató la bolsa del dinero a su cinturón mientras se ponía en camino hacia la posada dónde sus compañeros aún dormían.

Sin ningún reparo, subió hasta la habitación del negro y golpeó la puerta hasta que un Aswand medio dormido abrió con un gruñido, que cortó en cuanto adivinó la figura del asesino. Este levantó el pañuelo y a la poca luz que desprendían las lámparas del pasillo, se lo mostrón al somnoliento guerrero.

Necesito una respuesta ahora. ¿Qué es esto?

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28/08/2019, 18:55
Aswand

Aswand miró con extrañeza el pañuelo lilaceo, entornó los ojos para concentrarse un poco más en aquel trozo de tela. El gigante de azabache agarró con un rápido movimiento el pañuelo arrebatándolselo a Asteirm de las manos. Aswand lo miró de cerca y examinó el bordado que tenía en el borde. El guerrero penetró en el interior de su habitación y encendió una linterna de aceite. Examinó con delicadeza el pañuelo y miró con cara de preocupación a su contratante.

- ¿De dónde lo has sacado? - Preguntó el negro del desierto.

- De un cadáver. - Respondió escuetamente el asesino.

- Es importante saber que ha pasado Asteirm. Cuéntamelo. - Dijo muy serio Aswand.

Asteirm fulminó al negro con la mirada. - Dos hombres y una mujer me asaltaron en un callejón. - Tras un momento de silencio. - ¿Acaso lo sabías?

- Amigo mío, creo que estas... estamos metidos en un serio aprieto. Este pañuelo es un signo identificativo de una de las órdenes de asesinos más importantes de todo el mundo. Eso quiere decir que los que te seguían no eran meros asaltantes, sino que se trataba de gente contratada para liquidarte. Tu orden, la Hermandad de las Dagas de Sangre, tiene decenas de sedes en todo el mundo, una de ellas es la Orden de las Dagas de Fuego. ¿Por qué querrían acabar contigo amigo? - Preguntó Aswand.

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28/08/2019, 18:57
Asteirm

Por fuera, el rostro del asesino mostraba la misma frialdad que siempre. Por dentro, palideció. Su propia hermandad lo quería muerto. ¿Por qué? Asteirm miró a Aswand con seriedad, manteniendo la expresión de indiferencia que parecía cincelada en su rostro.

No tengo ni la más remota idea - fue toda su respuesta. - Acompañame abajo - dijo seguidamente. Aswand se miró, iba en pantalones de dormir y estaba medio inconsciente aún, aturdido por haber descubierto el pañuelo. Pero las palabras del asesino eran una orden, así que enseguida se colocó una camisa y las botas y bajó a la sala común, dónde Asteirm ya se encontraba fumando con su pipa. Se sentó enfrente y miró al hombre, esperando que este hablara.

Asteirm estaba pensando. ¿Qué había hecho para despertar las iras de su orden? Dio una calada a la pipa y dejó que el humo se elevara hasta el techo. Al poco rato, Isidore bajó de puntillas y se paró en la escalera, para espiar a su maestro y a Aswand. El asesino seguía pensando.

- ¿Has hecho algo que pudiera haber ofendido a tu orden? - tanteó Aswand.

No

¿Has matado a alguien que no debías?

Siempre y nunca - fue la enigmática respuesta. Aswand empezó a impacientarse. Una orden de asesinos detrás de ellos no tranquilizaba en absoluto.

¿Eras importante y alguien quiere quitarte de enmedio? - aventuró Isidore saliendo de su escondite.

- ¿Importante? - mencionó Asteirm. - Nunca. No hice méritos para ascender en la orden, lo mío no es dominar sobre los demás ni mandar a otros a hacer algo que yo mismo puedo hacer. Mi aspiración no era ser el mejor para gobernar, sino ser el mejor.

Quizás eso despertó celos en alguien y quiere eliminarte para convertirse en el asesino del mejor asesino. Eso lo convertiría automaticamente en el mejor de los asesinos - explicó Aswand.

- En mi orden he visto esas cosas, una vez estuve a punto de intentarlo - añadió Isidore.

Supongo que siempre se puede soñar despierto - murmuró Asteirm. - Si alguien quiere eliminarme para convertirse en el mejor de los asesinos matándome a mi, no enviaría a alguien a hacer el trabajo, lo haría él mismo. A menos que se esten disputando mi muerte. En ese caso - una daga apareció clavada en la mesa, negra y roja, amenazante-, que vengan, los estaré esperando.

Aswand tragó saliva. Era una actitud muy temeraria. El silencio se apoderó de la mesa. Asteirm siguió pensando y una imagen cruzó su mente. Una joven de cabellos dorados y ojos verdes. Ella podría ser otra razón. Decidió dejar de verla por que comprometía su trabajo estar con ella. Si su orden se enteraba, uno de los dos moriría. ¿Ella había muerto? Por primera vez desde que desembarcó en estas tierras, Asteirm empezó a preocuparse, y por su semblante se cruzó una sombra de duda.

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28/08/2019, 19:03
Aswand

Aswand golpeó sobre la mesa que se interponía entre Asteirm y él. Se le veía enfurecido por alguna razón, Aswand normalmente era un tipo frío pero en aquella ocasión sus más ancestrales instintos brotaron a la superficie. El hombre de azabache miró a Asteirm con sus dos ojos negros, y con los labios apretados.

- No me gusta nada lo que me estás contando, nuestra orden está llena de gentes de mal vivir, podrían estar esperándonos en cualquier esquina. Hasta ahora hemos viajado al descubierto creo que a partir de este momento deberíamos evitar ser reconocidos por nadie, viajar por caminos secundarios, y pasar el menor tiempo posible en cada lugar. No me gusta el sur Asteirm, allí no estamos seguros, no nos sabemos mover como en el desierto, no es nuestro terreno. - Dijo el guía del asesino.

- Pero ellos jugaban con el factor sorpresa. Ya no... Ahora sabemos que vienen detrás de nosotros. De mi. No me volveré atrás. No ahora que mi objetivo se ha vuelto más importante para mi... - Respondió el asesino.

- Sólo te digo que tenemos que andar con mucha más cautela de ahora en adelante. - Respondió más calmado el gigante. - Mariendul está cerca, podemos llegar en dos jornadas. Allí quizás si encontremos pistas sobre Lavinia, tengo ganas de acabar con este asunto. ¿Partimos ya? - Cambió de tema Aswand.

- Esa es la actitud, amigo. Pero al menos espera a que se haga de día, ¿no? - Le contestó Asteirm.

- Está bien. - Rió el negro. - No me gusta este lugar y además hace mucho frío. - Aclaró el guía.

- En el desierto también hace frío. Pero no es nuestro elemento... - Concluyó Asteirm la conversación.

Finalmente se acostaron cada uno en su habitación, Isidore que había escuchado toda la conversación de su amo y el guía, pero aunque no había intervenido demasiado no logró conciliar el sueño. Estaba preocupado por todo lo que habían hablado durante la noche. Asteirm tampoco durmió demasiado tratando de averiguar el porque de ataque. Aswand fue el único que durmió decentemente esa noche.

Al amanecer ya estaban preparados en la puerta de la ciudad para emprender el viaje a Mariendul; Aswand marchaba en cabeza, seguido por Asteirm y por último Isidore que se hacía cargo de los bártulos de su amo. Cuando cruzaron la puerta, se toparon de frente con un rostro conocido. Se trataba de aquel extraño anciano que les había acompañado hasta Nevada.

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28/08/2019, 19:06
Director

- ¿Dónde estábais, es que no queréis partir nunca? - Preguntó Chester, que azuzó a su caballo para avanzar colina abajo. Con resignación los tres hombres del desierto siguieron los pasos de aquel compañero forzoso. Era un tipo pesado, pero probablemente les podría servir de algo más adelante.

Avanzaron sin más complicaciones durante los dos días que Aswand había predicho que les separaban de la ciudad de Mariendul. Al caer la noche acamparon a pocos kilómetros de aquella ciudad. Podían llegar en pocas horas, pero estaban muy cansados como para seguir. Cuando estaban haciendo la cena al fuego de la hoguera que Isidore había encendido, Asteirm percibió olor a quemado, y alzó la vista buscando el fuego. En la lejanía observó las torres de la ciudad a la que se dirigían, estas estaban ardiendo en llamas, y en lo alto del cielo parecía que un ser alado, probablemente un dragón, descargaba su ira en forma de llamaradas contra las murallas. Además tanto en el norte como en el el sur de la fortaleza había cientos de antorchas, y rocas llameantes salían catapultadas contra los muros de Mariendul. La ciudad estaba siendo atacada.

Chester fue el siguiente en percatarse de aquello, recogió sus cosas y montó sobre su caballo. - Debemos ir a ver que sucede en Mariendul, ¿no es allí a dónde vamos? Sea lo que sea que buscamos puede que no pase de esta noche. - Dijo aquel lunático hombre azuzando a su caballo para que avanzase en dirección a Mariendul.

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28/08/2019, 19:07
Asteirm

Todos juntos contemplaron la lejania. Isidore cerró la boca cuando se dio cuenta de que la tenia abierta, Aswand se dejó caer al suelo y se sentó. Asteirm enarcó las cejas, sorprendido. Un dragón rojo asediando Mariendul. Chester habló por primera vez de manera normal y comenzó a recoger sus cosas, quería llegar a la ciudad. Asteirm lo cogió de la túnica para detenerlo.

No vamos a ir a ningún sitio y menos allí - luego lo soltó. - Si quieres morir bajo su fuego no te voy a detener

Asteirm volvió a mirar la ciudad en llamas, a la bestia sobrevolando la ciudad y a las catapultas que lanzaban bolas de fuego contra la ciudad. ¿O contra el dragón?

- ¿Qué hacemos ahora? - gimió Isidore.

- Desde luego, no ir a Mariendul - el asesino volvió a sentarse junto al fuego. Chester ya espoleaba su montura para cabalgar hasta la ciudad.

¿Entonces dónde iremos? - insistió el niño. Asteirm miró a Aswand.

Al sur

¿Al sur? - preguntó el negro.

Supongo que habrán más ciudades que Mariendul y dudo mucho que Lavinia se haya quedado aquí. Iremos a la próxima ciudad del sur.

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28/08/2019, 19:11
Aswand

- ¿La ciudad más cercana al sur? - Dijo pensativo Aswand mirando hacia la inmensidad del cielo nocturno. Tras unos instantes recordando en su cabeza el plano del continente miró a Asteirm y habló. - Bueno, la ciudad más próxima entendida como ciudad es Jornia, cerca de Anarnia, la ciudad más grande del continente después de Sundalla. Antes esta Erifrentz, una aldea de campesinos, y en algún lugar del bosque esta La Ciudad de la Niebla, donde vive el rey elfo de las tribus gondoen. También está Betrozzia, podríamos rodear el bosque si fuera necesario, así evitaríamos elfos y el frío mortal que hay en ese condenado bosque. Pero Betrozzia es un lugar en el que reina la iglesia de Pelor, no nos verían con buenos ojos. Jornia es una pequeña ciudad, pero nos viene de camino hacia Anarnia. Si Lavinia estuvo en Mariendul y se marchó probablemente le dijeran que la ciudad más próspera era Anarnia y no Betrozzia ya que el virrey de Mariendul es hermano de la reina de Anarnia. Creo que ese es nuestro camino. - Dijo el negro.

- Siempre quiso conocer Anarnia. Dicen que es muy bonita, y sus torres blancas se ven desde muy lejos. Además en sus mercados venden - Isidore fue interrumpido por el asesino.

- No vamos allí de visita. Deja de decir tonterías niño. - Asterim fue muy seco con Isidore, estaba preocupado porque andaban a ciegas rastreando una pista incierta. - Iremos allí entonces. Espero que el bosque no acabe con nosotros si es verdad que es tan peligros. - Concluyó Asteirm.

Chester pareció no escuchar la conversación que mantuvieron Asteirm, Aswand e Isidore y continuó su camino hacia Mariendul. Los tres le miraron intrigados, se encontraba a medio camino entre el campamento y la fortaleza. Aquel hombre se había desenmascarado finalmente como un loco peligroso. Ya no había vuelta atrás, ir a por él era muy peligroso, y llamarle en voz alta delataría su posición, Chester estaba condenado.

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28/08/2019, 19:13
Asteirm

El asesino se quedó en silencio, mientras Chester marchaba a una muerte segura hacia la ciudad de Mariendul. Sacó su pipa, la encendió, y se dedicó a fumar sin pronunciar más palabras. Tanto Aswand, como Isidore, entendieron que él haría la primera de las guardias, así que se fueron a dormir. Era mejor no interrumpir a Asteirm cuando se quedaba en silencio, en un estado contemplativo mientras fumaba. No sacarían ninguna palabra de él, salvo una velada advertencia de muerte si osaban volver a interrumpirlo.

Asteirm dejó escapar el humo, lentamente. Se recostó un poco mejor sobre el tronco y miró al cielo. Las nubes de humo que provocaba el fuego y nubes ya formadas en el cielo apenas dejaban espacio suficiente para ver las estrellas, pero igualmente, el asesino contempló una vez más su brillo. Suspiró. Fastidiado por ello, dio una calada profunda y tras varias chupadas, se relajó un poco más.

¿Cuanto hacía que no oía su voz? ¿Cuanto tiempo desde que la vio por última vez? ¿Cuanto tiempo desde que contempló las estrellas y pensó en ella? Mucho. Sin embargo, no el suficiente para haberla olvidado. ¿Algún día lo haría? ¿Algún día dejaría de recordar su rostro, sus ojos, su cabello, su voz? ¿Algún día dejaría de pensar que alejarse de ella había sido un error? Unas veces lo pensaba; si hubiera escapado con ella, no tendría que estar jugándose la piel en un continente desconocido y fumando pipa debajo de un dragón rojo. El resto del tiempo, pensaba que era lo mejor para los dos, pues separados, ella podría vivir sin el temor a ser asesinada por alguno de sus hermanos de la cofradía. Su humor fue empeorando conforme pasaba el tiempo. Al cabo de un rato, despertó al Isidore de una patada y se fue a dormir sin mediar palabra.

Al día siguiente, cabalgaron hacia el sur. Asteirm abría la marcha, Aswand iba a su misma velocidad para indicar el camino. Isidore no era capaz de poner su montura a la misma velocidad que el resto de sus compañeros, así que les iba a la zaga. Evitaron mirar hacia Mariendul, una noche de asedio no era buena ni siquiera para los que estaba fuera, y acortaron la distancia que los separaba del bosque. Al bajar la colina, Aswand hizo un gesto para detenerse.

- ¿Y bien? - preguntó el asesino.

- Tenemos dos caminos. Atravesar el bosque o rodearlo. Si lo rodeamos tardaremos demasiado. Y creo que dentro del bosque encontraremos más pistas.

- Pero es un bosque. Ahí habrán elfos - rezongó Isidore.

¿Tienes miedo de los elfos?

No. Pero seguro que nos disparan con sus flechas sin que nos enteremos.

Das demasiado por hecho. Y los elfos no son asesinos - respondió Aswand.

Das demasiado por hecho - sentenció Asteirm con una sonrisa. - Vamos, atravesemos el bosque.

Pero...

Nada de peros. Andando - hizo un gesto con la cabeza a Aswand y el negro, con cierto recelo, se puso a la cabeza.

Se adentraron en el bosque. Sobre ellos, una inmensa capa verde ocultó el sol. Las hojas y las ramas estaban tan compactas, que los rayos de sol apenas sí tenían espacio para filtrarse entre ellas. A pesar de todo, en el suelo crecía un manto de hierba. Aswand avanzó en cabeza, seguido de Asteirm. Isidore iba al final, mirando a todos lados.

Los sonidos allí dentro eran muy diferentes a los de fuera. Allí, todo estaba en silencio, salvo alguna que otra rama quebrada, o el viento soplar entre las hojas. El niño temblaba ante cualquier extraño movimiento.

Los bosques son como las catedrales: nadie se atreve a hablar por temor a romper el silencio - habló Asteirm. Isidore dio un respingo sobre la silla y su caballo trotó hasta colocarse al lado de la montura del asesino. Él se limitó a reír.

No me gusta este sitio -protestó el niño.