Partida Rol por web

Te encontrabas en calma alistándose para la noche, cuando una suave melodía invadía tus sentidos. El suave seseo de una serpiente parecía llamarte, insinuarte algo y, por alguna razón, podías entenderlo. Seguiste aquella invitación sin siquiera chistar en la oscuridad de Pripyat y caminaste sin parar, casi como una polilla siguiendo la luz de las lámparas.

A pesar de no llevar linterna, no tropezabas con nada y sabías perfectamente a dónde ir, dónde poner un pie y cómo esquivar los obstáculos del camino. Todo eso era simplemente natural, pero no lo notabas, pues toda tu concentración era hacia el seseo de la serpiente.

Llegaste a la ciudad y te topaste con un edificio abandonado. Por un momento dudaste, pero el seseo venía de allí, así que lo seguiste y entraste.

Al llegar, pudiste ver que se trataba de un jardín de niños abandonado, el cual aún tenía rastros de los últimos que lo habían utilizado, pero todo estaba muerto en este lugar, al igual que la ciudad misma.

Dos personas habían llegado a ese lugar: Lydia y Shahrzad habían llegado allí a la vez, aunque notaron que parecía ser un viaje mental. Estaban allí, pero también con los demás y aún armando su campamento, como si nunca se hubieran ido.

Ese lugar era verdaderamente extraño. Sabía por donde ir a pesar de no haber estado nunca, y se veía despierta, no estaba soñando. Pero no era la única. Alguien más estaba en la sala.

-Hola, ¿sabes qué hacemos aquí?

La joven inglesa se encontraba perdida, sin saber como había dado en aquel lugar o si la había llamado alguien. Lo único que sabía era que se sentía atraída por ese lugar.

No tenía muy claro por qué había ido hasta ahí, ni el cómo exactamente; pero recordaba el siseo serpentino que la guió como una autómata.

—Hola... —le respondió, algo confusa, con su acento ruso—. No lo sé. Solo sé que seguía... un sonido, como el siseo de una serpiente y ahora... estamos aquí. ¿Tú también lo has oído?

Giró sobre sí misma, examinando lo que había desperdigado por ahí. Muñecos, juguetes...

—A- aquí... hubo niños... —reconoció, absorta en su sorpresa.

Cuando la otra mujer lo mencionó, lydia cayó en la cuenta de que era cierto. Esa sala había albergado a niños lo que parecía ser muchos años antes. Estaban en una guardería.

-Sí, los muñecos, las camas... esto fue un jardín de niños. Es... espeluznante.

El estado del edificio era ruinoso, lo que dotaba a todo de un toque siniestro.

-Un seseo hipnótico que me guiaba hasta este edificio. Sí, yo también lo he oído. ¿Crees que ésto tiene que ver con el asesinato de ayer? ¿Nos ha guiado alguien hasta aquí? ¿Para qué?

—N- no tengo ni idea... —respondió, mientras cogía una muñeca destrozada y le mesaba el pelo, fascinada por el terror que eso le causaba. No tenía claro si quería saber más o escapar de allí—. Están pasando cosas muy raras —concluyó, tras un par de segundos, y giró su mirada hacia la chica—. La radiación afecta primero a los tejidos que se recambian más rápidamente, porque los pilla en plena reproducción celular: el tubo digestivo, la piel... y la médula ósea. El cerebro no debería de afectarse tanto, pero... empiezo a pensar que estamos alucinando y... esos asesinatos... ¿será gente que ha tenido algún tipo de reacción peor que les ha afectado al comportamiento? 

Fruncía el ceño y no dejó la muñeca. Le daba cierta pena dejarla ahora que la había cogido, le haría sentir como si abandonara a esa niña falsa a su suerte en mitad de un campo de desechos radiactivos, a su suerte, a la deriva hacia la muerte.

—No es que no sepa que hay psicópatas sueltos por ahí, y muchos de los otros participantes tienen pinta de no estar... muy equilibrados, ¿no te parece? Pero... quiero pensar que es algo relacionado directamente con todo esto. Espera. ¿El antídoto? ¿Será un efecto secundario?

Se dio cuenta de que estaba hablando de más, por efecto del nerviosismo y la incertidumbre.

—P- perdona... estoy todavía un poco desorientada. ¿Tu nombre era...?

-Lydia... Lydia Kerr. Perdona si no te sigo del todo cuando hablas sobre los efectos de la radiación, estudié magisterio, pero me temo que me centré más en educación física que en biología compleja. Pero sí, no parece algo común. La cura que nos han dado podría tener efectos secundarios devastadores, como dices. Aunque no sé si es posible un efecto secundario que haga que unos se conviertan en asesinos, parece de ciencia ficción.

Dejó que fuera la experta quien dijera si era posible o no, pero para ella todo era bizarro.

-Cosa de la droga o no, hay asesinos, eso parece. Aunque como dices, algunos de nuestros compañeros parecen alterados- o quizá ni siquiera estuvieran bien de base- pero si es como dice la Doctora uno de los nuestros, ¿tienes alguna idea de quien podría haber cometido esos actos? Yo por mi parte no puedo aportar nada sólido.

—Solo había hablado con Camille y el señor mayor... ¿Alexei? —reconozco—. Él me pareció algo... pasivo-agresivo, pero bajo ningún concepto podría poner la mano en el fuego sobre si él pudiera ser un asesino. Por lo más grande, lo último que me esperaba en todo esto eran asesinatos...

-A mí el que me da algo de miedo -era prontísimo para sospechar de nadie, pero la Doctora del experimento les instaba a votar sin información- Vladimir, culpando animales, como si desviara la atención. Claro que puede que se niegue a creer que hay asesinos, a mí también me cuesta creerlo. pero negar la evidencia tampoco nos hace ningún bien.

Se veía alterada, cosa que era normal. Estaba en una sala que parecía estar en su mente y con asesinos sueltos. la idea de Golshiri de que las drogas producían alucinaciones no le parecía tan disparatada, dadas las circunstancias.

-Cuando dice que ha hablado con Camille y Alexei... ¿se refiere a en privado como conmigo o cuando llegamos al campamento?

—No, al llegar... también intercambié alguna palabra con esa chica francesa, Cosette, pero poco más... 

-Entonces, ambas estamos igual más o menos. Yo solo hablé directamente con Eber Kobal, que me consoló al ver que había estado- le costaba admitir que era débil, pero no era una ilusa. Supuso que la mayoría lo había advertido el día anterior- llorando. Fue amable, aunque si dices que lo que nos han inyectado puede cambiar nuestra personalidad, puede que ya ni siquiera eso nos sirva.

—¿Llorando? —preguntó, preocupada—. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

Sintió vergüenza en ese momento, pero negarlo no serviría de nada.- Tuve una relación duradera que acabó mal, me dejaron hace poco de forma muy brusca. Todo el viaje me acordé de Viktor y no pude evitar llorar. Ahora suena tan trivial y estúpido con lo que está pasando. Gracias por preguntar, pero no es algo en lo que puedas ayudar. Pero intentaré concentrarme y no pensar en mis asuntos personales.

Había deseado muchas veces olvidarse de su amado por una vez. Ten cuidado con lo que deseas, solían decir. Desde luego, ahora no pensaba en él, pero la situación era mucho peor. Su vida estaba en riesgo.

Llegado el anochecer, dos personas se encaminaban a ese lugar. Clive y Alessandra llegaron con este nuevo día y se encuentran allí con Sharhzad y Lydia, las cuales ya se encontraban en este jardín de niños.

Clive caminaba sin saber porque o donde estaba, tan desorientado como había estado el resto de la mañana.
-Pero que demonios. ¿Que es esto? ¿Hemos salido de allí? ¿Podemos volver a casa? -No cogía siquiera aire, como temiera perder el tiempo.

Dos personas más fueron allí. Ese sinsentido continuaba.

-Hola, supongo... empiezo a pensar que esto es cosa de alguien. Ayer nos secuestraron a nosotras. Ignoro quien y el por qué aunque supongo que el que se mantenga oculta significa que su propósito no es del todo honesto.

Además de asesinos, secuestradores psíquicos.

Me encuentro con algunos de mis compañeros en una especie de jardín de niños y estaba realmente desorientada.

Chicos, ¿sabéis el motivo por el cual estamos aquí? La verdad es que no entiendo nada -digo mirando a mi alrededor en busca de alguna pista-

—Esto debe de ser cosa de alguien. Igual que algunos de nosotros hemos desarrollado... ciertas capacidades... puede que haya alguien que pueda secuestrar parte de nosotros aquí dentro. Lo que no sé es... ¿no requeriría que estuviera aquí? Si Lydia no sabe nada... yo desde luego no he venido voluntariamente.

-Yo tampoco sé nada. Pero es posible que quien nos traiga tenga alguna razón. Que no se dé a conocer me hace pensar si esas razones son buenas o no.

-¿Y entonces para que estamos aquí? ¿Hablar entre nosotros? ¿Y quien no haya traído nos escuche? ¿Es algún tipo de maníaco fetichista? -Se mordió el labio inferior un tanto molesto, empezaba a pesarle tantísimas preguntas sin respuesta.