Partida Rol por web

El Gran Recibidor es la primera estancia y la única entrada oficial al Castillo. La estancia está dividida en dos secciones bien delimitadas por un enorme arco de piedra; en la primera estancia se encuentra la Gran Puerta que conduce al Puente de entrada del castillo, mientras que la segunda estancia se encuentran las escaleras para ir a pisos superiores.

-Entrada-

La primera parte del recibidor consta de 6 sillas bien distribuidas alrededor de la estancia; una a cada lado de la puerta de entrada y dos a cada lado de las paredes contiguas a esta. Aunque estas sillas son más que decoración, pues no muchos se han sentado en este lugar, pues es una zona de paso.

La decoración de la estancia consta de dos círculos de hierro forjado con insignias y números en ellos; pegados al suelo por cuatro patas fundidas en el círculo exterior de cada una de aquella decorativa.

Además de esto, pegados a la pared, se encontraban dos arcones de hierro y madera; con otros tantos grabados en oro. Lo que más resalta de estos es que no tienen ningún tipo de manilla o pomo para abrirlos. Pese a ello, ahí se encuentran.

La pared estaba repleta de decoración con temática de caza, cabezas de venado disecadas colgaban de una de las paredes; colmillos de elefante hacían una especie de altar improvisado a una pequeña virgen sobre una pequeña mesilla y un cofrecito. Y algunos platos decorados también colgaban de la pared que menos animales muertos y disecados había. Por lo demás, había algún que otro jarrón en el suelo y alguna que otra estatua insulsa. Y sobre el arco de piedra que permitía llegar a la segunda parte del Gran Recibidor Principal, se encontraba un querubín obeso y dorado.

La ostentación del Barón se dejaba ver nada más entrar a su castillo.

En la parte superior de la estancia hay dos pasarela de madera, que llegan hasta la mitad de la estancia, cada una pegada a las paredes laterales de la misma, las cuales conducían a sendas puertas de madera e hierro forjado. Ambas cerradas.

En la parte inferior de la estancia, a cada lado de la misma también hay dos puertas de madera e hierro forjado, aunque su condición de cerrada a cal y canto era equiparable a las que estaban justo encima.

-Escaleras-

En el primer piso podías encontrar las escaleras en el centro de la estancia; más sillas de terciopelo rojo y alguna mesita de café decoraban la estancia; algún que otro jarrón o escultura también se podía observar. Aunque lo más llamativo eran los cuernos de venados que colgaban por todas las paredes laterales de la estancia. Y algún que otro cuadro también estaba colgado.

Había dos puertas a cada lado de la estancia, la izquierda hacia el Gran Comedor mientras que la Derecha hacia la Cocina. Además de eso; bajo la escalera se encontraba una leve bajada, un arcón cerrado, y una puerta en la pared del frente, la cual conducía al Calabozo del Castillo.

Las escaleras, combinaban a la perfección la piedra y el mármol con la madera, siendo la escalinata principal de mármol, mientras que las dos divisiones superiores a sendos lados, de madera. Cada fin o inicio del pasamanos se encontraba hermosamente adornada con una escultura de una mujer en una larga túnica sujetando una guadaña, una balanza, una espada y un arco. En la cima, se encontraba un busto del padre del Barón, sobre un pequeño mueble.

En la parte superior se encuentran más premios de antiguas cazas y algún que otro cuadro, aunque de forma mucho más austera que la planta inferior. Además de esto, hay sendas puertas en las paredes de ambos lados, y además aquí inicia la pasarela de madera que va hacia la primera parte de la estancia, cruzando unos pequeños arcos de piedra.

-OCASO-

Poco a poco los invitados fueron llegando al Castillo del Barón de Mandeville; uno a uno fueron cruzando aquel sinuoso puente de piedra que tiene bajo sus espaldas el pasar de cientos de años, junto a la construcción del Castillo. Podría parecer de locos el hecho de construir un Castillo en un Precipicio, pero el punto estratégico de aquel lugar a la hora de divisar al enemigo en una época donde no había aviones ni morteros, era bastante clara. Y no solo eso, sino por lo que representaba, el valle y el pueblo bajo este, siempre ante la atenta mirada del Noble que le tocara gobernar aquellas tierras.

El servicio sin mediar palabra fue recogiendo los abrigos y llevando las pertenencias de estos invitados a sus respectivos cuartos, subiendo las escaleras y girando hacia la derecha para entrar por la primera y única puerta de aquella parte de la sala; ahí se encontraban las Habitaciones, todas juntas a ambos lados del pasillo.

En la estancia se encontraba el Jefe de Mayordomos y Criadas del Castillo, Mortimer; sujetando la puerta para que los recién llegados más retrasados pudieran entrar sin ningún tipo de demora o complicación al Castillo de Mandeville y cantando los nombres y títulos de los presentes a medida que entraban por el Portón. Por otro lado, el Barón Backwell se encontraba en la cima de la escalera principal, una mano apoyada en la calva del busto de su padre y la otra en una zona poco decorosa de su esposa, Alice.

Una de las cocineras, Renfri; se encontraba bajo el marco de la puerta hacia la cocina, viendo todo el percal y la ingente cantidad de invitados que se estaba aglomerando en el Gran Recibidor.

Con una mirada altiva observó como Mortimer dejaba entrar a los invitados y las criadas llevaban las pertenencias de estos a sus respectivas habitaciones. Una sonrisa fanfarrona se dibujaría en el rostro del Barón, sin lugar a dudas, se encontraba en una posición elevada en cuanto a sus huéspedes, literal y metafóricamente; algunos le debían algún que otro favor, otros habían sido contratados expresamente por él y otros tendrían que lamerle más que las botas para conseguir algo de él.

-Bueno, bueno, bueno... ¿Que es lo que tenemos por aquí?.

Con estas palabras azotó el trasero de Alice Backwell y decidió bajar las escaleras para encontrarse cara a cara con sus invitados, dejando a su esposa atrás en la cima de las escaleras. Sola. -Una vez que llegó abajo por su propia cuenta, comenzó a hablar a los invitados, a algunos ni los miraba mientras que a algunas las miraba en exceso.

-¿Que tal el viaje por mis tierras?. No hace falta que me contéis vuestras vidas, ya las sé.

-Estoy hambriento. ¡Renfri; espero que hayas hecho algo bien por primera vez!... Cocinera inútil.

Dicho esto el Barón y sin dejar que nadie le respondiera o le interrumpiera, se dirigió hacia el Gran Comedor.

Observando el comportamiento de su señor, el mayordomo bajó la cabeza un poco avergonzado por lo que recién acababa de presenciar; de todas formas, esto solo fue unos instantes, pues tenía aún trabajo por hacer y no todos los invitados habían llegado. Así que se dirigió hacia los presentes y habló.

-Disculpen mis modales, Caballeros y Damiselas; mas es imperante que debáis saber que el Barón no desea que nadie salga de esta estancia, al menos, hasta que la mesa esté bien servida por el Chef y las Criadas; y tal y como ya sabéis, eso os incluye a usted, Señorita Dakota; como a usted Señora Backwell. El Barón es bastante estricto por cómo se hace todo.

-Así pues; sentíos libres de hablar entre ustedes, o sentaros en algunas de estas sillas, aunque me temo, no creo que haya para todos; mis disculpas por ser tan descuidado.

Tras estas palabras un relámpago azotaría el cielo en su ocaso y comenzaría a llover violentamente, lo que provocó que el Mayordomo tuviera que cerrar el Portón de Entrada para evitar que el frío de la noche o la lluvia entraran al Castillo.

Oh dios cuanta gente.

-Perdón criado, creí que esto era una reunión con el señor Backwell, no se que hace toda esta gente aquí, pero si me permite hablar unos momentos con el para que podamos cerrar nuestros asuntos y volver a mi casa se lo agradecería.

se notaba que a Gustavo no le gustaba juntarse con la gente, intentaba que no le tocasen bajo ninguna circustancia.

El Mayordomo fijándose de arriba a abajo en aquel invitado rollizo, decidió primero aclarar su posición en aquel castillo y luego en explicar la situación al grasiento invitado del Barón.

-Jefe Mayordomo, caballero; no criado. Los criados no tienen derecho a decir nada en este Castillo, solo yo, el Chef y la cocinera. Normas del Barón. Espero que la diferencia sea obvia de ahora en adelante.

-El Barón me ha hablado de usted; de eso no se preocupe. Mas el Barón desea explicitamente tratar todos los temas de negocios mañana por la mañana; como comprenderá, el Barón es una persona ocupada y usted no es más que uno entre tantos otros en la lista del Barón. Hablarás con él, de lo que tengáis que hablar cuando sea el momento oportuno. Normas del Barón.

Alice sabía cual era su función allí: Ella era parte de la ostentosa decoración. Poco más que un jarrón de porcelana importado desde china en un cajón de madera forrado de terciopelo.

Como tal, había decidido vestir con apariencia elegante pero que no dejase de mostrar sus curvas. Mostrar su natural hermosura era importante para cumplir su función de florero. Poco importaba que ella tuviera más títulos que cualquiera de los invitados de su marido que desfilaban por la casa.

Había elegido un vestido añil liso y ajustado con escote de ilusión de encaje negro representando pétalos de flores.

Permaneció impasible ante la palmada de su marido, que iba dirigida claramente hacia la concurrencia.que se agolpaba en la parte inferior de las escaleras.

Cuando su marido descendió y se introdujo en el gran comedor, ella simplemente permaneció en su posición observando a los invitados de aquella ocasión. Su marido siempre invitaba a personas muy dispares y, normalmente, nunca eran personas con cuya compañía disfrutase Alice. Más bien todo lo contrario.

El joven de cabellos castaños entró por la puerta principal con cierto atisbo alegre. Por fin había llegado y no dudaría en cumplir su promesa para con el señor Backwell.

- Disculpadme. - dijo con cordialidad propia de alguien que ha realizado estudios universitarios - Mi nombre es William Smith, hace tiempo crucé palabras con el barón Backwell, señor de esta mansión, las cuales desembocaron en una invitación a su vivienda para atenderle personalmente como el médico de su hogar, al menos eso deduje en su momento gracias a sus bondadosas palabras. Si pudiera ser, me gustaría hablar sobre cuando comenzaré a estar a su servicio para saldar la deuda que antaño obtuve con él, si no es... - tose ligeramente - Demasiada molestia, claro.

En todo momento, William no parece despegar los ojos del jefe mayordomo, observando sus rasgos faciales, su compostura y sus gestos, aunque todo de tal sutil manera que no parece querer invadir el espacio personal del hombre en frente suya. Acompañando a su mirada perspicaz, mueve sus manos y su cuerpo de tal manera que parece querer mostrarse como una persona caritativa, amable y entregada a la felicidad de los demás.

Diana accede al Gran Recibidor Principal con paso firme y seguro y se detiene un segundo a pasear la mirada por la sala con gesto de aprobación. Allí espera junto al resto de invitados con expresión tranquila. Para la ocasión vestía un sencillo mono negro que ella misma había diseñado, con el cabello recogido y un pequeño bolso de mano negro. Cuando el jefe mayordomo habla, observa atentamente y le sonríe.

-No se preocupe, lo comprendemos. Esperaremos hasta que todo esté listo. Estoy segura de que estos caballeros y damas ofrecerán una conversación tan interesante que apenas seremos conscientes de la espera. Perdonen mi mala educación, mi nombre es Diana Lister, encantada de conocerles.

Mustafa entra al recibidor, contempla a los invitados. Se fija como el Barón se marcha del Gran Recibidor Principal a la que escucha atentamente al Jefe Mayordomo. Empieza a explorar la sala y se da cuenta de unos cofres y comienza a examinarlos

Ambos cofres son idénticos; de madera con metal forjado y alguna que otra decoración de escenas de angelitos; en particular dos angelitos completamente idénticos a ambos lados del cofre sujetando un arco con flechas, con la misma pose pero como si fuera reflejada en un espejo, por el contrario en la parte central, se puede ver un ángel más grande rodeado de luz y algo que parecen ser frutas, aunque no se puede distinguir muy bien porque están gastados.

Pese a ello no tienen ni bisagras visibles desde el exterior, ni agujero para una llave, ni tirador, absolutamente nada que indique como abrir el cofre. Pese a ello, tampoco hay polvo entre la tapa y el cuerpo del cofre, indicando así, que ha sido limpiado estando abierto. Y por tanto, se puede abrir de alguna forma.

Una vez dentro de la estancia del gran recibidor principal miro a los criados de manera cortes y observo todo como usualmente lo he hecho siempre, el  Conde evidentemente no es muy amable con algunos de sus criados, cosa que realmente no me sorprende. Es claro que en una estancia aristocrática siempre era de esperar que  existieran estas actitudes. Pero yo no venía a socializar con estas extrañas personas, venía hacer negocios y me sorprendía como había tanta  gente en este lugar...Necesitaba un momento a solas con el Conde para hablar, pero era obvio que tenía que hacer las formalidades primero y luego, ciertamente, podría si lo deseaba hablar con él. El señor Stonewall me aseguró que el Conde conocía de mis intensiones y había aceptado hablar, pero no comprendía porque me citaba la misma noche en el cual tiene una reunion ¿familiar?...

Pero a primera mirada no parece existir nada de familiar en toda estas personas, son muy distintas, nuevos ricos y gente noble, personas que no parecen tener nada en común.

Desee por un momento irme de este lugar, pero tenía cosas que hacer. Soy tremendamente desconfiado con las multitudes. Y hay hasta personas de otros paises... interesante. El hombre del medio oriente tambien vendra por negocios. Esa situación no me gustaba. No me gustaba para nada.

Me doy cuenta que el hombre  mira los cofres me llama la atención y los reviso con la mirada y lo investigo.

Y camino al rededor en silencio, dado que no me han introducido a nadie esperaré un poco. Análizando a cada uno de los presentes.

Una vez siento que mi movilidad es algo problemática me quedo en una esquina.

Al terminar de inspeccionar los cofres me doy media vuelta y me doy cuenta como un hombre andaba espiando. Me acerco a los dos círculos de hierro forjados y los empiezo a inspeccionar.

Los círculos de hierro tenían ambos las mismas imágenes y símbolos; eran idénticos. La principal diferencia que había entre ellos es que uno (el izquierdo) los círculos concéntricos podían rotar, mientras que el otro (derecho) estaban atascados debido probablemente a la corrosión y no podía moverse.

Tal y como se puede observar, constaban de 4 círculos concentricos de hierro fundido, partiendo del círculo más pequeño en el interior, completamente vacio, al siguiente con 12 símbolos, y exactamente con las mismas divisiones los otros dos círculos que le seguían, con la peculiaridad que en estos, 1 de los apartados de la división estaba completamente relleno con hierro fundido, mientras que el resto eran espacios huecos hacia la madera.

Me doy cuenta que ha notado el extranjero que lo miro. Se siente incomodo, no confio mucho en ellos, y más cuando pueden ser causantes de que pierda un negocio. Sin embargo no me  dejo impresionar y no oculto mi  mirada.

Me fijo bien en las mesas que hay en el recibidor, ¿tienen cajones?, o son mesas simples, me llama la atención que sean tantas y que no permitan moverse bien.

Algo me dice que estan ahí por algo.

Las mesillas que hay esparcidas por el recibidor tienen cajones, aunque pese a que Tylor se ha atrevido a abrirlas, sin que el Mayordomo se enterara, por supuesto; no había nada, al parecer estaban completamente vacías por dentro. No eran más que una mera decoración que el Barón había puesto para rellenar un poco más la sala con algo que no fueran trozos de animales muertos.

Me noto nervioso al notar las miradas de ese occidental, veo como va abrir los cajones, al notar que no encuentra nada en ellos se me escapa una pequeña risa.

Empiezo a girar el círculo izquierdo para que el símbolo de Sagitario apunte al querubín obeso y dorado.

Me dirijo a los cofres para ver si paso algo.

-excuse mua, jefe mayordomo ssupremo- la ironia era evidente - ¿Se alargará mucho esta espera? Porque si es así pídale a uno de esos lacayos que no pueden hablar un vasito de agua con un poco de azucar, yo mientras voy a esperarle sentado. - el gentío ya empezaba a agobiarme un poco, estaba empezando a tener la cara empapada de sudor, fui a coger una silla para ponerla en medio de la sala y sentarme en ella a esperar.

Desde mi posición en lo alto de la escalera de marmol, tengo visión directa de las esculturas de las cuatro mujeres que decoran el pasamanos. Reviso las cuatro esculturas.

Sean McOwen esperaba en el recibidor, junto al variopinto grupo de invitados, cuando el Barón dio su discurso de bienvenida y se fue. El castillo del barón, las normas del barón, no se iba a poner a discutir. Se paseó entre los invitados, luciendo su ropa de gala escocesa, pues una visita de esta categoria lo merecía. Reconoció a algunos de los presentes de previas visitas aquí o en otros lugares de la alta sociedad, pero quizás alguién no lo conocía, así que se presentó para todos.

Estimados amigos, permítanme presentarme, soy Sir Sean McOwer, Vizconde Shillay, de las hermosas islas hébridas en Escocía. Aristócrata por designio del señor, pero artista por mi propia vocación. 

Se acercó a la reciente esposa del Barón y le besó la mano. A sus pies señora, un placer volver a vuestro hogar, que es también el de mi viejo amigo el barón. Saludó de la misma manera a las otras damas presentes, incluida la joven Elora Dannan.

Por supuesto, ignoró las pocas sillas presentes, no iba a sentarse él en presencia ni de damas, que merecían su cortesía, ni de jóvenes, que podrían ver en ello un signo de debilidad. Como buen artista, se dedicó a observar la decoración de la sala. Se acercó a mirar tanto los dos círculos de hierro forjado como los arcones de hierro y madera, una vez que el jóven árabe se había alejado de ellos. 

Ignoró los trofeos de caza, y se paró a observar los platos decorados y los jarrones, pues había estado planteándose pintar en piezas de loza, intentando imitar el estilo tradicional para incluir tema innovadores.

Mortimer, amigo, ya que mi amigo el Barón no nos va a dejar comer hasta que él tenga hambre, supongo que no nos negará unos combinados para abrir el apetito. Me podrías traer un Gintonic, y quizás también para todos estos caballeros.  Estoy seguro que a las damas también les gustaría una copa de champagne. 

Al cabo de un segundo se dio cuenta de un detalle, Ah, y traiga también zumo o te para nuestro amigo árabe, por favor.