Partida Rol por web

La pequeña de tez negra se subió encima de aquel oso negro que la acompañaba, y os despidió con un gesto de su mano mientras decía mirando a John.- Vamos Klaps...

Empezó a andar en la misma dirección, sin mirar atrás, con aquella madurez que no correspondía a su edad.

Lion miró a Nhydia y esta asintió. Y sin más empezaron a alejarse también en la misma dirección.

El chico guardó sus hachuelas en la espalda tras cerrar el mecanismo que acentuaba sus filos un poco más.

Antes de irse Nhydia miró de alguna manera emotiva a aquel Ángel, como si se fuera con rabia de no ser elegida a cruzar aquella barrera y lucha por el destino de los demás.

Pero asumiendo su sitio en la otra parte se marchó tras despedirse con un gesto algo marcial.

Iagho seguiría al resto, y antes de hacerlo, enseñó la carta afilada que tiempo atrás Daeron le había lanzado, y la guardó en un bolsilo, mientras miraba la luz que lucía en medio de aquella sala... Contemplando la magia que empezaba a despertar en Oldland.

Se soltó de su hermana y dijo.- Espero que el tiempo nos muestre los restos, de aquellos que desean la muerte y la destrucción.

Suerte...

Y mientras aún pensaba en que matarlos a todos en aquel momento que pudo, hubiera sido lo mejor... se va con las manos en los bolsillos pensando en la siguiente guardia a realizar.

Kassandra se había separado del hombro de su hermano, y espero a ser la última en despedirse. Miro aquella sala y dijo.- Ellos aún desconfían de lo que puede pasar, pero yo tengo quiero pensar que no...

Recordad las palabras de mi  hermano, y no vendáis vuestra confianza y vuestro odio... solo hay una palabra verdadera... el yo.

Le gustaría seguir dando consejos escuchados o leídos para arrimar más la balanza hacía un futuro mejor, pero sabía que no era su tiempo, y que no podía pararse más.

Y sin despedirse tapó su pelo con una capucha y comenzó a andar con paso ligero hacia los demás.

La tierra tembló, una luz empezó a brillar en la piedra -señalando una inscripción- y los seis extraños jóvenes con los que en última instancia nos habíamos encontrado, se despedían.

Quería respuestas a mis diez mil preguntas, quería aprender a dominar el agua y el rayo, quería aprender a pronunciar el nombre del viento que en un susurro vibraba por mis oídos...pero no era más que medio humana, medio demonio.

Cuando somos niños casi nunca pensamos en el futuro. Esa inocencia nos deja libres para disfrutar como pocos adultos pueden hacerlo. El día que empezamos a preocuparnos por el futuro es el día que dejamos atrás nuestra infancia.

Quizás por ésa reflexión quise buscar un apartado para relajar mi cuerpo y espíritu. Solía confiar mi destino en los pasos a los que me guiaban los pies, puestos con firmeza en el suelo. Haber llegado allí con la esperanza de encontrar un futuro me hacía perder la esencia de mi inocencia, dejando a un lado la diversión que durante años me había llevado de la mano el presente. Quería pensar, alterarme no me beneficiaría. Necesitaba la calma proveniente de mi mente.

Dando media vuelta giré mi rostro hacia atrás, por unos breves momentos. Seguidamente volví a mirar al frente y me apoyé en unas rocas, esperando la llegada noche que empezaba a otorgar unos brotes.

Estabais solos... dependientes de vuestro destino y vuestros pasos. Veintiuna sombra yacentes bajo aquella luz tenue, que la luna sangrante reflejaba sobre vosotros.

La noche se alzaba, y con ella las fuerzas flaqueaban mientras el dominio del sueño empezaba a imperar. Quizás la noche sirviese un poco de paz... quizás la mecha abierta aquel dominio en guerra sin lealtad.

- Fin de la Noche 0 -