Partida Rol por web

La mente de Saki se queda varios segundos en blanco al terminar la carta. 

Había comenzado a leer la carta con la sospecha de una mala noticia, y la había continuado leyendo casi sin ganas. En ella no había escrito nada que no supusiera. Pero cuando Mei comentaba que Saki había cambiado mucho, una parte de Saki se sintió mal. Mal por sus malos pensamientos hacía la sacerdotisa y por cómo se había comportado con ella desde que la había conocido. Casi tuvo que releer la carta en ese momento, sólo para mirarla desde otro punto de vista. Un punto de vista que de verdad quería entender los sentimientos de Mei y comprenderla. Las palabras que le había dicho la noche anterior, lo que de verdad había sentido... Esa mezcla de odio pasado y comprensión presente... Eran unos sentimientos extraños. Casi podía ver a Mei como una igual... 

Pero Saki había continuado leyendo, y había llegado a la despedida. Y la verdadera pregunta que daba vueltas en su cabeza era: ¿Cómo se tenía que sentir?

Mei iba a dejar de ser el problema de la misma forma que iba a dejar de ser una solución. Saki iba a quedarse con la última idea de lo que había visto de Mei, y con los malos recuerdos de todo lo demás... Pero no iba a llegar a conocerla realmente, no si no volvía. No pudo evitar pensar en su visión de cuando Kronos utilizó su poder sobre ella, de que había conocido a Mei cuando era pequeña... ¿Habría pasado algo más después de eso? Ya no lo sabría. El hecho de que quizás no lo recordaba la atormentaba. La atormentaba que quizás Mei conocía más a Saki de lo que Saki pensaba. 

Pero no todo era tormento en la mente de Saki, había también una gran parte de alivio. En parte porque no tendría que enfrentarse a su conflicto mental respecto a la relación de Mei y Hana. Mei y Hana... Saki no puede evitar recordar también en ese momento que Hana tenía algo que decirle. ¿Sabría ella que Mei se iba a marchar o se había enterado después, cómo Saki? ¿O tendría que darle Saki la noticia? Parecía que Hana tenía que decirle algo respecto a Mei... Ahora Saki se moría de ganas de saberlo, y tenía miedo de que fuera algo que no le gustara. Y había una cosa que temía un más. Temía conocer la reacción de Hana respecto a la marcha de Mei, conocer sus verdaderos sentimientos hacia ella. 

Y había otra cosa que aliviaba a Saki, un sentimiento de su parte más egoísta. Si Mei se iba no tendría que intentar acercarse a ella, ni forzar una relación de amistad, ni "comenzar desde el principio", nada... Ahora sólo sería un recuerdo. 

Así pues, con todos estos pensamientos en mente, lo único que puede sentir Saki es vacío. No el vacío que se siente cuando pierdes algo querido, si no el vacío que se siente cuando sabes que te falta algo pero no sabes el qué. Ese vacío que acabas olvidando con el tiempo, del que te acabas acostumbrando. El vacío que se pierde en el olvido. 

Saki vuelve a mirar la carta, antes era un trozo de papel sospechoso, ahora era algo único y enigmático. Tan enigmático que era capaz de contener alivio y sufrimiento. Pero esa mezcla era dolorosa, era cómo si cada parte envenenara a la otra. Saki no podía seguir mirando por lo que tomó su decisión.

Aquella carta le pertenecía ahora, y suya era la responsabilidad de apartarla de los demás. Romperla sería demasiado cruel, por lo que sellarla sería más adecuado. Saki dobla la carta, y la vuelve a doblar. La moldea con manos ágiles y calculadoras. Y la convierte en una grulla. 

Atsuko miraba hacia Saki, aún sentada. No decía nada, pero estaba atenta mirando a Saki.

Cuando Saki finalmente se da cuenta y le devuelve la mirada por un momento, Atsuko dice:

-¿Es algo que me influya, por casualidad? O a Kyoya.

Saki no puede evitar dar un pequeño suspiro, asqueada. Ahora que su mente estaba ocupada con asimilar la despedida de Mei la presencia de Atsuko no era la mejor de las distracciones. Por desgracia para Saki, tenía que comenzar a asumir que quizás iba a ver más a Atsuko... Mucho más de lo que le gustaría. Por lo que por lo menos tenía que aligerar la tensión entre ellas. No hacía falta que fueran amigas, simplemente que no se lanzaran pullas sería suficiente para aguantarla... O al menos eso esperaba Saki. 

- No me extrañaría que Mei le haya mandado una carta parecida a los demás. - Dice mientras observa distraída a la grulla, sin mirar a Atsuko. - Es una despedida. Mei se marcha de la ciudad, va en busca de... ¿Tiempo para ella misma? Si, imagino que algo así. Necesita tiempo para pensar. - Se encoge de hombros, cómo quitandole importancia. 

Tras escuchar eso, Atsuko apoya su espalda completamente contra la silla e inclina la cabeza mirando hacia arriba.

SHAFT

- ¿En serio? ¿Después de todo lo de ayer? No estoy demasiado puesta en el tema, pero ¿no se supone que tenía que ayudaros?

Gira levemente la silla, apoya un codo en la mesa, y seguidamente la cabeza en la mano.

- Aunque no parecíais especialmente contentos con ella, ¿me equivoco?

"¿Y a ti que te importa?" Piensa Saki, aún más asqueada. Mei ya no estaba y Atsuko no había llegado a conocerla apenas. "¿Que sentido tenían esas preguntas ahora?". 

- No estábamos en buenos términos con ella. - Se gira hacía Atsuko. - Pero eso ya es cosa del pasado. 

Atsuko se levanta de su sitio mientras Saki habla. Parece que se dirige a Saki, pero pasa de largo y sigue recorriendo la clase. Llega hasta el sitio de Watanabe y se sienta.

- ¿Es cosa del pasado? Lo único que hizo fue lloraros un poco en el templo. ¿Funciona así? ¿Si ahora te lloro y te explico una historia triste sobre mi vida serás mi amiga?

Atsuko pasa las manos por el pupitre de Watanabe.

- El chico que se sienta aquí... no ha venido. Siempre está aquí el primero, incluso antes que tú. La mitad de la clase no vendrá por ser el último día, pero él no es así. ¿En qué pensaría?

Lo que decía Atsuko era algo que realmente extrañaba a Saki... Pero no estaba dispuesta a buscar problemas dónde no los había. Quizás más tarde probara de volver a llamar a Watanabe, lo más seguro es que no fuera nada... Quizás incluso solo se sintiera mal por haber desaparecido la noche anterior. 

- Tendrá sus motivos. - Dice Saki, sin apenas ganas de responder. Pero entonces añade, con más energía. - Aunque  si que estaría dispuesta a escuchar tu trágica historia, quizás incluso me emociones. - Se encoge de hombros. - Pero no te voy a obligar, aunque me gustaría entenderte un poco más para saber que es lo que te hace ser... - "Una zorra." - ... Cómo eres.

Con ojos cansados, aunque aún vivos y pícaros, Atsuko te mira aún desde la mesa de Watanabe.

- ¿Sabes Saki? Vales mucho más la pena cuando dices lo que piensas, sea bueno o malo. Le das demasiadas vueltas a las cosas.

Se levanta y se dirige al frente de la clase.

Se sienta en la mesa del profesor y se deja caer suavemente hasta quedar con la espalda pegada a la mesa. Entonces gira la cabeza hacia ti.

- Pero si piensas, sufres. Pensar trae cosas más malas que buenas. Te pierdes siempre lo mejor, y no aprendes. Si piensas, evitas y odias, y así jamás aprendes a vivir en este mundo. La historia que me dispongo a contar trata en parte de eso, y empieza en la época en la que tenía tan solo 5 años...

Atsuko se acomoda. Coloca la silla del profesor delante de la mesa, y queda en la tarima por encima tuyo. Cruza las piernas y pone su mejor pose.

Fuera, dos pájaros cruzan la visión de Saki, desde la primera hasta la última ventana. Desde Saki hasta Atsuko.

https://youtu.be/V79cirNxBIM

- Como te decía, todo se remonta a cuando tenía 5 años. Por favor, no imagines a una mini-Atsuko con pelo rojo y vestidos para impresionar a los hombres, sería realmente vergonzoso. Era una niña inocente como las demás. Aunque bastante inteligente para mi edad, todo hay que decirlo. No tendría sentido empezar a ser modesta ahora.

Deja de cruzar las piernas y las cruza hacia la otra dirección.

- Era inteligente, y mi capacidad de razonamiento iba mucho más allá que la de mis compañeros. En consecuencia, pensaba cada acción que tomaba.

ESO NO ERA NORMAL

- Si mis compañeros saltaban en los charcos cuando llovía, yo los rodeaba. Si mis compañeros jugaban a la pelota cerca del río, yo me llevaba la pelota lejos. ¿Ves por dónde voy, Saki? No tardé en ser marginada de forma natural. Les fastidiaba a todos los mejores planes.

Saki de verdad esperaba que hubiera una razón mucho más grande que esa para que Atsuko se hubiera convertido en lo que era. No era cómo si no fuera un motivo, pero no lo veía cómo un motivo suficiente... En fin, ya que había comenzado y parecía dispuesta a explicarlo todo con pelos y señales no estaría de más aprovechar e indagar al máximo. 

- E imagino que ellos no se molestaban en entender tus razonamientos. - Dice Saki en un tono neutro. - ¿O quizás no los compartías siquiera? 

- Los explicaba, y me entendían. Pero a ellos les daba igual. Si se caía la pelota al río, irían a buscarlo. ¿Como iban a hacerse daño? ¿Si ellos caían en el charco o se ensuciaba qué más daba? Le dirían a sus madres que se cayeron sin querer, intentando rodear el charco. Pero eso siempre sale mal. Siempre se hace daño alguien en el río, y las madres siempre echan la bronca. Les podía pasar una y otra vez, pero ellos continuaban. Nunca entendí la lógica de los niños pequeños, ni siquiera cuando yo tenía esa edad. Nunca entendí que no tuvieran lógica.

Atsuko le da la vuelta a su silla y se sienta apoyando la cabeza en el respaldo, con una pierna a cada lado.

- El problema es que poco a poco fui perdiendo a mis amigos. Nadie quería estar con una chica tan aburrida como yo, pero estaba convencida de que hacía lo correcto. Por el bien de mis compañeros delataba estos actos a la profesora, y no tardó en descubrirse que yo era la responsable de esos chivatazos. Todo fue a peor.

ME PEGABAN

- Era de esperar. Eso no lo predije en su momento. Solo pensaba en lo que sería mejor para mis compañeros, y no se me ocurrió pensar que no me lo agradecerían. Un gran error. Para cuando terminé la primaria, no tenía ni un solo amigo desde hacía más de dos años. Saki, ¿alguna vez has estado tan sola que no te hubiera importado compartir una comida incluso con tu peor enemiga?

Atsuko se inclina levemente hacia delante, interesada por una respuesta, y con una mirada seria.

Saki sonríe.

- Supongo que ya que estás siendo sincera te debo lo mismo... Estuve sola durante mucho tiempo, pero no, en aquel tiempo tampoco buscaba no estarlo por un sencillo motivo... No sentía que la soledad fuera algo malo. Mi mundo en aquel entonces me resultaba así mucho más sencillo, cuando no dependes de nadie y nadie depende ti. A veces intentar pertenecer a un lugar te hace asumir riesgos innecesarios. 

"Aunque todo cambio cuando Hana apareció..." Pero eso no era algo que Saki fuera a revelarle a Atsuko con tanta facilidad, no tenía intención alguna de relacionar a Hana con alguien cómo ella. 

- Aunque puedo imaginar a dónde va a parar esto, Atsuko... Eras una niña inocente y tenías dos opciones, aceptar que no pertenecías a un lugar o luchar para formar parte de él. Y no me cuesta deducir cuál de las opciones escogiste. - Suspira. - Quizás me esté precipitando, imagino que no es algo tan sencillo. Nunca lo es. 

Hace que no con la cabeza.

- Hay bastantes más sutilezas al respecto, pero esa es la idea. Quizá tu puedas vivir sin relaciones sociales, pero yo no. Puedes considerarte afortunada por ello, sin depender de nadie... Por desgracia para mi, yo no era así. Quería gente cerca, que compartiera momentos conmigo, que me dijera que me quedaba bien mi peinado, que probara mi comida. Gente con la que compartir un paraguas cuando lloviera, gente con la que pasármelo bien.

GENTE

- Colegio nuevo, vida nueva, Saki. En secundaria ya no era la marginada aburrida. Era una chica nueva, como los demás. Y decidí que no volvería a estar sola. Entonces empezaron a crecerme los colmillos.

Colmillos. Arcano. Al empezar la secundaria debía tener 11 años. Si ahora tenía al menos 18, ¡eso significaba que llevaba por lo menos 7 años con Arcano!

- Tu Arcano... - No puede evitar decir Saki, algo sorprendida. - Así que hace tiempo que lo tienes... - Saki frunce el ceño. - Si tu arcano apareció en aquel momento es que una parte de ti reconoció que tu situación era un problema. Eras consciente que algo iba mal pero no actuaste al respecto, ¿No es así? Preferiste estar cerca de los demás y olvidar quien realmente eras... Si lo que dices es cierto no dudo que eso te hizo sufrir, Atsuko. ¿Acaso...? ¿Acaso conseguiste engañarte a ti misma? 

Atsuko pone una media sonrisa que no dejaba entrever si estaba satisfecha o harta.

- Sí. Puedo ser muy buena mentirosa. Tanto como para engañarme a mí misma. Esa vez no pensé en consecuencias. No me importaba lo que saliera mal, mientras hubiera gente a mi alrededor. Iba a ser una persona nueva.

Atsuko se acerca esta vez a la ventana y la abre, porque comenzaba a hacer verdadero calor allí dentro. Saca un momento la cabeza y la brisa le mueve el pelo. Luego vuelve a meter la cabeza en el aula, pero deja la ventana abierta.

- Diría lo que la gente quiere escuchar, y con el tiempo, enseñaría lo que la gente quiere ver.

ESE ESCOTE

- Tuve una de las épocas más felices de mi vida. Quizá obtuve esa felicidad con falsedad, y por tanto era una felicidad falsa, pero era felicidad al fin y al cabo. La Atsuko que no tenía amigos quedó atrás rápidamente, y en muy poco tiempo era la persona más popular del instituto. No había nadie con mi carisma.

"Enhorabuena, no me has hecho llorar..."

Pîensa Saki, algo cansada y asqueada. Si bien podía entender un poco mejor a Atsuko, seguía considerando que su forma de actuar no era la correcta, y su justificación no era suficiente cómo para que Saki no la detestara. 

Si embargo, había que tener alguna esperanza... 

- Y ahora viene el "Pero", ¿No?

- Claro. Si esto terminara aquí ahora no te lo estaría contando. Sería una persona magníficamente feliz, sin ningún tipo de problema. Por supuesto que ahora viene el pero.

Atsuko vuelve a la silla del profesor y se sienta.

- Tardé bastante tiempo en darme cuenta de lo que estaba haciendo. De cómo estaba machacando mis principios y me había olvidado poco a poco de quién era. ¿Pero sabes qué? Era demasiado tarde. Llevaba mucho tiempo con amigos, demasiado. La amistad es como una droga a veces. Siempre quieres más y en dosis más grandes. Y por si eso fuera poco... me había olvidado de cómo ser yo.

Su expresión era extraña, como si se hubiera dado cuenta de eso en ese mismo momento.

- Llevaba mucho tiempo siguiendo una rutina de vida, y volver a la anterior era prácticamente imposible. No me cuadraban los horarios, pasarme el día estudiando en mi casa me aburría, y ya comenzaba a considerar aburrido no hacer depende qué cosas. Empezaba a entender a mis antiguos compañeros y a ese tipo de "felicidad irracional" que tanto los hacía sonreír. A veces no pensar es la mejor opción. Dicen que los ignorantes son felices.

- En eso te puedo dar la razón, no hay nadie más feliz que aquel que no sabe porque no tiene que serlo. A veces creo que tenemos demasiado tiempo para pensar. - Saki se encoge de hombros. - Y el pensar puede desembocar en ser la raíz de muchos de nuestros problemas. Si bien tú situación es un problema, tu mente se ha negado a pensar sobre ello. Sin embargo, algo te ha hecho despertar de tu ilusión personal. ¿Que ha sido? 

- Como te digo, tarde un tiempo en darme cuenta. Hace mucho que reconozco mi problema, pero se ha hecho una bola tan grande que no es nada sencillo acabar con ello. Pero hay algo de lo que me he dado cuenta al entrar en la universidad y perder el contacto con toda la gente que conocía en bachillerato. No tengo amigos.

NO, NO TIENE

- Ha habido mucha gente que me seguía, gente que me hacía la pelota y chicos que solo querían sexo conmigo. Han habido chicas que me han respetado y chicas que han compartido cotilleos conmigo. Me he encontrado con mucho tipo de gente, y siempre estaba rodeado de gente diferente. Pero en ningún momento esa gente fue mi amiga. Jamás les transmití nada... porque jamás permití que me lo transmitieran.

- Y ahora la pregunta que todos los espectadores estaban esperando... - Dice Saki, algo teatralmente. - ¿Tienes intención de cambiar? Quiero decir, desde mi punto de vista no tienes mucho que perder. Descartas a tus falsos amigos y recuperas a la persona que realmente eres. Quizás eso aligeraría el peso de esa bola que está creciendo... Otra cosa es que no te veas capaz de asimilar la soledad. - Se encoge de hombros. - Podría hacer un sacrificio y decirle a los demás que eres maja... Aunque creo que a Kyoya ya lo has convencido.