Partida Rol por web

In Domo Domini

Escena de juego: Ariel

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12/11/2021, 13:20
Director

[Música ambiental]

En tu éxtasis de dolor escuchas retumbando en tu cabeza la voz de los próceres de la Iglesia, que en sus lenguas muertas recitan en coro, no sabes si por ti o para ti. Pero si de veras es este el momento en que deben expiarse tus males el sacerdote no parece comprenderlo, así como tampoco parece quedarse con los detalles de tu misión.
¡Pero joven! No hay motivo para postrarse, y menos si no es ante Él —Te intenta poner de pie agarrándote por los brazos. Incluso a través de la ropa puedes sentir un tacto de una calidez que nada tiene que ver con la mortal, pero tampoco con la de los fuegos condenatorios. Más bien se asemeja a la del Sol: un fuego purificador, amoroso y divino.— Venid, venid, sentaos aquí y hablemos —Si te dejas, te conduce como puede a uno de los bancos humildes de la nave.— Estas demostraciones, tohter, no son necesarias para dar cuenta de tus actos de piedad. Ni tan siquiera de tus pecados —Te sostiene y te sienta con sus pocas fuerzas, a la vez que se pone a tu lado. Durante la conversación sigues sintiendo el terrible dolor, el miedo y la ira. Cada palabra una punzada en tus oídos. Cada toque una ampolla.
A la par que ocurre esto, el otro sacerdote, ataviado con unas ropas más humildes, sale de la sacristía ante el vocerío.
¡Eminencia! ¿Qué ocurre? —se acerca a vosotros cada vez con mayor prisa— Jesús... ¿y esta mendiga? ¿Os molesta, eminencia?
Por favor, hermano Fini, tened algo de tacto —te sujeta la mano con cuidado, como para asegurar tu bienestar— Esta pobre muchacha está en un apuro.
El otro clérigo se extraña, intentando comprobar si tu estado es realmente tan grave.
No veo en qué apuro pueda estar. No parece enferma, ni necesitada —te sigue investigando, pero sin querer tocarte— Estoy seguro de que es una de esas viciosas que buscan aprovecharse de quien sea.
Al que llama "eminencia" se le pone una cara de perro inconfundible ante el comentario.
¡Pero qué decis, hermano Fini! ¡Tened algo más de fe y respeto en los hijos de Dios! —Se levanta del banco y te intenta tumbar para que descanses— Id ahora mismo a por una escudilla con agua fresca. La vamos a llevar al convento de... ¿cómo decías que se llamaba, querida? ¿Puedes hablar? ¿Qué conventos hay aquí, Fini? ¡Dime!
El otro se queda asombrado por la actitud del sacerdote, quedándose en blanco y sin saber qué hacer o decir.

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12/11/2021, 14:11
Ariel Casadei
Sólo para el director

Ariel se deja hacer, como un cordero ante su pastor, arrullada por esa música extática. Sí, al igual que el cordero. Sabe que el pastor la puede matar. incluso que la va a matar. Pero nada puede o quiere hacer. Bueno, ella convive con un lobo bajo su piel de cordero, pero ese lobo lleva años domándolo, controlándolo. No ha dejado que tome el control en mucho tiempo. No será esa noche cuando deje que ocurra. No. Esa noche no. 

Apenas escucha lo que dice ese tal Fini. Es uno de los "malos pastores" como los llama ella. Debería sevir un tiempo en una parroquia, como el hospital de la comtessa, para saber el significado de su minitserio. Pero los sacerdotes como él, más corteanos de cruz que auténticos ministros de Dios, están muy lejos de entender o comprender, o sentir la luz que emana de ese hombre que es tratado como eminencia.

- El convento de la Sagrada Concepción, páter...- Murmura, tumbada, atravesada por ese extraño dolor que emana de aquel hombre. Un dolor sagrado.

- Pero... Os lo ruego... ¿Podéis?... ¿Podéis escucharme en confesión?...- Le pide, con un hilo de voz. Si oyera eso Wisigarda le daría mil golpes, pero no... No podía aceptar su misión si era a espaldas de Él. Debía saber que contaba con su aprobación. O morir. Había perdido a su padre. No podía perder también a su Padre. Si ha de morir, que sea de las manos de la Bondad de Él y por su mano salvarse o condenarse. Si la vida es la salvación o la condenación, solo Dios lo sabe. Sus caminos son inescrutables. Ha de ir con el alma limpia y sin mentira o doblez.

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12/11/2021, 19:39
Director

¡Moveos de ahí y llamad a alguien para llevarla a la Sagrada Concepción! —hace un gesto rabioso con la mano para que se marche el otro sacerdote y acerca el oído a tu boca— Dime, hija... te escucha el Padre —retuerce tu mano con el cariño de un buen amigo, a la par que no dejan de salirte quemaduras. Tu piel se quiebra como si la misma Bestia intentase escapar de su cárcel de carne, buscando huir lo más lejos posible.
Sabes con toda certeza que no irte ya probablemente te condene a un largo sueño, si no a la muerte definitiva. Tu visión solo percibe el fuego milagroso que emana del alma del hombre menos hombre que hayas podido conocer.

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15/11/2021, 09:28
Ariel Casadei
Sólo para el director

Aparta Ariel la mano con un rápido movimiento. Uno muy rápido, fruto de la Bestia que se remueve inquieta. Sin duda ella no quiere morir. ¿Pero Ariel? no es que quiera morir. No si no es ese el designio de DIos. ¿Es ese? ¿Era ese el objetivo de la pérdida de su padre? Morir en manos del Padre? En el mismo lugar donde nació? Tiene cierto sentido poético. Pero no así. No sin darle un sentido. Quizás el sentido existe en hacer saber a ese hombre santo de la existencia de los vampiros.

- No, por favor...- gimotea, ocultando su mano. No la ha mirado, pero seguro que tiene una quemadura. Como mínimo duele como tal.

Señala uno de los confesionarios que hay en los extremos de la nave, oculto en las tinieblas.- Por favor, Padre. Tengo graves pecados por confesar. Y creo que el Señor me ha puesto en vuestro camino pues debéis tener conocimiento de ellos.- Le dice, con un hilo de voz. Quiere tener seguridad, entereza, perola Bestia la aguijonea para huir. No es un cordero. Es un lobo, pero Ariel no quiere ser un lobo. No tiene que ser así.

Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.- Murmura, recordando las Escrituras, más para ella que para el sacerdote, para acallar a la Bestia que quiere vivir para matar un día más.

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16/11/2021, 00:32
Director

El sacerdote mira hacia el confesionario más cercano y asiente. Te ayuda a llegar hasta allí para luego colocarse en el interior. Es un mobiliario muy basto aunque novedoso. Mientras, fuera parece que se arma cierto revuelo en alguna de las calles de la ciudad. El clérigo, sin embargo, se mantiene en el sitio, esperando que comiences el rito con las palabras indicadas para responderte a continuación.

Sin pecado concebida... cuéntame qué te aflige en el alma, hija mía.

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16/11/2021, 07:16
Ariel Casadei
Sólo para el director

Jamás creyó que fuera a explicar su condición a nadie, pero allí está. Dispuesta a ello. Así lo cree. ¿Cómo puede no explicarle lo que sabe, lo que es, a ese hombre Santo? ¿Acaso Dios no lo ha puesto en el mundo con esa señal luminosa, solo visible para aquellos que, como ella, pueden evrlo? No es eso una señal? No ha sido la muerte de su padre una señal, para que se pusiera en camino? No ha sido eso una señal para que llegara hasta allí? ¿Acaso el padre Vivoli podría haber visto el alma de ese sacerdote refulgir como ella lo ha visto, con toda la Golria de Dios? En aquellos momentos el padre Vivoli, a quien tanto admiraba, le parece un títere triste. Una pobre sombra que intenta proyectar la luz verdadera de gente como ese sacerdote amable que la va a escuchar en confesión.

- Padre... He pecado.- Empieza, buscando las palabras adecuadas. Por fortuna el plafón de madera que la separa de él, hace que se sienta más protegida de su aura abrasadora.- Peco cada noche con mi mera existencia. Lucho cada noche, pues creo que si Dios me ha permitido vivir... Seguir existiendo,- se corrige.- Es para hacer su obra. Fui una hija no deseada que fue educada por las monjas de la Sagrada Concepción. Allí... Allí conocí a un... un mecenas, que me sacó de allí y me convirtió en lo que ahora soy. Me concedió una maldición, padre. Una carga. Una misión. Existen otros que portan esa maldición. Algunos se entregan a ella, y dedican su existencia a esparcir maldad y así ponen a prueba a los buenos cristianos. Otros, padre, entre los que me incluyo, toman esa maldición como una prueba para nosotros mismos, y no para los demás. Me esfuerzo cada noche para ser una buena cristiana y usar el poder que se me ha otorgado para hacer la obra de Dios. Ha sido Él quien me ha guiado hoy hasta esta iglesia. Una carta de Matilde de Canossa me ha traido hasta aquí. Como una advertencia de Él, se me advirtió que podía perder la cabeza al hacer este encargo, y me pregunto si no la he perdido ya.- Mira al sacerdote, o donde supone que debe estar. -Al contemplar vuestra alma, páter.- Añade, para aclarar a qué se refiere con perder la cabeza.- He visto la luz de Él en vuestra alma. He escuchado los ángeles cantar. Pero también mi maldición transforma vuestra presencia bendita en algo desagradable. Vuestro Amor por Él me quema, páter.- Y le muestra, emocionada, su mano abrasada desde el otro lado de la tupida rejilla de madera.- Me pongo en vuestras manos, páter. Solo soy una herramienta de Dios. Busco su guía y vos sois un enviado de Él. Lo he visto. No vengo a corromper nada, al contrario. Vengo a purificarme. Vengo en busca de absolución por mis años negros.- Entonces lo mira, con inteligencia.- ¿Hay redención para los malditos Padre?- le pregunta, como si mirara al mismo Dios, desde el otro lado de la rejilla. El misterio de lo oculto. La luz sagrada tamizada por los velos de la materia.

 

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16/11/2021, 17:23
Director

A medida que le hablas el hombre se remueve más y más al otro lado de la celosía. Mira a través de ella con más preocupación, y observa tus manos llenas de ampollas. Por vez primera te examina de cerca el rostro y de alguna manera se siente más intranquilo. Esta ola terrible de sinceridad parece no dejarle mucho espacio para preguntas; o más bien, abre posibilidades más allá de los límites de la realidad cotidiana.
Hija... —traga saliva sonoramente— Lo que seas... si lo que dices es cierto, debes saber que el perdón está al alcance de todos —se le nota un tono incómodo, diferente de la genuina preocupación de antes— Debes hacer por cuanto esté en tu poder para cambiar este hecho... —Mueve la cabeza hacia alguna parte y vuelve a mirarte a través de la celosía.— No sé... no tengo claro qué te ocurre, pero muchos son los misterios de este mundo. Si estás tocada por las fuerzas que pugnan contra Cristo, debes alejarte de ellas lo más que puedas. Recógete en casa, o donde residas, y púrgate en silencio de tus pecados. Si Dios quiere, te perdonará en su momento —vuelve a mirar a otro lado— No vuelvas ni hables con nadie de esto. No puedo hacer más por ti —Hace la señal de la cruz sobre ti y sobre él mismo, pero a diferencia de otras ocasiones donde exime al confesado con unas palabras, esta vez no lo hace. Sale del confesionario, y antes de irse por la puerta de la iglesia te echa una mirada preocupada y desconcertada.
No sientes nada distinto después de esto. De hecho, te encuentras cansada y dolorida. El esfuerzo que has hecho para quedarte en la presencia de este hombre santo ha sido demasiado. Te notas vacía e incapaz de caminar por tu cuenta. La mezcla de ansia y pesadez no te permite hacer mucho más que percibir tu ambiente.
Tras un rato, el cura de antes, Fini, aparece junto a un par de monjas que, por el ruido, dejan fuera algún tipo de carromato. Al entrar el cura busca con la vista al otro clérigo, pero tras solo verte a ti se mira con las monjas y parecen dudar sobre algo. Finalmente estas se te acercan para cogerte por pies y manos y ponerte en el carro. Por la forma en que te echan en el carromato dirías que no parecen preocuparse mucho por tu integridad, sea por lo que sea. Tu vista se vuelve nublosa conforme pasan los minutos, solo pudiendo recoger segmentos de lo que ocurre a tu alrededor mientras el carro avanza. Poco a poco dejas de sentir el mundo a tu alrededor y recuerdas fragmentos de tu pasado, antes y después del abrazo. Momentos mejores y peores que te hicieron lo que eres, y de los que puedes o no arrepentirte. Si Dios te observó alguna vez dirías que este sosiego repentino, haciendo que no sientas los dolores y casi que nada más a tu alrededor, se debe a su intervención. Quién sabe dónde acabarás, pero lo que parece claro es que has dado todo de ti para salvarte, y que Él está contigo mientras miras las estrellas, que para ti se apagan una a una, hasta que solo queda la negrura del vacío.