Partida Rol por web

Segunda  Guerra  Mundial.  Año  1942. 

Las  hostilidades  entre  la flota  americana  y  la  flota  japonesa  pasan  por  uno  de  sus  momentos  decisivos  cuando  la  flota  americana  consigue  al  fin  frenar  por  primera  vez  en  la  guerra  el  avance  de  la  flota  nipona  en una  batalla  que  fue  recordada  por  la  historia  como  la  Batalla  del Mar  del  Coral.  El  5  de  mayo  comienzan  las  hostilidades.  Luego de  4  días  de  batalla,  la  flota  americana  se  convierte  en  la  vencedora,  truncando  los  planes  de  la  flota  japonesa  de  bloquear  la comunicación  entre  el  bando  aliado  y  las  colonias  de  Oceanía. Pero  una  victoria  no  quiere  decir  que  no  hubiese  que  lamentar pérdidas.  Varios  barcos  de  la  flota  americana  se  fueron  a  pique y  otros  sufrieron  graves  daños.

Uno  de  los  barcos  que  resultaron  dañados,  el  Destructor  DD  Perkins,  se  retiraba  luego  de  sufrir  graves  daños  en  la  maquinaria que  lo  dejó  inservible  para  la  batalla.  Intentaba  una  retirada  hacia  Port  Moresby,  pero  su  precario  estado  lo  hicieron  blanco  fácil para  los  submarinos  japoneses  que  acudían  para  lanzar  un  ataque  por  la  retaguardia  sobre  la  flota  americana.  La  tripulación no  tuvo  más  remedio  que  abandonar  el  barco.

****************

Tras  dos  días  de  vagar  por  el  Pacífico  en  un  bote salvavidas,  varios  de  sus  tripulantes, oséase, vosotros,  llegasteis a  una pequeña  isla.  Las  medidas  de  longitud  y  latitud no  permiten  identificarla  en  ningún  mapa;  a  pesar  de  que  su  tamaño,  unos  200  kilómetros  cuadrados,  no  es  tan  pequeña  como  para  que  pudiera  pasar  desapercibida.  La  imagen  de  aquel paraíso  tropical  se  os  antoja  como  un  soplo  de esperanza. Dos  días  en  medio  del  océano,  sin  agua  ni  comida,  ni  ningún  cobijo  para  resguardarse  del  acuciante  sol  del  pacífico,  habían  hecho  mella  en  el grupo,  dejándolos  exhaustos. A  su  llegada  a  la  isla  por  la  vertiente  norte,  consiguen  desembarcar  en  una  pequeña  cala  situada entre  acantilados.  Desde  allí  pueden  acceder  fácilmente  al  interior  de  la  selva. 

Tras los interminables días en el bote, por fin encontramos tierra. Aquella paradisíaca vista de lo que parecía una isla animó la moral del comanadante y tras un suspiro, alentó a sus compañeros al pisar tierra firme. 

Venga chicos!! Un último esfuerzo, vayamos al linde de la vegetación para reponer fuerzas a la sombra. Y que alguien eche una mano al "marine", que parece estar herido.

El Comandante Foster temía que los problemas no acabarían al abandonar aquella interminable tortura en el mar. No se podía bajar la guardía, ya que el paraíso se podía convertir en un Infierno aún peor. Sin olvidar que la guerra continuaba...por muy pérdida que estuviera aquella isla.

Una vez a resguardo del Lorenzo.. 

Caballeros, entiendo que la situación es un tanto deseperada, pero aún conservamos nuestras vidas!! Y si queremos salir con éxito de esta situación lo mejor será cumplir con la disciplina militar, mirando especialmente al periodista para que entendiera que no quedaba excempto. Si la anarquía se apodera de nosotros, nuestro futuro será muy corto y no pienso permitir indisciplina alguna. Cade Foster no era el oficial más valiente de la Marina, pero bien sabía que si querían sobrevivir tendrían que mantenerse unidos con las reglas muy claras.

El segundo al mando con más rango es el ingeniero Crowden, y sin más dilación revisemos cada uno que hemos rescatado del Mar. Y comuníquenlo en voz alta.

Cuando tengamos claro de que equipo disponemos, dejaremos al Marine Stockton aquí a la sombra para que se recupere de la herida, e iremos a sacar el bote de la costa. Sólo faltaría que alguna patrulla japonesa nos detectara a lo lejos.

Una vez con el el bote a resguardo, montaremos una reunión para aclarar nuestras prioridades de actuación mientras el más preparado atiende al herido Stockton.

-SEÑOR, SI SEÑOR-
Sabía que su comandante contaba que mantuvieran la disciplina, y estaba de acuerdo con que el ingeniero fuera el segundo al mando cómo superior, ya que es único capaz de resolver problemas de cualquier tipo.
Por su parte, Benson es un artillero, un combatiente.
-Señor, tengo un B.A.R., un cargador, y un kit médico señor-

Respondiendo a las preguntas de su jefe.

Llegó la hora de avanzar sin miedo, a pesar de las quemaduras por el sol, se sentía motivado ahora.

La suerte de Jack finalmente comenzaba a mejorar. Cuando nació un tornado destruyo su pueblo y los campos aledaños, dejando sin empleo a toda su familia. Esa fecha es “conmemorada” como "el día de la desgracia".

- Co..comandante, tengo una herida de muerte, mal curada y poco atendida por las enfermeras. Creo que comienzo a perder la sensibilidad de los dedos de mis pies… aparte de eso no tengo equipo alguno. - responde al salir del agua, casi gateando hasta caer rendido junto a una palmera, de esas repletas de cocos.

- Pero haré todo lo posible por mi patria, cuidando esta posición con mis entrañas a punto de salir – agrega al intentar pararse y hacer el saludo marcial.

Tenía que haberse quedado en casa, ese es el único pensamiento que se le pasaba por la cabeza al Ingeniero. Tenía que haber terminado la carrera, quedarse en su hogar y tratar de ligar con alguna mujer viuda por la guerra, al parecer, el gobierno les había prometido una paga decente... Incluso si tuviera suerte, podría haberlo intentado con Sophia, la hija del de la fábrica de tabaco, a fin de cuentas, su marido Thompson era un repugnante y negado para todo. Que muriera no hubiera sido difícil.

Pero no. Ahora está atrapado en una isla desierta con un negro moribundo, un oficial con el ego subido y otro par más de tipos que aún no había conocido lo suficiente como para poder ver o inventar un motivo para poder odiarlos en sus adentros. Aún.

-Ingeniero William Crowden presentándose. Tengo una pistolita de esas y dos Kits médicos, uno me lo traje de casa por si me raspaba las rodillas o me cortaba con algún arbusto... en mitad del mar... 

Diez mil dólares, una auténtica fortuna, más dinero de lo que podría tener trabajando en una fábrica, o siendo el médico en alguna clínica u hospital.

Solo tenía que sobrevivir, pero aparte del dinero, lo hace por que le gusta, el ejército siempre fue su vida,

"No me gusta la idea de que seas militar, mejor estudia medicina, es más seguro"

El idiota de mi padre lo quería a toda costa, sin siquiera inportarle mi opinión, que fuera un médico.
Gracias a dios la guerra me sacó de esa maldita universidad, pero ahora estoy aquí, en mitad de la nada.
Bueno, al menos estoy vivo, por lo pronto, tengo que ayudar a Stockton y ponerlo a salvo en la playa.

Día 1.

Lo que en realidad quiso decir el marine Stocktom era que tan sólo disponía de un rifle y un par de granadas, pero nada más aprovechable salvo eso. Una vez estuvísteis todos reunidos os disteis cuenta de que el sol, allá en lo alto, os azotaba en las cabezas y hombros. Vuestro estómago comenzó a sonar y además vuestra garganta pedía agua. Tal vez fuera el momento de explorar la isla.

Lo que teníais frente a vosotros, que estábais en la playa de arena y roca, era el linde de una gran mata selvática, con árboles altos y en los que se presuponía profundidad. Además, se veía que toda la isla tenía ciertos montes, pero uno sobresalía sobremanera, un pico central que parecía vigilar el resto del terreno.

Una vez con el bote a resguardo  de miradas inapropiadas y hecho un inventario de lo que disponía el grupo. El Comandante Foster "propuso"...

Bien chicos lo primero será atender al Marine Stockton, imagino que los más "formados" en medicina deben ser el Ingeniero Crowden o quizás nuestro reportero de Guerra "Winslow". Quizás entre los dos tengan más posibilidades de sanar las heridas. No podemos retrasar la marcha con un herido a cuestas!!

Mientras el artillero Benson y yo intentaremos agarrar alguno de esos preciados cocos de las palmeras. Y así tendremos "hidratación" para iniciar la exploración de esta isla.

Lo que me faltaba, me había enlistado para matar japoneses, no para hacer recolección, odiaba hacer tareas de recolección, desde niño en aquella granja, ya lo detestaba, y hacía lo que fuera con tal de salir de esos trabajos tan pesados.

-Si señor- el tono de mi voz fue inexpresivo, aceptando las órdenes del superior solo por el hecho de ser el oficial.

Además tenía razón, teníamos que beber algo, y recuperar nuestras fuerzas para poder explorar y ver que diablos encontrábamos en este inhóspito lugar.

La simple idea de quedar atrás por sus “heridas de muerte” le provocó un ligero escozor. Utilizando el mínimo de sus energías se mantuvo en pie y avanzó hasta su superior, demostrando su “lamentable” capacidad para andar.

- S..señor, aun puedo caminar si Crowden o Winslow me asisten con algún aparejo. Quizás una camilla o una silla de ramas con una sombrilla improvisada por hojas de palmera… -

y se detuvo allí mismo para no continuar divagando en su repentino golpe de suerte.

Por ejemplo cuando por poco “es dejado atrás” cuando su barco se hundió por el “accidente” lamentable y el torpedo… Jack trata de olvidar el suceso, cuando un submarino nipon, el ultimo de la oleada de ataque, se acercó a la fragata atraído por la insignificante luz de un mechero y su portador, el cual lo usaba para iluminarse al tratar de escribir una carta a quien sabe quien. Desde luego Jack cayó al agua cuando el torpedo partió en dos a la fragata y su mechero se perdió para siempre en las profundidades. El resto es historia.

A William no le hacía la menor gracia que la cadena de mando siguiera estando operativa teniendo en cuenta la precaria situación en la que se encontraban. ¿Acaso eran un ejercito? ¿Un peloton? Ni eso. Un grupo de hombres dispares que por el azar del destino han terminado en el mismo bote y han llegado a un paraiso o a un infierno.

Pese a todo, tragándose sus palabras antes siquiera de decirlas, el Ingeniero decide revisar los alrededores en busca de algo capaz para hacer volver a caminar al herido, o al menos, hacerle más manejable su movilidad. Si tuvieran tiempo, quizás una camilla improvisada con ramas resistentes y algunas hojas bien entretejidas, pero no tenían tiempo, por lo que este buscaba algo similar a una muleta. Quizás una rama con una bifurcación en forma de Y.

-La precariedad de nuestra situación nos hace doblemente desdichados, en su caso, triplemente. Por lo que, lo mejor sería buscar lo mínimo para sobrevivir e ir tirando con ello hasta poder volver a encontrarnos con los nuestros... ¿Alguna idea de donde estamos?. Coriolis, Corrientes Marinas, Vientos Elíseos... Esas cosas... 

Mientras William buscaba algún tipo de aparejo para que el soldado herido Jack pudiera avanzar, Cade y Arthur miraban los cocos de las palmeras más cercanas. Quién sabe cuánto tiempo llevaban allí, aunque no parecían tener mal color ni nada que retirara sus expectativas. Algunos de ellos estaban bastante altos, pero otros habían caído casi de manera natural, y estaban en la tierra dónde nacía el propio árbol. Era una suerte, al igual que la que tuvo Stockton cuando Crowden encontró un par de ramajes algo retorcidos, que sólo el cielo supo porqué parecían tan ergonómicos y gruesos, uno más que otro. Los dos se le fueron entregados a Jack, lo cual hizo de improvisadas muletas. Winslow parecía más callado, tal vez pensando en cómo poder documentar todo aquello, si alguna vez salíais de aquella isla. Ahora lo importante era sobrevivir y buscar algún tipo de ayuda.

Cuando Stocktom se estaba probando las muletas con ayuda de Crowden, y Foster y Benson recogían algúnos cocos más, el periodista William se alejó unos pasos.

PNJOTIZADO.

Un momento... -susurró-, y alejándose un poco del pequeño grupo, se adentró unos pasos en la linde de la selva, que anexaba con la playa en la que estábais. ¡JODERRR! -gritó sorprendido, sin dejar de mirar al suelo-. ¡Señores! ¡Venido a ver ésto!

Entonces llegásteis hacia su posición, unos antes que otros (el último el soldado Jack). Mirad lo que ahí ahí, tras este arbusto -añadió señalando con el índice Winslow.

Entonces todos observásteis lo que refería con estupor. Entre los arbustos que teníais delante, y acompañados de los ruidos de diversas aves tropicales que estábais oyendo en alguna parte de la isla (tal vez keas, loros o quizá papagayos) vísteis un cuerpo descuartizado a mordiscos o al que le falta un trozo de cara. La situación era dantesca. El cuerpo estaba semidesnudo y bocarriba, y era de piel morena, sin ser del todo de color. Aquella imagen os repugnó, a la vez que os aterrorizó. La experiencia militar de alguno daba a entender, y así lo pusísteis de manifiesto, que aquel cadáver parecía no llevar mucho tiempo en tales condiciones.

Me encontraba rebuscando en el suelo por entre las palmeras intentando recoger los cocos caídos para tener algo de comida que llevarnos a la boca cuando escuché el grito de Winslow. Aún con un coco debajo de cada brazo me acerqué a donde el periodista se encontraba con la idea de ver que era lo que había motivado su alarido. 

No contaba con encontrar lo que allí vimos. El cuerpo había sido mutilado y faltaban partes irregulares como si alguien o algo se las hubiera arrancado a mordiscos. A pesar del tiempo pasado en la facultad de medicina y de las muertes que había visto en la guerra no pude evitar sentir cierto grado de repulsa por el estado en el que se encontraba el cuerpo.

- Eso parecen marcas de mordiscos - dije señalando lo obvio - y parecen relativamente recientes. ¿Qué os parece? - pregunté mientras me agachaba cerca del cadáver - ¿qué se lo habrá comido?

William se pasa una mano por la barbilla y mira de reojo aquel cuerpo mutilado y destrozado, el incipiente nerviosismo se hizo patente en el rostro del ingeniero que apenas había sido participe de batalla alguna y nunca había visto con sus propios ojos los horrores de la guerra ni lo que estos conllevan.

-No hay duda alguna, esas marcas de mordiscos... esa furia... Fueron hechos por... ¡JAPONESES!

Antes de continuar se aclara la garganta levemente, a fin de cuentas tenía que explicar los motivos por los cuales había concluído que dicho acto había sido causado por los nipones si no quería que lo miraran como un loco o un desquiciado mental.

-Tal y como pudimos ver en las numerosas propagandas, los japoneses son seres pequeños de color amarillento y con dos grandes incisivos frontales. Generalmente van en grupos y necesitan de gafas redondas y de culo de botella para ver. Es como una manada rabiosa de topos... sin pelo... y amarillentos...

El horror nubló la vista de Cade Foster y apenas pudo sostener los cocos...aquella desgarradora visión del cuerpo mutilado a bocados superaba todas las expectativas del comandante. Nunca pensó que en aquella paradisíaca isla pudieran topar con semejante escena.

Gracias al cínico humor del ingeniero, Cade Foster volvió en si...

Japos??... je,je. Si podría ser. Pero como dice "Benson" habrá que estar alerta, ya que todo esta sangría parece muy reciente. Echemos un vistazo a las heridas de la víctima, quizá fueron animales de la zona.

Jack dio un respingo y salto hacia atrás instintivamente al ver el cadáver mutilado. No se había enrolado para esto cuando acudió “voluntariamente” a la oficina de registro militar. Lo que nadie le dijo fue que después de su partida el pueblo y la familia Stockton prosperaron raudamente en su ausencia.

- ¡Ohhh! ¡Por todos los santos! - exclama al persignarse luego de casi perder el equilibrio con sus improvisadas muletas.

- Una jauría de perros hambrientos puede hacer eso. O chacales, lobos, jabalíes o incluso osos. ¿Habrá osos por aquí? Un compañero, que en paz descanse – se persigna nuevamente – me dijo que en una isla había visto un oso con largos colmillos que trepaba palmeras – añade horrorizado por el espectáculo dantesco.

Asistísteis horrorizados a la par que intrigados a tal visión. Ninguno de vosotros, pese a las teorías planteadas, podría dar veracidad a una u otra hipótesis sobre qué podría haber matado a ese desgraciado. Oísteis entonces el sonido de un riachuelo que fluía desde las montañas y que daba agua. Fue entonces cuando lo vísteis, y entendísteis que el horror comenzaba ese mismo día, en ese preciso instante, más o menos al mediodía. El calor incipiente y la humedad del terreno, propia de la cercanía de la costa, eran los únicos testigos.