Partida Rol por web

-¡Severo! ¡Brindadme ayuda!.- Exclamé justo antes de saltar sobre Tristán con la intención de inmovilizarle. Había que cruzar usando aquella barcaza. No había tiempo que perder, y si era necesario usar la fuerza así sería. Ya habría tiempo para pedir disculpas y compensar al joven por aquello, pero ahora debíamos actuar.

Sorprendido por la rápida reacción de Roldán, Severo igualmente salta como un gato sobre su presa, agarrando al pobre Tristán, y empotrándolo sobre la barcaza mientras lo aplasta con su enorme cuerpo.- Lo siento amigo...- dice.- Tienes todo el derecho a odiarnos, pero algún día nos lo agradecerás.-

Tristán fue tomado por sus dos amigos, y viendo Felip lo que los alguaciles pretendían con el tercero, se sumó a ayudar metíendole los pies en la barca y que no golpeasen. Quizá fuera más razonable el hacer cruzar a la fuerza a Tristán que volver y atravesar a pie todo el recorrido hasta la Cabeza del Moro... Fue entonces cuando, rodeado dentro de la barca por sus compañeros (agobiándole sobremanera), el barquero lanzó un chasquido de lengua y un resoplido de cansancio o aburrimiento...

Vaya nochecita -decía...-; entre ésto y lo de los judíos tengo miga que contar... ¡será posible! -como remando contrariado-. Pues esos judíos... Mmm..., no sabría yo decirte -volvía con Severo-, que todos al verstir "a lo igual", con sus mismas barbas y sus mismos gestos, que muchos me parecían los mismos... E creo yo que muchos cruzaron de uno al otro lado de la orilla varias veces, que con la oscuridad a veces ni sus caras "destinguía"... No sabría decirte, muchacho...

María le preguntó si llevaban a alguien retenido contra su voluntad, pero el barquero negó extrañado. Insistía, ahora proporcionándoles bonitos adjetivos, que sólo eran judíos, y que todo aquello no lo habría aguantado de no haber pagado bien, que lo habían hecho.

Eso sí -dijo cuando casi estábais en la orilla contraria del río y Tristán parecía morirse en vida-, todos ellos parecían como esperar a alguien. Ehh.. bueno... ¿veis ese recodo? -dijo señalando una vez dejó de remar debido a que el último impulso ya os acercaba a la orilla-, subidlo y veréis a lo lejos la Cabeza del Moro... Suerte, con lo que sea -os dijo finalmente refiriéndose al asuto que tuviérais entre manos-.

Os bajásteis, en la otra orilla (Tristán ayudado por los otros alguaciles) y entonces María se acercó al barquero, antes de que volviese a partir y le entregó unas monedas como pago. Mientras el barquero se alejaba, y en estando ya en la orilla en plena noche, la mujer se acercó a Tristán...

Parece está muy mal... -mirándole a los ojos cogiendo su cara con sus manos-. Luego miró a Roldán, Severo y Felip. ¿Podrá continuar*? No quiero que le pase nada en este estado, sólo por ayudar a Fernando...

- Calma et tranquilidad María. Si Tristán sufre mal alguno será por la suya propia decisión, non por prestar ayuda a Fernando. - Más valía comenzar pronto el ascenso a la Cabeza del Moro y finiquitar aqueste turbio asunto.

Coltell en la diestra et escudo en la siniestra comencé la andadura. - Marchémos. - dije sécamente, quitando importancia al estado de Tristán con la intención de que el mismo se la quitara también.

Respiré profundo al volver a pisar tierra firme. Mi cuerpo temblaba presa del pánico y me costaba coordinar los movimientos, pues el tembleque era exagerado.

-Non vos preocupéis, Sar...María. En un par de horas espero estar recuperado, mas sabed desde ya que el camino de vuelta a buen seguro lo haré a pie, aunque tarde una eternidad et deba facerlo solo. Non pienso volver a pasar por aquesta tortura -miré a mis compañeros con una mirada dura. Sabía que lo habían hecho con la mejor intención y que debíamos apresurarnos para salvar a Fernando, mas mi reacción no sería tan pacífica si volvían a intentar algo parecido.
 

Dando un golpe amistoso en la espalda, Severo sonrió.- Pues tan mal no lo has hecho, buen Tritsán. Que si hubiéreis tenido que crucar a nado, otro gallo cantaría.- Dicho esto, al igual que el aragonés, Severo armose de valor, de un hacha y de un escudo, y se dispuso para la marcha.

Tras alejaros de la orilla, Tristán con los sentidos como embotados, subísteis un pequeño repecho y, una vez arriba, vislumbrásteis cerca de allí, con cierta dificultad por la noche, una especie de pila de rocas a media legua, más o menos. Las rocas se alzaban en la cima de una cuesta. A medida que os acercábais marchando a pie, percibíais que allí en lo alto también había como un edificio, ¡uno o varios!, y no eran sino ruinas de lo que quedaba de una vieja ermita, la de Nuestra Señora del Valle, de las que ya sólo quedaban unos muros, los arcos rotos y unas cuantas columnas y capiteles conquistados por la maleza crecida a través del tiempo.

Y en estando ya muy cerca de las ruinas, mientras subíais el pequeño cerro que la albergaba, había creciendo del suelo unas peñas y unas rocas.

¡Agacháos! -dijo María colocándose en cuclillas tras una peña-, ¡Mirad! -señalando a las ruinas de la ermita, ahora delante de vosotros-.

Desde detrás de aquellas peñas, pudísteis ver a un grupo de diez personas en el interior del templo, a través de las ya inexistentes paredes, iluminando la estancia con unas antorchas. También veis a otros tres hombres aparecidos de la oscuridad de la noche portando o arrastrando una tosca y pesada cruz, como si la acabaran de montar.

Un fugaz pensamiento pasó por mi mente como una centella al ver aquella cruz, mas enseguida deseché la idea. No puede ser. No pueden hacerle eso al buen Fernando, por más judíos desalmados que sean.

-Manteneos al margen, María. Caso de que alguna desgracia ocurriere, nunca debiereis estar cerca ni ser vista por aquestos ruines omnes, con perdón... -aclaré esto último pues pensé que su padre debía ser uno de los allí presentes.

El mareo me tenía aún algo aturdido, y dejé que fuese otro quien se pronunciase primero sobre el plan.

Andaba yo seguro que aquestos tenían cautivo al buen Fernando, más la visión de aquella improvisada cruz non anunciaba nada bueno...

Miré fijamente a María, et le dije; - Moza, debedes dejarnos actuar a nos, et es posible que veais cosas feas et aterradoras, et quizá veáis como aquestos mal nacidos intenten fazer daño al vuestro Fernando. - Y poniendo una mano firme sobre su hombro miré aquellos profundos ojos y añadí; - Non vos dejéis llevar et cometáis alguna locura. Mantenervos aquí a salvo et oculta. - Et prepareme yo para el combate. Hice señal a los míos que pronto caeríamos sobre aquestos nuestros enemigos, más hoy no haría yo la llamada para despertar al Ferro, pues con tiento et silencio debíamos actuar aquesta noche si queríamos finiquitar con éxito el asunto.

Observé entre las sombras los movimientos judíos, intentando contar cuantos eran et cuantos podrían hallarse ocultos tras las ruinas... Poco tempo habíamos, et por tanto había que gastarlo sabiamente trazando plan antes de actuar...

Pese a lo oscura de la noche, ves que yendo y viniendo por las ruinas y su interior hay gran cantidad de judíos, quizá os tripliquen en número... Ves que nada más llevarse la cruz de la vista del resto, tu propio sentido se da cuenta que la colocan fijándola al suelo en una parte de las ruinas y llevan a alguien arrastrándole hacia la cruz. Las evidentes pisadas de que algo se está cociendo en el suelo inmediato a vuestra posición es evidente...

A más tiempo allí observando, más turbabame lo complicado de la situación. Cuando los mios ojos acostumbráronse por completo a la claridad que brindaba la luna et las estrellas, pude comprobar, muy a mi pesar, que aquellos judíos probablemente triplicariannos en cantidad. Consolábame al menos saber que nos triplicabamoslos en lo que a experiencia et temple en combate se refería, al menos el buen Severo et uno mismo, pues al Felip había que probarle aún et el Tristán parecía más pendiente de las bravas aguas que de lo que ante nuestros ojos se presentaba...

- Hermanos más que amicos, gastemos buen tiento aquesta noche, pues de no fazerlo tornaremos de vuelta en aquella barcaza pero será con los pies por delante como lo faremos. - Alcé mi mano, et señalando aquella cruz que en ese momento estaban clavando en el suelo añadí; - Aquel omne al que arrastran debiere ser el nuestro Fernando, juraría que a clavarle en la Cruz se disponen. Aquestos judíos han de ser al menos una docena, et aunque non parecen pertrechados en demasía, han de haber de filos como los que ya conocemos. -

-La razón lleváis, buen Roldán. Mejor será que tracereis vosotros un plan de acción, pues aún no termino de encontrarme bien del todo -dije, conteniendo una arcada.

Severo andaba escaso de luz y de vista, por lo que al ser detenido por María y por el resto de compañeros, se agachó igual que ellos, pidiendo explicaciones.-¿Qué? ¿Qué ocurre? ¿Qué veis? ¡Hablad amigos, por Dios!-. Al escuchar atentamente lo que veían sus compañeros de armas, Severo no pudo evitar temblar de rabia.-¡Aaaaaa malnacidos! No será así estando yo presente. No mancillaran la Santa Seña clavándole de nuevo a un cristiano. ¡Decidme, decidme a por quién tengo que ir!.- Dijo preparando escudo y hacha.

Tensándose y sujetando con facilidad la enorme hacha, Severo parecía dispuesto a acabar él solo con todos esos judíos. Más también era listo, y sabía que la sorpresa y la táctica eran grandes aliadas en medio de una lid, por lo que refrenó sus ansias de correr en pos a los malditos.