Partida Rol por web

- Paciencia, dejemos que descubranse algo más. - Díjeles a los muchachos.

- Et vos buena María, credo que debedes tornar camino et esperarnos a la vera del rio. Aquesto es peligroso para vos, non me placería salvar a Fernando et que vos sufrierais daño. - Et fablele a la muchacha sosegadamente pero de manera segura, aquello non era negociación, et así dejeselo claro. Non tenía sentido arriesgarnos por salvar al alguacil y que perdieramos a la su futura esposa.

Agudicé el oído a ver si era capaz de discernir alguna palabra por parte de aquellos asesinos de Cristo*, a la par que seguía esperando pacientemente, como bien recomendaba el bueno de Roldán, a que los judíos hiciesen algún otro movimiento.

Agazapado, sentía la adrenalina corriendo por mi cuerpo, por lo tenso de la situación, a la vez que sentía el efecto contrario que me producían aquellas visiones de torrentosas aguas devorándome, imágenes que aún me atormentaban tras el reciente trauma.

-Non estoy seguro de poder dar todo de mí en aquestas circunstancias, mas non dudéis que non os fallaré si habemos de luchar. Allí estaré el primero, sea como fuere. De todas formas, sigo recomendando paciencia como el aragonés, a ver qué traman estos malnacidos.

No quise ser pesado y no dije nada a Sarah, pues ya le había dicho que no era buena idea que estuviese allí y bien habían hecho mis compañeros en repetirlo.

Y que pareciera que Tristán estaba tan desconcertado como si echaran unas gallinas a la mar, que salieran luego de allí dando más tumbos que un ebrio descarriado apoyándose en las esquinas... pues de tal guisa era el hombre que ni el escuchar hacía (aunque cabe decir que estaban los judios algo lejos); mas por contra que Severo parecía ahora lleno de euforia, ira de la noche anterior convertida en ganas de castigo. A su vez Roldán parecía el del término medio, cauteloso y paciente, mas no por ello menos entrado en ganas.

Opino lo mismo que Roldán... -dijo Felip-. Debería encaminarse a Toledo, señora... -luego miró a Roldán, que parecía ahora mismo el que más bien podía hacer al grupo-; yo puedo llevarla por San Martín, cruzando el Tajo, tomando luego el...

¡¡¡NOOO...!!! -dijo con cierta fuerza en la voz, mas sin gritar, la futura esposa de Fernando-. ¡No puedo dejar a Fernando ahí! ¡No puedo irme!

Severo, encendido como estaba en ira, no pudo por menos que calmarse ante las palabras de sus amigos. Centrándose en la futura batalla, había olvidado por completo a la joven mujer que esperaba a su amado, y sabía de sobras cómo acabaría aquel desaguisado si dejaba que Sarah arrancara a correr en pos a su amor; con la muerte de ambos.

Apoyando el hacha entre sus rodillas, el guerrero se giró hacia Sarah. Agarrándola fuertemente con sus manazas los delicados hombros de la joven, la obligó a mirarle fijamente.- María. Miradme.- Dijo con voz grave.- ¿Veis esta hacha que tengo sobre mis rodillas? Con ella he matado cientos de hombres. Dios me ha bendecido con este talento, mas no me alegro por ello, pero era mi deber.- reconoció con cierta tristeza.-Y sabed bien que si por una vez en mi vida puedo usarla para una causa justa, lo haré. Vos amáis a Fernando, y eso para mí es una causa justa.- Entonces, atenazándola aún más fuerte para que prestara atención, díjole.-Los hombres de allí no albergan sanas intenciones para con Fernando, y si os ven lo mismo harán con vos. Yo solo podré defender a uno de los dos, pero no a ambos, pues en la carnicería de una lid cualquier cosa puede salir mal. Necesito que, pase lo que pase, os quedéis aquí, en silencio. Fernando necesita que os quedéis aquí, a salvo. Si de verdad lo amáis, si de verdad queréis que vuelva a vos, quedaos aquí, en silencio.-

Después Severo soltó la presa y, con una ternura desmedida, cogió la pequeña y tierna mano de la doncella y la posó sobre el hacha.-María, por mi honor de hermano de batalla os juro que lo primero que haré al salir allí será buscar a Fernando y defenderlo con mi vida. Tenedlo por seguro. Pero a cambio quiero que me juréis por vuestro amor que vos os quedaréis aquí, escondida y en silencio.¡Juradlo!-

Non albergaba miedo alguno, pues "la Virgencita" habíame tocado. Prueba de ello fue lo bien parado que salí a paser de todo de la última pendencia con los judíos et de como salvé al desdichado que pendía de la catedral. Non temía nada en aqueste momento incierto, más tampoco iba a dejar todo en manos de la divinidad...

...Acerquemé al buen Tristán, quien aunque había demostrado su valor et habilidad, agora non encontrábase en su mejor momento; - Tristán, buen amigo. Temo por la inconciencia de aquesta moza que nos acompaña en tan aciago momento. El amor es ciego et no entiende de miedos o razones, et como vos andáis aún turbado por el encuentro con las aguas, credo que lo lógico fuere que vos quedaras aqui con la moza, agazapados ambos et en silencio. Debedes garantizar que non haga aquesta ninguna locura, et vos seréis nuestro factor sorpresa. Si la cosa se torciere en demasía, vos tendremos como último recurso, listo para actuar cuando aquestos infieles credan que lleven todo ganado. - Miré a Severo, esperando ver aprobación en su rostro. - ¿Que decides buen Tristán. -

-Non habrá de jurarlo, Severo. Haráse tal como dice el sensato aragonés. Quedaréme aquí con ella et vos ayudaré como buenamente pueda (mas temo que de poco o nada puedo servir aquí agazapado). En caso de que necesitéis otro filo en combate, sólo habréis de silvar o gritar el mío nombre, et raudo acudiré.

Miré en primer lugar a María, o Sarah, o como fuese, pues poco me importaba su nombre en aquel momento, y luego a mis compañeros, asintiendo con la cabeza.

-Acompáñeos el Altísimo, compañeros. Salvad a Fernando.

Severo, aún inflamado como estaba por la perorata, escuchó las razones del aragonés, luego observó el pálido rostro de Tristán y asintió con la cabeza.- Mejor así, pues vuestro brazo podría flaquear y la moza corretear por campo sangriento.- Agarrando nuevamente el hacha, se dispuso para la batalla.- Vos guiáis, Roldán.-

Todos asintieron, incluida Maria, envuelta en lágrimas de deseperanza. No tenía ni pizca de ganas de quedarse allí esperando algún final, pero comprendía las razones de Severo. Se quedó allí, junto a Tristán, aún envuelto en el mareo continuado y aguardó tras las rocas, viendo sucederse los acotecimientos. Observaban cómo Felip, Severo y Tristán bajaban por el terraplén delante de vosotros, dirección a la ruinosa ermita...
 

Nada más acercaros a la explanada delante de la "entrada" (porque no había ya ni puerta) de aquellas ruinas, los judíos se percataron de vuestra presencia. Ahora que estábais más cerca de los hechos, vísteis una cruz bien clavada en el suelo en un lateral, a Fernando en el suelo, como tirado en el suelo y lamentándose de dolor en el mismo, y dos judíos ultimando martillazos sobres la cruz, alguno clavos, cuerdas para subir a alguien, y algunas otras herramientas.

Los judíos allegados, que no eran ni más ni menos que diez... ¡diez!, se pusieron delante de vosotros, y poco a poco, con pasos prudentes y despaciosos, os fueron rodeando... Llevaban palos en sus manos, y sus caras no eran precisamente de recibimiento...

Tirad Iniciativa: 1d10 +AGI

He aquí el esquema de batalla:

Veíais cómo vuestros compañeros llegaban a la explanada delante de la ruinosa ermita, e ipso facto un buen puñado de judios les rodeaban. La lucha parecía inminente...

Tanto personaje moviéndose de un lado para otro aguzó mi mareo, pues poco podía fijar la vista sin que la cabeza se me tambaleara. Intenté aguzar el oído, desesperado por si podía escuchar algunas palabras de los judíos, mas poca información pude obtener...

Volví la cabeza, evitando el ajetreo de la escena, y cerré los ojos para calmarme un poco. Luego los abrí despacio y los puse sobre los rojizos ojos de Sarah, fruto de su llanto.

-¿Puedes ver algo? No consigo distinguir nada, ni apenas escuchar desde aquí...

Santo Dios... -no sabías si aún María blasfemaba apelando a su dios profano y falaz o a Cristo de los Cielos-. Les han rodeado, Tristán..., ¡mira! -la muchacha se mordía los labios pensando que si así estaban aquellos tres, a punto de ser capturados, cómo estaria su pobre Fernando, sin compañía alguna (si es que aún vivía)-.

Entonces la chica se dio la vuelta, y miró a su espalda, puesto que había oído algo.

¡¡¡Túuu!!! -dijo una voz sorprendiendo vuestra posición desde la retaguardia -y es que ni tu mismo, Tristán, habías oído los pasos que se acercaban al repecho donde estábais ocultos: Era Daniel Leví, el comerciante, el padre de Sarah, que no de María..., e iba acompañado de dos judíos- Hija -le dijo en tono de enfado y reproche-, ¿qué buscas aquí, que no estás en la casa?

¡Vengo a acabar con esta locura! -dijo María levantándose y mirando fíjamente a su padre-. ¡No le harás daño al cristiano! ¡Ya me he encargado de que así sea! -y te miró de reojo, haciendo incapié en que había dado alarma a los alguaciles de Toledo, aunque ahora tan sólo tu estuvieras allí-.

Daniel, lejos de mostrar ira por aquellas contestaciones de su propia hija, giró su mano y uno de sus acompañantes, el cual le entregó una prenda, una especie de jubón de color rosado...

¿Te refieres al cristiano que llevaba ésto? -y le mostró un jubón casi rosa propio de los alguaciles de la ciudad, tal y como el tuyo, el de Severo, Felip y Tristán- No, Sarah, ya no puedes evitar nada; me he enterado de tus escarceos con ese infiel... El cristiano lo pagará: será en breves crucificado; ¡Tú nos has traicionado! Ya no eres mi hija, pero si no puedes ser mía, no lo serás de nadie... ¡¡COGEDLAA!! -dijo finalmente a sus escoltas-.