Partida Rol por web

Cuando otro de los reclutas le solicitó permiso para hablar, el general Ozel asintió ligeramente....

La instrucción empezará después de unos trámites burocráticos que iniciaremos en breve....

Recorriendo la hilera de recién llegados con la mirada no tardó en detectar la presencia de variopintos personajes.... Arqueó una ceja y volvió a hacer un gesto con la mano mientras levantaba la barbilla hacia el durosiano. El oficial volvió a introducir información en el datapad.

Erasmus seguía al resto de reclutas que bajaban por la rampa de desembarco, intentando pasar lo más desapercibido que pudiese, ya que, aunque sus padres, ya tiempo atrás fallecidos, sus enseñanzas en cuanto a ser un buen contrabandista, habían quedado grabadas profundamente en su cabeza.

Lo único en lo que pensaba cuando se alistó en el imperio, fue escapar de sus captores, los cuales habían cerrado últimamente el cerco demasiado en su captura, y fue la única salida "viable" que se le ocurrió. Nunca pensarían que estaría a las órdenes del imperio un contrabandista como él.

Oyó como el general se dirigía a ellos. Por su parte, solo hubo silencio. No llamar nunca la atención. esa era otra de las reglas del buen contrabandista. 

Poco a poco, empezó a pensar que igual no había sido muy buena idea el alistamiento en el imperio. Las diferentes clases y razas, todo ello unido al ácido comportamiento del general, denotaron en él, que aquella fase de su vida quizá fuese más dura que enfrentarse a cien cazarrecompensas mandados por Ketrias. Pero allí estaba. De pié, al lado de muchos otros reclutas, cada uno con sus diferentes historias y vidas. Quizá alguno de ellos en un futuro le sirviese a su causa, asi que no desaprovecharía la estancia en Carida.

Kadlo se quedó quieto, con la mirada perdida en el infinito (no convenía mirar directamente a los ojos), mientras el oficial pasaba delante suyo, se detenía, le levantaba la barbilla, y anotaba algo en el datapad. Posiblemente era algo malo, pero era lo que Kadlo esperaba. Si otro recluta podría partir de una posición nefasta, 1 en una escala del 1 al 10, la suya sería seguramente peor (0 o incluso negativa). Por esta razón "dejó hacer" al oficial, ..., no era conveniente granjearse una "doble anotación en el datapad" el primer día.

Viendo que ningún otro recluta tenía ganas de preguntar alguna otra inconveniencia, el general Ozel alzó el brazo y chasqueó los dedos.

Oficiales, llévense a los reclutas.

Y sin decir ni media palabra más, se dio la vuelta y se marchó por donde había venido.

En cuanto el general Ozel desapareció un puñado de oficiales se acercó a la numerosa hilera en distintos puntos. Portaban unos datapads y iban recitando nombres, cuando el recluta se identificaba era dirigido hacia la explanada que había justo delante del edificio principal y separados en grupos de diez.

Kadlo Vantai?- y cuando el poseedor de dicho nombre dio un paso al frente- ¿pero qué tenemos aquí? Un duro sin un pelo de tonto! Jajajaja. Varios oficiales, y también algún recluta, le rieron la gracia.

Abstinius Cipher? Detrás del melenas.... Más risas indisimuladas.

Erasmus Kruehguer? Venga, que no tenemos todo el día....

Talram Byncekass? A qué viene esa cara? Te has comido una llufa del bombilla en el viaje?

Y siguió dando nombres y lanzando pullas a diestro y siniestro.

A Erasmus casi se le escapa la risa con las bromas de los oficiales. Pero intentó no mostrar ningún tipo de emoción al respecto. Conocía muy bien a aquellas personas. necesitaban la más mínima expresión facial para que te convirtieses en el blanco de sus burlas, o simplemente ser el centro de su ira.

-Buff, menos mal. Este calvo tiene pinta de ser el acaparador de todas las chanzas y pitorreos de los oficiales.

Parecía que no todo estaba perdido. El duro iba a acaparar toda la atención de sus superiores, y Erasmus pasaría desapercibido. El resto de reclutas que habían sido puestos en su fila, eran mas o menos normales, dentro de los cánones aceptables para aquella situación.

Para su desgracia, le había tocado detrás de un niño de papa. Mal lo iba a pasar aquel señorito entre el resto de chusma y gente que se habían incorporado al reclutamiento imperial. No le daba más de dos semanas, y eso suponiendo que les dieran algún permiso. Solo el tiempo lo diría.

A medida que los oficiales armados con los datapads iban nombrandolos, Talram trató de mostrar un semblante serio y de respeto. Parecía ser que allí no valía el haber servido al Imperio ya antes, aunque fuese al frente de un grupo de burocratas y politicos, y ahora todos eran tratados como niños inutiles, sin conocimientos ni experiencia de ninguna clase, por mucho que ya hubiesen vivido lo suyo. Las bromas y burlas sobre la condición alienigena de Kadlo acabaron por cansarlo, y aun enfurecerlo, pero bien se cuidó de no mostrarlo. Estaba allí como los demás, ansioso por servir al Imperio de la mejor forma posible. Y aquellos ingratos oficiales se mogaban de él por ello. Indignante. Cuando tuviese tiempo, intentaría acercarse al duros y tratar de entablar cordial relación con él. Esa era su especialidad, el trato con otros seres, fuesen humanos o no. Para ello había estudiado cinco años, y bien dignamente lo había demostrado en el desaparecido Senado. Caminó tras los oficiales adonde fuese que los llevaran, tratando de que su capa no hiciese demasiados aspavientos, y sujetando firmemente su espada ornamental, que pese a ser un mero item ceremonial de su mundo y posición, el tenía a bien mantenerla bien afilada, engrasada y lustrosa.

Kadlo resistió todas y cada una de las bromas y risas de los oficiales y los reclutas, la mayoría de estas últimas cómplices para con los oficiales, ya que necesitaban intentar ganarse el favor para no convertirse ellos mismos en el centro de atención. La verdad es que no había sido tan dificil resistir este tramo del reclutamiento: el mayor oficial ni se limitó a decir nada, aunque claramente lo despreciaba por su condición, el resto de oficiales y reclutas sólo soltaron un par de desprecios a los que ya estaba más que acostumbrado gracias a su anterior amo.

En definitiva, de momento iba más que bien, para lo que se esperaba ....

Tin contempló como un grupo de oficiales se acercó para focalizar un gran número de mofas y "bromas" sobre el callado, y por qué no decirlo, feo durosiano. Tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse de alguna de las ocurrencias proferidas contra el pobre alienígena, pues no sería decoroso reírse de uno de sus compañeros, por muy poco pelo que tuviera en la cabeza. Igualmente, el durosiano era incómodo de ver, pero lo que estaba claro es que no era tonto, y si estaba allí, en aquella academia de instrucción imperial, seguramente ya supiera que iba a ser el centro de advertencias, castigos y burlas...

Sin perder un segundo se colocó tras "el melenas" -como habían vociferado los oficiales- y acercándose un poco, dijo lo siguiente entre susurros...

- Mi nombre es Abstinus...-  mientras sonreía como un niño que llegaba a un parque de atracciones.

Kadlo se sorprendió de la presentación del recluta-compañero que tenía justo detrás, hasta el punto que lo tomó totalmente por sorpresa y a punto estuvo de dar un respingo que hubiese puesto en guardia a los amigos que acababa de hacer, ..., sus oficiales. Pero al final no se quebró su concentración y la pudo mantener con la aparente seriedad.

Esperó un momento para cerciorarse que los oficiales no tenían su atención en él, y con una rápida y fugaz mirada hacia atrás vió que se trataba de uno de los reclutas-compañeros que se habían situado antes a su lado, en un intento de entablar conversación. Volvió de nuevo la vista al frente para evitar ser objeto de atención, y cuando volvió a cerciorarse de que los oficiales seguían con sus quehaceres susurró ladeando disimuladamente la cabeza:

- El mío es Kadlo, ..., y este no es el mejor sitio para hablar. - Finalizó en tono seco. Kadlo no deseaba que por el deseo de hablar de su "compañero", volviesen a "anotar" algo sobre él en los datapads de los oficiales, ..., su objetivo actual seguía siendo el mismo, ..., no dar más razones a los oficiales para tener que soportar más burlas y/o castigos, que sobre su persona había más probabilidades de que cayesen.

Cuando el grupo de diez reclutas se completó, un oficial malcarado se colocó delante y miró de manera despectiva a todos los integrantes de la formación....

Al parecer he ofendido a algún alto mando. En todos los años que llevo en la academia jamás he tenido una bazofia tan pestilente como la que ahora contemplo.

El oficial se movía de un lado para otro con las manos a la espalda sin mirar a nadie. Prosiguió con su discurso de bienvenida...

Seguro que pensáis que ya formáis parte del glorioso ejército imperial. Nada más lejos de la realidad. Después de realizar la primera prueba os esperan varias semanas de duro entrenamiento que no todos soportareis, así que si hay alguno que quiera replantearse la elección de alistarse este es el momento de decidirse...

Más paseos aunque esta vez comenzó a examinar detenidamente a los reclutas....

La madre que me parió!!! No solo me han asignado el peor grupo de la promoción si no que además me han puesto mascota! Esto es un ultraje!

Se dio la vuelta indignado y empezó a caminar hacia los oficiales del datapad.

Ni se os ocurra moveros, escorias....

Aquello ya comenzaba a parecer pitorreo. Casi le daba lástima el pobre desgraciado. Casi. 

La soberbia de los mandos era algo que a Erasmus no le incomodaba. Había pasado la mayor parte de su vida en una mina, trabajando como un esclavo, así que las chanzas y burlas de cuatro señoritos que habían obtenido su rango por lamer lustrosos culos de rangos superiores, o bien por ser hijos de alguien importante (como el muchachote de la capa) se la traían al pairo. Aquello le divertía, y más desde que la aparición de la bola de cristal había acaparado la atención (como para no hacerlo) de sus superiores, el se sentía cómodo. Cómodo como hacía años que no se sentía.

Abstinius se cuadró cuando el oficial comenzó a vociferar como un loco sin remedio. Aquellas intimidadoras palabras, no surtieron ningún tipo de efecto en el decidido muchacho, pues tenía claro que quería ascender en el escalafón del ejército. Para Tin, la soldadesca discurría por sus venas como el oxígeno que mantenía con vida a sus células. Ser un soldado total, formaba parte de su código genético, y por eso no se movería ni un sólo ápice de la decisión que había tomado. Al igual que varias genereaciones de su familia, él promocionaría dentro de las fuerzas imperiales.

Con el rostro perdido en el horizonte, no se inmutó cuando el oficial Pinaza paso delante de él con ese rostro consumido por la ironía y el sarcasmo...
 

En la lejanía se veía como el oficial hacia aspavientos ante uno de los portadores de datapad. Este seguía recitando nombres y formando grupos en la explanada sin hacer el mínimo caso del furibundo personaje. Cuando pareció que ya había descargado toda su furia, se dirigió al edificio central y desapareció por una puerta.

Cuando todos los grupos estuvieron formados empezaron a desfilar hacia las puertas del edificio central dirigidos por su respectivo oficial, que ya habían empezado a hacer las primeras indicaciones de cómo se debía desfilar en grupo y de cómo se organizaba una fila. Todos los grupos excepto uno hicieron una perfecta cola. En medio de la explanada, diez reclutas permanecían en su posición a la espera de que apareciese su oficial.

Una pareja de oficiales pasó junto a los reclutas "abandonados" y se los quedaron mirando...

- ¿Y estos? ¿Dónde está su oficial?- dijo uno.

- Creo que son los de Pinaza- contestó el otro.

- Pobrecicos.... Han tenido muy mala suerte.

- Si bien es cierto que las técnicas de adiestramiento de Pinaza son las más duras, crueles y sádicas de toda la academia... También es cierto que los soldados que salen de sus manos, si es que sale alguno, son los mejor preparados de la promoción.

-Ya, pero hace años que nadie supera las pruebas de Pinaza... Y este año no será una novedad.
[/B]
Siguieron su camino sin mirar la vista atrás. Las caras de los reclutas de Pinaza eran un poema. Hacía unas horas todo era ilusión, empuje y ganas de servicio... y ahora todo había cambiado.

El tiempo pasaba y el oficial Pinaza no aparecía. La cola se fue acortando poco a poco mientras los reclutas se iban adentrando en la academia. Pasó tanto tiempo que la fila desapareció y en la explanada no había nadie más que los reclutas de Pinaza....

Sabía que sería duro...

Se decía para sus adentros Tin. Como hijo de militares, conocía la dificultad que entrañaba la instrucción en una academia imperial, y a pesar de los multiples comentarios con respecto al susodicho oficial, tenía clarísimo que él sería una de las excepciones que rompería la estadística del tal Pinaza. Abstinius no tenía miedo a lo que en pocas horas viviría. Para la familia Cipher, ser un militar era más que nada un deber, y debía superar aquel adiestramiento para ver cumplido su sueño... ser piloto de TIE.

- Pues parece que se han olvidado de nosotros...- susurró con el tono adecuado para que lo oyeran los compañeros más cercanos, aunque el joven recluta tenía clarísimo de que su oficial al mando estaría observando el comportamiento de cada uno de ellos.

- Sobre todo no rompamos la formación... A lo mejor Pinaza nos vigila...- dijo sin perder la compostura y la posición marcial...

Aunque intentó disimularlo, Talram se sintió desolado al ver que el resto de grupos de instrucción marchaban al edificio formando ya como reclutas formales mientras ellos se quedaban allí plantados, solos y abandonados, a buen seguro suscotando ya comentarios mordaces e insultantes entre el resto de reclutas. Perra suerte. De todos los oficiales de instrucción que había les había tocado el olvidadizo, el irresponsable o el patán... a saber.

Abstinius, si no recordaba mal el nombre, susurró a los demás, sugiriendo que puede que el tal Pinaza quizás ya los ponía a prueba. No se le había ocurrido. Buena idea la del muchacho.

- Me parece prudente... Abstinius - susurró él tambien, dudando si acertaba con el nombre - ... pero espero que esta "prueba" no dure demasiado. Estar aquí de plantón no hace si no hacernos quedar como idiotas. Y no me gusta que me hagan sentir lo que no soy. - declaró con demasiada tirantez. Luego, obligandose a si mismo a suavizar su altivo tono, añadió, un poco más bajo aun:

- Con este... Pinaza lo pasaremos mal, mucho me temo...

-Vaya, parece que ya tenemos aquí la primera prueba por lo que parece....

Erasmus se preguntaba cuanto rato más tendrían que esperar en aquella posición de firmes.

Parecía que les había tocado un perla de oficial. Magnífico. Lo último que necesitaban. Erasmus no movía un ápice ninguno de los músculos de su cara. Había escuchado a un joven hablando del tema, y como otro le respondía.

-Una prueba.- Se pregunto erasmus.- Es posible. Ya no me extraña nada en todo esto.

De repente comenzó a hablar el señorito que se encontraba delante de él, y su voz comenzó a elevarse de manera peligrosa. Erasmus le espetó:

-Callate. O harás que nos empaqueten a todos!!!!!!!!.- dijo lo más silencioso que pudo en tono imperativo.

Esperaba no haber levantado demasiado la voz. No tenía ganas de llamar la atención.

Kadlo permaneció lo más inmóvil e inexpresivo que pudo, ...., después de años acostumbrándose a insultos por parte de su amo, y también a la característica raza a la que pertenecía, no fue muy difícil para él. Vio desfilar al resto de pelotones y como ellos se quedaban totalmente solos en la explanada. Memorizó como el resto de pelotones habían desfilado, dados sus desconocimientos de las formas y que su "amable" oficial llamado Pinaza, no les había enseñado nada.

Entonces pasó lo evidente en medio de la soledad de la explanada, ..., empezaron los susurros y conversaciones. Y rápidamente salió la idea de que era todo una "prueba" por parte de su oficial, ..., tenía muchas probabilidades de que así fuera, ..., la otra posibilidad era que el oficial se rebelase de sus obligaciones y se olvidase del pelotón a su mando, ...., rápidamente desechó tal posibilidad, ..., nadie en su sano juicio se rebelaría contra el imperio desde su interior, ..., sería aplastado de una forma más que rápida.

Aún con muchos números de ganarse una reprimenda o algo peor, se aventuró a unirse a los susurros de sus compañeros, ya que estos estaban jugando en contra de todos:
- Lo más probable es que sea una prueba, pero como tal, parece una prueba de resistencia, ..., con lo que si nos movemos un ápice, nos castigarán, ...., si hablamos o susurramos, nos castigarán, ..., en definitiva, vamos a tener que quedarnos aquí, aunque sea todo un día, hasta que a nuestro "amable" oficial decida que ha acabado la prueba, ..., y por el bien de todos, ya que nuestro destino inmediato está ligado, será mejor que lo hagamos quietos y en silencio, ...., no le demos una excusa para que se resarza en nosotros.

La noche empezaba a acechar y no había ni rastro del oficial Pinaza. Con buen criterio Abstinius había recomendado a sus compañeros que no se movieran de su posición. La obediencia era una virtud muy valorada en el Imperio Galáctico y si era ciega e incondicional muchísimo mejor. Pero después de varias horas de pie las necesidades más elementales empezaban a mostrarse...

- Ostras tío, me estoy cagando- dijo un recluta con pinta de granjero de algún mundo agrícola.

- Aguanta Phil, el oficial dijo que nos moviéramos- le contestó el que estaba a su lado.

- Pero es que no puedo....

- Háztelo encima!!!

- Y una mierda, yo me voy a cagar...

Y sin ninguna ceremonia abandonó la formación para salir corriendo a la busca de un lugar dónde desahogarse. No había dado dos pasos cuando un disparo láser cruzó el aire e impactó a los pies del recluta apurado. Una voz ampliada mecánicamente se oyó en la explanada:

- Vuelva a la formación, recluta. Creí haber dicho que no os movierais....

El chaval volvió a ocupar su posición y pronto se descubrió que ya no tenía tanta urgencia por llegar a un excusado. El disparo había desatado algo más que miedo en el recluta....

Como ya suponía Tin, aquel Pinaza era un hueso duro de roer, pero el joven recluta se había criado en el seno de una familia marcial. Para Abstinius, la disciplina y el deber eran cosas tan naturales como el respirar o el dormir. Si el oficial al mando había dicho que esperaran allí, allí aguantaría hasta que sus músculos entumecido y fatigados fueran incapaces de mantener su peso.

- Nos os mováis más... O pasaremos más tiempo aquí formados como pasmarotes...- susurró nuevamente el muchacho, mientras el irresponsable que había roto a la formación volvía a su puesto con el uniforme manchado y maloliente