Partida Rol por web

Lo miro durante unos segundos evaluando que me está preguntando exactamente.

-Estoy bien Maestre, ¿Que os hace pensar lo contrario? el peso de la corona me hes más liviano que nunca, y me hace pensar con una claridad que antes no tenía- señala a la sala- Bien sé que tengo vuestro consejo y apoyo, será requerido una vez llegue el momento, pues a los jóvenes de corazón brioso y maneras atolondradas hay que domarlos, con correas firmes.

Kurr se puso en pie todo cuan grande era mientras el mozo se estaba acercando a él. Por un momento pensó este que no era aquel el mejor momento para importunarlo… sí, quizá fuese buena idea dejar pasar la ocasión y esperar una audiencia futura, tal vez con la boda del Príncipe el guardia estuviera de mejor humor…

Pero resultó que los temores de Edmund eran infundados, y Kurr se dirigió a él en un tono bastante amistoso – el mozo sabía conformarse – así que asintió a sus instrucciones y los siguió, cuidando de no interrumpir al comerciante, y aprovechando la ocasión para echar una mirada curiosa a la mesa real, que ahora le quedaba apenas a unos pasos, y poder distinguir de cerca al propio Uthor, y a su esposa la reina que charlaba con la princesa Elizabeth. Al mozo se le ocurrió que la joven tenía un gesto algo afligido, pero incluso con el semblante serio, madre e hija competían en belleza y elegancia.

Antes de quedar embobado con la cercana escena, devolvió su atención al guardia, siguiéndolo de cerca.

Unos veinte minutos después de que Ibb hubier dejado el Salón Principal, esta regresa cargada con un violín y un lujoso abanico bajo los brazos.

En el Salón, el banquete está llegando a su fin, pero esto no significa que lo haga la velada. Satisfechos los estomagos de los comensales, los presentes en la sala empiezan a levantarse y a mezclarse entre ellos, conversando y comentando la noche u otros menesteres, a la espera de que es lo siguiente que esté preparado. Los únicos que parecían un poco más inhibidos eran los criados, a pesar de haber sido invitados siguen teniendo muy presente su inferior estatus. Aunque algunos como Edmund se toman aquella noche con más libertad que de costumbre.

Cargada con los objetos que me han pedido, me aproximo hacia el príncipe, deseando deshacerme de la responsabilidad de llevar su violín, tan preciado para él. 

-Lamento la demora, majestad -hago una breve reverencia, antes de tenderle el instrumento. 

El Rey me responde con severidad, y temo que malinterprete mis palabras.

- Su oferta abierta al pueblo de poder entrevistarse con vos, mi Rey. -es mi respuesta, que desarrollo a continuación- Os ponéis en peligro reuniéndoos con plebeyos y mequetrefes. Si vuestra intención es mostrar a los que gobernáis que os preocupáis por sus inútiles vidas, tenéis otros medios de hacerlo. Y si insistís en vuestro deseo, al menos, mi Señor, no quedéis solo en dichas reuniones. -quedo pensativo, pues sé que no sois hombre temeroso, y que lo que sea que queráis tratar en privado no lo haréis en presencia de terceras personas. Aun así temo por vos, y os ofrezco algo que os puede resultar, al menos, interesante- O portad alguna de las armaduras que puedo elaborar para vos, con metales alquímicos, resistentes y livianos. -no respondo a su inquietud por los deseos de los jóvenes, que comparto.

El rey asiente a su interlocutor y le da su versión.

-No quiero seguir pasivo, mientras mis enemigos crecen a mi alrededor como la mala hierba, tengo que separar el grano de la paja y tengo algunas ideas para estar bastante seguro en las entrevistas y con un poco de suerte desenmascarar a alguien- las cosas que tiene en la cabeza nos las comparte, de momento- sé que tomo riesgos, pero no he llegado hasta aquí siendo un pusilánime, Guillermo. De vuestra alquimia sólo pido que tengas los antídotos más efectivos a manos, pues de cobardes y evenedadores nunca se está a salvo.

Al ver acercarse a Kurr, Eleanor se aparta de O'Conell para dejar hueco al guardia, un gesto para denotar que es bienvenido. 

-Vuestras palabras son muy amables, Kurr. Dejadme que os diga que estáis haciendo un trabajo magnífico. El rey os ha encomendado una tarea difícil. Se nota que confía en vos -dedicó al hombre una sonrisa, sincera esta vez. Este tipo eran escasas en Eleanor. -Así que no quiero molestaros. Seguro que el señor O'Conell y el chico de las caballerizas -añadió, mirando con curiosa atención al atractivo joven que se había aproximado- requieren de vuestra atención más que yo. 

Eleanor se dirigió entonces al comerciante. -Por favor, no olvidéis lo que os he dicho. Me encantaría probar uno de esos perfumes de flores que tenéis.  

Me inquietan los pensamientos del Rey. Es cierto que las intrigas son una constante en palacio, pero temo que le consuma hasta la locura esta obsesión. Lo único que puedo hacer por el momento es tranquilizarle, y permanecer firme a su lado:

- Siempre listos, alteza. -aunque se dirige a mí por mi nombre de pila, que pocos conocen, yo no me puedo permitir tal acercamiento, pues es el mismísimo Rey Uthor IV. Recuerdo aquél día en que me entregó un mechón de su pelo para elaborar concretamente para su persona los antídotos a todo tipo de venenos.

El príncipe se encuentra saludando a los invitados de las distintas mesas cuando Ibb se acerca a él, recibe con agrado los objetos que había solicitado y le agradece a la mujer que haya aceptado realizar una tarea tan poco apropiada para alguien que lleva con la familia real toda su vida.

Gracias, Ibb - Le dice con familiaridad - No te preocupes por la demora, parece que mi hermana, que era la que más urgencia tenía, ha aguantado bien. Ven conmigo - le dice.

Acto seguido avanza hasta donde charlan su madre y su hermana llevando en una mano el estuche de su violín y en otro el abanico de su hermana.

Siento interrumpiros, mis muy queridas madre y hermana. Espero que no te importe - dice dirigiéndose a esta última - Dado tu problemita menor, he pensado que tu abanico podía hacerte más llevadera la espera y proporcionarte algo de aire fresco hasta que puedas al fin ocuparte de ese asunto, y le he pedido a Ibb que hiciese el favor de traértelo a mayor brevedad.

Acompaña sus palabras de un gesto por el cual le ofrece a su hermana su preciado abanico.

Después se gira hacia su madre.

Querida madre, he pensado que esta puede ser una magnífica ocasión para dedicaros a ti y a padre una melodía. Ya sabéis que huyo de los ritmos barrocos, que considero pasados de moda, así que confío en que esta pieza, de plena actualidad en las cortes venecianas, os agrade.

El príncipe esperó la respuesta de sus familiares con educación.

- Esta es mi oportunidad para atraer a Eleanor bajo mi protección - piensa Anne.

- No te preocupes, querida: me ocuparé del tema personalmente; lo mejor será que ella quede directamente a mi servicio - dijo la Reina con tranquilidad.

- Mandaré a Rita que se lo comunique, lo antes posible - sentenció, justo cuando el Príncipe se acercaba, acompañado por la joven Ibb, trayendo su violín y un abanico.

- ... Mandaré a Rita que se lo comunique, lo antes posible - se encontraba diciendo la Reina a Elizabeth, justo cuando aparecieron el Príncipe Dionysos y la joven Ibb.

La Reina contempla, de hito en hito, a la muchacha y a su hijo.

Sonríe ante la oferta de Dionysos.

- ¡Por supuesto que sí, hijo mío!  Sabes que adoro tu violín, y quizá sea de las pocas cosas que alivian el peso de la corona a tu padre, aunque no lo exteriorice.

- Ibb, cielo: manda llamar a Rita.

Su Majestad la Reina se va sin terminar nuestra conversación, dejándome con algunas dudas, que espero resolver más tarde.

Hágale saber al maestre que cordialmente acepto su invitación, aunque puede que necesite de un guía, vera, a nadie le convendría que se me viera husmeando de habitación en habitación hasta encontrar la correcta-diciéndolo con un tono de broma, pero muy consiente de la situación en si.

   Mientras miro de lado a lado para ver si nadie esta prestando atención a nuestra pequeña charla- ademas el podrá entender que primero debo tratar la reunión con el rey, un buen trato nos beneficiaria a todos- a la vez que tomo una distancia prudente, pues el capitán Kurr se había desocupado y se volvía a acercar hasta nuestro lugar.

Me halaga señor Kurr, pero déjelo solo en Señor O´Conell, según las palabras de nuestro rey se considera que en esta noche todos podemos ser medidos con la misma vara, los títulos están demás por lo que hasta que aparezca  los primeros rayos del sol, no somos mas que personas de una fama propia y no solo la imagen formadas por nuestras familias y legado- mis viajes en caravanas comiendo todos junto a la misma fogata te enseña otra forma de ver las cosas- y por lo del turno, encantado me quedo con el segundo lugar de la mañana, así puedo celebrar como lo querría la familia real y  al despertar celebrar la audiencias con toda las energías- le respondo al Capitán a su ofrecimiento.

     -Bueno señorita Eleanor- a la vez que terminaba de hablar con el capitán- ya lo escucho del Capitán, no me ire del castillo hasta por lo menos en la mañana del próximo día, si tiene tiempo mas tarde podría acompañarme a mis carretas, después de todo, que clase de Oportunista no viajaría con muestras gratis de sus productos mas solicitados en fiestas- acompañando esto ultimo con una sonrisa de malicia, muy común en estas situaciones.

Edmund ya se estaba lamentando porque algo se le había escapado en su breve despiste tras Kurr y Lord O´Connell. Empero, compuso la mejor de sus sonrisas e inclinó la cabeza y buena parte de su ser completo en un refinado saludo a lady Eleanor.

- Milady, por vos esperaría mi turno la noche entera al frío de las estrellas. - luego escuchó atento el discurso de O´Connell, pero como había extraviado las explicaciones de Kurr no supo que añadir, llegado su turno, pues no comprendió cómo se realizaba el reparto.

- Yo desde luego, capitán, esperaré con gusto a que nobles y señoras terminen sus audiencias, y si a su Majestad le place guardar un último instante para atender mis demandas, le estaré eternamente agradecido. - Si la audiencia iba a durar hasta la mañana siguiente, entonces la fiesta allí todavía se alargaría un buen rato, y quizá pudiera disfrutar de ella por unas horas.

Asentí a mi madre, La Reina, agradeciéndole el gesto con una cálida sonrisa cuando llegó mi hermano con mi abanico y su violín, me levanté entonces y lo cogí cuando me lo ofreció.

- Oh, muchísimas gracias Dionysos, siempre preocupado por mí, - empiezo a abanicarme delicadamente - yo también estaré encantada de escucharte, sabes que siempre es un placer.

Vuelvo a mi asiento más tranquila, notablemente mejor con el aire que me proporciona el abanico e impaciente por escuchar la actuación de mi hermano pequeño.

Dionysos se dirigió al área donde los músicos interpretaban, intercambió unas palabras con ellos y pidió atención.

Mis queridos invitados, se ha pedido un brindis por mi amado padre, y a fe mía que se ha hecho bien, pues es justo gobernante y ha traído prosperidad al reino. Hoy en su honor y en el de su reina, así como en el de todos vosotros, quiero regalarles aquello que da sentido a mi vida y una de las dos cosas que mejor se hacer en este mundo.

Dejó el caro estuche de madera labrada sobre una mesa y lo abrió revelando su contenido.

Este es un Amati. Un instrumento de excelente manufactura de los mejores Luthiers del continente. Procedente de Cremona y hecho bajo encargo expreso.

Les presento a mi bella amante

Dijo levantando el violín y mostrándolo a la concurrencia.

Permítanme dedicarles algunas composiciones esta noche.

El príncipe adoptó posición de interprete y apoyo con suavidad el cuerpo del violín sobre su hombro. Ensayó cuatro notas largas para garantizar la afinación del instrumento y, cuando estuvo satisfecho con los sonidos, comenzó su interpretación.

Durante la misma, su concentración fue total. El tema elegido no encajaba dentro de los clásicos sonidos barrocos que habitualmente acompañaban las interpretaciones de la época. Era, como había advertido a la Reina, un tema de plena actualidad en las elegantes cortes de los príncipes venecianos.

Asentí ante las palabras del señor O'Conell, una vez que habíamos concretado el turno de la audiencia.

-El rey le recibirá gustoso, señor O'Conell -afirmé, en tono educado. Después, procedí a despedirme del comerciante-: Disfrute de la noche. -Me giré entonces hacia Eleanor e hice una leve reverencia-. Milady.

Antes de que nadie pudiera añadir nada más, me volví hacia Edmund con mirada pétrea y desprovista de sentimientos.

-En cuanto a ti, mozo, me gustaría hablar contigo a solas sobre la impertinencia que antes cometiste.

Con esas palabras, tomé con fuerza a Edmund de uno de sus brazos y lo alejé de O'Conell y Eleanor.

Mi expresión se relajó en cuanto me hube llevado a Edmund a una zona apartada del salón principal.

-Disculpad, Edmund. Uno tiene que mantener su reputación -comenté, en tono relajado-. Solo te he apartado para decirte que serás el primero en ser recibido por el rey mañana. Creo que eres el que más merece ese primer turno y tengo curiosidad de saber cómo reaccionarán esos nobles remilgados si ven al mozo de cuadras entrar antes que ellos. Nada más que añadir, chico. Disfrutad de la fiesta -Le palmée en el hombro, de manera cordial.