Partida Rol por web

-No dudo que así será. -Responde Ser Hadder, reclinándose de nuevo en su silla. Una vez más tranquilo, pasó a otro de los temas más triviales.

-Otro asunto, Ser Otter. Creo que ya va siendo hora de que mis hijos, Pendrik y Haudrey, y vuestro Horace comiencen un entrenamiento marcial más propio de los caballeros que, esperemos, sean algún día. Por otra parte, vuestro hijo Orsey ya es escudero de Ser Baltrigar, y creo que le URGE disponer de un verdadero Maestro de Armas que termine de darle una formación como es debido. Espero que nuestro nuevo Maestro de Armas se encargue de todo ello, pero mejor que vayan mentalizándose. Por otra parte, me parece que Pendrik, Haudrey y Horace están en edad de empezar a servir como escuderos. He pensado tomar como escudero a vuestro hijo. Vosotros tomaréis a Pendrik, mi primogénito, y Haudrey servirá a Ser Trycian. Ser Madrigal tendrá que esperar a que mi hijo Gwraidd o Beldyr Tormenta alcancen una cierta edad. ¿Os agrada mi propuesta?

Malcom, que como de costumbre se levantó temprano. Vio a Ser Hadder en busca de Probis. 

Dejó las ropas del día en la sala correspondiente para su limpieza y dejó allí las limpias con el fin de buscar a su tutor lo antes posible. En cierto modo, era una falta de reconocimiento por su parte, pues él mismo también atendía sus necesidades, pero los deberes eran los deberes.

Tras el pensamiento, se alejó por las puertas de la Casa hacia el Patio. Como de costumbre, no dijo muchas palabras, aunque debía hacerse cargo de sus quehaceres lo antes posible para poder practicar sin muchos problemas. Dejó aquella conversación en mano de aquellos hombres, aunque quizás diera su opinión personal a su primo en privado.

Ser Otter quedó sorprendido ante la propuesta de Ser Hadder. Que su segundo hijo se convirtiera en escudero del líder de la casa era algo que nunca se le pasó por la cabeza. Y la posibilidad de tener como escudero al joven Pendrik- mi señor, será todo un honor para mi hijo convertirse en vuestro escudero, y un honor tener a vuestro como hijo como el mío. 

-¡Perfecto! -Exclamó Ser Hadder, complacido con la respuesta.- Pues os dejo a vos mismo hablar con vuestro hijo. Yo hablaré con los míos. Mañana mismo pueden empezar. Podéis retiraros, Ser Otter. Espero que comuniquéis las nuevas a todos los implicados. Os veré dentro de un rato, para discutir otros temas de interés.

Antes de retirarme mi señor, me gustaría oír las palabras que tiene que decir el maestre Ammon sobre el incendio que ocurrió ayer- dijo el castellano- cuando se marchó, el altar donde se realizó la ceremonia empezó a arder inexplicablemente. Afortunadamente no hubo riesgo de que el fuego se propagase, habida cuenta que el altar estaba rodeado por un lado de tierra y de agua por otro. 

Din inspeccionó el lugar y si bien es cierto que no encontró pistas sobre el origen del fuego, lo cierto es que está seguro, y yo le creo, que no había huellas de extraños o bandidos por la zona, por lo que deduce que fue provocado por uno de los presentes de la ceremonia. Luego el maestre inspeccionó con mas detalle el lugar, y me gustaría saber que ha averiguado. Creo que este asunto debe quedar resuelto cuanto antes.

- Malcom Ríos sale de la Casa Señorial.

-De acuerdo. -Concede Ser Hadder.- Maestre Ammon, explicadme los hechos, que no conozco.

     –Me sorprende que no tengáis noticia de lo anoche acaecido –dice el Maestre–. Y me disgusta.

     El Maestre desliza la mirada por la gran sala. Mira a los ojos de Ser Otter, después a Ser Hadder.

     –No comprendo cómo no podéis haber sido informado de una cosa así –dice al fin–. No lo comprendo y no lo concibo. Pero no cabe duda de que ese tipo de asuntos escapan a mis competencias, así que me limitaré a dar cuenta de cuanto sí sé. Anoche, tras la ceremonia, cuando muchos de los habitantes de Castillo se habían recogido ya hacia sus hogares, el gran escenario de madera donde se desarrolló la ceremonia ardió hasta consumirse. La pira fue terrible, el mensaje muy dañino: alguien nos mostró a todos lo que pensaba acerca de nuestros dioses, lo que era capaz de hacer y la impunidad con que puede actuar en el futuro. Cuándo, dónde y como se le antoje. 

     Ammon se levantó de su silla con dificultad. Se acercó a la gran mesa, sirviose algo de vino caliente especiado, lo olisqueó con cuidado y luego dio un largo sorbo, regresando a su silla con la jarra en las manos.

     –He dedicado toda la noche a analizar con mucho cuidado unos restos del incendio; en estos momentos tengo tres calderos en el fuego calentando carbones y destilando sus fluidos con el fin de determinar con precisión la sustancia empleada, y hasta mediada la tarde no tendré confirmación precisa. Pero... –Ammon bajó la voz–, pero puedo afirmar varias cosas: sin duda, el incendio fue provocado. Sin duda, pretendía causar grandes daños materiales, pero ninguno personal porque, y esto es importante, tanto el acelerante como el combustible estaban perfectamente medidos y distribuidos por toda la plataforma. Por último, tampoco tengo dudas acerca de la destreza en la manufactura del aceite empleado; desconozco aún el tipo concreto de aceite, pero es un desarrollo alquímico complejo al alcance de muy pocas personas en Aguasclaras. Yo soy una de esas personas, y quizá se haya sustraído de mis dependencias... Lo sabré con certeza esta tarde. En cuanto a los otros posibles fabricantes del aceite nada diré por el momento; eso sí, no debemos dejar de lado el hecho incontestable de que ser autor del producto no te convierte en actor de la felonía: como bien sabéis, pues me encuentro entre guerreros, no es el arma la que mata sino el brazo que la empuña.

     El Maestre hace una pausa, meditando algo en silencio.

     –Tras esta reunión, cuyo contenido se me hace particularmente interesante, proseguiré con mis análisis. Pero no hasta que Ser Hadder –y hace una nueva reverencia– me comunique qué es lo que se espera de mí. Y es esto lo que se me hace particularmente interesante, como decía, ya que es evidente que en mi faceta de consultor y voz crítica a la hora de tomar decisiones de suma importancia, como las aquí tratadas hace unos minutos, no soy particularmente estimado. Y es una pena, porque el Consejo me envió hasta aquí (a mí, y no a cualquier Maestre disponible) con tres cometidos fundamentales... entre los cuáles, la educación de los futuros líderes de la familia no era el más importante.

Ser Hadder fija la mirada en el Maestre, con el entrecejo arrugado.

-Querido Maestre Ammon -Dice, dejando escapar las palabras con lentitud.- Si no he sido informado del altercado de anoche, ello se debe, sin duda, a que ocurrió tras retirarme yo a mis aposentos, y a que acabo de amanecer hace no mucho. También al hecho de que no me parece un hecho de extrema gravedad, aunque esas lecturas que hacéis vos de él fueran correctas. De cualquier forma, si tanto os disgusta que no haya sido informado, y dado que parecéis haberle dedicado tanto tiempo a estudiar el incidente, tal vez hubiera correspondido a vos ponerlo en mi conocimiento.

En cuanto a lo que YO espero de vos, Maestre Ammon... No podría ser más sencillo. Espero que cumpláis con vuestro sagrado juramento, nada más. Espero que me sirváis a mi y a mi casa por encima de cualquier otra cosa. Poco me importa lo que es Consejo pretendiera al enviaros aquí. Lo que YO pretendo es que vuestro conocimiento esté siempre, y de forma incondicional, a mi disposición. Y sí. Educar a los futuros líderes de esta familia es parte de ese cometido, al igual que lo es investigar el incidente de anoche e informarme en el preciso instante en el que haya algo que informar. -La voz de Ser Hadder había ido ganando en potencia, hasta llenar toda la sala, retumbando en los altos techos y en la fría piedra.- En definitiva, espero que SIRVÁIS, como indica la cadena que lleváis al cuello... ¿Queda claro, Maestre Ammon?

Ser Otter no dijo nada a las palabras del maestre, aunque la rápida mirada que le dirigió pudo ser un ligero requerimiento por no haber informado sobre el incidente al señor de la casa. El maestre se confundía si pensó que iba a despertar a Ser Hadder de un hecho de menor importancia como aquel, y mas teniendo en cuenta que tenía una reunión a primera hora de la mañana, el momento ideal para hablarle. 

No obstante, a medida de que hablaba, una ligera mueca de disgusto apareció en el rostro del castellano. Palabras algo fuera de lugar para un consejero. 

Maestre, debería contener sus palabras- piensa Otter, que aún se mantenía a la espera que Ammon contestase a su señor para ir a dar las nuevas a sus hombres y a su hijo. 

     –Me sorprende que no tengáis noticia de lo anoche acaecido –dice el Maestre–. Y me disgusta.

     El Maestre desliza la mirada por la gran sala. Mira a los ojos de Ser Otter, después a Ser Hadder.

     –No comprendo cómo no podéis haber sido informado de una cosa así –dice al fin–. No lo comprendo y no lo concibo. Pero no cabe duda de que ese tipo de asuntos escapan a mis competencias, así que me limitaré a dar cuenta de cuanto sí sé. Anoche, tras la ceremonia, cuando muchos de los habitantes de Castillo se habían recogido ya hacia sus hogares, el gran escenario de madera donde se desarrolló la ceremonia ardió hasta consumirse. La pira fue terrible, el mensaje muy dañino: alguien nos mostró a todos lo que pensaba acerca de nuestros dioses, lo que era capaz de hacer y la impunidad con que puede actuar en el futuro. Cuándo, dónde y como se le antoje. 

     Ammon se levantó de su silla con dificultad. Se acercó a la gran mesa, sirviose algo de vino caliente especiado, lo olisqueó con cuidado y luego dio un largo sorbo, regresando a su silla con la jarra en las manos.

     –He dedicado toda la noche a analizar con mucho cuidado unos restos del incendio; en estos momentos tengo tres calderos en el fuego calentando carbones y destilando sus fluidos con el fin de determinar con precisión la sustancia empleada, y hasta mediada la tarde no tendré confirmación precisa. Pero... –Ammon bajó la voz–, pero puedo afirmar varias cosas: sin duda, el incendio fue provocado. Sin duda, pretendía causar grandes daños materiales, pero ninguno personal porque, y esto es importante, tanto el acelerante como el combustible estaban perfectamente medidos y distribuidos por toda la plataforma. Por último, tampoco tengo dudas acerca de la destreza en la manufactura del aceite empleado; desconozco aún el tipo concreto de aceite, pero es un desarrollo alquímico complejo al alcance de muy pocas personas en Aguasclaras. Yo soy una de esas personas, y quizá se haya sustraído de mis dependencias... Lo sabré con certeza esta tarde. En cuanto a los otros posibles fabricantes del aceite nada diré por el momento; eso sí, no debemos dejar de lado el hecho incontestable de que ser autor del producto no te convierte en actor de la felonía: como bien sabéis, pues me encuentro entre guerreros, no es el arma la que mata sino el brazo que la empuña.

     El Maestre hace una pausa, meditando algo en silencio.

     –Tras esta reunión, cuyo contenido se me hace particularmente interesante, proseguiré con mis análisis. Pero no hasta que Ser Hadder –y hace una nueva reverencia– me comunique qué es lo que se espera de mí. Y es esto lo que se me hace particularmente interesante, como decía, ya que es evidente que en mi faceta de consultor y voz crítica a la hora de tomar decisiones de suma importancia, como las aquí tratadas hace unos minutos, no soy particularmente estimado. Y es una pena, porque el Consejo me envió hasta aquí (a mí, y no a cualquier Maestre disponible) con tres cometidos fundamentales... entre los cuáles, la educación de los futuros líderes de la familia no era el más importante.

Ser Hadder observa al Maestre fijamente, con la mandíbula tensa. ¡Pocos hombres en aquellas tierras habrían osado hablarle de aquella forma! Y de haberlo hecho, más de uno habría probado toda la fuerza de su acero, aún temible y mortal. De pronto, una sonrisa afloró a sus labios, y el caballero relajó su expresión.

-Por los Siete, Maestre, que sois valiente, e inteligente. ¡Qué gran guerrero habríais sido, de haber elegido la espada, en lugar de la cadena! -Luego, con una mirada algo más seria, continuó.- Valoro enormemente que cuestionéis mis decisiones, como decís. Si vuestros temores son fundados y tan inminentes como indicáis, ese juicio crítico nos tendrá bien alerta ante mis enemigos. Os tengo en mucha estima, Maestre, y valoro vuestro conocimiento... Pero que los Siete os guarden el día que incumpláis una orden mía.

Soy una persona ignorante. Nunca aprendí a leer ni a escribir. Y por el Padre que mis hijos no tendrán ninguna de esas trabas, cueste lo que cueste. Yo nací como un bastardo campesino, pero ellos vivirán y morirán como nobles, y para ello necesitan pensar como tales. Para mí, ese es el cometido más importante que tenéis. 

Luego, volvió a relajar la expresión y continuó hablando.

-Se hace tarde. Tengo aún mucho que hacer. Que hagan pasar a Russ el Matatoros, Tobías el Maestro Albañil, y Din el Forestal.

El Septón llega hasta las puertas de la sala de audiencias. Por las voces provenientes del interior, hay tensión en el ambiente. Eso nunca es bueno. Las emociones nublan la razón de los hombres, y eso suele alejarle a uno de los Dioses... Por un momento sopesa la posibilidad de interrumpir la sesión y entrar en la sala. Duda que Ser Hadder pueda considerarse molesto por ello. Sin embargo... finalmente decide dejarse caer sobre una banqueta cercana, y dedicar los instantes previos a la reunión en poner en orden sus ideas y, tal vez, conseguir algo de tiempo para la oración. 

- Din y Russ llegan a la gran sala de la Casa Señorial.

Otter se mantuvo en un discreto segundo plano, escuchando las palabras de aquel maestre que no dudaba en ningún momento en decir lo que pensaba. Desde luego, sería un gran aporte para aquella casa. Viendo que ya estaba todo dicho, se dispuso a ir a cumplir las órdenes encomendadas.

Si me permitís, mi señor, me retiro ahora a cumplir vuestras órdenes- miró hacia el maestre- espero que me mantengáis informado de lo que averigüéis y así podamos poner fin a este extraño asunto. 

-Sí, marchad, Ser Otter. De todas formas, espero veros después del almuerzo, ya que no creo que tengamos tiempo de reunirnos antes. A vos también, Maestre Ammon, aunque podéis quedaros hasta entonces si así gustáis.

Ser Hadder eleva la mirada y ve a Din y Russ aguardando a la entrada de la sala.

-¡Ah, Din, Russ! ¡Pasad! ¿No viene Tobías con vosotros?

Ser Otter hace una inclinación de cabeza y se marcha hacia el patio de armas. 

- Gracias señor.- Russ inclinó la cabeza ante el señor de  Aguasclaras en señal de respeto y saludo. 

- Pensé que Tobías ya estaría aquí.- se encogió de hombros y miró a Din aunque sabía a ciencia cierta que el forestal tampoco sabía donde se había metido el Maestro albañil 

- Seguro que llegará pronto.- 

- Si. Seguro que sí.- 

- Ser Otter sale de la Casa Señorial.

- Flavia y Viterrand se marchan a las Cocinas.