Partida Rol por web

Ser Madrigal se acercó con el enorme caballo de batalla hacia la familia del Din Forestal. Allí estaban con su pequeño, que resultaba haberse emborrachado el día anterior en la fiesta y aún parecía algo torpe.

- Buenos días Din y familia. ¿Mucho trabajo?- El caballero de melena lisa y dorada estaba sudoroso y cansado, llevando a Medianoche de las riendas. Se había pasado la mañana entrenando con su montura y se había ganado un descanso.- Si no me equivoco Caster se fue en dirección a los talleres.- Extendió el brazo hasta alcanzar la cabellera revuelta de Llum como solía hacer con él su padre.- ¿Y tú que tal, bribón?- Se dirigió a él con una sonrisa picarona. Después se giró hacia la madre, Lumila.-Tienen que darte mucho trabajo los chiquillos, pero desde luego son la alegría del castillo.- Madrigal tiró de las riendas de Medianoche para que bajara la cabeza, para darle con la mano un trozo de zanahoria. El caballo la comió dócil de su mano. No era un caballo normal que se viera todos los días, su tamaño y majestuosidad imponían respeto y admiración.

Flavia, con su hijo Vitel cogido de la mano cruza el patio en dirección a las cocinas.

-¿A Caster? No, no lo he visto. Contestó a su esposo, pero Caster acababa de aparecer en el patio y no hizo falta buscarlo más, así que volvió a prestarle atención a su hijo Llum. Bueno mi vida, si te sigues sintiendo mal será mejor que no comas nada aún, creo que lo mejor sería que volvieras a la cama y descansaras hasta la hora del almuerzo, espero que no vuelvas a beber vino, eso no es para los niños. Un caballero se les acercó con su caballo y Lumila pensó que igual le estaban molestando en sus ejercicios atrajo a Llum hacia ella en un instinto protector, aunque Ser Madrigal tan solo los saludó amablemente lo que hizo que ella se relajara un poco. -Gracias Ser Madrigal. Mis hijos son una bendición que Los Siete han tenido bien en concedernos. Aunque tras la fiesta de ayer Llum se siente algo indispuesto.

- ¿Pero cuántos años tienes chaval?- Le dijo a Llum acuclillado para ponerse a su altura y poniendo su mano en el pequeño hombro del chiquillo. Al agacharse la armadura chirriaba al friccionar una piezas con otras. Se reincorporó con esfuerzo, cansado por el entrenamiento, y continuó hablando con la madre, Lumila.- Lo mejor para estos casos...-Era evidente que Madrigal sabía qué le había pasado al hijo del Forestal.-...es que ande entretenido. Es hora de que me quite esta pesada armadura.- Madrigal se acercó a Lumila, para que el pequeño no les escuchara hablar. Así, si a la madre no le parecía bien, podría rechazar la oferta que le iba a realizar sin que el niño mostrara su decepción.- Si no tienes inconveniente Llum podría ayudarme ahora en esa tarea. Si gusta podría montar en mi fiel Greq, con mi ayuda y supervisión, claro.-Señaló al manso caballo que esperaba en el patio. ¿Qué niño no querría montar en un caballo como el de Ser Madrigal?-Medianoche es demasiado grande para él , aún lo ando domando a mi gusto, pero Greq es más manso que una mula ya jaja. ¿Qué te parece? Luego le llevaría a las cocinas para que coma algo y beba mucha agua, que lo necesitará jeje.

Haudrey ya había terminado el encargo de lady Olenna, pero ahora ya no sabía muy bien qué hacer. Pendrick ya no estaba por allí para entrenar, y el maestre Ammon probablemente estaría en la reunión que padre parecía haber convocado. Era demasiado joven para dar paseos por fuera del castillo, y ésto lo sabía bien, pero también demasiado mayor para entretenerse con cualquier cosa él sólo. 

Suspirando, se acercó al lugar donde Pendrick había estado entrenando, con la esperanza de encontrar algún arma de entrenamiento de tamaño adecuado, y poder practicar un poco. 

- ¡Ya tengo siete años! - exclamo con orgullo ante la pregunta de Ser Madrigal al tiempo que me estiro todo lo que puedo para parecer aún más alto.

-¡Oh, claro que no! Llum le ayudará encantado con la armadura Ser Madrigal ¿Verdad Llum?. Respondió Lumila imaginándose que su hijo estaría encantando de estar tan cerca de un caballero, aunque no tenía tan claro si aceptar las otras propuestas pues no quería que los hijos de los nobles la tomaran con el suyo por montar a caballo, los sirvientes no hacían esas cosas, aunque tampoco quería decirle que no al caballero ni negarle a su hijo algo que sin duda le haría más ilusión todavía. Sois muy amable Ser, pero no quiero que eso pueda apartarlo de otras obligaciones.

Si su hijo quería hacerlo y el caballero insistía no sería ella la que lo impidiera.

Dado que no se veía a su joven escudero por ninguna parte, Ser Baltrigar decidió tratar de buscarlo activamente y encaminó sus pasos a la casa del Castellano adosada al oeste de la casa Señorial.

Creía haber visto acudir en esa dirección a Lady Patricya Florent, la esposa de Ser Otter. Quizá su hijo mayor estuviera allí o sino siempre podía preguntarle a la madre.

No teniendo otra cosa mejor que hacer, Ser Baltrigar se dirigió hacia allí.

- Ser Otter sale al Patio. Casi enseguida le sigue Royne Ríos, desde la Casa Señorial.

- Din se marcha a la Herrería.

- Flavia se va a las Cocinas con Vitel.

- Ser Baltrigar va a la Casa del Castellano.

Probis volvió de nuevo a la entrada de la Sala de Reuniones a la espera de que su reunión con ser Hadder diera comienzo y para asegurarse de que el maestro albañil cruzaba la puerta para asistir a la suya.

- ¿Qué dices tú Llum?- Miró al jovencito con una sonrisa.- ¿Has montado alguna vez en un caballo?- Entendía las reticencias de la madre pero le repugnaba aquel comportamiento de la nobleza. Esa misma mañana había esperado que los hijos de Ser Hadder hubieran podido aprender con él algunas técnicas de monta y no había sido posible. Desperdiciar lo que otros apenas podían llegar a soñar era algo habitual en los que lo tenían todo y eso le ponía triste.- Si me ayudas con la ardua y penosa tarea de quitarme la armadura te llevo a dar una vuelta y puede que hasta te deje alimentar a Greq. Medianoche no, pues podría arrancarte los dedos de cuajo como a mí.- Madrigal le enseño los dedos de su mano izquierda, escondiendo las dos primeras falanges del dedo corazón, tratando de impresionar al chaval con una de las bromas que le hacía su amado padre, que tan lejos estaba.- No nos entretendremos mucho, lo prometo.- Le dijo a Lumila.- ¡Ah, y no podemos olvidarnos de Totto! Sí, eso es lo más importante.

Después de que mi madre y Ser Madrigal hablasen, acepto encantado ayudar al caballero con la armadura con lo promesa de luego poder estar con los caballos.

- Jajaja - rio al ver el truco que el caballero hace con sus dedos - no soy un niño pequeño para dejarme engañar con un truco tan fácil - respondo con orgullo.

- Pensaba que podría pillarte, jeje. Ya veo que no. - Se acercó a donde estaba atado su caballo Greq y el mozo de cuadras que sujetaba a su cuervo disecado, Totto.- La tarea es simple. Sólo tienes que ayudarme a soltar las correas de cuero y tener cuidado de que no te caiga la armadura encima y quedes aplastado debajo de ella.- Ató a Medianoche junto a Greq y se dispuso a quitarse la pesada armadura. Cuando por fin quedó libre, se sentía ligero como una pluma aunque estaba empapado de sudor. Debía oler a rayos entre su olor corporal y el del caballo. Afortunadamente no había doncellas a la vista.- Perfecto. Ahora vamos a los establos. Hay que limpiar a Medianoche y darles algo de comer.- Normalmente había lacayos que se ocupaban de esas cosas, pero a Madrigal le gustaba, de vez en cuando, hacerlas él mismo.-Venga, te ayudaré a subirte.-Ajustó los estribos para las cortas patas del hijo del forestal y le ayudó a tomar el impuso para subir. Greq parecía encantado de llevar a alguien tan liviano.- Parece que le gustas. ¿Has montado alguna vez a caballo? Todo se ve diferente desde ahí arriba, ¿verdad?- Madrigal cargó las pesada armadura a lomos de Medianoche y tomó al caballo por las riendas. Se puso su enorme cuervo disecado en el hombro, lo cual le hizo sentirse como en casa. Ya con la mano libre, asía las riendas de Greq, aunque dejando que el niño tomara el control de ellas, explicándole las nociones básicas para controlar el movimiento de la montura.- A Greq le gusta que le acaricien el cuello, así,  y le hablen bajito al oído. - El camino a los establos no era muy largo así que Madrigal dio antes unas vueltas por el patio para que el niño pudiera disfrutarlo un poco y su madre, Lumila, pudiera verlo. Al pasar junto a Haudry, el bastardo de Ser Hadder, Madrigal le saludó con un gesto de cabeza.

- ¿Qué tal Haudry?¿ Ya acabaste de rezar en el septo?- Parecía que se había cansado de las oraciones y buscaba algo con lo que entrenar.

Vesania cruzó el patio como una exhalación, como siempre, con la cabeza alta y acariciando la vara de roble entre sus manos. Se dirigió a las cocinas lanzando una poco amistosa mirada de soslayo a Haudry.

El maestre Ammon debería atar en corto a ese chico. Tendría que estar sumergido entre libros y no dando bandazos con una espada.

Al cruzarse con Probis fue el único momento el el que el rígido rostro del Ama de Llaves pareció relajarse un poco.

Los torpes movimientos de entrenamiento de Haudrey se vieron interrumpidos por la aparición de Ser Madrigal. Haudrey desconocía si la pregunta era algo más que un comentario inocente, si escondía alguna clase de burla... Pero aquel hombre era mayor que él, y un caballero, así que descartó sus sospechas, pues fueran ciertas o no, no podía hacer nada.

-Yo no había ido a rezar... Lady Olenna me pidió que llevara a mis hermanas con ella. 

Mientras decía esto, notó más que vio la mirada de Vesania. Otra vez la sensación de que le lanzaban una mirada cargada de veneno, esa sensación que hacía que le recorriera un escalofrío la espalda...

- Ah, ya veo.- Dijo comprendiendo la situación, así que había sido Lady Olenna.- Ahora ya se ha hecho un poco tarde.- Le dijo mientras paraba la marcha de los caballos con Llum encima y veía pasar a Vesania.-Pero si quieres, en otro momento, esta tarde o mañana por ejemplo, puedes entrenar conmigo a caballo.- Ahora le rugían las tripas y sentía que las piernas apenas le sostenían del esfuerzo realizado. Al acabar la charla con el hijo de Ser Hadder continuó dando la vuelta al patio.

El robusto herrero yacía desparramado junto a la puerta entreabierta de su taller. Se habían deslizado las horas, indeterminadas, confusas e inconexas para él, desde la fiesta de la anochecida anterior.

Intentó incorporarse de manera precipitada, cosa que descubrió al verse nuevamente (y esta vez a gatas) en el sucio suelo de la plaza de armas. Agitó la cabeza como un becerro frustrado e intentó fijar la mirada en cualquier objeto que pudiera quedarle no demasiado lejos de su mermado campo de visión. Finalmente pudo ver uno de los estafermos de entrenamiento, sí, movió afirmativamente la cabeza y se dijo: -Decididamente estoy vivo...

Recapacitó al respecto de lo que quizá con suerte pudiera fijarse en su cabeza, (mas bien nido de pájaro que otra cosa en ese momento) y afortunadamente recordaba alguna cosa, pero en definitiva poco que no pudiera resumirse en que no debía volver a mezclar vino de Altojardín con cerveza que "supuestamente" provenía de una afamada bodega en la región del tridente...

Ya incorporado (no con pocas tesituras en esa terrible y calamitosa labor) decidió meter la cabeza en un cubo cercano que, por fortuna contenía algo parecido al agua. -Aisa, Aisa, Aisa... -murmuró, más bien balbuceó torciendo el gesto, mayormente por miedo que por otra razón y resopló y resopló mientras la bilis que anuncia el vómito le acechaba en el coleto. Sus tripas le declararon la paz afortunadamente y pudo poner orden en su malhadada cabeza.

Bueno ya que estoy aquí voy a revisar las armas de entrenamiento de la plaza, que a buen seguro algún pomo, arrial, o gavilán andarán al retortero, pensó ya con la claridad no muy allá de unas gachas demasiado aguadas.

Rato después y tomando toda la nota mental de la que podía hacer recaudo esa mente embotada, puso rumbo a la armería y con gesto torcido, y no poco sombrío se dijo ¡No mezcles Jeremyed, no mezcles! 

¡Qué envidia! Menuda popularidad tiene el rubiales, y qué mano con los niños. A mí los caballos intentan hincarme el diente y los niños ni se me acercan.

¿Eh? Jeremyed, espera por mí...-dijo corriendo tras él con su cubo de ratas-¿Al final puedo echar a mis amiguitas a tu fuego del infierno?

-¡Baja la voz, baja la voz Bethan por el Herrero!- Jeremyed se sujetaba la cabeza con fuerza mientras las palabras aún retumbaban en su cabeza como un tambor en día de feria. -Lo de las ratas... sí, claro... dentro de la herrería no puede ser... ¡NO! no, no, no quiero oler carne de rata quemada una semana- Se rascó con ímpetu la mugrosa cabellera mientras reflexionaba. Afortunadamente había heredado de su madre las entendederas y la agilidad mental, mientras que su padre sopesaba esa herencia al haber recibido de él, un estómago más que delicado, el sexto dedo del pie derecho y unos andares peculiares.

-Te puedo dar rescoldos que con algo de leña y si lo sacas del castillo te pueden valer para quemar a las pequeñas bigotonas del cubo, pero ¿por qué no las entierras y listo?

- Din y Caster salen de la Herrería y llegan al Patio.

- El Ama de Llaves Vesania Oakenshaf se dirige a las Cocinas, en la Casa Señorial.

- Jeremyed y Bethan se dirigen a la Herrería.