Partida Rol por web

Edder vuelve con el saco y las telas limpias que le había encargado encontrar el maestre bajo el brazo, y no perdiendo el tiempo se dirige con ellas hasta donde se encuentra el maestre.

-Aquí tiene lo que me pidió, Maestre -le dice Edder mientras hace un gesto con su cabeza hacia las telas-. Dígame donde las quiere. ¿Me necesita para algo mas?

Jack era un chico normalmente callado. No hablaba demasiado, al menos todavía. Pero sí lo miraba todo y trabajaba. Cuando se quedó a solas con su madre, sacó de su jubón algo de los restos de la cena, y se los dio a su madre, con una sonrisa. No podía evitarlo. Hacía meses que comían bien, pero en el otro lugar... en el lugar en que había gritos, y los hombres mandaban siempre y las mujeres estaban desnudas, era bueno tener un poco de comida. Jack aun no tenía muy claro si esos días podían o no volver

- Mamá, me gustó que te llamara y todo el mundo te mirara. ¿Eso era bueno no? ¿van a ser así los días ahora? - había esperanza en la voz de Jack- ¿Me cuentas algún cuento sobre el hombre bueno que nos ha acogido?

     El Maestre envuelve unos restos del incendio con paños y telas, deslizándolos después con cuidado en el interior del saco. 

     –Pues sí, Edder –dice el Maestre tendiendo el saco hacia el guerrero–. Hazme el favor de acarrear el saco por mí, que mis huesos crujen de más y mis músculos sostienen de menos. Y ahora, a mi laboratorio, que ambos tenemos que hacer aquello que mejor sabemos hacer: yo tengo que hacer mis alquimias y tú tienes que vigilar.

-Como Usted mande maestre, yo le sigo -responde Edder recogiendo el saco ofrecido y manteniendolo a pulso a su lado para que no golpeara con nada.

Bethan dejó ir a los niños Otter y se quedó en el patio del castillo esperando su castigo. Tras recibir la bronca de Ser Otter, se fue a la cocina para pillar unas sobras de comida. Luego se fue con Armase a dónde Ser Otter les había designado. Le tocaba pasar la noche allí. Al final, solo Pocas Ganas vigilaría en las murallas. Edder había conseguido un puesto más resguardado de la fría brisa nocturna.

Por lo menos ha sido una noche tranquila...

¿Me habré dormido?... buff si no me acuerdo no es buena señal, pero sí recuerdo por lo menos que al mayor parte del tiempo he conseguido mantenerme despierto...

Desde luego estoy "baldao", menos mal que no han habido novedades, pues no sé cómo hubiese podido responder.

Y esperó, cabeceando, a que acabase la guardia para retirarse a comer algo y descansar...

Tras la larga noche, Royne decide irse a descansar sin más esperando que una nueva mañana le lleve a nuevos quehaceres en el castillo.

Larga noche ... largo sueño ... o eso espero

Algo más tarde de lo habitual, el primera espada se levanta y tras un rápido refrigerio.

Después de la oración a la Madre a los primeros rayos del alba, y tras un somero desayuno, decido abandonar el Septo al que anoche me retiré tarde para descansar y reflexionar, para volver al patio. 

Una vez allí, busco al Maestre Ammon con la mirada. Quiero preguntarle algo.

Veo cómo se dirige hacia su estudio y acelero el paso a fin de alcanzarlo antes de que abandone el patio.

- ¡Maestre! - exclamo en la distancia para intentar atraer su atención mientras agito una mano alzada.

Después de haber pasado la noche descansando con su familia, Din salió al patio de buena mañana.

Respiró hondo, había mucha gente en el patio. Demasiada quizá. Quería entrenar pero no veía hueco donde pudiera hacerlo tranquilamente.

Y luego estaba la reunión con Ser Hadder y las palabras que quería mantener en privado con el Maestre. Quizá no le diera tiempo.

Sacudió la cabeza y se dirigió a un lateral del patio donde se sentó a descansar un poco. Se había lavado el rostro y ahora quería permanecer despejado a la espera de que le llamaran para hablar con su Señor.

La noche fue tranquila para Dregg, pues el vino le ayudó a conciliar el sueño. Al fin volvía la rutina, y podría olvidar el deprimente día de ayer. Comenzaba un nuevo verano, quién sabía si este sería al fin el suyo.

Tras desayunar salió al patio, donde encontró a Din. Le saludó con la cabeza y buscó a Pik, ¿querría quizá salir a cazar en compañía?

-Eh, Pik, buen día. ¿Por qué zona vas a salir hoy?

Que noche pasé. ¡Oh! ¡¡que noche!!. Se notaba que el vino era para gente respetable y no para borrachos y mendigos de las tabernas de peor reputación. Dregg y yo nos íbamos pasando la botella por turnos (yo cinco tragos y cuando él iba por el tercero ya le estaba pidiendo mi turno, ¡solo faltaría!) La pena de la noche fue que el licor se agotó con demasiada premura.

Conversamos poco, estábamos sedientos, pero la compañía silenciosa fue agradable. Yo nunca he necesitado que me calentaran la cabeza con conversaciones a las que no prestaba la más mínima atención. Muchas veces me pasaba, y luego me preguntaban mi opinión y siempre me quedaba con cara de asno hablando del porque los jabalíes tenían unos colmillos en el morro tan raros en comparación con sus homólogos domésticos. Supongamos todos que en ese momento se terminaba la conversación ya que mi compañía la mayor parte de las veces se marchaba frustrado o molesto. ¡¡Cómo si a mi me importara!!

La noche pasó tranquila, sin sobresaltos. Mientras bebía intentaba entender quién pudo provocar el incendio de la tarima, para felicitarlo claro está. ¿Podía ser eso un augurio de una inminente batalla? ¿Alguno de los hombres de confianza de Ser Hadder había sido comprado por más oro del que tenía en sus aposentos? No importaba esta noche, solo importaba la botella y la silenciosa compañía que me calentaba el alma. Me sentía a gusto sin tener que comunicarme verbalmente, los cazadores siempre hemos tenido un sexto sentido para entendernos sin necesidad de hablar, por eso somos cazadores, y de los buenos.

Cuando terminamos de cenar el rojo licor, ambos nos levantamos para ir a nuestros aposentos. A mi el licor me había subido un poco a la cabeza y no recordaba si tenía una habitación para mi solo, o la compartía con el resto de cazadores y servidumbre, por lo que seguí a "Ojotonto" para no perderme y coger un resfriado durmiendo encima de cualquier arbusto.

A la mañana siguiente, ya más despejado después de meter la cabeza en el cuenco para lavarme la cara durante unos segundos, salí al exterior de la casa de servidumbre. Allí se desplegaba buena parte del castillo, pareciera que nos hubieramos puesto todos de acuerdo para levantarnos a la misma hora. Por mi parte me levanté un poco más tarde de lo habitual. Sabía que tenía que ir a cazar, pero no vendrá de una hora... O dos...

Veo al Forestal y le saludo con un gesto de la cabeza. Después Dregg se acerca para invitarme a ir de caza con él. ¿También se le habrán pegado las sábanas? Acepto su invitación, no suelo ir acompañado casi nunca, pero entre cazadores nos entendemos, todos hablamos el mismo idioma, el del silencio y la calma.

Hoy las presas me esperan aquí cerca. Un ciervo me ha visitado en mis aposentos para darme su ubicación, tiene ganas de alimentarme, dijo.

Siempre hablo de forma que quien no me conoce le cuesta entender. Voy a ir al bosquecillo de aquí cerca. Ayer fue un día demasiado tranquilo para la fiesta que se preparó. Algo no me huele bien. El sexto sentido que tengo en mi vida para las desgracias así me lo hace intuir, por lo que aparte de cazar, aprovecharé para echar un ojo a la zona.

-¿Te importaría algo de compañía? Temo que el vino de anoche me pase factura y me pille en solitario... -algo que parecía una sonrisa se esbozó en los labios del cazador- Además, ya va siendo hora de que midamos nuestras habilidades, ¿no?

No le apetecía alejarse del castillo tras el misterioso incendio de anoche, pero tampoco le apetecía quedarse por si se repetía. Necesitaba algo de relajación con una buena caza y una charla entre amigos.

Claro, si naufragar por un mar de tierra es lo que quieres, yo seré tu ancla. Le dije añadiendo más inverosimilitud a mi ya de por sí costosa manera de hablar. Esta vez, no he querido decir nada, solo me he inventado unas cuantas palabras que cuadran bien juntas, si lo que uno quiere es despistar a otro.

Emprendí la marcha hacia el bosque sin esperar la reacción de Dregg. Es un buen cazador, y para lo que busco hoy, su arco me vendrá muy bien. Los humanos son complicados de rastrar y cazar.

Lo primero que haré será pasarme por el lago. Ahora que no hay nadie de los "importantes" podré investigar a mi manera.

PRIMERA MADRE DE LA PRIMERA LUNA, AÑO 140 D.A.

MEDIA MAÑANA.

- Tras pasar la noche en su laboratorio, el Maestre Ammon regresa al Patio de Armas, donde se encuentra a Edder, que le ayudó ayer con las pruebas del incendio, y al Acólito Eremiel, que acaba de salir del Septo del Castillo y al parecer quiere hablar con él.

- Dregg y Pik salen del Castillo.

- Ser Madrigal pasa por el Patio en su camino hacia los Establos desde la Casa de los Abanderados.

El Maestre avanza meditabundo a través del patio de armas sin prestar demasiada atención a los diferentes habitantes del Castillo con quienes se topa por allí. Saluda a quienes se cruza, y cuando ve que el joven Eremiel se le acerca con la mirada encendida se detiene. Mira hacia el cielo, comprobando la hora, se lleva la mano a la barbilla y, finalmente, parece asentir para sí. Cuando tiene al acólito enfrente hace una leve reverencia con la cabeza.

–Buenos días, joven Eremiel –dice Ammon–. Buenos y frescos... ¿Queréis algo de mí? Os veo algo intranquilo.

Contento por haber conseguido atraer rápidamente la atención del maestre, devuelvo su saludo con una amplia sonrisa que oculta en parte mi preocupación por lo acontecido anoche.

- Buenos días Maestre Ammon - contesto al saludo - Pues la verdad es que sí, quería hacerle un par de preguntas. -

Comienzo a caminar a su lado por el patio.

- Como comprenderá, la desgracia ocurrida anoche al Altar de los Siete es algo que me tiene enormemente consternado. - Hago una pequeña pausa. - La iconoclasia es el primer paso para la perdición. - Digo directamente.

- No sólo el hecho en sí de la pérdida del simbólico altar es lo que me ha mantenido en vela toda la noche - confieso al tiempo que me detengo y me inclino hacia el Maestre.

- La idea de que el acto fuese deliberado es lo que más me preocupa, ¿quién osaria atentar contra la voluntad de los Siete? - Hago un gesto con la mano señalando el Septo. - Vi que usted recogió unas muestras del incendio. Por el bien de nuestras almas, me gustaría que usted fuera tan amable de compartir conmigo qué ha descubierto... - Indico con la cabeza que caminemos al Septo para que nuestra conversación se desarrolle en privado.

Edder, que en cuanto había visto al Maestre salir al patio le había estado vigilando de reojo, ve al joven acólito indicarle dirigirse a otro lado y se da prisa para alcanzarle.

-Disculpe Maestre, siento molestarle pero me preguntaba si volvería a necesitar de mis servicios hoy -dice Edder cuando llega cerca de Ammon-. Si aun no ha acabado con ese asunto sobre el fuego de ayer querría ahorrarle el problema de buscar a alguien mas.

El hecho de que llevar un saco con un par de trozos de madera y hacer guardia dentro del castillo fueran tareas mas agradables que sus deberes normales fuera del amparo de las paredes de piedra no considero necesario comentárselo.

–Mi buen Eremiel –dice Ammon mientras posa una mano en el hombro del acólito–, estoy de acuerdo contigo en valorar como muy grave el terrible incidente de anoche. Pero debo ser discreto: es Ser Hadder quien primero debe escuchar cuanto tengo que decir, caso de que tenga algo que decir; mi reunión con él se desarrolla en unas pocas horas, y antes debo visitar las cocinas para conseguir unas especias que se me han agotado. Confío en que sepas disculparme, muchacho.

El Maestre asiente y sigue caminando, con la intención de cruzar el patio hacia el edificio contiguo. De repente se vuelve de nuevo hacia Eremiel.

–Tu intranquilidad y tu celo te honran, muchacho –dice Ammon–. Pero tu curiosidad... ah, es tu curiosidad la que te llevará en el futuro a descubrir grandes cosas.

El Maestre vuelve a sonreír. Después, dando la espalda a Eremiel, prosigue su camino mientras dice:

–Conserva esa curiosidad, Eremiel. Consérvala, y aliméntala cada día.