Partida Rol por web

Aún sin estar mirando, Haudrey era consciente de las miradas que a veces le dedicaba la gente del castillo, y en aquella ocasión había vuelto a sentir esa incomoda sensación de un par de ojos clavándose en él. Sabiendo por experiencia que era mejor no girarse a mirar, se dirigió sin más hacia Gwraidd y Pendrik. Quizás ellos quisieran hacer algo, practicar con la espada... Lo que fuera, hasta que les reclamaran para las clases. 

Nana llegó al patio y en un primer momento se encaminó hacia Din, pero para lo que tenía pensado bien le valía Brosten, así que se acercó primero al leñador.

Buenos días, Brosten... ¿Cómo andamos? A ver si me podías hacer un favorcillo... Necesitaba unas hojitas de cedro para infusiones. La próxima vez que vayas al bosque podrías recogerme unas cuantas.

Se lo pediría a Din-susurró a Brosten acercándose para cuchichear-, pero el muy bruto no distinguiría un cedro de un alcornoque.

La próxima vez que cortes un cedro, no limpies las ramas superfluas y lo dejes en el bosque para alimentar el mantillo. Tráemelas a mí, por favor.

Al fin Tarmall prefiere dormir horizontal que vertical en cualquier muro y se va a los barracones a descansar

Brosten sonrió ante la petición de Nana, siempre le había caído bien aquella vieja señora, en cierto modo le recordaba así mismo. No te preocupes te trairé las mejores hojas que encuentre, en esta época del año no serán faciles de encontrar pero cuenta con ello. Tras dedicarle una sonrisa a la mujer siguió con su tarea.

Ser Madrigal dejó a Greq al cuidado del mozo, por si venía alguno de los chiquillos a entrenar y montó sobre Medianoche. El caballo soportó el peso del guerrero con estoicismo, casi sin inmutarse. Era un buen ejemplar, mejor de lo que jamás hubiera podido soñar. Hizo caminar al caballo alrededor del patio dando una pequeña vuelta, hablándole suavemente y acariciándole el cuello.

Al ver a Nana la Comadrona le brotó una sonrisa sincera a modo de saludo. Después dirigió a la montura hacia Lady Olenna.

- Buenos días, mi Señora.- Inclinó la cabeza desde la altura que le confería Medianoche. Al ver que miraba a Haudry se dio cuenta de su presencia y se dirigió  al chico.- Parece que eres el único que ha venido a entrenar. ¿O es que los demás son demasiado holgazanes?- Le había comentado a Ser Hadder la idea de enseñar a sus hijos a todos sus hijos, incluida las niñas, a montar a caballo. Habían quedado para hablarlo pero, al ver allí al bastardo, supuso que ya querría empezar. Por supuesto a Madrigal que el chico fuera un bastardo le daba exactamente igual.

Patrycia no tenía buena cara, parecía haber pasado una noche algo difícil o con poco descanso - Oh, buenos días, Olena - dice sin darse cuenta de que su cuñada estaba a su lado, mientras cierra el manto con sus dos manos ante el frío de la mañana - Perdona, no he pasado mala noche... Al final me quedé dormida junto al fuego, esperando a mi esposo - Tras un ligero suspiro mira a su cuñada a los ojos y esboza una sonrisa cansada - ¿Vienes a rezar al septo?

Armase se levantó, mucho más cansado de lo que estaba cuando se fue a dormir. Anoche el patio estaba lleno de familias a altas horas y él se tuvo que quedar de niñera, pues no parecían tener ninguna prisa en irse a dormir. Patético... dónde se ha visto un jinete haciendo de canguro... 

Armase se despertó, se atavió con su armadura ligera y salió de nuevo al patio. Esperando órdenes de los nobles. Desde que pasó aquella noche en el calabozo se dijo a sí mismo que no volvería a mover un dedo sin que algún noble se lo pidiese antes.

- Tarmall se dirige al Barracón de los jinetes libres.

- Malcom Ríos sale de la Casa Señorial al Patio de Armas.

Baltrigar observó mucho movimiento en el patio. Era un ir y venir constante de personas y al contrario que el día anterior, hoy parecía que todos tenían un propósito. Se había acabado la fiesta y tocaba volver a los quehaceres diarios.

Se sentía oxidado, quería o más bien necesitaba un poco de ejercicio. Revisó con la mirada el patio, vio a Ser Madrigal hablando con Lady Olena y Haudrey. Estaba montado en su corcel, la verdad es que el joven sí que le dedicaba horas a su montura. Seguramente por eso era tan buen jinete.

Finalmente los ojos de Baltrigar se posaron en uno de los guardias, Darién, al que llamaban Piel de Lobo. Con paso decidido se acercó a él con dos espadas de entrenamiento con la punta roma.

- Buenos días. - saludó al muchacho. Era joven en edad, pero fuerte y grande en tamaño. Le recordaba a sí mismo en sus tiempos mozos. - ¿Os apetecería entrenar un rato con un viejo caballero? - preguntó con una sonrisa tendiendo una de las armas a Darién.

La mano de Bethan trataba de moldear su espalda y su cuello, como si hubiesen perdido la forma al dormir en el calabozo. Armase se había despertado primero, así que no pudo gastarle la broma de cerrar su celda. No era cuestión de enfadarse con él por no ser presa fácil, su compañero tampoco le encerró. Una cosa por la otra. Además, Armase no debía estar de buen humor después de su metedura de pata de ayer.

¡TARMALL!

Bethan corrió para saludarle, pero a lo lejos ya se había metido en el barracón. Pobre. Había hecho guardia toda la noche, y ahora no podría dormir con Bethan y Armase limpiando escandalosamente. O sí podría. Después de todo era "Pocas Ganas".

Armase...-dijo saludando con una palmada en la espalda-Así, tú sí que eres un buen amigo. Me has esperado y todo. Venga, vamos. Ya es media mañana. Se supone que Ser Otter nos había ordenado limpiar el barracón de jinetes libres a primera hora. Menos mal que el "Bigotes" no madruga, o nos habría caído una buena, ¿eh?

Bethan cruzó todo el patio para entrar en el barracón.

Armase se acaba de estirar... y cuando Bethan le habla parece perdido, como si viera al tipo por primera vez... joder... la limpieza.. casi lo había olvidado... 

Con un gran suspiro ve como se aleja su compañero, luego coge aire de nuevo, hincha sus pulmones para ponerse firme y entra en los barracones sin atisbo de cansancio en su rostro.

Edder Clavopié se acercó hasta Caster, quien cruzaba el patio de armas en dirección a la barbacana.

-Caster, Sir Crakehall me ha ordenado decirte que organices el turno de guardia para hoy -dice Edder cuando llega al lugar donde estaba Caster, antes de pararse por un momento no queriendo continuar, pero sabiendo que era algo inevitable-. Ademas ha mencionado algo de un castigo que tienes que recordarnos.

El caracortada contempló a su compañero en silencio. Aquél hombre había pasado la noche en blanco haciendo guardia junto a Tarmall.

–A dormir, Edder –dijo–. A medio día ocupa tu puesto. Y recuerda, no hay comida hasta nueva orden.

El gigante quedó en silencio, contemplando el lado sur del patio de armas donde se abría hacia la barbacana. Masculló algo. Luego se volvió hacia su derecha y se encaminó al Barracón de los Jinetes libres.

-Buenos días Ser Madrigal. Respondió cortés al saludo del caballero que paseaba sobre su caballo.

Vio como el joven se acercaba al bastardo que estaba por el patio molestando al resto como siempre.

-¡Haudrey! Le llamó reclamando su atención. Ve a buscar a Lady Lidya y Lady Arianna, diles que se reúnan con nosotras en el septo.

Siempre que hablaba con Haudrey llamaba a sus hijos por sus nombres y jamás utilizaba el parentesco de hermano o hermana, porque el bastardo no tenía familia allí, no al menos por su parte. Le daba igual que su marido lo hubiera tenido con una prostituta, con una dama o con un monje barbudo, tan solo lo toleraba porque había sido su deseo y porque los Siete la habían enseñado a ser piadosa, pero no por eso tenía que amarlo. Tras decirle eso se volvió de nuevo hacia Lady Patricya.

-Me alegra que hayáis tenido buena noche. Y sí, creo que debemos ir al septo a rezar, los siete no deben estar muy contentos después de lo que pasó ayer.

Hoy debía salir con su padre, continuar aprendiendo el oficio. Estaba seguro de que era un buen cazador, pero eso no lo conformaba... el quería ser un gran cazador y en algún momento poder ostentar el título de Forestal como lo hacía su padre.

Todos esos eran sus deseos y aun así, en estos momentos lo único que podía hacer era esperar a que su padre termine la reunión con Lord Hadder.

Dispuso de sus herramientas de forma ordenada y tambien lo hizo con las de su padre, tendría todo listo para cuando El Forestal regresara.

- ¿Ayer? ¿Qué pasó ayer? - Pregunta algo sorprendida a Olena mientras se dirigen al septo

El sudor ya se hacía presente en el rostro de Brosten, a sus pies un montón de pequeños maderos se apilaban donde antes se encontraban los carcomidos bancos.  Ya había acabado de preparar la leña y era hora de dar cuenta de algunos fuertes árboles antes de la hora de comer.  Recogiendo sus cosas y saludando a quien se iba encontrando se dirigió al bosque.

Royne utiliza en su tiempo para practicar y ver la actividad que discurre por el patio. Tras lo cual y viendo que discurre la mañana sin ver a sus compañeros de actividad, ni recibe ordenes sobre su actividad, vuelve a sus habitaciones para ver si es que las otras espadas juramentadas se han dormido.

- Bethan, Armase, Caster y Edder van al Barracón de los jinetes libres.

- Lady Olenna y Lady Patricya se dirigen al Septo del Castillo.

- Brosten va a la Barbacana exterior.

- Royne Ríos se dirige a la Casa de los abanderados.

El bastardo, que iba a responder emocionado a Ser Madrigal, se vio interrumpido por su madrastra, que acababa de asignarle una tarea. Una tarea que realmente podría desarrollar cualquier otro, pero que Haudrey sabía porqué había sido encargada para que la hiciera él.

"Es parte de mi castigo..."

-Lo siento, Ser Madrigal, pero ya habéis escuchado a Lady Olenna. Debo ir a buscar a las dos pequeñas y llevarlas al septo. Quizás en otra ocasión-dijo, sin mucho ánimo y no muy convencido, antes de dirigir sus pasos en busca a las habitaciones de Padre y el resto, pues sin duda allí debían estar sus hermanas.